Capítulo 9.
-¿Puedo preguntar a qué se debe este cambio tan brusco en tu actitud? -preguntó Rodrigo cuando ya llevábamos más de diez minutos caminando en silencio.
A que la alternativa era irme con mi madre.
-A que he pensado las cosas con calma y creo que podemos darnos otra oportunidad a ser amigos.
Esperaba sinceramente que se hubiera dado cuenta de lo mucho que había recalcado la palabra amigos.
-Vale -dijo.
¿Vale? ¿Y ya está?
-¿Por qué andas tan rápido? -dije intentando cambiar de tema.
-Porque hemos quedado a las cuatro y ya son las cinco -comentó despreocupado.
Sí, Rodrigo tenía la mala costumbre de llegar siempre tarde a todos los sitios.
Y sí, le dediqué una mirada fulminante.
* * *
-¡Gente, ya hemos llegado! -gritó Rodrigo.
Me giré molesta hacia él. Apenas habíamos hablado durante el trayecto y me fastidió mucho que me sacara de mi estado de empanamiento.
-¡Ya era hora! -gritó otro chaval apenas diez metros por delante.
-¡Siempre llegas tarde! -continuó otro.
-¡OS OÍMOS PERFECTAMENTE SIN NECESIDAD DE QUE GRITÉIS! -finalicé yo.
-Ah, pues... es verdad, jeje -admitió el primero que había gritado.
Una vez se quedaron en silencio, aproveché para observar la situación que tenía frente a mí con calma.
Con muuuuuuuuucha calma.
Había ocho chavales (contando a Rodrigo). Todos iban en bañador, con arena por el cuerpo y en mitad de la arena. Todos tendrían más o menos mi edad, algunos parecían más mayores y otros, en cambio, parecían niños de primaria.
-Hola -los saludé.
-Sabes hablar -dijo uno de ellos.
-Pues claro que sé -repliqué mientras me cruzaba de brazos.
Todos -sin excepción- se giraron hacia mí y me miraron extrañados.
-¿Qué miráis? -dije poniéndome a la defensiva.
-Era ironía -se defendió el de antes.
Ah, ahora todo tiene sentido.
Adriana, querida, ¿qué voy a hacer yo contigo?
-Bueno, chavales, ¿a qué jugamos? -preguntó Rodrigo salvándome de esa situación incómoda.
-Íbamos a empezar un partido de fútbol -respondió uno de ellos.
Por favor, todo menos fútbol.
JAJAJAJAJA Qué pringada eres, Adriana.
-Venga, equipos -dijo otro.
-¿Os importaría primero decirme cómo os llamáis? -pedí.
-Ah, bueno, sí, es verdad. Yo soy Jorge -dijo uno de ellos-, él es Juan, él Tomás, él Rodrigo, él Miguel, él David, él Pablo, él Carlos y él es Pau. ¿Bien así o quieres que te lo repita?
-No, no hace falta, está bien -respondí.
No, no me había enterado del nombre de ninguno de ellos.
Y no, tampoco me interesaba.
La verdad es que me preocupaba más el hecho de tener que jugar al fútbol. Sobre todo el manejo de las normas. O si no que le pregunten a los de mi clase.
* * *
-Venga, el grupo seis, que salga a presentar su proyecto -nos animó la profesora.
Mi grupo y yo nos levantamos con calma y fuimos hasta la pizarra, donde ya estaba expuesta la presentación.
-Hoy vamos a hablaros sobre el fútbol -comenzó uno de mis compañeros.
-Voy a explicaros las normas -dije yo-. El fútbol es un deporte complejo. Los árbitros, quienes controlan el juego, se ayudan de las tarjetas verdes, las amarillas y las rojas.
Una vez acabé esa frase, todos los de mi clase (sin excepción), comenzaron a reírse.
-¿He dicho algo gracioso? -pregunté alzando un poco la voz para que me oyeran.
-¡Tarjeta verde! -gritó uno de mis queridísimos compañeros.
-Eso es cuando meten gol -expliqué, como si fuera obvio.
Y de nuevo, más risas.
Cuando volví a mi casa, busqué la tarjeta verde y... ¡sorpresa!, no existía.
Puede que esa fuera una de las principales razones por las que suspendí la presentación. Y puede que también fuera eso por lo que el profesor de educación física decidiera hacernos un examen.
