Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 25 - La propuesta por Britannia

Casi un mes sin actualizar, aquí la Zoba dando vergüenza xD

Bueno, ante todo quería dejar un pequeño aviso o advertencia de que en este capítulo tiene importancia el Rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda, al menos unos cuantos. Aún no controlo bien quién es hijo de quién, quién hermano de quién y todo eso, pero no creo haberlo hecho muy mal. En todo caso, si algún experto en la historia artúrica me quiere ayudar si tengo errores, lo agradezco en el alma.

Dicho esto, sigamos con un leve resumen de lo anterior:

*********************************************************

La Volund Evolucionada de Vlad acaba de hacer aparición: Hlökk es capaz de llamar/atraer los objetos que Vlad ha tocado hasta él, haciendo que el campo de estacas sea un lugar más peligroso que antes. Ahora el brazo de Seth está herido, pero eso no es nada para ese dios bestia del caos y la fuerza bruta. ¿Podrá Vlad seguir superando la oscuridad y usar bien el Volund Evolucionado, o por el contrario Seth será más rápido en destrozarle?

Mientras la pelea seguía, el dios Balder se estaba metiendo en la boca del lobo. Habiendo resultado herido junto con Hugin y Munin, fue rescatado por su hijo Forsetti, pero un par de dioses celtas siguen buscándolo por ahí. Si no han encontrado a Balder, ¿habrán encontrado algo interesante?

Sasaki Kojiro se encuentra mejor tras la charla con el Rey Ricardo Corazón de León, y ahora se encuentra listo para volver con Hrist y ayudarla con lo que necesite... y ella necesita urgentemente un Einherjer para combatir a Morrigan en el siguiente combate.

Todo esto sigue sucediendo mientras Mordred está suelto... y además un humano peligroso liberado de la prisión accidentalmente.

***********************************************************

Atentos al combate y lo que iba pasando en las cámaras de visión infrarroja, los que estaban menos acostumbrados a ello comenzaban a resoplar. Les dolían los ojos y la cabeza, sobre todo al Rey Edgar, que hacía crujir sus dientes enfadado, jugueteando más bruscamente con la daga entre sus manos, hasta que finalmente el Rey Arturo se la quitó rápidamente.

 - Basta - le dijo en un susurro firme - Te acabarás cortando un dedo.

 - Lo siento, Su Majestad... me pone un poco de los nervios esta situación...

 - Tú siempre estás de los nervios...

Lo dijo con un suspiro, cuando el rey legendario notó algo y se giró mirando a un pasillo. Un hombre de pequeña estatura, joven y con rostro preocupado, corría por el pasillo hacia ellos. Lo conocía bastante bien, tanto como para haberle dado su legendaria espada para devolverla a donde debía estar justo antes de morir.

Con el susurro de su nombre en su voz, se acercó hacia él acortando distancias, llegando el otro con un pequeño jadeo, susurrando algo apenado en el oído del Rey Arturo. Este se apartó mirándole confundido, pero el otro sólo asentía convencido, sin dejar de mover los pies nervioso.

 - Me marcho. Luego volveré.

Como una sutil orden hacia el rey Edgar que además le decía que no le siguiera, se marchó con su compañero a paso rápido haciendo volar su capa a su espalda. El Rey Edgar reprimió una mueca de desprecio, ahora tirando de la funda de su daga, pues el rey se llevó el arma. 

Las dos valkirias no se habían dado cuenta de que se había marchado, pues seguían enfrascadas en la pelea, pero Jack si se dio cuenta de todo, mirando por el rabillo de su ojo. Tras ver al rey solo, levantó rápidamente las comisuras de su boca con una mueca algo graciosa.

 - Ahora sí que va a estar insoportable... - murmuró muy por lo bajo refiriéndose al rey.

El otro giró los ojos rápidamente hacia él, como si hubiera podido oírlo, o estaba solo muy estresado, tanto para ahora tomar su espada y hacer lo mismo que hacía con su daga. Jack suspiró por lo bajo, negando, y volviendo a ver la pelea de su antiguo vecino de celda con su antigua valkiria.

*

Mientras tanto, por los pasillos cercanos entre la zona de dioses y humanos, los dos celtas caminaban sin mucha prisa... Bueno, Lugh, porque Morrigan no se había bajado de sus hombros, ya apoyada en la cabeza canosa de su amigo, acariciaba la pequeña coletilla que tenía en la nuca el otro, mirando de reojo a su alrededor.

- Podrían habernos dicho que ya encontraron a Balder... Podríamos seguir buscándole sin saber que ya está en la enfermería.

- Era más importante llevarse al chico - el celta caminaba en dirección a la enfermería - Querría ir a verle.

- Sí... A ti ese chico te cae bien, pero mientras que Eir esté atendiéndole, no puede haber nadie dentro. A saber que ha podido pasarle al chico... Habrá comido ensalada de muérdago.

- No es tonto para acercarse al muérdago... Se habrá ido sonámbulo y puede que esté inconsciente. Ahora no le dejan dormir para que no tenga sueños premonitorios sobre el Ragnarok y su desenlace, igual que tú, Morrigan, tienes prohibido ver el futuro.

- Con lo que me gustan los spoilers... - ella suspiró aburrida - Lo bueno es que Odín tampoco puede.

- Parece que te gusta que Odín tenga dificultades y retenciones - Lugh levantó la mirada a verla.

- No le caigo bien. Desde nunca - ella sonrió orgullosa - Y me parece demasiado estricto. Odio a las personas estrictas.

- Puedo darte varias razones por las que no le caes bien a Odín... - Lugh levantó las manos para contar con los dedos - Primero porque...

- Paraparaparapara - ella se agarró desde arriba al marco de una puerta, agarrando con sus piernas los hombros de su amigo, mirando hacia otra dirección a dónde iban - ¿Qué tenemos por allí? Algo interesante en mi punto de mira...

Ella estaba mirando al fondo del pasillo, donde dos caballeros de la Mesa Redonda, el Bedevere y el propio Rey Arturo, avanzaban a paso veloz haciendo volar sus capas, en busca de su sala propia donde se reunían a hablar. Mientras, ambos celtas los veían desde lejos, Lugh alzando una ceja sin importarle demasiado, Morrigan con una enorme sonrisa de lagarto que había aprendido de Loki. Siempre que tramaba algo malo, ponía esa cara, frotando sus manos suavemente.

Sacó sus piernas de los hombros de su amigo y se dejó deslizar hasta la mitad de su espalda, acercando su cara a la del otro frotando su mejilla con la suya. Era su manera de dar besos, igual que si fuera un animal, más bien un gato, restregando su cara por la suya, aunque luego acababa con la cara irritada por la barba del otro. 

Luego siguió deslizándose espalda abajo hasta poner sus pies al suelo, yendo por el pasillo tras los caballeros a trote lento dejando tras de sí una risita malvada.

- No te metas en líos - el celta sabía que no podía frenar esos ataques de maldad que le daban - No los mates...

- Ya veremos, ya veremos, no prometo nada.

Ella no se giró al contestar, dejándole ir a la enfermería mientras se ella se iba a hacer lo que más le gustaba: molestar y joder al personal.

*

Una vez dentro de la sala, Bedevere cerró el gran portón tras de sí. Al girarse, una sala alargada con una gran mesa rodeada de tronos estaba en el centro. No era la famosa Mesa Redonda, regalo del suegro del Rey Arturo por la boda con su hija Ginebra, sino que está era más alargada, pero todos podían verse a los ojos sin mover demasiado la cabeza. Ya había ocupados varios asientos con otros caballeros, casi tantos como había vacíos.

Sir Gawain, Sir Percival, Sir Galahad, Sir Kay y Sir Tristán estaban sentados, uniéndose Sir Bedevere a ellos, dejando el trono mayor al Rey Arturo. Este echó un vistazo a la mesa, caminando despacio y observando los rostros serios de sus compañeros, antes de sentarse al lado de su querido sobrino Gawain.

- No estamos todos... - dijo viéndoles - Lancelot, Gareth, Gaheris, Lamorak, Pellinore...

- No conseguí encontrar a Sir Lancelot... - se excusó Bedevere con el rostro pálido - Él de ha vuelto un poco distante con nosotros...

- De mis hermanos tampoco hay rastro - Gawain no movió su mirada azulada de la mesa en ningún momento, frotando las palmas de sus manos lentamente con los codos en los reposabrazos.

- Y sobre los dos últimos tenemos que hablar - la voz grave de Sir Kay era más madura que la del resto - Sir Bedevere fue el último en verles. Por favor, contad pues, al rey Arturo, lo mismo que nos contaste entre jadeos y nervios hace un rato, ahora que pareces más calmado... Pero igual de pálido.

Todas las miradas se dirigieron a Sir Bedevere, y este, sintiendo la presión sobre sus hombros, emitió un pequeño gemido casi inaudible tragando saliva, echándose hacia atrás en su trono intentando alejarse de la intensidad de esas miradas.

