Capítulo 5
El ruido en la mañana se está haciendo habitual en esta casa.
La semana se pasó volando, el hecho de que las vacaciones de mitad de trimestre están a solo un par de días hizo que los exámenes estubieran más potentes, los profesores no nos tuvieron piedad con todas las tareas, trabajos, proyectos y finalmente los exámenes.
He pasado toda la semana sufriendo, estudiando hasta tarde, comiendo no más de un pedazo de manzana al día y con unas ganas desesperadas de que el fin de semana llegara.
A pesar de que iba a ir a festejar el final de las clases con mis amigas ayer cuando llegué a mi casa con la intención de recoger mis cosas para ir a cambiarme a casa de una amiga caí rendida en la cama y no me he levantado hasta ahora.
Abro los ojos al escuchar ruido en los pasillos al lado de mi cuarto. Gruño ante ello porque sé que aun si me dan un año para dormir no sería suficiente para recuperar mis horas de sueño perdidas.
Me siento en mi cama quitando de un manotazo el pelo que está en mi cara, rogando que mi madre no decida entrar y vea mi pelo todo desordenado. Tomo mi celular luego de buscarlo un poco entre mis sábanas.
Cuando lo hago me doy cuenta que tengo muchas llamadas perdidas de mis amigos, mensajes de texto y mensajes de voz.
Les escribo rápidamente para explicarles que estoy bien, que me quedée dormida y que se los recompensaré luego.
Justo cuando mando el mensaje recibo una llamada y suspiro un poco al leer el nombre de mi mejor amiga en la pantalla.
—¡Mia! ¿Qué hiciste esta vez?—escucho la voz de Orazia y ruedo los ojos. Noto que hay bastante ruido a su alrededor así que deduzco que le está ordenando a sus sirvientes que le lleven el desayuno luego de la tremenda fiesta que se ha de haber montado anoche.
—¿Por qué siempre crees que hice algo malo?
—No sé, dijiste que venias ayer y no apareciste. Tenías un trabajo y no lo cumples.—se burla y yo empiezo a aburrirme un poco de ella.
Separo mi celular de mi oreja y suspiro.
Las cosas entre ella y yo han estado tensas últimamente, pero es más de mi parte que otra cosa.
Orazia es...ella.
No nos llevábamos bien cuando nos conocimos, ella era una chica tímida, regordeta, con lentes, acné y retenedores. Admito que cuando pequeña no me porté bien con ella, me porté horrible de hecho. En ese entonces yo tenía una amistad tóxica con una chica francesa, mi autoestima tampoco estaba del todo bien definido así que yo seguía cada palabra de la francesa, molestaba a las chicas que me caían mal y me alejé de las buenas personas.
Ya cuando me di cuenta de todo esto pedí disculpas sinceras a todas mis viejas amigas. Volví con ellas y realicé que la hipocresía es la peor de las enfermedades, y esa chica francesa era la definición exacta de hipocresía.
Me empecé a relacionar con las chicas pero con Orazia era diferente, éramos distantes, la chica de un verano al otro cambió su aspecto completamente, las libras demás habían desaparecido, sus lentes fueron reemplazados por de contado, su acné estaba relativamente arreglado y los retenedores habían desaparecido. Era una chica completamente diferente.
Cuando cambiamos de curso tocamos juntas con otras chicas de grupo, pero nos hicimos muy amigas, las mejores de hecho. Pero las cosas eran complicadas.
Orazia a lo largo de los meses mostraba que su cambio de aspecto era más importante que cualquier cosa que otra persona pudiera decir o hacer. Al conseguir novio las cosas empeoraron, nuestras conversaciones pasaron de ser de aventuras, chistes, dramas a su novio, ella, su novio y ella.
Por más que lucho por mantener la amistad o lo que queda de ella se ha hecho tan tediosa que duele. Su constante indiferencia a cualquier cosa que no sea ella y su vida cansa a lo largo. Por que a l mejor amiga, esa que le contaba de todo, todo lo que pasaba en mi vida, se habia convertido una persona tan indifernete que no me nace contarle nada.
El hecho de que este culpándome por no ir a su casa en vez de preguntarme si me encuentro bien es un claro ejemplo que la vida de las otras personas le da completamente igual.
—Me quedé dormida solo puse mi cara en mi almohada.—le digo regresando mi celular a mi oído.
—Mínimo, la verdad es que no me sorprende de ti.—dicen luego se ríe, trato de hacer lo mismo pero me sale demasiado falsa.—¿Salimos hoy?
—Lo siento, es el cumpleaños de Miles, ya sabes como se pone mi madre, ni de chiste me dejará salir hoy.
