Capítulo 21
—¡No pudo morir! ¡Ella estaba bien! Había mejorado muchísimo, los estúpidos medicamentos ya estaban funcionando. ¡Estaba casi curada! ¿Cómo es posible? Todos la amaban! Sus amigas, su familia... ¡Que película más basura!— la chica toma su vaso de plástico que antes tenía gelatina y la tira a la televisión que está adherida a la pared.
—¡Basta Fabrizia! Deja de lanzarle cosas a la televisión.— Federico entra al cuarto con una maleta, tuvo que agacharse un poco por el susto ya que el vaso de plástico rebotó en su cara.
La chica en ropa de hospital rueda los ojos y le saca la lengua a su hermano sin ningún descaro, su muy maduro hermano mayor le devuelve el gesto.
Me río ante eso, Fabrizia voltea a verme y me regala una enorme sonrisa. Mira mi mano que está sobre la cama y la toma con fuerza.
—¿Puedes decirle a mi malo hermano que me deje tirar lo que quiera a la televisión?—dice y la chica de 15 años hace un puchero realmente creíble.
—¡No manipules a la pobre Mia! ¡Ella es debil!—grita Federico dejando la maleta sobre la cama, sobresaltado a la chica que fue obligada a quitar sus pies antes de ser aplastados. Voy a quejarme ante las palabras de Federico pero Fabrizia lo hace primero.
—¡Oye!—se queja y logra golpear a su hermano en el brazo.
Federico iba a comenzar a molestarla pero su celular vibra. Lo saca de su bolsillo y contesta la llamada antes de salir de la habitación.
La puerta se cierra y Fabrizia mueve su cabeza bruscamente para observarme con una sonrisa cínica. Me asusto un poco al verla.
—Miiiiiiia.— dice gritando sobre la cama acercándose más a mí.
—¿Sí?—pregunto dudosa, conociendo la impredecible personalidad de la chica no sé realmente qué pasa por su mente.
—¿Puedes contarme de nuevo sobre mis padres?—pregunta y yo suspiro sin poder evitar sonreír.
Han pasado 3 semanas desde que la convulsión de Fabrizia casi nos mata del susto a todos.
Los siguientes 4 días nadie pudo dormir completamente tranquilo.
A pesar de que no entró en crisis luego de esa vez en que su corazón se paró por un par de segundos, nadie pudo descansar sin verla despierta nuevamente.
Cuando finalmente lo hizo sorprendió hasta a los doctores, ellos estipulaban un mes al menos de coma pero la chica despertó una semana después de llegar al hospital.
Los doctores no la han dejado salir para vigilarla y para comenzar el nuevo tratamiento contra el cáncer que planeaban comenzar en un par de semanas más.
Decidieron adelantarlo al ver que el cáncer no disminuye como previsto con el tratamiento pasado. Y aunque su cuerpo no está del todo listo para uno nuevo y más agresivo, no pueden darse el lujo de esperar más por miedo a que otra convulsión termine por matarla.
Fabrizia estaba un poco confundida al despertar, por suerte no tuvo ninguna pérdida de memoria. Sus vista, olfato y los otros sentidos estaban en orden. Pero fueron algunas articulaciones que sufrieron la convulsión, y son las que tomarán un poco más de tiempo en volver a la normalidad.
Las manos de Fabrizia temblaban bastante los primeros días, le costaba tomar cosas sin tirarlas. Pero con las terapias diarias está tratando de recuperarse lo más rápido posible.
—¿Otra vez?—le pregunto sonriendo.
—Solo me lo has contado unas 16 veces.— me dice sonriendo como niña pequeña inocente cuando yo levanto una ceja.—Por favor.—me ruega y yo ruedo los ojos antes de volver a contárselo.
Me tomo mi tiempo para hacerlo, relatándolo lento y lo más dramático posible.
Sonrío al ver el brillo en los ojos de Fabrizia, completamente emocionada y esperanzada de la reacción de sus padres como si ella misma lo haya visto.
Claro que aunque no quiero hacerle ilusiones sobre qué es lo que pasará con ellos, no puedo mentir al decir que no he visto la química resurgir en esa pareja de ex-esposos.
Han venido a visitar a Fabrizia varias veces cuando me he encontrado aquí y los dos parecen mucho más relajados en la presencia del otro. Fabrizia ha aprovechado estas semanas encerrada aquí para hacerles hacer más cosas juntos, como ir de compras, cocinarle o simplemente sentarse uno al lado del otro para que le relaten historias de cuando ellos eran jovenes y recien empezaron a enamorarse.