- Bien... Contaré lo que vi, mi rey, jurando por mi honor que ninguna mentira ni ninguna invención saldrá de mi boca en este relato.

El rey Arturo se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y el mentón sobre el dorso de sus manos entrecruzadas, frunciendo el ceño suavemente con seriedad. Tras su atención, comenzó el relato.

- Hará escasas horas que había hablado con Sir Gawain, quedando con él para bajar a las gradas humanas para ver juntos el primer combate, pese a que ambos somos Einherjer y deberíamos estar en el Jardín con los demás.

Sir Gawain confirmó eso asintiendo con la cabeza.

- Queríamos el placer de estar rodeado de humanos sin resaltar demasiado, pues todos estarán concentrados en el combate.

- Quería también hablar con Sir Lamorak por si quería acompañarnos - continuó el joven - Y fui en su busca... Una búsqueda que duró casi los tres primeros combates por toda la zona humana del Valhalla.

- ¿Os perdisteis los combates que queríais ver? - preguntó el rey.

- Sí, pero no importa - Bedevere negó levantando las manos con una pequeña sonrisa - Habrá más...

Miró de reojo a una pantalla en la esquina, que estaba mostrando el cuarto combate, pero estaba silenciada por ellos con un mando. Lo estaban viendo mientras esperaban a la llegada de los caballeros que faltaban.

- Continúa - le animó el rey Arturo con una mano al chico enfrente suya.

- Bien... El caso es que escuché la voz de Sir Pellinore dentro de una de las habitaciones, gritando y maldiciendo sobre su hijo Sir Lamorak, el cuál estaba a su vez contestando también enfadado a su padre. Estaban discutiendo pero no escuchaba bien cuál era su tema de disputa. Al acercarme a la puerta y querer llamar, escuché el sonido del acero de sus espadas chocar contra sus fundas, desenvainando.

- ¿Sir Pellinore y Sir Lamorak sacando sus espadas en una disputa? - preguntó el rey Arturo - ¿De que discutían? ¿Qué escuchaste indiscretamente tras la puerta?

Sir Bedevere se sonrojó un poco desviando la mirada.

- No era mi intención espiar y escuchar conversaciones ajenas, su Majestad... Juro que quise poner atención al ver que ellos se ensalzaban a insultos y amenazas; si no, hubiera llamado a la puerta e invitarles a bajar a las gradas con Sir Gawain y conmigo. Siguiendo el relato, cuando escuché el primer choque de aceros entre las espadas, golpeé la puerta intentando llamar su atención y detenerlos, gritando sus nombres después.

- ¿No se detuvieron?

- No lo hicieron - él negó apenado - Quise creer que no me escucharon y volví a repetir el proceso, pero apenas duró la disputa unos segundos más al escuchar silencio. Al seguir sin responder, agarré el pomo de la puerta, pero estaba cerrada desde dentro.

- Un momento, un momento... - Arturo levantó una mano para callarle - ¿No era ninguna de sus habitaciones?

- No, su Majestad... Fueron los primeros lugares que revisé buscándoles, pero no estaban ahí. El cuarto no era de nadie, era una pequeña sala de reuniones aislada donde estaban.

- Que raro... - murmuró el rey desviando la mirada - Estaban como... Escondidos donde no pudieran molestarlos

- O donde no pudieran encontrarlos - Sir Gawain interrumpió los murmullos de su tío.

- ¿Qué quieres decir? - preguntó su tío Arturo mirándole.

Sir Gawain hizo un gesto hacia Bedevere, indicándole seguir y explicarse.

- Con el silencio y con la puerta cerrada sin que me contestasen, entré un poco en pánico forzando la puerta - él suspiró reuniendo valor para mirarle a los ojos - Di una patada a la puerta abriéndola con un golpe sordo, entrando a la sala, dándome el tiempo justo para ver el último instante de vida tanto del padre como del hijo antes de desvanecerse con el particular brillo de la muerte en este mundo.

Tras la confesión de Sir Bedevere de las muertes finales de Sir Lamorak y Sir Pellinore, bajó la mirada a sus rodillas, apenado. El resto se giró a ver al rey Arturo, aquel que acababa de enterarse de la historia en ese momento. Este se levantó empujando el trono de madera a su espalda, comenzando a caminar de un lado a otro con rapidez, golpeando el suelo a pisadas más fuertes de lo normales, pensando a gran velocidad. 

