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Capítulo 4

Unos pequeños toques en mi puerta hace que mis ojos se abran un poco. Trato de orientarme pero se me es difícil con el sol entrando desde mi balcón.

Gruño al escuchar los golpes de nuevo. Murmuro un "adelante" y giro sobre mi cama para poder ver entre las sábanas a la persona que se ha dignado interrumpir mi muy buen sueño.

Parpadeo muy lento, tanto que ni me doy cuenta cuando la persona entra y se abalanza encima mio.

Me quejo por el peso extra, trato de darme vuelta pero me es imposible, estoy atrapada.

—¡Mia! ¡Es hora de levantarse!— un Pequeño cuerpo empieza a moverse encima de mí. Me río al ver a Miles con una gran sonrisa en su cara.

Me le quedo viendo sería

Mi hermano pierde la sonrisa por un momento y yo levanto una ceja desafiante Miles hace lo mismo y de un momento al otro él empieza a correr por toda la habitación mientras lo persigo.

Finalmente, luego de un par de minutos consiguo atraparlo, lo tormo entre mis brazos y empiezo a darle vueltas.

Mi hermanito se ríe muy fuertemente que si mis vecinos no estaban despiertos, ahora seguro que lo están.

Seguimos girando que ni él ni yo nos damos cuenta que una persona se otorga a si mismo el atrevimiento de entrar al cuarto. De un momento al otro, Milo me toma en brazos y ahora solos los tres que estamos girando por toda la habitación.

Lastimosamente ninguno de los 3 vo el peligro de nuestra acción hasta que Milo, que es el que nos sostiene, tropieza con uno de mis tacones.

El primero que sale volando es Miles, por suerte cae en mi cama sano y a salvo. Mi cuerpo cae a medias, mis rodillas caen en el piso pero mi torso cae justo en las almohadas. A diferencia de nosotros 2, Milo no tiene la misma suerte, mi querido hermano mayor cae en el piso, con su cara completamente aplastada.

Me río al ver la cara de Milo, él se levanta con una mano en la cara, una sonrisa en su rostro y una ceja levantada.

Me siento en la cama y tomo a Miles en mis brazos. Mi hermanito se ríe apuntando a nuestro hermano mayor que nos acompaña mientras se sienta a nuestro lado.

Los miro a ambos feliz, los abrazo fuertemente sin quitar la sonrisa de mi rostro.

—Pero qué buena manera de empezar la mañana.—les digo apartandolos y moviéndome. Miles me sigue y empieza a correr por la habitación.

—¡Basta Miles, te golpearas!—le grita Milo y lo atrapa cuando pasa al lado del él.

Miles empieza a quejarse mientras que Milo, tranquilamente, se dirige a la salida con Miles como si fuera un saco de papas.

—¡Mia! ¡Baja el desayuno ya está listo!— dice Miles de cabeza y yo me río por el tono demandante que ha usado.

La puerta de mi cuarto se cierra dejándome sola en la tranquilidad. Me levanto de mi cama y voy hacia mi balcón, aparto las blancas cortinas y abro la puerta para que el aire natural entre. Apago el aire acondicionado cuando vuelvo a entrar. Me siento en mi escritorio frente a mi espejo y me deshago de la cola para peinar mi cabello.

Mi madre siempre me ha dicho que para que el cabello luzca bien, sin necesitar ningún tipo de tratamiento artificial, hay que peinarlo constantemente. Así que empiezo a darle el cuidado que merece.

Mirándome al espejo volteo la cara un par de veces para lograr ver el perfil de mi rostro. He trabajado mucho para que todas las partes de mi cuerpo esten como siempre lo he querido. Pero esto del ejercicio, comida sana y estar delgada ha sido algo bueno pero algo no tan bueno.

Como una adicción siento que mi cuerpo no esta bien, no como debería, aún está gordo, aún está estirado, aun...aun...aun.

