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⚜ O ⚜


—Amo...

—¿Me dejarías, Yoongi?

El mayor no pudo apartar su mirada atónita de la del contrario cuando soltó aquellas palabras. No quería malinterpretar las cosas, pero Jimin ya lo había dicho todo. El príncipe quería besarlo. La pregunta ahora era ¿por qué?

"A veces hay silencios que no callan e incluso traicionan"

—Tomaré eso como un sí —susurró el menor, cuando no obtuvo más respuesta que un nervioso temblor de los labios del otro.

Y pasó.

Como si se tratara de la caricia más tortuosa de todas, Jimin acarició los finos labios del peli plata, dejando que su aliento, chocando contra éstos, le provocara el escalofrío más grande de su vida.

Por un segundo Yoongi quiso morir cuando sus manos hormiguearon, pidiéndole a gritos que se aferrara a esa pequeña cintura y devorara esos belfos como si fuera un mandato divino. Y más allá de que reunió todas sus fuerzas para contenerse, su cordura al fin terminó por abandonarlo cuando el príncipe apresó su labio inferior entre sus dientes.

«Por favor, perdóneme por esto, rey Park»

Jimin jadeó sintiéndose en la gloria cuando al fin fue correspondido. No solo los labios de Yoongi se apoderaron de los suyos, sino también sus manos. Una aferrándose con fuerza de su estrecha cadera y la otra en su nuca, apretándolo más contra él, como si quisiera fundirlo con su cuerpo.

Cuando sintió una caricia subir por su cuerpo, Jimin jadeó en alto, permitiéndole al otro hacerse dueño de su boca. Con la torpeza más pura y genuina, Yoongi profundizó el beso, probando de aquella ambrosía que el príncipe ocultaba. Besarlo, era como beber directamente el néctar de las flores.

Sin que el mayor se diera cuenta, el príncipe comenzó a retroceder, haciéndolo avanzar con él hasta caer ambos en la cama. Solo ahí, Yoongi reaccionó.

Eso estaba mal.

—No —susurró asustado —. No, no, no, no, no. Por todos los cielos, no. Piedad, mi señor. No debí hacer esto, cuanto lo siento. Por favor, perdóneme —se alteró el peli plata, bajándose de la cama e hincándose frente a ésta, inmensamente arrepentido.

Aunque eso no fuera del todo cierto.

—Yoongi —susurró el príncipe, aún agitado.

El contrario no respondió. No pudo siquiera elevar su mirada para enfrentarlo. Se sentía tan apenado y avergonzado, tan débil y a la vez tan fuerte e indestructible. Pero por sobre todo, se odiaba profundamente por decir estar inmensamente arrepentido, cuando claramente eso no era así. Algo en su pecho se removió inquieto y quiso reír cuando al fin las sintió. Después de todo, parecía que su madre nunca le quiso tomar el pelo cuando le habló de las mariposas. Pues ahora, éstas se encontraban allí, revoloteando inquietas en su interior.

—Yoongi, por favor, mírame —pidió el platinado, pero no esperó estremecerse hasta los huesos cuando el mayor lo miró. Algo había cambiado en su mirada. Ésta se había vuelto más intensa, tan profunda... igual a la que él siempre tuvo desde el momento de nacer.

Sin embargo, esa electricidad que recorrió el cuerpo del menor, lo abandonó por completo cuando vio al contrario ponerse de pie, dispuesto a huir de allí.

—¡Yoongi!

—Necesito un momento a solas, amo.

—No... Yoongi, no te vayas.

—Por favor —suplicó, llegando hasta las enormes puertas. Sabía que, si no salía de allí ahora, todo estaría perdido.

—¡Yoongi, voy a casarme!

Voy a casarme.

Voy a...

... casarme.

Todo su mundo cayó al reino de la tierra cuando aquellas palabras danzaron en sus oídos. Eso no podía ser verdad, tenía que ser la mentira más vil que pudiera existir, sin embargo, supo que nada era mentira cuando se giró para verlo a los ojos y encontró lágrimas en ellos. Esa persona a la que ahora veía no era su majestad, el príncipe Park. Éste solo era Jimin, aquel joven que ni siquiera él pudo conocer en verdad. El niño con secretos y frustraciones, aquel que también sentía miedo y sobre todo... amor.

—Amo...

—P-Por favor... no me dejes ahora —suplicó, ocultando su rostro entre sus pequeñas y regordetas manos.

Cuando lo escuchó sollozar, Yoongi olvidó por completo lo que pensó hacer segundos antes y corrió a su consuelo. Su amo lo necesitaba y él no pensaba faltarle en un momento así.

—Amo, aquí estoy —susurró, tomándose el atrevimiento de envolverlo en sus brazos.

—No me dejes —sollozó más, dejando salir a ese niño que llevaba oculto dentro, ese lado suyo que ocultó por tantos años y que ahora temía por perder a la única persona que siempre amo.

Aunque Yoongi no lo supiera...

—Nunca lo dejaré, amo. Prometí estar a su lado siempre y así lo haré.

Jimin lo miró a los ojos tras oír aquello. Sabía que no le mentía porque lo conocía de pies a cabeza. Después de todo, Yoongi era la persona de la que se había enamorado prácticamente desde que lo conoció. No por nada siempre lo observó, le sonrió en secreto e incluso soñó con él incontables veces, deseando que aquella barrera amo-siervo, no existiera.

—Mañana cumplo la mayoría de edad, Yoongi.

El mayor abrió grande sus ojos al recordar aquello. Ese día había estado tan absorto en sus pensamientos que ni siquiera vio a su alrededor. De ser así, habría notado los preparativos en el palacio. Y no cualquier preparativo, sino uno especial, digno de una boda real.

—Amo, ¿Entonces es verdad?

—Sí.

—¿Con quién?

—Con la princesa Kim Jennie del reino Skoúro —respondió, bajando la mirada —. Fue la justa alianza que se pactó para que la guerra terminara.

—No —susurró Yoongi, alejándose un poco —. ¿Cómo puede ser eso algo justo? Amo, usted no tiene que hacerlo. No puede...

—¿Por qué no? —preguntó, con un brillo particular en los ojos.

—Porque... no sería justo para usted —susurró el mayor, mirando su alma a través de esos cielos.

—¿Solo por eso? —volvió a cuestionar el príncipe, queriendo oír más. Sin embargo, en la mente de Yoongi, se había creado un gran remolino de pensamientos, hasta que en verdad supo lo que quería decir.

Él no quería que Jimin se casara, simplemente porque... no.

Jimin apretó su puño en las prendas de Yoongi cuando éste no dijo nada más e incluso apartó la mirada de sus ojos.

—¿Yoongi?

—Solo quiero que usted sea feliz, amo.

—Deja eso —espetó el menor, estremeciendo al platinado, por lo profunda que había sonado su voz.

—¿A-Amo?

—Ya no me llames así —sentenció, viéndolo con el ceño fruncido. Y vaya que Yoongi sintió sus labios hormiguear por querer besar ese tierno entrecejo.

—Pero amo...

—Di mi nombre —pidió, ablandando un poco su semblante.

Más allá del momento y la tensión claramente palpable, ¿alguno de los dos se había dado cuenta de lo cerca que estaban? Porque sí, ambos se encontraban en la cama, Yoongi recostado en el gran espaldar de la cama y Jimin a poco menos de encontrarse sobre sus piernas, siendo sujeto por el otro de su estrecha cintura.

—L-Lo s-siento, amo. Yo... no puedo... no debo —tartamudeó nervioso y al mismo tiempo, ansioso.

¿A dónde se había ido el mal humor de perros con el que había despertado en la mañana? Ahora era cuando más lo necesitaba si quería recuperar la cordura y conservar su cabeza.

—Hazlo, hyung... —contraatacó el príncipe, susurrando sobre sus labios.

«Por todos los dioses, hombre. Si no lo haces tú, lo hago yo»

Esta vez, ni su consciencia pudo ganarle. Como si se tratase de una fiera hambrienta, Yoongi tomó ambas mejillas del menor y estrelló sus labios contra los contrarios, comenzando con la danza más ardiente que pudiera existir, arrancándole un bello gemido de lo más profundo de su ser. Y sin duda, ese sonido tan melodioso fue más que suficiente para que Yoongi volviera a conocer la gloria.

—Jimin —susurró sobre los labios del otro y el menor se sintió morir. Gimoteó como un niño y se aferró a sus hombros, lanzándose por completo sobre él mayor. Lo amaba, oh vaya que lo hacía, y si tenía que demostrarle aquello, lo haría.

Dando el último mordisco en sus labios, Jimin se dejó caer en la cama, sobre su pecho, observando como los intensos ojos de su hyung lo escaneaban de punta a punta.

— Ven y piérdeme el respeto, hyung.

—Ah, joder —jadeó el platinado, terminando por perder el aliento cuando sus dedos rozaron aquel cuerpo por sobre las prendas.

Ya no le importaba lo que era correcto, mucho menos las consecuencias que le esperaban al final, ahora más que nunca no quería parar. Sabía que ese cosquilleo en su interior no era nuevo. Ahora entendía que esos sentimientos siempre estuvieron allí, ocultándose por miedo. Pero ahora no podía negarlo cuando tenía a su príncipe allí, debajo de él, a su completa merced.

Jimin jadeó de forma ahogada cuando Yoongi succionó su cuello mientras se deshacía de aquella cinturilla que aprisionaba su figura antes de poder aventurarse entre los pliegues de las telas y llegar a esa piel de porcelana.

—Yoongi —jadeó aún más fuerte, haciendo que el platinado no pudiera contenerse, terminando por voltear su cuerpo y romper todos los botones de la camisa. Necesitaba desesperadamente poder probar ese cuerpo. Moría por marcarlo.

Jimin sonrió con lágrimas en los ojos cuando el mayor se pegó a su cuerpo, comenzando a explorar cada rincón con su boca, degustándose con ese sabor a vainilla y jazmín. ¿Aquello realmente estaba pasando? Porque si se trataba de un sueño, el príncipe estaba dispuesto a dar su último aliento con tal de no despertar.

En los cortos segundos que Yoongi paseó su vista por el rostro del menor, sintió una horrible presión en su pecho cuando se percató de aquellos orbes cristalinos.

—Amo... —susurró asustado, pensando que lo estaba lastimando o incluso que éste se había arrepentido.

Cosa que no era así.

—Yoongi, por favor —susurró, tomando ambas mejillas del mayor, acariciándolas con dulzura —Hazme el amor.

Su pecho vibró de regocijo cuando esas palabras abandonaron los labios del príncipe.

—Sí, amo —sonrió de forma genuina y atrapó los labios del otro una vez más.

Si tuviera que recordar un momento de su vida en el que se haya sentido igual de feliz... posiblemente elegiría el día en que conoció a ese pequeño niño de mejillas sonrosadas e intensa mirada. Aquel que, con tan solo diez años, le prohibió que se arrodillara ante él y le pidió que fuese su amigo y no su esclavo.

Oh rayos. Yoongi lo miró a los ojos, sorprendido por su descubrimiento. Él siempre había estado enamorado de aquel joven de cabellos de plata. Siempre había amado esa mirada, sus cabellos perfectamente arreglados, su cuerpo y su delicado andar. Jimin era una obra de arte con vida y él su esclavo dispuesto a entregarle su alma con tal de no perderlo jamás.

Jimin rio luego de ver al mayor unos eternos minutos con la mirada perdida en su rostro, como si hubiera acabado de descubrir el secreto del universo.

—¿Yoongi? —acarició su mejilla con dulzura.

—Amo...

Él menor negó, queriendo reprocharle.

—Lo siento. J-Jimin, tú... Ah, joder. Yo siempre te he amado —confesó y el menor terminó por perder su sonrisa en pocos segundos.

Eso no podía ser verdad. No podía tener tanta suerte como para ser correspondido por su gran amor ¿o sí?

Una vez más, los labios de ambos se unieron y pronto las prendas y las palabras fueron sobrando, a medida que sus manos grababan un eterno juramento de amor en el cuerpo del otro. Tampoco existía el miedo a ser descubiertos, solo eran ellos, Jimin y Yoongi, amándose como siempre lo habían anhelado.

—Siempre... Siem- ah... Siempre te he amado, hyung... —susurró el menor mientras el otro lo embestía de forma tortuosa, queriendo grabar en su mente esa mirada tan profunda, sus labios entreabiertos y rojizos, su rostro cubierto de perlas brillantes, sus manos aferrándose con fuerza a sus hombros y esa voz... esa melodiosa voz que no se cansaba de danzar en sus oídos, susurrándole una y otra vez, cuanto lo amaba.

Sin duda, en ese momento ninguno de los dos deseaba nada más que poder estar así, con la persona que tanto amaban, por el resto de sus vidas.

En ningún segundo Yoongi dejó de recorrer el cuerpo contrario con sus besos y caricias, quería que su príncipe se sintiera querido, amado, quería que todos aquellos sentimientos más profundos que albergaba en su ser, llegaran a él y lo hicieran sentir la persona más especial del universo.

Aquello no se trataba solo de sexo, no eran animales hambrientos en busca de calmar esa llama interior, eran dos jóvenes, amándose como ninguno, demostrándose en cuerpo y alma cuanto se necesitaban.

No fue hasta que el amor se transformó en deseo y necesidad que sus cuerpos comenzaron a pedir por más. Si Yoongi ya se encontraba a punto de caer en el delirio, Jimin estaba más que perdido, sintiéndose morir cada vez que el mayor golpeaba aquel punto dulce en su interior con esas intensas acometidas.

Y así, no pasó mucho tiempo para que ambos rosaran con sus dedos el éxtasis infinito, al momento en que el clímax recorrió sus cuerpos de manera abrasadora, envolviéndolos en una burbuja de placer y goce.

Sudados y completamente exhaustos, pero felices, se acurrucaron en los brazos del otro sintiendo aún el fuerte palpitar de sus corazones. Ambos se amaban, ambos se habían entregado en cuerpo y alma, y se habían jurado amor eterno sin necesidad de palabras.

Sin embargo, había una cosa que por más amor que existiera, ellos no podrían cambiar. Y eso era, el destino.

—Yoongi...

El mayor buscó la mirada del príncipe, sonriendo, sin la necesidad de decir ni una sola palabra.

—Te amo, y quiero que nunca lo olvides. 


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Disculpes mi mala edición en la imagen xDD Amé el fanart pero Yoongi tenía el cabello negro >-< Así que tuve que editarlo. Conste que no es plagio porque la firma de la creadora sigue allí, sobre la mía :v 

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