👑29👑
Keith lo primero que hizo al despertar fue ocultar su carita en la almohada.
Debía despertar, si. Despertar y empezar con las tareas de Palacio.
El día de hoy no se quedaría cortito.
Era más pronto de lo habitual.
Debía salir por patas de donde se encontraba o la bronca que le caería sería monumental.
Recuerda la noche.
Lance se queda mirándole tras realizar esa pregunta.
Keith no entiende que pasa con él: ¿no le odiaba? Claro que lo hacía. ¿Ya no?
-Claro, Alteza. - se le escapa. No puede evitarlo. Keith abre sus brazos y Lance se envuelve entre ellos.
Y otra vez esa sensación.
En ambos.
Se sentían bien.
Keith era cálido. Aunque oliese a veces un poco rarito, olía a familia. Olía a calma, a paz, tal vez a guerra y a tormenta.
Pero se estaba bien.
Lance acomodó su cara en su hombro. Cerró sus ojos y apretó sus labios.
-¿Tu crees que va a ir todo bien?
-Por supuesto, Alteza. - murmura Keith. - Si algo se es que vos tenéis la capacidad de llevarlo todo. No miento si digo que el Lance que conozco va a conseguirlo. - Lance sonríe. Necesita esas palabras. Las necesita mucho.
Cierra sus ojos con fuerza.
-Gracias. -Keith esboza una pequeña sonrisa.
Su corazón empieza a ir a mil. Y Lance podría escucharlo.
No sabe que pasa, pero cuando Lance no está en plan estúpido, a Keith se le ablanda el cuerpo.
Sentir que le ayuda, que le hace sonreír y le hace sentirse mejor le hace sentir a él bien. Es el príncipe, después de todo. Él. Es su guarda. Está por y para él.
El problema no es estar en el jardín.
El problema es a la ida hacia Palacio. Hacia el interior.
Lance sube detrás de Keith las escaleras, una vez más en silencio y con cuidado.
-Buenas noches Alteza. - murmura Keith cerca de su puerta. Lance mira el suelo y, de nuevo, muy a su pesar, se pronuncia.
-Podrías... ¿dormir conmigo? Es que... -rasca su nuca. -No tengo que darte explicaciones. Sólo... eso. -la última palabra es inaudible.
Lance quiere arrancarse la cabeza, el pelo y los ojos.
Maldita luna, maldito corazón y maldita fragilidad.
No sabe por qué se siente bien entre sus brazos. Se siente a salvo.
Es su guarda, si, es cierto. Pero se siente demasiado bien. Se siente como en casa.
Termina abrazado a él, notando el pulgar de Keith acariciar su hombro e círculos de forma tierna.
Lance, entre pensamientos como "Gilipollas", "Imbécil" y "Es tan cálido..." se queda dormido.
Keith tarda un poco más. No puede dejar de pensar en que puede pasar por la cabecita de Lance.
Le va a estallar el corazón.
Keith se ha despertado mucho antes que él.
Se asegura de que no hay jaleo en las plantas más bajas. Se acerca a Lance y susurra algo en su oído.
-Alteza, debo irme. Nos vemos después. -Lance asiente y se remueve entre las sábanas.
-Mmggh...
-Vale. - murmura Keith, también absorbido por el sueño.
Lance, esa noche, se desveló de nuevo.
Bebió agua y observó a Keith.
Sólo el reflejo de la Luna supo la sonrisilla que se le pintó al verle dormir con parte del pelo en la carita.
Keith llegó a la entrada. Allí estaba Shiro, junto algunos papeles.
Keith bostezó.
-Hola Shiro. - murmura el galra más joven.
-Hola Keith. -deja de mirar los papeles y mira a su compañero. -¿Vamos? -asiente.
Comienzan las tareas, como todos los días.
Allura terminó plantada en la puerta del cuarto de su hermano.
-Vamos. - murmura moviendo la pierna nerviosa. Lance sale con ropa normal de su cuarto.
-Eres pesada cuando te lo propones.
-Si si. Vamos. Toca repaso del discurso.
-Puto discurso.
-Atrévete a soltar una sola palabra malsonante en el discurso y te juro que te rompo la cara.
-Ti rimpi li quiri. -recibe una colleja desde algún punto muerto. -¡Ahh!
Lance, por primera vez en mucho tiempo, recita el poema de forma entera, coherente y lógica.
Allura sonríe mientras Corán aplaude por el fondo.
-¡Genial príncipe Lance, ya lo tienes! -Lance sonríe.
-Gracias, supongo. -sabe a quien debe agradecérselo.
Keith y Shiro, tras doblar ropa, hacer la colada, limpiar muebles y organizar horarios, "se toman el lujo" de practicar en el campo de batalla. Ellos mismos. Solos.
Keith trata de no perder la espada contra Shiro.
-¡Vaya técnica, se nota de donde vienes! -Keith traga saliva al oír aquello. Shiro vuelve a correr hacia él, y Keith bloquea su espada contra la suya.
Entre gruñidos del metal y de los galra, vuelven a separarse por la fuerza. -Anoche no estabas en tu cama. -vuelve a arremeter contra él. Keith nota más fuerza contra su espada. Frunce el ceño y contrataca.
-Tenía cosas que... -corre hacia él, pero Shiro le esquiva fácilmente. - ...que hacer... -Shiro ríe entre dientes y corre contra él. A ambos les sudan las frentes.
-Lance tampoco estaba en su cuarto. -Keith frunce su ceño. Empuja su espada contra la ajena. Shiro está endureciendo más el choque. - El príncipe no está para tonterías, Keith...
-No he hecho nada. -Keith hace que sus espadas choquen. No una, varias veces. Shiro sonríe de forma maliciosa. -Solo necesitó mi ayuda.
-Es muy caprichoso. -vuelve a arremeter contra él y acerca su rostro al ajeno suavemente. -Y muy simple. Como todos los que son como él... -susurra en voz baja. Los ojos de color ámbar se clavan en los de Keith. Siente un tremendo escalofrío.
Y sin que Keith se de cuenta, el filo de la espada, no importa cuál, pasa la barrera que el su piel y se funde con su músculo.
Keith jadea de dolor al sentir el filo salir de golpe.
Termina de rodillas, con el hombro sangrando. Herido y agotado.
Tanto que teme caer rendido por el mareo.
Su mano tapa la herida abierta de su hombro.
Una voz femenina recitando su nombre es lo único que escucha antes de que sus ojos se vayan entornando.
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