En medio de mi relato Federico entra a la habitación. Fabrizia lo fulmina con la mirada por la interrupción. El chico cuando la mira levanta sus manos a modo de rendición.
Pero rápidamente corre hasta la cama, aparta un poco a su hermana y se sienta a su lado. Me río cuando se tapa con la colcha, agarra un vaso con gelatina y me mira con las cejas alzadas.
—Recomienza.—me pide moviendo una de sus manos. Abro mi boca lista para refutar pero Fabrizia se acomoda con su hermano poniendo su cabeza en el hombro de este mientras aplaude emocionada.
—¡Recomienzala!—grita entusiasmada y no puedo evitar reír.
Luego de que me hicieran repetirlo unas 5 veces más, finalmente, Fabrizia se quedó dormida.
Antes de eso, el doctor vino a revisarla y también se tomó el tiempo de re-explicarle el protocolo para el nuevo tratamiento.
Las enfermeras también entraban y salían para revisar que la chica estuviera bien hidratada y que la herida de su cabeza estuviera completamente sellada y sin infección.
Es normal que esté agotada. Estas semanas han sido realmente duras pero siempre se ha mostrado energética cuando venimos de visita.
—Necesito un baño urgente.—dice Federico parándose de la cama, tuvo que hacerlo con mucho cuidado ya que su hermanita había enredado sus piernas con las de él.
Federico se estira cuando sus pies tocan el piso. Su mano pasa por su tenso cuello y lo truena un poco.— Puedo llevarte a casa antes si quieres. Parece que lloverá hoy.—dice cerrando las cortinuas de la habitación.
Se queda viendo hacia afuera un rato y noto que tiene razón, la noche está cayendo y con ella una gigante nube negra.
—No te preocupes, Martín me dijo Papá tenía una reunión aquí cerca, le escribiré para que pasen por mí cuando terminen. Ve a ducharte, necesitas descansar luego. No duermes mucho cuando está despierta.—le digo observando a Fabrizia.
Me acerco a ella con cuidado para acomodar la sábana.
—No duermo mucho cuando duerme tampoco.— confiesa por lo bajo, observando a su hermanita.
Los ojos de Federico reflejan ternura pero también miedo. Su sonrisa aparece cuando Fabrizia habla en sueños.
—Tengo mucho miedo de dormirme y ver que ella ya no está aquí.—dice y yo me acerco a él para abrazarlo.
—Este tratamiento funcionará, el doctor comentó que las estadísticas son realmente positivas más si la paciente está completamente convencida de que le ayudará. Ella lo está. Lo está más que nunca.—digo y Federico baja su mirada a mí y me sonríe abiertamente. Sus claros ojos se achican lo que me hace sonreír a mí.
—Gracias por venir a verla, la hacen muy felices tus visitas.—dice y levanta su mano para moverme el pelo bruscamente.
Me quejo pero antes de poder hacer algo corre hacia el baño de manera exagerada e infantil. Antes de cerrar la 'puerta saca su cabeza y me mira.
—Tócame la puerta para avisarme si vienen por ti, si no me esperas y yo te llevo.—dice y yo asiento.
El chico cierra la puerta y el cuarto se queda nuevamente en una oscuridad a medias. Lo único encendido son las máquinas junto a la cama de Fabrizia y una pequeña luz de noche que la chica se rehúsa a pagar.
Me da ternura recordar la vez que me dijo que su hermano mayor se la había regalado cuando tenia 8 años, él la había encontrado asustada y llorosa una noche, él la calmó y al día siguiente le llevo esa lampara con diseño de una mariposa azul, la misma mariposa azul que tiene tatuada en su muñeca.
Sonrío al verla nuevamente, me acerco a ella con cuidado para depositar un pequeño beso en su frente.
—Buenas noches hermosas, vendré a visitarte mañana sin falta.—le digo.
Me separo para buscar mi mochila.
Las vacaciones de abril terminaron hace ya bastante y el colegio no ha perdido ni un segundo para explotarnos con tareas, trabajos y exámenes. Más cuando los exámenes finales son en unos pocos meses, exámenes realmente importantes para aplicar a las grandes universidades.
Suspiro al encontrarla bajo la mesa. La tomo tratando de no hacer mucho ruido. Busco mi celular entre las bolsas, cuando lo encuentro busco el número de Martín para llamarle.
