Capítulo 3
Se dice por algunos rincones, que los ojos de una persona son el reflejo de su alma, pero si esta afirmación resultara ser cierta, creo entonces que mi alma ha sido robada. Frente al cristal enmarcado en madera, me encuentro subiendo por mis piernas un vestido del color del vino.
Mi cabello de un tono rubio oscuro por el que asemejan algunos mechones de otra tonalidad, ha sido amarrado por mis manos a lo alto de mi coronilla. Cuando subo mi vista hasta mis iris, las palabras que Jerry me dijo en nuestra primera cita hacen un eco que retumba en mi cabeza.
«Nunca antes había visto unos ojos tan llenos de vida».
Puedo recordar con exactitud la sonrisa ególatra que dibujó en su rostro cuando, tras decir aquello, las mejillas de mi yo de diecinueve años se tiñeron de un rosa fuerte. Jerry siempre se definió a sí mismo como un tiburón y yo era el pececillo débil que había caído en sus redes.
Cojo el bolso y sin mirar atrás, abro la puerta de casa. Hoy tengo el día libre, se suponía que me levantaría tarde tras una noche festiva. Río sin querer, qué inocente ha sido siempre mi alma. Mis tacones derrapan sobre el asfalto cuando mis iris captan algo que no esperaba volver a ver. Y ese algo, tiene la forma de un hombre que parece tener la manía de colarse en mi propiedad.
—¿Otra vez tú? —Apoyado contra el muro, el chico parece adormilado y confuso.
Se sobresalta y me mira extrañado, luego busca de un lugar a otro en un intento por ubicarse.
—No puedo alejarme de ti, Nara.
—El sonido de una carcajada a medias se queda atrapado en mi garganta.
—Eso es muy romántico pero no me interesa.
El desconocido frunce el ceño en un gesto que parece genuino y eso provoca que ruede mis ojos.
Prosigo mi camino, sin las ganas ni la intención de continuar con esta absurda charla con alguien a quien ni siquiera conozco. Atravieso la calle por el paso de cebra, un coche esperando para continuar su camino a escasos metros de distancia de mí.
—¡Nara, espera! —Amor grita en mi espalda, le miro por encima de mi hombro.
Es increíble, algo a lo que realmente casi nunca prestamos atención pero, que si lo hiciéramos, llegaríamos a entender la vida de una manera muy diferente. Y es que a veces, son las decisiones más pequeñas las que cambian nuestro destino para siempre.
Amor decide atravesar la calle para seguirme, sin mirar de un lado a otro y por supuesto, sin percatarse de la presencia del vehículo que se aproxima hacia él. Yo por mi parte, no tomo ninguna decisión, ni tan siquiera pierdo el tiempo pensando; solo corro.
Pero no de la manera en la que corres cuando pierdes el autobús o cuando llegas tarde a trabajar.
Corro como corres para salvar la vida de alguien a quien no conoces. Mi cuerpo se estrella en el aire contra el suyo y el impacto es tan potente que salimos disparados de la trayectoria del coche.
Mi cabeza rebota contra su pecho cuando nos estampamos contra la calle y todo lo que puedo oír y sentir son los latidos bombeando de mi corazón en mis tímpanos.
Cuando desfrunzo mi ceño y entreabro los ojos, le veo.
Su boca está entreabierta y tiene una expresión que solo puedo explicar con una palabra; miedo.
Sus ojos, que son de una rara tonalidad asemejada al gris, me observan atónitos y su cuerpo tiembla tanto bajo el mío que, ninguno de los dos le presta atención a la sarta de improperios que el conductor del coche nos propina antes de continuar con su viaje por la carretera.
Apoyo las palmas de mis extremidades superiores en el suelo para tomar impulso y ponerme de pie.
—¡¿Estás loco?! —vocifero y el joven me ignora, sus ojos no dejan de mirar al suelo y a la esquina por donde el coche ha desaparecido.
—No sabía... no sabía que...
—Mira por encima de su hombro y luego, regresa su vista a mis ojos.
—¿No sabías que te podían atropellar? ¿Es una broma?
—Pongo los brazos en jarra, soy incapaz de comprender la información que mis oídos están recibiendo.
—Sí, lo sabía... pero no lo recordaba —confiesa y en sus ojos veo una honestidad que me asusta, una honestidad que no tiene ningún sentido.
—¿Cómo puede una persona no recordar que puede morir?
—Largo una risa sarcástica.
—¡Porque no soy una persona, Nara! al menos no una normal.
¿Ahora vas a escucharme?
He aceptado que el joven junto a mí, se llama Amor. Caminamos en silencio, parece buscar la forma de explicar la historia sin que suene a locura. Pero la verdadera locura es creer que voy a creer algo de lo que me diga.
—Dios como tal, existe.
Solo que no se asemeja a ninguno de los dioses que la humanidad cree tener. Es un ser, una deidad sin cuerpo físico que creó el mundo en el que vivimos.
Para controlar todo, Dios decidió asignar a varias personas a las que denominaría elegidos.
»Los elegidos tienen el poder sobre el dinero, el destino, la familia, el tiempo y el amor entre otros. Los primeros elegidos fueron Tiempo y Destino y ellos se encargaron de escoger al resto.
»Los elegidos no tienen cuerpos humanos, son almas que pululan por el mundo sin ser conscientes del espacio ni del tiempo.
Pero estos elegidos no son para siempre; la deidad creó un libro lleno de profecías.
»Esas profecías dicen que, si un humano pronuncia la clave de un elegido, éste despertará en su forma física y cumplirá una última misión antes de comenzar una vida humana y ser sustituido por otro, uno que solo Destino conoce.
»Yo soy Amor y creo que ya sabes a lo que me dedico. No me encargo de rupturas, de infidelidades ni otras banalidades humanas. Tan solo hago que las personas se enamoren. Tengo una última misión y como dice el libro, al ser tú quien me ha despertado, debes acompañarme en ella.
Intento no ser grosera riéndome en su cara y planeo cortarle suavemente antes de irme.
Pero Amor no me deja hablar.
—Las personas tenéis auras; esas auras no condicionan que hagamos que se enamoren o no pero sí nos dan una pista sobre como acabará la relación, si llega a darse.
»El aura azul indica que una persona no puede amar de manera correcta; tiene algo que hiere su corazón, el aura gris indica que una persona tiene el corazón roto y el aura blanca es una invitación al amor, esa persona está lista para amar.
Por último, el aura rosa es para los ya enamorados, hay diferentes tonalidades de rosa para cada pareja. ¿Lo has entendido?
La forma en la que Amor se expresa me hace indicar que para él, todo esto es real y eso me provoca un leve ápice de miedo.
Trago en seco y decido seguirle el juego, aunque no crea una sola palabra. Su rara alucinación caerá por su propio peso y acabará por dejarme en paz.
—Entendido. ¿Qué es lo que tengo que hacer yo? —Se detiene frente a mí, es más alto que yo.
Me mira con seriedad antes de hablar de nuevo: —Tu misión, Nara Prince, es la de ayudarme a hacer que cuarenta personas, acaben en una relación o no, se enamoren.
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