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Capítulo 7

Por cada segundo que paso mirando el anillo, voy sintiendo cada vez más una extraña sensación.
Es como si algo muy pesado se hubiera posicionado encima de mi pecho, me duele y me falta el aire.
Pero no puedo dejar de mirar ni tampoco reaccionar y la voz de Asli es un eco lejano.

—¿Sierra? —Cuando su voz llega hasta mis oídos, reacciono de golpe.
Susurro un "lo siento" o eso creo antes de correr hasta mi habitación.
Las manos me tiemblan cuando las llevo hasta mi cara para taparme con ellas.
Intento respirar profundo, exhalar el aire despacio y de forma contenida.

Lo hago repetidas veces hasta que consigo recuperar una parte de mi calma perdida.
Y aunque sigo sin estar bien, mi ansia por respuestas es más fuerte.
Abro la puerta, Asli tiene una expresión de preocupación y no tarda en hacerme la pregunta.
—Lo siento Asli es que estoy algo mareada... —No miento.
No del todo, al menos.

Me llevo una mano a la frente y me recuesto en la pared.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Se encoge de hombros.
—No lo sé. —Apreto los labios al tiempo que asiento.
—Hay unas letras grabadas dentro. —Trago en seco porque mi boca está por completo vacía de saliva.

—"S&A" es todo lo que pone.
—Sierra y Asli, por supuesto.
¿Qué si no?
Pero eso jamás lo diré en voz alta.
—¿Sólo pone eso? entonces no hay nada que puedas hacer.
Tal vez no sea un anillo de bodas... —Sugiero pero él niega y parece muy convencido.

—Lo es. Pero tal vez lo que sucedió es que nunca llegué a dárselo a la chica. —Planeo una gran mentira en pocos segundos y no dudo en
seguirlo al pie de la letra.
—O tal vez no sea un anillo de chica. Es demasiado grande ¿no te parece? —La voz me tiembla por segundos y no dudo de que el antiguo Asli se habría dado cuenta con la primera palabra.

—No sé como era la chica pero si fuera para mí, tendría que haber otro anillo ¿no crees?
—Mordisqueo mi labio.
—No estoy segura. —El moreno parece pensarlo durante unos segundos.

—Vamos a comprobarlo.
—Entonces y sin previo aviso, Asli toma mi mano.
Para él, no es más que un gesto sin importancia.
Pero en mi cabeza desencadena un mar de recuerdos con los que me cuesta lidiar.
Desliza el anillo por mi dedo sin problema alguno y cuando ha terminado, me mira.

—Creo que tienes razón. —Pero yo no puedo alegrarme o responder.
Porque sus ojos del color del carbón siguen siendo igual de hipnotizantes que la primera vez que me miraron.
—Pero si este anillo es para mí ¿dónde está el otro? —Chasqueo la lengua.
—Tal vez lo tenga la otra persona. O tal vez se perdió en el accidente.

—No lo tiene nadie más.
—Asegura.
—¿Cómo sabes que no? —Me mira como si fuera una obviedad antes de responder.
—Si estuvieras prometida con alguien y ese alguien tuviera un accidente... ¿no irías a visitarle al hospital? —Mi respuesta es clara y firme.
"Sí".

—Pero tal vez no sabe lo que te ocurrió. —Sigo defendiendo mi postura.
—Pero me habría buscado.
Nadie denunció mi desaparición.
El otro anillo tuvo que perderse. No hay otra explicación.

—No lo sé, Asli. —Nos mantenemos en silencio durante un minuto antes de que hable de nuevo.
—¿Y si pedimos una tercera opinión? tal vez podrían ayudarnos en alguna joyería.
—Oh joder, no.
Trago en seco y los nervios vuelven a apoderarse de mí.
Tanto es así que mi boca y mi cerebro se desconectan por un instante.

—Está bien, vamos a alguna joyería. —Maldita sea, soy una estúpida.

Caminamos buscando alguna por las calles de la ciudad.
Las manos me sudan y las voy limpiando constantemente en mis pantalones blancos.
No puedo dejar de enredar con ellas mientras miro de un lugar a otro, rezando porque se produzca un milagro y no encontremos ninguna.

Estoy tan absorta en mis pensamientos que no me lo pienso dos veces antes de cruzar un paso de cebra, sin mirar nada más.
Doy un par de pasos porque al tercero, una fuerza tira de mi hacia atrás y choco con algo al mismo tiempo que un claxon suena junto con un grito que exclama "¡Loca!".

Un coche pasa a pocos centímetros de mí y noto que todo mi cuerpo se revuelve.
Entonces me doy cuenta de la presencia de dos manos firmes que me sujetan con fuerza por la cintura.
Cuando giro mi cuello, me encuentro de lleno con los profundos ojos de Asli.

—Tienes que tener más cuidado. —Lo susurra tan despacio y la distancia entre nosotros es tan corta que más que escucharle, leo sus labios.

Y me gustaría responder pero he olvidado como hacerlo.
Me gustaría moverme pero mis piernas no funcionan.
Me gustaría no sentirme como una adolescente en su primera cita pero fallo al intentarlo.

—¿Entramos ahí? —Asli localiza una joyería y yo hincho mis pulmones de aire, preparándome.
Sin embargo y para mi suerte, una bombilla se ilumina sobre mi cabeza.
Cierro los ojos, fingiendo pesadez.

—¿Podrías comprarme algo dulce, Asli? estoy mareada de nuevo.
—Señalo la panadería junto a nosotros.
El moreno no tarda en aceptar y le doy un billete.
—Ten cuidado, Sierra. En seguida salgo.

En cuando se gira, corro lo más rápido que puedo para entrar en la joyería y voy directa hacía la chica que atiende.
—Necesito que me escuche.
Un chico va a venir ahora mismo a preguntar por un anillo. Dígame cuanto tengo que darle para que no le dé información de ningún tipo. —La muchacha frunce el ceño ante mis palabras.

Pero yo no tengo tiempo para explicaciones así que saco varios billetes y se los doy.
—Si pudieras decirle algo que le aliente a no ir a ningún otro lugar, sería lo mejor. —Pido y de milagro el chico no me escucha.

Asli se presenta ante la joven y le entrega el anillo.
Ella me mira por el rabillo del ojo mientras finge interés en la joya.
—Es un anillo de compromiso común. Tiene grabadas un par de iniciales pero no tiene nada especial que me ayude a saber de donde es. Lo siento. —Le comunica.

—¿Y no hay nada que pueda hacer? —La chica intercala su mirada entre el moreno y yo antes de responder.
—Lo siento. Y tampoco creo que en ningún otro lugar vayan a poder ayudarle.
Si tuviera algún certificado, la caja donde venia o algo más...
lo lamento mucho.

El camino de vuelta a casa pasa por un sepulcral silencio de parte de ambos.
Cuando entramos en ésta, Asli no espera antes de dirigirse a su habitación.
—¿Estás bien? —Me deja con la palabra en la boca cuando cierra la puerta.

Por mi parte, hago lo mismo.
Cierro la puerta de mi habitación nada más entrar y voy directa al pequeño mueble que destino a mis libros para cogerlo.
Lo saco de una caja cuadrada y de madera y la vuelvo a cerrar.

Sigue tan reluciente como el día en que lo puso en mi dedo.
El anillo. Mi anillo.

Mi razón para conservarlo es desconocida hasta para mí pero me lleva a una pregunta que ha rondado mi cabeza todo el día.

¿Por qué guardaba Asli ese anillo después de dos años?

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