👑85👑
Keith tiene un pequeñito problema.
Shiro empieza a olerse cosas, y casi que pondría la mano en el fuego a que Shiro le va a esperar despierto. A no ser que le vea trabajar... entonces colaría.
Está en la zona de la colada, metiendo prendas en la lavadora.
No se le ocurre otra cosa mejor que poner un papel. No quiere que Shiro le vea hablando con él, y estando el galra más alto en el garaje y Lance en el jardín es complicado.
Así que se pone a ello.
Coge un papel y escribe:
Te veo a las doce y media en el jardín.
Keith.
¿Y si pongo un corazón? piensa. No... mejor no.
Coloca el papel en su puerta y lo cuela.
Con tan solo entrar lo verá. Él lo sabe.
Y en cuanto vuelve mete la ropa mojada en la secadora y suspira. Sólo quiere una noche tranquila... dentro de lo que cabe salir de Palacio de noche junto al príncipe.
Y llega la cena.
Y si, Keith cena a tiempo.
Sirve el plato del príncipe y después el de Corán y el suyo. No dirige su mirada a Shiro en ningún momento.
No quiere verle. Nada de nada.
Se sienta y coge sus cubiertos.
Lance entabla una conservación alegre y entretenida que ameniza la cena. De vez en cuando le cambian miradas escurridizas cómplices.
Y es en el postre cuando se acerca a él. Lance a Keith, claro.
-¿Me das un bocado? -Keith está comiendo un trozo de sandía. El galra suspira.
-Alteza que os ven... -bufa.
-Que les den. -coge su trozo y clava sus dientes, sonriendo. El agua dulce de dicha fruta resbala por su labio inferior. Lance relame el dicho y sonríe. Keith aprieta sus labios. -¿Que pasa gatito? -ahora es el azabache quien bufa.
-Que no me llameis así... -Lance sonríe. Acaricia su mejilla. Se muere por otro beso pero... en el salón es mal lugar. -Sed puntual.
-No me lo digas dos veces. Cogete una capa. -susurra. Y desaparece a paso lento de su vista.
Y ahí le deja, con una cara de tonto increíble, la sandía mordida y las ganas de un beso. Si, él también.
Y son las doce.
Keith continúa abajo, barriendo. Ya sabe que va a hacer.
No piensa subir al cuarto. Va a ir con ese traje de licra. Eso y algo de ropa para la ocasión. La capa está en la colada, solo tiene que ir y cogerla.
Sólo necesita esperar media hora ahí abajo.
-Puedes irte a descansar, joven Keith. - el mismo niega.
-De verdad, quiero ayudar. No tengo apenas sueño. Puede irse usted, Corán. -el pelirrojo ríe y levanta su dedo índice mientras marcha.
-Que no vea yo un bostezo mañana. - Keith sonríe. Ese hombre siempre tiene muchas ocurrencias. Se le hace entrañable.
Y son las doce y diez.
Keith está en el jardín, con la capa por los hombros. Es negra, la de la espada de Marmora. No tiene otra...
Está en un sitio donde la ventana de su cuarto no llegue a verle.
Y en cinco minutos escucha una voz en su oído.
-¿Quien eres, el Zorro? - Keith gira su rostro. Es Lance. Lleva una capa granate encima. Además de una sonrisa lasciva.
-Alteza... -Lance levanta su dedo en señal de aviso. -O sea, Lance... ¿no visteis... el papel?
-¿El papel? ¿Qué papel? - Keith abre su boca. Otra vez lo mismo. ¿Es que acaso los esconde o... se hace el interesante? Imposible. Conoce a Lance lo suficiente como para saber que él le respondería con otro, y con un beso plantado en el mismo hecho con labial. -¿Por que siempre hay papel, que te cuesta decirme...?
-Lo se. Perdón. -Lance sonrie.
-Anda vamos. Son 10 minutos de camino. -coge su mano y, con la capucha puesta, se acercan a la verja.
Trepan y caen al otro lado. Y Lance sólo puede reír.
Y son minutos de ir juntos, en silencio o hablando. Detrás de los árboles ya se oyen algunas olas.
-Ven, por aquí. -y con la capucha puesta y la capa cubriendo sus cuerpos, se meten entre una arbolada.
Y al final hay arena.
Y delante de ellos la inmensidad del mar.
Y un cielo plagado de estrellas.
Ha visto celajes y paisajes, pero ese... ese ha ganado un hueco en su corazón. Es precioso. Es... es increíble.
-¡Dios, cuanto tiempo! -murmura enérgico. -¡Vamos vamos! -coge la mano de Keith. Cuela sus dedos entre los ajenos y corre junto él por la arena.
Y llegan a la orilla. Lance estira sus brazos y sonríe. Mira a Keith.
-Llevas bañador o algo ¿no?
-Si, algo así.
-Genial. -Lance se quita la capa. Y madre. Todo podía mejorar. No lo pensaba pero... se lo ha desmostrado.
Lance, bajo la capa y una especie de túnica extraña, lleva prendas interiores de baño que... que le dan ganas de quitarle hasta con la boca. Son blancas, doradas, celestes y brillantes. Son preciosas.
-Vamos. -el moreno sonríe y se dirige al mar. Las olas son suaves, la brisa ligera y la Luna reluciente.
El agua brillan por absolutamente todo. Y Keith... Keith ya tiene claro donde quiere morir, además de en la boca de Lance.
Se quita la capa y el traje de licra. Y se acerca Lance. El moreno sonríe y abraza su cuello. Keith mira a su alrededor.
-¿No habrá nadie, no?
-¿A las doce y pico de la noche en una playa prácticamente paradisíaca... te aseguro que no. -mira sus labios. -He estado esperando esta noche todo el día... -susurra. Abraza su cuello y acerca sus labios a los ajenos. Planta un pequeño beso.
-Yo también... -susurra Keith contra sus labios.
Abraza su cintura y pega su frente a la ajena.
Tardan poco en acabar corriendo por la orilla, tirando agua al contrario y riendo en voz alta.
Lance termina tropezando y cayendo al agua.
-¡Ya verás ya! -y tira agua al galra. El azabache ríe y se tira hacía él. Keith acaba sobre sus muslos, sonriendo, abrazando su cuello.
Ahora es el alteano quien abraza de la cintura a Keith.
Por que, siendo objetivos, el tamaño es relativo. Si, Keith es alto pero... son relativamente iguales en tamaño y forma.
Lance pega sus labios en los ajenos. El agua les llega por la cintura. El galra observa el rostro del príncipe. Empapado, con el cabello castaño pegado en la cara, las marcas brillando y los labios curvados en una sonrisa.
Ladea su rostro y los vuelve a pegar.
Ambos necesitan del contrario. Y es el lugar ideal. Es perfecto.
Lance corta el beso y mira los ojos de Keith. Tan inmensos y relucientes como el puto fuego. Tiene tanto calor como si estuviese frente a ese mismo fuego.
Acerca sus labios a los ajenos.
-Lance... -murmura. Rodea su cintura con sus piernas.
Son jóvenes. No lo parece pero... son jóvenes.
Jóvenes que aún tienen mucho que vivir.
Tienen que aprender a llorar, saber a quien abrazar y entender a las otras personas.
Tienen que conocer muchos labios hasta entender cuáles son los que merecen los suyos. Tienen que gemir muchos nombres para saber cual es el que realmente les acompañará por las noches.
Y tienen que acariciar muchas pieles para saber cual les pone la suya de gallina.
Y ambos han encontrado al contrario.
Y ambos quieren explorar cosas.
Y ambos ansían besar.
Ambos quieren reír mientras salen del agua tras haberse dados besos eternos. Ambos quieren caer sobre la arena y abrazarse, mirarse y besarse.
Y ambos lo quieren. Ambos lo maldito quieren.
Por eso ahora están ahí, en mitad de la arena: Keith bajo Lance, Lance sobre él.
Keith está gimiendo. Gimiendo como nunca había gemido.
Tiene sus uñas clavadas en su espalda. Tiene su frente húmeda pegada en la ajena.
Lance tiene sus ojos cerrados. Y cuando los abre le brillan las marcas.
Está tan guapo...
Jamás le imagino así. Pero nunca digas nunca.
Coge sus muslos y le mira.
Besa sus labios de nuevo. Y allí Keith entierra otro gemido. Cierra sus ojos y abraza su cuello.
No quieren más que eso. Estar piel con piel. Sentir al otro en todos los sentidos. Tocar el pelo ajeno. Besar los labios ajenos. En fin, lo imposible. Quieren lo imposible e inalcanzable.
Acaban gimiendo ambos, en un tono moderado, pegados.
Y es al llegar ambos al punto álgido cuando se miran y se besan de nuevo.
-Keith... -susurra Lance. - Keith me estás volviendo loco... -ríe en voz baja. Keith le imita. Lance termina sobre él, con las piernas a los lados, con su rostro escondido en su cuello.
Keith le abraza, no sin antes poner una de las capas sobre ellos.
-¿Siempre vas a ser así conmigo?... -susurra en su cuello.
-Siempre. Y lo que me queda. -Lance sonríe. Abraza su cuello y se pega a él.
-Quédate así, para siempre... -murmura.
Y eso, para Keith, es más que una pedida de anillo. Más que ese puto matrimonio de mierda.
Pero manda el Palacio, no su conciencia.
Así que sólo puede sonreir, aprovechar y abrazarle, besar sus hombros y acariciar su cabello.
Sólo las estrellas serían testigo.
Como todas las noches allí.
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