Capítulo dedicado a LuaBj1 <3 gracias por tenerme paciencia y siempre estar aquí dándome apoyo en mis historias. Eres lo más!
Está ansiosa.
Sus dedos juegan en su regazo, sus piernas no dejan de moverse y sus ojos tratan de captar cada objeto que pasa a través de la ventanilla de auto.
Muerde su labio con bastante fuerza, logrando que se enrojezca. Cuando se le resbala entre los dientes, vuelve a repetir lo mismo.
Está más delgada.
No todos podrían notarlo, la verdad, pero si que lo está.
Trata de ocultarlo en un gran suéter que sobrepasa sus manos y que casi le llega a las rodillas. Es un suéter de lana, azul claro y muy cálido.
Sus pantalones también son grandes, tanto que cubren un poco sus tenis.
Está delgada y sabe como ocultarlo.
Mi respiración empieza a agitarse un poco, mis ojos van al espejo retrovisor para cerciorarme que no tengo un auto muy cerca para poder bajar la velocidad.
Detengo el carro lentamente cuando hay un semáforo.
Suspiro antes de voltear a verla. Tiene su mochila sobre su regazo.
Mi mirada va a sus dedos, retengo la respiración cuando levanta sus brazos para moverse el cabello, dejando ver por unos segundos su delgada muñeca.
Su muy delgada muñeca.
Mi mente viaja al hospital, cuando la abracé, no quise comentarle nada y aun ahora no sé si hacerlo sería lo mejor.
Tengo miedo que haya vuelto a recaer y que no tenga la confianza suficiente como para comentármelo, pedirme ayuda o simplemente para tener apoyo de algún lado.
Sé bien que Milo siempre está para ella, pero aun así, al ser su hermano mayor, se entiende que por veces ella no quiera comentarle, para no preocuparlo o para no decepcionarlo.
Por que lo que si sé, es que no hay nadie más triste que ella misma, al estar en algo que le afecta día a día.
Dejo salir la respiración lentamente, inconscientemente mi mano va a la suya, que tiembla un poco mientras sujeta la mochila.
Tomo su mano y ella se sobresalta, me mira algo extrañada pero una pequeña sonrisa sale de sus labios.
Pero se va tan rápido como viene, porque mi mirada está en su mano, en su casi esquelética mano.
Mia pone su otra mano sobre las nuestras y atrae mi mirada. Yo la miro, y aunque trato de ocultarlo no lo logro, tengo miedo por ella.
—Estoy bien.—mis labios se abren para decir algo pero ella habla antes de que pueda siquiera pensar en que puedo decirle.—Sé que he adelgazado...un poco. Es solo que, esto de Fabrizia...—deja caer nuestras manos sobre su regazo, aprieta la mano junto a la mía y con la que tiene encima empieza a masajear la mía.—No he tenido tanto tiempo. Luego del colegio corro al hospital, estar con Fabrizia hace que me olvide de todo. Salgo muy tarde de ahí y cuando llego a casa no puedo con el cansancio y solo me duermo. Trato de comer, enserio lo hago, es solo que entre tanto no...no lo recuerdo.—dice y deja salir el aire.
—Mia...—susurro, el semáforo se ha puesto en verde pero no logro moverme. Los pocos autos que están detrás pitan antes de pasar al lado nuestro.
—No te preocupes, mira.—suelta mi mano y agarra su mochila. Saca su celular y lo desbloquea.—He puesto alarmas.—dice mostrándome su celular.—Sé que es estúpido que me ponga alarmas para comer pero esta mañana...cuando me vi al espejo noté que pues...ya sabes.—susurra pero luego su mirada vuelve a la mía, mirándome firme.—No me acordaba cuando era la ultima vez que había comido bien y la verdad el tiempo pasó tan rápido desde que ingresaron a Fabrizia que no lo noté. Hasta hoy en la mañana, así que por eso puse estas alarmas, mira, una cada 4 horas. Para el desayuno antes de la escuela, las meriendas durante los tiempos. Todo. Dije que intentaría mejorar y enserio lo hago, no es fácil y por veces siento que no es necesario pero no me saltaré ninguna comida, lo prometo. Enserio lo prometo.—me dice mirándome suplicante.
Mia mueve su celular, mostrándomelo, mostrándome la gran cantidad de alarmas. Y me mira con miedo.
Y ahí entiendo que tiene miedo que yo pierda la esperanza en ella. Que yo piense en no seguir con lo que aún no empezamos por que ella no está como prometió estar hace un par de meses.
—Isaac...—sus ojos se llenan de lágrimas, coloca su pierna en asiento oponiéndose frente a mí, con su espalda en la puerta del carro.
Y yo no aguanto más verla así de vulnerable y aunque quiero decirle que no me rendiré no encuentro las palabras lo que hace que la esperanza que veo en sus ojos suplicantes se vaya poco apoco.
Así que hago lo único que en este momento siento que le dirá todo lo que siento.
Tomo su cara con mi mano y junto nuestros labios.
Mia suspira de alivio, trata de acercarse más a mí pero los cinturones de seguridad no nos lo permiten.
Nuestros labios se separan para tomar aire pero nuestras frentes no lo hacen. Nuestras miradas chocan mientras que nuestras respiraciones tratan de volver a la normalidad.
—Tengo tanto miedo Mia.—confieso, noto como su labio tiembla y una solitaria lagrima cae de su ojo.—Pero no te dejaré ¿escuchas? Superaremos esto juntos. No tienes por qué guardarte esto. Jamas te lo guardes para ti. Porque somos los dos, estamos los dos. Ya no estas sola Mia, ya no más.—susurro, con sus labios a unos cuantos centímetros.
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—Buenas noches señorita Mia.—la puerta de la casa de lo Ricci se abre, dejando ver a un señor un poco canoso y con una altura envidiable.— Señor Berlusconi no esperada verlo por aquí.—me tiende la mano y yo con alegría se lo regreso.
—Martin, tiempo sin verte, ¿como está Stuart?
—Aun vivo, aunque el señor Ricci ha estado con ganas de comérselo últimamente.—bromea y Mia ríe.
Recuerdo que Milo me contó que el padre de Mia y el gato de Martin no tienen una muy buena relación, sin embargo jamás lo ha sacado de la casa.
—Isaac vino para obligar a Milo a salir de su habitación.—dice Mia, dejando caer su mochila en la mesa del salón central, salón que está lleno de ventanas que dan al jardín.
Por la oscuridad de la noche lo único que se logra ver son las luces que iluminan la piscina.
—Bueno, no va a ser necesario.—responde Martin antes de pedirle a una de las sirvientas que nos traigan algo de tomar. Mia mira extrañada a Martin.—Milo ha salido de casa.
—¿Qué? ¿Adonde fue?—pregunta sacando su celular de la mochila comprobado si su hermano mayor le mandó algo, pero hace una mueca lo que me hace suponer que no le avisó nada.
—No me lo comentó, señorita, creo que fue algo imprevisto, se veía algo acelerado.—comenta mirando hacia el pasillo que dirige a la entrada.—No me preocuparía, de seguro solo fue a tomar aire.—tranquiliza a Mia, antes de disculparse y dirigirse a la cocina.
Pero la chica no se queda muy tranquila, teclea rápidamente en su celular.
—Tranquila, ya escuchaste a Martin, solo fue por aire.—digo acercándome a ella.
Mia se sobresalta un poco al sentir mi toque sobre sus brazos. La chica me sonríe con los labios cerrados, aún no tan convencida de la salida de Milo.
—Claro, solo aire.—dice colocando su celular dentro de su bolsillo.—Ven vamos a la cocina, te prometí una cena.—Mia toma mi mano y los dos sonreímos.
Caminamos por los oscuros pasillos hasta llegar a la iluminada cocina.
Las puertas de vidrio del jardín están abiertas dejando entrar una brisa refrescante.
—Iré a traer los ingredientes.—balbucea un poco, aun con la mente en su hermano.
—Puedo ir a ayudarte si...
—Esta bien, no te preocupes, eres el invitado, yo lo hago. Espérame aquí.—dice sonriéndome
Me quedo solo frente a la isla de la cocina, me volteo dejando el peso de mi cuerpo en mi espalda mientras miro las puertas de cristal que dejan entrar la cálida iluminación aqua de la piscina.
Mi vista se pierde en el agua cuando mi mente va hacia el auto, las manos temblorosas de Mia y mi corazón palpitando rápidamente mientras trataba de pensar en cualquier manera de poder ayudarla.
La culpabilidad me llena el pecho, no porque no me haya preocupado por ella si no por que no he estado tan pendiente como lo he querido.
Los dos tenemos cosas pasando en nuestras vidas, ella tiene la escuela y a Fabrizia y yo tengo la universidad y bueno...Las cosas en casa ahora mismo no son las mejores.
La boda de Isabelle está cada vez más cerca, todas en casa tienen un nivel de estrés acumulado que hace que todas se griten las unas con las otras para luego llorar y abrazarse mientras cenan. Sin exagerar.
Mi padre se ha mantenido callado, optando por darles su espacio para que lo solucionen entre ellas.
Pero por alguna razón a mí me han tomado como el consejero.
Primero Isabelle, con sus ataques de pánico, diciendo que no sabe si casarse sea lo mejor luego de casi ocho años de noviazgo. "Han sido perfectos ¿no? ¡No puede ser tan perfecto!"
Luego esta Ivy, que está estresada por la elección de su trabajo. Pensar que son las empresas famosas las que buscan en vez de que ella lo haga la han puesto un gran peso sobre sus hombros. Su ansiedad aumenta cuando la fecha limite se acerca más.
Y luego está Inoa que no habla.
Ella nunca lo ha hecho, ni conmigo ni con nadie. Aunque sé bien que lo necesita.
Nadie puede negar que todos necesitamos desahogarnos con alguien.
Ella también lo necesita pero por alguna razón, desde que es pequeña, prefiere batallar ella sola, llorar sola, hasta celebrar sola.
Como esa vez, en el que nos enteramos que había ganado un gran reconocimiento en la universidad, reconocimiento que se ganaba gracias a meses de esfuerzo y estudio o la vez que ganó un importante concurso de arte abstracto.
La sorpresa de la familia fue inmensa, ni siquiera sabíamos que pintaba. Todos nos sentimos mal, todos estábamos en nuestros mundos que no nos dimos cuenta que una de las nuestras se había encerrado en si misma para lo bueno y para lo malo.
A mi mente vuelve el recuerdo de esta mañana.
Isabelle y mamá peleaban por el color de los manteles, Ivy gritaba sobre algo de su lista de pros y contra de dos empresas mientras que Inoa esta sentada, ahí, solo sentada con la mirada en su plato.
Sus labios temblaban un poco.
Mi respiración se paralizó por unos segundos, mi mirada se fue a mi madre, esperando que ella notara los leves temblores, los dedos que se movían ansiosos o las lagrimas en el borde de sus ojos.
Pero no lo hacía.
Mi madre no lo hacía.
Mi mano inconscientemente buscó tocar la suya pero ella se levantó de la silla antes de que haya podido siquiera darse cuenta que yo si la mirada.
Pero solo se levantó, las lagrimar y los temblores desaparecieron. Y les gritó a todas de manera indiferente, que eran exageradas y que deberían de irse a poner bien borrachas.
Y como si todas esperaran ese comentario viniendo precisamente de ella, mi madre, Ivy e Isabele siguieron hablando.
Pensé mucho en seguir a Inoa pero siendo sincero no sabia como hacerlo.
Me sentí igual a ese día, cuando una completa extraña en el supermercado, luego de ver mi nombre en mi tarjeta de identidad, me pidiera que felicitara a mi hermana por su gran trabajo por la pintura del concurso pero también por sus famosas publicaciones en las redes sociales bajo un seudónimo.
Luego de ese incómodo momento me di cuenta que Inoa tenia un secreto que no tendría porque ocultar, un secreto que nosotros debimos apoyar.
Fui a mi cuarto luego del desayuno, con cero ganas de seguir estudiando para los estúpidos exámenes, cuando mi puerta se abrió.
Cuando estaba a punto de gritarle a Ivy que dejara de desconcentrarme como lo ha estado haciendo toda la semana, me sorprendí al ver a Inoa.
Entró rápidamente y cerró la puerta de la misma manera.
Su espalda se pegó a la pared y su mirada estaba fija en el piso.
Los temblores volvieron y aunque mi escritorio está algo lejos de la puerta del cuarto pude escuchar claramente un solloso.
Y, como el peor hermano del mundo, volví a quedarme paralizado.
Paralizado a la que parecía la más fuerte e indiferente de mis hermanas, desmoronándose justo frente a mí.
Inoa levantó la mirada, sus ojos buscaron los míos, pero como mi madre, yo no la miré.
No pude hacerlo.
—Ivy, ¿cuantas veces tengo que decirte que no entres de esa manera? Sal de aquí, necesito estudiar.
La puerta se abrió nuevamente y Inoa salió de mí habitación mientras yo fingía ver mi ordenador frente a mí, mientras yo fingía que era Ivy, mientras que yo fingía que no había visto a mi hermana necesitada de alguien.
Mi cuerpo tembló cuando la puerta se cerró, porque lo supe, esa única oportunidad ya no regresaría.
La puerta se había abierto y en tan solo un segundo yo la cerré.
—...podríamos acompañarlo con este vino blanco, ¿qué tal suena el menú? ¿Isaac?—un pequeño toque en mi brazo me hace apartar la vista abruptamente del agua de la piscina.
Mi respiración trata de regularizarse mientras mis ojos ven la preocupada mirada de Mia.
La chica se ha sujetado su cabello con una cola alta, sujeta en su mano un plato con entradas y un botella de vino.
—Lo siento, me distraje.—le digo, tomando el plato y la botella, poniéndolas sobre la isla de la cocina.
—¿Te encuentras bien?
—Todo bien.—digo rápidamente, dando a entender que no quiero hablar de eso. Mia hace una pequeña mueca pero asiente mirando el piso.—¿Estábamos hablando del menú?—digo emocionado tratando de hacer desaparecer el tenso ambiente que se está formando.
—Si...—susurra pero luego levanta la cara, me muestra una pequeña sonrisa y se acerca a la mesa.—Estaba pensando cocinar Ossobuco.—levanto mi mirada de las entradas y mi corazón se acelera al ver la emoción en sus hermosos ojos cafés.
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Mia tararea un poco mientras lava los platos. No puedo evitar quedarmele viendo mientras seco los vasos que usamos.
La chica Ricci ha obligado a todos los cocineros y sirvientas a salir de la cocina y que fueran a descansar. Les explicó que nosotros nos encararíamos de todo y les agradeció por su increíble trabajo.
Los ojos de Mia se quedan viendo a la ventana frente a ella. Mira la piscina iluminada logrando que sus oscuros ojos se iluminen con luz aqua debido al brillo.
Inconscientemente, la chica sube una de sus manos y toma su brazo, asegurándose sin darse cuenta, que puede tocarse sus dedos al rodearlo.
Mia nota que la miro y levanta su mirada hacia mí. Mis ojos aun fijos en su agarre. Ella baja suelta su brazo y levanta su mano hacia mi rostro.
Mis ojos chocan con los suyos y noto como Mia me regala una triste sonrisa.
Me giro completamente hacia ella, tomándola de la cintura y acercándola a mí.
Dejo caer un poco mi rostro, poniendo peso sobre su mano. Mia sonríe y yo hago lo mismo.
Mia deja caer su mano y yo aprovecho para darle un beso en su mejilla mientras me agacho para abrazarla.
—Te extrañé.—le digo sabiendo que no ha pasado más de una semana.
Pero no puedo mentir la he extrañado demasiado.
Me río un poco cuando algunos mechones de su cabello tocan mi cuello cuando me abraza.
Lo miro a los ojos y le sonrío, tratando de evitar pensar que sus manos están sobre mi cadera, mi muy delgada cadera.
—Yo también, estas semanas han estado de locos.—le digo pensando en Fabrizia, Federico y en mi hermano.
—Ni que lo digas.—responde, me río al ver que respondió solo por hacerlo, ya que sus ojos están fijos en mis labios.
Tomo su rostro con mis manos y pongo mi mirada sobra la suya.
Sus ojos cafés brillan bajo la poca luz de la cocina y la lejana luz de la piscina.
Mi corazón empieza a latir fuertemente, logrando que todo el ruido inexistente de la casa vacía quede en segundo plano.
Mis labios se abren un poco, dejando salir un pequeño suspiro que él imita.
Mi respiración se hace acelerada cuando doy un paso más hacia él, logrando que mi suéter gigante se aplaste entre mi cuerpo y él suyo. Y es ahí cuando mi respiración acelerada se iguala con la del guapo chico delante de mí.
Me pongo de puntillas, logrando que mi nariz toque la suya.
Noto como él deja de respirar por un segundo cuando sus ojos al igual que los míos se cierran con el toque.
—Mia.—suspira y mi sonrisa aparece, y no pierdo ni un segundo más antes de juntar mis labios con los suyos.
Y lo que parece que era un peso sobre mis hombros debido al ésteres, la angustia y el miedo de las últimas semanas se va por completo.
Porque en todo este tiempo lo único que necesita era un descanso de los hospitales, de la presión de la escuela, y de los constantes reclamos de mi madre.
Lo necesitaba él, junto a mí, mirándome como si tuviera miedo de perderme.
Y duele, duele saber lo mucho necesito de él, lo mucho que disfruto este beso, y lo mucho que me dolerá cuando finalmente, por la necesidad de oxígeno, estemos obligados a separarnos.
Así que me limito a disfrutarlo, por esos segundos, me limito a ser la persona más feliz del mundo.
Mis manos bajan de su rostro a su cuello y ahora es él el que toma la iniciativa. Una mano se pone en mi espalda baja para acercarme más y la otra va a mi rostro para tratar de profundizar más el beso.
Unos pasos que vienen del pasillo principal hace que nos separemos, quedándonos completamente quietos y en silencio, mirando fijamente al pasillo esperando encontrar a quien sea que viene.
Pero esta vez no me quedo paralizada, actúo rápido y por alguna razón tomo la muñeca de Isaac y corro hacia el jardín, ocultándonos detrás de la pared junto a la puerta.
—¿Señorita Ricci?—la voz de Martin llegando a la cocina logra que una risa casi salga de mí. Pero esta vez Isaac es rápido y tapa mi boca con su mano, poniendo un dedo sobre sus labios para que no haga ningún ruido.
El se ríe también sin entender bien porque nos ocultamos, yo me encojo de hombros y lo empujo nuevamente hacia la pared para que Martin no lo vea desde la cocina.
—Que raro, pensé que seguían comiendo.—se escucha un silencio, supongo que está viendo el reloj por lo que dice luego.—Tal vez fue a despedirse del señor Berlusconi.—dice y unos segundos después se escucha como sale de la cocina, regresando el silencio en la cocina.
Isaac levanta un poco la cabeza, mirando por la ventana y confirmando que ya no haya nadie. Cuando todo esta despejado el chico quita su mano de mi boca y yo me empiezo a reír más fuerte.
Me separo de la pared y salto un poco con la intención de ver la cocina a través de la ventana.
—Ven aquí.—dice Isaac, que se ha recostado un poco en la pared.
Me río al verlo alzando su mano hacia mi, para que la tome y me acerque a él.
Sonrío mirándolo, sus ojos brillosos y más oscuros de lo normal y su preciosa sonrisa de lado.
—Vamos, no me hagas sufrir tanto.—se queja, se hace un poco hacia delante logrando que una de sus dedos pueda agarrar la bolsa de mi jeans y jalarme hacia él.
Por el jalón repentino choco contra su pecho gritando un poco. El se ríe por lo bajo antes de poner sus dos manos en mis caderas, dejándome en medio de sus piernas.
Nuestros labios se unen sin mucha espera, mi mano sujeta fuertemente su camisa mientras él me acerca más a él.
Pero una idea llega a mi mente y en el pequeño segundo, cuando nuestros labios se separan por aire, una risa se escapa de mis labios.
Isaac me mira un poco confundido, con una gran sonrisa en su rostro mientras levanta mi barbilla con su dedo pulgar.
Muerdo mi labio para evitar que otra risa salga. Lo tomo de su cuello y lo beso desesperadamente jalándolo hacia mí, logrando que su cuerpo se separe de la pared.
Empiezo a caminar hacia atrás mientras nuestros labios siguen jugando entre si.
Nos separamos unos segundos solo lo necesario para volver a unir nuestros labios.
En medio de nuestros besos Isaac gruñe al ver que sus dedos no pueden tocar mi cabello con libertad debido a la apretada cola.
Con un movimiento rápido pero sin lastimarme se desase de la cola, tirándola en algún lado del jardín.
Mi cabello se mueve debido al la pequeña brisa, y su suspiro de placer sale de mis labios al sentir sus dedos sobre mi cuero cabelludo debajo de mi oreja.
La fría noche ya no es tan fría, nuestras respiraciones son tan fuertes que temo que Martin pueda escucharlas. Pero no me importa.
Muerdo el labio de Isaac mientras mis pies siguen caminando hacia atrás. El chico gruñe dejándose llevar por mis pasos.
Separo una de mis manos del pecho de Isaac para sacar mi celular de mi bolsillo y tirarlo por el jardín.
Y antes de que el chico pudiera siquiera preguntarse algo, hago lo mismo con el suyo. Pongo mi mano en su bolsillo trasero, sacando su celular y deshaciéndome de él de la misma forma que lo hice con el mío antes de dejarnos caer en la piscina.
El caluroso ambiente cambia de repente cuando la helada agua nos moja enteros.
Salgo de la piscina buscando aire, busco a Isaac entre las gotas que empapan mis ojos y noto como él me mira con la boca abierta, completamente sorprendido por lo que he hecho.
