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Capítulo 10 Patógeno

"¿Bakugo?" preguntó el bicolor, su confusión era profunda pues hace no más de unos minutos ellos dos estaban sentados el uno al lado del otro afuera de la misma habitación donde se encontraba el difunto cuerpo de su madre.

"Despertaste." recalcó lo obvio, el cenizo. Lo que sintió hace un momento lo hizo desvariar tanto que por un momento se consideró esquizofrénico, no podía creer que su mente le jugase una broma con la voz de una persona que ni siquiera conoció.

¿Era el estrés? Si, probablemente era eso.

"Eh, sí." Shouto agachó su cabeza guardando el momento de silencio entre ambos. "Lo siento." se disculpó, acción que confundió a su contrario. "Te mostré una escena patética allá en la escuela, ¿eh?" sus manos se juntaron y se removieron entre ellas, lo impresionante es que las acciones ansiosas del bicolor no cuadraban para nada con la cara seria con la que siempre se le ve. "Además te viste envuelto en todo esto, no fue mi intención."

Si, Shouto estaba seguro de que su consciente no deseaba involucrar a nadie en todo lo que estaba pasando. No obstante, una parte muy dentro de él quería que Bakugo se quedara junto a él en estos momentos, por alguna razón egoísta de su subconsciente.

Por eso, cuando sintió que el calor a su lado se alejó despertó desubicado, sintiendo y anhelando que todo lo ocurrido no fuese más que un sueño.

"Si tanto lo sientes invítame ramen picante." respondió Bakugo ante las disculpas del bicolor. Shouto solo se dedicó a asentir.

No había nada de lo que le gustaría hablar, pues a pesar del momento y el lugar donde se encontraban, le hacía inmensamente feliz que Shouto Todoroki lo tomara en consideración de entre otras personas.

"Supongo que debes volver." dijo el bicolor para romper el silencio incómodo que se formó. "Llamaré a Aizawa-sensei para que vengan por ti."

"Puedo hacerlo solo, mitad-mitad." rezongó.

En la cara de Shouto se dibujó una sonrisa imperceptible.

"¿Ni siquiera estando de luto dejas de insultarme?" alzó una ceja, socarrón. "Vaya que eres único."

Bakugo sonrió como si lo que le dijeron recién fuera algo así como un cumplido. Entonces el bicolor se acercó aún más a él, pero se detuvo de repente volteando en dirección a la camilla, donde su difunta progenitora descansaba. Sus brazos, donde se podía ver la clara piel de la mujer, estaban colocados a ambos costados de ella, mientras que su cabello, largo por la escasa actividad de su cuidado, sobresalía de la manta que cubría su rostro.

Por alguna razón, el dolor de Shouto era nostálgico, pues la vez en que su madre cayó en coma fue como perderla por primera vez; pasar tanto tiempo sin sus consejos, sin sus caricias, sin su deliciosa comida, sin su magnífica risa. Aún así, esta vez fue la pérdida más difícil, pues mientras se mantenía en coma todavía cabían esperanzas en su corazón, lamentablemente, la esperanza no reside en los muertos.

Shouto quería gritar, maldecir, enojarse, llorar. Pero sobre todo eso, lo que Shouto más quería era volver en el tiempo, a esos momentos de dulzura compartida en familia, donde su madre lo esperaba en casa con una sonrisa de amor, a esos momentos en donde si la abrazaba podría sentir el calor de su cuerpo, o el brillo de sus ojos.

El bicolor tomó el brazo de su madre, donde aún se encontraba la marca de la aguja necesaria para la intravenosa y en las mantas se hallaba sangre seca del momento en que se retiró.

Bakugo no supo más qué hacer así que se dirigió a la salida anunciando que iría a hablar a la escuela para que lo recogieran, solo recibiendo un asentimiento de cabeza como respuesta.

Cuando llegaron por él, tuvo un sentimiento de incomodidad al dejar aquél edificio, con una familia repleta en duelo, pero más no podía hacer, solo esperar el regreso de Shouto a la academia.

La noche fue calma y con su final, le dio una entrada al sol del día siguiente. Donde, gracias a Midoriya, se enteró que la madre de Shouto sería velada en un digno funeral y eventualmente sería cremada y enterrada.

Un funeral al que no fue invitado.

Midoriya salió de los dormitorios temprano en la mañana, su madre lo iría a recoger pues toda su familia había sido invitada, esto debido a que Shouto e Izuku al ser amigos de la infancia, sus familias se conocían prácticamente del mismo tiempo. Una vez entró al auto, su madre lo recibió con una sonrisa de consuelo, su padre (padrastro) se fue junto a él en el asiento trasero, para consolarlo en todo momento.

Todoroki, y prácticamente todos ellos, habían sido como una segunda familia para Izuku, siendo acogido como un hijo más a pesar de la gran cantidad que ya tenían en casa, y así como veía a Shouto como un hermano o un primo, veía a Rei como una segunda madre o una tía. Era la calidez que por parte de su mamá siendo hija única, nunca pudo tener.

