Epílogo
Como todas las historias en todos los mundos de todas las realidades, mi historia con Asli acaba hoy.
O por lo menos, yo contando mi historia con Asli, acaba aquí.
Del rizador escapa el último mechón de mi pelo, ya estoy peinada y lista por completo.
—Tenemos un problema.
Un gran problema, un problema enorme. —Frunzo el ceño, Rubí parece muy preocupada cuando entra en mi habitación.
—¿Qué ocurre? —Me pongo de pie, agarrando la cola de mi vestido con mis dos manos.
—¡No encuentro tu ramo!
—Exclama
—Dime que estás de broma, por favor. —Niega con mucha efusividad.
Oh no.
—¡Lo he encontrado, todo el mundo en calma! —Vuelvo a respirar cuando veo a Petra con las flores en la mano.
Gracias al cielo.
—¿Quién va a conducir?
—Pregunta la rubia. Levanto una ceja.
—Rubí, ¿quién sino? —La ojiverde abre tanto sus párpados que podría perder los ojos.
—¿Yo? ¿con estos zapatos?
Imposible. —Suelto una risa nerviosa.
—¿Cómo voy a conducir yo, Rubí? ¡llevo un vestido de dos metros! Bueno, tal vez no tanto pero no puedo conducir yo.
¿Qué alternativas tenemos?
—Miro a las otras chicas pero ninguna de ellas sabe conducir. Ni Petra ni Regina.
—¿Se puede aprender a conducir en... treinta segundos? porque tenemos que salir ya. —Dice ésta última.
Ay, dios. Esto no puede estar pasando. No a mí. No hoy.
—Chicas, ¿estáis listas?
—Nuestra respuesta entra por la puerta con un bonito tocado.
—¡Mamá! ¿tú sabes conducir, no? —La ojiverde se me adelanta.
—Si, cariño pero...-
—Pues vamos, mamá. Hoy tienes que conducir tú. —Me mira con una expresión de pánico digna de película de terror.
—¿Yo? Pero si no he conducido en... treinta años. —Oh dios.
—Pues hoy vas a hacerlo. —La animo.
—Íbamos a una boda y vamos a acabar en un funeral...
—Contengo la risa.
—¡Petra! no ayudas. —Gina la reprocha.
Con ayuda de todas, bajo las escaleras. Entro en el asiento de copiloto y cierro la puerta con mucho cuidado.
—¿Qué tengo que hacer? —Es definitivo, no llegaremos nunca.
—Arrancar, mamá. Tienes que arrancar. —Indico.
La mujer que me dió la vida lo hace lo mejor que puede pero no pasamos de ir a sesenta por hora.
—¿Puedes ir un poco más rápido, por favor? estamos un poco apretadas aquí atrás.
—Lloriquea mi hermana.
—Hija tengo bastante con saber como hacer esto, por favor dejame en paz. —Pongo los ojos en blanco.
Estoy muy nerviosa y no ayudan en lo absoluto a calmar mis nervios creyendo que vamos a morir.
Por detrás de nosotras, vemos un coche de policía.
¡Genial! Lo que faltaba.
—Van a pararnos, no tengo carné y vamos a acabar en los calabozos. —Mi madre y su positividad.
—No van a pararnos, van a pasar de largo. —Dice Regina y así sucede, el coche policial sigue de largo. Suspiro.
Por fin llegamos hasta la pradera donde se celebra la boda, mi padre camina junto al coche.
—¡Al fin! Estás preciosa, hija.
—Me da un corto abrazo y se seca una lágrima. Oh, papá.
Voy hasta el lugar cubierto para repasar mi maquillaje y esperar, me informan de que faltan pocos minutos.
No puedo dejar de jugar con mis manos y el sudor hace que no deje de limpiarlas en repetidas ocasiones.
Mi hermana mayor entra y me sonríe.
—Sierra tienes que salir ya.
Asli está tan nervioso que dice que si no sales en cinco minutos, entrará aquí con el cura. —Dejo salir una risa escandalosa.
—¿Asli ya está aquí?
—Asiente.
—¿Ya, dices? lleva media hora esperando. Voy a anunciarte.
Me preparo, carraspeando y poniéndome recta.
Pero antes de irse, Rubí besa mi frente y me susurra un "te quiero".
—Yo también te quiero.
—Después de que ella salga, la música nupcial comienza a sonar.
Mi padre enlaza su brazo con el mío, en el camino los pétalos de rosa me hacen cosquillas al rozar mis pies.
Junto al altar veo a mi prometido, sus ojos están enrojecidos y provocan que los míos se pongan igual.
Cuando llego hasta su lado, mi padre me suelta y se sienta en su lugar, primera fila junto con mamá, Seth, Rubí y Petra.
Asli y yo tomamos nuestras manos y nuestros ojos conectan en el medio.
Y estamos en un lugar lleno de gente pero a nuestro alrededor, no hay nadie.
El cura habla y habla pero yo no escucho una sola palabra, no puedo poner atención, no me importa.
Asli tiene los labios apretados para no reír y sé que es porque él tampoco está escuchando al hombre celebrando la ceremonia, yo estoy igual.
Han pasado años y hemos crecido juntos pero no hemos madurado ni un poco.
Cuando por fin llega al final de su discurso, hace la gran pregunta.
Después de que yo dé mi respuesta, le toca a él.
Me mira fijamente, repite dos veces lo mismo y no lo hace hacia el cura sino hacia mi.
Primero lo dice en un susurro tan bajo que leo sus labios, lo remarca para que me quede claro.
Para que no lo olvide, para que nunca se me borre.
Y nunca lo hará.
Después, repite en voz alta las dos palabras.
Las más importantes que me han dicho, las más importantes de mi vida.
—Sí, quiero.
Y con esas dos palabras, seis letras, un beso y un aplauso, concluye nuestro particular cuento de hadas.
A veces complicado, siempre genuino, a veces doloroso y a veces separado.
Pero real, puro y nuestro.
Sólo nuestro.
FIN.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro