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Capítulo 3

Mis primas entran al cuarto ya bañadas, con una toalla cubriendo su cuerpo y otra su cabello.

Lisa se me queda viendo raro, es normal ya que desde que Isaac salió del cuarto me he quedado paralizada, con mi cuerpo aun pegado a la pared, mi respiración entrecortada y mis mejillas posiblemente más rojas que un tomate.

Cuando noto su mirada pego mis ojos a los suyos, ella levanta una ceja y yo solo río nerviosa antes de tomar mi toalla que está tirada y salir del cuarto para colgarla en el jardín.

Cuando estoy subiendo las escaleras recibo un mensaje de mi madre.

Miro la hora antes de verlo y luego lo hago.

"¿Vendrán pronto? Tenemos que estar antes en el hotel para hacer los últimos preparativos"

Suspiro antes de responderle algo rápido.

Entro al cuarto y me doy cuenta que mis primas se han puesto pijama de nuevo. Abro la boca para regañarlas pero Lila habla antes.

—Nos cambiaremos en tu casa, mi madre mandó los vestido ahí así que no te enojes.—dice peinando su cabello.

—Bien, nos tenemos que ir en 5 minutos si queremos estar listas a tiempo.

Mis primas asienten y siguen peinando su cabello. Lisa sigue secándose el cabello para luego plancharlo mientras que Lila empieza a encolocharlo.

Me quedo viendo su reflejo por un momento, a pesar de ser hermanas son polos opuestos.

Lisa es la niña más femenina que el mundo ha podido conocer. Su pijama rosado bebé lo demuestra a la perfección. Su largo pantalón de rosas y su camisa corta que deja ver su plano abdomen. Su castaño cabello le queda hasta las caderas y es tan grande que cualquiera podría sacar siete pelucas de ahí.

Miro a Lila y me río un poco por su expresión por haberse quemado con la plancha. Ella a diferencia de su hermana le gusta más los colores oscuros, las camisas exóticas y las botas negras. Su cabello café igual que su hermana está cortado hasta sus hombros y unos cuantos mechones verdes están desperdigados por toda su cabeza. El arito en su nariz hace que vista con luz se vea simpática por el brillo.

Salgo del cuarto y dudando un poco toco la puerta de los chicos.

Me impaciento por no recibir respuesta pero luego es León el que abre un poco la puerta, dejándome ver únicamente su rostro.

—¿Puedes decirle a Milo que si quiere irse conmigo tiene que estar listo en 5 minutos?—León voltea hacia el cuarto, le dice algo a mi hermano y luego saca su cabeza de nuevo.

—Se quedará, iremos a cenar con unos amigos, yo lo iré a dejar luego.—dice y yo asiento.

Mi primo cierra la puerta y yo entro nuevamente al cuarto de las chicas.

Está vez las encuentro peleando por una mochila.

—¡Está es mía!—grita Lisa.

—¡La tuya es la rosada con azul!

—¡Esta es la rosada con azul!

—¡No! ¡Esta es la azul con rosado!—las dos siguen peleando y yo río al verlas.

Luego de un rato las dos chicas sacan una sola mochila, que nunca se supo de quién es, llena de maquillaje, zapatos y varias cosas que disque ellas dicen necesitar para estar listas.

Tomo las llaves de mi auto, me despido de mí tía, le agradezco por dejarme hacer una fiesta en su casa, me disculpo por el desastre de esta mañana y finalmente las tres salimos y nos dirigimos a mi casa.

—No nos despedimos de Isaac.—se lamenta Lila cuando ya estamos lejos de su casa.

—Mia si lo hizo.—susurra Lisa y yo la volteo a ver por el espejo de retrovisor. Mi pequeña prima me sonríe traviesa y yo frunzo el ceño.

—¿Qué?—pregunta Lila que se había quedado distraída con su celular.

—Nada.—responde su hermanita y luego se acuesta en la parte trasera.

Mi respiración se regula por un momento pero me hago la loca. Sigo manejando hasta que llegamos a mi casa.

