Capítulo 18. Malentendido.
Emma.
Ya era un hecho: Susana había cogido a Ana en su casa, así que tenía que buscarme otro lugar. Quedarme con Kil no era una opción, no cuando le había hablado sobre mis sentimientos. ¿Cómo se me ocurrió hacer algo así?
Sacudí la cabeza.
La semana había sido difícil, no porque la convivencia con él fuese complicada, sino porque tenía que reprimir lo que sentía cada vez que estaba cerca. Me moría por besarle, pero él tenía razón y no sería correcto empezar algo cuando lo mío con su padre aún no había terminado.
Las cosas con el abogado tampoco iban bien. Había descubierto que las propiedades a mi nombre habían sido vendidas y que Max había falsificado mi firma. Lo cual era malo, pues ... ¿en cuántas transacciones me habría metido sin mi permiso?
James estaba investigando al respecto y tan sólo me quedaba esperar.
Aun así, ni siquiera imaginaba que las cosas podrían salirse incluso más de control.
Ese sábado me levanté con ganas de enfrentarme a todo, incluso me apetecía llamar a mamá para pedir perdón y hacer las paces con ella. Justo había agarrado el teléfono después de desayunar, mientras miraba de reojo a ese hombre que agitaba mi corazón, disfrutando de nuestros tés, sin atrevernos a hacer más que eso, cuando el timbre de la puerta sonó.
–¿Ya has terminado? – pregunté justo cuando él se levantaba para ir a abrir la puerta. Asintió. Ambos nos pusimos en pie, yo para recoger los platos y él para abrir la puerta. – Yo me encargo – besó mi mejilla, haciendo que un sinfín de mariposas revoloteasen en mi interior, las maté a todas y seguí como si nada.
Él se dirigió hacia la puerta, con una sonrisa de oreja a oreja, tratando de calmarse a sí mismo. Pensó en su amigo June que le había pedido consejo con un tema delicado con la prima pequeña de Roy. Pero se quedó perplejo al encontrar frente a él a su padre.
–Así que eres tú – dijo él, haciendo que su hijo lo mirase sin comprender – Tú eres la razón por la que ella quiere tan desesperadamente el divorcio. – él negó con la cabeza antes de contestar.
–No es lo que imaginas – su padre rompió a reír, sin ganas y eso consiguió llamar mi atención. ¿Quién era el hombre con el que Kil bromeaba ahí fuera? No sonaba como June. – Papá, yo ... – le cruzó la cara antes de haber escuchado nada más.
–Sal de mi vista – dijo sin tan siquiera mirarlo, justo cuando yo llegaba al pasillo y mis ojos se encontraban con los de Max. Pude ver rabia en sus ojos. – ¡Ahora!
–No voy a irme – espetó Kil – esta no es tu casa y no puedes echarme de mi... – su padre le agarró en volandas y le echó a la calle, cerrando después la puerta. Entonces volvió a mirar hacia mí. Lucía defraudado y dolido.
Killian se quedó fuera, pero llamó a la puerta repetidas veces, amenazando con tirar la puerta abajo, haciendo salir a algunos vecinos curiosos. Él no tenía tiempo que perder tenía miedo de lo que su padre pudiese hacerme.
–Esta tontería con Killian termina ahora, Emma – tragué saliva sin saber qué responder al respecto. – ¿Creías que aferrándote a él ibas a poder sacarme algo?, ¿es eso? – negué con la cabeza, aterrada de que pudiese pensar de esa forma. – Parece que hice bien al firmar el maldito papel de separación de bienes, porque no vas a ver un puto dólar de mi parte, zorra.
–Yo no... – me cruzó la cara antes de que hubiese terminado la frase y mis lágrimas emborronaron la escena.
–Me apresuraré en darte el divorcio y te largarás de mi vida, y de la de mi hijo sin oponer resistencia, ¿me has oído?
–Entre tu hijo y yo no hay nada – me atreví a decirle. Volvió a golpearme, más fuerte que antes y yo me eché hacia atrás, aterrada.
–No te atrevas a mentirme a la cara, Emma – sacó de su chaqueta un sobre blanco y de él un sinfín de fotografías que me lanzó a la cara. Estas chocaron y cayeron todas al suelo. Me apresuré a recogerlas y me di cuenta de que me había estado siguiendo. Eran de la última semana, y nos habían captado a Killian y a mí juntos, aunque sin hacer más que cosas comunes, pues él y yo manteníamos las distancias tanto como pudiésemos, debido a mi petición y a su afán de empezar algo conmigo cuando yo fuese una mujer libre. – Este juego tuyo no va a servirte de nada. – Me puse en pie de un salto con las fotografías en la mano y traté de defenderme.
–Kil y yo solo somos amigos – se rio en mi cara mientras yo trataba de convencerlo de ello – no hay ese tipo de relación que insinúas...
–¿Crees que soy idiota? – Me agarró del brazo y me atrajo hasta él – Lo harás por las buenas o por las malas, Emma. Te quiero lo más lejos posible de mi hijo. – Tragué saliva, sin saber qué decir. – Y te aseguro que no querrás conocer el por las malas.
–Me dejarás sin dinero, eso ya lo sé. Pero yo no me casé contigo por tu dinero, así que no me importa si...
–Escúchame bien, zorra – me molestaba terriblemente que me denominase de esa forma. – No te creas ni por un segundo que me has engañado. Supe desde el momento en el que tus hermanos vinieron a pedirme dinero la clase de trepa que eras. – Me quedé sin palabras, porque no tenía ni idea de lo que estaba hablando. – Les dejé el dinero y no volví a verlos. Pero ... puedo destruir a tu familia si así lo deseo. ¿Qué hará tu madre cuando meta a los irresponsables de sus hijos entre rejas?
–¡No te atreverás...! – rompió a reír, empujándome, apartándome de él.
–Te quiero lejos de Killian, Emma. Dile a tu abogado que rehaga los papeles del divorcio. No voy a dejarte ni un dólar y saldrás de mi vida más rápido de lo que tarda una persona en chasquear los dedos.
–No puedes hacerme esto, Max, por favor... – él miró hacia la puerta, pensó en su insistente hijo.
–No te hagas la víctima cuando él entre por esa puerta y resolvamos esto como personas civilizadas, sin inmiscuir a terceras personas en nuestro divorcio, Emma.
–Creo que eso está fuera de lugar, más cuando tú has sido el primero en ...
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