Capítulo 11. El escándalo.
Al final terminamos desistiendo y bailando en la pista junto al resto de la discoteca. Mis amigos terminaron perdidos en la pista bailando con alguna chica y ella de lado sus miedos para dejarme entrar. Bailamos juntos y la hice reír con cada tontería que se me ocurría, haciendo que la incomodidad entre nosotros se esfumase y recuperásemos la complicidad.
Todo era perfecto, pero entonces aparecieron los desaparecidos Roy y Ana. Parecía que algo sexual había pasado entre ellos. La complicidad que había entre ellos era inigualable.
–¿Te gustaría ser como ella? – dije sin pensar – Ya sabes, amar a alguien sin temor al que dirán.
–No sé si lo que hay entre ellos es amor o sexo – asentí, entendiendo lo que quería decir – Yo no sirvo para ese tipo de relaciones vacías. A pesar de lo que puedas pensar... tu padre y yo no hicimos nada sexual hasta que no estuvimos casados.
–¿Crees que me interesa saber sobre la vida sexual entre vosotros? – puse una cara extraña, haciéndola reír.
Confiábamos el uno en el otro. Era amistad y mucho más. Los dos teníamos el sentido de la lealtad y de respetar lo que era correcto, eso jamás nos dejaría aceptar lo que sentíamos, siempre pensaríamos en la circunstancia que nos rodeaba antes que en lo que sentíamos.
La noche fue intensa, no me separé de ella en todo el tiempo, ni siquiera cuando iba al baño. Espanté a cada uno de los capullos que pensaban pasar un rato con ella y eso hizo que sus amigas se fijasen en mí, demasiado. Pero ella, les aseguró que sólo éramos amigos, yo era el hijastro de su esposo.
Me gustaba demasiado tenerla cerca, pese a saber que sólo podríamos ser amigos.
Entonces... llegó la tragedia.
Sucedió después de que Ana descubriese a su marido teniendo sexo en uno de los reservados vip de la discoteca. Me sorprendió demasiado la situación, pero más que esa mujer estuviese casada, pues... ¿por qué se enfadaba tanto por lo que su marido estaba haciendo si ella estaba haciendo justo lo mismo con Roy?
El caos rodeó cada una de las escenas. A ese tipo discutiendo con ella, terminando la relación que había entre ambos, acusándola de ser asfixiante en las relaciones, a Roy persiguiendo al tipo para darle un puñetazo, a Su que se llevó a Ana tras despedirse de Emma y ... entonces los ojos de esa preciosa chica se cruzaron con los míos.
–Bueno... – me acerqué a ella después de que el auto del novio de Susana se hubiese marchado. Su mejor amiga y la hermana de esta se quedarían juntas, y ella volvía a quedarse sin lugar en el que quedarse. – Ya sabes que mi cama siempre estará dispuesta para ti.
Puso a toda voz la radio sabiendo que no funcionaría, pero pese a no escucharse una mierda, ella cantó las canciones de memoria. Tenía una preciosa voz, movía el pelo como si estuviese loca y me miraba con una complicidad que me abrumaba.
Entramos en mi casa y entonces sugirió una posibilidad estúpida.
–Si me divorciase de tu padre, tú y yo... – me quedé muy quieto, olvidándome incluso de cerrar la puerta y sonreí. Entonces ella perdió la calma. – Estoy huyendo de lo que siento por él ahora mismo, Kil. – Su rostro se tornó triste y yo alargué la mano para cogerla, odiaba verla en ese estado. – Le amo. – Esa confesión creó un gran abismo entre nosotros, pero fingí no darme cuenta. – Pero parece que el hombre al que yo amo no existe, Kil – una lágrima recorrió su rostro y yo me apresuré a limpiarla, haciendo que ella dejase de pensar en mi padre y se fijase en mí. – Esto que ha sucedido con Ana me ha hecho darme cuenta de algunas cosas... Hablando de Ana, debería escribirle a Su para... – sacó su teléfono, pero antes de que le hubiese escrito, la agarré de la cintura y la atraje hasta mí. – Debo parecerte tan bipolar ahora mismo... hace un momento te he dicho que ese beso...
–¿Qué beso? – su sonrisa apareció, luciendo divertida. – Mira... es probable que tengas que olvidarte de él, pedirle el divorcio y enamorarte de un buen tío, pero es algo que debes decidir tú misma, sin presiones.
Se fijó en el estado de mi apartamento. Aún quedaba un poco para que comenzase a parecer un hogar.
–Puedo dormir en el sofá – se fijó en él, que aún tenía puesto el plástico.
–¿De qué tienes miedo? – acaricié su rostro con los dedos y ella volvió a fijarse en mí. – No va a pasar nada, por mucho que lo desee no volveré a cruzar esa línea.
–¿Me ayudarás a encontrar a un buen abogado? – sonreí, negando con la cabeza ante lo que estaba sugiriendo.
–Yo no podría ser tu abogado. Estoy relacionado con ambas partes. No sería objetivo. Necesitas a alguien que pueda serlo. Además, yo aún no he terminado la carrera de criminología.
–Pero sí la de abogado en este tipo de casos.
–No es mi especialidad ahora, Emma – ella asintió, algo defrauda. – Conozco a un tío, es el mejor en divorcios. Te hará precio por ser amigo mío. ¿De verdad vas a separarte de él?
–Sí, creo que debo aceptar de una vez que tu padre y el hombre al que yo amo son personas distintas. Por mucho que duela, el hombre del que me enamoré no existe. – Cerré la puerta y me fijé en como entraba en mi casa, se fijó en que había terminado de pintar las paredes. – Esto ha quedado muy bien. Siento si esta noche dije muchas tonterías – negué con la cabeza. – He bebido mucho, Kil... – su mirada se fijó en mis labios y yo tragué saliva, mientras su rostro se acercaba y yo me sentía ansioso por recibir su beso. – Y me muero por besarte. – Tragué saliva, atreviéndome a cogerla de la cintura para atraerla hasta mí. Nuestros labios estaban tan cerca, que, pese a saber que era un error, no puse ningún impedimento.
¿Cuánto tiempo más iba a seguir negándome lo evidente? Yo me moría por ella.
–Sería un error. Yo aún estoy casada con otro hombre y no se siente como algo correcto. – Sonreí porque era cierto.
–Es más complicado que eso. Estás casada con mi padre. – Nuestros labios se encontraron solos y el mundo que nos rodeaba dejó de importar. El deseo por estar juntos creció. Ella se aferró a mi cuello, colgándose de él, mientras yo era incapaz de mover las manos a otro lugar, tenía demasiado miedo de volver a estropearlo y alejarla.
Dimos traspiés y tropezamos con varias paredes, hasta que dejamos de buscar la maldita habitación. No tratamos de desnudarnos, tan sólo de disfrutar del beso y entonces se me ocurrió una locura. Le di la vuelta y presioné mi erección contra sus nalgas, haciéndola jadear encantada, mientras mis labios se establecían en su cuello y mis manos arañaban sus nalgas.
Me moría por desnudarla, quitarle toda la ropa y arañar cada rincón de su piel, apretar sus turgentes pechos y penetrarla. Pero tenía demasiado miedo de volver a estropearlo.
Se dio la vuelta y apoyó las manos sobre mi pecho antes de hablar.
–Nos arrepentiremos si nos dejamos llevar por el deseo. – Sonreí, sin tener ni un poco de miedo.
–Puedo esperar – me observó sin comprender – lo que siento por ti es más que un calentón, Emma. – Pareció sorprendida después de eso. – Esperaré a que te divorcies de él.
–Eso no sería justo para ti. Un divorcio es un proceso lento y tedioso – la agarré de la cintura y la atraje hasta mí, besándola dulcemente después de eso. – Si aparece otra chica que te guste...
–No tengo nada mejor que hacer y no hay ninguna otra chica que me interese. Así que ... esperaré hasta que estés preparada para aceptarme.
–¿Y si yo no siento lo mismo por ti? – ella estaba tan asustada que me partía el alma – ¿Y sí te defraudo de alguna forma?
–¿Por qué estás pensando en todo eso ahora? Ven aquí – volví a besarla y no me retiré hasta que cada uno de sus miedos se esfumaron.
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