—Podrías escaparte, pasó algo con Carlo anoche y necesito contartelo.—dice y yo ruedo los ojos, a la mención de su novio decido simplemente inventarme una excusa para colgarle.
Sé que puede sonar horrible, pero luego de ver a tu mejor amiga en una relación más tóxica que el ácido, verla llorar, sufrir y que ella no haga más que justificarlo cansa. Porque por mucho que me encantaría que ella terminara la relación, ella simplemente no puede desprenderse de ese Carlo.
Tiro mi celular en mi cama y miro la cortina de mi balcón que se balancea un poco.
Escucho que tocan la puerta, una sirvienta me pide amablemente que me aliste ya que ya es tarde y que los invitados para el almuerzo de Miles empezarán a llegar en cualquier comento.
Me dirijo a mi baño y tomo una ducha extremadamente caliente. Me pongo mi bata y empiezo a maquillarme un poco. Cuando mi cuerpo y mi cabello ya están secos empiezo a cambiarme.
Como es algo no tan formal decido ponerme un vestido azul cielo. Es flojo de las caderas para abajo. Me pongo unas sandalias con plataforma y mis accesorios. Miro rápidamente el anillo en mi dedo y sonrío. Peino una vez mi cabello antes de salir de mi habitación.
La casa está patas arriba, la gente entra y sale con postres, globos, decoraciones juegos para los pequeños.
Las sirvientes corren de un lado al otro, moviendo mesas, arreglando los centros de mesas, decorando las sillas.
Nadie se detiene, todos caminan rápido, sudan y tienen una expresión de miedo extrema.
Camino tratando de pasar desapercibida.
Voy por el pasillo que lleva hasta el jardín, tengo que disculparme con numerosos meseros por interrumpirle el paso, cuando finalmente estoy en el salón frente al jardín veo una gran cantidad de trabajadores. Camino hacia ahí y salgo a la terraza, visualizo a Martin, levanto mi mano y lo saludo con una sonrisa.
Noto que él iba a regresar mi saludo, pero antes de eso mi madre se pone en su camino así que su sonrisa desaparece. Los ojos de Martin se abren un poco y desde lo bajo noto como mueve su mano señalándome que por mi bien huya.
Me muevo lo más rápido que puedo y me escondo tras una columna.
Desde mi escondite logro ver como mi madre se volteaba, ella notó la mirada de Martín pero no logró ver a quien se dirigía.
Veo como Martin le sonríe nervioso y le da una excusa ante su comportamiento, mi madre hace un gesto de que es lo de menos y sigue lanzando indicaciones.
Cuando el terreno ya es seguro camino hacia la cocina. A pesar de que comeremos en un par de horas me muero de hambre. Saltarse el desayuno nunca ha sido buena idea.
Miro a las sirvientas que ponen una gran cantidad de comida sobre la isla.
Las presentes me saludan amablemente y yo les devuelvo el saludo.
Al ver que en vez de ayudarlas las estorbo decido entrar a la puerta de la cocina interna.
Ahí hay solo un par de cocineros, camino por el lugar lleno de hornos, estantes llenos de comida y especies y voy a la cocina de la esquina, que está justo a la par de la puerta que se encuentra al lado de mi casa, donde está un pequeño jardín justo en frente de la pequeña casa que mi padre mandó a construir para las sirvienta que se quedan a dormir. Por esta misma puerta entra toda la carga de comida y demás.
Empiezo a sacar algunas cacerolas, huevos, tocino y algunos quesos.
Prepararme el desayuno es algo que extraño demasiado, pero normalmente no me hes permitido entrar a esta parte de la cocina.
—¡Señorita Ricci!— me sobresalto al escuchar un grito, cierro los ojos y me encojo en mi misma. Volteo hacia la voz y me encuentro con el cocinero en jefe.
—¡Andrea!—mi sonrisa se hace grande cuando veo que el señor vestido de blanco se acerca a mí con los brazos alzados. Abrazo a Andrea y él ríe.— Cuanto tiempo sin verte, cuando mamá me dijo que te mandaron a Estados uUnidos para un programa de cocina nunca creí que te irías sin despedirte.
—Oh, señorita, lo lamento tanto, la oportunidad surgió tan rápido que ni tiempo me dio de decirle nada.
—¿Y ya estas de regreso? ¿Te quedaras?— le pregunto y el señor empieza a tocar su calva exageradamente lo que me hace reír.
—¡Claro señorita! Por mucho que me encantó la experiencia ya necesitaba volver a Italia.—dice feliz.
—Me alegro mucho, ya nos hacías falta.— le digo. Andrea empieza a notar las cosas que están detrás de mí y yo inútilmente trato de ocultarlas.
—¿Haciéndose su desayuno?—pregunta levantando una ceja.
—No le dirás a mamá ¿cierto? Solo será esta vez.—Andrea duda un poco pero luego de ver la puerta principal de la cocina asiente con una sonrisa. Yo sonrío volviendo a abrazarlo.
—Pero póngase esto.— dice dándome un unifrome de chef, yo lo miro con una ceja alzada y él asiente.—No queremos que se ensucie, aparte si la ven con esto no pensaran que es usted.—dice y yo río antes de asentir.
Me volteo para poner el uniforme a la par de mi caja de huevos, Andrea empieza a caminar hacia la salida pero antes se voltea y me mira.
—Señorita, ¿podría hacerme el favor de poner el mousse de chocolate en esas pequeñas copas de ahí? Solo la cantidad justa para que una pequeña fresa quede arriba.—miro hacia las copas que están puestas en una mesa cerca de mí y luego lo volteo a ver con la boca abierta.
—Pero yo...
—Pude haberme ido por 6 meses pero sé que el amor que usted tiene por la cocina no ha desaparecido. Quiero ver si su talento con la manga pastelera sigue en usted. —dice antes de sonreír y salir de la cocina.
No puedo evitar reír y dar pequeños saltos de felicidad.
Voy rápido a un baño y me cambio la ropa, le pido a una de las sirvientas que suba mi vestido a mi habitación, y ella sin preguntar nada simplemente asiente y cumple mis órdenes.
Vuelvo sigilosamente a la cocina y guardo la caja de huevos y todo lo que iba a usar para mi desayuno, las ganas se me han ido y la emoción de poder practicar nuevamente en la repostería me tiene demasiado feliz.
Tomo las copas y sacó el moose de una de las refrigeradoras, empiezo a preparar la mezcla en la manga pastelera y empiezo a trabajar.
No sé cuanto tiempo ha pasado, mi concentración es infinita y me esfuerzo mucho en no decepcionar a Andrea.
Y mientras lo hago me empiezo a imaginar que seria de mi vida si decido estudiar repostería en vez de administración de empresas como quiere mi madre.
Dejo la manga pastelera, agarro una bolsa de basura ya que antes de ponerlo en las copas practiqué en algunas servilletas. Me dirijo a la puerta trasera de la cocina y levanto mi mano para abrirla.
Pero esta se abre antes de que mi mano pueda agarrar la manija. Caigo por el golpe de la puerta y me quejo en el suelo sobando mi cara.
—¡Lo siento mucho!—escucho una voz gruesa, levanto mis ojos y noto a un chico que lleva una camisa amarilla y un sombrero, es un repartidor.—¿Estas bien?—el chico me agarra de la mano y me ayuda a pararme.
—Si...no te preocupes.
—Lo siento tanto, abrí la puerta sin tocar siquiera.
—No hay cuidado.— le sonrío apartando mi mano de mi cara, me muevo un poco para alejarme de él ya que su mano sigue en mi cintura. El chico ríe nervioso y toca su cabello. Yo ladeo la cabeza alzando una ceja ante su reacción.— ¿Vienes a dejar algo?
El chico me mira confundido así que señalo su cabeza y es ahí cuando recuerda que es un repartidor.
—Oh, claro, lo siento.—se ríe y abre la puerta para dejar entrar un carrito de metal, dentro se pueden ver algunos mariscos. ¿Mariscos para el almuerzo de un niño de 8 años?— Aquí están, esta entrega es para la familia Ricci. ¿Puedes recibirlo tú?
Dudo un poco al contestar, al notar que no hay nadie más en la cocina lo volteo a ver nuevamente.
—Claro, ¿necesitas que firme?—el chico asiente y me entrega una tableta con un papel encima, mi mano duda un poco antes de decidir poner la firma falsa que inventé con Orazia cuando eramos más pequeñas.
—Gracias...—dice el chico tomando la tableta y poniéndola sobre su maleta.— Así que...¿trabajas aquí?— pregunta y yo levanto una ceja.— Bueno obvio trabajas aquí pero...ya sabes ¿son como todos dicen?
—¿Disculpa?
—Ya sabes, los Ricci. Mi jefe se volvió loco cuando Marcella Ricci decidió ordenar la comida a nosotros, al parecer esta familia tiene mucha influencia por aquí. Los restaurantes pasaron peleando semanas por recibir la aprobación de esa señora. Mi jefe estuvo de mal humor toda la semana para que este pedido saliera bien. Creo que es un poco exagerado.
—¿Exagerado?
—Si... Todo el drama con esta familia, todo lo que dicen, lo que hacen, creo que no deberían de tener toda la atención que reciben.
—¿Eso piensas?
—Eso pienso, no entiendo porque todos les besan los pies eso es todo. No hay persona que no los conozca, que no quiera conocerlos o simplemente ser ellos, es fastidioso ya que de hecho ellos son fastidiosos. Aunque bueno, no todos parecen ser malas personas, Marzio Ricci se ve que trabajó muy duro por todo lo que tiene.
—Lo ha hecho.—concuerdo con él tratando de ignorar lo demás que dijo.
—Si, pero bueno su esposa es realmente intimidante, todos tratan de agradarle, para serte sincero creo que ni sus propios hijos logran estar a la altura de sus expectativas.— dice y mi garganta se seca, miro al chico delante de mí y noto que hay muchas opiniones sobre mi familia que ni siquiera sabia que existían.
—Parece que conoces bien a esta familia.
—No mucho, mi hermanita está obsesionada con Mia Ricci, la sigue en todas las redes sociales y trata de vestirse y actuar igual que ella. Es demasiado gracioso.
—¿Gracioso?—cruzo mis brazos sobre mi pecho y muerdo mi labio inferior para evitar que una risa salga, estoy disfrutando mucho la sinceridad de este chico.
—Si, la has visto ¿no?—me mira con un brillo raro en los ojos luego menea la cabeza con una sonrisa en sus labios.— ¿Qué digo? Todo el mundo la ha visto, claro que no puedo negar que su belleza es...uff.—voltea sus ojos hacia el cielo y extienden sus manos y yo río sin pena.— Pero bueno, el punto es que actúa de una manera tan...no sé tan, arrogante.—dejo de reír y levanto una ceja, sin poder decir nada el chico sigue hablando.— Actúa como si todo le perteneciera, bueno.—señala su casa.— La verdad es casi que si, la empresa de los diamantes le ha ayudado a su padre a expandirse mucho y bueno, es admirable y...
—Hablabas de Mia Ricci.—le digo y él asiente con una sonrisa debido a su desvío del tema.
—Si, lo siento, bueno mi hermana trata de ser como ella.
—No le veo de malo que lo sea, claro que debería de actuar como ella misma y no tratar de imitar a nadie más.
—Eso le digo yo, pero tiene una admiración hacia ella, se peina como ella, hasta camina como ella.
—¿A qué te refieres cuando dices "camina como ella"?— el chico sonríe y pone una mano sobre su cadera, la mueve de un lado y la otra la levanta y bajando su muñeca, mueve sus rodillas de adentro hacia fuera y hace un baile completamente ridículo. Me río sin poder evitarlo.
—Estoy sumarísima de que ella no camina así.
—Oh claro que lo hace. Es que ella es tan... Ella.—levanto mi ceja una vez más.— Es única, pero a mi parecer tuvo la desgracia de nacer en esta familia.
—¿La desgracia dices?
—Siento que no es feliz con la vida que lleva.—levanto una ceja completamente impactada por sus palabras.—Cuando la miro siento que está jugando un papel que le han obligado a jugar.
—¿Así que la miras?—el chico tartamudea y yo me río.
Se queda un rato en silencio, cuando mira su celular me mira algo asustado, al ver cuanto tiempo ha pasado hablando conmigo.
—Lo siento, perdí la noción del tiempo, no quería hablarte así de tus jefes.— el chico parece realizar todo lo que ha dicho y hecho y en su mirada afligida muestra terror.— ¿Podríamos dejarlo entre tú y yo?
—¿Señorita Ricci?— la voz de Elena hace que los dos volteemos a mirarla.
Elena al enfocar sus ojos con los míos deja caer su boca por la sorpresa, yo me río ante su cara y también al notar que el chico detrás de mí está paralizado.
—¿Qué hace aquí? ¡Y vestida así! Su madre la matará si la mira en esas fachas. No puedo creerlo.—Elena camina hacia mí y toca mis brazos mirando mi cuerpo. Cuando Elena nota al chico, está lo mira confundido.— Oh, buenas tardes,¿vienes a dejar la comida? Muchas gracias, yo puedo firmar.
—No hace falta.— volteo a ver al chico con una gran sonrisa en la cara, el chico me mira pálido, con la boca medio abierta y sudor en su cuello.— Ya firme yo, lamento no haberme presentado antes soy Mia Ricci la hija de Marcella y Marzio Ricci, aun que sé que no te importa en absoluto quiero decirte que el papel que dices que juego me lo he puesto yo solita y soy más que feliz con eso y con la familia que me ha tocado y sobre tu pregunta, claro que lo podemos dejar entre nosotros.—le respondo guiñándole el ojo antes de caminar exageradamente hacia la salida con la mirada confundida de Elena y la mirada del paralizado repartidor.
Yan Mark como
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