Mi mirada va hacia mis ojos y me obligo a parar de pensar en eso, me obligo o al menos trato de obligarme a decir que estoy bien, de hecho estoy mejor que nunca, y que una pequeña arruga, una pequeña panza no es tan malo, es algo que podre trabajar en luego pero que no me necesito recriminarme por eso.

Suspiro cuando me levanto de mi silla. Voy hacia el armario para buscar un suéter ya que la casa de los Ricci pasa con el aire acondicionado a tope y mi pobre cuerpo se congela.

Salgo de la habitación encontrándome con las mismas sirvientas que limpian el lugar, las saludo amablemente antes de bajar las escaleras. Antes de hacerlo me acerco a las ventanas que están frente a ellas y miro a mi familia desayunando en el pequeño espacio con mesas y sillas que está en el jardín.

Sonrío al ver a mi madre con el periódico, unos oscuros lentes en su cara y su típico sombrero que usa para fingir estar en la playa cuando solo está en el jardín.

Mi mirada se va a mi padre, que está en la piscina, el trabajo no le da mucho tiempo libre así que él aprovecha los domingos para descansar.

Noto como Elena corre atrás de Miles, a pesar de la gran cantidad de sirvientas Elena es la nanny personal de Miles, era una sirvienta como todas, pero desde que Miles nació mi hermano ha quedado enamorado de ella, y pues digamos que logró que la acendieran.

Milo está sentado frente a mi madre, le platica algo entusiasmado lo que me hace reír al notar que mi madre ni caso le está haciendo.

Aparto la mirada de mi familia y decido bajar las gradas.

Cierro los ojos un momento disfrutando de la luz que entra por toda la casa. El hecho de que mi madre sea arquitecta logra que esta casa quedara como a ella le gusta y bueno que puedo decir, mi madre tiene buen sentido para decorar interiores.

Cuando mis pies tocan el primer piso de la casa empiezo a dirigirme al jardín pero una voz me detiene.

—Buenos días señorita Mia.—me volteo a ver a Martin, el ayudante de mi padre y el encargado de que todo lo de la casa este completamente ordenado. Como a mi padre nunca le ha gustado trabajar en una oficina con más personas, mandó a construir un espacio a la par de la casa, Martín se encarga que tanto del papeleo como las exigentes reuniones de mi madre sean acordadas a la perfeccion. Martin es la persona que evita que todo lo de esta casa se desmorone.

—Martín, buenos días, creí que mi padre le había hecho algo realmente malo, ayer me abrió la puerta de entrada ¿puedes creerlo?— el señor frente a mí se ríe un poco.

—No, todo bien con su padre, me pidió que fuera a organizar todo lo de la limusina para darle una sorpresa y eso.

—Así que fuiste parte de su plan.— lo recrimino levantando uno de mis dedos y entrecerrando los ojos.— Traidor.— Martin levanta las manos a modo de inocencia y me regala una cálida sonrisa.

—Lo lamento, me amenazó con comerse a Stuart.— se defiende y yo me río por sus palabras, Stuart es el gato de Martín, y la relación entre él y mi padre nunca ha sido buena.

—Esta bien...te perdono.—le digo sonriendo, el señor sonríe y yo hago en ademán de dirigirme al jardín pero él me detiene.

—Señorita, antes de que se vaya, llegó un regalo para usted.—devuelvo mis pies adonde estaban y lo miro confundida.

Martin empieza a caminar y se dirige al salón. Cuando llegamos pude ver que sobre la mesa hay un gran regalo. Abro mi boca por la sorpresa, miro a Martin exigiendo una explicación pero él solo se encoge de hombros.

Me acerco al gran regalo y leo la nota que está encima.

"Solo para que no pienses que no te quiero, feliz cumpleaños hermanita"-Milo.

Me río al ver la horrible letra de mi hermano mayor. Le entrego a Martín la tarjeta para que él me haga el favor de guardarla ya que por muchas cosas materiales que puedan comprarme son esos pequeños detalles que verdaderamente valen la pena y son los que quiero guardar por siempre.

Miro la caja lila con un tremendo listón y le quito la tapa. Me encuentro con mucho papel china que evita que vea el interior de la caja. Cuando lo aparto noto algo suave. Cuando lo saco logro ver el hermoso vestido azul de noche.

El vestido es largo y es suave porque es de terciopelo. La parte de arriba es simple pero la parte de abajo es simplemente espectacular con todas las ondulaciones exóticas.

—¿Te gusta?—la voz de mi hermano me sobresalta. Volteo a verlo, esta parado en el marco de la puerta, con un vaso de cristal con jugo de naranja en manos, unos shorts casuales y una camiseta blanca. Sus lentes oscuros están sobre su pelo y su mirada se nota nerviosa aunque la sonrisa gigante que tiene trata de ocultarlo.

—¡Me encanta! Pero...¿cómo? ¿cúando?

—Lisa y Lila me ayudaron, fue muy difícil ya que las dos tienen gustos tan diferentes...—dice y susurra algo mostrando lo traumante que fue la situación.— Fuimos a millones de tiendas pero cuando vimos ese vestido los tres nos quedamos paralizados y no dudamos en comprarlo. Pero estaba muy grande, demasiado si hablamos de cuando has adelgazado estas ultimas semanas, así que tuvimos que mandarlo a arreglar, tardó más de lo que creí, me prometieron que lo mandarían ayer pero bueno, espero que el retraso no te importe.

Dejo el vestido en la mesa y me acerco a mi hermano. Mi sonrisa es imposible de eliminar y como estoy tan conmovida que no puedo decir nada nuevo me limito a abrazarlo.

—Gracias Milo, es hermoso, me encanta.—mi hermano se separa de mí y me mira detenidamente como para comprobar si lo que digo es sincero. Cuando se da cuenta que si, sonríe abiertamente.

—Me alegro. Ven vamos a desayunar que mamá creerá que volviste a comenzar una dieta de cero comida y te vendrá a buscar.—dice y los dos reímos.

Me volteo para guardar el vestido pero me doy cuenta que Martin ya ha llamado a una de las sirvientas para que venga a recogerlo. Se lo agradezco antes de salir al jardín junto a mi hermano.

Mi hermano corre cuando llegamos, cuando Miles se da cuenta que se dirige hacia él sale corriendo con la risa escandalosa. Claro que al tener piernas cortas no logra huir mucho, pero como Milo no tiene un muy buen cerebro se tropieza con su propio pie y los dos salen volando cayendo en la grama.

—¡Basta Milo, lastimaras a Miles!—le grita mi madre y yo río.

—Yo estoy bien mamá, gracias por preguntar.—dice Milo y Miles ríe.

Me acerco a la mesa y saludo a Elena que está ordenando algunos juguetes a Miles ha dejado desperdigados.

Saludo a mi padre que está tomando el sol en un flotador pero noto que se ha quedado dormido. Niego con la cabeza con una sonrisa gigante en mis labios, se lo merece, por todo lo que ha hecho y hace por nosotros.

Miro la mesa y noto un pequeño pedazo de pastel de ayer así que cuando me siento lo acerco a mí. Tomo un tenedor pero antes de siquiera poder tocarlo noto cómo una ceja de mi madre se levanta.

—La avena que prepararon esta muy rica Mía.— miro a mi madre que aún sigue con la mirada pegada al periódico. Suspiro un poco con un pequeño dolor en el pecho antes de empujar el plato.

Elena se acerca con un plato de avena con fruta y me sonríe de lado. Le devuelvo la sonrisa con los labios sellados y tomo una cuchara para probar mi horrible desayuno.

Miles se me acerca y pide que lo suba a mis piernas. Cuando lo hago mi hermanito me abraza y yo beso su mejilla muchas veces haciendo que se ría.

—¿Dónde está el niño que ya casi va a cumplir años?—pregunto haciendo la que busco algo a lo lejos.

Miles ríe y toma mi cara con sus manitas para que sus ojos hagan contacto con los míos.

—¡Aquí! ¡Aquí!—grita y yo río.—Papa podrá venir esta vez, no tendrá que viajar como el año pasado.

Yo sonrío y volteo a ver a mi padre apenas nos ha quedado viendo con una enorme sonrisa en la cara.

—Sí, escuché que papá movió el mundo entero para poder pasarlo contigo.—digo y mi hermano mira a mi padre con una gran sonrisa.

—Mia, ¿sabes que mama me dejo invitar a la nueva vecina?

—¿Nuevos vecinos?—pregunto y luego volteo a ver a mi madre.

—Si, es una niña pequeña, como yo. La he visto cuando Elena me llevó al parque, hemos jugado juntos un par de veces, mamá me dejo invitarla.—me dice mi hermano y yo lo volteo a ver nuevamente al ver que mi madre no me dará ninguna respuesta.

—Su hermana mayor es ardiente.—habla Milo agarrando una de mis fresas y comiéndosela. Mi madre levanta la mirada hacia él y Milo solo se encoge de hombros.

—¿Ardiente?—pregunta Miles y yo miro a Milo enojada.

—Bonita.—se corrige él con una mueca de burla.

—Miles, esa palabra no se usa ¿bien? Ve a jugar con Elena.—le digo y mi hermano salta de la silla y corre dentro de la casa.

—¿Ardiente? ¿Enserio?—regaño a mi hermano. Volteo a ver a mi madre para pedirle ayuda para educar a su hijo pero como de costumbre me ignora.

—Bueno lo es, ¿qué quieres que te diga? Vendrá al cumpleanos de Miles yo personalmente la invité.— dice orgulloso y yo bufo rodando los ojos.

—¿Y te dijo que si?

—Se resistió un poco pero claro que a mí nadie me dice que no hermanita. No pudo aguantar mucho antes de aceptar.—dice Milo con una sonrisa arrogante, a lo que yo ruedo los ojos de nuevo.

Volvemos a la misma historia, Milo y sus conquistas. Me encantaría ver a mi hermano cayendo verdaderamente por una persona, eso sería algo realmente divertido de ver. Por que su vaiven con las chicas aburre luego de un rato.

—Que los haya invitado porque Miles me rogó no significa que aceptaré que nadie de esta familia salga con ellos. Ya suficiente humillacion tendremos que pasar al momento en que entren a esta casa—dice mi madre sin despegar sus ojos del periódico. Milo la mira un poco molesto y yo solo suspiro. Aquí vamos de nuevo...

—¿Acaso los conoces como para categorizarlos madre?

—No necesito conocerlos para saber que su clase social es definitivamente inferior a la nuestra Milo. Puedes hacer lo que quieras con esa joven pero ustedes bien saben que su futuro depende con quien se casen y que se casen con alguien como ellos no es algo que jamás permitiría. Asi que espero que te comportes en la fiesta, vendrán muchos amigos de nosotros, con hijas hermosas, asi que no pienses en perder el tiempo con alguien ellos.— dice antes de pararse y marcharse.

Milo se le queda viendo con la mandíbula tensa. Trato de hablar pero mi hermano se para antes.

—No Mia, no.—dice antes de pedirle a una de las sirvientas que le den la llave de su auto.

Milo entra a la casa y yo suspiro. Miro mi desayuno que está a medio comer y hago una mueca de asco. Miro el pastel y antes de ceder ante un impulso niego con la cabeza y me paro.

—¿Adonde fueron todos?—me sobresalto al escuchar la voz de mi padre que me mira desde la piscina, al parecer se había quedado dormido sobre el flotador otra vez así que había olvidado que seguía ahí.

—Miles fue a jugar, Milo creo que salió y mamá entró a la casa, supongo que estará terminado los últimos preparativos para la fiesta de Miles.

—Si... Ha estado un poco estresada por eso, que ustedes nacieran en fechas similares no le ayuda nada a sus nervios.

—Vendrán los nuevos vecinos, no sabía que había nuevos.—mi padre hace una pequeña mueca y asiente.

