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Capítulo 26 - El don más buscado y querido

Buenas buenaaaaas, como amanecimos en San Valentín/San Solterín? Seguro que genial :3

Bien, tenía que actualizar si o si, pero como ando en casa de la abuelita cuidándola no he podido editar imágenes y hacer un capítulo del que me sienta orgullosa, pero prometí un poco de batalla y parte de flashback. Ah, sangre también prometí.

Bien, aquí les traigo su cap, solo que la imagen de un dios está sin editar y la pondré sin nombre, pero ya saben ustedes quién será :3

Además de ello, dejaré unas aclaraciones mitológicas al final del capítulo que en mi historia he cambiado un poco para que no haya mucho lío.

Y finalmente...


Imagen preciosa de Asimantos y de su hermano mellizo Tritón, hecha por menguav

Denle mucho amor en su Twitter que se llama igual ^^

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De vuelta a la cuarta pelea del Ragnarok, que se desarrollaba mientras muchos otros estaban ocupado solucionando sus propios problemas, la misma Hlökk se preguntaba si era normal no comprender los sentimientos, emociones y la propia batalla que estaba dando su Einherjer. Ella misma no era capaz de sentir ni de predecir lo que su humano haría en los próximos segundos, e igual le pasaba con Jack. Ambos luchadores eran un manojo de misterios, pero ella se esforzaría por entender más a su Einherjer de lo que hizo con Jack en su momento. Aunque era horrible, merecía una oportunidad, ya que estaba luchando a su favor... a cambio de la condicional y la libertad si traía una segunda victoria al bando humano.

Seth chasqueaba la lengua dentro de su boca, disconforme. Salivaba de más por la irritación, pero su lengua no parecía humedecerse nunca al tener los dientes siempre fuera, respirando más por la boca que de por su nariz sangrante. Eso solo le beneficiaba más a Vlad, pues en aquella oscuridad, escucharle respirar como una morsa moribunda le daba su exacta ubicación.

Mientras que Vlad miraba hacia los ojos encendidos del dios egipcio con una sonrisa de suficiencia, lanzando al aire y recogiendo la estaca manchada de sangre, Seth arañaba el suelo con sus patas traseras, lanzando tierra hacia atrás, igual que un toro preparando una acometida.

- ¿Otra carrera, perro? - le preguntó el humano, tirando la estaca al suelo para empezar a correr de nuevo alejándose de él.

Seth no respondió, pero el gruñido agresivo que salió de su garganta le dejó las cosas claras al otro. Sus brazos se tensaron y las venas empezaron a marcarse en su negra piel, mostrando la musculatura que tenía el dios zoomorfo camuflada en su delgadez y dejadez de su cuerpo. Tensando sus piernas traseras y tamborileando el suelo con los dedos de sus manos, bajó la cabeza casi hasta ras del suelo, preparándose para ir tras Vlad sin importar que estuviera casi en la otra punta de la arena.

- Ahí va.

El susurro de Ra no hizo que los dioses egipcios le miraran, pues un instante después de decirlo, la arena de combate se llenó de polvo y de astillas volando por los aires en la dirección a la que Seth se propulsó en un abrir y cerrar de ojos. Tal era la fuerza en su cuerpo que parecía que se había teletransportado hacia la otra punta de la arena, pero delataba el surco en el suelo y la destrucción a su paso. Con ese pequeño instante, Vlad no tuvo ni siquiera tiempo para poder mirar atrás cuando el dios se estrelló junto a él contra el muro, provocando grietas a todo lo largo.

El grito de los espectadores ensordeció a los dioses, y Heimdal lo contemplaba todo con la boca abierta. En las cámaras sólo se veía más de medio campo de estacas destruido y todos buscaban con la mirada la cámara donde les enfocaba a ellos dos.

- ¡Ha sido increíble! - gritaba Heimdal con su Gjallarhorn - ¡El dios Seth tiene semejante fuerza en su cuerpo que la ha acumulado en potencia para salir despedido a embestir a su adversario! ¡Es muy probable que con semejante embestida y golpe, el combate ya haya finalizado! ¡Pero... no podemos saberlo hasta que el polvo nos lo revele!

En el palco de las valkirias, Geir se mordía las uñas con la mirada asustada, fija en la pantalla correcta. Su cuerpo temblaba muy notablemente, mirando de reojo a su hermana Hrist, que parecía estar impasible esperando.

- Vlad no puede morir tan pronto... ¿no? Oh, si está muerto será el combate más rápido hasta ahora... y la hermana Hlökk...

- No llores, Geir... - ella le puso la mano en la cabeza, sin mirarla - Ten un poco más de fe...

- ¡Pero ese ataque...!

- Hlökk también tiene la función de proteger a su Einherjer - la mirada de la hermana mayor se endureció - El volund es mucho más fuerte que un arma o un objeto normal, y Hlökk es ahora un Volund Evolucionado. Ella habrá salvado el cuerpo de Vlad... porque le protege el 90% de este.

Geir se secó las lágrimas mirándola a ella, parpadeando. ¿Era toda la ropa de Vlad su hermana? Al menos el conjunto exterior... desde los pies hasta el cuello... su uniforme rojo... Luego miró a Jack al otro lado, con su mano en su mentón muy tranquilo.

- Es más... me atrevo a decir...

Hrist soltó a Geir acercándose hasta la barandilla del palco. Su flequillo había cambiado de lugar, al igual que el resto de su pelo, revelando una sonrisa algo demencial. Dio un golpe con sus manos a la baranda inclinándose sobre ella, gritando hacia la arena, sin ver nada, sólo el humo y polvo que se elevaba.

- ¡Vamos, Vlad! ¡Enséñales a todos lo que has hecho con ese dios!

Geir sintió un escalofrío de miedo al ver a su hermana así y corrió a esconderse detrás de la capa de Jack. No iba a esconderse detrás del rey Edgar, después de que se le llevara un rato escuchando el rechinar de sus dientes por el enojo, y saber que probablemente no estuviera bien de la cabeza, y por ello prefería a Jack... aunque sinceramente no se encontraba ahora mismo 100% a salvo con ninguno de los tres. Ah, por qué se habría ido el rey Arturo y por qué no volvía pronto...

Cuando el polvo y el humo se esfumaron, las cámaras con infrarrojos podían captar perfectamente lo que estaba pasando, y todos miraban fijamente a una de ellas. Seth había dando de lleno en Vlad, clavándole en el muro con la misma fuera que una vez hizo el Mjolnir con el propio Enkidu, salvo que aquí, el dios sujetaba los brazos de Vlad con sus garras presionándolos contra la pared, alejando sus piernas de las suyas, y con sus grandes fauces atrapando la zona donde se unía el cuello y el hombro del humano. El humano, por su parte, anclado a la pared, hacía lo imposible por empujar con sus pies, colocados en el pecho adverso, al dios para alejarle de él.

Unos gritos de victoria se empezaban a escuchar en las gradas de los dioses, voces de ánimo apremiando al dios, el cuál estaba sólo a un mordisco de decapitar a su enemigo. Seth era un dios de fuerza bruta, obviamente el humano estaba acabado. Mientras que todos celebraban la inminente victoria, Vlad se reía entre dientes.

Su cabeza estaba por encima de la del dios al estar mordiéndole el cuello, y el aroma a sangre le impregnaba la nariz. La sangre de su adversario. Cuando sus pupilas se dilataron al acostumbrarse mejor a la oscuridad y tras pasado el susto del golpe contra la pared, su risa entre dientes pasó a ser una carcajada profunda y elevada, que hizo silenciar a todos los dioses que estaban felices.

- Será idiota... - masculló Ra, sin importarle demasiado sacudiendo la cabeza, mientras Horus a su lado se cruzaba de brazos con indiferencia.

Mientras Bastet estaba en su trono, acurrucada contra el cojín, de espaldas al combate, durmiendo y ronroneando plácidamente, Hrist se estaba riendo también por lo bajo, observando la pantalla mientras Geir no se atrevía a volver con ella. Mientras Vlad reía, se podía ver que la cabeza de Seth estaba llena de sangre, chorreando hacia el suelo, con varios trozos de estacas incrustadas en la piel de sus hombros, cabeza y cuello, con la mirada oscurecida.

- Ese perro ha perdido facultades con los años que ha estado sin hacer nada - Ra se sentó en su trono - Que todavía crea que su fuerza bruta puede con todo, es una estupidez. Su hubiera entrenado, sería mejor.

- Se hizo daño con las propias estacas, que vergüenza... - Horus lo dijo con arrogancia, sin sentarse.

- No con todas. Las normales han sido sencillas, pero mientras el humano huía, iba tocando con todo su cuerpo todas las que podía. Atravesar con su propio cuerpo armas que pueden matarle, ha sido una osadía innecesaria. Una demostración vana de que su cuerpo no era lo que antes, y lo mismo digo de su cabeza. Hlökk es un Volund Evolucionado, una de las hermanas valkirias mayores actualmente. Y sólo porque no tenga forma de arma... no significa que no sea intimidante ni peligrosa.

- Todo se suma... y además con ese estúpido morro torcido que tiene... todo fue patético.

- Para ya, Horus, no te pongas a la altura de mí, un dios supremo, para degradar a otros. No hables del morro torcido de Seth - regañó el dios supremo egipcio - Fue una de las causas de tu nacimiento.

El dios halcón hizo un gesto con su pico, como un chasquido con la lengua poniendo los ojos en blanco, volviendo a mirar la pantalla donde Seth mordía a Vlad.

- Lo que digas, pero por mucho dios de la fuerza bruta que sea Seth... no tiene nada de fuerza en la mandíbula. Ni siquiera para arrancar la suave carne del cuello humano.

Mientras que Seth escondía su mirada en el cuello del otro, viendo cómo sus dientes apenas entraban en la carne, únicamente por afilados, escuchaba las risas del humano, notando los tendones de las manos del otro moverse, pues el humano movía sus dedos. Estaba llamando más estacas hacia su posición.

- Un perro que no puede morder... deberías agradecer que eres un dios... o te habrías muerto de hambre... - comentó el humano antes de volver a carcajear.

Mientras que su tronante risa estallaba, varios restos de estacas se elevaban del suelo a unos metros de ellos, saliendo disparados hacia el dios egipcio.

*

Flashback

Milenios atrás, en una civilización del norteste de África, una de las más antiguas y ricas del mundo, la vida comenzaba a nacer. En aquel entonces en el que ni siquiera existían los humanos, el lugar estaba gobernado por un dios llamado Geb, y su esposa Nut, que en un comienzo también era su hermana. Geb era el dios creador, que, aunque no fue el dios inicial de la dinastía ni del árbol genealógico egipcio, era aquel bendecido con el don de dar la vida. Él sería el que traería la vida humana a sus tierras, y para ello, contaba con la ayuda de cuatro hijos que había engrendado con Nut: Isis, Osiris, Neftis y Seth.

Dos varones y dos hembras serían los indicados para continuar con su perfecto linaje, que acabarían casados entre sí para continuarlo en su perfecta armonía y poder. Estos hijos de Geb y Nut serían otorgados de sus virtudes y poderes por su propio padre cuando viese qué era lo que había dentro del corazón y alma de sus hijos. Concluida esa ceremonia, que sería la más importante de sus vidas, ellos se casarían entre sí y gobernarían sobre los hombres y mujeres.

Así pues, el día señalado al medio día, los cuatro hijos se reunieron con sus padres en un templo tan bello y majestuoso que nunca sería contemplado por los humanos, y al llegar allí los hijos de Geb, vieron que había un dios más. Uno que no era su hermano, uno que carecía de padres por haber creado solo su nacimiento, un dios con apariencia de halcón que se hacía llamar Ra. Él también recibiría sus virtudes en esa ceremonia de mano del creador.

Las dos hermanas, Isis y Neftis, permanecían siempre muy juntas con los brazos tomados, nerviosas y asustadas por la incertidumbre de estar allí esperando a su padre, sabiendo que ese día cambiaría sus vidas para siempre. No se oponían al matrimonio, ni mucho menos, pero cargarían con numerosas responsabilidades. Osiris estaba cerca de ellas, de brazos cruzados. Ni él ni sus dos hermanas tenían rasgos zoomorfos como su padre Geb, salvo Neftis, que tenía dos pequeñas orejas negras en lo alto de su cabeza, correspondientes a un animal que no lograban identificar. Seth era todo lo contrario a sus hermanos, él nació con varios atributos de un galgo.

Hablando de Seth, había sido el primero en llegar al templo, impaciente y ansioso, con amplias expectativas. Sabía que, aunque era el menor de los cuatro hermanos, su fuerza, su valentía y su poder le concederían las mejores virtudes por parte de su padre. Con su cuerpo musculado de piel negra, cubierto con fino pelo brillante, una larga y fina cola, un hocico recto e imponente, y dos largas orejas que siempre mantenía rectas en su cabeza para dar sensación de mayor altura, Seth era el favorito de sus hermanos a tener las mejores virtudes para gobernar aquella tierra llamada Egipto.

Habían saludado a Ra con sospecha, sin preguntar mucho más de que hacía ahí, sin atreverse a más por parte de las dos tímidas hermanas, que pedían que su padre apareciera pronto, un deseo concedido.

- Siento haberles hecho esperar~ me descuidé un poco...

Geb apareció por una de las puertas a uno de los lados del trono, con una curiosa sonrisa formada por unos labios y una nariz chata que recordaba a un gato. Sus orejas en su cabeza eran como las de su hija Neftis, y muchos de sus gestos recordaban a los de un tierno animalito, pero ni por asomo tenían tantas similitudes a un animal como el propio Seth.


Geb solía distraerse mucho. Incluso cuando hablaba, su mirada podía vagar perfectamente en una mota de polvo en un rayo de sol y olvidarse de lo que estaba haciendo. Luego era demasiado pausado, algo despreocupado e infantil, casi sin parecer, actualmente, un dios principal.

Tras mover su chata nariz como si olisqueara el aire, el dios dejó su trono atrás para preferir sentarse en las escaleras que llevaban a este, delante de sus hijos y del otro dios.

- ¿Nerviosos? - preguntó con una sonrisa curiosa, mirando a los cinco, dando una pequeña risa que sonaba como un pequeño animal - Neftis, hija mía... Deja de apretar tanto el brazo de tu hermana, le vas a dejar marca.

La diosa aflojó el agarre, avergonzada. Era la más baja de los presentes, y la que menos virtudes consideraba tener.

- Oh, este de aquí es Ra - señaló Geb con la cabeza - No es hijo mío ni hermano vuestro, pero también es un dios. Al no tener padres, me ofrecí a ayudarle a obtener sus virtudes, y confío en que os llevéis bien entre todos. No hay que estar tan nerviosos, sólo son unas virtudes.

Para lo que Geb eran "unas virtudes" para sus hijos y Ra eran toda su vida. Las cosas que te definirían para siempre, por lo que adorarán los humanos, por lo que pasarías a la historia, por lo que otros te verían como "el dios de...". Pero la tranquilidad y la despreocupación de Geb era otro nivel.

- Bueno... ¿Comenzamos? No podemos perder tiempo, después de esto, tengo que celebrar las bodas de mis hijos - él movió sus orejas contento - ¿Habéis elegido quién se casará con quién, o necesitáis mi ayuda?

Los hermanos, que no habían abierto la boca en todo el rato, se miraron entre sí. Fue entonces Osiris cuando dio un paso al frente para hablar, pero Serh se le adelantó.

- Si, padre - su cabeza de galgo no le impedía hablar correctamente - Isis se casará con Osiris, y Neftis se casará conmigo.

- Oh, interesantes parejas... ¿Puedo preguntar por qué?

- Isis es una mujer muy inteligente templada, como si hermano Osiris, solo que este, de bueno es tonto - Osiris le dedicó una mala mirada, disconforme con las palabras elegidas - Ella puede ayudarle con eso. Y Neftis se casará conmigo porque ella necesita protección y ayuda. Es tímida y débil. Yo soy el más fuerte aquí y la cuidaré de todo. Además, ambos tenemos las orejas de nuestro padre - señaló Seth enseñando sus colmillos con una sonrisa.

Geb escuchó todo lo que tenía que decir su hijo, sin dejar de sonreír. Pero no era una sonrisa de felicidad, era una sonrisa estática. Siempre estaba ahí, en lo bueno y en lo malo.

- Yo os hubiera emparejado al revés - confesó el padre, levantándose - Pero si habéis llegado a esta conclusión y estáis contentos y felices así, no tengo nada que cambiar. Ahora... Es el momento. Os iré llamando por el orden que... Me plazca.

Su nariz chata, parecida a la de un gato, se movía mirándoles, a la vez que sus orejas señalaban a los cinco, mientras caminaba despreocupadamente por ahí, bajo la nerviosa mirada de sus hijos.

- Isis... Ven, cariño.

La chica suspiró largamente, relajándose, acudiendo luego a la llamada de su padre, parándose frente a él. Aunque Geb era el padre, apenas aparentaba la misma edad que ellos. Era una diosa sencilla pero hermosa, ataviada con un vestido blanco sujeto con enganches azules, con el pelo largo y negro, en contraste con su piel blanca. Sin saber lo que tenía que hacer, sólo esperó alguna orden de su padre.

Geb la miró de arriba a abajo, con esa sonrisa tranquila que no significaba nada, casi adivinando en que pensaba.

- Tu madre está bien - le dijo de la nada - Se que estás muy unida a ella, pero está agotada y necesitaba descansar. Nut lleva una carga muy grande en sus hombros, y aunque se apena de no estar aquí hoy, sabe que las decisiones serán las correctas.

Él le apartó un mechón de su cabello, poniéndolo tras su oreja con afilada uña en sus dedos, sin hacerle daño, sacándole una sonrisa a su hija.

- Ahora solo... Respira hondo y relájate. Eres la mayor, Isis, da ejemplo a tus hermanos y a nuestro invitado.

Todos observaron atentamente como Geb ponía una de sus manos en la frente de su hija, estando así unos segundos. Luego la ponía sobre su corazón, sobre el esternón, en el vientre, y acariciando la columna de su hija. De su boca salían pequeños murmullos interesados por lo que encontraba, más semejantes a los de un animal que a una persona, terminando por girarla hacia sus hermanos, tocando con la punta de sus dedos las sienes de su hija.

- Una digna heredera de su madre - comunicó a los demás - Una diosa... Del cielo.

Sus dedos brillaron al contacto con las sienes de Isis, mientras ella abría más los ojos.

- Una diosa del cielo, una diosa madre, amiga de las mujeres y cuidadora de sus embarazos y partos. Dueña y señora del mundo, vigilante desde el cielo, de envidiable serenidad y constancia en sus actos. Esta... Es la diosa Isis.

Cada virtud que Geb veía en ella, se le otorgaba con un pequeño brillo en su cabeza, mientras la mujer sentía que por dentro, se llenaba de poder. De su trance y sus nervios la sacaron los aplausos de sus hermanos y el dios halcón, contentos por ella, además de un aullido de parte de Seth, contento.

Ayudada por la mano de su padre, bajo las escaleras con una tímida sonrisa, mirando a sus hermanos, de vuelta a tomar el brazo de su hermana pequeña.

- Ya ven que no duele ni da miedo, quiten esas caras - Geb se estiró hacia arriba, reprimiendo un bostezo - Chico, ven aquí.

Señaló con una de sus orejas a Ra, que miró a los otros antes de acercarse. Pensaba que sería el último, ya que al no ser hijo suyo, no tenía prioridad en ese lugar.

- Ra es tu nombre, ¿Cierto? - Geb no esperó respuesta, antes de agarrar su pico y abrirlo, mirando dentro sin ningún tipo de respeto.

Ra quiso responder, pero sólo se movió una lengua muy fina dentro de su pico. Geb se atrevió a agarrarla también y a sacarla mirándola, mencionando un "interesante". Eso hizo reír a Neftis. Geb no inspeccionaba a Ra como a su hija, solo toqueteaba sus plumas y agarraba sus pies en forma de garra de halcón.

- Un disco solar te quedaría muy bien en la cabeza - mencionó Geb como si estuviese urgando en las plumas de su cabeza - ¿Te gusta viajar? Vas a viajar mucho... ¿Calor o frío? Obvio que calor.

Geb no dejaba responder a Ra, y seguía investigandole, preguntando y respondiendo él solo como una vidente nerviosa, gustándole lo que veía. Cuando terminó, Ra se sintió un poco avergonzado por aquella invasión de su intimidad y cuerpo por parte de aquel dios desvergonzado.

- Te espera un futuro brillante, querido Ra - el dio una nueva risita aguda - Brillante como el mismo sol del medio día. No puedo darte mi poder creador y otorgador de la vida, pues no está en tu sangre, pero tendrás un enorme papel en el panteón egipcio.

Ra bajó la cabeza, sin poder hablar siquiera. No esperaba esas virtudes tan importantes, que Geb había descubierto en él y otorgado entre sus plumas sin siquiera darse cuenta, y ahora, incapaz de mirar a los otros hermanos, bajó las escaleras para irse apartado de ellos. Las dos chicas si iniciaron unos aplausos como a Isis, pero al ver que los dos varones no les seguían, pararon al poco. Se podía oler el descontento tanto de Osiris y Seth.

- Mi pequeña Neftis, me alegro que seas tan pura y humilde como para alegrarte de las virtudes de Ra - comunicó Geb mirándola.

Ella dio una sonrisa tímida, frunciendo los labios para no hablar, algo escondida tras la espalda de su hermana mayor. Tras un silencio largo e incómodo en el que Geb se aclaró la garganta, Isis tuvo que susurrarle a su hermana pequeña que subiera las escaleras, que era su turno.

Así, Neftis, de piel morena como su padre y orejas escondidas sobre su pelo, se acercó despacio con los brazos contra su cuerpo, sin mantener la mirada sobre la de su padre.

- Hum... - Geb olisqueó el aire, acercándose a ella.

Con curiosidad, olisqueaba cerca de ella, metiendo la nariz en el hueco de su cuello, haciéndola reír, o metía las manos entre su cabello salvaje como el de su padre, haciéndole cosquillas y haciendo reír. La risa de Neftis era poco usual, pero preciosa.

- Oh, huele a... - Geb olisqueó un poco más - ¡Huele a muerte!

Neftis dio un sonoro grito cerrando los ojos, cambiando su risa por esto, a lo que Geb solo pudo reír, igual que un pequeño zorro, abrazando a su pequeña hija contra su pecho.

- Hey, hey, cariño, eso no es nada malo. La muerte también huele bien...

Geb limpió los ojos de su hija, poniendo sus manos en sus hombros.

- Una diosa de la muerte no significa traer la desgracia a los vivos. Significa cuidar de sus almas cuando ellos mismos no puedan hacerlo. Ser diosa de la muerte y de la oscuridad te hace ser misteriosa como ninguna. Única como ninguna. Tendrás una magia sobre la vida de una forma que nadie entendería... Y puede que algún día... Se la pases a tu futuro hijo.

Neftis tragó saliva, mirando tímidamente a su padre. Cuando él acarició sus mejillas, ella pareció relajarse, más cuando terminó frotando sus hombros. Al bajar, sus hermanos si le aplaudieron.

- Osiris~

El dios se apresuró a subir. Seth levantó una ceja. No le gustaba que le dejaran el último, pero siempre dicen que lo mejor para el final. Por ello, levantó su largo morro negro, con orgullo, mirando a su hermano. A diferencia de los demás, Geb sólo le tocó a Osiris la barbilla, mirándole a los ojos.

- Oh, esto será rápido.

Geb dio otra risita, moviendo sus orejas.

- Aquí tenemos al futuro dios de la fertilidad~ - su nariz se movía a buen ritmo - Los humanos necesitan aprender agricultura y ganadería. Necesitan fertilidad. Te necesitan, Osiris. El don más buscado y querido... Es para ti.

El labio inferior de Osiris temblaba mirando a su padre. No se creía... Que la virtud más ansiada fuera para él.

- No pongas esa cara, Osiris... Parece que no te gusta lo que tienes en tu interior. Ahora, eres el encargado del río Nilo. ¡Ese río es lo mejor! Gracias a él, esta tierra tan seca y muerta puede llenarse de vida.

- No digo que no me guste, padre... Se que ser el dios de la fertilidad es... El mejor de los privilegios, pero... - él echó un vistazo a sus hermanos, en especial a Seth - Pensaba que eso sería para Seth... Aunque es el menor de los cuatro, es el más fuerte y valiente.

Seth, que estaba viendo aquello con el ceño fruncido y moviendo su cola molesto, alzó una ceja, levantando su morro interesado. No estaba de más que su hermano reconociera que no era el más digno de tener esa virtud, sino que lo era él. Pero la respuesta de su padre le oprimió el pecho.

- Osiris, no estoy viendo vuestros músculos ni midiendo vuestro valor. Estoy leyendo vuestra alma y vuestro corazón, y no tengo dudas de que podrás con esto. No te sientas mal por Seth, él también recibirá lo que le toca.

Tendiendo una mano al frente, hacia las escaleras, Geb invitó a su hijo a bajar y a volver con sus hermanos, mientras las dos chicas aplaudían emocionadas, y también el dios halcón. Seth dio una maldición entre dientes, bajando la cabeza, dando sólo un par de palmadas desinteresadas. En cuanto Osiris bajó el último escalón, Seth subió de un salto sin ser llamado, de todas formas, sólo quedaba él.

- Comparto la idea de Osiris, padre - le dijo delante de él, alzándose en sus patas traseras para parecer más grande e imponente - He dedicado toda mi vida a formarme como un buen dios, soy fuerte, robusto y rápido. Este cuerpo de animal, aunque sea de un perro delgado, lo he curtido entrenando y sacando lo mejor de mí para ser más fuerte. Ni siquiera mis orejas son flácidas, mis costillas no se marcan y mi mandíbula puede partir un árbol por la mitad. ¿Acaso el dios que traerá la vida no debe ser fuerte física y mentalmente? Osiris no lo es físicamente.

Geb movió sus orejas hacia todas partes, escuchando a Seth. Justo cuando parecía que iba a abrir la boca para decir algo muy serio, soltó un bostezo.

- Seth, eres mucho más grande de lo que pareces ahora que te veo a mi lado - dijo acercándose, teniendo que mirar hacia arriba por la altura del hijo menor.

- No conseguirás que me desvíe del tema con halagos. Con eso no se consigue nada - él desvío la mirada.

- ¿Ah, no? - Geb sonrió, echando un vistazo a la espalda de Seth, donde su cola se movía felizmente de un lado a otro, inconscientemente - En realidad estás muy contento de que lo reconozca y de que vayas a obtener tus dones.

- No estoy contento, estoy bien. Estoy normal.

La risa de sus hermanas le hizo molestar, mirándolas bajando sus orejas. Ellas le señalaron su cola, y él dio un respingo avergonzado, atrapándola entre sus piernas para que no se moviese ni le delatara. Luego evitó mirar a ninguno, por si se le veía la vergüenza en la cara.

- ¿Y bien? ¿No vas a tocarme o algo para ver mi corazón y mi alma? Quiero mis virtudes, padre, tenemos prisa. Hay dos bodas después.

- Ah si~ No lo he olvidado, ya empiezo a tener hambre... - él se relamió los labios - Y... No, no necesito siquiera tocarte.

- ¿Osea, que al pajarraco ese de ahí le has abierto el pico hasta verle el buche y a mí no me vas ni a ver mis garras, que son igual que las tuyas? - se quejó señalando a Ra.

- Exactamente - Geb sonrió inocentemente - Pero no por eso debes creer que no seré justo ni se te privará de lo que mereces. Te esperan varias de ellas, algunas muy únicas, Seth...

La punta de la cola de Seth se volvió a mover entre sus piernas, revelando lo feliz que estaba bajo su rostro estoico. Seguía a su padre con sus orejas mientras daba vueltas a su alrededor, internamente emocionado, y de tensó cuando se acercó a murmurar a su lado.

- La fuerza bruta... lo incontenible...

Seth sonrió ampliamente, enseñando sus colmillos. Esa virtud era obvio que sería para él, pues sus músculos y su fuerza no tenían rival en aquel panteón.

- El desierto... La sequía...

Su sonrisa se esfumó, mirando a su padre. ¿El desierto y la sequía? ¿En serio? ¡Era todo lo contrario a lo que quería! ¡El desierto apenas tenía vida y la sequía... No puede congeniar con la fertilidad! Geb se detuvo delante de él, mirándole con solemnidad.

- El caos y la violencia.

- ¡Me niego!

Su voz fue un grito y un desafío hacia su padre, dando un paso al frente. Tras eso, todo estaba lleno de un silencio tenso y angustioso.

- ¡No puedes darme esos dones! ¡Ni siquiera son buenos! ¿Cómo pretendes que pueda ser un buen dios para los humanos otorgándome todo lo que está mal?

- Los humanos no son seres puros y relucientes en virtudes, Seth - Geb hablaba tranquilo, aunque estaba viendo los colmillos del otro - Lo que está bien y lo que está mal va de la mano siempre, es sólo la otra de lo bueno. Existe desde siempre, y el caos es tan digno de ser llevado como el orden. Todo tiene cabida en esta vida.

- ¡Pero yo no quiero! - le volvió a gritar - ¡He sido un buen hermano, he cuidado de todos, he actuado como un hermano mayor cuando no me tocaba! ¡No puedes darme el caos y la violencia!

- Yo no te lo he dado, Seth - su voz fue más seca de lo normal - Está dentro de ti.

- No puedes saberlo... - él negó alejándose - Ni siquiera me has tocado... Ni siquiera me conoces...

- Solo queda aceptarlo, Seth - su padre se acercó a tocar su hombro, pero él se negó - Te digo lo mismo que le he dicho a Neftis con su virtud de diosa de la muerte; no todo es malo, es correcto en su justa medida. Ahora... - él se giró hacia el resto - Tenemos dos bodas que celebrar.

Seth se bajó de la zona elevada del trono de un salto, saliendo de ahí sin mirar a nadie. A diferencia de todos cuando recibieron sus atributos, nadie aplaudió a Seth.

*

E

sa misma noche, ambos matrimonios descansaban en sus propios templos. Isis y Osiris tenían el suyo, al igual que Seth y Neftis. Las bodas fueron sin complicaciones y por todo lo alto, pero sin que dure demasiado. Al día siguiente, los humanos aparecerían en Egipto, y su trabajo comenzaría.

Seth no había disfrutado de las bodas. Disfruto y sonrió, si, por Neftis. Su hermana y esposa pasó gran parte de la boda alejada de él, y Seth sabía que era porque sus virtudes le daban miedo. Ella pensaría que como estaba enfadado y era el dios de la violencia, podría atacarla... Nada más lejos de la realidad. Él la protegería y cuidaría... Tanto si ella quería como si no. Era su esposa, era una diosa de buen corazón, y no se merecía pasar miedo. Mucho menos de su mano y por su culpa.

En ese momento, Seth estaba en el balcón, mirando a la luna llena en el cielo. Neftis dormía, y él no podía. Seguía dándole vueltas a su mente y a su corazón, y aunque su madre si apareció en las bodas, con rostro cansado pero enamorada de sus hijos, le había dicho que sus dones eran hermosos, Seth no la creía. No veía nada hermoso en la violencia ni en el caos... Pero se estaba esforzando en ello.

Tal vez... Aceptarlo era mejor. Aceptar que era lo que tenía en su corazón, y ser el dios que todos esperan por toda la eternidad. No sirvió todo el tiempo que estuvo entrenando, no sirvió su buen trato con sus hermanos y con los demás, no sirvió ayudar. Su destino era ser un dios cruel... Y tal vez así podía ser feliz.

Al pensar eso último, Seth sintió que se le quitaba un peso enorme de sus hombros. Se sintió relajado y más liviano, casi podría decir que respiraba mejor. Ahora, la máscara de su corazón había caído; sería quién es al natural. Un ser malvado.

***************************************

Bueno, disculpen que haya sido un poco chapucero... Ais.

Lo que quería aclarar son dos cositas:

- La primera sería que muchas veces los atributos y virtudes de los dioses egipcios son variables allá donde los busques y en la época en la que los mires, así por ejemplo Osiris es un dios de la fertilidad pero también se le asocia la muerte. Aquí la muerte la tiene Neftis, pero en el sentido de cuidadora de almas y de diosa de la oscuridad en el buen sentido. Yo he dado los atributos repartidos entre los hermanos.

- La segunda es que en realidad Geb y Nut tenían cinco hijos. El quinto es un dios llamado Horus... Pero no el que conocemos. Este Horus el Viejo, es otro dios aparte, y lo he cambiado por Ra (que no es hijo de Geb y Nut) pero como aparece en la historia, lo he añadido en esta época.

Ahora, kit de apreciación de mi Geb porque me he enamorado por San Valentín de él xD





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