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Capítulo 28

La mañana no comienza demasiado bien para nosotros y "demasiado" es una palabra muy pequeña para lo que sucede a continuación.
Oigo un ruido muy fuerte que me fuerza a abrir los ojos.
Seth también está despierto o medio.

—¿Oyes eso? —Con su voz adormilada me pregunta.
Carraspea y se rasca los ojos, en un intento por ver con mayor claridad.
Asiento y me levanto, el cuello me duele y apenas puedo moverlo.
La noche anterior fué una mala idea. Una pésima idea, en realidad.

Voy hasta la ventana y mi visión está tapada, no puedo ver nada.
—Eso es viento, Seth. Hay mucho viento. —El estómago se me revuelve y comienzo a sentirme mal.
El rubio no tiene tiempo para hablar antes de que la radio de la cabaña nos interrumpa.

Aviso para todos los turistas: ¿pueden oírme? Soy el guía, les hablo desde el pueblo, está comenzando una fuerte tormenta por lo que les pedimos que no abandonen las cabañas, estarán seguros mientras estén ahí... —El mensaje no acaba ahí pero sí deja de escucharse.
Agarro la radio y hablo.

—¿Hola? Me llamo Sierra, mis amigos y yo estamos en una de las cabañas. —Pero no oigo nada más.
—Sierra no tenemos cobertura. —Me avisa mi amigo junto a mí.
—¿Puedo oírme alguien? Maldita sea. —Con nuestras voces, Rubí y Asli se despiertan.

—¿Qué es lo que ocurre? —Ella pregunta.
—Que estamos atrapados aquí. Sin cobertura y sin radio.
Estamos muy jodidos, Rubí.
Eso ocurre. —El rubio responde en mi lugar.
—Chicos mantened la calma.
¿Es una tormenta, cierto?
No puede durar mucho.
—Suspiro y cierro los ojos durante un segundo.
Dejo la radio de vuelta en su sitio.

—Asli tiene razón. No es más que una tormenta. Hay muchas en esta zona, son muy frecuentes y nunca ha pasado nada. Mientras no salgamos, estaremos a salvo. —Intento apaciguar la tensión que se respira en el aire.
Todos acaban por sentarse, resignados a esperar.

¿Cuánto puede durar una tormenta? ¿una hora? ¿dos?

No sé cuanto más durará nuestro aislamiento pero sé que nos hemos estado haciendo la misma pregunta desde hace más de una hora.
—Veo veo...
—¿Qué ves? —Rubí y Seth, a pesar de no hablarse, matan el tiempo con juegos infantiles.
—Una cosita...
—¿Con qué letrita empieza?
—Con la N. —El rubio choca adrede su cabeza contra la mesa.

—No tiene gracia si "nieve" es la respuesta todas las veces.
—Pues no juegues.
—Responde la joven, alzando sus manos en el aire.
—¿Podéis parar? me duele la cabeza. —El moreno pide y sé que sus palabras serán el inicio de otra estúpida discusión para la que no tengo fuerzas.

Una hora aquí y ya estamos a punto de matarnos.
Espero que no pasemos de cinco o directamente no encontrarán nuestros cadáveres.

Me tapo los oídos y cierro los ojos para no verles ni oírles, no puedo soportar esto durante más tiempo.
De mi equipaje de mano tomo dos aspirinas, una para mi compañero de piso y otra para mí.
Y así pasa la primera hora hasta que llegamos a la segunda.

Rubio y moreno charlan animados en un rincón del lugar, de vez en cuando ríen, carcajean tanto que tienen que apoyarse en el otro.
Mi hermana lima sus uñas mientras silba y yo mantengo mis pies encima de la mesa, mis manos en mis bolsillos y la capucha puesta, en total silencio.

El reloj parece no querer moverse pero poco a poco, muy poco a poco, llega la tercera hora.
Dentro de un par de semanas, sé que recordaré estas dos horas y me reiré de las estupideces que dijimos.
O tal vez, lo olvidaré sin problema.
Pero sé que, pasen los años que pasen, la tercera hora no la olvidaré.

Nunca.

Cambio de postura, bajando los pies de la mesa, la espalda ha comenzado a dolerme.
Veo que la conversación entre los chicos se detiene cuando Asli comienza a toquetear su chaqueta y su expresión se vuelve de angustia.
Pasan unos minutos en los que se levanta y mira a su alrededor antes de que abra la boca.
—¿Has visto mi anillo, Sierra?

Por supuesto, no lo he hecho.
—¿No lo llevabas puesto?
—Pregunto, recordando que la última vez que lo ví, lo lucía en su mano.
—Me lo quité antes de subir al avión y no me lo he puesto de nuevo. —Miro a mi alrededor, dando un vistazo rápido.
—Se me debió caer cuando jugábamos. —Nuestros ojos se cruzan y noto como su preocupación no hace más que crecer.

—Tal vez no, tal vez se te ha caído por aquí. Es lo más probable, en realidad. —Estoy de acuerdo.
—O lo cambiaste de chaqueta y no recuerdas. Voy a mirar.
—Voy hasta su habitación y agarro su maleta, es fácil diferenciar la ropa que ya ha usado pues es la única desordenada.

Miro en cada uno de los bolsillos de sus pantalones, chaquetas y demás.
Miro incluso en sus botas, pensando que tal vez ha podido caerse.
Separo la ropa sucia y tiro el resto del contenido de la maleta a la cama.
Miro dentro, miro en la ropa.
Debajo de la cama y en cada rincón de la habitación, en realidad no hay demasiado que buscar.

Cuando salgo al salón, todos están en sus habitaciones con el mismo objetivo.
No hay nada, en ninguna.
El anillo no está.
—Sólo es un anillo, amigo.
No te preocupes. —Oigo como Seth intenta calmarlo pero le conozco demasiado bien.
No funcionará.

Nos encontramos en el salón, los chicos levantan los sofás y nosotras miramos debajo.
Nada.
—No, Seth. Tengo que encontrarlo, tú no lo entiendes.
Ese anillo es todo lo que tengo de entonces, lo necesito. —Su voz se eleva sin que él quiera hacerlo, no pretende gritar pero no puede evitarlo.

—¿A alguien se le ha ocurrido mirar en el baño? —Todos dirigimos nuestros ojos a mi hermana.
Entonces, corremos juntos hasta el baño.
Pero no todos lo hacemos.
Asli no lo hace.

El baño mide lo que miden el inodoro, la ducha y un pequeño lavamanos. Tardamos menos de un minuto.
Pero cuando salimos, ya no vemos a un moreno de gran altura.

Nuestros ojos van de los unos a los otros sin querer decirlo en voz alta, no queremos hacerlo real.
Pero Seth sí lo hace.
Vocaliza en voz alta mi mayor miedo, ahora cumplido.

—Asli se ha ido.

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