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Capítulo 7.

Dos semanas en la playa y ya estaba convencida de que era el peor verano de mi vida. Y te estarás preguntando: ¿qué ha pasado para que llegues a esa conclusión? Si tú supieras...

La principal causa tiene nombre y apellidos: Rodrigo Sánchez García.

No lo aguanto. No, de verdad, es que... Arg, me pone de los nervios.

Es un idiota, así de claro.

Tú tampoco es que tengas muchas luces que digamos.

Más que él seguro.

Eso sí.

Estaba tumbada en mi cama, con ganas de dormir pese a que eran las cinco de la tarde.

Existe una cosa llamada siesta, ¿sabes?

Qué pereza dormir ahora.

Qué rara eres, hija.

Pese a que Rodrigo me caía cada vez peor, tengo que admitir que me hubiera gustado estar con él dando una vuelta. Al menos sería más divertido que estar mirando el techo.

Estaba pensando en eso cuando el teléfono vibró, indicándome que me había llegado un mensaje.

Me puse a buscarlo, no recordaba donde lo había dejado. Al final lo encontré bajo la almohada.

¿Cómo habrá llegado hasta ahí?

Buena pregunta.

Miré los mensajes y vi que me acababa de llegar uno de Rodrigo.

Quedamos?

Me quedé mirando el mensaje fijamente y, aunque estuve tentada de dejarlo en leído, acabé respondiendo.

No.

Xq? -escribió.

Igual porque eres un idiota? -pensé.

Porque no -acabé respondiendo.

Y dirás: ¿qué debió pasar para que tomarás esa decisión? Déjame explicarte...

* * *

-Tengo algo que darte -dijo una tarde cuando ya llevaba unos cuantos días en la playa.

Lo miré con curiosidad mientras me sentaba en el murete y lo animaba a continuar. Sí, soy una cotilla.

Rodrigo sacó de su riñonera una pequeña bolsa trasparente, donde había dos llaveros. Uno rojo y otro azul. Ambos eran piezas de un puzle y encajaban.

Pero como eres medio tonta, no pillaste nada.

Eh... efectivamente, eso pasó.

-Es para ti -dijo tendiéndome la pieza azul.

-Vaya, gracias -respondí antes de colocarla en mi bolso.

Rodrigo ocultó una pequeña sonrisa y puso la roja en su riñonera.

* * *

Unos cuantos días después, estaba tranquilamente tumbada sobre mi toalla escuchando música y esperando a que el lento de Rodrigo se dignara a bajar a la playa.

Mi madre estaba a mi lado, sentada en su silla, leyendo un libro en francés y quejándose del calor que hacía.

A ver, razón no le falta a tu madre.

Ya, pero que no se queje tanto, que me vuelve loca.

¿Más de lo que ya estás?

¡Yo no estoy loca!

Estás manteniendo una conversación con tu cabeza, sí que lo estás.

A lo que voy, que Rodrigo al final sí que bajó. Apareció y lo primero que hizo fue taparme el sol, cosa que me molestó tremendamente.

Pero eso no es lo peor. En absoluto.

Lo segundo que hizo fue pasar su mano por mi pierna al ver que se me había quedado un poco de crema sin frotar.

-¿Qué haces? -me quejé.

-Nada -dijo él sonriendo angelicalmente.

Me levanté de golpe y me separé de la sombrilla bajo la que estaba mi madre para ir hacia el agua con él.

-No vuelvas a hacer eso -advertí.

-¿El qué? -dijo como si la cosa no fuera con él.

* * *

-Oye, ven, que te quiero presentar a las amigas de mi abuela.

Rodrigo pasaba las vacaciones en el apartamento de su abuela, junto a ella. Yo conocía a las amigas de su abuela de vista. Sinceramente, ¿a mí qué me importaban esas mujeres?

Nada en absoluto.

Eso fue exactamente lo que le dije.

-Venga, que sí -insistió.

Me puso el brazo en los hombros de nuevo -se lo quité de un manotazo- y me llevó hasta el bar donde estaban las mujeres tomándose algo.

-¿Y por qué ibas a presentarme? Somos sólo amigos -dije intentando dejarle claro que para mí él no era nada más.

-¿Acaso no quieres conocerlas? -volvió a poner el brazo sobre mis hombros.

-Pues no.

Comencé a andar más rápido, alejándome de él.

Y de su brazo.

-¡¿A dónde vas?! -gritó cuando ya casi me perdía de vista.

-¡A mi casa! -contesté con el mismo tono de voz.

* * *

Pero si creéis que ahí acaba la cosa, estáis muy equivocados. Ni os imagináis cuánto.

-Tienes que cogerte este helado -comenzó él.

Estábamos en la heladería de siempre, cómo no. Rodrigo quería que me cogiera el mismo helado que él, uno de avellana, leche merengada y canela.

¡Pero es que no me gusta la canela!

Llevaba media hora imponiéndome eso, y claro, yo no daba mi brazo a torcer.

Eso, eso, demuéstrale quién manda aquí.

-O te lo coges o no quedamos más en lo que queda de verano -amenazó.

Así que con esas vamos...

Me crucé de brazos frente a él mientras el señor de los helados optaba por irse de ahí.

Sabia decisión, señor.

-Adiós -dije antes de darme la vuelta y comenzar a andar.

-Hasta mañana -respondió.

Que te lo crees tú.

-De "mañana" nada -dije dándome la vuelta por unos segundos para que pudiera oírme.

A ver, entendedme, no estoy dispuesta a hacer lo que él quiera. Si no me gusta un helado, no me lo cojo y se acabó. Lo que no voy a hacer es cambiar mis gustos por él.

-¿No vas a quedar mañana conmigo? -preguntó.

-¡Bien! -contesté-. Parece que lo vas entiendo.

Pues no, no lo había entendido. En absoluto.

* * *

Quedamos esta tarde?

Pese a que he mirado el Whatsapp unas cuantas veces todavía no consigo entender a este chico. ¿Es que no se da cuenta de que no quiero quedar con él?

No -respondí secamente.

Y mañana?

En serio, ¿tan mal me explico?

Siento decirte que así es.

Gracias por tanto, conciencia.

De nada por tan poco, Adriana.

Que no -escribo.

Y por la tarde?

Directamente, paso de responder y tiro el teléfono sobre la cama de malas maneras.

Es un capítulo algo más corto que de costumbre, pero tenía ganas de publicarlo ya.

Se lo quiero dedicar a BethysGarcaArcia

Gracias por tu apoyo <3

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