👑88👑
Allura se queda unos largos minutos esperando a su hermano. No, no aparece.
La albina tira el aire por la boca y se levanta de la mesa.
-Corán, guardad la comida.
-¿No va a bajar?
- No tiene pinta. -la albina sale al jardín. Coge aire y lo tira.
Se siente sola.
Sin el apoyo de su hermano en días así se siente mal. Y más cuando han discutido.
Shiro aparece a su lado con una suave sonrisa.
-Princesa... -su voz es suave y melosa. - ...¿estáis bien? -Allura suspira. Niega.
-No. Nada está bien... -muerde su labio y mira el cielo. Está pintado con pequeñas nubes y cúmulos blancos.
-Se arreglará todo. Ya vereis... -Allura mira de reojo a Shiro.
-¿Cómo... estás tan tranquilo?... quiero decir... Keith se va y... es tu amigo...
-Es como mi hermano. -susurra el galra. - Pero la disciplina es la disciplina. Tiene que aprender... aunque no favorezca a nadie... -Allura asiente.
-Te preocupas por él.
-Exacto... -Shiro suena recto y firme. Mira el interior y luego a la princesa. -Debo ayudar en el garaje. Luego nos vemos princesa. -Allura asiente.
Keith aparece minutos después.
-¿Princesa?...
-¿Si?
-El príncipe... no tiene hambre...
-Lo imaginaba. Gracias de todos modos. Puedes retirarte. -y eso hace.
Pasa la tarde en su cuarto, con la espada y la maleta. No tiene nada que hacer más que planear su viaje.
Ya que vuelve a ese lugar como es la espada de Marmora, al menos intentar conseguir nueva información de su madre...
Mira a su alrededor con cuidado. Quiere recordar hasta la última gota de pintura de esas cárcel de pladur.
En realidad le gusta ese cuarto. No se, tiene algo. Tal vez la seguridad de salir y ver el exterior.
No era su sueño ser el guarda de un príncipe egoísta y narcisista pero guapo como un puto ángel, pero se ha acostumbrado, incluso le ha cogido el gusto. Eso de la ropa por las mañanas y demás... está bien. Ojalá pudiera ver por última vez su carita al dormir entre esas sábanas.
Son las seis y media.
Keith está sentado en el balcón, mirando el cielo. Sólo.
Lance está aún en su cuarto. En realidad se ha dormido de tres a cinco, pero es un secreto.
Se levanta y se asoma asustado. Es pronto aún.
Es el atardecer... el último que vió, si mal no recuerda, fue con Keith tras fundirse el uno con el otro en un caro sillón de tocador. Ahí, en su cuarto, en los pies del balcón, oliendo a aceite de argán y coco.
Se levanta y descalzo pone la oreja en la puerta. No hay nadie. No oye a nadie.
Abre con cuidado la puerta y, con miedo, acerca su rostro al hilo Qué la seoara del marco.
¿Qué pasa si está Shiro? piensa el alteano.
Simple, pedirá ayuda para matar un bicho. Luego se hará el loco y lo mandará fuera de su habitación a base de malas contestaciones y absurdeces. Maleducado pero eficaz.
Pero reconocería esa melena en cualquier lado.
-¿Viendo el atardecer? -Keith gira su rostro asustado. Es Lance. Sonríe.
-Si... puede ser el último... -susurra el galra. Tiene a su lado la espada de su madre. Lance sonríe. Mira el exterior y cierra la puerta de nuevo.
-No hay nadie. Tranquilo. -murmura Lance. El alteano se acerca a él y se sienta enfrente suya.
No dicen nada. Sólo se miran. El galra agacha su mirada.
-Siento todo lo causado...
-No has hecho nada. Para ya con eso. - El alteano coge su mano y la besa. Como él habría hecho antes. -Has hecho algo que yo quería. No has hecho nada malo. - el galra suspira.
-Supongo.
-Pues claro. -sigue cogiendo su mano. Mira la espada y sonríe de forma leve y melancólica. -Es gracioso que la última vez que viesemos el atardecer... hablasemos de Marmora... -Keith sonríe de forma inevitable.
-Si... -el alteano tira el aire por la nariz y mira a Keith.
-¿Y... tardarás? -el galra mira a un lado. Su cara lo dice todo. -No... es para siempre... ¿verdad?...
-Espero que no. -el alteano agacha la cabeza.
-Por favor. -coge su mano con fuerza. El sol se pone entre los árboles y las nubes. Está el cielo ardiendo. El mundo arde. Está el cielo radiando calor. Pero da igual. A ellos les arde la cama de no poder usarla. Les arden las manos y los labios por no poder tocarse.
Pero al final lo hacen.
Lance planta sus labios en los ajenos y pega su frente en la ajena.
-No consentiré que te vayas... -el galra responde a Lance de forma suave y temorosa.
-Ni yo tampoco.
Y sale en silencio de su cuarto. Keith le acompaña, besa sus labios un par de veces y suelta su mano. Se siente vacío sin su mano. Bueno, sin su cercanía en general.
Llega la cena.
Keith vuelve a hacer lo mismo: tardar. Llega un cuarto de hora más tarde aproximadamente. Cena en silencio y toma el postre de la misma manera.
Acaba con otro melocotón escondido.
Pero no le sirve.
Lance baja las escaleras con cara de pocos amigos.
-Lance... -Allura trata de comunicarse con él. Pero sólo recibe una mirada vacía y furiosa. -Tienes la cena en la nevera. - Lance asiente.
-Corán, ¿puedes servir mi cena, por favor? Keith observa a Lance desde el interior de la cocina.
-Si, príncipe Lance. -el hombre del bigote suena tan amable como siempre.
Le sirve el plato.
-Que aproveche príncipe Lance.
-Gracias. -sabe que Corán no ha hecho nada, así que no tiene por que recibir nada a cambio. Y por nada entendemos malos gestos o contestaciones.
Keith pasa por su lado y deja un melocotón junto al vaso de agua. Lance sonríe suavemente. Observa como se marcha, como sube la escaleras serio.
A Lance se le rompe el alma. No puede verle así.
Keith entra en su cuarto. Son las once menos veinte.
Necesita encontrar alguna manera. Una. La que sea. La más mínima y remota manera quedarse tranquilo.
¿Sobre que?
Los míseros papeles. Tiene que tener una explicación. Alguno de los habitantes de Palacio los leía. Y van ganando Allura y Shiro. Pero tiene algo claro: uno, que Allura no respondería de mala manera y, dos, que Shiro si lo hace.
Y piensa quedarse tranquilo.
Y quiere acabar con un asunto que le mata por dentro.
Quiere acabar con la tortura de los papelitos y con la tortura de su cabeza. Con la de su ritmo cardíaco y la de sus noches de sueño. La misma que conocen las estrellas. Quiere acabar con esto. No sabe si va a poder mucho más. Supone que hasta que la sonrisa se le parta...
No ve otra manera mejor qué unir ambas cosas. Un papel. Un mísero papel. Es perfecto. Si otros lo leen, él ya no estará. Y en el peor de los casos... o no volverá nunca o lo tirarán de la corte. O otra posiblidad: que Lance le mande a la mierda y más allá
Pero para eso va a ser precavido. Para al menos evitar dos posibilidades de tres.
Y encuentra la manera. Es algo arriesgada pero pondría la mano en el fuego de que es la más segura.
Va a su cuarto y saca uno de sus trajes de licra.
Y coge un papel.
Acaba de cenar y se esfuma a su cuarto.
No quiere hacer nada más que dormir.
Quiere que sean las doce en punto. Querría decirle tantas cosas. Querría quedarse tan tranquilo...
Como le gustaría chillarle a su hermana: ¡Me lo he follado, le he besado y me brillan las marcas, ahora castigame a mí!
Pero claro... esos no son modales.
Aprieta el cojín de su cama y hunde su cara en él. Ignora su alrededor totalmente.
Aún son las once menos diez.
En cambio, el portón dice otra cosa. Pero la hora establecida no.
Allura está junto a Shiro, en la entrada.
-Ten cuidado... -murmura Allura. Keith asiente.
-Si, princesa. -la albina agacha la cabeza.
-Keith yo... siento... tener que hacer esto... pero yo no puedo dejar pasar esto... no a días de la coronación... - la albina tuerce sus labios. - ...que se que yo no pinto nada por que... bueno, soy mujer y no reinaré pero... soy la balanza que necesita Lance. -Allura sonríe como puede. Aguanta como una leona las lágrimas. -Te esperamos con los brazos abiertos cuando todo haya mejorado. -Keith asiente. El galra observa al otro galra. Está sonriendo suavemente y acariciando la espalda de Allura.
-Ten cuidado. Y aprovecha. -Keith asiente, pero algo más serio.
Y tras una última despedida, Keith se camufla entre la maleza.
Y espera a tan ansiada hora.
Han quedado en las vallas más desapercibidas.
Lance baja con cuidado y miedo. Con Keith al lado no le pasaría.
Sale al jardín y corre con cuidado por el césped. Keith está en la valla, observando a Lance. El alteano sonríe y corre hacia el lugar. Con cuidado, abre ligeramente la valla y sale al exterior. Keith lleva un traje de licra, la capa de Marmora y su bolsa/maleta. Lance le mira de arriba a abajo.
-No debería ser así. -susurra.
-Ya lo se... tu hermana se veía arrepentida... - abandona la formalidad. Están fuera de Palacio. Lance agacha la cabeza.
-Mi hermana se cree que sabe todo... - el alteano coge aire y lo tira. - No quiero que te vayas... -murmura.
-Ni yo... - el alteano levanta la cabeza. Son segundos los que tarda en abrazar a Keith. Sólo se oyen grillos cantar una sonata triste entre cuerpos celestes y nubes.
-Ten mucho cuidado. Por favor. -murmura. Keith asiente. Acaricia la cabeza de Lance.
-Si... tú también. -Lance sólo puede reír algo avergonzado. Y antes de dejarle ir, con una sonrisa rota, coge sus mejillas y planta un último beso en sus labios. Keith cierra sus ojos y se deja llevar. Esta vez es distinto. Esta vez lo necesitan. No es un capricho. Es cuestión de necesidad. Lance siente que le estallan las mejillas. Hasta que rebajan el brillo muy lentamente. Es raro. Nunca había sentido eso en sus marcas.
Se separa de sus labios y le abraza con fuerza.
-Por favor... vuelve pronto... - Keith asiente. Abraza tanto como puede al castaño.
-Lo intentaré. Te lo prometo. -ambos saben que incluso estando fuera, estará con él. No le va a llamar mentiroso. No, por que él no quería irse. Jamás querría.
Se miran una última vez.
Y ahora Keith... se distinto.
Y Lance sabe en seguida que tiene de extraño. Da un último beso a Keith y se despide de él soltando sus manos.
Se mete dentro de nuevo y observa a Keith alejarse mientra mueve su mano.
Lance tiene los ojos abiertos y relucientes. Si, le queda poco para llorar. Pero aguanta. Es una familia dura.
Coge aire y lo tira.
Keith se veía raro. Y él lo sabe. Incluso Keith empieza a sentirse extraño.
Pero igual es la emoción del momento.
Lance sube las escaleras con cuidado y silencio. Entra a su cuarto con discreción y se mete en el baño. Se mira al espejo. Si, aún tiene las marcas. Pero... ¿entonces?... Que ha... ¿pasado?
No lo entiende.
Sale del baño y encuentra ropa en los pies de la cama.
Pero en seguida encuentra algo bajo sus prendas celestes y doradas que, vaya por dios, estaban limpias del día anterior. Encuentra una prenda negra.
Lance frunce el ceño confuso. ¿Un error? Imposible.
Coge la prenda y la estira con sus dedos índices desde los hombros. Es un traje de Keith. Sonreí y lo pega contra él. Huele a él. ¡Huele a él! Otra vez lágrimas en los ojos.
Pero eso no es nada.
Del traje cae un papel. Frunce el ceño.
Un papel. Los papeles. Ay, por Dios... y él poniéndole en cuestión y en dudas. ¿Como mentiría un ángel como él?
Se sienta en la cama y desdobla el papel. Es una letra curva y precisa. Vaya letra, piensa sonriendo.
Lee con calma y algo de concentración.
"Todo irá bien. Tenéis tres melocotones guardados. Me gustais, Alteza."
"-Keith. "
Lance siente como el mundo se va cayendo a trozos pequeños. Pero trozos pequeños hechos de pétalos de flor.
Sobre sus manos cae una lágrima.
Le gusta.
Le gusta.
Se gustan.
¿Como no había visto antes eso?
¿Y que decían el resto de papeles?
La respiración se le acelera. Las marcas le brillan. Le caen lágrimas por las mejillas.
¿Y... si no es él?
Pero entonces ve la ropa.
Sabe que es él.
Siempre le deja él la ropa ahí. Y nadie más entra en su cuarto. Nadie.
Y más aún sabiendo lo de los melocotones... vaya tonto. Es un idiota... es... es todo un... un amor.
Pasa sus manos por su cara y llora en voz baja con una sonrisa en los labios.
Coge el traje y lo pega a su pecho.
Le gusta.
Se gustan.
Tal vez en el peor momento.
Keith sólo reza por que lo lea él y, por Dios, que no hayan problemas. Sólo eso.
Ahora cree que se ha arriesgado mucho.
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