Lo que no te mata, te hace desear estar muerto
Era veinte de julio, el día de independencia de mi país, mi terrible país, el día en que por un jarrón se dio la libertad de un pueblo esclavizado, el día en el que cada persona fue salvada, donde aquello que los destrozaba, no los volvía locos.
A veces el tamaño de las palabras se hacen difícil de encajar, de sostener, se hace difícil regresarlas, se hace difícil volverlas a decir, cada día, me imagino una historia perfecta entre ella y yo, pero a la hora de charlar, aquello que pensé por horas, se borra en segundos, es como si ella fuese un virus en mi interior que lo único que quería era hacerme quedar como un amigo, cada vez que la miraba, ella me miraba con una dulce y tierna mirada, una dulce y tierna mirada de amistad.
Esa mañana en específico, pude ver que las nubes no estaban, el cielo estaba despejado, lo cual me permitía apreciar una dulce belleza en el interior del reflejo de las montañas en el horizonte, tan grande, grandes masas de tierra, césped y árboles, la respuesta del porque están allí es científica, apreciar su divinidad es algo de un poeta, aquel que solo con las más concretas palabras, puede expresar la belleza de esta gran masa.
Mis pensamientos, no estaban claros, entre mas era el tiempo que pasaba, pude sentir como mi mente imaginaba cada vez menos, pude sentir como estaba olvidando mi vieja razón de ser. Como si ella, como si ella se convertiría en mi nuevo horizonte, como si ella se convertiría en mi montaña, como si ella se convertiría en alguien para mí, ¿era ella la mujer que he estado esperando? Valdría la espera, lo valdría para encontrar en el infierno un "tú y yo"
Precisamente esa mañana, quería sorprenderla, ¿Por qué tuve que ser tan idiota?
Un paso, dos pasos, una cuadra dos cuadras, me tomo alrededor de quince minutos aproximarme a su casa, ella iba a esperar la buseta, yo me quería sentar con ella, adore el modo en que imagine que algo podría salir bien, cuando en verdad, el tártaro se convirtió en mi cosmos.
Estaba alrededor de dos casas, solo dos casas nos separaban, lo que vi, me rompió el alma.
Estaba ella, tan hermosa como siempre, apreciando el bello amanecer que todavía seguía en su punto de ebullición. Ella no estaba sola, quien la seguía no era ni su padre, ni su madre. Era un joven, un joven no muy alto de no más de un metro con sesenta y cinco centímetros, el la miraba a ella, ambos eran el uno para el otro, el la miraba con cariño, la miraba con aprecio, la miraba sin frialdad, con dulzura, con amor.
Ella estaba paralizada, ella estaba enamorada de él, yo sé que ella sentía algo en especificó, ella plasmo su mirada en él, el la observaba sigilosamente, era como si algo extraño iba a suceder.
Él era confiado en sí mismo. Yo no podía comprender como estaba tan cerca de esa diosa, no podía creer como él podía mirarla a sus ojos, no podía creer como el sí tenía los huevos suficientes para poder llegar a la siguiente jugada. Tomo su mano derecha, la agarro con apego, con el apego que no la quería soltar jamás.
Ella no le llevo la contraria, ella le siguió el juego, ambos seguían mirándose fijamente, las estrellas aún se podían apreciar, ambos se sentían maravillosos, ambos eran eternos, ambos ya eran parte del universo.
Sin más preámbulos el tomo su cadera con la mano izquierda, ella estaba roja, ella se sentía bien, ella no quería estar en otro lugar que no fuera aquel en el que en ese preciso momento se encontraba, se encontraba a la mano de alguien que la hacía sentir segura, estaba al lado de un metrosexual, estaba al lado de un ángel, esta vez, no estaba al lado mío, no estaba al lado de este desastre, y estoy seguro, que esto le gustaba más.
Él se acercó a sus labios, su diente estaban cantando, esperando por ser uno con él, esperando al momento de llegar a la perfección, esperando el momento a llegar a verme sufrir, al llegar a verme morir.