Me río de su cara antes de tirarle agua. El chico acepta la guerra y me lanza más a mí. Logrando sacarme risas y gritos.
Cuando levanto mi mano para lanzarle más agua Isaac toma mi muñeca y me jala hacia él.
Grito un poco pero sonrío cuando estoy frente a él.
Atrapo su torso con mis piernas, rodeándolo con ellas. Mis manos van a su cuello luego de remover su empapado caballo.
Isaac sujeta mi espalda y col la otra mueve el agua que comienza a ponerse más cálida.
Isaac empieza a dar vueltas sobre si mismo, y yo me hago para atrás mojando mi cabello y disfrutando del movimiento.
Cuando para, me enderezo y pongo mi mano sobre su rostro.
Nos quedamos unos segundos mirándonos, mi dedo se mueve sobre su rosados labios, mientras pequeñas gotas de agua caen desde sus largas pestañas.
Mi respiración vuelve a acelerarse cuando veo que Isaac cierra los ojos disfrutando de mi toque.
Sonrío grande al verlo así, tan vulnerable frente a mí pero tan protector como siempre, rodeándome con sus brazos.
Sus ojos se abren lentamente cuando mi toque para. Sus ojos se iluminan con la luz de la piscina y se acerca lentamente a mí, logrando que nuestras mojadas bocas estén a centímetros.
Isaac nada lentamente hasta lograr que mi espalda choque contra la pared de la piscina, aun sin juntas nuestros labios, aun con nuestras narices rozándose.
Sin poder aguantar más este juego me acerco para juntarlos pero él se aleja un poco.
Antes de poder quejarme Isaac besa la comisura de mis labios, mi mejilla y así es como comienza a crear un camino de besos hasta me cuello.
Mis ojos se cierran y mis piernas se aprietan cada vez más a su cuerpo, atrayendolo más a mí mientras disfruto como el chico mordisquea un poco el lóbulo de mi oreja.
Las manos de Isaac bajan lentamente por mi cuerpo hasta ponerlas firmemente sobre mis caderas, deja su peso ligeramente a delante acorralándome completamente contra la pared.
Pero no importa, porque mis ojos están cerrados y la sensación de tenerlo besando, mordiendo y lamiendo mi cuello me tiene completamente fuera del mundo.
Me quejo cuando los besos paren. Mis ojos se abren molestos y veo como Isaac me mira sonriendo, con los ojos más oscuros que nunca.
Aparto mi mano de su cuello y lo pongo en su rostro con toda la intención de besarlo y de hacerlo sufrir de la misma manera que el lo estaba haciendo conmigo
Pero estos apenas se tocan.
Porque un ruido en la oscuridad nos hace sobresaltarnos y girar nuestras cabezas.
Entrecierro mis ojos tratando de ver bien. Pero cuando lo hago palidezco al mismo tiempo que el cuerpo entero de Isaac se tensa.
—Milo.—mi hermano se acomoda en la silla que está frente a la mesa al lado de la piscina.
Levanta una de las botellas de cerveza y se la empina tocándosela toda.
Luego nos regresa la mirada y nos regala una sonrisa aterradora.
—Por favor, no se detengan por mí. Si imagino bien esta no es la primera vez de todos modos ¿no?
—Milo.—ahora es Isaac él que habla. Logrando que ponga mis ojos en él, y me separe inmediatamente.
—Claro que no—responde solo a su pregunta riéndose amargadamente— ¿Cómo pude ser tan estúpido? Creyendo que tú.—señala a Isaac con asco.—Estabas solo cuidándola como te pedí, pero no, claro que no. Tú quieres más de ella ¿no? Eres un...—dice poniéndose de pie, con un leve tambaleo.
—¡Milo!—grito pasándolo. Camino hacia la orilla, alzo mi mano para tratar de tomar la mano de mi hermano pero él solo mira hacia abajo.
La decepción de sus ojos quema mi pecho. Mi respiración se acelera y mis ojos se llenan de lágrimas.
—Por favor Milo.—le ruego, sus ojos se quedan unos segundos en mi mano antes de alzar la suya y dejar caer la botella de cerveza que se hace añicos contra el suelo.
Suelto un grito, tapándome la cara para que el vidrio no me dañe. Isaac se acerca a mí, alejándome antes de nada.
Pero yo no le presto atención en el yo solo veo como mi hermano mayor entra a la casa luego de verme con Isaac en la piscina.
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