
⚜ A ⚜
Yoongi no se caracterizaba por ser la persona más paciente del mundo, pero vaya que lo intentaba. Sin embargo, no podía evitar que Jimin lo arrastraba al extremo de su cordura y no precisamente porque fuera un principito caprichoso y consentido; sino todo lo contrario.
De los cuatro reinos, Ciel, Terre, Eau y Feu, el reino de los cielos era el que dominaba todo desde lo alto, velando por el orden y la paz entre sus aliados para preservar el equilibro de aquel mundo al que llamaban hogar. Por ello, el rey Park, junto a su reina, llevaban una pesada carga sobre sus hombros al tener que hacerse cargo de tal responsabilidad. Aunque la tarea se les hacía bastante sencilla, considerando que tenían una pequeña pero importante ayuda de parte de su primogénito.
Park Jimin era simplemente perfecto. No había más palabras que pudieran describirlo de forma precisa. A sus diecisiete años, el joven de cabellos plateados y ojos de cielo era el más elocuente, maestro en la palabra y las estrategias. Con su ayuda, los cuatro reinos habían podido ganas la última guerra contra las hienas de la oscuridad, habitantes del casi extinto Skoúro.
Era un príncipe que ni siquiera cumplía la mayoría de edad y ya era deseado por todas las mujeres del reino y otros lugares más. Y justamente eso era lo que Yoongi no podía entender. ¿Qué tanto le veían a un niño que parecía un muñeco? Nunca se atrevería a negar que el de cabellos de plata era hermoso; gruesos labios, ojos rasgados tan atrapantes como el infinito cielo y tan profundos como el extenso mar; y una pequeña y tierna nariz de botón que siempre se fruncía cuando alguna mujer se le acercaba con claras intenciones de coqueteo.
Sí, claramente el joven príncipe era perfecto, pero había algo que Yoongi no podía ignorar, y eso era su sonrisa... inexistente.
Como su fiel sirviente desde que él tenía quince años y el menor diez, jamás había podido ver un simple atisbo de sonrisa; nunca. Mucho menos lo había escuchado reír. Y por eso el peli plata lo llamaba el muñeco de ojos azulados. Y con peli plata me refiero a Yoongi, claro está. Pues como norma real, todo siervo debía tener una marca característica de su amo. Jimin jamás quiso marcarlo porque aquello le parecía absurdo y esclavizador, por eso el mayor tomó las riendas del asunto y eligió hacerlo a su manera. No quería que su pequeño amo –de aquel entonces– se metiera en problemas, así que su cabello negro sufrió las consecuencias, pasando a ser de un gris plata, al igual que el del joven príncipe.
—Yoongi.
—¿Sí, amo Park? —respondió el mayor, despertando de su ensueño tras oír la suave voz de su amo.
Jimin se le quedó viendo por un largo tiempo, como si quisiera ver más allá de su mirada, como si quisiera saber en qué tanto pensaba. Se le quedó viendo tanto al punto de llegar a incomodar un poco al otro, haciéndolo tragar ruidosamente.
El menor separó sus gruesos labios con intenciones de decir algo al fin, mas prefirió guardarse aquello para otra ocasión y le tendió un panecillo al mayor.
—¿Amo? —susurró confundido.
—Te vez más pálido de lo normal. Algo dulce te hará bien.
Sin dudarlo Yoongi pensó en objetar, hasta que su consciencia le recordó que aquello sería completamente inútil.
«¿Tengo que recordarte las mil y una veces que lo has intentado?»
Habló aquella voz en su cabeza, haciéndolo resoplar y aceptar el dulce sin más, devorándolo en pocos segundos para que nadie más lo viera.
Jimin asintió complacido y continuó leyendo aquel libro encuadernado de hojas añejadas, mientras bebía su infusión de jazmín y manzanilla. Y una vez más, Yoongi no pudo evitar perderse en su perfil.
"¿Qué tenía ese niño que lo hacía tan especial para cualquiera?"
⚜
—Hermano, ¿en serio lo harás? —preguntó Jihyun, sorprendido, cuando vio salir al mayor del salón de reuniones, tras su larga charla con el rey.
—Jihyun, ¿cuántas veces tengo que decirte que no es propio de un príncipe estar escuchando detrás de las puertas?
—No me cambies de tema y responde, hermano —se quejó el menor, resoplando.
—Claro que lo haré. Es mi deber después de todo —respondió Jimin con el rostro neutral y sin siquiera ver a su hermano a la cara.
—Pero... pero, hyung... Eso es... No... ¿Te iras?
Jihyun no quería que eso pasara. Si bien su hermano mayor no era muy expresivo, él lo amaba y sabía que Jimin también lo apreciaba mucho. En las familias reales siempre había conflictos entre los herederos que solo les importaba quedarse con el trono al final. Sin embargo, los Park eran la excepción. Si bien nunca hubo sonrisas de por medio, las palabras de su hermano mayor siempre le llenaban el alma al pelinegro, porque Jimin sabía cómo hacer que flotaras en el aire con un simple te quiero.
