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Capítulo 27

Dejo caer mis llaves en la mesa de la entrada. Miro mis sucios tenis negros y decido quitármelos antes de entrar a la casa.

Todas las luces del pasillo principal parecen apagadas y desde afuera no se veía a nadie en la segunda planta.

Isaac se fue a su casa prometiendo escribirme cuando llegara, una tormenta empezó a caer pocos minutos después que terminamos de hablar frente al hospital así que le pedí que tuviera cuidado.

Cierro mis ojos cuando mis calcetines, un poco húmedos, se posan sobre el helado piso de la casa.

Mi cuerpo sigue temblando un poco pero no creo poder llorar más en esta semana.

Mis ojos se cierran por el cansancio a cada paso que voy y no puedo pensar en otra cosa más que subir a mi habitación a dormir.

—Mia.—mi cuerpo gira hacia el pasillo que va hacia la cocina.

Mi mano apenas tocando el barandal no se despega a pesar que giro mi cuerpo para ver la figura de mi madre.

Lleva su pijama con un enorme suéter que llega hasta el piso, lleva una taza en las manos y se ha amarrado el cabello en un moño.

Es una imagen de Marcella Ricci que solo sus hijos y esposo tienen el lujo de ver. Más humana que nunca a pesar de llevar algo tan normal como un pijama.

Tal vez es por eso mismo.

—Pensé que ya estabas dormida.—digo esperando no verme tan mal como me imagino que me veo.

—No pude conciliar el sueño, baje por un té para ver si eso ayuda.— dice señalándolo con la mirada, yo asiento y le sonrío sin mostrar mis dientes.

Cierro mis ojos un rato y dejo salir aire por mi nariz.

—Lamento llegar tan tarde, Fabrizia estaba muy habladora hoy, me daba pena cortarla. — le digo sin mentirle del todo.

Fabrizia está respondiendo bien al tratamiento y eso hace que se sienta mejor. Ha pasado molestando a su pobre hermano, más desde que este se cortó el pelo en un lugar donde claramente no entienden lo que "solo las puntas" significa.

A pesar de eso no me llevó tanto tiempo como la plática que tuve con Isaac, que de hecho fue la plática más sincera que he tenido con alguien.

—Me alegra escucharlo. — dice y se que sus palabras son honestas.

Mi madre es una persona que juzga a todo y a todos pero, a pesar de la diferente manera en que Fabrizia se viste, mi madre siempre vio a la pequeña niña y desde el primer momento que llegó a casa y la conoció, empatizó de una manera muy extraña con ella. Mi madre ha estado pendiente desde que supo su enfermedad.

—Iré a descansar madre, espero puedas dormir.—le digo cuando siento mis débiles piernas temblando.

No espero respuesta, empiezo a subir las gradas lentamente. Pero la voz de mi madre me detiene.

—Milo me contó.—mi cuerpo tensa y en mi mente vuelve la conversación que tuve con mi hermano. — Me alegra que fueran a la heladería, me acuerdo cuando íban de pequeños, sí que les encantaba.

Miro a mi madre, que se ha quedado mirando su té, tratando de que mi corazón no explote en mi pecho.

No dice nada más así que me río nerviosa.

—Si, el helado siempre ha sido muy bueno. — mi boca se seca y no escucho más que la palpitación de mi corazón en mis oídos.

—Me dijo lo de Orazia.—mi madre levanta la mirada, mi cerebro tarda unos segundos en entender qué es lo que le dijo mi hermano y al entenderlo, tengo que controlarme con todas mis fuerzas para no suspirar de alivio.

Asiento repetidas veces, ganando tiempo para respirar un poco.

Me siento en las escaleras y mi madre se acerca a mí mirándome con una pequeña mueca triste.

—No sabía lo que pasaba con su novio. — me dice, esta vez, esperando que hable.

—Lo sé, era horrible, sufrió bastante y no pude hacer mucho para ayudarla.—le digo y le regreso la mueca.

—Siento decir que deberías de buscarte a alguien como él.—dice y yo me río un poco, recordando las palabras de mi madre en la fiesta de Miles.

—No te preocupes, he logrado captar quienes sí valen la pena. Carlo nunca lo valió, Oralia merecía más.

—Hablé con su madre.—susurra, temiendo mi reacción. Mis ojos la miran con alarma, miedo, pensando que Orazia no hubiera querido que nadie más que yo supiera lo sucedido. — Ella me llamó, estaba muy mal por su hija, ella no estaba muy enterada de lo que pasaba. La encontró un día muy golpeada pero ella se creía las mentiras de Orazia, ya sabes, que se caia o se golpeaba con algo. Orazia finalmente se sinceró y pidió ser enviada a España.

Yo asiento, tratando de recordar algunos golpes en cuerpo de mi amiga, pero no hay nada que llega a mi memoria.

—Odalis me mantendrá al tanto de la condición de su hija.—mis ojos se levantan del suelo nuevamente un poco preocupada. Orazia no hubiera querido que yo supiera nada, ella me lo contaría cuando se mejorara, cuando regresara. Me dijo que no la buscara.

—Es más por el bien de la madre que por el hecho de querer contárnoslo, no tiene con quien más desahogarme. — me explica a mi madre, como si pudiera leer mi mente.

Asiento, y suspiro un poco.

—Sé que se pondrá bien, es muy fuerte. — le digo y me sobresalto un poco cuando siento como mi madre aprieta mi mano como señal de apoyo.

Le sonrío y ella me regresa la sonrisa.

—Estoy segura de que si. — asiente. — Bueno creo que es hora que ambas subamos a dormir un poco.

—Me parece bien. —río antes de suspirar, sintiendo nuevamente un gran peso en mi espalda.

Caminamos juntas hasta la puerta de mi cuarto que es la más cercana. La abro y luego me giro para despedirme de mi madre.

Sin poder predecirlo mi madre me regala un abrazo que me deja un poco paralizada.

—¿Mamá?—escucho un susurro en mi oído y me alarmo pensando que podría estar llorando.

—Sé que no soy una persona fácil hija, sé que no lo soy pero realmente espero que puedas tener la confianza conmigo para contarme si algo malo está pasándote. Sé que no es fácil abrirse y mucho menos con un padre pero tanto tu padre como yo siempre estaremos para apoyarte ¿si? No lo olvides.—mi madre se separa y me sonríe, su mandíbula tiembla y sus ojos están llorosos, yo solo logro asentir antes de recibir un beso en mi mejilla y verla caminar por el oscuro pasillo hacia su habitación.

Entro a mi cuarto, camino hacia mi closet quitándome toda la ropa, quedando completamente desnuda frente al espejo.

Miro mi cuerpo sin una pizca de emoción en mis ojos.

Apago las luces y luego de ponerme ropa interior y una camisa gigante me quedo dormida sobre mi cama.

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El sonido de mi teléfono hace que me despierte. La fuerte luz que entra por mi ventana me hace quejarme. Cuando encuentro mi celular noto que no lo he puesto en modo avión como acostumbro todas las noches, así que la increíble cantidad de mensajes lograron despertarme sin pudor.

Bostezo estirando aún con los ojos medio cerrados.

Pongo dos dedos sobre mis ojeras pensando que hasta puedo sentir el hoyo negro que se están formando por mi falta de sueño estos últimos días.

Los exámenes para aplicar a las universidades están cada vez más cerca.

Nunca me ha costado estudiar, la verdad es que estar concentrada en algo por mucho tiempo me ayudaba a distraerme de todo. Mis notas no son tan malas y aprender todo para el examen es algo fácil.

Por eso, inútilmente creí poder con dos exámenes de admisión completamente diferentes. Administración de empresas que quiere mi madre o gastronomía, que es mi carrera frustrada.

Si me admiten en gastronomía tendré algo por lo cual luchar, si no simplemente seguiré el camino que mi madre quiere para mí y no sacaré a tema la carrera. De nada sirve traer una discusión a la mesa si tal vez no tengo lo que se necesita para la carrera. Todo lo decidirá el qué tan bien manejo mi tiempo para sobrevivir estas semanas que vienen.

Mi celular empieza a vibrar nuevamente. Me río un poco al ver los amenazantes mensajes así que voy a ducharme.

Bajo las escaleras ya cambiada, frunzo el ceño al escuchar el ruido normal de un sábado por la mañana.

—Buenos días señorita Mía.— la dulce voz de Martin me recibe en la cocina.

Se encuentra sentado en la isla con algunos papeles en la mesa.

—Buenos días Martin, ¿Cómo se encuentra hoy?—le sonrío y el señor me regresa la sonrisa bajando sus viejos lentes. Dejando a la vista sus claros ojos azules.

—Maravilloso gracias por preguntar, ¿podría hacerle la misma pregunta?—mueve su mano hacia mí de manera elegante y yo me río un poco.

—He estado mejor pero vamos progresando. Siempre positivos ¿no?—le sonrío sin mostrar mis dientes y él hace lo mismo.

—Me alegro señorita.

—¿Sabes dónde está papá? No pude verlo anoche.—digo mirando a través de las ventanas de la cocina, buscándolo en la mesa del jardín.

—Su padre tuvo que salir por una emergencia en una sucursal fuera de la ciudad, mencionó que regresará alrededor de las 5 de la tarde, puedo intentar comunicarme con él si es urgente.—dice palmeando su saco buscando el teléfono.

—No te preocupes, quería verlo, eso es todo.—le digo haciendo un movimiento con mi mano para quitarle importancia. —¿Milo?

—Si mal no estoy, tenía examen esta mañana.—dice y yo chasqueo la lengua.

—Tienes razón, estuvo estudiando ayer en la mañana. ¿Mamá?

—El señorito Miles tenía una reunión de cumpleaños y su madre se ofreció a acompañarlo.

—Eso es raro. — digo sonriendo.

—Me alegra no ser el único que lo piensa. — dice aasientiendo y yo me rio. — El señor Andrea estaba ordenando las cosas dentro de la cocina, ¿quiere que le pida que le haga desayuno?—pregunta Martin refiriéndose al chef en jefe.

—No te preocupes, no comeré aquí.—Martin me mira con una ceja alzada y yo asiento.—No me mires así, Lisa ha estado escribiéndome desde temprano exigiendo que haga acto de presencia. Desayunaré donde ellos. Bueno, posiblemente no venga hasta mañana, ya sabes cómo es ella.—digo y el señor Martin se ríe dándome toda la razón.

Me despido de él y entro a mi auto para dirigirme a la casa de los Zello.

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Miro mi celular y releo el último mensaje que Lisa me ha dejado.

Los de servicio están de vacaciones pero me dejará la puerta de la cocina abierta para que entre.

Suspiro negando con la cabeza sabiendo que al entrar la encontraré cómodamente dormida en su casa, y que el mensaje lo dejó porque es muy perezosa como para venir a abrirme la puerta ella sola.

Miro a mi alrededor para asegurarme que no hay ningún vigilante cerca, hoy no estoy de humor que me hagan preguntas como ya me han hecho por querer entrar por la cocina.

Tiro mi cartera sobre el muro y empiezo a escalar por la enredadera hasta que logro saltar hasta el otro lado.

Agarro mi maleta y miro el jardín sin poder evitar sonreír al recordar el día después de mi cumpleaños, cuando estábamos desayunando en la terraza y nos llenamos de lodo.

Un sentimiento muy fuerte me oprime el pecho.

¿Por qué siento qué ha pasado una eternidad desde eso?

Sonrío una vez más antes de caminar hasta la terraza.

Abro la puerta de vidrio con mucho cuidado y empiezo a caminar hasta las gradas.

Un ruido en la cocina me hace fruncir el ceño.

Miro la hora de mi celular y mi confusión aumenta creyendo que es imposible que Lisa esté despierta tan temprano.

—¿Ya empezó a cocinar?—susurro para mi misma.

Me emociono al pensar que puedo asustarla así que lo más sigilosa posible empiezo a caminar hacia la cocina.

Cuento hasta tres mentalmente antes de entrar saltando.

Mi boca se abre queriendo gritar pero la escena delante de mí logra que mi garganta se cierre.

El semi desnudo cuerpo de León es lo que tengo delante.

El castaño besa bruscamente a un chico pelinegro mientras lo toma por la cintura, para acercarlo más él.

El pelinegro parecía estar en una lucha interna consigo mismo, querer seguirle el beso o separarse de él.

El ruido de mis pies hace que los dos, asustados, volteen a verme. El pelinegro pone sus dedos sobre sus labios mientras que León sonríe al verme.

—¡Mia! ¡Cuánto tiempo sin verte!—mi primo se acerca a mí con sus brazos abiertos. Me abraza levantándome del piso pero mis ojos siguen en el pelinegro que bajó la mirada para esconder el rubor de sus mejillas.

