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Keith Kogane y Takashi Shirogane. El último más conocido por Shiro, a secas.
Dos galras que el reino alteano, reino estricto a la raza galra, habían aceptado en su corte.
Guardianes de Lance y Allura, en ese orden.
Allura sabía lo básico de ellos: dos galras exiliados de su reino. ¿Por qué? Motivos personales y políticos. Por lo que había entendido la alteana allí no les querían por traición o vete tú a saber qué.
La cosa es que palacio había recibido una buena crítica de ellos por parte del consejo. Si, cortes, consejo... son muchos sitios, y un rollo que flipas.
Los galras acabaron como guardianes, es más, los de la princesa y el príncipe.
Lance se enteró tras la ceremonia de la noticia. Y ya estaba en su plan insoportable.
-¡Por favor, Allura, no me hagas esto! -el albino se dejó resbalar por el vestido de la chica. Mostraba una expresión desesperada. Era capaz de ponerse a llorar. -¡Puedes quitarme los modistas, las mascarillas, o el tocador... pero por dios no me dejes en manos de ese galra! ¡No quiero que un galra este conmigo todo el rato!
-Lance, palacio ve conveniente esto. Deja de lloriquear y apartate de mi vista antes de que te abofetee la cara. -la albina susurró aquello y seguidamente frunció el ceño. Entrecerró los ojos y se alejó tras quitarse de encima a su hermano.
Allura desapareció de su vista junto a un galra alto, con un mechón amplio blanco. El galra guapo y fuerte.
-Encima se lleva al que está bueno... -miró al que quedaba. -...y me deja al de la melena. -el mencionado miraba el salón con curiosidad, pero sin moverse. Quietecito. Con las manos en la espalda.
Lance entrecerró los ojos y se acercó a él. Bajo las escaleras y de brazos cruzados se colocó frente a él.
-Buenos días... alteza. -murmuró el chico de melena larga. Si, oficial, era un tío. Ese pelo, pensó Lance. Keith permanecía con una pierna en tierra y la otra doblada.
-Si si si. Levanta. Déjate de mariconadas. -el galra frunció el ceño al oír esa palabra. Pensaba que era educado, se dijo mentalmente Keith. -Mira, tu estate aquí. Yo me voy a cambiar de ropa. Tienes el día libre. - Keith frunció el ceño.
-Alteza, a mi me han informado que debo pasar con vos el día entero. -Lance, de espaldas a él abrió los ojos. No en broma estaría con el las veinticuatro horas del día. No no no. Es que no.
-Pues no va a ocurrir. Retirate. - Keith bajó la mirada.
-Si, alteza. -esa pronunciación perfecta, tan grave y ronca se le incrustó en la cabeza a Lance. Gruñó en silencio y subió las escaleras. Se fue a su cuarto.
Allura encontró a Keith las escaleras de la entrada, mirando su espada.
-Keith ¿que haces aquí? -la joven frunció el ceño confusa. -¿Y Lance? -detrás de la albina apareció el galra más alto, sonriendo de forma suave.
-Hola princesa. Me dijo que se iría a su cuarto y que me retirase. -Allura abrió la boca, pero la cerró instantáneamente. Sabía el motivo de tal gilipollez.
-Keith, tú no le hagas caso. Donde vaya él ves tú. Ni caso a lo que diga. O sea si, hazle caso, pero cuando te diga de retirarte niégate. Y si te hace algo... -frunció el ceño. -Dímelo. - esa mirada explicó todo.
-Si, alteza. -Keith hizo otra reverencia.
-Necesito que estés con él... es capaz de... - en el jardín vió a su hermano con su espada en mano. Allura suspiró. -Ven Keith. -Allura comenzó a caminar.
Llegó al jardín, a uno de los campos de batalla de parte de la corte. No, no era de Lance, pero no era la primera vez que Allura le veía ahí con armas. Keith observó al joven moverse con soltura, esquivar estocadas imaginarias y mover sus piernas a un ritmo hipnótico.
-¡Lance! -el mencionado soltó un chillido agudo. La espada chocó con el suelo y produjo un sonido metálico sonoro.
Keith estaba detrás de Allura, con sus orejas suavemente bajadas. -¿Puedes dejar de hacer el imbécil y obedecer?
-Allura, ya sabes que pienso de esto. -miró a Keith y luego a su hermana. -Hacemos un trato, me lo cambias y ya. -Allura miró a Keith, quien ahora había agachado la cabeza.
-No. Keith es tu guardián. Y no hay cambios. Esto es por mamá y por papá. - Lance sintió la sangre helarse. Soltó un ligero tch y cogió la espada del suelo.
-Ellos no querían esto.
- Pero ahora si. Ahora nos vemos con la necesidad de ello. -ahora hablaban en un tono suave, casi seco. -No lo hagas por lo. Hazlo por ellos. - Lance dirigió una mirada fría al de la melena.
-Por mamá y papá. Se que ellos no querían esto. -murmuró.
-Keith, lo que necesites. -murmuró la de pelo blanco. -esbozó una sonrisa dulce y busco a su guardián con la mirada. Allí le tenia, a lo lejos.
Lance miró a Keith de arriba a abajo.
-Perdón alteza. -susurró.
-Da igual. Pasó de todo. -miró su espada. -¿Sabes usar eso o es de pega?
-No, se usarla, alteza.
-Desenvaina. Te pondré a prueba. -murmuró con una sonrisa maliciosa. Tal vez de superioridad.
Se metía en terreno pantanoso.
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