* * *
-Venga, yo hago los equipos -impuso Rodrigo.
-¿Y por qué tú? Eres el último que ha llegado -se quejó uno de los otros.
Os resumiré la siguiente media hora en dos líneas: se pasaron el tiempo discutiendo hasta que hicieron "piedra, papel o tijera" y decidieron los capitanes.
Los capitanes, fieles a su función, se pusieron a formar los equipos. Obviamente empezaron por sus amigos, luego por los que eran buenos y finalmente, sólo quedaba yo por formar parte de un equipo.
-Bueno, y... ¿qué hacemos ahora con esta? -dijo Jorge.
-Venga, pa' mi equipo -ofreció Miguel (creo que se llamaba así).
-¿Estás seguro? -le dije-. Soy muy mala.
-Al menos inténtalo -me respondió antes de localizarse para el saque.
Inténtalo, dice. Eso es que no te ha visto en educación física.
* * *
-A ver, Adriana, si metes gol, te apruebo.
Miré al profesor con los ojos entrecerrados, sabiendo perfectamente que no iba a conseguirlo.
-Dale una patada al balón y mete -siguió él-. Es fácil. No hay portero y estás a dos metros de la portería.
Cogí aire, me mentalicé para meter y corrí hacia el balón. Le di una patada con todas mis fuerzas y cerré los ojos, sin querer ver lo que había pasado.
Y, cómo no, fallé. ¡Pero porque la portería se había movido!
Sí, ya.
En conclusión: a junio que me iba.
* * *
La cuestión es que después de media hora parada en mitad del campo viéndolos jugar, me di cuenta de que no estaba aportando nada.
Por no aportar, ni siquiera los estás molestando.
Ahora que lo dices...
Se me ocurrió la genial idea de empezar a repartir patadas arenosas a todo aquel que pasara por delante de mí.
¿Quién me mandaba a mí hablar?
La cosa es que el primero que pasó frente a mí fue Jorge. Y claro está, fue una oportunidad maravillosa.
Cuando la arena le dio de lleno en la espalda, me reí en silencio e intenté disimular un poquito. Sin mucho éxito, por cierto, pero la intención es lo que cuenta.
-Rodrigo, controla a tu chica -dijo Jorge.
En ese momento, yo me estaba quitando la arena de las piernas, pero paré y me giré hacia Jorge con cara de enfado.
-No. Soy. Su. Chica -respondí con lentitud al tiempo que me acercaba más y más a él.
-Si tú lo dices... -comentó otro de ellos, cuyo nombre, por cierto, todavía no me he aprendido.
-Pues claro que lo digo yo.
-Yo no estaría tan seguro -siguió otro de ellos.
-¿Pero sois tontos o qué? Mira, no sé qué os habrá contado Rodrigo -lo señalé con el dedo, acusándolo-, pero sólo somos amigos. ¿Entendido?
-Cuida de tu chica, Rodrigo, que se te enfada -dijo riéndose Jorge.
Hay que tomar medidas.
Así es conciencia, y ya se me ha ocurrido un plan maligno.
Si el plan lo has pensado tú, seguro que sale mal.
Esto es una cuestión de vida o muerte, te aseguro que no fallará.
Me agaché y cogí un buen puñado de arena. Lo moldeé con las manos hasta que hice con él una bola compacta y la tiré.
Y para mi sorpresa, acerté de lleno en la cara de Jorge.
¡OLEEEEEEE! No me puedo creer que el primer tiro que aciertas sea en la playa y que luego en educación física suspendas.
Claro está, que el chico no se quedó quieto. Él también preparó una bomba de arena. Y el problema es que no era solo él, sino que los otros también habían hecho lo mismo, así que tenía a ocho personas mirándome con cara de asesinos en serie y con bolas de arena en las manos.
Creo que yo me voy llendo...
Ni se te ocurra traicionarme de esta forma, conciencia.
Tienes que entenderme, no tengo ganas de morir tan pronto...
Conciencia, ni se te ocurra.
Suerte, Adriana. Un placer haber compartido catorce años de mi vida contigo.
Y ahí me quedé yo: sola ante el peligro.
Como os prometí, aquí está el siguiente capítulo.
¿Qué os ha parecido? Espero vuestros comentarios/votos.
Gracias por estar ahí, se os quiere muchísimo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro