Capítulo 4
—No puedes salir así ¿lo entiendes? no puedes dejar esta casa sin mí.
Podría ser peligroso y no creas que voy a perseguirte por toda la maldita ciudad la próxima vez.
¿Me estás escuchando, Asli? —El moreno me enfoca desde el sofá, en el otro extremo del salón.
Y por su mirada puedo decir que está a una milésima de segundo de explotar.
—No, ahora escúchame tú a mí Sierra porque no creo que estés siendo razonable.
¿Es que no lo entiendes en lo absoluto?
¿acaso sabes lo que es despertar en un asqueroso hospital sin poder recordar nada? ¿sin poder recordar ni tan siquiera como es tu rostro?
«¿sabes lo que es que te digan que en seis meses nadie te ha visitado? ¿qué no tienes a nadie en el mundo?
—Recalca la palabra "nadie" ambas veces mientras no pierde detalle de mí.
Me quedo en silencio, esperando con calma a que continúe.
—¿Sabes lo que es pasar horas esperando a que alguien vaya a por ti?
pero nadie lo hace. Nunca. —Sin querer, una sonrisa cansada aparece en mi rostro.
Porque es tan irónico.
Asli no recuerda lo que sucedió pero, sin embargo, ahora sabe como se siente.
Como me sentí yo.
—¿Ser abandonada y esperar por alguien que nunca llegará?
sí, Asli. Lo sé. Créeme que lo sé.
—Mis palabras en un tono tranquilo relajan la tensión en el ambiente.
—Pero así funciona esto.
Sucede que la vida no es justa, no te da lo que quieres siempre, a veces no te da lo que quieres nunca.
Pero hacemos lo que podemos ¿no? seguimos viviendo.
—¿Y si no puedo hacerlo, Sierra? —Su voz se quiebra.
Y no puedo evitar sentir una punzada en el corazón al verle así.
El hombre al que yo conocí jamás habría dicho eso.
—No se trata de si puedes hacerlo o no, Asli.
Porque rendirse no es una opción.
Se trata de como lo harás. —Le aseguro.
Sus ojos se vuelven mucho más pequeños siempre y unas pequeñas arrugas aparecen junto a ellos.
La extraña sonrisa de la que me enamoré hace acto de presencia.
—De todas las personas en el mundo tuvo que querer ayudarme la más loca ¿no?
que mala suerte la mía. —Río.
¿Alguna vez has vivido esa típica situación donde no sabes qué decir y la otra persona se siente igual?
Así que os mantenéis en silencio durante minutos, horas.
Digamos qué, Asli y yo hemos pasado así la última semana.
Y digamos también qué, he estado buscando excusas para dejar la casa durante el máximo tiempo posible cada día.
Pero esta vez, no estoy aquí por una excusa si no por algo realmente importante.
Shasha se palmea la frente, suspira y cierra los ojos.
—Por favor revisa de nuevo.
Tiene que haber algo.
Un número, una dirección, un correo. Lo que sea que me permita contactar con él. —La morena vuelve a mirar al ordenador de frente a ella para nuevamente negar.
—Lo siento Sierra pero no hay nada. Seth se fué junto con Asli y no nos dejó contacto.
Lo único que queda de él es su antiguo número. —Humedezco mis labios y asiento.
—Dámelo por favor. Lo tenía pero lo borré. —Mi ex compañera anota el número de Seth y me lo da.
Mientras salgo del edificio, marco.
Al quinto tono me envía al buzón de voz.
Después del pitido, dejo unas palabras para él.
—Seth soy Sierra. Sierra Gallway, no sé si te acuerdas de mí, yo...
—Carraspeo.
—Bueno eso da igual, por favor llámame si oyes esto.
Es importante, muy importante. Gracias.
Corto la llamada y me meto en mi coche. Meto el móvil en el bolso y a su vez, este lo dejo en el asiento del copiloto.
Cierro los ojos y me recuesto en el asiento.
Seth no puede haber desaparecido de la faz de la Tierra.
Tiene que estar en algún lugar y necesito encontrarle.
El es la única persona a la que puedo confiarle a Asli.
La única que puede ayudarle y hablarle de su vida pasada y estoy segura de que querrá hacerlo.
Me imagino que debe estar buscándole.
O tal vez no.
Nada de esta historia tiene sentido si comienzas a pensarlo.
¿Qué estaba haciendo Asli aquí?
¿acaso no había dejado la ciudad después de lo que ocurrió?
¿a dónde fueron y dónde está Seth ahora?
Siento punzadas en la cabeza y un leve mareo.
Me pongo en marcha conduciendo por las calles de la ciudad y llego hasta mi destino.
Sé que es inútil pero no pierdo nada con intentarlo.
Aparco el coche y me bajo.
Una presión comienza a aparecer en mi pecho cuando mi cabeza identifica el lugar y los recuerdos pasan como escenas de una película dentro de mí.
Me obligo a avanzar, llamo al telefonillo situado en la entrada y cuando presiono el botón, soy consciente de que las manos me tiemblan.
Nadie responde al otro lado, así que pruebo con otra cosa.
Llamo a otro piso.
—¿Si? —Una mujer habla.
—Buenos días, disculpe ¿sabe si vive alguien en el primero A?
—¿En el primero A? no, no vive nadie. Antes vivía un joven rubio pero se marchó hace como dos años. —Suelto el aire con molestia y niego despacio.
—Gracias.
Y de camino al coche, vuelvo a llamarle. Pero otra vez pierdo el tiempo, no recibo respuesta.
Creía que este día no podía ser peor pero eso fué antes de llegar a casa.
Asli me espera sentado en la isla de la cocina, sus manos tienen algo.
No mediamos palabra durante varios segundos, tan sólo me dedico a mirarle hasta que él me devuelve la mirada.
Parece cansado y también molesto. Frunzo el ceño y me dispongo a decir algo -o más bien a preguntar- pero antes de que lo haga, me detiene y entonces habla y sus palabras lo congelan todo a mi alrededor.
O tal vez la que me congelo soy yo.
—¿Por qué tienes una foto mía guardada?
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