Capítulo 27 - El título de Dios Supremo Egipcio
Empezamos el cap con un meme que me ha hecho YeradayCervantes
¿Hace falta decir que es team Seth? :3
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Al despertar esa mañana, Neftis no recordaba haber pasado la noche con su marido. Ni siquiera el otro lado de la cama estaba caliente, así que le buscó con la mirada por la habitación que compartían. Al no encontrarlo, se levantó, tomando una fina bata de seda muy suave al tacto y poniéndosela, yendo a otras dependencias a buscar a Seth. Nada más salir de su cuarto, le encontró entrando del gran balcón, caminando a cuatro patas. Ella puso un gesto de desconcierto al verle así, pues era la primera vez que usaba sus manos únicamente para caminar, pues antes solo lo hacía cuando corría a gran velocidad.
- Seth... buenos días... - murmuró ella, con tranquilidad, pero internamente temerosa - ¿Has dormido fuera? Es muy frío en la noche...
Él no contestó, continuando su camino hacia la puerta principal.
- ¿Vas a salir...? Pensaba que... podríamos desayunar juntos en nuestro primer día de matrimonio... pero si no quieres, está bien... ten cuidado...
Él se detuvo en la puerta, ladeando levemente la cabeza en su dirección, dándole la espalda. Tardó varios segundos en abrir la boca, sin mirarla.
- Padre quiere verme.
Volvió a mirar al frente y continuó su camino bajando las escaleras del templo hacia el exterior.
- ¡Oh! Está bien, está bien, eso es muy importante... - ella acudió a la puerta, cerrando la bata a su cuerpo con sus manos, viéndole desde arriba bajar - ¡Ten suerte! ¡A lo mejor te da virtudes más honorables!
Ella se despidió inocentemente, agitando una mano al aire con una sonrisa. Seth no le contestó, y se limitó a dar una gran sonrisa enseñando los dientes al escucharla, con un brillo malvado en sus ojos.
Durante toda la mañana no se supo a dónde fue Seth, pues era mentira aquello de que su padre le había mandado llamar. Sólo cuando el sol estaba en el punto más alto del cielo, se dejó ver al dios cerca de la orilla del río Nilo, agazapado igual que un tigre entre la maleza y los juncos de un lado, observando una mejana que se había formado casi en el centro del caudal.
*Mejana - Un islote que se ha formado dentro de un río.*
Aquel río, cuyo ancho en su parte mayor era de tres kilómetros, era el símbolo de su tierra. Aquello que daba vida y la quitaba. Un creador... y sabía que en aquella mejana, Seth podía encontrar a su hermano Osiris. Se había acercado sigilosamente hasta la vegetación, localizando desde lejos a su hermano en la mejana, apoyado en una roca, profundamente dormido escuchando el fuerte ruido del agua muy cerca de él. Seth sacó la cabeza de su escondite con las orejas bajas pero hacia atrás y un gesto de disgusto. Tenía pensado ir sigilosamente por el agua hasta aparecer allí, pero ahora que lo veía tan tranquilo y dormido, algo se le revolvió en las tripas con incomodidad, haciéndole gruñir inconscientemente.
Casi sin pensarlo demasiado, clavó sus patas traseras en la tierra húmeda, flexionando sus rodillas todo lo que pudo sin perder de vista su objetivo, dando un poderoso salto que le llevaría directamente a recorrer cientos de metros hasta caer en el islote, justo al lado de su hermano. A su caída, con el ruido y el retumbe de la tierra, Osiris se despertó sobresaltado, llevándose una mano al pecho para calmarse, mirando luego a su hermano a su lado.
- Por los dioses, Seth... ¿No puedes ser un poco más cuidadoso? ¿Quién te esperaría aquí?
Seth le observaba en silencio, alzando con orgullo su morro, entrecerrando los ojos al ver la despreocupación de su hermano al bostezar y frotarse los ojos.
- Eres el dios de la fertilidad - dijo con la voz ronca - ¿No deberías tener mucho trabajo? En vez de eso, estás aquí, tirado en este islote, durmiendo bajo el sol. Los humanos no se van a crear solos. Tienes que poner de tu parte, como el resto de dioses creadores y de la fertilidad.
- Ah, no te preocupes por eso... - Osiris cerró los ojos volviendo a acomodarse donde estaba, disfrutando del abrasante sol - Estuve toda la noche despierto haciendo mi trabajo, desde que acabaron las celebraciones hasta que salió el sol. Por eso estoy durmiendo ahora, en el Nilo. ¿No es el sonido del agua relajante? El agua representa la vida para mí.
Seth no estaba escuchando con mucho entusiasmo las palabras de su hermano, aunque las esquinas de la comisuras de sus labios se habían rizado en una pequeña sonrisa satisfecha.
- Y decías que yo era el más apto para ser el dios de la fertilidad... y tú ya tienes todo el trabajo hecho antes de que Ra decida en que momento debe salir el sol en esta tierra...
- Sólo intento estar a la altura - él sonrió también - Pero sigo pensando que el trabajo me queda grande.
La sonrisa de Seth se amplió, enseñando los colmillos. Así que Osiris ya lo había preparado todo para la futura llegada de los humanos a esta tierra, ¿cierto? Entonces ya había hecho algo que los demás dioses como él no podían. No hacía falta más.
- ¿Y tú, Seth? - la pregunta de su hermano le sacó de sus pensamientos - ¿Has tenido una buena noche? ¿Neftis está bien?
- Sí... Neftis está bien... - él no le quitaba ojo - Y yo he pasado una muy buena noche contemplando la luna y... viéndome reflejado en ella.
Cuando Osiris alzó una ceja sin comprender eso último dicho por su hermano menor, una gran zarpa se enredó en su garganta como cinco serpientes peludas, frías y ásperas, que le apretaban el cuello levantándolo del suelo. Osiris apretó los dientes rápidamente, mirando enojado a su hermano, agarrando su garra con sus manos.
- ¿¡Qué vas a...?!
- Te diré lo que voy a hacer... - Seth le miraba tranquilamente, como si su rostro no expresara su brazo tenso y su mano ejerciendo presión - Primero haré que te ardan los pulmones por no poder respirar, apretando y apretando has que tu cabeza se salga sola del cuello y caiga al suelo. Luego la lanzaré tan lejos que acabará en otro panteón, y luego para entretenerme zamarrearé tu cadáver hasta que finalmente quedes totalmente irreconocible.
- ¿¡Qué estás diciendo?! - Osiris dio un gemido por la falta de aire, pero se negaba a dejar de enfrentar a su hermano, mucho más grande y más fuerte que él - ¿¡Sabes lo que pasará cuando nuestros padres se enteren de lo que has hecho?!
- No se enterarán nunca - Seth sonrió más, aguantándose la risa por las inútiles patadas que le daba su hermano, mientras lo levantaba del suelo - Y no digas "nuestros padres". No son mis padres desde ayer en la entrega de virtudes.
- Sigues celoso de que tenga lo que quieres... - Osiris ya hablaba en voz baja, tembloroso, agarrando la negra muñeca de su hermano - No vas a cambiar nunca... por eso tienes malas virtudes. MI padre hizo bien al ver lo que había en tu corazón.
Seth comenzó a reír, levantando todavía más a su hermano hasta que su brazo quedó estirado, mirándole desde abajo. Su risa se parecía a unos consecutivos ladridos de cachorro de perro, algo agudo e infantil que no pegaba con un tipo tan grande como él.
- Tampoco es tu padre ya. Ni de Isis, ni de Neftis. Al igual que su esposa. Ya no existen.
Osiris abrió débilmente los ojos, notando la mano cerrarse más de lo que nadie puede aguantar, incrédulo ante sus palabras. Eso sólo hizo que los ojos de Seth brillaran como hogueras en la niebla.
- Serás el primero en saludarles de nuevo, Osiris...
*
- Salón Real, hogar de Geb y Nut, días después del asesinato de Osiris -
*
- No entiendo cómo hemos podido llegar a esto...
En el templo, frente al trono donde no hace mucho estaba sentado el dios Geb, Neftis estaba sentada en las escaleras, cubriendo su cabeza con sus brazos. Ra la escuchaba lamentarse, paseando lentamente por el salón, inmerso en sus pensamientos.
- Todavía no me creo que Seth haya sido capaz de matar a nuestros padres... y a Osiris... él... aunque es el menor de los cuatro siempre me ha protegido y cuidado. Nunca quiso que le tratásemos de hermano pequeño... y decía que siempre cuidaría de mí... Ahora nos va a matar a todos...
Sus ojos estaban titilantes por las lágrimas que no llegaban a caer, sumida en su propia ansiedad. Ra se detuvo frente a ella, soltando un largo suspiro.
- Creía que eras una chica tímida y callada... pero desde que hemos llegado aquí, no te callas...
- Hablar alivia mis nervios - ella levantó la mirada, reprochándole, con las orejas iguales a las de Seth pero más pequeñas apegadas a su cabeza, triste - Isis lleva días buscando los restos de Osiris por todas partes... no puede ser que en tan poco tiempo ya hayamos tenidos tres dioses principales...
Neftis se tiraba del pelo y lo retorcía nerviosa. Ciertamente, Seth asesinó a Geb y a Nut, y justo en ese momento le correspondía a Osiris, heredero de su padre, ser el dios principal... solo que estaba durmiendo y ni siquiera se enteró. Ahora tras su muerte, era Ra quien estaba al cargo, y al entender semejante injusticia, aceptó que si Isis lograba encontrar a Osiris y devolverlo a la vida, le cedería su cargo de dios principal, como correspondía.
- Perdona que te haya criticado - Ra levantó una mano como disculpa - Había olvidado que estás casada con él. Y aún siendo su esposa, ¿no sabes dónde está Seth? ¿Dónde se esconde? Algún refugio, un lugar que le guste...
- Seth siempre fue reservado para hablar de lo que le gustaba hacer... - ella suspiró, limpiando sus ojos - Sus obligaciones y el trabajo eran lo primero... por eso cuando se marchaba a pasear o tomar el aire no le preguntamos ni molestamos...
Ella se levantó, sonriendo tristemente, caminando también, seguida de la mirada de Ra.
- A lo mejor no te interesa esto, pero... Isis y yo teníamos hablado hace mucho tiempo que ambas queremos ser madres... y si fuésemos madres a la vez sería ideal. Nuestros hijos se criarían juntos y la familia permanecería unida. Ahora con todo este problema de Seth y si Osiris vuelve a la vida... no quiero quitarle el privilegio a mi hermana de ser madre por un viejo acuerdo...
- Siempre lo podéis mantener - Ra se encogió de brazos - He oído que en otros panteones, dioses y diosas han engendrado hijos ellos solos, sin necesidad de la otra parte.
- ¿En serio? - ella levantó sus orejas, mirándole con curiosidad - No sería mala idea... aunque no puedo evitar sentirme mal por apartar a Seth de esto...
El sonido de unos pasos les hizo girar la cabeza a la vez, y Neftis no pudo reprimir un chillido de felicidad al ver aparecer a Isis de la mano con Osiris, yendo corriendo a abrazar a sus hermanos antes siquiera de que entrasen al templo. Ra sonrió, cruzando los brazos, sin entrometerse en ese reencuentro familiar.
- ¡Es increíble! - Neftis no podía dejar de abrazarles - ¡Isis, lo conseguiste! ¡Has traído a Osiris de vuelta!
- No es sólo mérito mío - ella abrazó a su hermana sonriendo - Todos creíamos que Osiris se desintegraría, pero... los restos de su cuerpo acabaron esparcidos por el río Nilo y su alma vagaba... porque tú, Neftis, no hiciste tu trabajo de cuidar de ella. Entre el símbolo de la vida y tú, habéis logrado que Osiris no se desvanezca.
- ¿Y la cabeza? Escuché que ni siquiera estaba en el continente.
- Los dioses aztecas trataron bien mi pobre cabezota - Osiris se frotó la frente - Hasta allí llegué.
- Seguro que te confundieron con un meteorito.
La broma de Ra hizo reír a los hermanos, que se olvidaron por un momento de todo lo malo al imaginarse la situación. Luego, cuando los ojos de Ra se encontraron con los de Osiris, el primero se acercó al segundo.
- No he tenido la oportunidad de darte el pésame por lo de tus padres... ya hace unos días pero... mejor tarde que nunca - el dios halcón se detuvo enfrente - Como todo lo sucedido ha sido una injusticia por parte del loco de tu hermano, quiero devolverte lo que te corresponde: el título de Dios Supremo Egipcio.
- Es un humilde gesto por tu parte, Ra - Osiris asintió - Pero... con mi muerte, sea injusta o no, ahora es tuyo.
- Osiris... el mundo no lleva mucho tiempo... por así decirlo, pero... no creo que existan muchos dioses que hayan tenido la suerte de morir y resucitar sin que su cuerpo se desvanezca. Insisto en que debes tener lo que te ofrezco.
El dios de la fertilidad echó un vistazo a las mujeres a su lado, y ambas le sonrieron mientras se tomaban mutuamente de los brazos, demostrándose afecto con el roce. Tras un suspiro que indicaba que se preparaba mentalmente, volvió a mirar a Ra asintiendo decidido. El dios halcón le miraba con la cabeza de perfil, pues sus ojos de halcón estaban a los lados de su cabeza, así que era su forma de ver de frente, como todas las aves. Mientras que este tendió una de sus manos hacia él, una sombra empezaba a dibujarse sobre Osiris, extendiéndose hacia el suelo. Ra levantó su cabeza rápidamente, apuntando con su afilado pico al cielo un instante antes de escucharse un gran estruendo y golpe, apartándose él de un salto hacia atrás, y al igual lo hizo Isis tirando del brazo de Neftis, pero cayeron al suelo. Seth había caído del cielo sobre Osiris, poniendo una de sus manos sobre la nuca de este y sus patas en su espalda, clavándolo contra el suelo del templo con la fuerza de una poderosa caída, dejando que la sangre de su hermano volviera a manchar sus manos.
Un gruñido de satisfacción abandonó el hocico del menor de los hermanos, que con una sonrisa lupina, miraba satisfecho de nuevo el cadáver de su hermano bajo él, que empezaba a brillar y fragmentarse.
- Quién me iba a decir que tendría la satisfacción y el placer de matarte dos veces... - se burló el dios mirando el cabello de su hermano entre los dedos de sus garras.
Ante el inesperado ataque, Ra frunció el ceño haciendo rechinar su pico golpeándolo repetidamente en un temblequeo, estirando una de sus manos y haciendo aparecer un báculo en ella, adornado con una enorme cruz Ank negra en lo alto. Las dos hermanas tenían los ojos muy abiertos mientras veían a Osiris desaparecer debajo de Seth, e inconscientemente, Neftis tendió su mano hacia él para tomar su alma, mano que tuvo que retirar cuando el hocico de Seth le pasó a centímetros de esta en un amago de mordisco, haciendo el sonido hueco del ataque fallido.
- Ni se te ocurra, plañidera barata... - le amenazó gruñendo y clavando sus ojos en ella.
*Plañidera - Mujer que se contrata para asistir a un funeral o entierro y llorar por el fallecido.*
Neftis le miró a los ojos con sus pupilas temblorosas y el rostro más blanco de lo habitual, retrocediendo y volviendo a apegarse a su hermana, con las orejas bajas contra su cabeza, escondiéndose antes de ver el cuerpo de Osiris desvanecerse definitivamente. Cuando no quedó nada debajo de Seth salvo el suelo roto y la sangre salpicada en las baldosas, el dios asesino levantó su hocico con arrogancia hacia Ra.
- Así que ibas a devolverle el título que le correspondía porque murió "de forma injusta", ¿No es así? Que acto tan taimado...
- No creerás que después de lo que acabas de hacer tienes el derecho de decir que mis actos son taimados, ¿No, Seth? - las plumas de su cabeza se erizaron de la rabia mirando al otro.
- Claro que lo tengo - él sonrió, enseñando sus dientes relucientes y afilados, estando a cuatro patas en el suelo - Me has visto llegar, Ra, me has visto en el aire, y mis intenciones no son difíciles de predecir... - el perro comenzó a caminar hacia el halcón - Y has preferido apartarte que empujar a Osiris, pese a que eres muy rápido. ¿Ha sido tu instinto de supervivencia o un golpe de suerte para no perder el título de dios principal egipcio sin quedar mal?
- Basta de acusaciones - Ra endureció su voz apuntándole con la cruz Ank de su bastón, echando un pie atrás - No voy a permitir que sigas.
- Que miedo me das... - Seth hizo su típica risa aguda parecida a unos ladridos, dejando de caminar hacia Ra y empezando a ir hacia un lado, tentando al otro a caminar al otro lado, haciendo ambos un círculo con sus pasos - Vamos, admite que tengo razón... ninguna de esas dos mujeres se dio cuenta de mi llegada, y aunque me viesen, no harían nada para evitarlo.
- Son tu hermana y esposa, ten más respeto hacia ellas - Ra había empezado a caminar en círculos - Tenlo por ellas, son tu única familia después de haber matado a tus padres y a tu hermano mayor. ¡Debes mostrar respeto a la familia real!
- ¡El respeto que ellas mostraron por mí cuando no me felicitaron ni me aceptaron en mi entrega de dones! - replicó Seth mostrando los dientes - Siguen diciendo que son malos dones... y no las culpo, yo mismo lo pensaba hasta hace unos días, pero... - el dios se incorporó sobre sus patas traseras, extendiendo los brazos hacia los lados con una parsimonia meditada y muy creída, acompañada de su gesto - Son absolutamente los mejores dones del mundo... aquellos que me dan la oportunidad de destruir a todos los que crean la vida y a sus mismas creaciones. El poder de arrebatar la vida sin sentir una mísera culpa o remordimiento... es el mejor de los poderes que puede llegar a tener un dios.
Ra erizó de nuevo las plumas de su cabeza, muy enojado por todo lo que decía Seth. Si ahora se sentía maravillado y conforme con lo que decía, aceptándose de esa manera que se creía imposible, era obvio que ahora Seth era un enemigo suyo. Suyo y casi de cualquiera. Una amenaza para el reino, para los dioses, para los humanos. Una amenaza que debe ser eliminada por la cabeza al mando.
- Supongo que si aún no te has ido es porque quieres algo más - Ra no le quitaba ojo - Sospecho lo que es. Mi muerte. Y luego la de esas mujeres.
- No lo niego, pero son objetivos que no quiero gastar en un mismo día - Seth sonrió, volviendo a ponerse a cuatro patas - Tengo mucho tiempo para ir a por vosotros cuando me de la gana. No lo gastaré todo en el mismo día. Prefiero dejaros con la intriga de no saber que día apareceré para mataros. Hoy quiero... el falso regalo que ibas a darle a mi querido y adorado hermano mayor... - dijo aparentando un falso cariño en esa última frase que se notaba a leguas.
- Jamás - respondió rápidamente Ra - No te daré el puesto de dios supremo. Deberás matarme. Incluso si lo haces, nada te confirma que este poder recaerá sobre ti.
- Mira como pones excusas para que no peleemos... es casi gracioso.
- No son excusas, es la verdad. Además, sabes que no eres rival para mí, Seth. Puede que me superes en fuerza física, pero no lo haces en velocidad. Antes que te des cuenta, te mataré de un golpe del que no sabrás ni la procedencia.
- Quiero ver cómo lo intentas.
Durante unos segundos que se vieron eternos, los dos dioses se miraban fijamente, Ra aceptando la provocación de Seth, y este viendo la reacción que tendría el dios halcón. Justo cuando no se podía soportar más la tensión, el cuadrúpedo se lanzó en un salto directamente a por Ra, usando toda su fuerza en sus patas traseras para hacer su ataque de frente más veloz. Ra alzó el pico girando su cabeza, extendiendo sus alas y saltando al cielo antes de ser atrapado por el otro dios. Seth gruñó mirándole volar, listo para saltar de nuevo.
- ¡No seas cobarde y baja! - le gruñó - ¡Baja y pelea contra mí!
- Sigo diciendo que tienes las de perder, Seth - Ra le miraba flotando en el aire - Incluso he podido esquivar tu salto desde tan poca distancia. Tienes la oportunidad de marcharte de aquí y procurar que no te vuelva a ve...
Ra dio un aletazo cortando su frase, pues su enemigo había saltado hacia él, acabando por clavar sus garras en el techo al volver a fallar, quedándose ahí sujeto, mirando a Ra con una sonrisa desafiante. Después de eso, Ra ya perdió la esperanza de poder razonar con él, pero no se quedaría sin darle una lección. Por eso mismo, bajó al suelo de nuevo, guardando sus alas en su espalda.
- Muy bien. Pelearé en el suelo, y aún así te derrotaré.
Seth sonrió más desde el techo, volviendo a impulsarse con esa gran velocidad suya con sus garras al frente hacia Ra. El dios halcón levantó su báculo preparado para su llegada, haciendo un amago de golpearle con él justo antes... pero que resultó ser un puñetazo directo contra el estómago de Seth, tomando impulso para lanzarlo lejos sólo con su puño, haciéndole rodar levemente por el suelo antes de que se incorporase rápidamente, llevándose una mano al estómago. El golpe había sido más duro de lo imaginado, y parte de eso era culpa de Seth al haberse lanzado contra él con esa potencia y no haber podido esquivar.
Ra le miraba seriamente, moviendo suavemente los dedos de su mano. Golpear a Seth directamente era golpear a puro músculo trabajado, y hacía daño... pero no lo iba a admitir. Sabía que era más fuerte que Seth, y se lo demostraría haciendo que el combate acabase muy pronto.
- Ahora te voy a demostrar por qué no puedes derrotarme.
Ra levantó su báculo, y la cruz Ank empezó a brillar tomando un brillo dorado alcanzado por unos rayos de sol que entraban por la puerta del templo. La cruz tembló un poco, y de su orificio central salieron varios pequeños rayos de sol que señalaban varias partes del cuerpo de Seth con una pequeña luz. Seth, temiendo que le quemaran, se movió y empezó a correr por todas partes, pero esas pequeñas luces no se iban de su cuerpo. Tampoco sentía dolor ni quemazón. Sólo era un pequeño rayo de sol iluminando su negra piel y sus cicatrices.
EJÉRCITO DEL SOL
En todos y en cada uno de los lugares donde había un pequeño círculo de luz, la piel se hundió, llegando al músculo y al hueso, a sus órganos y tejidos, como si le hubieran dado un puñetazo invisible con la misma potencia que el golpe anterior de Ra, pero todos a la vez y varias veces. El aullido de dolor de Seth tenía varios tonos, pues muchos de esos golpes le dejaban sin aliento. En la cara, en el pecho, en el vientre, en los muslos, en los brazos, en la espalda... Todos los sitios eran golpeados consecutivamente y su cuerpo se retorcía de dolor, sin poder moverse absolutamente.
Ra caminaba lentamente hacia él, sin mover el báculo brillante, mirándole fijamente. Todos esos golpes continuarían todo lo que él quisiera, y sería hasta que se le quitase ese brillo arrogante de sus ojos y fuera sustituido por miedo y rendición. Quería hacerle entender que nunca sería un rival para él. Para el Dios Supremo Egipcio Ra.
Tras varios segundos de incesantes golpes, donde Seth ya dejó de gemir por el dolor igual que un can apaleado, Ra pensó que era suficiente al ver sus ojos cerrados, viendo, tal vez, algo de sumisión. Cerrando sus ojos solemnemente, Ra movió su báculo para hacer que con la cruz Ank diera un tajo a su cuello y que todo terminase.
- Se acabó, Seth.
Movió su brazo apuntando a su cuello para dar la tajada, pero justo en ese momento, Seth reaccionó, flexionando las rodillas y bajando la cabeza antes del golpe que significaría su muerte. Ra abrió más los ojos mirándole incrédulo, viendo la sangre caer al suelo, junto con la mitad de las orejas de Seth, ahora cortadas rectas, y más pequeñas. Era imposible que se pudiera haber movido, los golpes le mantenían estático mientras recibía sin parar.
Tras eso, el gesto de Seth que parecía de rendición, se reveló abriendo los ojos. Sus orbes escarlatas brillaban con más odio y viveza que nunca, mirando al dios halcón directamente, haciéndole nacer en lo más profundo de su vientre una brasa de la futura hoguera del miedo que le tendría a ese dios.
Apretando su pico, dio un golpe al suelo con el báculo, que resonó con eco en todo el lugar. Los golpes se detuvieron, dejando el cuerpo de Seth tembloroso y entumecido, que un segundo después, cayó de bruces contra el suelo, con la herida de sus orejas sangrando. Poca sangre había para tanto golpe, pero Seth mantenía el hocico cerrado y se tragaba la sangre que subía por su garganta para no darle el gusto a Ra de verse afectado. Ahora, tirado en el suelo, apenas tenía fuerza para moverse.
- ¿Comprendes por qué no puedes derrotarme? - preguntó el halcón - No eres rival para mí, pues te enfrentas al mismo astro mayor conmigo, y no has conseguido ni darme un golpe.
Los brazos de Seth temblaron mientras cerraba sus dedos, y haciendo un esfuerzo anormal para él, sacó fuerza a duras penas para empezar a levantar su cuerpo. Era el dios de la fuerza bruta, debía poder con su propio peso, incluso en una situación como esta. Bajo la incrédula mirada del halcón, se quedó a cuatro patas, con el cuerpo temblando por los golpes, levantando su hocico hacia él, con ese mismo fuego en sus ojos, dando una sonrisa socarrona.
- Je... - rio sin más - Esa es la diferencia... tú necesitas al mismo sol como compañero para enfrentarte a mí... y yo lo he hecho sin ayuda. Ahora dime quién es más valiente...
- ¡Tú luchas solo porque no tienes a nada ni a nadie!
Ra levantó el báculo sobre su cabeza para acabar ya con su vida y su palabrería, pretendiendo dar un golpe en su cabeza que fuera mortal. Sin embargo, unos pequeños brazos rodearon el suyo, queriendo detenerle, seguidos de una voz aguda.
- ¡No lo hagas, por favor!
Ra, con todo el odio y la rabia que tenía, miró a su lado, encontrando a Neftis queriendo detener su golpe, mirándolo con pequeñas lágrimas en los ojos.
- ¡Déjale vivir, te lo ruego!
- ¡Es un monstruo! - gritó el halcón.
- ¡Es mi esposo! - contestó ella - ¡Y es de la familia real! ¡Si le obligas a que respete a la familia real, debes respetarla tú también, aunque seas el Dios Supremo Egipcio! No lo hagas, por favor... ya hemos perdido demasiado en tan poco tiempo...
Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas morenas, pero no aflojaba el agarre de sus brazos sobre el de Ra. Isis ni siquiera sabía en qué momento ella la había soltado e ido corriendo a detenerle, pero se había quedado sin palabras ante la acción de su tímida hermana.
Ra pareció meditarlo por un rato, volviendo su ojos negros sobre Seth, que no se había movido ni mirado a Nefits. Usaba toda su fuerza para mantenerse fiero mirando a su enemigo, porque si pudiera, ya le habría atacado. Tras un debate interno y una decisión tomada, Ra bajó su brazo ejecutando el golpe, ante el grito de Neftis que se movió bruscamente por culpa del movimiento del brazo, terminando la acción con otro largo gemido canino y un aullido, volviendo a caer su cuerpo al suelo.
Neftis se arrodilló en el suelo al lado de Ra, mirando el cuerpo de Seth con la boca tapada con ambas manos para no gritar al ver la sangre en el suelo ni el cuerpo tirado al lado.
- Seth... - murmuró en voz baja.
Al tender una mano hacia él, siendo natural para ella para recoger su alma, el cuerpo negro de su esposo tembló. Al moverse débilmente con unos gemidos guturales y poder moverse un poco, unos dientes afilados suyos cayeron al suelo sobre el charco de su sangre, mientras llevaba sus temblorosas manos a tocar su hocico. El golpe de Ra no fue a la cabeza, sino a su largo y majestuoso hocico, ahora roto y torcido hacia abajo, apuntando al suelo.
- Espero que ese golpe te enseñe más de lo que hará cualquier cosa que puedas escuchar en la vida - Ra le hablaba con voz dura - Que sea el castigo por la insolencia que tienes al hablar, un golpe en la parte de tu cuerpo que más enseñas con orgullo. Nunca lo podrás curar, está hecho con un arma divina. Nunca se podrá enderezar. Los dientes que caen no los podrás recuperar, y cada vez que alguien te mire, lo primero que verá en tu cara son las cicatrices de tu osadía frente a mi, el Dios Supremo Egipcio, Ra. Da las gracias a tu esposa por seguir viviendo, pero desde este mismo momento estarás desterrado allá donde mi sol no pueda verte nunca.
Seth apenas había escuchado lo que decía Ra, pues seguía queriendo tocar su hocico con sus manos, sintiendo un dolor horrible en su boca, pero mucho mayor en su ego. El sentimiento del miedo se empezaba a hacer presente en él, viéndose sin fuerza para pelear, con su orgullo herido hasta un punto que no creía posible, y ni siquiera se había percatado de que Neftis tenía un gran papel en que su vida siguiese.
- ¿No me has oído? - Ra le increpó duramente - ¡Estás desterrado! ¡Largo de mi vista!
Alzó de nuevo el báculo y lo clavó justamente en la cola de Seth, haciéndole dar otro aullido de dolor notando los pequeños huesos de su colar partirse, sacando fuerza del instinto de supervivencia salvaje que tenía para obligarse a correr. Ra ni siquiera levantó el báculo, dejando que Seth al correr se partiese la cola y quedase bífida, inútil, muerta de la mitad hacia delante.
Con el cuerpo herido y dejando un largo rastro de sangre en cada escalera, el dios bajó a trompicones sin fuerza alguna, sin siquiera poder hablar bien, mientras en su cabeza retumbaba la idea de tener que refugiarse a lamer sus heridas y descansar, allá donde el halcón no le encuentre... Difícil tarea para un lugar como Egipto.
Durante días y noches el pánico se apoderó de él de una manera que no creía capaz. Se escondía de día entre la maleza, en una cueva o o incluso enterrado en la arena, saliendo a la noche para seguir vagando en la busca de un lugar donde el sol no le alcanzase. La sola idea de que el sol le iluminase le hacía pensar que Ra le estaba viendo, y que iría a por él, esta vez sin piedad, que le golpearía mil veces como esa vez hasta exprimir de él toda la fuerza de la que se enorgullecía.
Tras varias noches vagando en el desierto, apareció ante sus ojos unas ruinas de algo que ni siquiera parecía ser un templo. Alejado de todo lo que parecía tener vida, Seth se adentró en ese gran lugar, lleno de escombros y polvo, y por primera vez en mucho tiempo, se dejó caer en un rincón, descansando más tranquilo. Ni siquiera había visto su hocico aún, ni sus orejas. No estaba preparado para verse masacrado de esa forma cuando antes era impecable, pero llegaría el día, llegaría, aunque pasaran cientos y cientos de años... él se vengaría por todo, y lamentarían todos y cada uno de ellos haberle dejado vivir. Su cuerpo y su orgullo estaba herido... pero la crueldad que llevaba dentro solo crecía y crecía.
*
-*Cientos de años después*-
*
El mundo casi se había olvidado de la existencia del hijo menor de Geb. Era recordado en las pinturas, junto a sus hermanos, como un dios fuerte y honrado, que acabó convirtiéndose en una bestia desterrada por su maldad, pero necesaria viva para el equilibrio del mundo. Y esa bestia necesitaba volver.
Con pasos lentos haciendo chocar sus garras contra el suelo de piedra, mostró su cuerpo negro bajo el sol por primera vez en años. Todo su pelo se había caído, dejando sólo su piel firmemente apegada a los huesos, en especial a sus costillas y a sus vértebras, haciendo brillar sus viejas cicatrices. Su cuerpo musculoso seguía existiendo, pero comprimido y envejecido, y la ropa que llevaba en su cintura hasta medio muslo había acabado siendo unos jirones descoloridos.
Las cicatrices de su cola, orejas y morro se cerraron, dejando heridas irreparables con secuelas como un constante gruñido ronco al respirar por la forma del tabique nasal hasta la garganta, y una boca que no era capaz de tragarse ni si propia saliva. Un dios que parecía haber salido arrastrándose desde el averno con ganas de vivir y de llegar a la luz... y lo primero que hizo al salir de aquellas ruinas, fue dejar que su cuerpo se deleitase con el calor del sol de Egipto.
Luego, vagando pero con rumbo, seguía sus mismos pasos a la inversa, aquellos pasos temblorosos que dejaban huellas de sangre a su paso, escondiéndose en cada sombra y orificio, ahora volvían a ser pisados con solemnidad y fuerza, en dirección al río Nilo, sin detenerse en ningún otro lugar.
Tras tantos años, su caudal y trayectoria había variado innumerables veces, y lo encontró antes de lo esperado, escuchándolo desde kilómetros atrás. Se asomó a la orilla, contemplando su reflejo en el agua, observando el rostro que cargaba como un castigo consigo. El río Nilo... aquél que en parte impidió morir a su hermano la primera vez... aquel que porta la vida, según Osiris.
Sin pensarlo, hundió la cabeza en el agua, dando sonoras tragadas moviendo la cabeza, pues ya no podía sacar la lengua y lamerla sin quedarse satisfecho. No bebía por sed, bebía para recordar que seguía vivo, llenándose de esa vida que se le arrebató tiempo atrás. Con su suave corriente, el agua le susurraba a sus oídos suavemente que su vida estaba mejor que nunca, cargado de fuerza y de rencor, pero no de desenfreno.
Seth estaba vivo de nuevo, y tomaría su tiempo para recopilar información sobre todos los dioses que había ahora en el panteón, de todo lo que habían hecho esas criaturas llamadas humanos a las que se suponía que debía amar y no lo hacía. Seth estaba listo para volver, con más fuerza que nunca.
*Fin del Flashback*
Vlad estaba moviendo los dedos de sus manos, siendo apresado por las garras de Seth contra la pared, casi inmovilizándolo, mordiendo sin éxito el cuello de este. Varias estacas que había en el suelo empezaron a flotar, apuntando a la espalda del dios, volando hacia la llamada que hacía el humano, mientras los espectadores retenían el aliento ante semejante escena. Pendientes de ver las estacas volar hacia él, no vieron la sonrisa lupina que empezaba a hacer Seth contra el cuello de Vlad.
Moviendo bruscamente al humano y arrancándolo de la pared, lo movió en el aire sujetándolo de los brazos como si fuera un muñeco de trapo, apartando su hocico de su piel, cambiando su posición con la suya ante la llegada de las estacas, sabiendo lo que estaba haciendo al notar mover los tendones de la muñeca mientras le sujetaba.
Finalmente, las estacas llegaron y se clavaron, atravesando la ropa color rubí del humano y llegando a su carne, haciéndole abrir los ojos y abrir la boca, sin emitir sonido alguno ante ese dolor, escuchando dentro de su mente a Hlökk gritar del dolor. Cinco estacas adornaban su espalda clavadas, no en profundidad gracias a la resistente volund, pero no era una buena señal para los humanos.
- Es... una diferrr...rencia entre tú y yo... - murmuró Seth clavando su mirada en el rostro de su rival - Incluso los humanos... tienen que enfrrr...rentarnos con semidiosas... necesitas a alguien parrr...ra tener oportunidad... mientras que yo... peleo solo. No necesito a nadie... para tener una oporrr...rtunidad de matarte.
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