Mi dedo duda en iniciar la llamada, mi mirada va hacia Fabrizia y luego a la puerta de la habitación. Decido tomar mi maleta y salir para llamar fuera.
El ruido de la ducha me sobresalta un poco y el leve canto del chico dentro del baño me hace reír.
Una pequeña presión en el pecho me invade, al pensar en lo fuerte que es Federico desde el momento en que diagnosticaron a su hermanita.
Muevo mi cabeza de lado a lado para dejar de pensar en esto. Abro la puerta del cuarto y salgo sin mirar atrás. Cierro la puerta con mucho cuidado.
Cuando me giro me sobresalto al ver a un chico frente a mí y debido a su expresión de susto él tampoco esperaba que alguien saliera así de repente.
—Isaac.—digo algo sorprendida.—Pensé que tenías exámenes importantes mañana. Milo ha estado que ni respira.—le digo sin poder evitar ponerme nerviosa por su presencia.
Luego del viaje en la playa se nos ha dificultado vernos. Ya sea por el colegio y la universidad y también por qué en cada momento libre vengo corriendo al hospital.
Justo esta semana tienen finales de siglo, así que tanto Milo como Isaac han estado estudiando sin parar.
El castaño frente a mí me sonríe un poco. Noto como su mirada va a sus pies pero luego los pone sobre mis ojos.
—Yo...la verdad es que no lograba concentrarme así que pensé en venir a visitar a Fabrizia—susurra y mi sonrisa aparece en mi cara.
Mi pecho comienza a recibir los pequeños golpes de mi corazón por la ternura que me da.
Voy a responderle pero noto que en sus manos tiene una caja mediana.
Issac nota que la miro y él se ríe nervioso.
—Bueno yo...no quería venir con las manos vacías, pero no conozco realmente a Fabrizia para saber que le gusta. Salí a buscar algo pero las tiendas están cerradas ya que ya es tarde así que lo único que pude encontrar fue una tienda de chocolates. Estaban a punto de cerrar pero le rogué a la señora que me vendiera.—dice rápidamente trabándose un poco con las palabras.—La única caja de chocolates que tenían eran estas y bueno...—abre la blanca caja y hace una pequeña mueca.
Me inclino un poco para ver el contenido y me río al ver los chocolates en forma de pelotas de futbol, carros deportivos y ¿una mandarina? Sonrió al ver al chico, sus mejillas se pusieron un poco rojas.
—Muchísimas gracias, le encantarán a Fabrizia.—digo y los ojos del chico chocan con los míos. Al ver mi sonrisa sincera, él sonríe suspirando, aliviado. Isaac titubea un poco y mira la puerta detrás de mí.—Oh claro, si, em...Fabrizia justo se quedó dormida, hoy ha tenido un día bastante agotador así que los doctores nos han dicho que es mejor dejarla descansar en cualquier momento que ella caiga dormida. Se las dejaré en la mesa y le mandaré un mensaje diciendo que son de tu parte. Me ha preguntado por ti así que cuando termine los exámenes podrías...ya sabes...venir a verla...conmigo.—digo y trago duro.
Isaac asiente un poco pero tras pensarlo un momento sus ojos se abren con un poco de sorpresa y me pregunta sin palabras si es lo que él cree que es.
Si, le estoy pidiendo que finalmente me acompañe a decirle a alguien sobre nosotros, sobre los dos juntos, siendo...algo más que amigos que se besan borrachos.
La sonrisa de Isaac me deja sin aliento, sabiendo que lo último lo dije de una manera completamente sincera, sin evitar que un poco de miedo llegue a atacar mi corazón.
Mi mirada baja un poco y sin evitarlo una sonrisa sale de mi cara, nerviosa pero ansiosa y emocionada por finalmente hacerlo oficial.
Su mano toca la mía, sobresaltándome un poco. Me da un pequeño apretón que me hace poner mis ojos sobre los suyos.
—Me encantaría, ¿segura que no quieres despertarla para decirle ya?—dice y no puedo evitar reír.—Podemos llamarle a mi madre y todo.—sigue diciendo a modo de broma y yo me carcajeo un poco.
—Vamos lento ¿si? Vas a matarme.—le digo riéndome un poco al ver lo emocionado que está el chico de repente.
