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Capítulo 2 - La bestia de Uruk

 - ¿Hacemos una porra? - preguntó Loki a su compañera de trono - ¿Cuál de esos dos te gusta más? ¿Con quién vas? - dijo metiendo la mano en el bol de palomitas.

 - No me preguntes cuál me gusta más... - ella sonrió - Me gusta el poder... me atraen los hombres fuertes y poderosos... y también los pelirrojos - Le quitó de la mano la palomita que iba a comerse él, siendo para ella - Ambos son un deleite para mis ojos... pero tengo favorito, claro.

La diosa dio una pequeña risita mientras se comía lo que le había robado a Loki, sonriendo ladinamente. Ambos compartían esa sonrisa que daba mala espina. Luego ambos se pusieron el uno al otro el dedo en los labios, indicando silencio, que el combate iba a comenzar.

En la arena de batalla, después del sonido del cuerno de Heimdal, indicando oficialmente el inicio de esa pelea y todo lo que vendría después. Si el combate de hace mil años comenzó con ambos mirándose fijamente y caminando el uno hacia el otro, este fue distinto, pues Enkidu se lanzó directamente hacia Thor con su lanza preparada. No le importaba su fuerza, no le importaba medirse. Él no buscaba a alguien más fuerte, buscaba pelear contra dioses déspotas y egoístas, dioses a los que no les pesará en la consciencia el maltrato hacia los humanos.

Enkidu no destacaba precisamente en velocidad, sí que era partidario de la fuerza bruta de sus músculos y también del manejo de su arma, además de su cabezonería, y en realidad no le había ido mal en la vida con eso. Habiendo lanzado directamente una estocada contra el pecho desnudo de Thor, este no había cambiado en absoluto la expresión de su rostro, comprendiendo que Enkidu no quería medir su fuerza con la suya. Que decepción se llevó... desde luego, no habría otro como Lubu.

Rechazando el golpe que iba directo a su pecho con un manotazo con el dorso de su mano derecha, desviándolo hacia afuera protegido por sus guantes, hizo girar su mano para agarrar la lanza en la zona de la madera cuando la punta pasó de largo, aprovechando el impulso del ataque para estar más cerca de Enkidu, sosteniendo su lanza para que no escapase, levantando su mano izquierda donde tenía el Mjolnir para dejarlo caer con un golpe directo a la cabeza de Enkidu, pues estaba a una distancia perfecta.

Habiendo dado un tirón Enkidu para recuperar su arma y notar la fuerza del agarre del dios, viendo el ataque que iba directo a su cabeza, optó por aquello que se le daba mejor: continuar con su ofensiva.

En vez de retroceder o escapar soltando su arma, avanzó otro paso adelante, agarrando la muñeca de Thor con su mano derecha tensando su brazo, impidiendo que siguiese, pues Thor solo dejaba caer el martillo sin aplicar más fuerza que la de su propio peso, por lo que pudo detenerle. Ahora, a menos de un paso de distancia de Thor y teniendo ambos agarradas y contenidas sus armas, se miraban fijamente, siendo Enkidu una cabeza más alto que Thor. No pasó apenas un segundo que fue el representante humano quien tomó el primer impulso propinando un fuerte golpe con su propia frente hacia la del contrario, demostrando que su cabeza era muy apta para ello, además de los dos cuernos negros que adoraban su dura cabeza.

 - ¡Y ahí lo tenemos! - exclamó Heimdal - ¡El primer golpe certero lo recibe Thor con un cabezazo directo a la suya, pero no retrocede ni suelta la lanza de su rival!

Pero lo que no sabía Enkidu, es que no le convenía acercarse tanto a Thor... pues cuando su guante izquierdo empezó llenándose de una pequeña corriente eléctrica, apenas le dio tiempo a Enkidu procesar lo que ocurría cuando su mano derecha recibió un pinchazo proveniente del chispazo que le envolvió todo el brazo hasta la protección de su hombro, soltando por impulso la muñeca del dios ante la sorpresa de ese pequeño rayo que le adormiló el brazo con un hormigueo calambroso, obligándose a dar un fuerte tirón de la lanza para moverse hacia atrás y evitar la caída de ese martillo.

Incluso aunque la parte filosa de la lanza se deslizó con presión por la muñeca y la mano de Thor, no le ocurrió nada debido a sus guantes. El martillo cayó delante de él, rompiendo las baldosas que aplastó y rodeaban, pero Thor seguía mirando desganado a Enkidu mientras se pasaba el dorso de la mano por su frente, frotando suavemente donde había recibido el golpe.

Mientras, Hrist observaba sin moverse un ápice, mientras apretaba sus manos contra su ropa. No lo demostraba, pero estaba bastante nerviosa. Sabía que Enkidu no se estaba enfrentando al mismo Thor que ella vio hace 1000 años. Todos cambian, incluso los dioses. Y en esos momentos, sólo podía decir una cosa...

 - ¡ENKIDU! - Le gritó la Hrist que ruge agarrando con fuerza la barandilla - ¡No se te ocurra perder, no de nuevo! ¡Has tenido cientos y cientos de años para entrenar cómo derrotar a un dios, muéstraselo!

Geir pegó un salto a su lado, asustada. No, no se acostumbraba aún a los cambios de su hermana, sobre todo cuando aparecía gritando.

Mientras, en las gradas, un imponente hombre permanecía de pie mientras que todos estaban sentados. Con los brazos cruzados y una sonrisa socarrona, miraba con orgullo la pelea, incluso con nostalgia.

 - Vamos, Enkidu, compañero... - comentó murmurando, ampliando su sonrisa - Tú sabes como hacer que caiga bajo tu fuerza, ¡tú sabes como someter dioses bajo el poder de la bestia! ¡La bestia de Uruk!

Flashback

El reinado de Gilgamesh parecía no acabar nunca. El tirano convertía todos los días de los habitantes de la primera ciudad del mundo en un infierno en la tierra. Hacía lo que quería, los usaba como quería, maltrataba, humillaba, incluso todos se escondían ante su presencia, pues el rey iba caminando por las calles de la ciudad matando a todo aquel que viese. Todo porque estaba aburrido... aburrido de alardear siempre de su poder divino.

Aquel ser que era 3/4 partes dios era muy superior a los humanos, y por eso creía tener el derecho divino de hacer con ellos lo que quisiera, además de ser un elegido de los dioses, pues según se creía en la religión mesopotámica, los que estaban en el trono eran elegidos por los dioses y tenían todo el derecho, pero no tenían ninguna relación directa con ellos... salvo Gilgamesh, que era hijo de una diosa y un sacerdote divino.

Tal era su abuso, que los humanos se arrodillaron mirando al cielo, pidiendo piedad a los dioses por el castigo injusto que recibían por su parte, y tan tristes y demacrados se veían sumados a sus llantos y a una triste ciudad que moría lentamente, que los dioses se apiadaron de esas indefensas almas, creando a un ser de una fuerza sobrehumana que fuera capaz de enfrentarse al propio Gilgamesh.

Así mandaron al bosque de tierra fértil a una enorme bestia, con cuerpo de oso con la potencia de un toro, con una cornamenta de un animal que nunca habían visto, con ojos dorados como el oro y pelo rojo como el fuego. No tardó en encontrar su lugar, pues todos los animales nómadas y sedentarios lo aceptaron rápidamente, permitiéndole incluso, dormir con ellos o alimentarse de la leche de las hembras que habían criado.

Un cazador que trampeaba por allí lo vio una vez en la distancia, sabiendo que aquel hombre bestia debía ser la ayuda formidable que los dioses les habían regalado para liberarles de un mal llamado Gilgamesh. En vez de intentar hablar con él, corrió hacia el zigurat, en la ciudad, buscando hieródulas.

 - ¡Mujeres divinas! ¡Vosotras que postráis vuestros sagrados cuerpos ante los dioses y enamoráis con simples gestos! En las orillas del río, el enviado de los dioses vive junto con los caballos salvajes, pero es más bestia que hombre. ¿Quién de vosotras, mujeres de la pasión, vendrían conmigo para entregarse junto a la bestia en un lecho humanizador?

Rápidamente todas las mujeres abrieron los ojos asustadas, retrocediendo y tapando sus cuerpos, alarmadas. Ninguna de ellas quería entregarse a un hombre bestia, pero una joven un poco más baja que las anteriores se abrió paso entre ellas.

 - Yo iré contigo, cazador. Yo me entregaré a la bestia tantas veces como quiera probar mi carne si así consigue su humanidad, si así consigue que Gilgamesh frene su reinado del terror, pues mientras siga torturando al pueblo, no podremos comer, no podremos dormir, no podremos vivir.

Así, bajo la mirada atónita del resto de las hieródulas, el cazador marchó con la chica más joven hacia el bosque, señalando luego hacia la colina donde vio al hombre bestia descansar acostado.

- Ve a aquella ladera, hieródula. Verás a una bestia de gran tamaño descansando, y su pelo se mueve al viento como las llamas de una hoguera. Que no te asusten sus dientes o sus garras, y descubre tus senos para que su humanidad masculina haga aparición. Hazle humano, hazle hombre, hazle un salvador.

*

Así pasaron el hombre bestia, siendo ahora más humano que bestia, y la propia hieródula tres días y tres noches yaciendo juntos, encerrando la parte salvaje del ser divino y haciendo aparecer la humana. Ahora, el hombre bautizado como Enkidu, descansaba sobre la mujer en el pasto de la hierba, sin llegar a aplastarla.

Los animales ya no estaban a su lado, huían si le veían, rechazándole como uno más, aunque exteriormente, era el mismo. Enkidu había sido humanizado por la pasión sexual de la sagrada hieródula. Así luego fue llevado ante las murallas de la ciudad, recibiéndole los ciudadanos entre lágrimas y elogios, ofreciéndose a montones a lavarle, a afeitar su exceso de vello corporal, a perfumarlo y vestirlo como un hombre.

Todo aquello se hizo a las espaldas de Gilgamesh, que no tardaría en enterarse por los fieles seguidores que tenía por toda la ciudad, que no eran más que gente humilde y asustada que no quería morir. Habiendo elegido Enkidu empuñar la lanza y aprender a manejarla, Gilgamesh hizo presencia en el templo, mandando esconderse a las hieródulas con su mera presencia, salvo a la más joven que permaneció al lado de Enkidu.

Gilgamesh, al ver el tamaño y el cuerpo de ese nuevo miembro, se acercó levantando el mentón con orgullo, y no dudó en pedirle que se midiera en duelo contra él, pues no parecía tan débil como los habitantes de Uruk, muertos de hambre por no poder atender sus cosechas.

Enkidu, sin apenas saber hablar y manejar un arma, supo que quería combatir, y sin embargo, no rechazó la propuesta de realizar el primer combate de su corta vida.

Fue que pelearon durante un día entero, sin que ninguno cediera ante el otro. Había ataques certeros y evasivos, y el zigurat pasó a ser un campo de batalla que cada vez tenía más y más espectadores que en silencio rogaban la caída de Gilgamesh. Fue entonces en un leve descuido cuando Gilgamesh caminó hacia atrás rápidamente que tropezó con un par de escalones, cayendo de espaldas, aprovechando Enkidu para saltar en el  varios metros sobre el suelo, apuntando la lanza hacia él, empezando a caer en picado a una altísima velocidad.

CASTIGO AL DÉSPOTA

Cayendo con las piernas abiertas a ambos lados de sus costados, haciendo un temblor en la tierra con su fuerza y su caída, su lanza estaba apuntando a dar una estocada hacia el pecho de Gilgamesh que sería una herida casi mortal... pero Gilgamesh no estaba dispuesto a perder. Apoyado en las escaleras, apretó los dientes, logrando agarrar la parte de madera de aquella lanza primitiva antes de que impactara contra él.

Sonriendo y haciendo brillar más sus emocionados ojos, sus enormes manos quebraron la lanza en tres trozos, agarrando después la mano y el cuello de Enkidu para usar la fuerza de su cuerpo y girarse, quedando encima de suya. 

Enkidu ya estaba agotado. Jadeaba y su vista se nublaba, pues tantas horas de combate le dejaron completamente exhausto. Tras eso, todos los espectadores de alrededor bajaron la cabeza, temerosos y resignados a que Enkidu moriría y que el reinado del terror de Gilgamesh no podrían detenerlo ni los mismos dioses. Para sorpresa de todos, el rey empezó a reír sonoramente, y su risa parecía el rugido de un enorme oso.

 - ¡Hacía años y años que nadie era capaz de sacarme de mi aburrimiento ¡Ahora por fin tengo a alguien que puede entretenerme!

Quitándose de encima suya, tuvo la cortesía de tender la mano hacia Enkidu, que la tomó dudoso antes de levantarse y recibir una palmada en la espalda por parte del rubio.

- ¡Todos a partir de ahora conocerán el nombre de Enkidu y Gilgamesh hasta el final de las cuatro tierras que gobierno!

No cabía duda. La llegada de Enkidu a la vida de Gilgamesh no solo cambiaría la vida de ambos, sino la de todo Uruk. Gilgamesh ya no se divertía siendo un déspota, su pueblo podía volver a la normalidad. Enkidu visitaba a su querida hieródula todos los días, y cuando partía de viaje con Gilgamesh, la echaba mucho de menos. Igualmente, Enkidu se volvió fuerte, muy fuerte, la experiencia que le dio sus múltiples combates contra Gilgamesh y contra todos los demonios y gigantes a los que se enfrentaron le habían convertido en un guerrero formidable... pero si algo no había cambiado en Gilgamesh en todo ese tiempo, fue su osadía.

Creyéndose ahora imparable junto a su amigo Enkidu, se atrevió a burlarse de la diosa Isthar, perdidamente enamorada de la belleza del rey y de su gran fuerza, y ella humillada y enfadada, atacó a Gilgamesh a donde más le dolía: Enkidu.

Así Enkidu cayó enfermo, empeorando progresivamente durante diez días y diez noches. Nadie sabía qué tenía, nadie le podía tratar, y quien se atrevió a dar un veredicto, juró que era la maldición de una diosa resentida. Fue en ese momento de extrema fragilidad de Enkidu que Gilgamesh, sentado al lado de su cama, observaba el rosto de su mejor amigo volverse blanco y exhalar una última vez, dándose cuenta del miedo que le daba morir ahora.

Fin del Flashback

- Enkidu es el "Lubu" de Gilgamesh - comentó Hrist cruzándose de brazos - Y Gilgamesh es el "Thor" de Enkidu. La diferencia de ellos es que se conocieron en algo diferente a este lugar y pudieron aprender el uno del otro, evolucionando como amigos y rivales.

 - Creo que ya entiendo lo que querías hacer... - Geir miraba a su hermana, y luego un trueno llamó su atención, mirando al cielo.

Un nube de tormenta empezaba a aparecer en lo alto de la arena, haciendo rugir el cielo con sus truenos y lo iluminaba con sus relámpagos. Ahora que los dos rivales estaban alejados el uno del otro y el guante izquierdo de Thor aún tenía chispas moviéndose a su alrededor.  Levantó la mirada hacia la tormenta encima de ellos, agarrando entonces su martillo con ambas manos, levantándolo por encima de su cabeza y dejándose caer hacia atrás con las piernas flexionadas, pero sin llegar a tocar el suelo ni con la espalda ni con su arma, sosteniéndose sólo con las piernas.

 - ¡Ahí viene, queridos espectadores! - Heimdal comentaba mientras ya corría a ponerse a salvo - ¡Todos sabemos lo que va a pasar cuando Thor adopta esa posición! ¡Cuiden sus ojos de la luz!

- ¡Ah, momentazo! - Morrigan dio un chillido emocionada y sacó dos gafas de sol de entre su ropa, dándole un par a Loki y poniéndoselas.

Geir se llevó las manos a la cabeza y se agachó detrás de la barandilla, y muchos espectadores de las primeras filas incluso se levantaron para subir más arriba. Pero como Lubu permitió que Thor le mostrara la técnica que era su orgullo, Enkidu no era así. No podía permitirse perder. Al ver a Thor en esa posición tan vulnerable recargando energía del cielo hacia su martillo, agarró su lanza de la misma forma que lo hizo aquella vez en Uruk para cargar contra su enemigo, dando un fuerte salto hacia el cielo impulsándose algunos pocos metros por encima de Thor apuntándole con su lanza en dirección al centro del pecho.

El ataque de Thor no estaba completo, pero si pudo verle cuando él estaba en el cielo, terminando por sonreír y apretando un poco más el mango de su martillo. Pero lo que Thor no sabía, era que la caída en picado de Enkidu era mucho más rápida que su golpe mientras él se incorporaba con el peso del martillo.

CASTIGO AL DÉSPOTA

Cayó encima de Thor, chocando con sus pies en las baldosas de la arena, en cada uno de los costados de Thor, resquebrajándolas con su peso, mientras la lanza apuntaba contra su pecho. Thor, al no esperarse semejante velocidad, tuvo el instinto de soltar rápidamente el martillo y que cayese al suelo junto con él mismo, apoyando la espalda en este, consiguiendo agarrar la punta de la lanza con su mano izquierda firmemente, moviendo la derecha para que acabase debajo de la punta, cubriendo así su pecho con sus guantes.

La mirada afilada de Enkidu se clavaba en la suya, siendo sus pupilas finas como las de una bestia enfadada, mientras aplicaba más y más fuerza hacia abajo de su arma, notando como el dios tenía unos guantes especiales que protegían sus manos y su cuerpo con ellos para no ser dañado. Aunque Thor fuese más bajo y pesase menos que el propio Enkidu, su fuerza está bien retratada en las leyendas, y viendo Enkidu que Thor sería capaz de escaparse, dobló sus rodillas y echó el peso de su gran cuerpo encima de la cadera y de los muslos de Thor, para que no pudiese hacer tanta fuerza con sus miembros inferiores y levantarse.

Esos gestos hicieron que Thor apretase los dientes, pero seguía sonriendo mirando a Enkidu, mientras poco a poco sus manos estaban alejando la lanza de su pecho.

 - ¡Enkidu ha caído sobre Thor! - Heimdal, que al ver que el Thor's Hammer había sido interrumpido y el ataque no se efectuó se había vuelto a acercar un poco más a ellos - ¡Impidiendo que realizase su ataque, se echa encima de su rival para acorralarlo contra el suelo mientras ataca! ¿Cómo escapará Thor de aquí?

Justo cuando Enkidu notó que la fuerza de los brazos de Thor podía con él, notando las venas de su cuello alteradas y prominentes, fue cuando Enkidu empezó a sonreír como lo hacía Thor, enseñando sus colmillos. La parte punzante de la lanza comenzó a hacer un ruido interno, y Thor notó bajo sus manos que la lanza se movía giratoriamente, despacio.

- Ahora... - Hrist sonrió lentamente - Ahora las Valkirias enseñarán de lo que son capaces - Sobretodo aquellas que ya participaron en el anterior Ragnarok.

Después de las palabras de Hrist, la punta de la lanza de Enkidu empezó a girar a gran velocidad liberándose del agarre de Thor.

Habilidad Especial de la Valkiria Hrund:

Perforadora

Actúa como si fuera una taladradora, incluso contra artefactos mágicos.

El taladro que era ahora la punta de la lanza, empezó a girar aún a más velocidad, mientras Enkidu comenzaba haciendo fuerza contra el pecho y las manos de Thor, que empezó a cortar efectivamente el guante de Thor que le agarraba, y posteriormente su mano, empezando a soltar gotas de sangre hacia todas partes.

La punta de la lanza ahora comenzó a entrar por la palma de Thor, ejerciendo su labor de taladro, destrozando el otro guante y volviéndose a ver la sangre del dios salpicar sobre sus cuerpos y sus rostros, empezando a entrar más y más.

Thor únicamente dio una mueca de descontento cuando el frío del metal ya se notaba atravesando su mano, notando que empezaba a perforar su pecho.

- ¡Jo, jo, jo! - Zeus se puso de pie en su trono comenzando un baile ridículo - ¡Mira esa fuerza, Hermes! ¡Está acorralando a Thor!

- ¡Juraría que esa valkiria apareció hace 1000 años! - Ares miraba todo con la boca abierta - ¡Y no tenía ese poder!

- Vaya, vaya... - Hermes sonreía ladinamente, con una pizca de ternura - Parece que la nueva valkiria tenía un truco escondido bajo la manga...

Mientras tanto, Hrist la que ruge, miraba esa escena clavando sus ojos en ambos rivales, como si con su silencio y su mirada pudiese obligar a Enkidu y a su hermana valkiria que atravesaran el pecho de Thor.

- H-Hermana... - Geir no se atrevía a hablar.

- Si... - dijo siseante, sonriendo - Jodeos, dioses... ¡Este es el poder del Volund Evolucionado! ¡Todas las Valkirias que hayan experimentado el volund victoriosas del anterior Ragnarok fueron entrenadas para ser capaces de mejorar aún más! ¡No sólo los dioses y los humanos entrenaron, las Valkirias nunca nos detuvimos, y Hrund y su habilidad Perforadora son la muestra de ello!

Hrist había levantado los puños al cielo, de igual forma que lo haría un villano malvado después de contar su malvado plan para acabar con los dioses, y a su vez, un rayo cayó en la arena, haciendo que todavía le diera más énfasis a su discurso... Salvo que el rayo no era para ella.

De la tormenta que había en lo alto de la arena, atraídas por Thor, un rato había caído en la espalda de Enkidu, haciendo que sus ojos se volvieran blancos por un segundo por el shock en todo su cuerpo, haciendo salir de su garganta un gemido al igual que una bestia herida, que acabó completamente desorientado y mareado, sin fuerza para seguir atacando, mientras que de su cuerpo salía un poco de humo.

- ¡Es... Es imposible que siga vivo después de recibir un rato de Thor encima! - decía un dios en las gradas.

- ¿Que clase de bestia es esa? - preguntaba otro.

Los miembros por las gradas empezaron a extenderse, pero Thor no perdió tiempo en escucharlos, doblando las rodillas y levantando su cadera para elevar a Enkidu de encima suya, dejándolo un instante en el aire, lo justo para recoger las piernas y golpearle en el vientre para alejarme y quitarlo de encima suya.

Enkidu rodó un par de metros, aún muy aturdido por esa descarga en todo su cuerpo, y aún sentía un fuerte hormigueo que le bajaba desde la columna a los miembros inferiores. Su larga melena rojiza tenía algunas puntas quemadas, y al ser tan espesa no se levantaba con la electricidad estática en su cuerpo ahora. Solo necesitaba unos segundos más, unos segundos que Thor le concedería, mientras esté se levantaba del suelo, evaluando los daños.

Su mano izquierda tenía infinidad de cortes que habían llegado hasta el hueso y cortado tendones, y en el centro de la derecha tenía un agujero por el cual podía mirar a través de su mano, mientras que de ambas heridas comenzaba a caer la sangre por los guantes hasta el suelo. Luego bajo su mirada al pecho, donde tenía en el centro del tórax una herida de dos centímetros habiendo entrado la punta de la lanza ahí.

Todo eso más... Una hermosa decoración de infinidad de salpicadas y gotas de sangre por todo su cuerpo, que hacían que la sonrisa que Thor no perdía fuese aún más terrorífica.

Miró un momento el Mjolnir a su lado, y este emitió un gruñido gutural desde lo más profundo de su interior... Pero Thor dudado si tomarlo o no para cauterizar las heridas de sus manos con el calor que irradiaba siempre, pues cauterizar los tendones podría hacer que no pudiese mover sus manos correctamente. Mientras meditaba en silencio, vio de reojo a Enkidu levantarse del suelo, sacudiendo su cuerpo como si fuese un oso saliendo de un río, resoplando y expulsando humo de sus cosas nasales, mirándole con una expresión más de bestia que humana ahora mismo.

Estaba claro que ninguno de los dos se estaba aburriendo.

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Preguntas importantes que os benefician :3

- En este y en todos los pedidos pueden contarme algún dios o humano que les gustaría ver en las gradas, y que estarían haciendo :3 Yo iré poniéndolos, salvo que se sepa que han fallecido dentro del manga.

- Ahora después de ver esto, elijan:

Bando de los dioses: Team Thor

Bando de los humanos: Team Enkidu

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