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Capítulo 6

Salgo de la cocina con una gran sonrisa en mi rostro. Corro rápidamente escaleras arriba para evitar que mis hermanos, mi padre o peor aún mi madre me vea con el uniforme de chef. Cuando entro a mi cuarto apoyo mi espalda en la puerta y suspiro aliviada.

Me quedo ahí unos minutos pensando en lo que el chico ha dicho. Sé que no debería de sorprenderme por lo que ha dicho pero aun así no puedo evitarlo.

Es normal que al ser una familia con mucho poder (recibido de la manera que sea) siempre tendrá detrás a muchas personas que opinan, que piensan saber algo de la vida de estas personas. Pero se equivocan, por qué no lo saben, no sabes absolutamente nada.

"Creo que ni sus propios hijos logran estar a la altura de sus expectativas"

Esas palabras regresan una y otra vez. Cierro los ojos tratando que me respiración vuelva a la normalidad.

—No dejes que te afecte.— susurro para mi misma.

Abro los ojos y miro mi balcón, veo como los carros empiezan a llegar y cómo la gente empieza a bajar con sus enormes regalos.

Miro mi cama y sin dudarlo me dirijo hacia ella mientras me quito el uniforme blanco. Empiezo a cambiarme y cuando termino de ponerme el vestido azul me miro en el espejo, quito pequeñas manchas de moose que están por mi cara y me retoco mi maquillaje.

—¿Mía?— la voz de mi padre suena al otro lado de mi puerta. Miro una vez más mis ojos en mi reflejo y asiento para mí.

—No eres una chica más que juega un papel que te imponen. Eres Mia Ricci, tú decides.

Al escuchar nuevamente el suave toque en mi puerta me paro y salgo de mi cuarto.

Sonrío al ver a mi padre, se ha puesto unos pantalones formales de color café claro y una camisa de botones blanca. Sus zapatos lustrados, su reloj brillante y su peinado cabello lo hacen lucir mucho más guapo de lo ya es. Mi padre levanta su brazo y yo con una gran sonrisa lo tomo para bajar juntos las gradas.

Cuando estamos bajando podemos darnos cuenta que hay mucha gente ya en el salón principal de la casa, la mesa redonda ya se ha llenado con regalos.

Las parejas entran y saludan a mi madre y a Milo que están recibiéndolos en la puerta mientras que Miles se concentra en recibir a sus amiguitos.

Miro a mi madre con un hermoso vestido blanco, su cabello perfectamente planchado y una gran sonrisa con labios rojos.

Noto la mirada de alguien así que mis ojos se apartan de mi madre y van a mi hermano mayor que me mira con semblante fastidiado, cuando sus ojos se cruzan con los míos deja ver una pequeña sonrisa de lado que inmediatamente le regreso.

Milo se acerca a mí cuando mi padre se disculpa y empieza a saludar a las personas alejándose de mí.

—¿Me puedo ir?—pregunta mi hermano y yo lo volteo a ver luego de ver lo feliz que se encuentra mi padre al recibir a sus amigos en casa, lo que no es usual debido a la carga de trabajo.

—Por supuesto que no.— le digo tomando su brazo y arrastrándolo a la entrada para recibir a los invitados junto a mi madre.

—Esta fiesta es para Miles, para papá y para mamá. No por que tendríamos que estar aquí.—trata de convencerme pero yo le apreto el brazo y le sonrío a una señora que me ha saludado de lejos.

—¿Recuerdas que Miles es tu hermano o ya empezaste a tomar para que se te olvidara?—Milo se detiene bruscamente y yo dejo salir un pequeño grito por la sorpresa.

—No estoy ebrio Mia. Pero no entiendo por qué tenemos que estar aquí. ¿Sabes a cuantas chicas me ha presentado mamá? He perdido la cuenta luego de la 19. ¡19!

—Sabes que mamá no podría obligarnos a casarnos con nadie que no queramos.

—Lo dudo mucho Mia, al menos ten por seguro que si ella no acepta a la persona será imposible que tengamos un futuro con ella.—mi hermano se queda quieto de nuevo pero antes de poder regañarlo noto que su mirada ya no está sobre mí.

Levanto la vista y noto que por la puerta entra una chica, bastante alta la verdad, rubia, ojos claros y una terrible cara de incomodidad.

Miro a Milo y me doy cuenta que está reteniendo el aliento, se ha quedado paralizado al verla, su boca se abre y se cierra numerosas veces y sus dedos se mueven frenéticos sobre mis palmas.

Trato de no reírme ante la escena frente a mí pero me es imposible. Milo está tan perdido que ni siquiera nota que me estoy riendo.

Decido volver a ver a la chica pero antes de molestar a Milo por su actitud suelto su agarre y decido ir a salvarla de mi madre.

—¿Quién es usted?—pregunta mi madre y le hace una seña a una sirvienta para que revise la lista de invitados. La rubia tartamudea tratando de formar alguna palabra pero está tan petrificada que no lo logra.

—¡Hola! Me alegra que hayas venido.— grito un poco sobresaltado a mi madre, la chica me mira con el ceño fruncido pero cuando muevo mis ojos hacia mi madre ella entiende que estoy ahí para salvarla.

—¡Hola! Gracias a ustedes por invitarme.—responde la chica y mira un poco a mi madre que se encuentra a la par mía con una seriedad que asusta a cualquiera.

—Sé que a mi madre le encantaría darte un tour por la casa pero debido a los numerosos invitados que aún espera lo haré personalmente, ¿vienes?— la chica asiente y empieza a caminar junto a mí hacia el salón.

—Muchas gracias—susurra cuando ya estamos alejadas. Yo la volteo a ver un poco distraída ya que cuando empezamos a caminar quería que Milo se encargara de guiarla pero como el cobarde que es desapareció de la escena.

—No hay de que, me disculpo por mi madre con ella todo tiende a ser realmente complicado. Soy Mía.—le digo alzando mi mano, la chica se sorprende un poco y yo levanto una ceja.

—Lo siento, es solo que... He escuchado mucho de ti.—dice y yo la miro sorprendida.—Cosas buenas, solo cosas buenas. Miles la verdad es que te quiere mucho. Yo soy Chiara—dice y yo sonrío ante eso.

—Muchas gracias, lamento no poder decir lo mismo, hace muy poco me enteré que había nuevos vecinos, Miles está realmente encantado con tu hermana.—la chica ríe y yo le sonrío, es muy adorable para ser más alta que yo.

Nos quedamos un momento en silencio ya que algunas personas se detienen a saludarme y a ignorar descaradamente a mi compañía.

—Así que... La señora de la entrada es... Ya sabes es...

—¿La famosa Marcella Ricci? Lo es, ¿es intimidante no te parece?— le pregunto a Chiara la chica me mira dudosa pero yo me río.— Es verdaderamente intimidante así que no te lo tomes tan personal. Si Miles y tu hermana comienzan a llevarse mejor vas a tener que acostumbrarte a mi madre.— le digo y ella trata de sonreír pero es una mueca la que sale de sus labios. Sonrío ante ello.

Chiara realmente parece una buena chica aunque se nota desde muy lejos que no encaja con el mundo perfecto de mi madre. Su ropa sencilla y sus ojos aterrados lo demuestra, pero es realmente bonita.

—¡Mia!—escucho un grito y luego siento que alguien sujeta mis piernas. Volteo hacia el piso y miro a Miles que me regala una hermosa sonrisa.

—¿Cómo está el cumpleañero? ¿Estás disfrutando tu fiesta?—Miles asiente. Luego voltea a ver a su espalda y me hace señas para que acerque mi oído.

Me río ante ello y le doy una mirada de disculpa a Chiara, me agacho con cuidado que nada se me mire y Miles con sus manitas cubre mi oído para decirme un pequeño secreto.

—¿Ves a la niña que está sentada en la primera mesa?—mi mirada viaja hacia esa mesa y veo a una pequeña niña que está pintando junto con otros niños. Sé que se refiere a ella precisamente por que es igualita a Chiara pero pequeña obviamanete. Asiento y Miles continúa.— ¿Verdad que es muy linda?—Me río ante la confesión de mi hermano. Es tan tierno.

Separo mi oído y tomo su rostro entre mis manos para mirarlo.

—Es verdaderamente muy, muuy linda Miles.—le digo y mi hermano sonríe grande.

—Iré a jugar con ella.—dice y yo asiento antes de verlo correr hacia la niña.

—Lo lamento.— le digo a Chiara y ella solo me sonríe.

—No hay cuidado, tu hermano es muy adorable.—dice y yo abro mi boca para agradecerle pero una voz nos hace sobresaltar a ambas.

—Cuando la gente se refiere a mí normalmente no usan la palabra "adorable" pero aceptaré el cumplido.

Volteo a ver a Milo furiosa pero me sorprendo al ver como está. Su blanca camisa que hace un par de minutos estaba perfectamente abotonada ya está un poco abierta, su cabello un poco desordenado y según la leve capa roja en sus ojos puedo confirmar que ya comenzó a tomar.

—¿Qué haces aquí?—pregunta Chiara cortante y yo la miro sorprendida debido al tono que usó con mi hermano, como si se conocieran desde hace ya mucho.

—Aquí vivo muñequita, ¿no viste el buzón?

—¡Milo!— Lo regaño pero mi hermano solo me mira con una mueca de lado.

—Iré por una bebida.—dice me volteo a ver y luego a la chica que está a la par mía.— Te ofrecería una pero ya sabemos como te pones con pocas copas así que evitaremos que hagas una escena frente a todos los amigos de mis padres.—la reta Milo y veo como la mirada de Chiara se va al piso, la chica tiembla un poco y puedo notar que está molesta.

¿Pero qué está pasando?

—Basta Milo. No me hagas llamar a Martin para que te encierre en tu cuarto.—le susurro muy cerca de su cara para que solo él escuche. Mi hermano chista y se va furioso al jardin.

—Yo...—toco mi pelo y suspiro, no entiendo nada de lo que ha pasado y aunque mi intención es preguntarle a la chica veo que sus mejillas están tan rojas que me retengo.— Lamento lo de mi hermano, no entiendo por qué se ha comportado así.

—No te preocupes.—sus ojos chocan con los míos y noto que sus ojos están cristalizados.— Será mejor que me vaya. ¿Puede quedarse Camelia aquí? La vendré a traer más tarde.—dice y antes de poder decir algo la chica se va rápidamente hacia la salida.

Mi mirada va hacia la mesa y noto que Miles y su amiguita nueva realmente la están pasando bien, al menos él no es estúpido como su hermano.

¿Tanto me perdí en esta semana o esos dos ya se conocían?

—No puedo creer lo grande que está.—mi rostro se va del lado para mirar a la persona que ha hablado.

Mi cuerpo se tensa y mi respiración se corta.

La mujer frente a mi mira hacia la mesa de Miles con un brillo inusual en su mirada. Su elegante vestimenta la hace lucir más intimidante y elegante de lo que ya es como persona.

—Abuela...—mi garganta se seca y me obligo a mantenerme en esa posición y no cerciorarme que mi vestimenta esté perfectamente planchada.—¿Acabas de llegar?—le pregunto tratando de encontrar a mi madre con la mirada.

—Por supuesto que no, yo nunca llego tarde. Me quedé en el salón principal charlando con algunos amigos.—asiento ante su respuesta y busco con la mirada a quien sea que pueda ayudarme a salir de esta tortura. Mi respiración se nota trabajosa lo que claramente no pasa desapercibido ante ella.

—¿Quieres que te acompañe a buscar a mamá?—pregunto y sus potentes ojos marrones me miran por primera vez. Abro mi boca para decir algo más pero me quedo helada.

—No, no me apetece hablar con ella por el momento.—asiento nuevamente moviendo mis manos atrás de mí. Si la relación de mi abuela con mi madre es complicada la mía con ella ni se diga.— ¿Ya está aquí Alina?—mi rostro se tensa al escuchar el nombre. Dirijo mi mirada hacia los invitados rodando los ojos, sin buscarla realmente.

—Lo siento, no la vi entrar.

—No entiendo por qué no estás con ella. Me imagino que ni siquiera la has llamado. ¿Sabes cuánto ha sufrido tras la pérdida del empleo de su padre? No puedo creer que seas tan insensible con ella. Ella tan trabajadora, tan humilde y cariñosa. Deberías de reconsiderar ser como ella.—volteo a mirar a mi abuela y le sonrío falsamente, ella me mira seria con una pequeña mueca en sus labios.

—Claro abuela, si me disculpas iré a ver si hay nuevos invitados, no lo sé, tal vez tú querida nieta esté perdida y necesita que alguien la salve. Con permiso.—le digo antes de dar la vuelta y dirigirme a la puerta principal.

Gruño internamente cuando ya estoy lo suficientemente lejos de ella. Decido irme a la zona del comedor donde sé que no hay nadie, empiezo a caminar dando vueltas a la rectangular mesa tratando de calmarme.