Perdido a la vista de la ventana no se dio cuenta del momento en que llegaron a la funeraria. Midoriya respiró profundo el aire fresco, era un aire que sólo se podría respirar ahí afuera, pues una vez que entró el ambiente se tornó pesado. Lleno de pena y tristeza, sentimientos encontrados y muchas lágrimas.

La familia Todoroki los recibió a los tres con una reverencia a lo que ellos respondieron igual. Enji, Touya, Natsuo y Shouto iban vestidos de traje formal occidental, mientras que Fuyumi era la única con un atuendo oriental; el kimono mofuku que llevaba jugaba con su cabello blanco. Fuyumi recibió muchos halagos, donde Izuku se enteró que el kimono había pertenecido en algún momento a Rei.

El evento prosiguió sin problemas, Midoriya se quedaba hablando con algunas personas de vez en cuando, ya que dada su naturaleza extrovertida e hiperactiva, le costaba trabajo no hacer nada o guardar silencio, incluso cuando la situación lo ameritaba. En un momento como ese, observó a lo lejos a su amigo Shouto afuera junto a su padre, aparentemente platicando de algo sentados en una jardinera alta; él se acercó únicamente cuando Enji se fue de su lado para entrar nuevamente.

“Hey, Shouto-kun” llamó mientras se sentaba a su lado, del lado contrario donde estuvo el otro hombre. Midoriya no supo cómo tantear el terreno para que su amigo le contara lo que le había dicho su padre, pues su cara lucía triste, mil veces más triste de lo que se vio antes de hablar con el adulto.

“Midoriya...” dijo, aplasando el silencio. “Si tuvieras la oportunidad de ver a un ser querido tuyo por última vez, pero esa vista no sería la más grata de ver, ¿podrías decidir entre verla o no verla?”

La vista del bicolor se fundió en el suelo.

“No te lo diré.” contestó Midoriya sin más. “Si lo que quieres es hacer que tome la desición de ver o no ver a tu madre en el ataúd, no te lo diré.” el chico recargó su codo en el hombro de su amigo para que lo volteara a ver, acto seguido le sonrió con dulzura y fraternidad. “Ya que lo preguntas, yo lloraría si la viera. Pero lloraría si de todas maneras no la veo. Termina con el mismo resultado. Pero ¿y tú?”

El más alto no supo qué decir, se quedó mirando a la nada por lo que parecía ser una eternidad. Midoriya no sabía si lo estaba pensando o si solo quería evadir la pregunta y así evitar responder. Pero después de unos momentos pudo decir algunas cosas.

“Creo que tengo la capacidad mental de seleccionar los recuerdos que deseo mantener...” inició. “pero no creo tener la capacidad emocional para soportar verla por última vez, así.”

Ambos se miraron y sonrieron (una sonrisa con más intensidad que la otra, claro está) preguntándose cómo sería su vida de no haberse conocido, su amistad, la que fue duramente forjada por los años no la cambiarían por nada.

Su momento, para bien o para mal fue interrumpido por una nueva presencia que ninguno de los dos había notado.

“¿La última vez de qué?” se escuchó la voz desde detrás de ellos. “¿La última vez que hablarán como amigos para convertirse en pareja?” ante la última parte dicha, Shouto cambió su expresión nuevamente a una estoica, como el momento en que estás adentrado en la mejor parte de una serie, o película y la pantalla se congela.

Su hermano se dedicó a reír de su propio chiste.

“T-touya-san” por otro lado, completamente diferente, Midoriya le habló como si formara parte de la conversación desde su principio, y no fuera la causa por la que terminaron de hablar. “No es eso” habló entre nervios. “, hablábamos acerca de si Shouto debería ver o no a tu...”

“Midoriya.” interrumpió Shouto para que su amigo callara y no dijera nada innecesario, mientras su hermano mayor sonreía fingiendo sorpresa.

Por alguna razón extraña, Midoriya empezaba a tartamudear, a actuar torpe, a decir cosas de más, a dejar de pensar objetivamente (nada normal en él) cada vez que su hermano Touya estaba en los alrededores. Algunas veces fingía estar haciendo cosas interesantes cuando les hablaba o se acercaba. Otras tantas veces cambiaba su forma de actuar enfrente de él, algo que le daba una terrible vergüenza pues sabía que él no era así. Una experiencia que la escasa convivencia que tenía con su hermano se hiciera mil millones de veces peor cuando Midoriya estaba con él.

Y lo peor de todo es que Shouto no podía entender porqué hacía eso. Con otras personas no tenía ninguna clase de complicación a la hora de hablar o comenzar una conversación fluida –por contrario de sí mismo–, y con Touya era diferente puesto que lo conocía de prácticamente el mismo tiempo que a Shouto, y jamás en su vida lo vio actuando así de raro con él.

Por otro lado, su hermano, el mayor de todos los hijos, era un mundo diferente a él. Alguien que no tenía problemas en decir que era más inteligente, pues a pesar de eso la personas no lo odiaban ni se alejaban de él. Un graduado de una de las universidades más prestigiosas que contaba con una buena carrera de detective con la que había conseguido mucho más dinero del que podrían poseer Fuyumi y Natsuo juntos. Entre otras cosas más, Touya fue el héroe de su hermanito cuando era más pequeño, un ejemplo a seguir de lo que una persona con talento e inteligencia debía hacer con su vida. No recordaba el momento, pero poco a poco, esa idea se disipó de su mente convirtiéndose en incomodidad cada vez que les tocaba convivir juntos.

“Shouto, eres muy malo conmigo.” se quejó el mayor de los tres. “Aun cuando eras tú el que siempre iba corriendo conmigo cuando llegaba de la escuela.”

“Esas cosas son del pasado, Touya.” dijo sin un atisbo de algún cambio en su tono serio de voz.

“Vamos, Shouto-kun, no deberías ser tan malo con tu propio hermano.” lo defendió Midoriya.

“¿Ves? Tu propio amigo lo dice, deberías hacerle caso.” sugirió el albino, después mirando al peliverde. “Gracias, Midoriya, se nota que tú sí usas el cerebro.”

Pronto, la conversación se volvió únicamente de Touya y Midoriya, aunque el albino era el único que hablaba mientras que el peliverde se limitaba a contestar con monosílabos, no porque no le interesara, sino porque su mente se ponía en blanco cuando le preguntaban algo. Y Shouto los intentaba ignorar lo más que podía, pensando en algunas otras cosas sin que realmente le funcionara.

Por ejemplo, estaba pensando en la clase de química de hace unas semanas en la que hablaban de la química orgánica y los subtemas que eso conllevaba. Su mente divagaba por varias cosas que había hecho en el mes, como leer un libro, o convivir con una de sus tías que trabajaba de doctora en Tokio, una conversación acerca de cuánto tardaba una vena en cerrarse o algo parecido, pues aunque no le prestaba atención a la conversación por distraerse con el ventilador –que en su momento parecía más interesante–, podía recordar ciertos detalles de la plática.

Fue entonces que algo hizo click en su cerebro. O mejor dicho, algo lo había sacado desconcertado de sus pensamientos. 

Según la plática que tuvo con su tía, una vena se tarda en cerrar cerca de ocho días, pero curiosamente, recordó el momento en que agarró el brazo de su madre. Probablemente fuera algo de su cabeza, pero juraría haber visto sangre seca donde anteriormente le habían inyectado la intravenosa.

Esto era raro, debido al factor de que si lo hubiera hecho alguien profesional, probablemente la sangre hubiera sido secada con algún algodón, no era muy consciente del tema y sabía relativamente poco, pero si la sangre estaba seca debió haber sido retirada días antes, y sin la intravenosa que alimentara el cuerpo en reposo de su madre, eventualmente moriría.

Probablemente solo haya sido un error de su mente queriendo darle algo de sentido a la estrepitosa muerte de su madre, cuando sólo hace dos semanas había ido a verla y se encontraba con esperanzas de recuperación. Si tan solo hubiera alguna forma de corroborar lo que él recordaba, podría hacer conjeturas u olvidarlas en dado caso que no sean verídicas.

Pero, sí había una forma, un testigo que lo acompañó en su visita al hospital.

Por inercia se levantó bruscamente asustando a los dos que había olvidado seguían ahí, sin dejar que lo siguieran y sin responder a sus preguntas salió corriendo en busca de un lugar más apartado, más privado y preferiblemente sin eco. Cuando lo pudo encontrar, sacó con torpeza su celular del bolso lateral en el pantalón y marcó el número.

Los pitidos seguían sonando y nadie contestaba, era muy claro pues él aún estaría en clase al no haber faltado a la escuela por segunda vez.

La llamada finalizó sin que nadie le contestara al fin, ésto lo estaba sacando de sus casillas pues necesitaba una forma de comunicarse sin interrumpir en la vida cotidiana del otro, y tampoco era como si esta clase de cosas se pudieran contar por simples mensajes de texto.

Su mente estaba divagando de más a punto de caer en la desesperación y en un pozo sin fondo que lo terminaría consumiendo; y en el momento exacto antes de que perdiera la cordura de la realidad, su teléfono sonó dejando ver el único nombre al que estuvo llamando hace solo unos momentos.

“Más vale que sea importante, bastardo.” sonó a la otra línea con la voz de Bakugo.

“Necesito preguntarte algo.” continuó sin detenerse a saludar.

“Ajá, que sea rápido.”

“¿Había sangre en el brazo de mi mamá?”

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Hola y adiós porque no sé qué decir, pero si tienen dudas o comentarios son libres de preguntar.
Gracias por leer.

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