Mi boca sigue abierta pero cuando Leon me baja yo vuelvo a verlo.

—Lo siento, Lisa me dijo que entrara por detrás.

—Claro, me dijo que vendrías, ella está arriba.—dice poniendo sus manos sobre su cadera señalando las escaleras.

Yo asiento tratando de ver solo los ojos de mi primo y no al chico detrás de él.

—Bueno, los dejo, mucho gusto.—digo un poco nerviosa, el pelinegro levanta la vista y asiente sin realmente mirarme.

Me doy la vuelta y empiezo a subir las escaleras sin poder evitar escuchar como una discusión empieza a formarse en la cocina.

Me quedo un poco pasmada tratando de analizar la situación pero no puedo evitar reír por la vergüenza.

Solo a ti te pasan estas cosas.

Llego a la puerta de las chicas y toco. Sabiendo bien que no recibiré respuesta abro la puerta.

No me sorprendo al encontrar el cuarto completamente oscuro y el aire acondicionado a tope.

Entro dejando mi maleta tirada en el piso.

Salgo corriendo a la cama de Lisa y me meto bajo las sábanas abrazándola con mis brazos y mis piernas.

Empiezo a darle besos en la cara a mi prima y me río cuando escucho sus quejas.

—¡Basta!—se queja apartando mi cara de la suya pero yo pongo resistencia, no me separo de ella.—¡Ya me desperté, ya me desperté!—grita y yo me río

—Buenos días solecito.—le digo burlándome.

Lisa trata de apartar su cabello de su cara.

—¿Cómo has estado?—pregunta aun con los ojos cerrados.

—El colegio está matándome.—me sincero y ella me sonríe. Sabiéndolo bien, debido a que a pesar de que no nos hayamos visto en persona, hemos hecho video llamada algunas noches mientras estudiamos, solo con el fin de hacernos compañía.

Unos veinte minutos después Lisa ya es consciente de lo que pasa alrededor de ella, bueno, al menos ha abierto los ojos que es un avance.

Estamos sentadas sobre su cama, la castaña dándome la espalda mientras yo peino su despeinado cabello con uno de esos cepillos especiales para que no se caiga tanto el pelo.

Según ella.

—¿Adónde está Lila? No la vi abajo.—pregunto viendo un gran nudo es su pelo que hará que mi mano duela.

—Papá tenía una sección de fotos en la playa, Lila aprovechó para ir a surfear un poco.—dice en medio de bostezos.

—¿Y Leon?—pregunto, queriendo saber qué tanto sabe su hermanita de lo que presencié abajo.

—Ni me lo menciones, León ha estado irreconocible últimamente, pasa de fiesta y trae a alguien diferente cada día. Estoy harta de ver la ropa de las chicas por toda la maldita casa.

—¿Chicas?—pregunto, haciéndome la desentendida para ver su reacción.

—¿Si? ¿Preguntaste por León no?—Lisa voltea un poco y noto su ceño fruncido.

—Si, lo siento, tengo un poco de sueño.—digo rápidamente.

Y me quedo pensando que si hoy fue la primera vez que León trajo a un chico. Por que para ocultarlo no hizo muy buen trabajo, cualquiera pudo entrar a la cocina.

Bueno, tal vez sabe que sus hermanas se levantan tarde pero aun así, él sabía que yo iba a llegar, ¿quiso que lo viera? ¿Quiere ver si yo le cuento a Lisa? ¿Esto es una prueba para mí?

—¿Mia?—la voz de Lisa me hace salir de mis pensamientos y yo no puedo evitar reírme de mí misma. Tal vez Leon no pensó todo esto de todos modos.

—Lo siento, estaba pensando en Leon, ¿deberíamos preocuparnos por su comportamiento?—pregunto, siendo lo primero que se me ocurre.

Lisa resopla.

—Nah, ya se le pasará, está buscando atención o amor, lo que sea, supongo que el amor momentáneo es suficiente por ahora. No lo culpo...—dice y frunzo el ceño cuando suspira.— Creo que tengo que preocuparme más por ti, has estado muy distraída hoy, ¿es porque tienes hambre? Podemos bajar a desayunar ahorita si quieres.

—No te preocupes, ya comí.—mi respuesta fue instantánea, como un reflejo. Tan rápida que me hace cerrar los ojos, Lisa voltea a verme nuevamente y su ceño está más fruncido.

—¿Por que comiste? Te dije que desayunábamos aquí.—le sonrío un poco tratando de pensar en la mejor respuesta ante la situación.

—Ya sabes como es Martin, me hizo de comer y no me dejó marchar hasta que comiera delante de sus ojos.—digo riendo un poco, risa falsa y muy notoria.

—¿Por qué hizo eso? ¿Volviste a recaer?—la situación empeoró en dos segundos, Lisa se dio completamente la vuelta y ahora siento como sus ojos recorren mi cuerpo cubierto por un enorme jeans y un hoodie 3 veces más grande que yo.

—No, no—toco su cara, obligando a que deje de observar mi cuerpo y me mire a los ojos. Le sonrío, la sonrisa más real que puedo para que olvide el tema. — Estoy bien, solo quiero ser precavido es todo. No te preocupes.—Lisa entrecierra los ojos, sin confiar en mí del todo.

Suspiro luego de un rato, decidiendo creerme, o eso espero.

—Bien, la próxima vez llamaré a Martin para decirle que yo te alimentaré.—bufa un poco molesta.—Planeaba que comiéramos pero como ya lo hiciste ¿te importa si me ducho? Prefiero bañarme, es muy temprano y no tengo mucha hambre.

—Sin problema, yo te espero. — le digo, conteniendo las ganas de suspirar de alivio ante el cambio de tema.

Lisa me sonríe y besa mi mejilla antes de caminar hacia su baño.

La puerta se cierra detrás de ella y yo me dejo caer en su cama, sintiéndome raramente exhausta a pesar de ser tan temprano en la mañana.

Empiezo a quedarme dormida mirando el techo blanco de Lisa cuando su grito me hace saltar.

—¡Mia!—el ruido de la regadera se detiene unos segundos.—Mamá me compró unos exfoliantes de no sé que, llevo diciendo que los probaré como desde hace una semana pero siempre se me olvida sacarlos de su maleta, ¿puedes ir por ellos? Están en su baño.

—¡Voy!—el ruido del agua empieza de nuevo, salgo del cuarto y camino hacia el de los padres de Lisa.

Toco la puerta, no escucho nada dentro.

—Con permiso.—susurro pero al ver el vacío cuarto cierro la puerta detrás de mí y camino hacia el baño.

Veo la maleta en el suelo y la abro, buscando algo que se parezca a los exfoliantes que mencionó.

Encuentro un tarro y leo las letras en inglés cerciorándose que es lo que es.

Pretendo salir del baño e ir a dejárselo Lisa pero otro bote llama mi atención.

O el pequeño rótulo que está sobre él.

"Advanced weight loss formula"

Mi corazón se acelera.

A mi mente viene la conversación que escuché entre unas señoras con la madre de Lisa en la fiesta de Miles hace algunas semanas.

"—Es un nuevo producto estadounidense que está arrasando en el mercado, te hace perder peso en días, te quita el apetito y te da mucha energía, les traería pero como es tan fuerte se necesita receta de un nutricionista para poder comprarla..."

Volteo a ver la puerta del cuarto, cerciorándome de que nadie haya entrado o nadie se escuche en el pasillo.

Agarro el bote, leyendo las instrucciones y los ingredientes, para ver que nada de lo que traiga pueda hacerme daño o matarme solo con consumirla.

Mis manos tiemblan y en mi mente pasan todas las posibles situaciones que pasarían.

Abro el bote y miro las pequeñas cápsulas verdes.

No lo pienso mucho, tomo dos y me las trago con un poco de agua del grifo.

Mi corazón palpita fuertemente cuando me veo en el espejo.

Miro el bote de nuevo y cuento las pastillas que hay.

Corro hasta la maleta dándome cuenta que hay otros tres botes aun sin abrir.

Mi cerebro verifica los meses que estos equivalen y me lleno de esperanza al saber que la madre de Lisa viajará nuevamente a Estados Unidos antes de que todos esos botes se agoten.

Así que, con mucho cuidado de no hacer tanto ruido dejo caer algunas cápsulas en mis manos metiéndolas en la pequeña bolsa de mi jeans antes de dejar todo como estaba y salir del cuarto.

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