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Empezaron a comer.
Lance miraba de reojo al soldado más mayor. Hasta que se aburrió y directamente empezó a mirarle de arriba abajo comer.
Apoyo su mejilla en la palma de su mano, y ahí se derramó toda.

-Y dime Shiro... ¿te gusta el palacio? -murmuró el joven albino. Allura le miró de reojo mientras daba la última cucharada a su plato.

-Si alteza. Es agradable la estancia aquí. Gracias por el alojamiento. -murmuró con una sonrisa en los labios. Lance alzó ligeramente una ceja. Relamió sus labios con la punta de su lengua y sintió las uñas de su hermana en su muslo.

-Me alegro Shiro. -susurró la albina. Keith miraba la fruta sin demasiada vergüenza. -Keith ¿quieres fruta? Una manzana, un melocotón o...

-El último me sirve. -susurró. Lance dirigió una mirada atenta al galra más joven.
Allura le acercó un melocotón.

-Esta noche tendremos una celebración. Vuestra bienvenida, vamos. Quiero que estéis allí los dos. -sonrió de forma dulce la de tez morena y ojos celestes.
Shiro asintió.

-Será un honor, alteza. -Shiro esbozó la misma sonrisa cómplice. Ambos se miraban. Lance rodó sus ojos.

-¿Alcohol?

-Para ti no. -murmuró Allura. Se levantó y cogió su plato. En una conversación fluida de alejó junto a Shiro. Y de nuevo con el guarda de su edad y de figura fina.

Estaba con el melocotón pelado en la mano, con sus labios enterrados en él. Pudo apreciar la gota del zumo de esa misma fruta. Como resbalaba por la comisura de su labio y como bajaba en cámara lenta a su mentón. Como allí colgaba y amenazaba con tirarse. De tiró. Y aterrizó en sus muslos, o eso se imaginó. Observó como sus labios se alejaban de la fruta, y como concentrado relamia sus labios. Estaba húmedos, y seguro que sabían a azúcar y placer. Lance sintió calor en sus pómulos. Carraspeó y con sus dedos separó su plato de sus cercanías.
Sin decir nada llevó el plato a la cocina y pasando por el comedor se alejó al jardín de nuevo.
Se sentó en una de las bancas y allí pasó la tarde, tumbado, sintiendo el sol en su piel.

Keith se acabó la fruta y como un rato se lavó las manos. Al salir no vió a Lance.
Mierda. ¿Que clase de guardia era él? era patético.

-Hey. -sintió el calor de algo ancho en su hombro. -¿Vas bien?

-Creo que no le caigo bien. Y creo que es por que soy galra. -murmuró el de piel lilacea. Shiro cogió aire y lo tiró. Miró a Keith atentamente.

-Oye... no le caes mal. Es impactante que una raza como la nuestra ahora esté con los alteanos. Para ellos es aún más difícil de tragar. Esta noche todo mejorará. Ya verás. -murmuró el mayor en un tono suave. -Además, te conozco, pillarás confianza en seguida. Y os he visto pelear. Tan sólo seguir así. -Shiro acarició su hombro. El mayor escuchó a Allura llamarle. Le dió, por su parte, señales de vida. -Nos vemos más tarde. ¿Y si mientras estás en el campo ensayando? - Keith bajó la mirada al suelo.

-Vale. Nos vemos. -Shiro le dedicó una sonrisa dulce. Keith se aseguró de verle en la hamaca.
Y a la pista que se fue.

Término sudando.
Lance le miraba de reojo, como su culito ceñido a su traje de licra negro se movía con rapidez, como sus brazos largos pero estéticos se movían junto su espada.

Le vió acercarse.

-Alteza... ¿puedo ducharme?

-Claro. -murmuró con un deje de obviedad. Keith sonrió ligeramente. Se alejó y se fue a los baños que Allura le había enseñado antes.

Ya era la noche.
El salón principal se llenó. Y mucho.
Y el jardín también.
Y las cocinas ya os imagináis.

Lance acabó en sus mejores prendas, elegidas por sus mejores modistes.
El dorado y el azul celeste le bañaba la figura.
Sonrió a un par de chicas que le parecían atractivas y algunos chicos que tambiene estaban para darles de comer aparte.

Salió al jardín. La fuente y la piscina se bañaban por los neones azules y dorados y por la luz de la luna.
Lance se acomodó en una de las miles de columnas de mármol.
Keith tan sólo le observó en la lejanía, junto a Shiro.

-¿No vas con él? -murmuró.

-No. Me quedo contigo.

-No seas idiota Keith. -dijo riendo el mayor.

-Que no. Déjalo. -apoyó sus mejillas en sus manos.
Observó la figura de Lance. Antes no lo había hecho.
Era delgado, atlético y muy muy presumido. Pero valía la pena, o eso pensaba él.
Hablaba con un grupos de chiques un poco más mayores que él. Igual se sacaban 5 años. 5 años notables.
Sonreía y reía, y tenía un vaso en la mano.
Las mejillas ya las llevaba encendidas.
Si no recordaba mal, si hermana le había prohibido algo.
¿No era acaso eso?

Dejó de pensar al sentir sus ojos en los suyos. Bebió de forma larga, sin dejar de mirarle. Le dedicó una sonrisa atrevida y volvió a sus amigues

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