—"Ella es mejor" "Deberías de ser como ella" "ella trabaja tanto" "tú nunca la incluiste a tu grupo" "tu la molestabas" "es tu culpa"—digo frenéticamente recordando las palabras que mi abuela repite una y otra vez cuando tiene la oportunidad.— Si tratarás siquiera de conocerme te darías cuenta que como persona valgo la pena. Pero nunca me ves, nunca lo hiciste, no quieres hacerlo...—susurro lo último cuando veo la figura de mi abuela en el jardín abrazando a mi prima.

Respiro hondo dejando caer mis hombros. Aparto el pelo de mi cara y me pongo firme otra vez. Recuerdo quien soy y decido salir de mí improvisado escondite.

Enfrentar a mi abuela nunca es algo que he hecho, pero es algo que sueño con hacer algún día. Ya suficiente tengo con mi madre a que tenga a mi abuela recriminando no ser tan "perfecta" como mi prima.

Dejo salir un suspiro antes de caminar hacia el jardín, pero antes de poder siquiera acercarme más siento que dos pares de brazos me sujetan.

—¡Mia!—gritan Lila y Lisa con unas tremendas sonrisas en sus rostros.

—¡Al fin llegan!—grito de vuelta, cuando noto la mirada recriminadora de Martin en la puerta de entrada pongo mi mano sobre mi boca riendo.—Vengan, ¿quieren tomar algo?

—Hell yeah, ¿donde está el tequila?—pregunta Lila y yo río.

Agarro sus manos y empiezo a caminar hacia el jardín, nos paramos frente a los bartenders que contrataron y pido nuestras bebidas.

—¿Y León?—les pregunto a mis primas por su hermano.

—Está con Milo, por cierto, ¿todo bien con él? Parecía querer romper algo.—dice Lisa tomando un sorbo de su bebida.

Suspiro mirando dentro de la casa, noto gracias a las ventanas de las escaleras que Milo tiene su espalda pegada a la pared, una de sus manos en la parte de atrás de su cuello mientras su cabeza está mirando al piso. León está frente a él hablándole frenéticamente.

Me encojo de hombros y les explico lo poco que sé a mis amigas.

Caminamos por el jardín saludando a parientes, conversando un poco con ellos y viendo como Miles juega con sus amigos en los juegos inflables que mi madre mandó a pedir.

Me encuentro hablando con un tío lejano que acaba de venir de Francia cuando siento que Lisa toma mi brazo llamando mi atención.

—Siento interrumpir.—se disculpa con mi tío a lo que él solo le da una sonrisa amable.— Mía tu madre me pidió que te buscara.

Le asiento a mi prima y volteo a ver a mi tío.

—Lamento que nuestra conversación termine, prometo regresar más tarde para que sigas platicandome, con permiso.—le digo y él asiente.

Tomo el brazo de Lisa y empiezo a alejarme con ella.

—¿Mi madre?—le pregunto a mi prima buscándola con la mirada pero Lisa se pone frente a mí parándose. La miro confundida.

—Me pido que fueras a la cocina a recibir las pizzas.—dice tranquilamente y yo levanto una ceja.

—¿Mi madre te ha pedido que me dijeras que fuera a la cocina a recibir las pizzas? ¿Mi madre?—pregunto incrédula y ella duda un poco como que si de alguna manera estuviera mintiendo y que su mentira no resultara tan buena como esperaba.

—Yo solo acato órdenes.—levanta sus manos y antes de que pueda preguntarle algo más huye y busca a su hermana.

Trato de llamarla pero se hace la loca. Volteo mi mirada y veo a mi madre a lo lejos hablando con sus amigos más cercanos.

Dudo si ir y pregúntale así que me limito a ir a la cocina.

Las sirvientas ni siquiera notan mi presencia, siguen haciendo su trabajo.

Me les quedo viendo un rato como esperando que alguna me de una indicación o algo, como ninguna lo hace. Trato de buscar con la mirada a Lisa pero es inútil, con tanta gente no veo nada.

Decido entrar a la cocina interna, al no ver a Andrea suspiro algo frustrada, no entiendo nada.

Una sirvienta que está sirviendo los mariscos en los platos me mira confundida.

—Eh...hola soy Mia...Ricci.—la chica parece asustarse un poco ante la mención de mi nombre, pero debía presentarme no es de las usuales sirvientas, supongo que es del personal de meseros.—Me dijeron de venir a recibir unas ¿pizzas?—la chica asiente ante mis palabras y apunta a la puerta trasera, donde hace un par de horas había hablado con ese extraño repartidor.

Le agradezco antes de dirigirse hacia allí.

