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Capítulo 19

¿Estás de broma, verdad?
porque puedo ser amable pero si Asli tiene la horrorosa idea de invitarme a salir, le mataré y ni tú podrás encontrar su cadáver.
—Me tapo con una mano para impedir que una carcajada escape.
—No seas exagerada y no me hagas reír que estoy en un hospital, idiota.

No es que esto era lo único que me faltaba. Como si no tuviera suficiente... —La oigo bufar.
—No puedo asegurarlo pero creo que si, Rubí. Creo que le gustas y lo siento pero es la verdad.
—Vale Sierra, vamos a dejarlo aquí. Te dejo que llegan clientes, te llamo mañana.

—Vale Rubí. Que vendas mucho, te quiero. —Presiono la tecla roja justo cuando Asli sale de la consulta.
—¿Y bien? ¿qué te han dicho?
—Mueve su brazo de un lugar a otro, ejercitándolo.
—Me ha dicho que está muy bien, me recupero deprisa.
Tengo una revisión en un par de meses, nada por lo que preocuparse.

Bajamos por las escaleras -que ya conocemos muy bien- y salimos del lugar.
—Ya son más de las siete y tengo hambre. —Acaricia su barriga, reforzando sus palabras.
—Yo también, vayamos a algún sitio a cenar.
Caminamos por las calles de esta hermosa ciudad y llegamos a un restaurante bastante informal.

—Hola chicos, decidme. —La camarera anota nuestras comandas y no tarda más de diez minutos en regresar con la comida.
—Huele de maravilla. —La boca se me hace agua y me esfuerzo porque no parezca que no he comido en meses.
—Los médicos dicen que no soy alérgico a nada, vamos a comprobarlo. —Reímos.

—¿Te vas a comer toda la carta para saberlo?
—De hecho, si me dejas me comeré hasta la carta.
Pero no me dejes, por favor.
—Mi risa es tan alta que siento que todos me miran. Rasco detrás de mi oreja con vergüenza y bajo la cabeza hasta mi plato.

—Me gusta cuando te ríes tan alto que no se oye nada más.
Sólo quería que lo supieras.
—Llama mi atención tamborileando sus dedos un par de veces sobre la mesa, cerca de mí.
Entonces le miro y de repente, tengo veintiún años otra vez.
De repente ya no tenemos un pasado, ya no tenemos marcas en el corazón.
Sólo somos Asli y yo otra vez.
Como si la vida nos hubiera dado una segunda oportunidad para hacer las cosas mejor.

Comienzo a verle borroso cuando mis ojos se llenan de lágrimas.
—¿Sierra? —Suelto el aire fuerte por la boca y sacudo mi cabeza.
—Tal vez yo sí soy alérgica a algo aquí. —Digo con burla.
Pero sus ojos me indican que no ha quedado satisfecho con mi intento de broma.

Cuando terminamos de cenar, Asli y yo damos un largo paseo que no sé con exactitud cuanto dura.
Pero mi camino se ve interrumpido cuando en la distancia veo a Shasha.
Caminando en nuestra dirección.
Maldita sea, no puede ver a Asli.
Tengo que hacer algo.

Mis piernas reaccionan antes que mi cerebro y tiro de la mano del moreno, nos escondo en un callejón y pongo una de mis extremidades superiores sobre su boca mientras que le pido silencio con la otra.
—Conozco a esa chica... no quiero verla, por favor.
—Susurro.
Pero Asli no está mirando mis ojos si no más abajo de ellos.
Paso saliva.

Asiente muy lentamente y libero su cuerpo.
Pero no nos movemos.
Oigo los tacones de Shasha más cerca mientras ríe al teléfono.
Pero ella no me preocupa en este momento.
La distancia con el moreno lo hace.
Puedo sentir su respiración, el olor al postre de limón que desprende su boca, su perfume mezclado con el aire de la noche.

Me cuesta respirar y me cuesta pensar con claridad.
Había olvidado como se sentía tenerle tan cerca.
Había olvidado como se sentía perder el sentido estando con él.
No sé qué pasa por su mente pero sé que no deja de mirarme. Sus ojos llenos de curiosidad exploran mi rostro y hace que me sienta desnuda, desprotegida.

Cuando la muchacha ya lleva varios metros de distancia, me apresuro a salir y respirar tan profundo como mi pecho me permite.
Asli hace lo mismo pero ninguno de los dos dice una sola palabra.
Sin embargo, todo se complica cuando una gota me cae en la mano. Frunzo el ceño.

—Oh no. —Le miro y él cierra un ojo cuando una gota le cae en el párpado.
El resto de la lluvia no tarda en llegar.
Pero por alguna tonta razón, no nos movemos.
Como si el agua estuviera curando algo dentro de nosotros.
Nos observamos y una sonrisa sale de su boca como algo previo a una risa. Una risa que yo acompaño sin dudarlo.
Todo el mundo despeja la calle, huyendo.
Pero no hay nada de lo que yo quiera huir.

—¿Por qué estamos parados en mitad de la lluvia? —Me encojo de hombros y abro los brazos en cruz, disfrutando de la agradable sensación del agua.
—¡No lo sé! —De nuevo reímos aunque no sé muy bien porqué.

Las gotas de lluvia mojan mi ropa, llenan mi rostro y calan cada una de las células de mi cuerpo. No noto frío, no están calientes tampoco.
Cierro los ojos y miro al cielo, tan sólo los abro para comprobar que Asli me mira.
No se mueve, no dice nada.
Pero me mira. Y la sonrisa que no puedo tapar me delata, no hay nada que pueda hacer contra mi corazón.

Dicen que la vida no es perfecta o imperfecta, que pasa en momentos.
Y no sé como me sentiré mañana, ni siquiera como estaré en una hora.
Pero sé que ahora estoy más viva de lo que alguna vez me he sentido.
Y todo, absolutamente todo, es culpa de Asli.

Siempre acabas siendo tú al final del día, Asli.
Lo bueno, lo malo, lo mejor, lo peor.
Lo que hiere, lo que cura.
Lo que quema, lo que enfría.

Siempre eres tú, Asli.
Y nunca, ni por un segundo, has dejado de serlo.

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