Pude ver como ellos dos se unieron, pude ver como su labio se pegó frente al de ella, pude notar el momento en que su aura llego al punto más alto de la montaña, llego a realmente ser feliz, llego a gozar el momento en el cual él se juntó a ella, su mente, ya no imaginaba momento alguno sin estar con aquel joven. ¿Alguna vez alguien se ha visto a sí mismos sin un espejo? Era el momento en que yo lo hice, pude ver como mi corazón era destrozado, pude ver como ellos estaban en mi sueño, pude ver como yo me partía en dos, era extraño, no razonaba, no pensaba, no lloraba, no sentía. ¿Esto era morir? Yo estaba pasmado, solo los observaba, solo miraba como ellos se fusionaban en un cuadro de amor pintado por Picasso, ese cuadro era bello, era especial, era de ella y el, era de los dos esa pintura y yo era aquella pintura renegada sacado del museo, por no cumplir los requisitos de la sociedad, porque nadie la visito, porque era solo un sombrío cuadro, de un corazón hecho pedazos, en un castillo de vidrio.
Imagino donde estarías tu si no lo hubieras conocido, estaría al lado de este idiota, el cual vive en un mundo de hadas y colores oscuros, donde siempre se cae, donde no hay prosperidad, donde jamás se progresa, por el motivo de la inseguridad, por el motivo de que cada paso que doy, es una nueva oportunidad de estar en el suelo, en el frio suelo del cual ya me enamore, mi único amor, el único que siempre estará allí para sostenerme, el único que esta con todos y a la vez conmigo, el único que me despierta de la nube en la que estoy sostenido, fuertemente, el único que no me abandona, el único que estaba condenado a aceptarme siempre, ya se había acostumbrado a mí, ya vivía su pesadilla en vida propia, quería estar el ya muerto, como yo.
La luz que revelaba, mi oscuro pasado. Me hacía comprender el porqué de mi soledad, ahora todo estaba claro, todo esto es una gran mentira, amar, es una gran decepción.
Entre mis pensamientos, ellos se separaron del beso, linda estaba contenta, un beso, para alegrarte la mañana. Yo traía una larga carta en mis manos, entre mis dedos se encontraba por qué ella me gusta, por qué pude sentir algo tan maravilloso, por qué hoy, aun siento eso. Mi cuerpo estaba agonizando, no podía alejar de mi recuerdo ese beso. Mi mano sucumbió, mi mano la soltó, la carta voló, el viento se la llevo, con ella pude ver como se liberaba mi alma, con ella pude ver como se extraviaba mi corazón, con ella pude ver cómo me convertí en un insensible, con ella se apartó, mi razón para seguir respirando, no pude sentir esta vez mi respiración de vuelta.
Me fui de ese lugar, deje mi corazón es ese sitio, pude ver como allí era inaugurado un hospital, espero que fuese un hospital de almas, espero que fuese aquel hospital que sane mis herida, a menos que este destinado a morir, a menos que este, en una enfermedad terminal, el amor, amoritis tipo Z, estar enamorado, de alguien que jamás se fijara en ti.
Decidí no ir a la escuela ese día, me quede en casa, le dije a mama que me enferme en el camino, que un resfriado me había atrapado. Ojala las garras de la enfermedad y no las de la tristeza fuesen las que me habían captado. Me doy cuenta, que la tristeza siempre estará allí, atormentándote, deseando que olvides estar feliz, que desees rendirte, pero esto que me estaba matando desde adentro no me iba a ganar, yo soy un idiota, soy un imbécil, pero mi corazón al lado de ella quería estar, mi corazón tenia enmarcado su nombre, mi alma gritaba por ella, ella, ella no se iría de mí, ella era una parte de mí, una parte que jamás abandonaría, que siempre seguiría, que nunca dejaría ir, ella estaba en mi mente, ella estaba en mi camino, más bien ella me encontró a mí.
Ella era aquella pintura que nadie imagino, ella era aquella sin la cual no podría impulsar mi imaginación a su máximo nivel, ella era aquella de la cual iba de la mano con mi meollo. Ella era aquella pincelada de genialidad con la cual cada artista sueña, ella era el clavo de mi ataúd, ella el ladrillo de mi sendero, ella era mi vida. ¿Era ella mía? No, ella era de alguien más...
Sin ánimo de pensar en nada más, entre busque en mi bolsillo del pantalón mis audífonos, los conecte en mi celular, empecé a reproducir música y decidí irme a dormir, mi madre tenía pastas para ir a la cama, ella sufría de insomnio, decidí tomarme dos de esas pastillas, no quería soñar, lo más probable es que mi cerebro me torturara con el dulce aroma del recuerdo de lo que me había sucedió, ¿Qué más puede salir mal? ¿Una sobredosis? Solo me haría un favor, solo quería estar durmiendo, solo quería no pensar en eso, solo quería no ver aquello que vi en ese lugar, en ese lugar, el lugar del amor de ella, mi lugar de penas. El lugar donde la tristeza, nunca acaba.
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