Capítulo 20. Hallowen.
Emma.
La semana fue un infierno sin verle, a pesar de eso, conseguí salir airosa.
Empecé a darme cuenta de que alguien me seguía a todas partes, eran los espías de Max, pero yo no iba a darle razones para que no me diese mi más que ansiada libertad.
James estaba tardando más de lo esperado en darme respuestas a lo que le pedí, pero no iba a dejar que nada estropease mi humor.
Era Halloween e iba a salir con las chicas a la sala EVO a disfrutar. Fui con Susana a mitad de semana a comprar nuestros disfraces y me expuso sus preocupaciones: su hermana estaba saliendo con un chico de diecinueve años.
Y aquella noche tan sólo quería ponerme mi disfraz de diablesa, con cuernos y todo un ceñido corpiño de color rojo y cuero que se me ceñía demasiado.
Hacía frío, por lo que llevaba mi abrigo.
No me sorprendió cuando vi a June, Roy, dos chicos más y el ardiente Killian con un disfraz de vampiro que le quedaba de miedo. No sólo era porque se había dejado barba, por sus labios manchados de lo que parecía ser tinte que fingía ser sangre roja, o lo demacrado que se había maquillado. Fue su disfraz y esa pose lo que me atraía tanto.
Me olvidé del mundo entero, incluso del investigador que llevaba toda la semana siguiéndome y me atreví a saludarle.
–No sabía que los vampiros pudiesen ser tan atractivos – bromeé, haciéndole sonreír.
–Ni yo que el disfraz de diablesa pudiese sentarte tan bien. Estás extremadamente sexy – un calor especial se estableció en mi vientre y me temblaron las piernas. Me moría por acostarme con él, pese a nuestra complicada situación. – ¿Me dejarás invitarte a una copa?
–¿Qué vas a hacerme si me niego?, ¿morderme? – sonrió al verme tan juguetona. Me toqué el cuello y él se fijó en ese punto – ¿hundirás tus colmillos aquí, Kil?
–Lo interesante no es lo que yo haría, si no lo que tú estás deseando que te haga, Emma – me mordí el labio inferior, con la vista fija en sus labios. Recién me daba cuenta de la sed que tenía.
–Creo que voy a aceptar ese trago – rompió a reír, y juntos caminamos hasta la barra. Mientras él llamaba al camarero me iba fijando en el lugar, no había ni rastro del investigador privado, peor no me relajaría aún, menos cuando había tantas chicas que no le quitaban ojo a Kill.
–Dice que esta noche solo sirven cockteles, así que dime, ¿qué te apetece?
–Un sexo en la playa – sonrió, mordiéndose el labio antes de pedirlo. – No te des por aludido, sólo voy a empezar fuerte.
–Yo he pedido lo mismo, aunque estamos un poco lejos de la playa ahora mismo – mis labios se curvaron en seguida – ¿Cómo ha ido tu semana?
–Ha sido horrorosa – me quejé. Él se interesó al respecto. – Echaba de menos tu erección al despertar en la mañana presionándose contra mi trasero. – Rompió a reír, algo avergonzado, antes de contestar.
–Se suponía que dormías. Eres una tramposa – la que reí en aquella ocasión fui yo.
–¿Pretendías que durmiese con el escándalo que tenías montado en la ducha?
–¿También escuchaste eso? – lucía demasiado avergonzado y eso me hizo aún más gracia – ¡Vaya! No sé qué decir, Emma. – Agarré la copa que el camarero dejaba a mi alcance y jugué con la cañita después de dejarla sobre la mesa.
–Sólo dime una cosa – di un sorbo para volverme más decidida. Recién quería ser una diablesa y ser mala – ¿En quién pensabas cuando te tocabas en la ducha?
–Seguro que lo adivinas – dijo él dando un gran sorbo a la suya, bebiéndosela casi entera. Jugué con mi cañita resistiéndome a aquello.
–Eres un salido – rompió a reír y luego volvió a beber hasta terminase la copa. Llamó al camarero y se pidió otra.
–¿Eso te asusta? – pensé en su pregunta y debo admitir que en cualquier otro momento o de cualquier otra persona sí que me habría dado grima. Pero él despertaba algo en mí. Una parte rebelde que había estado dormida desde que me casé con su padre.
–No – susurré, con la voz marcada por el deseo, haciéndole sonreír. Acercó sus labios a mi oído antes de decir algo.
–Mi semana también ha sido un infierno sin poder rozar mi erección por tu trasero – me pue a cien solo con eso y tuve que abrir la boca porque me asfixiaba – Sin contar las ganas que tenía de verte, por supuesto.
–Esto es un error – me observó, sin comprender, molesto consigo mismo ante la idea de haberlo estropeado. – James aún no ha terminado de investigar unos documentos que le di, tampoco ha redactado los papeles del divorcio y yo... – jadeé antes de continuar. – ... necesito ser una mujer libre antes de entregarme a ti. No quiero empezar esto contigo así, no se siente como algo correcto, no ...
–Tranquila – me calmó, aferrándose a la mano más cercana a la barra – no voy a pasarme de la raya – prometió sobre mi oído, haciéndome estremecer solo con eso. – Tan sólo estoy jugando.
–¿Sí? – asintió, retirándose lo suficiente como para dejarme dar otro sorbo a mi copa – se te da muy bien. – rompió a reír, sin poder evitarlo.
–Quién sabe, quizás me haya metido bien en mi papel de vampiro malvado – sonreí. Él me hacía sentir muy bien. – Ven, volvamos con los demás, así ... podremos evitar la tentación.
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