Epílogo
—¿Cómo fue que lo soportaste?
Monilley no lo sabe. Leitan tampoco. Nadie sabe cómo se soporta.
Él se refiere a la espera y a otras reclamaciones que no tienen sentido. ¿Es que alguien sabe como se soporta?
—¡¿Ahora ninguno va a hablar?!
—¿Y qué quieres que te digamos? —dije, tan exhausta. No sé ni porqué me molesto en dar explicaciones que sencillamente ¡no tengo!—. Tampoco tenemos idea dónde puede estar. Tu eres su esposo, ¡hazte esa pregunta...!
—Presley —me silencia Elias, negando; como si no tiene sentido que le hable a un histérico y crear histeria.
Me crucé el suéter frente al pecho y fingí que miro el asfalto. Lo que deseaba era expresar lo airada que estoy de que Melina, en tan solo unos días se haya esfumado y que no lo sepa su idiota esposo, ¡ni un alma!, y de paso la policía no encuentre razones suficientes para buscarle ya que ella está en sus cabales y pudo irse por algún asunto «importante».
Importante, sí.
—Discutiendo como imbéciles no vamos a encontrarla —intercedió Leitan, pesaroso y en cambio más resolutivo de lo que nunca lo he visto; todos le miraron, yo incluida, pero no me quedé en ello por mucho. Añadió después del silencio que reinó—: dividámonos.
—Tal vez no seamos suficientes —dijo Eliseo.
—¿Se te ocurre una mejor idea?
—Puedo mover a mi gente. Algunos no están de custodios; ayudarán con gusto.
—Y paga —convino su hermano, secundando—. Iré con Presley y estamos en contacto.
No hizo falta otra palabra. Nos encerramos en mi Nissan y comencé a conducir en una calma contrapuesta a la ansiedad y preocupación de mi ser.
¿En dónde está? ¿puede estar tan triste para querer desaparecer? Entendía la tristeza del alma, no encontrar el consuelo adecuado ni siquiera dentro tuyo, en tus fortalezas pues éstas se debilitan. Pero desaparecer tiene varias acepciones, y ponerme a pensar en todas ellas me preocupa tanto que no sé si soy capaz de conducir.
—Conduce tú —le pido a Elias, aparcando el la siguiente cuadra, verificando antes que no sea un área restringida. Desprendí el cinturón y sujetaron mi mano, la izquierda. Mis ojos se dieron al encuentro con los de Elias.
—Sé cómo te sientes, no tienes que resistirlo tanto.
Cerré los ojos un momento y recosté mi cabeza en el respaldo del asiento.
—Quizá es mi culpa, empujé demasiado.
Él negó—. De una u otra manera habría pasado exactamente lo mismo.
—¿Cómo puedes estar seguro de una cosa así? Los detonantes no se eligen, vienen de pronto.
—Exactamente bella. Tú misma lo estás corroborando. ¿Y qué harás si tienes razón, juntarte con ella y hacer una pijamada? —Le di una mala mirada. Él se echó a reír—. Como es un no, respiremos y busquemosla. ¿Qué me dices?
En plena incertidumbre de todo esto, pude sonreír y confortarme. Cambiamos de asientos y revisé Google Maps para orientarnos de los sitios que suelo frecuentar con Melina, luego pasar a los que no solemos y que restasen los que restasen. Permanecí pegada al aparato móvil en comunicación con el resto. Ninguno se delataba, pero todos a nuestro modo estamos algo idos, pensando lo peor y recordándonos lo mejor, como un consuelo fugaz.
Había pasado parte de la mañana en ello, deambulando y recibiendo negativas, a los que preguntábamos y al no verla. Me puse un tanto paranoica y verificaba rostros, por si se ha puesto las pilas y un disfraz. ¿Cómo estar seguro de nada si no la reconozco? La Melina que ha estado en mi vida este último año jamás se habría rendido ante nada, pero ¿y si he sido yo quien ha tipificado su persona? En negación de que ella también siente y necesita que la sujeten.
