editado

Poder: Persuasión y Amnepatia
Edad: 26

El pequeño Yoongi tenía simples ocho años cuando todo pasó.
Era un nueve de Marzo, su cumpleaños, al otro día debía hacerse una operación para quitarse el apéndice y sus padres estaban muy preocupados, así que esa misma noche se acostó con ellos y los abrazó.

– Mami, papi, no se preocupen por mi -Susurró y volvió a su cama-

Al otro día, al levantarse junto a su peluche de Kumamon (que le habían regalado para su cumpleaños), caminó a la cocina en donde estaban sus padres desayunando.

– Buen día mami, buen día papi -Al escucharlo, los adultos se asustaron y lo miraron raro-

– Disculpa niño, ¿tú quien eres?

– ...¿Mamá?, soy yo, Yoongi -él fruncio en ceño-

– Niño quién eres, ¿cómo entraste?

– P-papi...ésta es mi casa

– Niño, tranquilo, ¿estás perdido?, ¿quieres que llamemos a la policía?

– No, mamá -Yoongi comenzó a soltar lágrimas y la señora la cual estaba seguro de que era su mamá lo abrazó-

Estuvo un rato abrazado con aquella mujer y luego apareció la policía en casa, le hacían muchas preguntas y él siempre respondía lo mismo, "ellos son mis padres", lloraba y lloraba sin parar, pero nada funcionó, desde ese día, él vivió en un orfanato.

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Tenía diez años y ahí estaba, en un orfanato, en el jardín junto a un niño del orfanato, Hoseok, su mejor y único amigo.
Desde el día en que sus padres lo entregaron a la policía, él a estado constantemente triste, de mal humor, no era lindo para un niño de diez años tener que llorar todos los días recordando como sus padres de un día para el otro lo olvidaban.
La tarde en que lo entregaron, los encargados del orfanato se encargaron de su operación y los doctores estaban más que confundidos por no ver a los padres del niño con él, pero no preguntaron nada al escuchar la aclaración de esas personas diciendo estar a cargo del pequeño, mostrando hasta papeles que lo decían.

Aún no entendía por qué de un día para otro aquello había pasado, pero no era la primera vez que algo así pasaba, de hecho, recordaba cuando lo querían hacer trabajar para distraerlo y él, con un simple toque y mirada fija, lograba que los demás lo obedecieran, logrando así que no lo hagan trabajar, era raro, confuso, pero real.

– Hey blanquito, ¿en qué tanto piensas? -Hoseok le tiró un poco de tierra-

– No me ensucies, llevo ropa negra -se sacudió- Pienso en lo de siempre

– Aún sigo pensando que tienes poderes mentales -sonrie- ¿No sería genial?

– Esos supuestos poderes mentales que tú dices hicieron que pierda a mis padres... -suspiró- Oye Hoseok, ¿puedo intentar algo contigo?

– ¿Es para saber si tienes superpoderes? -sonrió feliz-

– Eh...si, exacto, es una estupidez pero supongo que tiene un poco de lógica -Se alzó de hombros- ¿Y?, ¿Me dejas?

– Si si, ¿qué vas a hacer? -Hoseok dió saltitos-

– Controlar tu mente -Se rasca la nuca nervioso-

– Oh... -sonrió un poco falso el niño- Bien, hazlo, con tal de probar que tienes poderes estoy dispuesto a arriesgarme

–Okey... -Suspiró y agarró la mano de Hoseok, mirándolo a los ojos y notando como los del contrario se ponían bastante oscuros- Hoseok, ahora vas a obedecerme

– Ahora voy a obedecerte -apretó la mano de Yoongi levemente-

– Hoseok, traeme un vaso de agua, lleno hasta la mitad -No sabía que decirle así que hizo algo simple-

– Te traeré un vaso de agua lleno hasta la mitad -Hoseok corrió dentro del orfanato y al poco tiempo había vuelto- ten blanquito -Sus ojos volvieron a la normalidad-

– Gracias -Tomó agua- Si tengo poderes y soy increíble

–Wooow -Hoseok sonrió- Hey, ¿puedo decirte Suga?, viene de sugar, azúcar en inglés

– No. -Tomó más agua-

– Suga -Sonrió y corrió siendo perseguido por su amigo-

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Yoongi a los 14 sabía controlar perfectamente sus poderes, había aprendido solo ya que nadie más que Hoseok sabía que los tenía, bueno, según él, porque había cierto hombre que había obtenido información y ahora estaba ahí, hablando con él y contándole sobre una maldad muy poderosa que había en el mundo, y, además, también le contó que podía ayudarlo en la parte de borrar mentes (Amnepatia), ya que por esa razón estaba ahí, en un orfanato hablando con un cualquiera sobre los poderes mentales y raros que tenía, era obvio, tenía sólo catorce años y no podía confiar en nadie, y, con el simple hecho de escuchar hablar a aquel hombre que parecía tener experiencia, raramente confió en él, y por suerte se dejó ayudar, lo que si, no sabía que aquel hombre buscaba a alguien más, buscaba a otra cierta persona que también tenía ese tipo de poder, algún superpoder, y debía encontrarlo cuanto antes.

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Dieciocho años y ya tenía hogar, exactamente a los dieciséis años fue adoptado, o más bien autorizado a irse con los Jung, no eran sus padres, más bien eran algún tipo de tutores, aunque les decía tíos, él se quedó con el apellido que siempre tuvo, Min, mientras que su mejor amigo Hoseok recibía su nuevo apellido perteneciente a la familia que lo acogía en su casa.
Estaba feliz, Hoseok era como su hermano, Jiwoo era como su prima y los padres de aquellos dos eran sus tíos, él tenía familia, no biológica, pero con sinceridad, ya casi ni recordaba a quellas personas, por más que quisiera. Hoseok siempre le decía que quizás él quería olvidar y por eso no los recordaba o sólo era mejor así, él prefería creer que ya no valía la pena recordar a personas que ya ni siquiera recordaban su cara, de todas maneras, no les tenía rencor ni les echaba la culpa, para él, la culpa no era de nadie más que de él, y se prometió a sí mismo nunca más cometer un error con quienes ama y siempre protegerlos, para llegar a ser alguien en sus vidas.

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Yoongi tenía 26 e iba a la Universidad con su casi hermano, era un chico algo frío de cabello negro y bastante serio pero con un hermoso y buen corazón, con un pasado algo doloroso y quizás algo penoso, pero él era feliz así y estaba bien, realmente estaba bien.

Ésta es parte de la vida de Min Yoongi, un chico el cual accidentalmente borró la memoria de sus padres y vivió la mitad de su vida en un orfanato, pero suponía que así debía ser, él, a diferencia de muchos, no usaba sus poderes para más que lo necesario, él no sentía que le hacían falta, o por lo menos no aún.