—Si... No se lo menciones a tu madre, no está muy complacida con ellos, para serte sincero me da miedo preguntarle el por qué su actitud.—dice y me regala una cara de miedo que me hace reír.

Miro mi blanca casa y me quedo pensando en las palabras de mi padre.

—Milo parece interesado en la hija mayor de los vecinos.—le digo y mi padre me voltea a ver con una ceja levantada.—Cuando se lo mencionó a mi madre casi se matan aquí mismo.

—Tu madre tendrá sus razones...

—¿Qué sean de categoría diferente es una razón válida?—mi padre hace una mueca y yo suspiro.

—Tu madre solo quiere protegerlos, proteger lo que es nuestro.

—Lo material no es lo más importante padre.

—No será lo más importante pero es necesario para sobrevivir en este mundo.—hago una mueca, mi padre sale de la piscina y se sienta en la orilla, me hace una seña para que yo haga lo mismo.—Cuando empecé con este proyecto no tenía nada, apenas me alcanzaba para comprar una bici, con mucho esfuerzo logramos  estar donde estamos. No fue nada fácil, al menos para mi no lo fue. Tú madre nació en una de las casas de esta residencial, una de las más grandes cabe recalcar, a pesar de que tu abuela quería que ella encontrara un esposo de la misma clase social pude convencerla de que yo realmente amaba a tu madre, no fue nada fácil eso tenlo por seguro.— dice y mis ojos se abre un poco, al desconocer lo que me estaba contando.

Sabía que habían empezado en la nada con la empresa y que mi madre había nacido en una cuna de oro pero no sabía cuanto le había costado a mi padre poder estar con ella.

—La abuela te ama más que a nadie, no puedo imaginármela odiándote.— digo y mi padre ríe haciendo muecas raras, como si recordara todo lo vivido.

—Era un joven que apenas podía pagar sus estudios, un joven impensable para la clase alta. Huimos muchas veces de tu abuela, de lo que ella hacía para separarnos. Nunca nos rendimos y pude demostrarle a ella y a todos que con mucho trabajo se puede llegar a la cima, y que al hacerlo el corazón no cambia. Por que han pasado los años y el mismo amor que tengo hacia tu madre sigue intacto.— sonríe y me obligo a devolverle la sonrisa. 

No dudo que los sentimientos de mi padre sean reales, la verdad me sorprende que sean ciertos. Siempre me he preguntado si mi madre se hace la difícil de amar a propósito.

Mi padre nota que me quedo pensativa así que continua hablando.

—Tú abuela aprendió a amarme, pero eso no fue suficiente para mi madre. La relación entre ellas nunca fue la misma. Ella aceptó lo nuestro pero tu madre siempre le hace saber que aunque no lo aceptara, los dos seguiríamos juntos.

—Entonces.— digo volviendo al tema de antes.— Si empezaron con nada, viviendo todo lo que vivieron, ¿por qué no mirar igual a las personas que están como estaban ustedes? ¿Por qué mi madre tiene ese pensamiento sobre ellas...bueno si tú...ya sabes...eras de ellos?

—Las cosas cambian Mía, y sé que tu madre puede ser algo exagerada en muchos aspectos pero en el momento de proteger lo que será tuyo y de tus hermanos yo también me pondré en una posición similar si la única solución es pelear. Hay gente mala que lo que quiere es ver a los demás en la miseria, gente oportunista, simplemente mala.—dice y señala la casa que está frente a nosotros.— Todo esto es tuyo y de tus hermanos y lucharé de la mano de tu madre para que siga siéndolo. No podemos dejar a cualquiera entrar, pero bueno, si es realmente el indicado podría ayudarlos a revelarnos contra tu madre.— dice y yo me río a carcajadas, sabiendo que nadie de la casa tendría las agallas de hacerlo—No te preocupes por Milo, sabes como es, de seguro se encapricha un poco con la chica pero se emocione al ver a otra. No estoy orgulloso del comportamiento de tu hermano pero sé que es un buen chico. Logrará sentar cabeza ya lo veras.

—Me sorprendería mucho verlo.












Richard Heinzee como

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