Sir Bedevere había casi presenciado la muerte de dos de sus caballeros en una pelea ensalzada, pero ¿Por qué? ¿Que motivos tenían para acabar así? Era un trago difícil de aceptar que ahora dos de sillas de quedarían vacías, dejando el recuerdo de dos grandes hombres. La gran emergencia de Sir Bedevere era comunicar la inesperada muerte de ellos dos. Ante el silencio del rey Arturo, Sir Kay miró a Sir Bedevere.

- Pon en la mesa lo que encontraste allí.

Sir Bedevere suspiró dándose ánimos, sacando un largo objeto envuelto en un paño, dejándolo en la mesa. El Rey Arturo se acercó a ver en silencio, mientras que retiraban el paño color marfil con bordado a mano, revelando las dos espadas de ambos caballeros dobladas y entrecruzadas entre sí, de forma que la punta de cada espalda estaba atravesando la espalda contraria.

El Rey Arturo se acercó más, poniendo las manos en la mesa, sin dejar de observar las dos espadas pero sin tocarlas.

- Es obvio que esto pasó después de que murieran - comentó Sir Kay - Sir Bedevere les escuchó pelear con sus espadas pero luego acabaron así en breves instantes. Es imposible usar las manos para doblarlas así y a la vez atravesarlas mutuamente. Esto es magia, mi querido hermano y rey.

Puso una mano en su hombro con una palmadita, levantándose de su trono también. Sir Kay parecía que era el más tranquilo de todos los presentes, pues el resto permanecía en absoluto silencio notando la tensión en el ambiente que emanaba del cuerpo del rey Arturo observando las espadas. Un padre y un hijo habían muerto a la vez, y sus espadas quedaron atravesadas entre sí. Era un mensaje de odio, un mensaje que Arturo estaba captando muy bien de cómo fue su final en vida, apretando los puños hasta hacer temblar sus manos, y finalmente tuvo que aliviar la tensión propinando un golpe sobre la mesa con ambos manos a la vez. Luego, con ojos fieros, se dirigió rápidamente hacia la puerta de salida rodeando la mesa.

- ¿¡A dónde va?! - Sir Kay le preguntó en voz alta, exigiendo saber.

- ¡A por ese bastardo de Mordred! - contestó en el mismo tono en que se le preguntó.

- ¡Quédese quieto, su Majestad! ¡Los aliados de cualquier guerrero son el tiempo y la paciencia!

- ¿¡A que esperar?! - él se detuvo girándose enojado - ¿A que busque la muerte de nuestro padre a tus manos? ¡Estoy bastante seguro que está haciendo todo esto acompañado de Morgana!

Los demás miembros se levantaron de la mesa acercándose a él, algunos frotando su frente y sienes.

- Cálmate, querido tío... - pidió con voz tranquila Gawain - Todos hemos llegado a la misma conclusión que tú... Pero debemos ante todo actuar con templanza, honor y seguridad. Es lo que me has enseñado desde que llegué a ti.

Él le dio una palmada cariñosa al brazo de su tío, dándole una sonrisa amarga al rostro tenso y fruncido de su tío Arturo, haciéndole solo desviar la mirada. Sabía que su sobrino tenía razón, y dio un resoplido frustrado poniendo las manos en sus caderas, calmándose, y viendo los rostros de los caballeros que tenía ahora a su lado, al lado de la puerta.

- Está bien... Está bien, tenéis toda razón... - él cerró los ojos - Mis disculpas, mis caballeros, pues me poseyó la venganza y el odio.

Ellos se relajaron también, asintiendo ante él, y sobre todo Bedevere, que era el más expresivo, y sonrió más tranquilo al ver que no tenía que correr detrás de él a intentar evitar una locura contra su hijo Mordred y contra Morgana.

- Lo primero será hacer grupos y hacer lo posible por encontrar a los caballeros que faltan, sobretodo a los hermanos de Gawain, pues su padre, mi cuñado Sir Lot sigue por ahí. No queremos que se repita esto de nuevo. Con Sir Lancelot... Deberé ocuparme yo en caso de encontrarle. Y con el resto, hacerles saber, a Sir Bors y compañía. Que todos estén alerta, grupos de mínimo tres caballeros y siempre cerca de más Einherjer, y si no, alerta. No les estamos poniendo en peligro con esto, estamos evitando quedarnos aislados.

Todos asintieron a la vez, dejando la sala en un silencio sepulcral frente a la seriedad del asunto y las órdenes del legendario rey. Un impoluto silencio lleno de honor y seriedad, sólo perturbado por el suave sonido de masticar algo duro y crujiente, que hizo que todos se girasen con lentitud hacia la gran mesa del centro donde habían estado sentados unos minutos atrás. Sentada sobre la mesa de madera con los pies colgando, una mujer con capucha estaba comiendo algo que tenía en su bolsillo atenta a ellos. Al ver que terminaron, dio unos aplausos con una sonrisa bastante alegre.

 - Qué bonito es ver que después de tantos años todavía tienes aquí a tus seguidores, Arturito, aunque veo ausencias importantes...

La diosa se echó un poco hacia atrás apoyándose en sus manos, revelando su rostro bajo la capucha y su torso con poca ropa, además de su sonrisa maliciosa.

Los caballeros tensaron su mandíbula mirándola directamente a la cara, reconociéndola. Si fuera cualquier otra persona, lo primero sería preguntarse cómo entró, pero al ser una de sus Antiguos Dioses, permanecieron en silencio y alerta para ver qué era lo que tanto entretenimiento le causaba a su intrusa. Así pues, el rey Arturo, aquel al que se dirigió ella, dio un paso al frente para dar la cara.

 - Así puedes comprobar por ti misma, Morrigan, la fidelidad de mis caballeros pese al tiempo.

 - De algunos, al menos - ella sonrió mirando a las sillas alrededor que no habían sido usadas - Te he visto correr aquí junto con tu adorable caballero Berebere y supe que era muy buena idea venir a ver vuestros chismes. Me encantan todos los chismes que rondan por aquí, sois lo mejor que tenéis. Este traiciona a este, el otro se enamora de quien no debe, luego hay cuernos, muerte, acción, destierro...

 - Es Bedevere - corrigió el rubio - ¿Has venido sólo en busca de chismes? Seguro ya has escuchado todo lo que quieres y sabes tanto como nosotros - él avanzó hacia ella, lento pero seguro.

 - O más~ - ella se bajó de un saltito de la mesa, caminando hacia él, poniendo un pie justo delante del otro, caminando de una forma más desafiante así, pero con su sonrisa juguetona.

Con su suave caminar de ambos, sin dejar a mirarse a los ojos, una sonriendo y el otro serio, ahora con lo que la diosa dejó al aire. Al llegar a una distancia prudencial, ambos empezaron a caminar a su derecha, acabando caminando en círculos como dos fieras que se miraban mutuamente. Con esto, el resto de los caballeros se movieron lentamente hasta rodear a ambos en un círculo muy ancho, protegiendo así de alguna manera a su rey, ya que en todo momento podrían protegerle de algún ataque en cualquier dirección y a su vez atacar a la diosa. Aunque no pudieran hacerle daño ni matarla, podrían ganar tiempo o despistar para que fuera el turno de la Excalibur.

 - Sabes más, pues. Entonces... ¿te interesa un trato? - preguntó el rey sin dejar de mirarla.

Los ojos de todos los caballeros se posaron en el Rey Arturo con el ceño fruncido. Regla número 1 que aprenden todos los que topan con Morrigan: no se hacen tratos con ella.

 - Siempre me encanta compartir lo que se... pero si no me caes bien, pongo un alto precio - ella amplió su sonrisa - Pero en este caso no vine a ofrecerte conocimiento ni trato, por mucho que me guste.

 - ¿Acaso no tengo nada que quieras para que me digas lo que sabes de Mordred y Morgana? - él alzó una ceja, sin creérselo demasiado.

 - Claro que tienes, un rey como tú tiene muchas cosas guays... pero te repito que no quiero ahora mismo. He venido a expulsar un poco de mi veneno y finalmente... seré yo la que te haga una propuesta.

Todos los caballeros fruncieron el ceño, incluido el propio Arturo. Todos sabían que ella era peligrosa, que todo lo que se dijera en su presencia lo guardaría en su rencor, y que además, si quería escupir veneno, quería humillar y molestar al rey. Aunque la llegada de la diosa no era esperada, el rey Arturo también podía decirle un par de cosas bastante cargadas de veneno. Es más, iba a empezar él.

 - ¿Acaso tiene derecho a expulsar veneno una Antigua Diosa celta que actualmente y hace dos mil años se une amistosamente con los nórdicos? ¿Acaso no eres consciente del daño que han hecho los vikingos a Britannia?

 - Perfectamente, mi querido Arturito, y me ha sorprendido que lances el primer disparo de veneno, no lo esperaba - ella se colocó un mechón tras la oreja - A ti lo que te duele son los saqueos de los vikingos a los monasterios y a los castillos. A ti no te importa que haga nada con los nórdicos porque cuando tú llegaste a ser rey, apenas quedaban unos pocos druidas y druidesas en nuestras tierras. Los Dioses Antiguos nos marchamos y nos llevamos consigo la magia... dejamos que tú y los tuyos se quedaran bajo el mando de aquel que llamáis Dios Único. Que vergüenza de religión. No culpes a los dioses celtas de sus relaciones con los nórdicos, porque cuando el Dios Único llegó finalmente a nuestras tierras... nosotros ya abandonamos esa tierra. Ahora somos dioses que reinamos sobre todas las almas que yo, Morrigan diosa de muerte y la destrucción, he recolectado toda mi vida. El daño que hicieran los vikingos a Britannia... ya es asunto de los tuyos.

*Por Dios Único entendemos a cómo se dirigían en esa época al dios cristiano para diferenciarlo de los dioses celtas.

 - Entonces fue bueno que ese dios llegase a las islas, nos repelería de dioses como tú, ya que al ser único, no acepta otro en su territorio. No somos politeístas... aunque todo cambia cuando mueres y llegas aquí.

 - Te han enseñado cosas feas de mí, lo entiendo. De ti se enseña todo lo bueno y lo bonito. Personalmente es más lindo ser politeísta, es menos egocéntrico. Hay dioses hombres y mujeres... pero tanto tú como yo no queremos entrar a ese tema de conversación, ¿verdad?

 - No es un tema malo. Es mi religión y creencias - él siguió caminando en círculos con ella, con una mano en su cintura, cerca de la funda de su espada.

 - Tu religión y creencias se dedicaron a masacrar a los últimos druidas - ella lo dijo con voz afilada - Pasasteis de respetarlos a tenerles miedo... y por eso les hacíais caminar por brasas y luego los dejabais morir en el bosque, entre otras asquerosas cosas. Todo menos... al último druida... 

La tensión en la mandíbula de Arturo le estaba indicando que se estaba callando más cosas de las que quería, pero tratando con una víbora como Morrigan, todo lo que dijese podría ser usado en su contra. Eso no quitaba que Morrigan fuera una de las menos... queridas en su época. Y hablando de ella, Arturo se dio cuenta que la diosa ya no le desafiaba con la mirada, sino que la tenía perdida en otro punto enfrente de ella, caminando más despacio.

 - Me duele en lo que se ha convertido mi hogar... me duele en lo que se ha convertido Britannia. Espero que tú también sientas pena por los bosques perdidos... por los ríos contaminados... por los castillos que han acabado siendo un hito en el camino... y siente pena de ti mismo al ver que sigues apoyando y defendiendo a tus herederos y descendientes actuales... mil años después del primer Ragnarok... el mundo da asco. ¡Las islas dan asco! ¡Los humanos dan asco!

Le escupió las palabras con el brillo dorado de sus ojos pareciendo fuego, apretando los puños y deteniendo su camino, teniendo a su espalda la mesa de la habitación. Bien era sabido por casi todos ellos que Morrigan no compartía su amor por los humanos, salvo discretas excepciones como podían ser por ejemplo el hijo de su amigo Lugh, Cuchulainn, a quien ahora mismo consideraba un sobrino... que bueno, era un semidiós. Antes de que Arturo abriese la boca, Morrigan abandonó ese pequeño círculo de enfrentamiento que tenían, bajando la cabeza con algo de pena, sentándose en el borde de la mesa con un suspiro.

 - ¿Cómo un rey permite que su reino siga cayéndose hasta la perdición...?

 - Porque ya no soy su rey.

La respuesta fue dura tanto de decir como escuchar. El Rey Arturo seguía mirando a la diosa, con el rostro más relajado, pues parecía que los ataques habían terminado. Cierto era, él ya no era rey de ese lugar, ahora seguía siendo una sombra más en el pasado de esas islas, una leyenda, un mito, unos cuadros y unas historias que cada día se hacían más fantasiosas para entretener a los demás.

 - Duele decirlo, ¿eh? - ella sonrió de nuevo de manera juguetona - Aquí todos te siguen respetando, es como si el tiempo se detuviese, aunque ingresan humanos nuevos todos los días, cada uno puede vivir como vivía antes. Todo cae en la decisión de un rey sobre qué hacer con su pueblo porque es su máximo representante. Con nosotros, los dioses celtas, los Tuatha de Danann, era mejor. Un rey siempre esta por y para su pueblo, y gobierna acompañado de un druida o druidesa. Esa tradición te gustó y la has mantenido, ¿eh, Arturo? - ella suspiró feliz, cerrando los ojos - Estábamos siempre cerca de los humanos, les dimos magia y poder, igual que la diosa madre Dana hizo con nosotros, y éramos un buen pueblo... un pueblo que acabará resurgiendo de sus cenizas.

La última frase de Morrigan ardía en pasión, y levantó su mirada al rey Arturo, que empezó a caminar acercándose desafiante a ella.

 - No vamos a permitir que los dioses ganen este Ragnarok - amenazó entrecerrando los ojos - No lo hicimos hace mil años... no lo haremos ahora.

 - De reina a rey, Arturito... - ella suavizó su voz con una sonrisa coqueta - Ambos sabemos que es lo mejor... 

Ella se levantó, acercándose demasiado y pasando por su lado muy cerca, acariciando con su mano su armadura desde el vientre a la espalda pasando por el costado, y el rey se llevó rápidamente una mano a la funda de Excalibur para que la diosa no la tocase, si era eso lo que buscaba. Pero Morrigan acabó su vuelta, mirándole a los ojos sonriendo tranquila.

 - Si cierras los ojos y recuerdas cómo era todo... bosques vírgenes, agua de cristal en los ríos, aire limpio... ¿No huele a Britania? A mí me huele a Tyr Na Nog... a mi tierra, siempre joven y pura, llena de magia - ella elevó sus manos, haciendo aparecer con una niebla negra de su magia la forma de las islas en el aire, como si fuera un mapa delante del rey -  Cuando los dioses ganen este Ragnarok... ten por seguro que volveré junto con el resto de los dioses, y todo volverá a ser como era... sin humanos. Perfecto. Es inevitable que un dios tenga algún día la gran idea de crearlos... o surgirán de la nada, como las ratas de la paja, como antiguamente se decía. Pero yo misma... la Gran Reina, me encargaré que esos humanos convivan bajo las leyes que los dioses pondremos y nunca habrá problemas. Piénsalo, no está tan mal.

Parpadeó varias veces con una bonita sonrisa, volviéndose a sentar enfrente suya en la mesa sin dejar de mirarle. El rey tenía que procesar muchas cosas de las que le había dicho, pero no podía caer en el embrujo de las bonitas y suaves palabras de Morrigan, pues igual que sabía escupir veneno con odio, sabía inyectarlo lentamente hasta hacerlo placentero. No por algo también era en parte, diosa del amor pasional, y era capaz de hacer despertar algo en los hombres si los miraba de cierta manera como bien sabía ella, mientras se acomodaba en una femenina postura en la mesa. 

Tras unos segundos, el rey Arturo dejó de mirarla cerrando los ojos y sacudiendo la cabeza, frunciendo el ceño y mirándola con dureza, acercándose y señalándola con el dedo.

 - Si piensas que puedes embaucarme con tus trucos amorosos estás muy equivocada. No eres para nada la clase de mujer con la que querría estar.

 - Si no supiera cómo es Morgana físicamente, te creería - ella se miró sus uñas negras despreocupadamente -  Nos parecemos mucho físicamente, ¿a que sí?

El rey Arturo apretó los dientes enojado, moviendo un brazo delante de ella indicando que abandonase ese tema. Era divertido para Morrigan irritar al rey... no todos los días podía hacerlo y además beneficiarse de todos esos malos sentimientos y emociones que provocaba en él para hacerse más fuerte.

Antes de que él se alejase más, Morrigan tendió velozmente una de sus manos agarrándole por el cuello de la armadura, acercándole de golpe a ella, mirándole fijamente. Todas las manos derechas de los caballeros estaban agarrando ya las empuñaduras de sus armas por lo que pudiera pasar a continuación.

 - No he dicho que esto haya acabado - le comentó sonriendo, mirándole fijamente - Después de lo que te he dicho... ¿Sigues empeñado en defender a la humanidad? ¿No te seduce mi idea de futuro que haré con la tierra celta?

 - En absoluto.

Con un movimiento rápido de su mano, arrancó la de Morrigan de su armadura, mirándola con frialdad desde sus ojos azules, haciendo sólo que ella sonriera más, satisfecha.

 - Ahora es cuando llega mi propuesta... - ella echó sus hombros hacia atrás, sentada en el borde de la mesa, lamiéndose los labios - Y es... que seas mi rival en la quinta ronda del torneo.

Los sonidos de impresión murieron en la boca de los caballeros antes de dejarles salir, por orgullo y respeto, mantendrían el silencio mirando a Arturo, que había abierto más los ojos impresionado por la propuesta de la diosa, mientras ella ampliaba su sonrisa al conseguir impresionar al rey. Luego puso un gesto de naturalidad.

 - Vamos, sería una pelea memorable. La Gran Reina Espectral, Morrigan, contra el Legendario Rey Destinado Arturo. Una pelea entre dos reyes, celta y humano, por el futuro de nuestra tierra. ¿No es acertado y emocionante?

Ella echó un vistazo encima de su cabeza, donde el mapa de las islas que creó con su magia, y además un trozo de Galia (Francia) aparecían ahí, indicando que ese era todo su territorio, y además había una nueva isla encima de Irlanda: Avalon.

 - Quiero un rival digno y poderoso. No quiero cualquier humano al que pueda matar con mi magia en un momento. Necesito a alguien que aguante mi poder destructivo, alguien que me haga emocionar y excitar en un combate, que me haga experimentar la sensación de que puedo morir como Zeus... aunque eso es realmente difícil - ella sonrió con suficiencia - Y por eso pensé en ti hace un rato al verte... sí, estaría contenta con eso. Quiero que me hagas sonreír igual que lo hizo Thor en sus combates, que me des la batalla de mi vida como sucedió con Shiva... - la emoción de su voz fue aumentando al recordar esos detalles - Y tú y tu querida Excalibur, más con la ayuda de una valkiria... oh, creo que me estoy emocionando demasiado...

Ella soltó una risita juntando las piernas y moviendo los pies, abrazándose suavemente. Luego volvió a mirarle, con sus ojos dorados brillando bajo la sombra de su flequillo y la capucha.

 - Entonces, Arturito... ¿Aceptas mi propuesta por Britannia?

Ella tendió su mano derecha hacia él, ampliando su sonrisa de una forma brillante y emocionada, mirando a sus ojos azules. Antes siquiera de lo esperado, la mano enguantada del rey humano había estrechado la de la diosa, dando un apretón y una pequeña sacudida.

 - Así será - él la miraba fijamente - Si puedo librar este mundo de tu maldad y de que no estés en el futuro de Britannia, lo haré. Por supuesto que lo haré.

 - Huy, huy huy... eso de "liberar este mundo de mi maldad" suena muy personal... - acompañó eso con una sonrisa, además de que sus ojos se hicieron un poco más pequeños, sonriendo ahora más, dando una pequeña expresión de locura ahora que se había salido con la suya - Ahhh claro... ya se por qué... Tara, ¿cierto?

 - Tú eras la que lo planeaba todo. Quieres matar incluso a los dioses que son buenos - él apretó la mano de la diosa en la suya, tanto que haría daño a cualquier humano.

 - No soporto a Tara, si quieres saber la razón. No soporto a los dioses que aman a los humanos... eso les hace débiles. Desaparece su esencia de ser supremo. ¿Te encariñaste con ella? Pero que dulce y lindo es Arturito...

Movió su otra mano hacia la cara del otro, con la intención de tomar su cachete como a un niño pequeño, pero él lo impidió golpeando su mano con la otra suya con un notable enfado. Luego, soltó la mano que le daba a la diosa, alejándose de ella. Eso sólo la hizo reír.

 - Qué bien que lo voy a pasar destrozándote, Arturito... - ella sintió un pequeño escalofrío de placer - Cómo saque mi pequeño lado sádico al aire... no pienso dejar nada de ti para que tu querida diosa multicolor pueda sanarte. Ahora me voy... no os quito mas tiempo. Tengo que ir a ver cómo está mi cuñado y mi pareja antes de volver a verte a ti en la arena... una pareja con la que finalmente reinaré en su mundo y en el mío cuando finalmente nos unamos.

Dejó eso con una risa sonora y divertida viendo los hombros del rey temblando con rabia, antes de que ella se convirtiese en un cuervo tras una pequeña nube de humo, volando por la habitación antes de precipitarse hacia la puerta y atravesarla aún incluso estando cerrada, dejando tras de si unos pequeños restos de magia negra en el aire.

Cuando se marchó, dejó tras de si toda la sala en silencio con el recuerdo de su risa en el aire, con el resto de los caballeros mirando la espalda del rey. Había respirado profundamente dejando su rabia de lado, sabiendo que ahora tenía que estar concentrado. Levantó la mirada hacia la puerta, calmado y sereno.

 - Todo lo que hemos hablado sigue en marcha, salvo que ahora no iré a buscar a Sir Lancelot. Sir Kay, te encargarás de eso - le señaló fugazmente, viendo de reojo como este asentía - Yo tengo que ir a hablar con la valkiria mayor para decirle que seré el siguiente.

**************************************************************************************

Y así acaba este capítulo :3

El próximo tendremos más continuación del combate con su correspondiente gore más el flashback de uno de los participantes ^^

¡Nos vemos pronto! ^^

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro