Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 45

Bostezo por quinta vez, Anthony me mira desde su mesa mientras yo cojo unos informes que necesito entregar a Seth.
—¿No has dormido esta noche? —Se burla. Le miro de mala manera y su sonrisa pícara desaparece.
—No, Anthony. No he dormido esta noche. ¿No tienes algo que hackear? —Ríe.
—Yo no hackeo. Podría pero no lo hago. Gracias por la oferta, de todas formas. Si luego me aburro, me pasaré por tu gmail. —Bromea.

—Si te pasas por mi gmail yo le contaré a todos que te hacías pis en la cama a los once años. —Utilizo algo que él mismo me contó en una de las cenas de empresa, cuando las siete copas absorbidas por su organismo hicieron efecto.

Agarro los informes cuando finalmente doy con ellos y los llevo hasta el despacho del rubio. Pero antes de golpear su puerta, me fijo en que Regina está dentro, hablando con él.
Supongo que sea lo que sea, es más importante que estos papeles.

Espero de pie con paciencia, pasan algunos minutos en los que no dudo en cotillear echando un vistazo a la oficina de vez en cuando.
Pero en una de esas ocasiones, noto algo que se estrella contra mi cuerpo.
—¿Qué haces parada en mitad del pasillo? —Reconozco su voz, aprieto los labios.
—Es... no importa. Lo siento.
—Nuestras manos se rozan al intentar recoger a la vez el mismo papel. Como si el toque me quemara, me aparto de inmediato.

—¿Estás segura de que no importa? Porque me he chocado contigo para poder preguntarlo. —Su honestidad nunca pasa desapercibida.
—Intento ayudar a una amiga. —Me pongo de pie, ya teniendo todo en mis manos.
—¿Crees que a Seth le gusta ella? —Cabecea con poco disimulo en esa dirección.
—No lo sé pero espero que sí.

—Luego se lo preguntaré y te lo diré ¿bien? —Niego, apartando mi vista de él.
—No lo hagas, se dará cuenta de lo que pasa. No sabes disimular. —Eso le provoca reír.
—Eso ya lo sé. Hay algunas cosas que tampoco pretendo disimular. —Me lanza una indirecta, resoplo.

—Pero ésta vez deberías disimular mejor si quieres ayudar a Regina.
O mejor no te metas en esto, podemos hacerlo solas.
—Aseguro. Sonríe de lado.
—¿Podemos? Te lo has tomado muy en serio.
—Chasqueo la lengua y harta de esta conversación, golpeo la puerta del rubio.

—Te traigo los informes y me voy volando, no pretendía molestar. Tengo mucho para hacer. —Le doy un apretón de ánimo en el hombro a mi nueva amiga y ésta me devuelve el gesto en forma de mirada cómplice.
Pero Seth no es estúpido, mira de la una hacia la otra y se lleva dos dedos hacia sus ojos, queriendo decir "veo lo que haces". Aprieto la boca para no reír y camino de espaldas hasta salir.
Y una vez más, me choco con Asli. Maldita sea, sal de mi camino.

—¿No tiene reuniones o algo así, jefe? —Molesta, acaricio mi ya dolorido brazo por tanto choque.
—Teniendo en cuenta que tú eres quien debe avisarme de eso y no lo has hecho, voy a suponer que no. —Y supone bien.
Aliso mi vestido y camino en la dirección opuesta, dejándole sólo en medio del pasillo.

Por la tarde ese mismo día, cuando he salido del trabajo, voy a casa de Rubí.
Según entramos, recuerdo el día en que la ayudé a pintarlo.
—¿No vas a volver a mudarte?
—¿Por qué lo haría? —Rasco mi nuca.
—No es por ninguna razón pero siempre lo haces. Nunca sientes que ningún lugar sea para ti. Que encaje contigo.
—Deja las llaves en la mesa de entrada.

—Tienes razón. Pero
este lugar... no lo sé. Tiene algo especial. —Señala a su alrededor.
—¿Algo especial?
—Algunos días las cañerías huelen fatal y no se puede entrar en el baño.
La luz del trastero titila, se hacen goteras en cuanto llueve y mis vecinos están locos.
—Río. —Pero supongo que, cuando encuentras tu lugar, lo encuentras. —Largo el aire.

—¿Qué hay de ti, Sierra? —Me encojo de hombros.
—¿Qué puedo decir? Se siente bien estar de vuelta. Ya no tengo que escuchar los reproches de mamá, he vuelto a ganar dinero y he conocido a Regina. Así que supongo que está bien. —Ladea la cabeza, molesta.

—No hablaba de trabajo.
—Especifica, como si yo no fuera consciente ya.
—Lo sé. —Simplifico.
—Estás evitando la conversación... —Resoplo, cansada de este juego.
—No estoy evitando nada, Rubí. Simplemente no quiero hablar de Asli. ¿Es tan difícil de entender? —Y eso parece colmar su paciencia.

—Entonces no hables, lo haré yo y sabes que durante meses no podía ni mirarle a la cara pero ahora creo que estás siendo injusta, Sierra. —Me acusa, dejo mi bolso sobre la mesa y me giro hacia ella, la encaro.
Pongo mis brazos en jarra.
—¿Injusta? Asli me mintió, me recordaba y no me lo dijo. —Le recuerdo pero eso la hace reír con sarcasmo. Ruedo los ojos.

—Pero lo intentó. Te recuerdo que por tu culpa Asli perdió un valioso tiempo. No sólo le ocultaste la verdad si no que le pagaste a una mujer para que no le diera información, Sierra. No seas hipócrita.
—Contraataca. Hace una pausa. Se acerca hasta mí y su tono de voz se eleva, pero no está enfadada conmigo.
Ni tampoco molesta, sé que intenta ayudarme.
Pero las cosas no son tan fáciles... y ella no deja de hablar.

—Pero ¿sabes qué es lo peor de todo?
Que sólo estás buscando excusas estúpidas porque quieres estar con él y todos lo sabemos. —Me da donde más me duele.
Porque nada duele más que la verdad. Entonces no puedo contener los sentimientos que se acumulan dentro de mí y exploto.

—¡Tengo miedo, Rubí! ¿y si se marcha de nuevo? ¿qué haré entonces? —Mi hermana mayor me sonríe, pone sus manos en mis hombros y me mira con comprensión.
De nuevo, me habla.

—Sierra... ¿acaso no lo ves?
Hay una maldita razón por la que el universo no ha dejado de llevaros de vuelta el uno con el otro.
Sé que tienes miedo pero así es esto.
El amor es igual que la vida y la vida es un camino que recorres con los ojos tapados.
Estás en mitad de la nada, andando por un puente que sabes que puede romperse.
Y vas a caerte mil veces y tendrás que levantarte.
Vas a tropezar y te dolerá pero eso no te detendrá.
Tienes que seguir, Sierra.
Tienes que saltar del precipicio. —Cierro los ojos y sus brazos se envuelven a mi alrededor.

—¿Y si ya no hay marcha atrás, Rubí? ¿y si estamos en un punto sin retorno? —Su cuerpo vibra junto al mío cuando se ríe.
—Eso no existe, Sierra.
Mientras estés viva, los puntos sin retorno no existen.
Siempre puedes arreglar los errores cometidos, dejar el pasado atrás y avanzar.
—Acaricia mi espalda mientras habla. Suspiro.

Cuando regreso de vuelta a casa, apago mi móvil antes de cambiar mi ropa por el pijama.
No quiero hablar con nadie, no quiero tener comunicación con ningún otro ser humano hasta que el sol vuelva a aparecer.
Me meto en la cama pero esa noche tampoco puedo dormir, es otra madrugada de ojos abiertos en la que mi cabeza no me deja cerrarlos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro