Capítulo 9
El tenedor en mis manos enrolla unos pocos espaguetis y me los llevo a la boca. El televisor está encendido de fondo y de vez en cuando, lo enfoco solo para comprobar que lo estoy ignorando, como todo lo demás excepto mi plato. Un escalofrío me recorre la columna vertebral y no tardo en identificar de que se trata cuando observo como Amor se pone de pie.
—Tenemos trabajo —dice.
—¿Ahora? ¿No podemos esperar a mañana? —Pone sus brazos sobre su cintura.
—No, Nara. No podemos. ¿Crees que la gente no se enamora por la noche? Vamos. —Me levanto de mala gana y voy a buscar algún calzado en mi armario.
Rebusco pero todo lo que encuentro son tacones.
—¿No hay nada plano por aquí?
—refunfuño.
—¿Esto no te sirve? Estaban al fondo. —Entre los dedos, Amor sostiene un par de zapatillas negras. Mi corazón se salta un latido mientras le arrebato las zapatillas de la mano. Escaleras abajo, voy sosteniendo el calzado con tanta fuerza que puedo notar como mis uñas se clavan sobre mi piel.
Abro la papelera con mi pie y las lanzo sin cuidado dentro. El rubio me mira desde la otra punta del salón, inmóvil y sin palabras.
—Yo no utilizo zapatillas —me explico al pasar por su lado.
Cuando estoy lista, salimos fuera de casa.
—Creo que esta misión va a gustarte —augura.
Yo evito responder, ninguno vuelve a abrir la boca hasta que hemos llegado al lugar correcto.
Estamos frente a un restaurante, podemos ver a los comensales a través del gran ventanal que se encuentra junto a la puerta de entrada. Es un lugar informal, las tonalidades varían entre el amarillo y el naranja y la mayor parte de las personas allí reunidas, son jóvenes.
—Son ellos. —Amor señala una de las mesas.
En ella hay cuatro personas; dos chicos y dos chicas. Parecen pasarlo bien, charlan animados y ríen. Pero esta vez tenemos una información muy escasa; no podemos oír lo que dicen y por supuesto, no sabemos nada de ellos.
—Parece una cita doble... ¿Por eso va a gustarme? ¿porque tendré que enamorar a dos parejas? —Me cruzo de brazos, encarando al chico.
El rubio me muestra una de sus clásicas sonrisas y pone ambas manos sobre mis hombros.
—He aprendido algo sobre vosotros, Nara. Los humanos queréis ser escuchados pero nunca escucháis. Queréis que os presten atención pero nunca la prestais. —Sus manos ejercen una suave presión sobre mis hombros, haciendo que gire sobre mí misma.
—Te sorprendería lo mucho que puedes aprender con tan solo prestar atención. —Me concentro en las parejas frente a nosotros.
Los chicos están sentados el uno enfrente del otro y lo mismo ocurre con ellas. Ellos comparten algunas risas, las miran de vez en cuando y por sus gestos corporales, parecen estar coqueteando.
En el centro de la mesa, hay una bandeja llena de comida. Las dos chicas están mirando a sus respectivos compañeros de mesa, están tan enfrascadas en la charla que ninguna de las dos se da cuenta cuando la otra estira la mano para coger una patata.
Sus manos se rozan en la mitad del camino y sus miradas se cruzan momentáneamente.
Sonríen y de repente, las dos están solas en una habitación llena de gente. Entonces lo comprendo y una sonrisa que no puedo ocultar me delata.
—No van a enamorarse de ellos, van a enamorarse entre ellas.
La risa de Amor retumba en mis oídos y doy un paso a un lado.
—Te dije que iba a gustarte. —me recuerda.
—Cállate, Roma. Dame esa cosa y acabemos cuanto antes. Soplo y el chorro colorido escapa por el agujero contrario. Las chicas vuelven a mirarse y hay una parte de mí, que piensa que en el fondo, ambas lo saben.
—Son adorables, Nara. Tú también lo crees. —Chasqueo la lengua.
—Lo serían si el amor existiera de verdad y no fuera una ilusión temporal. —Él suelta el aire de golpe, ofendido.
—Solo porque a ti te engañaran, no significa que todas las parejas acaben igual. —El aire se vuelve más denso después de sus palabras.
—Nara, yo...-Le interrumpo alzando un dedo en el aire.
—No puedes mentir, lo sé. Es lo que piensas —digo. Caminamos despacio de vuelta a casa, de vez en cuando le doy alguna mirada fugaz.
—¿Por qué tú no tienes un aura? —El joven tarda en responder, se toma su tiempo para pensar.
—Mi transición humana no se ha completado aún. Pero puedo enamorarme, si es lo que preguntas. Del aura depende si sale o no bien pero todos podemos enamorarnos salvo si ya lo estamos. —Asiento despacio, intentando que la información se retenga en mi cabeza.
—¿Y cómo te enamorarias a ti mismo? —No lo pretendo pero la pregunta suena burlona.
—No lo haría yo sino mi sustituto. Es decir, mi futuro sustituto.
—Cuando termina de hablar, el rubio se detiene de golpe y tira de mí. Suelto un "¿qué?" y me obliga a mirar detrás de mí.
Frente a nosotros, hay una pequeña fuente de color negro.
—¿Tienes sed? —Niega y en sus ojos se dibuja un brillo especial.
—¡Es una fuente! Quiero pedir un deseo. —Como un niño que pide un dulce, frunce el ceño.
—Las fuentes mágicas no existen, Roma. Solo es una fuente.
—Bufa.
—Quiero pedir un deseo. Déjame ser humano, Nara. —Suspiro.
—¡Está bien! —Levanto mis manos en señal de rendición y le doy una moneda. Observo como la lanza y cierra los ojos, pidiendo un deseo. Niego despacio.
—Es ridículo hacer eso
—reprocho.
—También es ridículo negar que te ocurre algo. —Como un punto exacto, Amor presiona el botón de mi debilidad.
—¿Te refieres a que he tirado unas estúpidas zapatillas? Solo es ropa. —Cuando llegamos a la puerta de casa, meto mi mano en mi bolso para sacar la llave.
Pero Amor toma mis muñecas y me obliga a enseñarlas. En las palmas de mis manos, han quedado las marcas de mis uñas.
Trago en seco.
—¿Solo ropa? —Sus ojos me arrinconan con una intensidad que nunca antes había presenciado.
La pureza de Amor es un arma de doble filo y ahora me está cortando la piel.
—Solo son arañazos. No es problema tuyo. —Me zafo con brusquedad y cuando entramos en casa, corro escaleras arriba.
Las lágrimas avanzan por mi cara como mis piernas avanzan por el pasillo. Cierro detrás de mí y rompo en el tipo de llanto que más duele; el que ahogas con la almohada. Enterrado bajo los años y miles de capas de falsa fortaleza, se encuentra el secreto que nunca ha sido revelado al mundo.
El aura azul, esa maldita aura azul, habla más sobre mí de lo que me gustaría.
Misiones restantes: 33.
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