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Capítulo 26

—No.
—Ni de coña.
—¡Venga ya, chicas! será divertido. —Seth insiste, Rubí no le mira a la cara antes de volver a negar.
—Es una mierda de plan y ya está. —El rubio apreta los labios pero no se da por vencido.

—¡Venga ya! no puedo creer que sea el único al que esto le parece un buen plan.
—A mi me parece un buen plan. —Asli levanta su cabeza de su teléfono para hacer valer su opinión.
—¿En serio, Asli? ¿unas vacaciones en la nieve son buen plan? —Cuestiono. Él se encoge de hombros y asiente, totalmente convencido.

—Creo que después de todo, nos lo merecemos.
—...y sólo serán unos días.
—Seth se compincha con su amigo para reforzar su petición. Mi hermana y yo nos dedicamos una rápida mirada.
—He dicho que no y esa es mi última palabra. —Finiquito.

La maleta se me hace muy pesada, la pongo en el suelo en cuanto puedo y tiro de su manija hasta estirarla. Espero al resto del grupo y comenzamos a caminar.
La chica de ojos verdes se adelanta a los hombres y acaba estando junto a mí.
—Recuérdame como he acabado aceptando esto. —Le pido y su risa llega hasta mis tímpanos.

—Asli te lo pidió mirándote con esos irresistibles ojos y antes de que pudieras negarte, ya estábamos facturando.
—Bromea.
—Creí que tú tampoco querías. —Pongo en jarra mi único brazo libre.
—No quiero pero ya que me habéis arrastrado a esto, pues voy a pasarlo bien. —Suelta su maleta por un segundo para levantar sus dos manos.

—Venga chicos que no llegamos. —Rubí se apresura en sus pasos y los muchachos meten una marcha más.
—¿Necesitas ayuda con eso? Llevas equipaje para un mes.
—Mi compañero de piso señala lo que ocupa mi mano.
Pongo los ojos en blanco.
—Es por si nos perdemos en la nieve, ya sabes que soy previsora. —Le devuelvo el chiste y reímos.

Pasajeros del vuelo 828 con destino Brighton Mountain, embarquen por la sala tres.
—¡Ese es el nuestro! culos arriba, sala tres. —Seguimos a la castaña, quien conoce este lugar bastante mejor que yo.
Seth aprovecha el camino para hablarme.
—¿Crees que va a ser muy cruel conmigo estos días? —Se refiere a nuestra ahora guía.

—Espero que no pero no la molestes mucho, ¿quieres?
Tengamos unas vacaciones tranquilas, por favor. —Sus ojos me dan una mirada tranquilizadora y con su voz me asegura que no lo hará.

Entregamos nuestros billetes y pasamos por el largo pasillo que lleva hasta el avión.
—Asiento nueve, ¿alguien tiene el diez? —Pregunto mirando al grupo.
Entonces mis ojos captan como, en un rápido movimiento, Asli le arrebata el papel de las manos a su amigo y éste queda boquiabierto ante el gesto.
—Yo tengo el asiento diez, vamos. —Me llevo una mano a los labios, tratando de acallar en vano las carcajadas que salen de mi garganta.

—Capullo. —Sisa el pobre muchacho al que ahora le han tocado tres horas al lado de Rubí.
Nos sentamos y noto un toque en mi hombro.
—¿Por favor? —Mi hermana me pide un cambio de asientos.
De mi equipaje de mano saco mis cascos y eso es todo lo que le cedo.
Bufa pero se conforma y los toma entre sus manos.
Se los pone e ignora la existencia de su compañero de asiento. De vez en cuando miro hacia atrás para encontrarme con los ojos  de Seth mirando con súplica a Asli, intentando recuperar su lugar perdido.
Pero mi moreno no tiene planeado, ni por asomo, abandonar el sitio que se ha ganado con un tirón de mano.
—¿Por qué se llevan tan mal?
—Habla a mi lado.

Me hago la inocente enseñando mis dientes.
—No me preguntes a mí, son cosas que pasan.
—"Cosas que pasan" también puede referirse a la noche que Rubí y Seth pasaron juntos y que, según ellos, fué la peor de sus vidas.

Pero estaban borrachos, tristes, a Seth le habían rechazado, Rubí había roto
con Darcy y también estaban aburridos.
Así que supongo que esa combinación fué demasiado fuerte para ellos y tras eso, mirarse a la cara se ha vuelto toda una odisea para ambos.
Pero esa es una parte de la historia que no me toca a mí contar.

—¿Alguna vez has estado en la nieve? —Estoy tan absorta en mis pensamientos que no escucho cuando Asli me habla de nuevo.
—¿Sierra? —Su mano toca la mía y salto en mi lugar, cuando nota mi reacción, me pide disculpas.
—Está bien y aquí ha nevado algunas veces pero nunca demasiado. Así que no, nunca he estado en la nieve. —Sonrío.

—Yo sí he estado en la nieve, tengo una foto allí. —Le doy otra sonrisa de amabilidad, recuerdo muy bien el viaje de esa foto.
Yo también debería haber estado allí y por tanto, aparecer en ella.
Pero parece que el destino quiso jugar con nosotros pues esa semana caí enferma y no pude ir.

Supongo que este habría sido nuestro segundo viaje.
Pero en cambio, es el primero para los dos.
—Voy al baño. —Cuando el avión ya está en el aire, me desabrocho el cinturón y voy hasta el baño.

Intento entrar en el de chicas pero el olor que desprende es tan insoportable que necesito tapar mi nariz.
Golpeo un par de veces en el de hombres, que está situado justo en frente y nadie habla al otro lado.
Así que miro de un lugar a otro y no dudo en entrar.
Pero cuando acabo de cerrar la puerta, oigo unos golpes al otro lado.

No quiero hablar, no pueden saber que hay una chica aquí.
Así que tan sólo me dedico a lo mío, acabo en unos minutos en los que los golpes no cesan.
Por suerte, he puesto el seguro.
—¡Venga! ¿hay alguien ahí? —Me limpio y me pongo de pie en el estrecho espacio.
Entonces abro la puerta y un hombre espera al otro lado.
Su cara se transforma al verme.

—Lo siento. —Apenas susurro.
Una azafata que camina por el pasillo se encuentra con la situación.
—¿Señorita? no puede entrar en ese baño. —Me recuerda.
Noto un calor en mis mejillas e ignoro sus palabras, agachando la cabeza hasta que vuelvo a mi asiento.

—¿Qué le has hecho a esa azafata? no deja de mirarte y no precisamente bien. —Le muestro mi más inocente gesto seguido de un "no le he caído bien".

Pero mi accidentado viaje no termina en ese momento.
Detrás de mí, oigo unos murmuros y seguidamente, noto que algo golpea la parte trasera de mi asiento.
Me doy la vuelta y veo como una discusión aumenta la tensión entre Rubí y Seth.
La chica gesticula con los cascos en la mano, moviéndolos con brusquedad.

Yo abro la boca y me acerco más a ellos para pedirles que cesen su bronca pero Rubí no se percata de mi cercanía y en un acto bruto, los cascos en su mano chocan con mi mejilla y parte de mi labio.
Un dolor agudo hace que me lleve una mano a esa zona.
—¡Oh dios Sierra!

Vuelvo a mi lugar, Asli me mira con los ojos muy abiertos y pide hielo para mí.
Por suerte, un rato después, llegamos a nuestro destino.
—Seguidme. —Nos pide el rubio.
Mi hermana se acerca a comprobar mi estado.
—Tienes eso de ahí... un poco rojo. —La aniquilo con mis ojos y sigo caminando.

Pasamos por varias carreteras que recorremos a pie, no más de cuatro.
A lo lejos distinguimos una casa de madera adentrada en la montaña.
—¡Nuestra cabaña! —Grita.
El frío comienza a parecerme muy intenso y me abrazo a mí misma.

Asli cambia su maleta de mano y me abraza por los hombros. Sonrío.
Mis pies se hunden en la nieve según camino y me fijo en que hay varias cabañas más en los alrededores.
También hay algunas tiendas y demás.
De su mochila, el rubio saca una llave y entramos.
Todo es de pura madera, hay un par de mesas en el centro del salón, varias puertas llevan hasta habitaciones pequeñas pero cómodas.
También hay calefacción, un baño, un par de sofás y una despensa llena de comida y demás enseres.

—Pues ya hemos llegado, amigos míos.

Que comience la aventura.

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