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To Victory


Un dios ha caído ante la humanidad.

El Valhalla entero parecía temblar ante la realidad de lo que acababa de suceder. Los dioses, aquellos seres supremos que nunca habían conocido la derrota, ahora enfrentaban la más cruda de las realidades. La mirada de todos los dioses era de asombro puro, algunos con ojos entrecerrados, otros con la boca abierta, incapaces de procesar lo que acababan de ver. La incredulidad reinaba en sus corazones, y el silencio llenó el aire. No había palabras que pudieran describir lo que acababa de suceder. Un dios caído.

Ares, Shiva, Afrodita, Hermes, Ra, Odín y todas las demás deidades en las gradas guardaron un terrible silencio mientras, con miradas sombrías, veían como el cuerpo sin vida de Poseidón se desvanecía en el aire entre destellos esmeraldas, no dejando nada tras de sí ademas de la punta de su tridente.

Frente a aquella inconcebible realidad las deidades solo respondieron con silencio.

Poseidón, el Tirano de los Mares, el dios que dominaba las tormentas y los océanos, había sido derrotado por un humano. La perfección de su poder había sido desmantelada, no por otro dios, sino por el ser más débil en la jerarquía divina: un simple humano. La derrota de un dios inmortal ante la humanidad era algo tan impensable que los dioses no podían más que callar y procesar el impacto de esa tremenda verdad.

—Me estás jodiendo...

—Poseidón ha...

—¿Cómo... cómo pudo pasar?

Pero mientras los dioses se mantenían en ese silencio, el bando humano era todo lo contrario.

Un rugido de celebración estalló entre los humanos. El grito unánime de "¡Yami!" resonó a través del Valhalla, llenando el aire con una euforia indescriptible. La gente saltaba, abrazándose, algunos lloraban mientras gritaban el nombre de su campeón. El capitán de los Black Bulls, Yami Sukehiro, había logrado lo imposible. El hecho de que la humanidad hubiera vencido a un dios parecía una historia sacada de un cuento, pero no era un sueño, era la realidad. La primera victoria de la humanidad estaba sellada con la sangre de Poseidón.

—¡¡Yami!!

—¡¡Eso es!!

Yami, con pasos tranquilos y su espada sobre el hombro, comenzó a caminar hacia el bando humano. Su mirada era seria, fría, pero en sus ojos brillaba una mezcla de cansancio y orgullo. No había celebración en su rostro, solo la serenidad de alguien que acaba de cumplir con lo que se le encomendó.

A su lado, Skagmold, la valquiria que había manifestado su poder en la batalla, apareció como apoyo para Yami, caminando al ritmo de su paso. La sexta hermana, con una postura digna, caminaba a su lado con la misma serenidad que el humano, reconociendo el logro de su portador. Skagmold, con su poder y presencia, simbolizaba la conexión inquebrantable entre Yami y su valquiria.

En las gradas humanas, Geir, la joven valquiria, estaba completamente emocionada. Sus lágrimas de felicidad caían sin cesar mientras veía a su hermana Skagmold caminando junto a Yami. El peso de la victoria, el sufrimiento y la lucha, todo se desvanecía ante la gloria de ese momento. Geir había perdido la esperanza varias veces, pero ahora, al ver a su héroe triunfante, todo su dolor se desvaneció en una oleada de alivio y felicidad.

Geir:—Sí... sí... ¡¡Síííííííííííííííííííííííííííííííííí!!

El resto de los humanos no podían dejar de celebrar. La victoria de Yami había encendido una llama de esperanza que quemaría por generaciones. La humanidad había demostrado que, aunque los dioses eran poderosos, no eran invencibles.

El mundo del Valhalla nunca volvería a ser el mismo.

Brunhilde: —"Oh dioses, deleiten sus ojos"—pensó—. "¡¡Este es el potencial de la humanidad!!"

La primera victoria de la humanidad era celebrada por todos, pero Geir, con una sonrisa radiante, miraba a su hermana Skagmold, quien caminaba junto a Yami, guiándolo hacia el bando humano. La emoción de la victoria aún invadía el corazón de Geir, pero algo en el comportamiento de Skagmold le hizo sentir que la situación no estaba completamente resuelta.

Corrió hacia su hermana, lágrimas de felicidad aún corriendo por sus mejillas, pero al alcanzarla, le preguntó con una voz que denotaba la confusión y emoción de todo lo ocurrido:

Geir:—¿Qué vas a hacer ahora, hermana? —preguntó Geir, mirando a Skagmold con adoración y gratitud. "Hemos ganado... ¿no es suficiente?"

Skagmold detuvo su paso, mirando a Geir con una expresión tranquila pero seria.

Skagmold:—Sí, hemos ganado esta ronda. —respondió con voz suave, pero firme. "Pero no olvides que esto es solo el comienzo. Hay más rondas por delante, más dioses por vencer. La verdadera batalla aún está por llegar."

Geir asintió, comprendiendo que la victoria sobre Poseidón no significaba el fin del conflicto. Si bien la humanidad había dado un paso gigantesco, las rondas siguientes podrían ser aún más difíciles, y las apuestas más altas.

Geir:—¿Y tú? —preguntó Geir, preocupada, mientras veía a su hermana con esa serenidad inquebrantable. "¿Vas a estar conmigo, luchando hasta el final?"

Skagmold la miró con una leve sonrisa.

Skagmold:—Claro que sí. —respondió, su voz resonando con una calma que parecía reforzada por la experiencia de tantas batallas. "Estoy aquí para ayudarte hasta que la última batalla termine, y nuestra victoria se haga completa."

Geir sonrió, sintiendo el peso de la responsabilidad que su hermana había asumido, pero también el consuelo de saber que no estaba sola en este camino.

Juntas, seguirían luchando, con la esperanza en sus corazones y la determinación en sus espadas. La guerra aún no había terminado, pero por primera vez en mucho tiempo, la humanidad había encontrado una luz en la oscuridad.

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La sala VIP, aunque lujosa y llena de majestuosidad, estaba impregnada de una tensión palpable.

Los dioses se encontraban reunidos, todos con rostros sombríos y preocupados por la inesperada derrota de Poseidón a manos de un humano. En la sala, las figuras más imponentes de los panteones se encontraban en silencio, sus ojos fijos en el centro de la mesa mientras analizaban la situación. 

Zeus, el líder del panteón griego, tenía el rostro fruncido, su presencia como siempre dominante, pero su expresión reflejaba la furia y el desdén hacia la derrota sufrida. Hermes, siempre el mensajero astuto, estaba inquieto, mirando con ojos ansiosos los movimientos de los demás dioses. Ares, el dios de la guerra, también mostraba señales de molestia, sin embargo, mantenía un aire de expectación. 

Shiva, quien ya había sanado sus heridas, permanecía en silencio, con los brazos envueltos en vendas, aún observando la situación con la mirada dura y un tono frío en su voz. Odin se mantenía estoico, mientras que Ra, con su eterna serenidad, no mostraba signos de preocupación, aunque el brillo en sus ojos decía lo contrario.

De repente, una figura entró en la sala: Loki, el dios del engaño. Su presencia era como una sombra que oscurecía aún más el ambiente. Con su cuerpo delgado pero musculoso, su capa ondulando a su paso, y sus ojos inclinados como los de una cabra, observaba a los dioses con una mirada llena de sarcasmo y diversión. Loki no podía evitar burlarse de Shiva, quien aún tenía las vendas en sus brazos.

Loki:—Parece que el gran dios Shiva tuvo problemas con un simple humano. —comentó Loki, su tono cargado de burla y malicia, mientras sus ojos brillaban de diversión—. ¿Creíste que los humanos eran inferiores a nosotros?

¡¡¡Loki dios Nordico del engaño: Representante de los dioses!!!

Shiva no reaccionó de inmediato, pero sus ojos se estrecharon con desdén, mientras Loki continuaba disfrutando de la incomodidad de los demás dioses.

Loki:—Oye, Shivi—dijo Loki finalmente, para romper la tención—. ¿Estás bien sin dormir? Tus cicatrices de la lucha con el humano, ¿todavía te duelen?

El Deva de la destrucción estiró sus brazos recién reformados y sonrió a su interlocutor.

Shiva:—Las heridas ya han sanado. Así que, Loki, ahora, ¿contra quién quieres pelear?

Loki:—Qué miedo...—se burló el dios nórdico.

Cuervos:—Loki—le reprendieron Huginn y Muninn—. Ya basta.

Loki:—¿Eh?—rió Loki—. ¿Por qué todos están tan n-ne-nerviosos?

Loki, quien estaba recostado en su asiento con las piernas sobre la mesa y los brazos tras la espalda, miró fijamente a Zeus.

Loki:—Tu hermano Poseidón acaba de ser asesinado—dijo el dios nórdico—. Estas bastante calmado, ¿no crees?

Zeus, sin embargo, no tenía tiempo para bromas ni distracciones. Con un tono firme y autoritario, su voz resonó en la sala:

Zeus:—Lo que ocurrió es imperdonable. —dijo, mirando a todos los presentes con una mirada fulminante—. No podemos permitirnos otra derrota como esta. Los humanos ya han demostrado que no son lo que pensábamos.

El aire en la sala se volvió denso. Zeus estaba tomando el mando de la situación.

Zeus:—No podemos ceder ante ellos. —continuó con un tono grave—. Es hora de decidir quién será el próximo en luchar contra estos humanos. Necesitamos a alguien que no solo sea fuerte, sino que tenga la determinación de acabar con ellos de una vez por todas.

Hermes, Ares y los demás dioses intercambiaron miradas, mientras Loki permanecía en silencio, disfrutando de la tensión. Sabían que la siguiente batalla podría ser aún más difícil, pero las palabras de Zeus dejaban claro que la guerra estaba lejos de terminar.

Odin:—¿Quién será el próximo? —preguntó Odin con calma, su mirada fija en Zeus, pero su voz mostraba la expectativa que compartían todos.

Zeus, con una ligera sonrisa en el rostro, observó la sala antes de responder:

Zeus:—Es hora de que los dioses muestren su verdadero poder.

???:—Esperen un poco...

La puerta se abrió con un estruendo, y todos los dioses presentes se volvieron hacia ella. La sala se llenó de una atmósfera cargada de poder, como si el aire mismo se hubiera transformado. El poder emanaba de la figura que cruzaba el umbral, tan denso y opresivo que hacía que la sala pareciera más pequeña.

El hombre que entró era imponente, un dios cuya presencia no pasaba desapercibida. Su altura y musculatura sobresalían de inmediato, pero lo que realmente captaba la atención era la aura de energía increíble que lo envolvía, como una tormenta misma. Su cabello largo, de un azul marino profundo con mechas blancas, estaba atado en una cola de caballo, y su mirada, gris oscuro y penetrante, llevaba consigo una feroz determinación. Las cejas espesas en forma de nube acentuaban aún más su semblante decidido y su aire de autoridad.

Llevaba una hombrera dorada en el hombro izquierdo, adornada con patrones en forma de nube, un símbolo de su dominio sobre las tormentas. En su brazo izquierdo, una muñeca larga mostraba su destreza, mientras que en el derecho, la armadura del dios se unía a su mano mediante un guante de un morado oscuro, que combinaba perfectamente con su kimono azul marino con rayas amarillas. El cinturón de la armadura estaba asegurado con un lazo de gran tamaño que resaltaba su imponente presencia.

Con una gran espada envuelta en vendas, la llevaba colgada sobre su hombro derecho, sujetándola con fuerza mientras caminaba con paso firme. Cada movimiento suyo era un recordatorio de la vastedad de su poder. Susano'o no Mikoto, el dios japonés de las tormentas, acababa de hacer su aparición.

Ares:—Tú eres...—reconoció Ares.

Zeus:—Hmmm... viniste—dijo Zeus, a modo de saludo.

???:—El siguiente seré yo—declaró rotundamente el dios de la espada.

¡¡¡SUSANO'O NO MIKOTO (JAPON): REPRESENTANTE DE LOS DIOSES!!!

El aura que su cuerpo emanaba oscureció la habitación, haciendo a Ares retroceder en pánico.

Ares:—"¿Q-qué es esta tensión?"—se preguntaba—. "Mi cuerpo se siente pesado... ¡¡Siento que seré aplastado sólo por estar a su lado!!"

El silencio se apoderó de la sala por un momento, antes de que todos los dioses, incluidos Zeus, Hermes, Ares, y los demás, se volvieran hacia él. El dios de las tormentas parecía completamente seguro de sí mismo, como si la victoria ya estuviera asegurada.

Con una sonrisa desafiante, Susano'o alzó la mirada y habló con voz profunda:

Susano'o:—He decidido ser el siguiente.

Su tono era firme, como si no hubiera duda alguna de su capacidad para enfrentarse a cualquier oponente. La sala se llenó de murmullos por la inesperada entrada de un dios tan poderoso. Zeus, aunque inicialmente sorprendido, observó con una expresión neutral.

Zeus:—¿Estás seguro, Susano'o? —preguntó Zeus con una voz calma, aunque en su interior sabía que este nuevo contendiente sería una amenaza real.

Susano'o sonrió y se adelantó, su presencia dominando el espacio.

Susano'o:—No hay duda. Es el momento de mostrar a los humanos que los dioses somos capaces de hacer lo que podamos a base de nuestra propia determinación inalcanzable.

En la sala alejada, donde solo los dioses más poderosos estaban reunidos, el aire se volvió aún más pesado cuando Zeus, con su mirada inquisitiva, rompió el silencio que dejó la declaración de Susano'o.

Zeus:—¿Por qué quieres pelear? —preguntó Zeus, su voz grave y firme, con un tono que exigía una respuesta convincente.

Susano'o no dudó. Dio un paso adelante, su espada envuelta en vendas descansando sobre su hombro, mientras su mirada decidida se cruzaba con la de Zeus. Una ligera sonrisa curvó sus labios antes de hablar con una voz resonante:

Susano'o:—Voy a pelear para demostrar de lo que soy capaz.

Zeus arqueó una ceja, visiblemente intrigado. Pero lo que vino después lo dejó aún más confundido.

Zeus:—¿Demostrar? ¿A quién?

Susano'o mantuvo su postura firme, su presencia irradiando confianza.

Susano'o:—Incluso entre nosotros, los dioses, existen rangos.

El comentario provocó una reacción mixta en la sala. Hermes entrecerró los ojos, mientras Ares soltó una risa breve y seca, como si no pudiera tomar en serio las palabras del dios japonés.

Zeus:—¿Rangos? —repitió Zeus, su tono lleno de curiosidad e incredulidad. "¿Qué quieres decir con eso?"

Susano'o dejó escapar un ligero suspiro, como si estuviera cansado de que este hecho no fuera obvio. Dio otro paso hacia el centro de la sala, donde la luz lo iluminó completamente.

Susano'o:—Todos somos dioses, sí. —comenzó, mientras miraba alrededor de la sala—. Pero incluso entre nosotros, el poder no es uniforme. Hay rangos. Los dioses se dividen por su nivel de fuerza y habilidad, y aunque nos llamamos iguales, no lo somos.

Zeus permaneció en silencio, observando al dios japonés con una mezcla de interés y cautela. Hermes inclinó la cabeza, procesando lo que escuchaba, mientras Ares cruzaba los brazos, claramente intrigado por las palabras de Susano'o.

Susano'o continuó, sus ojos brillando con determinación:

Susano'o:—Por ejemplo, dioses como Thor, Shiva y Poseidón son lo que yo llamaría dioses de rango medio. Son fuertes, sí, pero no alcanzan la cumbre de lo que un dios puede ser.

Esto provocó un breve movimiento de cabeza de Shiva, quien permanecía en silencio, con los brazos envueltos en vendas, mientras lo escuchaba hablar.

Susano'o:—En cambio, dioses como tú, Zeus, o como Odin y Ra, están en el rango mayor, la cúspide del poder divino. —continuó Susano'o, señalando con respeto hacia los mencionados.

Ra, con su mirada serena, asintió lentamente, reconociendo las palabras de Susano'o sin protestar. Odin, siempre estoico, no mostró ninguna reacción, pero sus ojos no se apartaron del dios japonés.

Finalmente, Susano'o habló con más intensidad, su voz llenándose de pasión:

Susano'o:—Yo, en cambio, soy considerado un dios de rango menor. Un dios cuya fuerza es vista como inferior, incluso insignificante en comparación con muchos de ustedes.

El silencio en la sala se volvió aún más denso. Los ojos de Zeus brillaron, pero no interrumpió.

Susano'o:—Por eso quiero pelear. —declaró Susano'o, con firmeza en cada palabra—. Quiero demostrar que los rangos no importan. Que cualquiera, sin importar de dónde venga o cómo sea percibido, puede llegar a un nivel mayor con esfuerzo, determinación y voluntad.

Zeus inclinó ligeramente la cabeza, intrigado y quizás incluso impresionado. Las palabras de Susano'o no eran solo una declaración de intenciones, sino un desafío para él mismo y para todos los dioses presentes.

Zeus:—Hmph. —Zeus dejó escapar un gruñido bajo, antes de sonreír ligeramente—. Tienes un discurso interesante, Susano'o. Pero... ¿realmente crees que puedes demostrar todo eso en el campo de batalla?

Susano'o alzó la barbilla, con una expresión seria pero confiada.

Susano'o:—Lo demostraré. No solo a los humanos, sino también a ustedes.

Zeus se recargó en su asiento, cerrando los ojos por un momento, antes de asentir.

Zeus:—Está bien. Tú serás el siguiente. Ve y demuestra que los rangos no importan. Pero ten cuidado... porque si fallas, será más que solo tu reputación la que esté en juego.

Hermes y Ares intercambiaron miradas, mientras Shiva observaba a Susano'o con algo de respeto. Incluso Ra, siempre imponente, parecía interesado en lo que el dios japonés podía lograr.

Susano'o sonrió, inclinando ligeramente la cabeza.

Susano'o:—No fallaré.

Y con esas palabras, el próximo contendiente de los dioses quedó decidido.

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Geir entró en la sala de registros Akáshicos, sus pasos eran apresurados y su rostro mostraba una mezcla de curiosidad y preocupación. Al entrar, vio a su hermana Brunhilde inclinada sobre la mesa central, revisando cuidadosamente los nombres de los próximos posibles representantes humanos. La tensión en el aire era evidente.

Geir:—¿Sabes ya quién será nuestro próximo luchador? —preguntó Geir, acercándose a Brunhilde, mientras miraba los registros con expectación.

Brunhilde levantó la mirada por un breve instante, pero no respondió de inmediato. En cambio, continuó deslizando sus dedos por los registros, pasando imágenes y nombres, evaluando cada uno con un ojo crítico. Sin embargo, Geir notó algo extraño en la mesa.

Había cuatro nombres claramente separados de los demás. Las fichas de estos nombres estaban apartadas en una esquina, como si estuvieran reservadas para algo especial. Sus nombres eran:

-Ben Tennyson (Ben 10)

-Dante Sparda

-Seiya de Pegaso

-Bruce Banner

Intrigada, Geir frunció el ceño y señaló hacia los nombres.

Geir:—¿Por qué esos están apartados? —preguntó, su voz reflejando su curiosidad.

Brunhilde detuvo lo que estaba haciendo y miró hacia donde apuntaba su hermana. Sus ojos se suavizaron ligeramente, pero había un aire de seriedad en su expresión cuando comenzó a explicar:

Brunhilde:—Esos nombres... —dijo con calma—. No son como los demás. Esos cuatro son nuestros comodines.

Geir parpadeó, sorprendida por la respuesta.

Geir:—¿Comodines? ¿Qué significa eso?

Brunhilde asintió lentamente, inclinándose hacia las fichas de esos humanos y señalándolas con un dedo.

Brunhilde:—Cada uno de ellos tiene una particularidad que los hace diferentes al resto. Sus poderes, habilidades y características están muy por encima de lo que esperaríamos de un humano promedio.

Geir frunció el ceño, intentando comprender.

Geir:—¿Entonces son más fuertes que los demás? ¿Por qué no usarlos ahora, si son tan poderosos?

Brunhilde negó con la cabeza, su mirada volviéndose más dura mientras respondía:

Brunhilde:—No es tan simple, Geir. Estos humanos son únicos, pero no solo por su fuerza. Sus habilidades conllevan riesgos, secretos y complejidades que podrían ser demasiado peligrosas si se usan prematuramente.

Geir miró los nombres con mayor atención, intrigada por las palabras de su hermana.

Brunhilde continuó, señalando cada nombre mientras hablaba:

Brunhilde:—Ben Tennyson. Un joven con un artefacto llamado Omnitrix, capaz de transformarlo en miles de seres diferentes, cada uno con habilidades únicas. Es versátil y poderoso, pero su habilidad es impredecible.

—Dante Sparda. Un híbrido entre humano y demonio, con habilidades que desafían incluso las leyes del mundo. Su naturaleza dual lo hace increíblemente fuerte, pero también complicado de manejar.

—Seiya de Pegaso. Un caballero que porta la armadura de Pegaso, conectado con los poderes del cosmos y capaz de realizar milagros. Su fuerza se basa en su voluntad, pero usarlo ahora sería desperdiciar un as bajo la manga.

—Bruce Banner. Un genio científico, sí... pero su verdadera fuerza radica en lo que guarda dentro de sí: el Increíble Hulk. Su poder es infinito, pero también lo es su ira. Liberarlo demasiado pronto sería peligroso para ambos bandos.

Geir escuchaba con los ojos muy abiertos. Ahora comprendía por qué esos nombres estaban separados.

Brunhilde:—Por eso están apartados. —dijo Brunhilde con firmeza—. Son nuestros comodines, nuestras armas secretas. Los reservamos para los dioses más poderosos, aquellos que de verdad sean imposibles de vencer con nuestros luchadores regulares.

Geir asintió lentamente, aunque todavía estaba abrumada por lo que acababa de aprender.

Geir:—¿Entonces no piensas usarlos aún?

Brunhilde sonrió con un aire frío, volviendo a los registros frente a ella.

Brunhilde:—No todavía. Cada carta se juega en el momento adecuado, y este no es ese momento. —Se giró hacia los registros una vez más, con determinación en su mirada—. Voy a elegir a otro humano para enfrentarse al próximo dios.

Geir, aunque aún emocionada por la revelación, observó en silencio mientras su hermana continuaba buscando al siguiente contendiente humano. La guerra aún no había terminado, y cada decisión era crucial. Pero ahora sabía que la humanidad tenía un poder reservado, un as bajo la manga que podría cambiar el destino de todo el Valhalla si llegaba el momento.

Brunhilde estaba sumida en sus pensamientos, revisando con detenimiento los nombres en los registros Akáshicos. La presión del próximo enfrentamiento pesaba sobre ella, ya que sabía que cada elección debía ser perfecta. Geir, intentando ayudar, señalaba algunos nombres con entusiasmo.

Geir:—¿Qué tal Natsu Dragneel? ¡Su poder con las llamas podría ser muy útil! —sugirió Geir, su mirada llena de esperanza.

Brunhilde asintió, considerando la idea. Luego, Geir señaló otro nombre.

Geir:—¿Y Satoru Gojo? Es increíblemente poderoso. Su técnica infinita podría ser invencible contra los dioses.

Antes de que Geir pudiera mencionar otro nombre, la puerta de la sala se abrió de golpe. Ambas valquirias levantaron la mirada con sorpresa. Una figura cruzó el umbral con paso decidido, emanando una presencia tranquila pero imponente.

Era un joven de cabello rojo oscuro, de cuerpo delgado pero visiblemente musculoso. Llevaba una armadura negra de diseño minimalista, que cubría su torso y sus brazos, ajustándose perfectamente a su figura. En su cabeza llevaba una venda roja, mientras sus intensos ojos verdes parecían brillar con una determinación inquebrantable.

Geir dio un paso atrás, confundida.

Geir:—¿Quién eres tú?

El joven inclinó ligeramente la cabeza, con una expresión seria pero tranquila.

???:—Emiya Shirou.

Brunhilde lo miró con atención, su rostro manteniéndose neutral mientras evaluaba al recién llegado.

Brunhilde:—¿Qué haces aquí? —preguntó con frialdad, sus ojos clavados en el joven.

Emiya avanzó unos pasos más, colocando su mano en su pecho, en un gesto de respeto.

Emiya:—Vengo a ofrecerme como el siguiente representante humano.

El ambiente en la sala se tensó. Geir parpadeó, mirando a Brunhilde en busca de alguna reacción, pero su hermana mayor seguía observando al joven con un aire imperturbable.

Brunhilde:—¿Por qué crees que deberías ser tú? —preguntó Brunhilde con calma, cruzando los brazos.

Emiya levantó la mirada, su tono firme y decidido.

Emiya:—Porque puedo enfrentarme a cualquier dios, sin importar quién sea. Mi habilidad no se basa en la fuerza bruta, sino en el poder de comprender y replicar sus armas. —Dio un paso más hacia adelante, con los ojos ardiendo de determinación. 

Geir lo miró con asombro.

Geir:—¿Forjador de espadas? ¿Qué significa eso?

Shirou alzó su mano derecha, y un destello de luz se materializó en ella. En un instante, apareció una espada impecable, de diseño intrincado, que parecía casi divina en su elaboración.

Emiya:—Significa que puedo entender cualquier arma, replicarla y usarla como propia. Incluso las armas divinas de los dioses.

Brunhilde lo miró con mayor interés ahora, aunque su expresión seguía siendo cautelosa.

Brunhilde:—¿Y qué te hace pensar que podrás derrotar al siguiente dios?

Emiya apretó el puño que sostenía la espada, con una mirada llena de resolución.

Emiya:—Porque no peleo por mí mismo. Peleo por todos aquellos que creen en mí, por todos los humanos que necesitan esta victoria. Y porque creo en la justicia.

Geir estaba impresionada, pero Brunhilde mantuvo su mirada fija en Shirou. Finalmente, después de un largo momento de silencio, asintió lentamente.

Brunhilde:—Muy bien. —dijo con un tono decidido—. Tú serás el siguiente en pelear. Pero recuerda, Emiya Shirou... en esta batalla, no hay lugar para los errores.

Emiya inclinó la cabeza con respeto.

Emiya:—Entendido. No los decepcionaré.

Geir sonrió, emocionada por la elección, mientras Brunhilde volvía a centrarse en los registros. El próximo enfrentamiento estaba decidido, y el peso de la humanidad recaería ahora en el Forjador de Espadas. La arena del Valhalla estaba a punto de recibir a un nuevo contendiente.

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El Valhalla se transformó, tomando una forma completamente distinta a las arenas de combate anteriores. La cuarta ronda estaba lista para comenzar, y esta vez la arena había cambiado a algo jamás visto antes.

Unos muros gigantes emergieron del suelo, rodeando completamente el área de combate y separándola del resto del coliseo. Puertas elevadizas en cada extremo del lugar indicaban las entradas de los contendientes. Pero lo más impactante fue lo que ocurrió debajo de la arena.

Edificios, calles y estructuras comenzaron a surgir desde el suelo, como si toda una ciudad estuviera siendo desenterrada desde las profundidades. Rascacielos, casas, postes de luz y puentes aparecieron uno tras otro, llenando el área hasta convertirla en una réplica casi perfecta de una ciudad.

Heimdall, emocionado y sorprendido, tomó su cuerno y lo alzó para hablar:

Heindall:—¡Atención, Valhalla! La arena de combate para la cuarta ronda es una réplica exacta de la ciudad de Fuyuki, en el año 2004.

El público humano observó asombrado. Muchos no conocían esta ciudad, pero la estructura y la escala eran impactantes. Era como si una parte del mundo humano hubiera sido traída al Valhalla para este enfrentamiento. Los humanos murmuraban entre ellos, asombrados y emocionados por la inmensa arena.

Humano 1:—¡¡Wow, es enorme!! es el mas grande escenario hasta ahora...

Humano 2: —Estaremos viendo la pelea a través de monitores esta vez...

Humano 3: —¡¿Hay toda una ciudad en el escenario...?! ¿Cómo van a pelear en un lugar así?

En las gradas de los dioses menores, sin embargo, las cosas eran diferentes. Con sus habituales aires de superioridad, los dioses miraban la arena con sonrisas arrogantes.

Dios x:—Es un regalo para los humanos. —declaró uno de los dioses menores, cruzando los brazos con altivez—. ¿Acaso no ven que les estamos dando una ventaja? Esto no cambiará nada. Sus pequeños juguetes y estrategias no pueden superar nuestro poder divino.

Los demás dioses menores rieron y asintieron, aunque algunos mantenían una mirada más seria, observando con atención el cambio en la arena.

Mientras tanto, las pantallas gigantes instaladas en los muros comenzaron a encenderse, mostrando vistas de diferentes puntos de la ciudad. Heimdall continuó narrando lo ocurrido, explicando que las cámaras seguirían a los combatientes para que los espectadores pudieran ver la acción sin importar dónde ocurriera.

Heindall:—Esta vez, la batalla no será en una simple arena, —continuó Heimdall, levantando su voz para asegurarse de que todos escucharan—. Esta vez, la lucha será estratégica, en las calles y edificios de una ciudad. ¡Prepárense, porque la cuarta ronda promete ser diferente a todo lo que hemos visto antes!

Los humanos comenzaron a emocionarse más, viendo esto como una oportunidad para que su representante tuviera una ventaja táctica. Pero los dioses permanecían arrogantes, confiados en que su poder sería suficiente para superar cualquier terreno o estrategia.

En el aire, la tensión era palpable. La arena estaba lista. Los contendientes estaban por ser llamados.

La cuarta ronda estaba a punto de comenzar, y la batalla prometía cambiar todo lo que los espectadores, tanto dioses como humanos, habían presenciado hasta ahora.

Las puertas del bando humano se abrieron lentamente, dejando escapar una densa neblina que comenzó a extenderse por el suelo de la arena, envolviendo un sector de la ciudad recreada en un aire de misterio. El público, tanto humano como divino, quedó en silencio, expectante ante lo que estaba por aparecer.

https://youtu.be/1DDgAzOU5QQ

Heindall:—¡¡¡EN LA CIUDAD DE FUYUKI EN EL AÑO DE 1994 UNA CATASTROFE CAMBIO LA VIDA DE ESTA PERSONA DONDE UN MAR DE LLAMAS ACABO CON SU CIUDAD MATANDO EN EL PROCESO A TODOS SUS SERES QUERIDOS INCLUSO SUS PADRES TODO ESTO OCURRIO POR UNA GUERRA ENTRE MAGOS CONOCIDAD COMO: "LA GUERRA POR EL SANTO GRIAL" LAS CONSECUENCIAS FUERON QUE EL FUERA EL UNICO SOBREVIVIENTE!!!!

De repente, del cielo comenzaron a caer espadas, cientos de ellas, chocando contra el suelo con un sonido metálico que resonaba por toda la arena. Las armas se clavaron en el terreno, alineándose en un camino perfecto que conducía hacia el centro del puente principal de la ciudad. La escena era imponente, y el ambiente se llenó de tensión.

Una serie de luces brillantes iluminó los edificios circundantes, destacando y señalando hacia el representante humano. Del fondo de la neblina surgió una figura imponente, caminando con paso firme y decidido.

Heindall:—¡¡¡PERO EL FUE SALVADO GRACIAS A QUE UN HOMBRE LO ENCONTRO E INSERTO A AVALON EN SU CUERPO LA MISMA VAINA DE LA ESPADA DEL REY ARTURO PERO PARA EL ESE DIA EL NO FUE SALVADO SI NO EL HOMBRE QUE LO ACABABA DE SALVAR LO TERMINO ADOPTANDO CON EL IDEAL EN SU MENTE DE CONVERTIRSE EN UN HEROE EN NOMBRE DE LA VERDADERA JUSTICIA!!!!

Era un hombre alto, de unos 1.87 metros de estatura, con cabello rojo oscuro que resaltaba contra el gris de la neblina. Su presencia irradiaba fuerza y determinación. Llevaba una armadura negra de cuerpo completo, ajustada al cuerpo, que acentuaba su musculatura.

El peto metálico negro, sin mangas, protegía su torso, con una placa adicional en la zona del cuello que reforzaba su apariencia de guerrero.

Pantalones negros ajustados, con correas en los muslos y canillas, estaban combinados con botas negras con placas metálicas que parecían fusionarse con el diseño de su atuendo.

Sobre todo ello, llevaba un saco rojo, un Santo Sudario, que caía como una capa, con mangas separadas conectadas por una placa metálica en la espalda. La falda abierta roja, adornada con un nudo agemaki y reforzada con placas metálicas, terminaba justo por encima de sus botas.

En sus manos llevaba guantes negros sin dedos, de cuero resistente, listos para empuñar cualquier arma. La combinación de rojo y negro daba a su figura un aire de guerrero imbatible, alguien que había recorrido miles de batallas.

Heindall:—¡¡¡¡ESTE HOMBRE CRECIO PARA SALVAR A LAS PERSONAS EL HIZO UN CONTRATO CON EL MUNDO VOLVIENDOSE EN UN GUARDIAN PARA LA HUMANIDAD CAPAZ DE PRODUCIR MILAGROS PARA SALVAR LA SITUACION Y CON ELLO VOLVERSE UN ESPIRITU HEROICO TRAS EL DIA DE SU MUERTE PARA DE ESA MANERA PODER SALVAR TANTAS VIDAS COMO PUDIESE Y PODER INCLUSO SALVAR MAS VIDAS CON SU MUERTE!!!

El guerrero caminó con calma por el camino de espadas hasta llegar al centro del puente. Allí, detuvo su paso y levantó las manos, de las cuales comenzó a emanar una energía brillante. Dos espadas gemelas se materializaron, una negra y otra blanca, con un diseño que simbolizaba el Yin y el Yang.

La espada negra, Kanshou, era elegante y oscura, con una energía que parecía absorber la luz a su alrededor.

La espada blanca, Bakuya, era su opuesto, irradiando un brillo puro y etéreo.

El hombre balanceó ambas espadas con destreza, haciendo que la neblina que lo rodeaba se disipara en todas direcciones, revelando su figura por completo al público.

El público humano estalló en vítores y aplausos, emocionados por la imponente entrada de su representante. Algunos gritaban su nombre, mientras otros simplemente quedaban boquiabiertos ante su presencia.

Heimdall levantó su cuerno y anunció con emoción en su voz:

Heindall:—¡DESDE EL BANDO HUMANO, REPRSENTANDO A LA HUMANIDAD CON LA FUERZA DE MIL BATALLAS, EL FORJADOR DE ESPADAS... EMIYA SHIROU!

¡¡¡Emiya Shirou (Fate): Cuarto representante humano!!!!

Los gritos y aplausos continuaron, mientras Emiya permanecía inmóvil, su mirada seria y determinada dirigida hacia la puerta del bando divino. El Forjador de Espadas estaba listo para la batalla.

Desde las gradas, los dioses observaban a Emiya Shirou con atención, cada uno con una expresión diferente, pero todos con la misma sensación de incertidumbre sobre lo que estaba por venir.

Loki, con una bolsa de frituras en la mano, observaba la arena con una sonrisa astuta y una mirada juguetona. De vez en cuando, tomaba una bocada de sus frituras mientras su mirada se alternaba entre Brunhilde y Emiya Shirou. Loki, siempre el dios del caos y la confusión, sabía reconocer a un buen luchador cuando lo veía, pero no podía evitar burlarse un poco.

Loki:—Hmm, un buen guerrero... —comentó con voz despreocupada, mirando a Brunhilde. "Este humano tiene algo. Será interesante verlo."

Brunhilde, sin embargo, no mostró reacción alguna. Su atención estaba completamente centrada en los registros y en el progreso de los humanos en las batallas.

Odin, sin embargo, permanecía en completo silencio. Como siempre, su rostro no mostraba emoción, pero su mente era un torbellino de pensamientos. El dios nórdico estaba acostumbrado a ver a dioses poderosos pelear, pero este humano representaba un nuevo tipo de desafío. El hecho de que eligiera este tipo de combate y su habilidad con las espadas no pasó desapercibido para Odin.

Zeus observaba con detenimiento al joven guerrero, analizando cada uno de sus movimientos. El líder de los dioses no había visto mucho de Shirou, pero su entrada y el despliegue de energía con las espadas no podían ser ignorados. Sin duda, este humano tenía una habilidad excepcional. Zeus estaba calculando cómo contrarrestar ese poder.

Mientras tanto, Hermes, el mensajero de los dioses, no podía evitar centrarse en las espadas. Kanshou y Bakuya, las espadas gemelas, eran una maravilla en sí mismas. Hermes sabía que no era un experto en armas, pero incluso él podía ver la impresionante calidad de las hojas. La energía que emanaban las espadas, una oscura y la otra luminosa, mostraba un poder poco común.

Hermes:—Interesante... —comentó Hermes, mientras sus ojos brillaban de curiosidad. "El chico tiene algo especial. Las espadas son más que simples armas."

Ares, el dios de la guerra, permaneció confuso, su mente trabajando rápidamente para procesar lo que estaba presenciando. La agilidad y destreza con la que Emiya Shirou se movía, la energía en el aire, el equilibrio que exhibía, todo parecía apuntar a algo fuera de lo común. Ares no podía comprender cómo un humano había llegado tan lejos, y menos aún, cómo había logrado manejar una habilidad tan compleja.

Ares:—¿De dónde salió este chico? —se preguntó Ares en voz baja, mientras fruncía el ceño.

Ra, el dios del sol, observaba la escena desde su asiento, con una serenidad inquebrantable. Su postura era relajada, con las piernas cruzadas y un aire de calma que solo él podía mantener. Mientras el resto de los dioses reaccionaban con sorpresa, Ra permanecía distante, imperturbable, como siempre.

Ra:—"Humano, dios... no importa." Pensó Ra, "Solo la lucha es lo que tiene valor en este lugar." Mientras sus sirvientas le abanican suavemente, Ra, siempre calculador, sabía que el combate entre Shirou y los dioses no solo sería interesante, sino crucial para el futuro.

Afrodita, sentada a su lado, observaba al joven Emiya con una curiosidad más que evidente. Su belleza y fascinación por las emociones humanas la llevaron a ver con interés no solo la técnica de pelea, sino también la determinación y el corazón de Shirou.

Afrodita:—Un chico muy interesante... —murmuró Afrodita, llevándose un dedo a sus labios mientras sonreía de forma enigmática. "Este humano tiene algo. ¿Será su alma lo que lo hace tan especial?"

Los dioses, aunque en su mayoría confiados en su poder divino, no podían negar la tensión en el aire. Shirou, un humano, había captado la atención de todos ellos. Sin importar sus motivos o el poder con el que había aparecido, estaba claro que este enfrentamiento sería más que solo una batalla de fuerzas.

La mirada de Zeus se endureció, sabiendo que la guerra aún no estaba ganada para los dioses, y que este humano podría ser la clave para que todo se volviera en su contra. El futuro de la guerra estaba más incierto que nunca.

Heindall:—¡AHORA, PREPÁRENSE PARA EL CUARTO ENFRENTAMIENTO ENTRE LOS DIOSES Y LA HUMANIDAD Y CON ELLO PARA EMPUJAR A LA HUMANIDAD HACIA EL BORDE DE UN PROFUNDO ABISMO... ¡¡EL INCOMPARABLE DIOS DE LA ESPADA POR FIN ESTÁ AQUÍ!!

https://youtu.be/DeQVld1AhiY

La atmósfera de la arena se volvió pesada, cargada de energía estática. Los dioses menores y los humanos presentes en las gradas pudieron sentir cómo la tensión crecía con cada paso que daba el dios, como si el aire mismo se comprimiera ante su presencia. Andando con paso resuelto y una confiada sonrisa en el rostro, el dios avanzaba con una calma que no hacía más que intensificar la sensación de peligro que se cernía sobre el campo.

Sus pasos resonaban con fuerza sobre el puente, como el sonido de una tormenta que se aproxima. Con cada paso, la tierra temblaba sutilmente, como si el dios tuviera la capacidad de alterar la realidad misma a su paso. Ataviado con elegantes ropajes que brillaban bajo la luz de los astros, su figura era imponente. Metálicas protecciones adornaban su cuerpo, reflejando destellos plateados mientras su largo cabello se ondeaba suavemente al viento.

Heindall:—EN LA ANTIGUEDAD, ESTE DIOS DERROTÓ A LA SERPIENTE DE OCHO CABEZAS, YAMATA NO OROCHI, CON UNA ESPADA DE TOTSUKA. Y ASÍ, ESTABLECIÓ "EL ARTE DE LAS TÉCNICAS CON ESPADA".

Sobre su hombro descansaba una espada masiva, tan grande que parecía una extensión natural de su propia fuerza y poder. Era la arma de un dios, imponente y afilada, con un aura de energía vibrante que hacía que el aire alrededor pareciera electrificarse. Su presencia, solitaria y silenciosa, llenaba toda la arena, mientras avanzaba hacia el campo de batalla, como un huracán que lo arrasaría todo a su paso.

Heindall:—Y ENTONCES, NACIÓ UNA ESPADA DE LA COLA DE OROCHI, CONSIDERADA COMO UN ARMA DIVINA LEGENDARIA: LA ESPADA AME NO MURAKUMO.

El dios se detuvo en el centro de la arena, su mirada recorriendo el terreno con detenimiento. Sonrió orgulloso, exhalando un suspiro de satisfacción como si el simple hecho de estar allí ya fuera un logro en sí mismo. Sabía que la batalla era suya, que la victoria estaba al alcance de su mano, y esa certeza le daba aún más poder.

Sin previo aviso, alzó la espada vendada hacia lo alto. La enorme arma brilló con intensidad, reflejando la luz de los relámpagos que comenzaron a formarse alrededor de la arena. Cientos de rayos se tejieron en el cielo, convergiendo hacia el dios como si fueran simples marionetas obedeciendo sus órdenes. Los relámpagos chisporroteaban y retumbaban, llenando el aire de energía. La arena misma parecía vibrar al ritmo de la tormenta que se desataba a su alrededor.

Heindall:—Y CON ESA ESPADA EN MANO, TAN FEROZ COMO UNA TORMENTA Y TAN VELOZ COMO EL RAYO, MATÓ A AQUELLOS DIOSES MALVADOS DEL TAKAMAGAHARA. EL DIOS DE LA ESPADA, TAMBIÉN TEMIDO COMO LA "DEIDAD PODEROSA" HA LLEGADO PARA DEMOSTRAR SU MOMENTO DE VALÍA.

Con una sonrisa de satisfacción, el dios balanceó su espada hacia abajo. En un instante, todos los rayos cayeron al mismo tiempo, cada uno golpeando el suelo con una intensidad que podía rivalizar con el mismo poder de los dioses. El impacto fue ensordecedor, y el suelo se agitó como si fuera a abrirse, mientras una onda de choque recorrió la arena, levantando polvo y escombros a su paso. La energía de los rayos parecía fusionarse con la propia esencia de la tierra, haciendo que el aire se cargara aún más de electricidad.

Heindall:—ESTÁ AQUÍ EL QUE DIO ORIGEN AL ARTE DE LAS TÉCNICAS CON ESPADA. ÉL ES...

El dios se quedó quieto, observando con calma cómo la tormenta que había desatado desaparecía, dejando atrás un campo de batalla arrasado. Su sonrisa seguía intacta, como si hubiera disfrutado de la emoción del momento, de sentir el poder corriendo por sus venas.

"EL DESTAJADOR DE DIOSES MÁS FUERTE"

¡SUSANO'O NO MIKOTO!

(JAPON)

¡¡¡¡Susano'o No Mikoto: Cuarto representante divino!!!!

Susano'o avanzó un par de pasos más, deteniéndose a una distancia prudente de Emiya Shirou. Su presencia imponente parecía contrastar con la calma y cortesía que irradiaba en ese momento. El dios de las tormentas y la espada estudió al joven humano, y para sorpresa de todos, le dedicó unas palabras en un tono amable, casi amigable.

Susano'o:—Tienes un aire interesante, muchacho. —dijo Susano'o, con una leve sonrisa en el rostro, mientras su voz grave y serena resonaba en el puente—. Eres un guerrero que entiende el peso de las armas que lleva. Eso es digno de respeto.

Shirou quedó sorprendido. La amabilidad del dios lo tomó desprevenido, ya que esperaba una actitud más arrogante o despectiva, como había sido el caso de otros dioses. Los humanos en las gradas también se miraron entre sí, desconcertados, mientras algunos dioses menores fruncían el ceño, claramente sorprendidos por el comportamiento de Susano'o.

Desde las gradas divinas, Loki inclinó ligeramente la cabeza, con una sonrisa burlona.

Loki:—Vaya, vaya... ¿amabilidad? ¿De verdad? ¿Qué te pasó, Susano'o? —murmuró mientras comía otra fritura, disfrutando de la confusión que se extendía en la arena.

Zeus, Odin y Ra permanecían en silencio, pero sus expresiones mostraban una leve intriga. La actitud del dios japonés era inusual, incluso para ellos.

Susano'o alzó su enorme espada vendada y la descansó sobre su hombro, observando las gemelas Kanshou y Bakuya que sostenía Shirou. De repente, inclinó ligeramente la cabeza, con un brillo de curiosidad en sus ojos.

Susano'o:—Joven guerrero, esas espadas tuyas... ¿me permites examinarlas? —preguntó con amabilidad, extendiendo una mano en un gesto pacífico.

Shirou dudó por un momento, desconfiado. El dios era amable, pero no dejaba de ser un oponente, y entregar sus armas era algo que lo ponía nervioso. Sin embargo, algo en la actitud de Susano'o le hizo reconsiderar. Con una ligera desconfianza, Shirou dio un paso adelante y extendió las espadas.

El dios tomó las armas con cuidado, observándolas con detenimiento.

Susano'o:—Interesante... —murmuró mientras las giraba entre sus manos, examinando cada detalle con una sonrisa en el rostro—. La perfección de estas hojas... No son simples espadas, ¿verdad? Cargan con una historia, con emociones. Eso las hace únicas.

El público, tanto humano como divino, observaba con asombro la escena. Nadie esperaba que un dios, mucho menos un guerrero como Susano'o, tuviera tanto interés en las armas de un humano. Los dioses menores comenzaron a murmurar entre ellos, sorprendidos por el comportamiento del dios de las tormentas.

Finalmente, Susano'o devolvió las espadas a Shirou, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto de respeto.

Susano'o:—Son magníficas. Debo admitirlo, muchacho, estas espadas tienen un gran potencial.

Shirou tomó las espadas con cuidado, aún sorprendido por la actitud del dios. No estaba seguro de cómo interpretar aquello, pero algo en las palabras de Susano'o parecía genuino. El dios dio un paso atrás, con una sonrisa tranquila en el rostro.

Susano'o:—Espero que me las muestres en su máximo esplendor durante nuestro combate. Quiero ver de qué estás hecho.

Hermes inclinó la cabeza hacia Zeus y habló en voz baja:

Hermes:—Es raro verlo actuar así, ¿no crees? Un dios tan... amigable.

Zeus asintió lentamente, su mirada aún fija en Susano'o.

Zeus:—Es extraño, pero interesante. Quizás... esté probando algo.

Ra observó la escena con una sonrisa sutil, mientras sus sirvientas seguían abanicándolo.

Ra:—Un combate respetuoso siempre es más satisfactorio.

Afrodita sonrió juguetonamente, llevándose un dedo a los labios.

Afrodita:—Ese chico... está logrando que Susano'o sea interesante. Quizás esta pelea sea más emocionante de lo que esperaba.

Susano'o se preparó, levantando su espada nuevamente.

Susano'o:—No me decepciones, Emiya Shirou. —dijo con calma, pero su sonrisa tranquila no escondía la emoción que sentía por la batalla que estaba por comenzar.


Fin que les parecio?

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