—¡¿Qué pasará con Yoongi?! —le gritó el menor, cuando el platinado prefirió seguir con su camino antes que responder a lo último.
Y solo con eso logró que Jimin se detuviera y se volteara a mirarlo con esos intensos orbes de cielo.
Una vez más, como si de un pez fuera del agua se tratara, el príncipe comenzó a boquear, buscando qué decir, pero las palabras nunca llegaron.
Silencio, un suspiro y un giro sobre sus talones; eso fue todo lo que Jihyun presenció, sabiendo la respuesta sin necesidad de palabras, y en ese momento no pudo hacer más que sonreír tristemente, compadeciéndose del mayor.
"A veces hay silencios que no callan"
⚜
Como cada noche luego de la cena en el gran comedor, Yoongi acompañó a su amo hasta la habitación para prepararlo con sus ropas de cama.
Ni siquiera pidió permiso cuando lo tuvo frente a él. Como era costumbre, ya desde hace siete años, el mayor comenzó a deshacerse de las vestiduras del príncipe mientras éste mantenía su mirada perdida. Una vez lo tuvo desnudo frente a él, tomó el camisón de seda que descansaba en la cama y, pidiéndole que elevara los brazos, deslizó la prenda por su cuerpo hasta que éste rosó sus muslos.
Elevó su mirada, viendo al menor a los ojos cuando lo sintió tan callado. De por sí, Jimin ya era una persona bastante silenciosa, pero esa noche parecía estar diferente. Algo así como raro o atrapado en sus pensamientos más profundos.
—Amo Pa-
—Yoongi —susurró, interrumpiéndolo —, ¿Sabes que es el amor?
El pálido se quedó completamente atónito ante tal pregunta.
¿Amor?
En sus veintitrés años, nunca se había molestado en detenerse a pensar en ello, no lo necesitaba. Estaba bien con su vida como para pensar en cosas sin sentido. Ya suficiente prueba le había dejado la mala experiencia de su madre con aquel bastardo como para querer "enamorarse".
—Lo siento amo. No creo que tal cosa exista —susurró algo apenado, pensando que se había tomado demasiado atrevimiento como para responder algo así.
Jimin suspiró y retrocedió unos pasos, sentándose en el filo de la cama.
—Eso debe ser triste.
—¿Amo?
—El no conocer el amor. Es... triste.
Yoongi parpadeó varias veces antes de acercarse al menor e hincarse frente a él.
—¿Amo? ¿Qué le sucede? —preguntó cuándo ya no pudo resistirse a aquella mirada perdida.
—¿Sabes que se siente cuando uno ama?
El peli plata se mordió su labio inferior y prefirió seguirle el juego.
—Mi madre decía que... ahm... ¿mariposas? Sí, eso. Ella decía que se sentía como tener mariposas en el estómago. Todos lo dices, pero yo no lo creo.
—¿Por qué no una luz en la oscuridad?
—¿Eh?
Jimin lo miró a los ojos al fin.
—En vez de mariposas, podría ser una luz.
—Bueno, supongo que eso estaría bien —Yoongi sonrió y se puso de pie para acercarse más y apartar las sabanas de la cama —. Es hora de que descanse, amo.
—Sí —apenas murmuró el menor y se metió entre las finas sedas, quedándose sentado en la cama.
Yoongi prefirió darle su espacio por si tenía cosas en qué pensar, así que tomó la vela del mueble y tras un: que descanse amo, avanzó hasta la salida, dispuesto a ir a lanzarse a los brazos de Morfeo él también.
—¿Yoongi?
—¿Sí, amo? —respondió casi en automático cuando oyó su voz. Ni siquiera dudó en girarse y tener la intención de regresar por si el menor quería que le acomodara las almohadas o le dejara la vela encendida hasta que ésta se extinguiera. Sin embargo, esa no era la intención del contrario.
—Gracias —fue lo único que susurró el príncipe y pasó lo que el peli plata jamás se hubiera imaginado en su corta vida.
Jimin... sonrió.
"¿Qué tenía ese niño que lo hacía tan especial para cualquiera?"
Él... tiene ángel. Al fin había encontrado la respuesta a esa pregunta que se había hecho por tantos años. No era su infinita belleza, ni su gran inteligencia. No era su audacia, ni su espléndida madurez. No tenía que ver con su gran ingenio como estratega, ni mucho menos con su sutileza al tratar a los demás. Como todo un príncipe de los cielos, Jimin tenía algo que jamás vería en alguien más, algo que otro no lograría obtener por más que lo diera todo por ello, y eso era pureza. Esa simple sonrisa de ojos pequeños, había sido la clara respuesta.
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