—Lo siento, es solo que...—se queda callado un momento, su desordenado cabello tapa sus ojos en el momento en que su mirada choca con suelo, noto como su respiración se hace más lenta pero siento que su pulso aumenta cuando aprieta un poco más mi mano.—Realmente estoy feliz Mia. ¿Sabes...? Nunca me había considerado infeliz pero junto a ti, siento que jamás había conocido la verdadera felicidad.—levanta la mirada y retengo la respiración.— Así que esperaré, hasta que tu estés lista, completamente lista y segura de que esto es lo que quieres. Sea hoy, mañana o en diez meses. Hasta entonces y luego de que lo estés, te demostraré que yo es esto lo que realmente quiero.—me dice firme, sus ojos son completamente sinceros y no hay duda en su voz.
Mi mandíbula tiembla, una sonrisa de labios cerrados evita que un sollozo salga de mi boca. Aprieto su mano con fuerza y le regreso la mirada llena de emociones.
Asiento sin poder pronunciar palabra y aunque sé que él esperaba que yo dijera algo, su sonrisa muestras que es suficiente. Que es más que suficiente.
Mi celular vibra sobresaltándonos un poco. El hospital está realmente callado esta noche, son pocas las enfermeras que pasan por este pasillo.
Le doy una sonrisa de disculpa a Isaac pero él niega para que no me preocupe. Leo el mensaje de Martin preguntándome si necesita venir por mí y dudo antes de responder. Miro a Isaac que está frente a mí, él mira la caja de chocolates pacientemente.
—¿Ya cenaste?—pregunto sobresaltándolo un poco, el chico frunce el ceño como si realmente hubiera olvidado que su cuerpo necesita comer para sobrevivir, de seguro no se ha podido alimentar apropiadamente por las largas horas de estudio.—Puedes venir a casa, podría prepararte algo.—digo tímidamente. El chico alza una ceja con una sonrisa de lado.—Mamá salió de la ciudad para ver a su hermana, podemos entrar a la cocina sin ningún problema, mi padre no dirá nada. Podrías ayudarme a alimentar a Milo, esta semana le ha tocado difícil y a penas sale de su habitación para ir al baño. ¿Que dices?—pregunto mirándolo fijamente.
Mis dedos se mueven sobre mi celular, nerviosos.
Isaac ha ido varias veces a casa, más que todo porque Milo lo ha invitado a ver partidos de fútbol o simplemente a jugar vídeo juegos. Pero yo jamás lo he invitado y por muy tonto que sea, tengo miedo de que rechace la oferta.
—Claro.—termina diciendo y yo sonrío un poco tratando de ocultar la alegría que me da escucharlo.—Milo me contó que has mejorado en la cocina, no dudo que si decides estudiar para chef serias una de las mejores de Italia. Y yo, como buena persona, me pongo de voluntario para probar cada uno de los platillos, ya sabes es por el bien mayor.—dice cierran sus ojos y poniendo su mano libre sobre su pecho como si realmente fuera un trabajo difícil el que está dispuesto a hacer.
Me río rodando los ojos, mi cabeza se mueve un poco de lado a lado tratando de ocultar el rubor de mis mejillas tras su comentario.
Pocas personas saben de mi sueño de convertirme en chef, claro que al ser una persona que ha pasado y actualmente está en recuperación de una enfermedad alimenticia es algo tonto un sueño como aquel.
Pero desde pequeña he tenido ese deseo, mucho antes de que la presión sobre mi cuerpo y la comida llegara a infectar mi cabeza.
Ver a la gente comer lo que hago, probar cosas nuevas, combinaciones, sabores y olores es lo que realmente me emocionaba de pequeña, y sigue haciéndolo ahora.
Y aunque no muchos lo saben, si se lo había mencionado a Isaac, es más, fue él el primero.
Fue cuando tenía solo 11 años, en la fiesta donde Lisa nos había obligado a ser esposo y esposa para su juego de princesas.
La verdad esa vez lo dije sin quererlo, lo mencioné en un descuido pero Isaac, al estar a la par de mí lo escuchó claramente.
Recuerdo que estábamos sentados en la casa de muñecas gigante que el padre de Lisa le mandó a construir para su cumpleaños.
Mi prima de 9 años me había vestido de reina y a Isaac de rey, con grandes coronas y cetros de cristales artificiales. Ella por supuesto era la princesa, con un enorme vestido rosa y zapatillas de cristal falso.
Y para la desgracia de su hermana mayor, que tenía que soportar los deseos de su hermanita por ser su cumpleaños, jugó el papel de mascota real. Lila literalmente tenía orejas de perro y una cola decorada con listones.
