Emma

La película terminó siendo más divertida de lo que esperaba y terminó con final feliz, de esos que agitan mi corazón y me hacen desear un buen hombre como el que tiene la protagonista. Yo ya tenía uno muy cerca, sólo que aún me resistía a aceptarlo, pues se suponía que tan sólo éramos amigos.

–Había pensado que quizás podríamos ir a dar una vuelta – me dijo detrás justo cuando recogía los platos de la cena. – ¿Qué te parece si nos escapamos y vamos a por algunas bebidas? Eso hará que te olvides del idiota de mi padre por unas horas.

–Es tarde – contesté a la defensiva. Él me observó sin comprender. – Deberíamos... - mi mirada se estableció sobre la suya y perdí el aliento.

–No creo que tomar unas copas pueda ser algo malo, Emma.

–Bien – acepté – sólo deja que me cambie de ropa.

Él tenía razón. Salir a despejarme, bailar con él, echar unos dardos, beber hasta que comencé a marearme, y dejarme llevar un rato era algo que necesitaba.

Crear recuerdos maravillosos junto a ese hombre maravilloso que tenía al lado y que yo no iba a aceptar aún.

Estaba tan mareada aquella noche que tuvo que subirme a cuestas. Me ayudó a quitarme la chaqueta mientras yo seguía bromeando sobre las chicas que no dejaban de mirarle.

–Piénsalo – me quejó mientras él ponía a mi alcance su camiseta y yo la agarraba, más que lista para irme al baño a cambiarme de ropa. Pero en aquella ocasión no me apetecía nada marcharme.

Me quité la camiseta frente a él y se volteó con rapidez, incómodo. Él era un cielo incluso para aquello. Jamás se aprovecharía de la situación.

Terminé de quitarme la ropa y me coloqué su camiseta, luego tiré de su mano para que se diese la vuelta.

–¿Vas a dormir con toda esa ropa puesta? – tragó saliva y desvió la vista hacia la cama.

–Si has bebido mucho y dormir juntos te hace sentir incómoda, puedo dormir en el sofá – negué con la cabeza antes de acortar las distancias entre nosotros y agarrarle de la camiseta, quitándosela por la cabeza. – Emma... – apoyé las manos en su pecho y dejé que una corriente eléctrica nos sacudiese a ambos, haciéndonos respirar agitadamente. – Te prometí que no cruzaría la línea y tú te arrepentirás mañana si...

–Sólo una vez – supliqué, él me observó con atención – necesito dejarme llevar sólo una vez... aunque me arrepienta mañana. – Me atreví a acercar mis labios a los suyos y le besé. En seguida tuve frío y calor al mismo tiempo, la habitación entera se llenó de deseo y yo perdí el aliento con aquel abrumador sentimiento que me asfixiaba.

El tiempo se detuvo sólo un momento antes de que él me devolviese el beso y todo se volvió caótico tan pronto como me dio la vuelta rompiendo el beso, y apretó su pelvis contra mi trasero, haciéndome estremecer.

Mil pensamientos calientes cruzaron mi mente, incluso me vi a mi misma teniendo sexo con él en su cama. Pero aquella pompa se pinchó tan pronto como su voz sobre mi oído me sacó de mis pensamientos.

–No me hagas romper la promesa que te hice – suplicó haciéndome despertar de pronto, mientras seguía presionando su erección contra mí y yo mordía mis labios con ganas de tenerle, sabiendo que jamás podría inmiscuirme con él. – Emma, por favor... – gimió mientras yo jadeaba al sentirle de esa forma.

–Creo que esta noche deberías dormir en el sofá – susurré. Eso hizo que dejase de apretarme y me permitiese darme la vuelta para observarle. – Siento lo del beso – sonrió, sin decir nada. – Y gracias por...

–No vuelvas a hacerlo – suplicó. Tuve miedo de lo que eso podría significar, pero entonces él dijo algo más. – No te detendré la próxima vez.

–¿Ah no? – negó con la cabeza.

–Si vuelves a besarme... me aferraré a ti y romperé la promesa que te hice – debería estar asustada, pero sus palabras me hacían feliz de una forma que no entendía.

–¿Y qué más? – me miró sin entender mi actitud – ¿sólo me besarás? – él sonrió al comprender a lo que me estaba refiriendo, parecía gustarle verme tan receptiva.

–Haría mucho más que besarte, Emma – ensanché la sonrisa mientras él acariciaba mis brazos. Cerré los ojos por inercia y eché la cabeza hacia atrás, dejando escapar un leve quejido que consiguió encantarle. – Más que acariciarte... – mi mirada se encontró con la suya. Me moría porque me lo hiciese todo en ese momento, pero no debía olvidar la situación.

–Si no fuese la mujer de tu padre... – tragué saliva y me mordí el labio en el proceso. Él jadeó y bajó las manos dejando de tocarme.

–... no me detendría. – Sonreí porque era eso justo lo que necesitaba para saber sobre lo que él sentía por mí. Era casi tan intenso como lo que sentía yo. – Probablemente te confesaría sobre mis sentimientos y te pediría una cita.

–¿Una cita? – asintió. Por si aún me quedaban dudas de que aquello era más que un calentón. Allí estaba la respuesta – ¿Me la pedirás cuando sea una mujer libre?

–¿Te gustaría? – asentí y él ensanchó la sonrisa. – Un divorcio es un proceso largo. Tendremos que esperar mucho tiempo.

–Yo puedo esperar, ¿qué hay de ti?

–¿Y si aparece otro tío y te enamoras de él en el proceso? – ensanché la sonrisa al verle tan preocupado.

–Eso no pasará – prometí.

–¿Cómo puedes estar tan segura?

–Te contaré una cosa – él esperó a que lo dijese – Yo aún estoy enamorada de Max – tragó saliva sin saber qué decir al respecto. – Pero, lo que siento por ti crece cada día y a veces eclipsa lo que siento por él, así que cuando estamos juntos no pienso en tu padre y ...

–¿Qué se supone que tengo que hacer ahora que has confesado lo que sientes por mí? – me tapé la boca con las manos al darme cuenta de que era cierto y él rompió a reír. Luego volvimos a mirarnos. – ¿Quieres que pretenda que no lo he escuchado?

–Sí, por favor. Aún no es el momento para que pase algo – asintió como si pudiese entenderme.