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Capítulo 1. Fantasía.


Ella estaba preciosa, pese a estar sin maquillar, con todo el cabello pegado a la cara, y su bolsa del gimnasio colgada del hombro.

Mi irreconocible auto se detuvo frente a ella y tuve que quitar con rapidez todo lo que tenía en el asiento del copiloto para ponerlo detrás. Entonces se sentó a mi lado y observó mi aspecto antes de que una sonrisa cálida calentase mi corazón.

–Pareces un pingüino – bromeó, haciéndome reír.

–No te burles.

–Estás muy guapo – trató de arreglarlo. – Gracias por esto, Kil.

–Es un placer, ya lo sabes – puse rumbo hacia la mansión, traté de poner la radio, pero estaba tan cascada como siempre, así que terminé volviendo a quitarla. – ¿Y mi padre?

–De viaje – contestó, despreocupada, mientras miraba por la ventanilla fijándose en el paisaje.

Yo no quería opinar sobre los viajes de mi padre, ni siquiera confesarle lo que probablemente él estaría haciendo en ellos, pues esa no era mi guerra y no iba a meterme entre ellos. Tan sólo quería estar a su lado como un buen amigo para recoger los pedazos de su corazón cuando la tragedia la asolara.

–Eres todo un hombrecito, como mi hermano Derek – sonreí. Me gustaba cuando me comparaba con alguno de sus hermanos, eso sólo quería decir que era cercano para ella. Siempre en la friend-zone, por supuesto.

Mi auto se detuvo tan sólo un par de minutos después en la puerta de aquella gran mansión. Ella me dedicó una de sus sonrisas y se preparó para salir.

–Ya nos veremos, Kill – salió del auto y entonces me fijé en su bolsa.

–Emma – la llamé, haciendo que se voltease a observarme mientras yo levantaba su bolsa del gimnasio – Te dejas esto.

Nuestros dedos se cruzaron tan sólo un segundo cuando ella lo cogió y yo lo sentí todo, pero como de costumbre, fingiría que no lo hacía.

–Buenas noches. – Le dije mientras ella cerraba la puerta y sonreía hacia mí.

–Buenas noches.

De nuevo, puse rumbo hacia otro lugar, a mi apartamento, mientras pensaba en mis sentimientos de un solo lado, esos que solían abrumarme cada vez que estábamos juntos.

¡Maldita sea!

Nunca iba a rebasar esa línea porque era la mujer de mi viejo y yo no era así. Pero, me sentía fatal con todo aquello.

¿En qué maldito momento empecé a sentir más? Ni siquiera podía encontrar el momento en el que todo cambió entre nosotros. Y ya de nada servía jurarme a mí mismo que la decisión de marcharme de la mansión no estaba condicionada por eso, porque en el fondo de mi ser sabía que así era. No tuvo nada que ver con mi padre, si no con ella. Encontrarla al despertar en la cocina con ese corto camisón y esas largas piernas, compartir casa con esa preciosa chica que ni siquiera era consciente de lo hermosa que era, mientras mi viejo se iba de viaje...

¡Joder!

Estaba mejor en mi apartamento. Al menos, podía hacerme un trabajo manual sin el temor de ser descubierto por la chica que me gustaba.

Llegué a casa agotado, molesto con mis propios pensamientos que volvían a detenerse en ella y lo primero que hice fue darme una ducha fría. Necesitaba despojarme de aquella sensación, dejar la mente en blanco y bajar la inflamación de mi entrepierna.

Pero ... aquella vez... nada funcionaba. Y no podía dejar de ver esa sonrisa.

Ladeé la cabeza, volviendo a ser empapado por el chorro de agua, y entonces volví a ese pasillo en una oscura noche lluviosa.

"Había llegado tarde de entrenar, ya que no había podido ir en la mañana. La casa estaba demasiado silenciosa, así que supuse que papá estaba de viaje y ella ya estaría en su habitación, dormida.

Dejé mis cosas en mi habitación y me apresuré al cuarto de baño para darme una ducha. La puerta estaba entre abierta y eso me dio una idea de que había alguien dentro. Esperaría, porque probablemente era Emma usando el baño. Pero ... estaba tardando demasiado.

Apoyé los dedos en la puerta y la abrí despacio, atreviéndome a mirar en su interior, para cerciorarme de que estaba vacío y entonces la vi. Estaba de espaldas a la puerta, metida en la bañera, dándose un baño, dejando que la poca espuma que no se había deshecho acariciase su piel.

¿Por qué estaba ella dándose un baño a altas horas de la noche?

–¿Emma? – La llamé, pero ni siquiera contestó. Eso sólo me preocupó un poco más. – ¿Has terminado? Necesito usar el baño... – Más silencio.

Abrí la puerta del todo y entré en su interior, no tenía buen recuerdo de mujeres en bañeras, pues mamá se cortó las venas en una muy similar a esa, mientras se daba un baño en su cuarto de baño privado, en el centro en el que papá la internó.

Estaba preocupado, pero cuando llegué hasta ella y la vi dormida me asusté. Me tiré al suelo y apoyé las manos sobre ella, en seguida sentí esa vibración recorriéndome, haciendo que me faltase el aliento y ... se me puso dura solo con eso.

¡Mierda! ¿Por qué tenía que ser un puto salido de mierda?

Ella no estaba muerta. Para mi tranquilidad... sólo dormía.

Evité con todas mis fuerzas mirar a otro lugar que no fuese su hermoso rostro, quería ser un buen chico, pero terminé desviando la vista hacia sus pechos que se entreveían a través de la espuma, bajo el agua.

¡Maldita sea!"

Una segunda sacudida en la entrepierna me hizo jadear como un enfermo. Y fue ese mismo gemido lo que me devolvió de vuelta a mi ducha tan duro como una roca, sin poder pensar en otra cosa que no fuese esos turgentes pechos que me moría por estrujar.

–¡Ya basta, Killian! – Me obligué a mí mismo a desviar los pensamientos en otra cosa. Me dejé caer sobre los azulejos y golpeé la cabeza contra ellos, tratando de despertar, mientras el chorro caía sobre el suelo, lejos de mí.

Entonces, volví a pensar en esa noche lluviosa, en el movimiento que salvó la situación.

"Cogí la toalla del lavabo y la cubrí con ella, en un estúpido intento por evitar esa tentación que no podía tener.

Sus ojos se abrieron con sorpresa, encontrándose con los míos y la vergüenza la golpeó.

–Te has dormido. No he visto nada – la calmé, mientras ella se ponía en pie y se aseguraba de cubrirse bien con aquella toalla mojada. Eso era una mala idea, porque se le marcaba bien todo ese cuerpecito, esas pocas curvas que ella poseía."

–¡Joder! – Volví a vociferar con mi palpitante miembro a punto de estallar.

Sabía que sólo había una maldita forma de aliviar aquella hinchazón, pero me negaba a tomarla. No quería masajearme pensando en ella. Eso lo volvería todo incluso más complicado.

–Sólo una vez – suplicó esa parte de mí que se moría por ser saciada, mientras mi mano viajaba a ese lugar y se enroscaba alrededor de esa zona inflamada. Traté de luchar contra mí mismo, pero terminé jadeando mientras me daba placer y esos ojos de sorpresa se cruzaban con los míos.

Sabía que me arrepentiría más tarde de aquello, más cuando fantaseé con ella. Imaginé su cuerpo desnudo frente a mí, los turgentes pechos que ya había visto antes y más abajo, un poco más...

El ritmo empezó a crecer y mis jadeos invadían cada parte de esa diminuta casa, entonces su mirada conectaba con la mía y... terminé llegando a un éxtasis tan placentero que me costó volver a la realidad.

¡Maldita sea!

¿Por qué había vuelto a hacerlo?

Me prometí a mí mismo que nunca más me tocaría pensando en ella, pero ... joder, no pude evitarlo.

No quería que mi atracción hacia ella se redujese al deseo, me negaba a ser un puto enfermo que sólo quería poseerla. Porque ella era mucho más que unos turgentes pechos y unas piernas bonitas. Ella era la mujer perfecta.



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