En el momento en que la pequeña de vestido rosado le gritó al chef para que llevara los bocadillos murmuré que de grande quería ser la mejor chef del universo.
Una mirada me paralizó y fue cuando me di cuenta que lo había dicho en voz alta y que Isaac me había escuchado. En vez de reírse como pensé que lo haría sonrió extremadamente grande, achicando sus ojos en el acto.
"No dudo ni por un segundo en que realmente lo serás. Espero estar a tu lado para verte cumplir ese sueño."
Eso había dicho y a mi corta edad de 11 yo caí rendida ante él.
—¿Mia?—Isaac se acerca a mí, me mira confundido.
Salgo de mis pensamientos rápidamente y le regalo una sonrisa nerviosa.
—Lo siento. Recordaba la fiesta de Lisa, esa donde eramos reyes.—le digo y me río.
Los ojos de Isaac se iluminan.
—Oh Dios, ¡recuerdo esa fiesta! Lisa me persiguió por toda la casa con el disfraz pero bueno nadie puede negar que me veía increíble como rey.—dice mirando al cielo con aires de superioridad.—ruedo mis ojos riendo, lo empujo un poco a lo que él ríe.—Claro que con una reina tan hermosa a mi lado nadie podría notarme nunca.—dice y me sonrojo.
Isaac sonríe, toma mi mano que usé para empujarlo y me jala hacia él.
Me envuelve con sus manos por mis caderas tenido cuidado de no tirar la caja de chocolates. Mi mochila en mi espalda molesta un poco pero al ser extremadamente más grande que yo, logra rodearme sin problema.
Mis manos chocan con pecho, el chico aprovecha mi desconcierto para depositar un beso en mi mejilla antes de separarse un poco de mí para conectar nuestras miradas.
—¿Nos vamos entonces?—dice y yo asiento. Isaac deja de rodearme y toma mi mano.
Empieza a caminar por el pasillo, pero antes de que siga lo detengo.
—Isaac, espera. Los chocolates.—señalo la caja y el chico los mira confundido, había olvidado por completo que los tenía en la mano.
Me río ante su reacción, me acerco a el mirándolo directamente a los ojos, Isaac retiene la respiración cuando acerco mi rostro al suyo. Sin apartar los ojos ni por un segundo acerco mis labios y dejo un pequeño beso en la comisura de sus labios. Al mismo tiempo, tomo la caja.
—La dejaré dentro de la habitación, espera aquí.—digo antes de abrir la puerta.
La cierro detrás de mí y dejo salir un suspiro.
Miro la oscuridad del cuarto, Fabrizia se remueve un poco lo que me hace sonreír. Me acerco a ella y dejo la caja a su lado.
Acerco mi rostro y le doy un beso en la frente moviendo delicadamente el cabello de la peluca que se niega a quitarse a pesar de tener un vendaje gigante en su cabeza.
—Soy feliz.—el susurro sale sin que yo lo planeare, sorprendiéndome. Unos segundos después una enorme sonrisa aparece en mi rostro. Mis dedos van hacia mis labios sin poder creer los sentimientos dentro de mí.—Realmente lo soy, junto a él, luego de tanto, finalmente...—mis ojos enfocan a la chica dormida frente a mí, mi cabeza se va un poco de lado.—¿Es lo mismo que sientes por Valentino?—pregunto en un susurro.
La pregunta es más para mí que para ella, recuerdo brevemente la conversación con el rubio de cabello largo y me pregunto cuando será el mejor momento para preguntarte al respecto.
Sé que él ha venido a visitarla muchas veces y que todas ellas ella no permite que él entre. Por alguna razón, como el chico le comentó, Fabrizia no deja de alejarlo. Y realmente necesito que sepa que yo no debería de ser el impedimento.
—Si realmente te sientes como yo me siento espero que logres dejarlo entrar. Mereces ser feliz Fabrizia, tú más que nada mereces serlo. Y por primera vez en mucho tiempo...me permitiré serlo también. Por que sé que eso es lo que más quisieras en el mundo. Yo quiero lo mismo para ti, sea con quien sea. Ama Fabrizia y déjate amar.—susurro.
Fabrizia gruñe un poco y se voltea aún dormida.
Sonrío con los labios cerrados y suspiro antes de salir a de la habitación sin saber que esa anoche sería más larga de lo que pensaba.
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