La quería conmigo para decirle que no voy a retractarme de lo que hice porque le estaría vendiendo una Presley que no existe. Si retrocedo el tiempo, actuaría igual y apuesto a que lo llevaba más arriba solo por verla bien y que se sienta tan mujer como es. Y escucharla, que me hable y exponga lo que pasa y no se escude más en tratamientos que la cansan, le roban su brillo.
Para la hora del almuerzo ni siquiera un jugo de toronja con un sándwich de jamón pudo despertar mi hambre, pero comí arrugando la cara, recobrando las ganas y continuando la búsqueda. Era cierto aquello de que si no quieres ser encontrado, lo pondrás todo de ti para que eso no ocurra. Pues a ver si Melina es más tozuda que nosotros, su familia.
En un acto quizá impulsivo, llamo a mamá a ver si eso me ayude un poco a tranquilizarme.
—¿Cómo les va?
Le doy la espalda a Elias, hablando con un buen amigo de Michael. Nos habríamos ido hace rato pero el señor tiene sus dudas respecto a la seguridad de uno de sus negocios y pretende poner custodios. No sé si en E&E también cubran eso. Elias hace lo propio respondiendo a sus inquietudes.
—Aun no la encontramos. He pensado que está fuera del estado.
—No estás viendo con claridad, Enriqueta —me reprocha.
—Está claro que se sabe enconder y que no quiere vernos, pero temo por su salud. No nos podemos quedar impasibles.
—Hacer de una decisión impulsiva una catástrofe les va a costar. ¿Qué saben ustedes si lo que quiere es silencio porque todos le intentan decir qué hacer?
—¿Cuándo hemos hecho eso? ¡Mas espacio no ha podido tener! Mi publicación era para que se diese cuenta de que obsesionarse es lo peor.
—Sé lo que obsesionar significa, la que no sabe lo que es ser estéril eres tú. ¡Piénsalo bien! —exige, cortando mi respiración—. ¿Le has dado verdadero espacio?
Barrí mis labios bruscamente, húmedos por el sudor, como la barbilla y la nariz. Le di una vista corta al cielo encapotado, ni un resquicio del azul de temprano. Nublado como mi razonamiento y recuerdos.
—No estoy segura —respondí, al final.
—Pues bien, si no lo estás, no la busquen. Va a venir sola. ¿Sabes tú cómo se siente, lo que piensa? —antes de que hable, anexa—: Tampoco estás segura. Cuando no se está seguro no se va dando golpes una y otra vez con la misma pared. Ten algo de paciencia.
—Tengo paciencia —refuto.
—¡Ten aún más! —me ordena.
—Lo siento mamá —dije lentamente, procurando no ofenderla ni a su autoridad—. No voy a hacerte caso. Te llamo en la noche.
Con la sensación ajena después de cortarle, me acerqué a los caballeros e interrumpí. No tenemos tiempo que perder; quería saber si ganaremos.
Ya transcurrieron veinticuatro horas y se podía maniobrar con la policía. Es decir, que nos quitásemos de en medio mientras hacen su trabajo. A Eliseo no le importó lo que dijeran. Sus guaruras, gentes profesionales y aparentes civiles podían moverse y no ser descubiertos. A estas alturas no es que me pusiese a pensarlo dos veces. La preocupación hace eso por ti.
Monilley y Leitan tuvieron la idea de ir hasta una casa cercana a la playa en donde han pasado fines de semana. Michael y Eliseo escogieron salir del estado, no sé exactamente a dónde. Los únicos que nos mantuvimos en la ciudad fuimos nosotros. La casa de Elias está alejada del centro de la ciudad y mi apartamento técnicamente se encuentra en el centro. A quien le llegasen noticias primero, avisaría primero.
Todo cuanto observo hace inevitable que remembre la discusión con Lina. No está la culpa, pero sí examino aquella, buscando qué dijimos y qué se puede recuperar de nosotras. O qué está definitivamente dañado.
Me gusta lo que dicen algunos, «si hay vida, hay esperanza».