Busco nuevamente a Andrea pero nada. Abro la puerta y me sorprendo lo que veo.

Noto unas 10 cajas de pizzas con manos y piernas. Me río ante eso. La persona hace una maniobra para saludarme ya que las cajas tapan toda su cara.

—¿Pizzas para la familia Ricci?—pregunta con una voz rara. Tardo un rato en concéntrarme nuevamente, debido a lo raro que es todo me distraje.

—Si...pase. Puede ponerla sobre esta mesa.—señalo. Comienzo a caminar dándole la espalda, el chico antes de poner las pizzas sobre la mesa mueve una tableta con un papel. Yo la tomo con cuidado para que las cajas no se les caigan.

Me volteo nuevamente para firmar el pedido. Me parece curioso ser la que firme estos papeles sabiendo que hay encargados. Sin tratar de buscar una respuesta lógica busco la raya para firmar  el papel.

Frunzo el ceño cuando me doy cuenta que mi firma ya está en el papel, mi mirada va hacia las letras y me doy cuenta que es la copia del papel que firmé antes, la de los mariscos. El papel está todo arrugado y huele raro, como si fuese sacado de la basura.

Trato de voltearme para encarar al chico y preguntarle pero antes siento que soy agarrada de las caderas y elevada dando vueltas.

Grito asustada pero luego siento una risa en mi cuello. Me entremezco al reconocerla.

El chico me suelta y yo me volteo a verlo con la boca bien abierta.

—¡Isaac! ¡Casi me matas de un susto! Ya te gusto esto de espantarme.—le digo empujándolo ya que el chico, aún riendo, quería abrazarme.

—Hubieras...visto....tu...cara... No puedo.—dice riéndose mientras toca su estómago.

—Te odio, no entendía nada, Lisa me dijo que...aguarda ¿Lisa?—Lo miro con una ceja levantada y él termina de reírse.

—Necesitaba cómplices.—se defiende y yo vuelvo a empujarlo.

—¿Ideaste todo esto solamente para asustarme?

—Para sorprenderte, es diferente—alza las manos inocentemente y luego ríe. Yo niego con la cabeza con una sonrisa en mi rostro.

—No puedo creerlo.—le digo, levanto mi mano para apartar mi pelo pero antes de llegar a mi rostro Isaac agarra mi muñeca.

Con un simple jalón me acerca a él, mis manos chocan con su pecho y una de sus manos va a mi espalda baja. Con su mano libre aparto el mechón que está entre mis ojos y lo coloca detrás de mi oreja de manera lenta y sin apartar la mirada de mis ojos.

—Te extrañé.—susurra y yo retengo la respiración.

—No...No nos hemos visto cómo en una semana.—digo con la garganta seca.

—Una semana es mucho.—dice y yo separo mis labios para hablar pero no digo nada, estoy en blanco, tenerlo tan cerca no ayuda nada a mi concentración. Y menos como va vestidos.

Su camisa azul marino un poco abierta y su pantalón negro formal, se ve extremadamente guapo y sonríe porque sabe que lo es.

Isaac dirige su mirada a mis labios y es ahí cuando me descontrolo, mi pulso aumenta y automáticamente siento más calor.

Isaac acerca más su rostro, yo cierro los ojos como acto de reflejo, su respiración es dura al igual que la mía, siento que hace una respiración profunda, una respiración que parece de alivio.

Sus labios presionan ligeramente los míos, como si quisiera torturarme. Antes de que estos presionen completamente los míos decido hablar.

—Tengo que salir, pueden estar buscándome.—digo aún con los ojos cerrados y con su cercanía. Un gruñido de su parte choca contra mis labios que aún siguen tan cerca pero tan lejos.

—Pueden esperar un poco.—mis manos sujetan su camisa con más fuerza arrugandola un poco. Sus dos manos se encuentran entrelazadas atrás de mi espalda, sujetándome fuertemente. Su nariz empieza a deslizarse sobre la mía y nuestros labios siguen rozándose sin tocarse realmente.

Los dos estamos a tope, con ganas de sellar nuestros labios pero ninguno de nieve, ninguno hace nada. Nuestros pechos están a punto de explotar.

—Alguien puede entrar.— me separo de él y pongo mis manos encima de la mesa tratando de regular mi respiración.—Tengo que llevar las pizzas

Dios parece que corrí un maratón.

No me atrevo a mirarlo así que lo único que hago es tomar algunas cajas y salir de la cocina con mi corazón a mil.












Marcelline Ables como

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