Cuando estoy a punto de parquearme no puedo evitar sonreír.

—¡Mira! Que lindo.—grita Lila y apunta a uno de los balcones del frente de mi casa.

Unos globos plateados con el número 18 están amarrados en el barandal.

Parqueo el carro y cuando salgo puedo ver que en la mesa del balcón hay una gran caja llena de rosas. Sonrío alegre antes de sacar mis llaves de la casa. Antes de que pudiera introducirlas en la puerta esta se abre dejándome ver a mi padre con una gran sonrisa en la cara.

—¡Aquí está mi compleañera!—mi padre me jala hacia él y me atrapa en un gran abrazo de oso. Me río ante su agarre y le devuelvo el abrazo con ganas.

—Me voy una noche y ¿ya despediste a Martín?—me burlo y mi papá se ríe negando con la cabeza.

—¿Es tan raro que un padre quiera abrirle la puerta de la casa a su amada hija?

—Si.—decimos las tres, es ahí cuando mi padre nota la presencia de mis primas y las atrapa en un abrazo de oso. Mis primas se quejan un poco pero mi padre no las deja ir.

Me río ante la escena.

Me sobresalto al sentir que algo agarra mis piernas. Boleto hacia abajo y lo único que veo es una enorme sonrisa y unos bonitos ojos cafés.

—¡Miles!—me agacho para recibir bien el abrazo de mi hermano menor.

—¡Mia!—se tira sobre mí lo que hace que me desequilibre, caigo de nalgas con él encima de mí. Me rio por eso pero lo abrazo más fuerte.— Mamá dijo que vendrías más temprano.—hace un puchero y yo lo despeino.

—Si, mamá dijo eso por qué mamá pensó que así sería.—al escuchar esa voz los dos volteamos hacia arriba. Mi madre está al pie de las escaleras principales con los brazos cruzados y una enorme sonrisa en el rostro.

Mi hermano se para y me tiende la mano para ayudarme a pararme. Me río ante su concentración, me hago la que me caigo para que él sienta que está poniendo fuerza realmente.

—¡Pero que fuerte eres!—le digo y mi pequeño hermano me muestra sus inexistentes músculos.

—Ve a jugar Miles, Elena ya tiene la piscina lista para ti.—dicho esto mi hermano me tiende las manos, me agacho ante él, Miles pasa sus brazos atrás de mi cuello y besa mi mejilla fuertemente, luego sale corriendo hacia la cocina.

—Preguntó mucho por ti esta mañana.— me dice mi madre antes de acercarse a mí y abrazarme.—Feliz cumpleaños Mia.

—Gracias mamá.—le digo regresándole el abrazo.

—¡Tía Marcella!—gritan mis primas llegando a abrazarla. Mi madre les devuelve el abrazo feliz.

—Tienen que ir a cambiarse, ya casi es hora de irnos.—les dice mi madre y mis primas asienten antes de salir corriendo hacia la segunda planta.

—Aún hay tiempo para cancelar.—digo y mi madre me voltea a ver seria.

—Ni hablar Mía, los 18 tienes que celebrar como corresponde.

—¿Con un té con gente adulta?—hago una mueca.

—Con la familia, tus tías, primas, abuelas, bisabuelas y todos los derivados. Ve a cambiarte y no quiero escuchar una palabra más, tu padre sigue molesto que el té solo sea para mujeres. Lo convencí diciéndole que podía hacer una pequeña aparición al final. Así que ve, corre.—dice, ruedo los ojos, tomo mi maleta y empiezo a subir las gradas.

Llegando al segundo piso puedo escuchar la música que resuena por todas las paredes. Me río cuando veo que la puerta de mi puerta está un poco abierta y veo a Lisa y Lila bailando de un lado al otro.

Entro al cuarto y cierro la puerta detrás de mí.

—¡Mia!—grita Lisa. Me agarra del brazo y me lleva a mi vestidor, me sube a la pequeña tarima y me pone delante de los grandes espejos. Saca un vestido del closet de la derecha y me lo pone enfrente.— Te verás hermosa.—sonríe y yo hago lo mismo.

Pasamos la última hora bailando, peinándonos, maquillándonos y finalmente poniéndonos nuestros vestidos.

Lisa sale del vestidor con un vestido corto azul pastel, sus tacones piel la hacen ver un poco más alta, no mucho ya que alta no es para nada. Lila sale con un vestido morado un poco más fuerte, sus tacones negros la hacen resaltar. Y finalmente les enseño mi vestido.

Salgo del vestidor con un vestido rosado bebé, los hombros están al descubierto y el corte va desde la mitad de mis brazos hasta mi pecho. Se ajusta perfecto a mi cuerpo hasta mi cadera donde unas pequeñas ondas caen hasta no más allá de mis rodillas.

Mis primas sonríen al verme, pero antes de decir cualquier cosa mi padre toca la puerta. Al dejarlo entrar puedo ver como sus ojos se aguadan.

—Mi niña...—dice acercándose a mí y abrazándome nuevamente.

—Por favor papá, no es la gran cosa.

—Tu eres la gran cosa.—dice y yo río ante sus palabras. Luego se separa de mí limpiando una pequeña lágrima, miro a mis primas y ellas sonríen ante la reacción de mi padre.— Bueno...Tu madre me ha mandado a llamarlas, el auto ya está esperándolas así que es hora.

Mis primas asienten entusiasmadas, tomas sus bolsas y salen del cuarto despidiéndose de mi padre.

Yo me quedo unos minutos más ahí, me veo una vez más al espejo y ladeo un poco la cabeza.

—Te ves perfecta hija, siempre te has visto perfecta, no lo dudes ni un segundo.—le sonrío a mi padre desde el reflejo. Asiento suspirando un poco.—Aún no has visto mi regalo ¿cierto?

—Creí haber dicho que no quería nada este año, el té es más que suficiente y para serte sincera no es algo que yo quiera.—mi padre se acerca a mí y pone sus manos en mis hombros desnudos.

—El té es algo que siempre le ha ilusionado a tu madre, su madre se lo dio cuando ella cumplió los 18 y su madre hizo lo mismo con ella.—dice y yo hago una mueca. Mi padre se ríe. Él sabe más que nadie que hacer las cosas por qué la historia de la familia lo ha hecho nunca me ha gustado. Estar obligada algo solo por que mi tatara-abuela lo hizo no es algo que me agrade.—Sabes tu madre enserio, enserio quería una niña, luego que tu hermano naciera nos costó mucho tener otro bebe, tres años pensarás que es poco pero no para ella. Ella quería un bebé al instante de tener a Milo. Cuando supimos que eras un niña y que estabas sana ella no podía con la felicidad.

Mi padre sonríe perdido en sus recuerdos. Aparto mi mirada de él y me miro. Asiento y le sonrío.

—Está bien, haré lo que mi madre quiera.

—Muchas gracias hija, ella estará feliz. Pero bueno, antes de que nos mate a ambos, te daré tu regalo rápido.—sin querer seguir discutiendo asiento y me pongo de pie. Mi padre va hacia el balcón y entra con la caja de rosas.

—¡Las rosas! Las había olvidado, las vimos cuando entramos.—le digo sonriendo.—Muchas gracias papá.

—Hay algo justo en medio.—me da la caja y yo lo miro con una ceja levantada. Me siento nuevamente poniendo la caja sobre mis piernas. Busco entre las rosas y me encuentro con un a pequeña cajita.

—Papá...—empiezo a negar pero él me para.

—Déjame consentirte por una vez, es tu cumpleaños.—dice y yo ruedo los ojos con una sonrisa.

Miro la pequeña caja por unos instantes, miro a mi padre y noto que está muy nervioso, sé que tiene miedo que no me guste, pero eso es imposible, ser el jefe y fundador de la cadena de empresas de joyerías más grande de Italia le ha dado experiencia para conocer bien a sus clientes, y venderle lo que mejor le quede.

Abro la caja y me encuentro con un anillo de forma de corona. Todo el anillo tiene incrustaciones de diamantes, pequeños diamantes que brillan mucho.

Una de mis manos van hacia mí boca para tapar la sorpresa. Me quedo mirándolo fijamente por unos instantes, instantes en que mi padre se impacienta cada vez más.

—¿No te gusto? Si no te gusta puedes cambiarlo, puedo llamar a Martin ahora mismo y hacer un cambio, es más puedes llevarte más, ¿quieres otro? ¿Cuántos quieres? Podemos hacerlo como quieras....

—¡Papá!—lo interrumpo y mi padre me mira sudoroso.— Me encanta, es perfecto.—le digo sinceramente y mi padre suspira aliviado.

—Me alegro hija...—se sienta a la par de mía y tiende su mano.—Dame, te lo pondré.

Le sonrío a mi padre y le paso la pequeña caja. Con mucho cuidado agarra el fino anillo, toma mi mano derecha y desliza el anillo en el dedo índice. Los dos sonreímos mirando el anillo en el dedo.

—Gracias papá.—le digo y lo abrazo fuerte. Escucho un sollozo y me separo con una mirada amenazadora.

—Lo siento, sé que prometí no llorar pero no puedo evitarlo. Pero bueno, baja, tu madre ha de estar que mata a cualquiera.—dice y yo río.

Beso su mejilla antes de bajar corriendo las escaleras.

Mi madre me mira seria pero yo le sonrío, beso su mejilla y levanto mi mano para mostrarle el anillo. Mi madre abre la boca por la sorpresa pero antes que diga algo me río y salgo corriendo fuera de casa.

Me quedo paralizada al ver el carro que pidieron.

—¡Vamos Mía! ¡A disfrutar tu cumpleaños!—grita Lila mostrándome una botella de champán a través de la ventana de la limusina.

Volteo a ver a mi balcón y encuentro su mirada de mi padre.

—Lo siento, ese era mi segundo regalo, sé que las odias pero no soy tu padre y no puedes decirme que no.—dice con una sonrisa. Niego con la cabeza, voy a responderle pero mis primas me jalan dentro. La puerta se cierra y luego que mi madre entre a la parte de adelante nos vamos al té de mis 18.

La limusina para frente a un hotel. Mi madre sale primero y empieza a lanzar órdenes de un lado al otro. Mis primas y yo reímos un poco al verla y ver la cara de asustados de todos los meseros.

—¿La ultima?—pregunta Lisa tomando la casi vacía botella.

—¡Basta!—la para su hermana, le quita la botella y vuelve a poner en su puesto.—Estas bebiendo mucho y aun eres muy pequeña.

—Lila, eres un año mayor que yo.—dice y empiezan a pelear de nuevo.

—¿Entramos?—pregunto interrumpiéndolas, las dos me voltea a ver y sonríen. Las tres salimos y empezamos a caminar hacia el hotel

Un joven con amable sonrisa nos pregunta hacia dónde nos dirigimos, como mi madre no se dignó en esperarnos o siquiera decirnos en que salón ha planeado todo le preguntamos al señor. Él, amablemente nos guía.

Caminamos unos minutos hasta que el señor nos abre un puerta dejándonos ver unas 10 mesas vacías.

La decoración no es de sorprenderse, cuando mamá quiere fiesta eso tiene.

Todo es de color rosa pastel, hay flores de ese color por todos lados, la mesa de postres está para ser diabética y el stand de fotos está impresionante.

—Mía ven aquí.—dejo a mis primas para que busquen su asiento, ya que nadie puede sentarse libremente, mamá ha puesto puestos asignados.—¿Qué te parece?

Frente a mi madre hay un señor que por su ropa parece ser un pastelero, el señor se encuentra un poco nervioso y suda un poco más de lo normal, los efectos de Marcella Ricci claro está.

Quito mi mirada del señor y lo pongo en los dos pasteles frete a mí. Sonrío al verlos.

—¿Podré elegir mi pastel este año?—pregunto y mi madre rueda los ojos.

—No te sorprendas tanto, tampoco soy un monstruo.—me río ante su respuesta.—En fin, escoge rápido, las invitado están a punto de llegar.

Mi madre se retira y yo me quedo mirando los pasteles, uno es un cheese cake con fresas y caramelo y el otro es un cardenal con fresas y caramelo.

—Quiero ambos.—le digo y el señor suelto un pequeño suspiro de susto.

—Pero... Señorita su madre...

—Quiero ambos.—repito.—Muchas gracias.—le digo y el pastelero solo asiente asustado.

Vuelvo con mis primas y me siento a su lado.

Y de un momento a otro la gente comienza a llegar.

La tarde pasa de plática en plática, las amigas de mi madre me miraban de reojo y fingen una sonrisa. Mi familia me abraza y lloran, me entregan costosos regalos que yo amablemente rechazo. Claro que mi madre no me deja hacerlo ya que es descortés.

Un par de horas después regreso a mi mesa, me siento agotada junto a todas mis primas.

Lisa me abraza y me alienta. La abrazo de regreso y me entregó un beso en la cabeza.

Noto una mirada bastante intensa sobre mí, del otro lado de la mesa está Alina, una prima de parte de mi padre.

—Alina...No te había visto, pensé que tu madre había venido sola.

—Mi padre me trajo.—dice cortante. La chica me da una mirada de arriba a abajo con un mueca de asco.— Bonita fiesta que te creó tu madre. Pensé que iba a estar más interesante pero bueno...

—Tienes toda la libertad de marcharse cuanto gustes, hazlo tú que puedes.—le digo y le entrego una de mis mejores sonrisas.

—Mi padre prometió darme un auto a cambio de venir por eso estoy aquí.

—Interesante. ¿Que marca?—le pregunto y mi prima duda un poco.

—La mejor de todas.—dice rápidamente y yo río.

—¿Que marca?—le pregunto nuevamente.

—¡Eso no te incumbe!—me dice poniendo sus manos sobre la mesa y sobresaltando a cualquiera que esté cerca.

—Tranquila Alina, no vaya a pensar la gente que estas ya sabes.—pongo mi dedo sobre mi nariz y aspiro. ruidosamente. Mi querida prima se para ofendida.

—¡¿Como te atreves a acusarme de algo así?!—grita un poco. Cuando se da cuenta que la gente la mira se endereza, traga, alisa su vestido y vuelve a sentarse.

—Lo siento, no quise ofenderte de ninguna manera. Ya sabes, solo me sorprende que tu papi no se haya dado cuenta que su hijita tiene más coca que cerebro. Aunque supongo que es normal de tal palo tal astilla.—Lila y Lisa se ríen por lo bajo, lo que hace que Alinea las mire con odio.

—Que sea tu cumpleaños no te da derecho a hablarme así.

—Oh perdón, ¿te hablé mal? No quise enserio. Solo preguntaba porque me preocupo por ti.

—¿Mia?—mi madre me llama y Alina se sobresalta.

—¿Madre?—ella me hace una seña para que me acerque.—Discúlpenme, Alina fue un gusto hablar contigo.— Me levanto, tomo a Lisa y a Lila de sus manos y me acerco a mi madre.

—¿Todo bien?—pregunta mi madre y mira a Alina que está de espaldas respirando muy fuerte.

—No creo que tu querida sobrina haya tomado bien que papá haya despedido a su padre.

—Sabía que no había sido buena idea invitarla. A pesar de que la hermana de tu padre rogó por que no lo despidieran tu tío ha tenido serios problemas con las drogas.

—¡Qué sorpresa! Su hija igual.—digo y mis primas ríen.

—¡Basta! Sé que ella te ha ocasionado muchos problemas, siendo una hija no querida en su casa sé que siempre ha tratado de perjudicarte en todo hija. Pero no podemos vivir pensando en la gente que nos ha hecho daño. Ignoremos esto y sigamos. Ven que quiero presentarte a unas personas.

Suspiro enojada y sigo a mi madre.

Finalmente luego de la cena las cosas se tranquilizaron. La gente comenzó a irse así que aprovecho para sentarme y descansar un poco mis pies.

—Mia, levántate, tu hermano vendrá por nosotras, iré a ver lo de tus regalos para ver si pueden meterlos todos en el auto o si tengo que pedir un taxi.

Mi madre sale del salón. Me paro con pereza y antes de salir mi mirada se va al balcón del salón.

Sin pensarlo mucho salgo, la puerta se cierra detrás de mí pero yo me concentro en la increíble vista que está frente a mí.

Me abrazo a mi misma y suspiro dejando salir un poco de aire blanco.

Me río antes eso, luego dirijo mi mirada hacia el cielo y observo la hermosa luna que está iluminando toda la ciudad.

—Pensé que ya te habías ido.—me sobresalto al escuchar una voz. Me volteo y al ver quien es pongo un a mano sobre mi pecho.

—Casi me muero del susto.—le digo y el chico ríe.

—Que exagerada.

—Hablo enserio, casi me caigo del balcón y todo.

—Ah ¿enserio?

—Si y tú hubieras sido responsable de mi muerte, ¡en mi cumpleaños! ¿Sabes lo triste que hubiera sido? Joven muere en su cumpleaños numero 18, sola, congelada y completamente aplastada.—digo moviendo mis manos. Isaac levanta una ceja y me mira con una sonrisa de burla. Suspiro avergonzada, me abrazo a mi misma otra vez y volteo a ver la vista otra vez.—¿Qué haces aquí?

—Vine a recoger a Lisa y Lila.

—Así que...¿solo viniste a eso?—pregunto jugando con el barandal.

—¿Querías que viniera por otra cosa?—pregunta ladeando su cabeza para tratar de unir nuestros ojos. Yo lo volteo a ver y miro una pizca de curiosidad en su mirada. Titubeo un poco.

—Claro que no. Solo...no sabía que vendrías.

—¿Soy yo o esto es un deja vu? Si es así, ¿cuando no besamos?—dice acercándose un poco a mí, riendo lo aparto con un golpe.

—No juegues.

—No lo hago.—dice serio, lo miro directo pero luego el chico comienza a reír fuertemente. Niego con la cabeza y lo empujo nuevamente haciendo que su espalda se pegue al barandal. —Lo siento lo siento, hubieras visto tu cara.—dice y yo sigo pegando.

Isaac deja de reírse y sujeta mis manos, trato de zafarme pero me es imposible.

—Suéltame.

—¿Qué me darás a cambio?

—Una patada donde más te duele.—le respondo y él ríe.

—Pero que violenta.—dice y suelta mis manos. Ruedo los ojos y vuelvo a ponerme frente a la vista. Nos quedamos en silencio uno segundos, escucho el ruido de la ciudad de noche y mi corazón que palpita más rápido de lo que debería.—La verdad vine a desearte un feliz cumpleaños.—dice el chico y yo lo volteo a ver. Nuestros ojos se conectan nuevamente.

—Ya me lo has deseado.

—Lo sé, pero bueno nunca es suficiente ¿no?—dice tocándose el pelo.

—Supongo que no.—digo.

—¿Mía?—escucho la voz de mi madre.

—¡Enseguida voy!—grito de regreso. Volteo a ver a Isaac que se ha quedado pensativo viendo la vista.— Bueno...me tengo que ir.

—Si...—el chico voltea a verme, no quedamos parados uno frente al otro sin saber bien qué hacer. Me acerco a él par darle un beso en la mejilla pero cuando quiero separarme Isaac sube los brazos para abrazarme.

Me quedo sin aliento ante su acción y debido a eso no logro regresarle el abrazo tan rápido.

Escucho al chico suspirar sobre mi cabello. Frunzo el ceño antes eso pero luego él tiene la iniciativa de separarse.

—Adiós Mia.—dice acercando su rostro para darme un pequeño beso en la mejilla.

Luego de eso Isaac entra al salón y me deja ahí, deseando de él mucho más que un simple beso en la mejilla.












Stefany Valcácerl como

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