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Capítulo 41

          ||Capítulos finales||

La falda de tubo azul encaja en mi cuerpo perfectamente y luego, cojo una camisa blanca para combinar.
La verdad es que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me vestí de esta forma.

Pero regresar al trabajo también significa regresar a antiguas costumbres.
Después de que Asli se fuera, decidí aceptar la oferta de Seth de regresar al Doya&Company y aquí estoy, una semana después, preparándome para mi vuelta.
Noto nervios dentro de mi estómago y me sudan las manos, no puedo imaginar volver a ver tantas personas a las que no he visto en años.

Cojo las llaves, las del coche y casa y el bolso.
Pero cuando voy escaleras abajo, me doy cuenta de que he olvidado el móvil y tengo que regresar.
Cojo el aparato entre mis manos, tengo varios mensajes que decido no responder.

Conduzco por un camino diferente al que solía tomar y es que ya no lo recuerdo con claridad.
Cuando aparco mi vehículo, salgo de éste pero olvido coger el bolso.
Maldita sea, estoy tan nerviosa.

Mantén la calma, Sierra.
Todo va a salir bien.
Es el lugar de siempre, los recuerdos de siempre, las personas de siempre.
No, los recuerdos mejor los dejo a un lado.
Empujo con mi hombro la puerta de cristal y lo primero que veo es a Shasha, sentada en la recepción, como de costumbre.

—¿¡Sierra?! ¡no me lo puedo creer! y yo pensaba que las sorpresas se habían acabado por hoy. —¿Qué? Frunzo el ceño para después sacudir la cabeza.
—Estoy de regreso, Shasha.
Me alegra volver a verte.
—Al final acabaste por encontrar al jefe Seth, ¿no?
—Trago seco.

—Ajá. Nos vemos luego.
—Ando directa a la maquina del café, pido mi café helado y mientras se sirve, saco unos guantes de mi bolso y me los pongo. Agarro el vaso con mis manos, le doy un trago largo y dirijo mi vista a los ascensores...
necesito hacer ejercicio, mejor subo por las escaleras.

Así lo hago y mis ojos no tardan en reconocer la figura de Seth.
Pero antes de llegar hasta él, otro de mis antiguos compañeros me detiene.
—¿Sierra? ¿es un sueño o eres tú de verdad? —Se trata de Anthony, un joven informático pelirrojo.
—Hola Anthony, soy yo de verdad. —Señalo todo mi cuerpo para reforzar mis palabras.
—Desde que lo dejaste no volví a verte, creí que habías dejado la ciudad o que la tierra te había tragado. —Bueno, en ese momento sí que desee que la tierra me hubiera tragado.
Pero eso no se lo digo.

—¿Y qué es de tu vida, Gallway? —Alzo ambas cejas.
—Si tú supieras... dejemos eso para otro día ¿quieres, Anthony? Me alegro de verte. —El chico parece extrañado ante lo que he dicho pero lo acepta y me sonríe.
—Nos vemos.

Finalmente logro llegar hasta el rubio.
—Buenos días, Seth. —Saludo, poniendo mi mano en su hombro. Se asusta ante mi inesperado toque y yo me burlo de su sobresalto.
Entonces, "limpia" su traje y me mira mal.
—Un respeto, señorita Gallway.
Aquí soy el jefe. —Aprieto los labios para no reír.
—Vale, jefe Doya. —Arruga toda la cara ante mis palabras.
Odia que le llamen así.
—Olvídalo, Seth está bien.
—Asiento.

—Antes de empezar, debes saber que el edificio ha sufrido algunos cambios.
El baño de las mujeres antes estaba a la derecha, ahora está a la izquierda. —Asiento otra vez.
—Intentaré recordarlo.
—¿Recuerdas a la señora Robinson? Pues se jubiló.
—Me gustaba esa señora.
—Admito con algo de tristeza.

—A mi también. En su lugar ahora tenemos a Regina. —Me señala a una chica de cabello castaño y un marcado flequillo recto.
—¡Buenos días! usted debe ser Sierra Gallway, ¿no es así?
—Estrecho su mano.
—Yo soy Regina Hall pero puede llamarme Regina sin más. No quiero decir "Regina sin más" sino "Regina" sin más. —Pongo mi mano derecha sobre su hombro y le sonrío nada calmarla.

—Respira hondo. —Le pido.
La muchacha así lo hace, le guiño un ojo y sigo caminando detrás de Seth.
—También hemos cambiado la distribución del fichero. —Abre
la puerta de la sala y me la encuentro totalmente vacía.
—Aquí no hay nada. —Ríe.
—Exacto. Ahora todo está informatizado, la sala de fichas ya no existe. —Humedezco mis labios.

—Y por último, tu despacho.
Es lo que más ha cambiado.
Ahora está junto al mío y está decorado... diferente. —Abre la puerta para mí y mi boca casi se desencaja de la impresión.

—Espero que te guste, elegí la decoración yo mismo. —En la pared frontal, hay polaroids colgadas por alfileres y un hilo.
Son mías, de Rubí y yo, Seth y yo, mis padres y yo...
Todo es blanco en la sala salvo la mesa que es de un tono gris claro que combina con el ordenador y tablet.
El techo sin embargo, no es blanco y está decorado de una manera muy especial.
Con un azul oscuro lleno de marcas blancas que simulan ser estrellas, no puedo imaginar lo precioso que debe verse en la oscuridad de la noche, iluminado por la luna.

—Es precioso, Seth. Muchas gracias. —Le doy un abrazo corto.
—¿Entonces empezamos a trabajar ya? —Lista para comenzar, asiento con energía.

—Toma nota, Gallway. —Agarro la tablet.
—Mañana tengo una reunión a las diez y otra a las once así que avisa al señor Robers de que tendrá que ser breve.
A la una tengo otra y antes de las tres, saldré a comer.
Llama a Giorgia Adkins y pídele que nos reunamos antes de que acabe la semana.

—Por dios Seth, respira hondo muchacho. No me dan los dedos para tanto. —Ríe.
—Te falta práctica, Gallway.
—Ruedo los ojos.

Cuando llegamos a su oficina, oigo pasos detrás de nosotros.
Pero no presto atención, sigo anotando en el dispositivo.
Le doy una mirada rápida al rubio y la cara de éste cambia por completo.

—Hay una cosa que no te he dicho, Sierra. —Arrugo las cejas. Su tono de voz ha pasado a ser serio pero yo no le presto atención a ese cambio.
—¿Otra más? Bueno, dime.
Pero ya no me cabe nada más en la pantalla. —Bromeo.

—Es sólo que... no eres la única persona que ha regresado hoy. —Confiesa.
Entonces ese perfume llega hasta mi nariz y doy la vuelta sobre mis talones.
No necesito verle porque antes de hacerlo, ya sé quien es.
Pero aún así, lo hago.

—Hola, Sierra.

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