Mi papá no tiene familia cercana. Los primos o tíos tan lejanos que luchabas por recordar sus nombres y quiénes fueron sus padres. No le sobraba gente de su sangre que compartiera su vida y la felicidad de poder al fin tenerme, por lo que se procuró de amigos, unos mas leales y confiables que otros; pocos, de ambos. Creyó que la amistad es fuerte como lo es el llamado de la sangre, que los poderosos lo son gracias a sus aliados.
La única cosa que tengo a la mano para hacer es prometerme a mí misma ser un amigo así, solo por si a caso nunca lo he sido.
Pongo mis esperanzas en eso y en que pronto tendré a ese amigo fiel conmigo.
La noche fue larga y extenuante. No hubo llamadas ni mensajes, salvo por Elias que no disimula en absoluto lo que le afecta notarme inquieta. No le oculto tampoco que he limpiado, hecho listas de cosas por hacer, comprar y arreglar, las galletas que cociné de cero y lo mal que quedaron pero comí pues detesto desperdiciar. Nos despedimos deseándonos descansar en algún punto, no presionando por lograrlo como un trabajo que necesita llegar a su tiempo establecido.
Lo que no le conté a Elias es que miraba la hora copiosamente. Y que supe a qué hora exacta se extendió el revuelo.
Pero decirle «revuelo» es ser mal educada.
En algún punto (mentira, a las 2 am), encendí el televisor pues la vena chismosa no le se va ni al más ocupado, y siempre hay algo por saber que no tiene relevancia alguna. Lo cotidiano: un amorío que salió mal, infidelidades, una canción dedicada o no, que si en tal letra hablaban de la ex o del ex anterior; excentricidad a la orden para todo el que esté despierto, y yo lo estaba.
En mi tercera taza de chocolate, a las 2:37 am, dieron una noticia de último minuto. Impulsé mi cuerpo adelante en el sillón, tomé el control remoto y subí el volumen del reportero que llevaba la noticia al aire en vivo. Daba explicaciones de lo que pasó; cómo fue que en las lluvias de esta noche, un vehículo iba en exceso de velocidad y se cree que ello junto con el asfalto mojado propiciaron a que colisionara con otro auto y se encuentren estos en condiciones lamentables.
Lo lamenté, claro. ¿Quién desea un mal así?
Algunos lo hacemos, pero la bonificación no es lucrativa.
El reportero con corte de El Pájaro Loco continuaba informando y el ringtone de mi celular colisionó con su voz mezclándolas hasta hacerlas incomprensibles. Descolgué la llamada y fijé mi vista en la pantalla la tv.
—Presley...
—... se conoce el rostro de uno de los conductores. Se trata de un hombre de mediana edad, trabajador de la ferretería El Tornillo...
—¿Sí?
—Alistate. Voy por ti inmediatamente.
—... su nombre es Ezequiel Gazpacho. Lo tranladan en este instante en una ambulancia. No estamos seguros de su condición pero aguardamos su mejora ya que él...
—¿Por qué? ¿la encontraron? ¡Sí la encontraron! Porque si me estás llamando es porque sí, porque la encontraron y todo esto acabará cuando la vea y le diga lo obstinada que es, ¡es increíble lo que puede obstinar una persona como ella, jaja! Y... y podremos...
—Presley —Elias había fuerte—. Vístete. Llego pronto y...
No escuché.
No recuerdo lo que dijo, o dijimos. Porque si hago un terrible esfuerzo me siento sentada, figurando y desfigurando los autos detrás del reportero. Las personas que ayudan se mueven, pero ellas no son importantes. Es la forma que se apretujan las carrocerías, el color superpuesto una sobre otra, el negro de uno de ellos y el beige casi dorado del otro. Un Cadillac DeVille beige del que me burlé por ser de hace diez años.
—Tu nissan no es que sea muy nuevo —me dijo su dueña. No está molesta, solo me sigue el juego.
—Es del 2015. ¡Mira ese vejestorio! Hasta mi padre conducía algo mejor.
