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009

"Desde que te vi,
Todo es tan distinto para mí,
Porque tu corazón vivirá siempre en mí."

Generalmente, la gente enamorada dice, hace y promete cosas tontas; ciegos por lo que llamamos "amor". Pero no, la gente no promete por amor; simplemente sienten que aman y no es así. ¿Sabes lo que es amar? No me refiero al amor que sientes por tu familia o tus amigos, hablo de amar a una persona que no deseas tener como amigo, pero sí como para pasar el resto de tu vida junto a ella, de tener algo que siempre se nos muestra en las películas y los libros románticos, algo que al final, nunca termina igual para todos.

Nunca he creído que, para amar a una persona, pero amarla con todo tu ser, tienes que ser maduro y haber pasado por personas o sucesos. Mis padres se enamoraron cuando mi padre tenía 15 y ella 19. Mi padre sabía que la amaba y ya. Yo, tuve muchos enamoramientos, pero nunca nadie me había golpeado tan fuerte como ella.

La recuerdo bien; yo tenía 23 años y cursaba mi cuarto año de medicina, estaba en el campus sentada mientras leía. Su cabello lacio y castaño bailaba con el viento, su tez blanca, sus labios rojos y sus ojos miel. Su nariz era recta y perfecta, justo como ella. Sin yo ordenarlo, caminé hasta ella con cierto miedo, pero decisión.

"Hola" saludé con voz torpe y las manos sudándome, ella levantó la vista. "Soy Kim Jaeshi"

"Hola" contestó de forma amable y me sonrió, una sonrisa dulce y especial. "Soy Kim Nayoung."

"¿Eres Kim también?" hice un intento de broma, tonta, pero ella asintió, sonriendo otra vez. "Una enorme coincidencia."

"Oh, vamos, no lo digas como si nuestro apellido no fuese común."

No sé qué fue ese revuelo de emociones en mi interior, no sé porque me sentía cómodo a su lado sintiendo una paz tan grande y una alegría inmensa aún sin conocerla, aún si era la primera vez que la veía. Nayoung estaba estudiando Diseño de Interiores y se vio muy interesada cuando mencioné mi carrera, preguntó cuánto me gustaba mi carrera.

Mi carrera, al igual que a ella, me encantaba. La amaba.

Creo que lo que más me gustaba de Nayoung era que con ella la conversación fluía sin problemas, teníamos química y nunca debíamos sobre forzarnos para mantener viva la relación. Por ello, nos volvimos novios, pero en secreto pues ella provenía de una familia poderosa y, lo más seguro, era que la comprometieran con quien les complaciera. Sin embargo, no pude detenerme y quise más de ella. Comencé a soñar que ella era mi esposa, que teníamos hijos y éramos felices.

Tonto de mí.

"¿Nayoung?" estaba frente a mi departamento, con las mejillas empapadas. "¿Qué pasó?"

"Yo no quería ser tu novia, no me gustabas de esa forma, pero insististe tanto" me quedé helado ante esa confesión con su voz rota, con su mirada conectada a la mía sin dudar. "Y ahora, no puedo borrarte de mi mente, te extraño cuando no estás, y te necesito tanto" ella lloró más, como si estar enamorado de mí fuese un enorme problema. "Me he enamorado de ti, tonto."

En ese momento creí que era felicidad, pero no, era alegría. La felicidad es más prolongada, y la alegría que yo sentí venía y se iba cuando Nayoung quería.

Resulta que mi padre, conocía al padre de Nayoung, y en una caída que tuvo el señor Kim en sus escaleras, mi padre me dijo que debía ir a verlo solo para asegurarme que todo estuviese bien y no necesitara ayuda urgentemente. Llegué yo antes que el verdadero doctor y me quedé de piedra al encontrar a Nayoung.

Siendo tomada de la cintura por otro hombre.

Alguien que tenía la mirada gris, misteriosa y llena de maldad. Cuando mis ojos se encontraron con los de ella supe que había ocurrido lo que tanto temía: estaba comprometida. Y no conmigo.

"¿Por qué no me lo dijiste?" pregunté, cuando estábamos en la universidad, persiguiéndola por un pasillo de su facultad con todos los estudiantes pasando de largo. "¡Nayoung!"

"¡Porque ibas a dejarme!" exclamó girándose de golpe para mirarme airada. "No quiero que me dejes, te necesito conmigo."

"Nayoung..."

Ella se acercó a mí, temblando, como si ocultara algo, pero no se atreviese a soltarlo.

"Le agradaste a mi padre, tal vez, tal vez puedas convencerlo de que te comprometa conmigo."

"¿Eso quieres? ¿Casarte conmigo?" cuestioné y aunque ella asintió, me puse a pensar en muchas cosas.

Nayoung vivía en una casa de oro, en un palacio, siempre tuvo lo que quería y sus padres la llenaron de mucho amor. Kim Heemin era alguien de su clase, con dinero, modales y un buen físico. ¿Qué era yo junto a él? La única cosa linda de mí eran mis hoyuelos y mi carrera de doctor que aún no había despegado. ¿Qué podía ofrecerle cuando, con él, tenía la vida asegurada?

"Haré lo que pueda" prometí.

Pero no hice nada; cuando hablaba con su padre nunca tocaba ese tema. No, yo no podía hacerle eso a Nayoung. Pero tampoco quería soltarla. Su novio oficial era él, yo simplemente era el otro, el que nadie conocía. Nayoung era de él frente al público, pero su corazón era mío. Creí que con eso yo sería feliz.

Me equivoqué.

No pude escapar de la pasión, todos los días mi corazón se derretía por su amor, cada que la veía no me conformaba con su sonrisa, con tomar su mano o con sus besos. La necesitaba de otra forma, quería que todo el mundo supiera que ella y yo nos amábamos, que nos pertenecíamos y que, lo nuestro, era amor de verdad.

"Haz el amor conmigo."

"¡Jaeshi!" ella río con las mejillas rojas, pensando que era una broma. "No seas tonto."

Era una calurosa tarde de verano, ella usaba un vestido corto con revuelo de color azul y una bonita diadema con flores en su precioso cabello. Su maquillaje era simple, solo para resaltar un poco más su belleza, y me sonrió mientras tomaba otra cucharada de helado.

"No estoy bromeando, haz el amor conmigo Nayoung."

Ella me miró, desconcertada, y sacó la cuchara de su boca antes de hablar, poniéndose triste.

"No podemos cariño, en unos meses me caso..."

"Nayoung" insistí, y estaba haciendo mal.

"Tengo que ser virgen" miré la calle, no queriendo pensar en que ella estaría con otro que no fuera yo. "Pero podemos hacerlo después."

¿Saben si es amor o locura aceptar copular con una mujer que amas luego de que ella se case? ¿Luego de que "consuma" el amor con otro? ¿Saben si es amor o locura haberlo hecho luego de que ella volviese de su luna de miel?

No era amor, era locura. Era algo enfermo. Yo estaba enfermo por no poder soltarla, por no dejarla porque, según yo, la necesitaba como al aire. Me estaba volviendo dependiente de ella, nunca supe si ella de mí también. Pero nada era su culpa, al final, yo le hice miles de promesa, yo no evite que se casara, no me detuve a preguntar como ella se sentía, no pregunté qué pasaba por su cabeza o qué quería realmente.

Mi apartamento fue testigo de tantas cosas entre ella y yo. Era nuestro nido, ambos éramos unas palomas, pero a mí me habían arrancado las alas, o quizá yo me las había arrancado. Ella desplegaba sus alas sin temor, y antes de que yo me diese cuenta, ella desparecía sin mirar atrás.

"No deja de gritar" una noche me confesó, los dos completamente desnudos en la cama. Había llegado de pronto, y solo me había asaltado con besos, sin palabras, hasta ambos caer en mi colchón.

"¿Por qué?"

"Quiere hijos, pero lo hemos hecho un millón de veces y nada sale" ella murmura, con la mirada perdida en el techo.

'Lo hemos hecho un millón de veces,' ¿cuántas veces lo habíamos hecho tú y yo, Naypoung?

"Tal vez sea infértil" concluí, no queriendo hablar de Heemin.

"No sé, no quiere hacerse exámenes; insiste que soy yo"

Me incorporé para encender la lámpara en la mesa de noche y cuando la miré, encontré su mejilla roja, fruncí el ceño, acariciándola suavemente. Así, desnuda y con un golpe en su mejilla, Nayoung se veía tan pequeña y frágil.

"No solo te grita."

"Solo fue una vez..." ella murmura tímidamente, yo no podía darme cuenta de lo manipulada que Nayoung estaba por él, porque jamás quería hablar de Heemin y su comportamiento, porque jamás le pregunté si todo estaba bien.

"Una vez es el inicio de todo..." ella miró la puerta, y mi mente maquinó pues no quería que él la golpeara más, debí sacarla de ahí, pero solo era un idiota, uno sin cerebro. "¿Y si lo intentamos tú y yo?"

"¿Qué?" sus ojos se abrieron de forma alarmante, quizá debí darme cuenta de que ella esperaba otra propuesta, como escapar juntos.

"Sí, ve un día y lo haces con él, luego vienes al día siguiente conmigo."

"¿Y si no funciona?"

"No creo que no lo haga" respondo.

"¿Y si funciona? ¿Aceptarás que él...?"

"Nayoung, siempre he querido hijos contigo, será como cumplir mi deseo y protegerte a ti."

No se veía convencida, negó mucho al principio, pero ante los gritos insistentes de Heemin, ella aceptó. Si Nayoung hubiese dicho que no, Namjoon no hubiese nacido.

Si Heemin no le hubiese dicho que quería otro hijo, Taehyung tampoco hubiese nacido.

Heemin estaba feliz con sus hijos, hijos que eran míos. Hijos a los que nunca pude conocer pues Nayoung nunca regresó el año después de que Taehyung naciera. Descubrí que estaba ocupada cuidando a mis dos niños y yo sabía, muy adentro de mí, que, si regresaba a esa casa y veía a mis hijos, lo gritaría al mundo.

Gritaría al mundo que Nayoung era mía, que Namjoon y Taehyung eran míos. Que yo debía estar con Nayoung, no Heemin.

Tal vez debí hacerlo.

Un día, decidí ir a ver al señor Kim para despedirme pues iba a viajar a Estados Unidos para ver a mi tío Jackson, quién poseía el síndrome Asperger, y vivir con él un tiempo pues tenía su propia clínica. Con él, yo ganaría experiencia y luego podría regresar a Corea del Sur para ejercer mejor mi trabajo, y me haría mejor separarme de Nayoung y mis hijos.

Una vez le dijera adiós al señor Kim, ya no volvería a verlos.

"¿Te vas?"

"Sí" traté de apurar la despedida, porque no deseaba estar ahí otro segundo más "He terminado mi carrera, me será difícil encontrar empleo aquí con mi nula experiencia, pero mi tío decidió ayudarme."

"Te extrañaremos mucho" contestó la señora Kim, quien se había comportado como mi madre todos esos años. "Antes de irte, déjame obsequiarte algo."

"No es necesario" repuse con una sonrisa.

"Lo es" ella responde. "Todo este tiempo has ayudado a que mi osito no se muera antes de tiempo."

"¿Me estás culpando por ser muy torpe, cielo?" le dijo el señor Kim, fingiendo indignación.

"Sí, osito; es tu culpa, siempre quieres bajar corriendo las escaleras cuando se te dice que han sido trapeadas."

"O siempre quiere comer cosas vencidas" agregué.

"¡Quiero hacer mi estómago de hierro!" se excusó, la señora Kim y yo reímos por la ocurrencia.

Los extrañaría a los cinco. Sí, porque mis hijos eran parte de mí, pero estaban en buenas manos.

Eso era lo que yo creía, con mi corazón enamorado y herido, decidí abandonarlos, porque no hay otra palabra para suavizar lo que yo estaba haciendo, para justificar mi cobardía. 

Secretos revelados, ahre.

Los amo, abejitas.

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