Capítulo 10. Un baile distinto.
Pasar toda la maldita semana sin ella fue raro, despertar y no encontrarla a mi lado. La añoraba, más de lo que me hubiese gustado admitir. Pese a eso conseguí sobrevivir gracias a mi aplastante rutina que no me dejó pensar demasiado en ella.
Papá se dejó caer por mi apartamento para preguntarme por ella y yo fingí no saber de lo que hablaba.
El sábado los hermanos de June hicieron acto de presencia.
Estuvimos comiendo en su restaurante hablando de cosas sin importancia durante un buen rato. Me sentía muy arropado por esos tíos, pese a no ser familia. Las cervezas y el soju entraron demasiado rápido, por eso hablé por los codos. Me sentía como uno más, como si June y yo fuésemos hermanos, pues me sabía cada cosa de él.
Fue divertido rememorar mi último viaje a la ciudad natal de mi mejor amigo y mi fugaz relación con una chica de allí, que no llegó a nada más porque yo tenía que volverme y tampoco estaba interesado en una relación a distancia, tenía otras cosas en las que pensar en aquella época. Igual que en ese momento, mis prioridades eran otras.
La sala EVO estaba a reventar aquel día, pero nosotros teníamos palco privado.
–¿Sabes que es lo que falta aquí? – Se quejó Minho – Chicas, hermano, chicas. – Rompí a reír al ver la cara que mi amigo puso.
–Las chicas están por venir – aseguró Roy después de comprobar su teléfono móvil.
–¿Qué estás tramando? – Quiso saber June que no se fiaba ni un pelo. Lo cierto es que a mí todo eso me daba igual, me lo estaba pasando en grande y me estaba ayudando para olvidarme de Emma.
–Voy a por las chicas – dijo sin más, marchándose escaleras abajo. June me observó cabreado y yo me encogí de hombros.
Hice el tonto un rato con los chicos y luego acepté la copa que mi amigo me ofrecía. No había hecho más que dar el primer sorbo cuando las chicas llegaron. Tenía pensado ignorarlas por completo, entonces me atraganté tan pronto como vi quién era una de ellas: la perfecta Emma.
–Tío, bebe con más cuidado – se quejó mi amigo, mientras yo trataba de recuperar el tipo.
Me fijé de nuevo en Emma, la cual lucía sorprendida de encontrarme allí y eso me hizo tanta gracia que rompí a reír.
El mundo era un lugar muy pequeño en el que las casualidades existen.
Roy repartió vasos para todas y sirvió las bebidas. Ella dudó en si acercarse, pero pasados unos minutos en los que sus amigas se mezclaron y hablaron con los demás, lo hizo.
–Hola, extraño – saludó. Sonreí como un idiota y me acerqué más para escucharla mejor. – ¿Cómo ha ido tu semana?
–Agotadora – contesté sin más. – ¿Cómo fue la tuya en casa de tu amiga?
–No ha estado mal – se bebió su copa en un periquete y me ofrecí a servirle más. En ese momento no lo sabía, pero ella era una gran bebedora. Se fijó en sus amigas que bailaban junto a los cafres de mis amigos. Y entonces dijo algo más. – ¿Bailas?
–Se me da de pena – se lo tomó a guasa y se colgó de mi cuello, con copa incluida, produciendo que un escalofrío me recorriese entero.
–Baila conmigo.
Sentí un gran hormigueo en las manos que querían establecerse en su cintura, pero yo tenía demasiado miedo de mí mismo.
–¿Cómo ha ido tu mudanza? – bromeé.
–¿Qué? – parecía no haberme escuchado y era normal debido a lo alta que estaba la música. – ¿Por qué no bailas? – me dejé llevar por los acordes de la canción después de eso, mientras ella se movía realmente bien. –Puedes tocarme, Kil. – Reclamó y me sentí ansioso después de sentir el calor corporal de su cuerpo debajo de mis manos. Pero luché contra todo mi ser por fingir que no sentía nada y me dejé llevar por aquel baile.
No se me daba demasiado bien bailar, por lo que terminé haciendo el payaso, agarré sus manos en el proceso y bailé un rato más, mientras ella sonreía a cada tanto. Eso se llevó la incomodidad del momento.
Le di una vuelta mientras ella reía y terminé con las manos en su cintura nuevamente, mientras su trasero se establecía en mi pelvis y eso me bloqueaba del todo.
–Estás preciosa esta noche – me atreví a susurrarle al oído haciéndola sonreír. Se dio la vuelta y volvió a colgarse de mi cuello, bajando después las manos hasta depositarlas en mi pecho.
Traté de respirar y aferrarme a la cordura, pero terminé jadeando con una erección que ya empezaba a notárseme.
Me fijé en sus labios rojos con ese labial que parecía no quitarse pese a lo mucho que había bebido de su copa. Y me pregunté cuánto aguantaría si la besaba.
Se acercó más y me susurró algo al oído.
–Estoy muy borracha, así que tienes que prometerme que vas a mantener tu promesa – jadeé mientras ella se retiraba despacio.
–Eres la mujer de mi padre – le dije mientras ella se fijaba en mis labios para poder entenderme a causa de lo alta que estaba la música. Pero ... os mentiría si os dijese que eso no me hizo sentir ansioso. Deseaba con todo mi ser acortar las distancias entre nosotros y besarla, si no hubiese sido por esa promesa... lo hubiese hecho. – Yo jamás cruzaría esa línea, Emma.
–Eres un buen chico – me lamí los labios y ella se fijó en ese punto antes de decir algo más. – Si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, si yo no fuese la mujer de tu padre, si ...
¿Qué demonios estaba tratando de decirme con todo eso? Mis manos se aferraron a su cintura y la apreté contra mí. Estábamos tan cerca que podía sentir su respiración sobre mis labios.
–¿Qué es lo que estás tratando de decirme, Emma? – lucía totalmente confuso porque no lograba entenderla. – No tienes por qué actuar así sólo porque haya tenido una estúpida erección. Esto es algo natural, me pasa todo el tiempo y ...
–Lo sé – aceptó. La miré, sin comprender. – Sólo quiero decirte algo que si no estuviese borracha no diría – puse más atención incluso. – Si no estuviese casada con tu padre...
–¿Qué? – insistí mientras ella desviaba la vista hacia sus amigas que y mis amigos, que nos observaban con detenimiento. – Hablemos de esto en otra parte – sugerí, agarrándola de la mano, tirando de ella escaleras abajo. Ella sólo me siguió, sin quejarse. No me detuvo hasta entrar en el baño de hombres vip. Eché el pestillo y entonces nos miramos. – Dime ahora.
Ella miró hacia la puerta cerrada y luego se fijó en la forma en la que nuestros dedos se unían aún.
–No deberíamos estar aquí – me dijo, con la respiración agitada, soltándose de mi mano, apoyándose sobre la pared. Me acerqué a ella y la observé, tratando de descifrarla.
–Volveremos arriba en cuanto me digas la continuación de esa frase. ¿Qué sucedería si no estuvieses casada con mi padre? – apoyé las manos a ambos lados de su cintura y la atraje hasta mí, haciéndola jadear sin apartarse ni un poco.
¿Qué estaba sucediendo? ¿por qué no podía acordarme de esa maldita promesa?
Me moría por besarla.
Se suponía que ella iba a apartarme, que me mandaría a la mierda. Pero en lugar de eso se aferró a mi camisa y me acercó más. Sus movimientos eran firmes y decididos. Su mirada bajó a mis labios y yo supe lo que iba a suceder a continuación, pero ni siquiera hice nada por detenerlo. Me besó, fue un beso ansioso y arrebatador que me dejó sin aliento.
Su boca sabía a alcohol, pero su lengua y sus labios parecían muy seguros por la forma en la que se aferraba a mí, como si la embriaguez le estuviese dando la seguridad que necesitaba para hacer aquello que quería.
Mi erección creció clavándose en su pelvis, haciéndola jadear. La agarré y de un salto la subí al lavabo. En seguida nuestras miradas conectaron.
Ese probablemente sería el momento en el que ella me apartaría, pero no lo hizo. Nuestros labios volvieron a encontrarse y él beso fue demasiado caótico, mientras sus manos subían y se aferraban a mi pecho, desesperada por aquello que estaba sintiendo.
Estaba tan poseído por lo que ella me hacía sentir, por ese caótico deseo que ni siquiera me di cuenta en qué momento sucedió, pero mis manos se metieron debajo de su vestido, aferrándose a sus bragas y tiré de ellas para quitárselas.
Las ganas por poseerla me cegaron y lo único que quise hacer en ese momento era quitarle la ropa.
–Espera – detuvo el beso y apartó mis manos de sus bragas antes de volver a colocárselas. Se bajó del lavabo y me miró. – No puedo, Kill.
–Emma – la llamé en mi estúpido intento de retenerla a mi lado, pero ella abrió el pestillo y se marchó.
Estuvo distante el resto de la noche, lanzándome miradas cómplices que denotaban que era más que eso.
Bebió tanto que en algún momento de la noche la seguridad que poseía se perdió y sus pasos fueron inciertos.
Pero ni siquiera pudimos centrarnos en nosotros, en lo que sentíamos el uno por el otro o en lo que había sucedido entre nosotros, pues los problemas y las circunstancias de otros siempre estaban antes que todo lo demás.
Todo se convirtió en una locura cuando la hermana de su amiga desapareció junto a Roy. La buscaron por todas partes, incluso nosotros lo hicimos, pues June estaba preocupado por las locuras que su hermano pudiese cometer. Era una locura que él pudiese sentirse atraído por su profesora. Tan sólo era un crío de 19 años. Así que era normal que tuviese las hormonas revolucionadas. Pero... ¿qué excusa tenía la mujer que tenía casi 20 años más que él?
Pese a eso yo estaba preocupado por lo mucho que había cambiado nuestra relación, así que me detuve frente a ella mientras sus amigas se marchaban a buscar en los baños.
–Habla conmigo – ella desvió la vista, incómoda – el beso...
–Ha sido un error – me dijo, atreviéndose a mirarme. – Deberíamos olvidarnos de eso y centrarnos en buscar a nuestros amigos. – emprendió la marcha hacia los baños, pasó por mi lado y prosiguió con su camino. Entonces la detuve, agarrándola de la mano, dándome la vuelta y reteniéndola cerca de mí. – Kil...
–¿No ha significado nada? – apoyé la mano en su mejilla y acerqué más mi rostro al suyo, haciendo que una corriente eléctrica nos recorriese a ambos. – Vamos, Emma. No me mientas.
–¿Y cuál es el punto de admitir que ha sido increíble? – se quejó molesta – Eres el hijo de mi marido, así que ... es obvio que esto no puede ser.
–¿Y si no lo fuera? – me observó, sin comprender. – Mira, sé que la situación es difícil, pero ... Divórciate – rogué algo que no era de mi incumbencia, dejándola sorprendida con mi actitud. La solté entonces. – Olvídalo. Olvidémonos de esto y del beso. – La solté y esperé a que se marchase, pero en lugar de eso, agarró mi mano y sonrió.
–Lo olvidaremos – prometió – y recordarás tus promesas la próxima vez antes de pedirme tonterías. Dijiste que nunca cruzarías la línea y no sólo lo has hecho, si no que te atreves a pedirme que deje a tu padre. Ese no eres tú, Kill. No quiero que la ansiedad de la situación te convierta en un hombre que no eres – apreté los dientes, sin querer confesarle nada más, dejando que creyese que sólo era deseo.
Se marchó detrás de sus amigas después de eso y yo me quedé allí, mirándola, como un imbécil.
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