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Capítulo 19.


La puerta se abrió después de quince minutos implorándole a mi padre que lo hiciese, y salió de la casa sin tan siquiera dirigirme la palabra.

Entonces nuestras miradas se encontraron. Lucía aterrada y no tardó demasiado en desviarla. Cerré la puerta detrás de mí, dejando a los vecinos curiosos llenos de dudas y caminé hacia ella. Tenía la intención de consolarla y recoger sus pedazos rotos, pero ella levantó la mano y la apoyó sobre mi pecho impidiéndome que pudiese acercarme más.

–Vamos a darnos otra oportunidad – evitaba mi mirada y eso no era bueno. Traté de entender lo que significaban sus palabras, pero me hallaba demasiado perdido en ese momento. – Nos olvidaremos del divorcio y volveremos a estar juntos. – Di un par de pasos hacia atrás y entonces nuestras miradas se cruzaron. – Estaba equivocada con respecto a lo que sentía por ti – desvió la vista con rapidez y se preparó para abordar el pasillo, pero la agarré de la mano tan fuerte que conseguí darle la vuelta.

–¿Cuál es la razón por la que estás mintiéndome, Emma? – Su labio empezó a temblar y entonces sus ojos se fijaron en los míos. – Todo eso que has dicho no son más que un montón de tonterías. ¿Sabes la razón por la que me fui de esa casa? Estaba cansado de escuchar mentiras. Así que me he vuelto todo un experto en la materia.

–Tu padre me dará el divorcio – asentí, sabiendo que después de aquello había un pero enorme del que ella ansiaba huir más que nada en el mundo. – A cambio yo debo alejarme de ti. – Tragué saliva, aterrado. – Incluso se atrevió a amenazar con destruir a mi familia si yo no aceptaba mi parte del trato.

–Yo ya no soy un niño, Emma. Ahora puedo tomar mis propias decisiones.

–Tengo que hacerlo, Kil – me lamí los labios, molesto con el rumbo que estaba tomando aquella conversación. – Necesito...

–Sí, tu puedes alejarte de mí, irte de esta casa y asegurarte de que él se entere de todo esto, que sus miles de espías lo vean. Pero... estás loca si piensas que yo no voy a ir a buscarte. Recorreré cada maldito lugar de la ciudad hasta encontrarte – ella sonrió como si mis palabras la hiciesen feliz, entonces miró por la ventana y se fijó en algún lugar del edificio de al lado.

–Me aferraría a ti si tuviese elección, Kil. Pero el espía de tu padre puede estar mirándonos justo ahora.

La agarré de la mano y tiré de ella hasta el cuarto de baño que no poseía ventanas, encendí la luz y nos miramos.

–Aquí no hay nadie más que tú y yo – se fijó en la forma en la que nuestros dedos se entrelazaban y luego levantó la vista para mirarme – no tienes que sentirte presionada y hacer algo que ... – levantó su mano libre y se aferró a mi camiseta, atrayéndome a ella, sin atreverse a hacer más que eso y apoyar sus labios en mi mejilla, con temor a desear más de lo que podía tener en ese momento.

Retiró sus labios de mi mejilla y ladeó la cabeza hasta haber encajado la cabeza, rozando mis labios en el proceso.

Un jadeo escapó de las bocas de ambos, sabiendo que si nos atreviésemos ya no podíamos seguir aferrándonos a la cordura, a nuestros sentidos de la lealtad y la justicia de la manera en la que lo hacíamos.

En cualquier otro momento me había resistido a ese beso, en ese momento no, la deseaba demasiado. Así que me atreví a besarla, pese a haberle jurado que no lo haría. Y dejé que mi propia ansiedad se cargase el momento mientras devoraba sus labios apasionadamente y ella se atrevía a colgarse de mi cuello.

Dimos varios traspiés por aquel pequeño cuarto de baño, hasta que mis manos se establecieron en su trasero y la apreté contra mí. Jadeó más fuerte en cuanto me sintió tan preparado para pasar al siguiente nivel.

–Deberíamos parar – suplicó entre besos, deslizando las manos hasta llegar a mi pecho y apretarme para apartarme – no podemos dejar que se nos vaya de las manos, Kil – retiré mis manos de su trasero y di un paso hacia atrás. Me estaba costando mucho resistirme, pero yo quería respetar su decisión, hasta el final. – Aún estoy casada con tu padre.

–Bien – acepté, observándola antes de decir algo más – divórciate de él y luego iré a buscarte.

–Tu padre no nos pondrá las cosas fáciles – sonreí, mirando hacia sus labios antes de contestar.

–Eso no va a detenerme. – Ella ensanchó la sonrisa, olvidándose de los miedos durante un momento. – ¿Necesitas que te lleve a un hotel? Puedo pagar por él si necesitas dinero.

–Te lo devolveré – aseguró, antes de apoyar sus dedos en mi barbilla y acercar sus labios a los míos, dándome un ligero beso en los labios. – Tus labios son adictivos – rompí a reír, sin poder evitarlo.

–¿Ah sí? – la agarré de la mano para que no pudiese ir muy lejos y la atraje hasta mí. Volví a besarla, pero aquella vez me tomé mi tiempo de disfrutar, mientras ella se estremecía con cada uno de mis muerdos y se sujetaba a mis hombros. – ¿Qué tal ahora? – se lamió los labios y mordió el inferior, sin poder quitar sus ojos de los míos. – ¿Sigues deseando besarme?

–Mucho – nuestros labios se unieron solos y volvimos a besarnos por un largo tiempo, olvidándonos de absolutamente todo, hasta que el deseo lo nubló todo y tuvimos miedo de dar un paso equivocado. – Voy a extrañar tus besos – ensanché la sonrisa en cuanto la escuché decir eso.

–Debería llevarte al hotel antes de que la situación se nos salga de las manos – ella sonrió, agradecida. Abrí la puerta del baño y juntos salimos de él.

La ayudé a preparar la maleta, entre miradas cómplices y caricias intencionadas de lo más apetecibles. Me moría por volver a besarla, pero no necesitaba que mi padre tuviese pruebas para chantajearnos de alguna forma.

La llevé a un hotel cerca de su trabajo, pagué su habitación y la acompañé hasta la puerta. Abrió con su llave, pero yo no di ni un paso hacia el interior. Lo último que necesitaba era que mi padre tuviese pruebas de lo que había entre nosotros.

–Este es el final de mi partida hoy, Emma – miró hacia mí y se olvidó de la maleta. La dejó de cualquier forma en el suelo y caminó hasta mí. – No quiero que esto sea incluso más complicado de lo que lo es. Mi padre usará cualquier cosa para hacerte daño y alejarte de mí.

–¿Por qué no estás asustado? Haces que el miedo que yo tengo se desvanezca – sonreí, asintiendo.

–No tengo miedo porque conozco perfectamente su forma de actuar. Hará cualquier cosa con tal de salirse con la suya, incluso manipular a otras personas y fingir ser otra persona. Él no fue sincero contigo desde el principio, tampoco te dijo toda la verdad sobre mi madre. – ella se sintió confusa después de ese momento. – Mira. No es el momento ni el lugar para hablar de esto, sólo quiero que sepas que no voy a irme a ninguna parte.

–Te irás ahora – pidió y yo asentí – pero ... volveremos a vernos. Quizás el sábado que viene en la sala EVO – ensanché la sonrisa ante lo que estaba proponiendo.

–Hasta la próxima, Emma – me despedí tras guiñarle un ojo.

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