—¿No has oído eso de que lo que importa es el interior? —cuestiona, y señala con su cabeza su auto—. Él es así. Todo está perfecto por dentro. Tu, ¿podrías decir lo mismo del tuyo? ¿cuándo fue la última vez que le cambiaste el aceite o limpiaste los inyectores?
Hace poco, pero ella no necesita saberlo.
—No empieces.
—¡Fuiste tú quien empezó! —Río—. Buscas pleitos y luego te arrepientes. ¿Quieres tener una carrera?
Y le dije que sí, cuando ella quisiera y donde escogiera.
Nunca la tuvimos.
Resulta mas sencillo contar lo que sucedió después desde el punto de vista de Elias. Gracias a Dios tuvo la brillante idea de quedarse con una de mis llaves extras. Se introdujo cual intruso no intruso en mi apartamento. Me vio sentada, ahogándome en llanto y removiéndolo todo dentro haciéndolo externo; se asustó, confundiendo mi comportamiento con una crisis o un ataque. Al darse cuenta que solo hacía mía la noticia, sin haber oído siquiera el nombre de mi familiar por elección, apagó las noticias y me abrazó por largo rato.
Siguió haciéndolo aunque paré de llorar. Y tomó una de las decisiones mas enrevesadas que ha podido, sabiendo que provocaría mi llanto otra vez y que tardaría en detenerme.
—Melina murió, mi bella.
Es extraño. Saber que un asunto es cierto y que el que te lo digan lo haga peor. ¿Por qué será?
Obligué a mi garganta a abrirse y a mi lengua a no pegarse al paladar para decir bajito:
—Me retó a una carrera con ese ridículo auto del año de Tutankamon.
Me gustó que aunque el dolor es pesado y tupido, conseguimos reír.
—Podemos arreglar una tu y yo, ¿te gustaría?
Asentí sobre su pecho y le devolví el abrazo.
—Antes de que salgamos y todo lo que hay que hacer aunque no queramos, quiero que me hagas una promesa, Elias.
Sentí su rigidez y me alegró que lo perturbara el grado de importancia de mi tono imperativo, a su vez de una promesa que nunca nos hemos jurado. Ni una, hasta hoy.
-—Dime y lo haré.
—Promete que no morirás primero que yo. Que no vas a hacerme pasar por ese sufrimiento. —Deshice sus brazo sobre mí y le miré con profundidad, con lágrimas derramadas y faltándome el aire—. No tienes opción, eh.
Le miré de hito a hito, volviendo a tragar grueso y queriendo zarandearlo por una respuesta rápida y contundente. A cambio de mi desespero obtuve a Elias rodeado mi rostro con sus manos, proyectando en ella y en su rostro lo que le pasa, lo mucho que lo contraigo y lo mucho que eso le encanta. Besó mis mejillas y no quise prestar mis oídos al ruido; era bueno el mutismo.
Él lo había prometido.
Fin
—————————————
Hola c:
No sé cómo se empieza un final, pero me gustaría explicar ciertas cosas (por si sientes que te timé y por que lo creo necesario).
Primero, te agradezco por llegar hasta el final. Siéntete libre de expresar tus pensamientos, reproches, halagos. Lo que gustes, lo recibo.
Ahora diré algo bastante simple sobre este final y es que a TODOS nos va a tocar morir. Antes o después de lo deseado. Nadie se escapa y me gustó colocarlo aquí y ahora. Y no quiere decir que no sea un final feliz, solo es una derivación; Presley y Elias están bien y su relación seguirá avanzando, esto fue un «a algunos les pasa» y les tocó a ellos pasarlo. ¿Es duro? Horrible, pero hay grandes aprendizajes y cambios gracias a la muerte.
Es lo que creo yo, Liana. Pero si tú no, es respetable.
Nos veremos en unos días cuando publique ¿Sí te queda? Lo cierto es que ando puliendo y tardaré un rato.
Normalmente no dejo mensajes a pie de capítulo porque no me gusta cómo se ve (seeh, la quisquillosa me dicen xd). Esta vez fue diferente.
De nuevo, GRACIAS 💕💕😘
Si no te es molestia me encantaría saber tu opinión 😉🤭
Liana
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro