Capítulo 18 - A mis espaldas
- ¡Ya han pasado 10 minutos de batalla, mis queridos telespectadores, y los contrincantes están muy igualados! ¡Tenemos la sorpresa de que el luchador de los dioses no era Tritón, hijo de Poseidón, sino su mellizo Asimantos, un dios del que apenas teníamos conocimiento nosotros mismos! ¿Se hará un hueco en la historia junto con el resto o acabará yendo a acompañar a su padre?
Heimdal seguía montado en su columpio con sus aves, pues no era buena idea bajar al campo de batalla. Podría llevárselo una ola en cualquier momento, así que prefería estar en el aire y seco.
Los dos rivales se miraban fijamente con una distancia prudencial, Masamune con su costado herido y Asimantos con la infinidad de pequeños cortes en su cuerpo, teniendo menos en sus tentáculos.
- Así que no eres aquel al que presentaron al inicio de la batalla... - Masamune sonrió, sin bajar su guardia, mirando curioso el movimiento de los tentáculos del otro en el suelo - Te has hecho pasar por tu hermano... ¿Ha sido para tener más renombre con tu llegada?
- No tienes por qué saberlo... insignificante, insignificante... - murmuró por lo bajo - Tampoco te importa con quién estés peleando. Tu rival es quien tienes delante.
Golpeaba el suelo nervioso con la parte baja de su tridente, mientras sus tentáculos se retorcían entre sí, mirando al otro fijamente con los dientes apretados. En realidad, ahora Asimantos estaba en desventaja. Con esa forma era aún más lento que cuando tenía piernas humanas, así que si Masamune se lanzaba contra él en un aluvión de cortes, seguramente los recibiría todos. Los tentáculos eran rápidos golpeando al otro, pero desde la misma posición, no moviendo todo ese cuerpo lleno de puro músculo y ventosas.
Las heridas de ambos dolían, a Asimantos más por la sal que tenía el agua de su cuerpo y hacía escocer sus cortes, y las de Masamune por ser más profundas. Este último, al cambiar de posición, se dio cuenta del dolor por un pinchazo en su costado, soltando un diminuto gemido, pero seguía sonriendo.
- Acabé... siendo un guerrero memorable... - dijo relajado, a sabiendas que su valkiria escuchaba y estaba atenta - No volveré a ser el que era... ahora tengo más fuerza que antes. Nacer con poder no me asegura la victoria en todo.
Asimantos le miraba callado y serio. No podía evitar comparar a ese tipo fugazmente con su padre.
- ¡Necesitas saber que estás respaldado en todo momento! - gritó sonriendo alzando sus wakizashis al aire.
Un segundo después se escucharon los gritos de una gran multitud. En las gradas de los humanos aparecieron los estandartes del clan Date moviéndose agitados por todos los soldados que manejaba el general, animándole y vociferando su nombre, además de ánimos y silbidos. El único que no gritaba como los demás era Kojuro, su estratega, que solamente sonreía tranquilo, de brazos cruzados, observando a su líder. Él sabía que no necesitaba gritar para que su presencia y apoyo llegara para su amigo. Sus ánimos hacía restaurar la esperanza en la humanidad, fortaleciéndola más, pues aún no estaba perdida.
Incluso la diosa Amaterasu se puso a dar saltitos en su trono, lanzando sus mangas al aire y colocándose bien su kimono mal puesto, de mayor tamaño al que debería tener puesto, antes de que se le viera algo inapropiado de su cuerpo.
Sin embargo, Asimantos no se intimidaba por eso. Esos gritos no harían otra cosa que no fuera molestar, o así lo interpretó su padre en la anterior batalla. A él no le importaba no tener a nadie gritando detrás suya así que...
Pero fue que justo cuando empezaba a menguar el sonido de los soldados del clan Date, empezaron a escucharse gritos y gritos femeninos provenientes de las espaldas de Asimantos. Aunque no eran numerosas como un ejército, las Nereidas también empezaron a animar a su sobrino, y a su hijo, por parte de una. Aunque apenas se escuchaba por el sonido femenino, Tritón y su abuelo Nereo también estaban animando al representante de los dioses.
Los dos mellizos se parecían respetivamente a su padre y su madre, pero los lunares que tenían ambos a un lado del labio inferior exactamente igual, solo que cambiando el lado, los identificaban claramente.
Asimantos se quedó blanco al escucharles gritar y animarle. Aunque fueran cincuenta y dos personas... para él eso era como todo su mundo. Se giró despacio mirando hacia atrás conmocionado y con los ojos muy abiertos, jurando ver a su madre amenazando a un dios que tenía a su lado para que le animase también, dejando de prestarle atención al ver a su hijo mirándole, que sonrió gritando su nombre de nuevo.
- Ahora sí te tengo...
Con ese pequeño murmuro saliendo de la boca de Masamune y flexionando las rodillas, con su ojo apuntando a la espalda de su rival, inició su veloz ataque. Sasaki se llevó las manos a la cabeza negando rápidamente, y los gritos de ánimo de las nereidas se convirtieron en gritos de terror y advertencia señalando a las espaldas del chico.
Aunque Asimantos comprendiera por él mismo tarde lo que estaba pasando, habiendo mostrado la espalda al rival y dándole el privilegio de atacarle con la guardia baja, los tentáculos de un pulpo tienen nervios propios, nervios que incluso le permiten moverse sin estar anclados al cuerpo, por lo que fue instinto lo que hizo que tres tentáculos en su espalda se levantaran para cubrirle del golpe de Masamune que iba horizontalmente con sus armas cruzadas, haciendo que sus tentáculos fueran cortados en seis partes cada uno, cayendo al suelo y retorciéndose como enormes gusanos vivos. En la espalda de la deidad también aparecieron seis cortes sangrantes, aunque sus tentáculos cortados no lo hacían.
- ¡Oh, el humano ha atacado con todo cuando Asimantos le daba la espalda! - comentaba Heimdal - ¡Es cruel... pero eso no es algo que esté prohibido aquí! ¡Todo vale con tal de ganar... pero siempre que sea uno contra uno!
Al siguiente golpe vertical hacia la cabeza del dios con una de sus manos, este se defendió poniendo el tridente en medio, haciendo que las wakizashis chocaran contra los dientes del tridente, usando su fuerza para también controlar al otro con la longitud del tridente e impedirle que con el otro brazo le alcanzara, pues le empujaba con el tridente mientras le clavaba una mirada repleta de odio, con el corazón en la garganta.
- Insignificante... insignificante... ¿Te gusta jugar sucio? Me las pagarás caro...
Hizo un sonido con la garganta y la boca, como si estuviese reuniendo saliva en esta, quitando el tridente rápidamente y escupiendo hacia su ojo una bola de un líquido negro y pegajoso, haciendo que este tuviera que retroceder de un salto y frotarse con el brazo para poder intentar ver, pues esa escupida de tinta había dado de lleno.
- ¡Y Asimantos responde lanzándole tinta! ¡Es lo normal que se lance en el agua para despistar y crear una nube negra, pero al no tener agua es más espesa! El humano vuelve a estar en desventaja, ¡esto acabará pronto! - Heimdal estaba más que emocionado.
- ¡No te alteres, Masamune! - le habló Kara en su cabeza - ¡Si he sido tu ojo derecho, puedo ser tu izquierdo también hasta que recuperes la visión!
- Ah... ese maldito calamar... - habló en voz baja - Terminemos, Kara... Puede que no haya estado bien eso que hice, pero debemos asegurar la victoria.
- Sí... por todos los humanos.
- Y por ti y por mí. No quiero que sea la última vez que comparta batalla contigo.
- ...
- ¿Eh? ¿Te estás sonrojando? ¿Es lo que noto?
- ¡C-cállate y concéntrate!
Asimantos, ahora a metros del samurái por haberse alejado, pudo notar a ciencia cierta el dolor de sus tentáculos y espalda, viendo por el rabillo del ojo las partes de su cuerpo que seguían retorciéndose en el suelo. En realidad, con tres tentáculos menos, estaba en desventaja, ya que esos de la parte de atrás son los que le ayudaban mayormente a impulsarse. Por ello, no tardó en hacer que el agua se moviese hacia el campo, envolviéndose en una ola hasta que su cuerpo acabó en el círculo de mar de alrededor, con medio cuerpo fuera del agua mirándole desde aún más lejos. Con ayuda del agua, sería más rápido.
- Oh, ¿te vas más lejos? - preguntó Masamune alzando una ceja, pero de buen humor, intentando verle en su ojo manchado de negro - Eso no va a detenerme, mis golpes no son sólo de corto alcance... takoyaki.*
*El Takoyaki es la comida japonesa que vemos habitualmente como bolitas de pulpo que se pincha con un palillo para comer*
Una vena apareció en la frente del rubio, dando un gruñido largo y agresivo desde su sitio alzando los hombros y enfrentándolo con la mirada. Sí, claro que había oído también las bromas del japonés que hizo "sushi" a su padre, esas asquerosas y absurdas bromas sin ninguna gracia. ¿Y ahora también iban a ser contra él? No, de ninguna manera.
Desde las gradas del bando de los dioses, muchos no habían visto bien ese ataque por la espalda, no por ser de los humanos, sino que lo ejerciera un samurái. Uno de ellos se abanicaba suavemente con una de las paletas con un círculo y una cruz que no había devuelto tras el consejo del Valhalla anterior, donde claramente pidió lo mismo que hace 1000 años: la aniquilación.
- Atacando por la espalda... ya debe estar queriendo ganar demasiado rápido... tal vez no disfruta tanto del combate... Aunque cada uno hace lo que quiere. Yo por querer disfrutarlo más, tuve consecuencias.
El dios Shiva sonreía recostado sobre sus cojines mirando la batalla. Tenía de nuevo sus cuatro brazos, salvo que en los tres que perdió en su primera batalla, no conservaban los tatuajes. Se los podría haber vuelto a hacer... pero como eran un regalo de Rudra, lo conservó como estaba.
Desde las gradas del bando de los humanos, Sasaki les miraba con los brazos cruzados. No había hecho comentarios entre el combate a no ser que le preguntaran o fuera necesario. No estaba muy contento con algo en particular. Luego desfrunció el ceño alzándose de hombros, relajándose.
- Bueno, es inevitable. Esa forma de ser suya la tiene en la sangre. Le gusta provocar... es su forma de cumplir la tercera norma de los guerreros memorables.
Tanto Hrist como Geir le miraron calladas, como si estuvieran esperando a saberlo. Sasaki las miró también, y sonrió, sin captar el mensaje de sus miradas. Arturo y Edgar, los dos reyes que seguían ahí también, giraron la mirada y negaron volviendo a ver la pelea.
- ¡Oh! - exclamó finalmente cuando lo creyó entender - No es nada del otro mundo, es "Diviértete".
- Pensaba que sería algo más profundo... - admitió la valkiria menor ahí.
- Es más profundo de lo que crees - Sasaki asintió - Pero él... quiere terminar ahora.
Todos volvieron a mirar la arena de batalla, donde Masamune había extendido sus brazos a sus lados, volviendo a girar sobre sí mismo con su enorme valkiria detrás de él y sus garras estiradas, volviendo a crear en cuestión de segundos un nuevo huracán como el primero, repitiendo esa técnica... solo que esta vez, era más y más fuerte, haciendo que el agua empezara a subir arrastrada por el aire e incorporándose al huracán en el centro de la arena de combate.
Era tan fuerte que se podía notar el nivel del agua descendiendo, volando por el aire hasta incorporarse al huracán, agrandándolo entre agua y viento. Asimantos miró a su alrededor buscando una vía de escape o algo que hacer para detener ese ataque. Si le dejaba sin agua, quedaría expuesto en la fosa redonda que rodeaba la arena. Completamente expuesto.
Miró el tamaño del huracán tragando saliva, un huracán que subía hasta el cielo, tan alto que incluso los guardianes de las barreras tuvieron que usar su poder para seguir haciendo crecer las suyas para impedir que el ataque saliese de la arena. Al mirar al cielo, recordó algo... y es que su padre no podría verle si ese ataque estaba ahí, eclipsándolo todo.
- No... - murmuró - Yo... yo tengo que ganar... insignificante, insignificante... - decía temblando - Tengo que ganar... ¡Tengo que matarte, Sasaki Kojiro!
Con un grito de rabia, el agua que quedaba cerca de él se empezó a acumular bajo sus tentáculos. Mirando el tridente con los dientes apretados, lo agarró como si fuera una jabalina apuntando al huracán, lanzándolo al interior de este, entrando en su interior sin hacer nada más.
Con el agua reunida bajo sus tentáculos, tomó el impulso necesario para salir disparado en una embestida, potenciando con un cañón de agua que le llevaba a gran velocidad hacia donde estaba Masamune girando.
- ¡Mi hijo, mi hijo!
Exasperada y agobiada, Anfítrite daba saltos tapándose la cara, refugiándose en el pecho de su hijo mayor, que no podía apartar la mirada del combate, frotando la espalda de su madre.
La embestida de la deidad golpeó de lleno con su hombro el vientre del samurái, rodeando con sus brazos su cintura, haciendo que así dejara de girar cayendo al suelo junto con él, teniendo así Asimantos un segundo para reaccionar y colocarse encima suya, agarrando sus muñecas para que no pudiera herirle y usando todo el peso de sus tentáculos para impedirle moverse.
El huracán que se estaba creando, al quedarse sin una base que le alimentara, disminuyó su velocidad de giro y empezó a dejar caer el agua en una lluvia torrencial sobre la arena, mientras el aire se disipaba. Este agua ayudaba a la tinta del ojo de Masamune a disiparse, viendo con más claridad el gesto de Asimantos encima de él, luchando por hacer que sus armas llegaran al cuerpo del otro, ya que estaba utilizando su propio peso contra él.
- Debes morir... debes morir... - murmuraba el dios - Insignificante... debes morir... solo... un poco más...
- No caeré hoy, no contra ti - Masamune apretaba los dientes y fruncía el ceño, sacando fuerzas de donde no las tenía para intentar clavar sus armas en el pecho del otro - Dime una cosa, Asimantos... Si es cierto eso que los pulpos tienen tres corazones... tengo un arma para cada uno.
Masamune abandonó las fuerzas de su brazo izquierdo para concentrarlo todo en el derecho, ganando terreno hacia el pecho del dios con sus tres armas, mientras el cuerpo y el cabello de los tres aguantaba la lluvia torrencial que tenían encima.
- Solo un poco más...
El dios es lo que murmuraba, cerrando los ojos con sus manos blancas intentando evitar que el humano le dañase, notando que la crecida de fuerza de este estaba impulsado por la valkiria... pero cuando estaba a punto de tocar su pecho con el volund, Asimantos se apartó de encima suya cayendo a su lado rodando y soltando sus muñecas, llevándose un nuevo zarpazo como el de su espalda pero esta vez en el pecho, dejando salir un grito.
Lo siguiente que vio Masamune después de que se quitara de encima, fue al tridente aparecer entre la lluvia torrencial cayendo sobre él e incrustándose en su pecho, atravesándole hasta que llegó a la baldosa que había bajo su espalda. Eso había pasado desapercibido, aquella...
CAÍDA DE POSEIDÓN
Con su ojo lleno de tinta, con el agua torrencial encima y con Asimantos encima, Masamune no veía el tridente caer en picado... pero es que Kara tampoco podía verlo, pues sus armas no veían el cielo por tener el cuerpo del dios encima, concentrada en darle fuerza al humano para que sus armas penetraran en la piel del rival... pero fueron engañados. Ahora, con su cuerpo helado por la lluvia y por el frío del tridente dentro de su cuerpo, lo único que daba una pequeña sensación de calor era la sangre que emanaban sus heridas.
Con un gemido ahogado y sin poder respirar bien, dejando salir sangre de su nariz con sus pulmones destrozados, puso sus manos temblorosas sobre el tridente, intentando agarrarlo para sacarlo de su pecho, pero con sus armas, sus grandes garras de dragón, no podía hacerlo. Sus dedos no podían agarrarlo y tirar.
Se forzó a respirar tosiendo, mientras que el agua le caía de lleno en el cuerpo y le dejaba respirar todavía menos, escupiendo agua y sangre por la boca, pero no se rindió. Metió las armas por el pequeño espacio de los dientes del tridente para hacer palanca y sacarlo de su cuerpo, cuando notó dos grandes brazos peludos, con los motivos de un tigre que se ponían sobre el tridente. Aunque Kara también tenía grandes garras, sí disponía de dedos para agarrar el arma e intentar sacarla del cuerpo de su Einherjer.
- ¿Puedes con ello...? - preguntó dudosa la valkiria - No te vayas, Masamune... ¡Lucha!
- Si me ayudas... puedo contra todo, Kara.
Cuando el tridente estaba empezando a salir de su cuerpo, volvió a introducirse dentro de él con mayor agresividad. Asimantos se había levantado, agarrando el tridente y volviendolo a introducir en el pecho de su rival, sujetándolo para que no pudiera sacarlo más, con su cabello empapado sobre su cara, mirándolo fijamente. Así continuaron unos segundos eternos, hasta que las manos de Masamune perdieron su fuerza, cediendo.
Sus wakizashis empezaron a quebrarse y las vendas a soltarse de sus muñecas, convirtiéndose con un chasquido en copos de luz que liberaron las manos de su Einherjer y las dejaron caer sobre el suelo mojado, soltando un suspiro, dejando la mirada perdida en el cielo.
- Que... pena... - murmuró casi sin poder, viendo al cielo a su valkiria marcharse.
- No te preocupes... - contestó ella - Yo... te vengaré.
El cuerpo del Einherjer también quebró como el de la valkiria ascendiendo al cielo, quedando solo el tridente de Asimantos clavado en la baldosa. La luz de la valkiria, sin embargo, se rejuntó creando una pequeña bola, que subió al cielo más rápido que el Einherjer, moviéndose a un lado, marchándose de allí, pero no desapareció.
En la arena, el agua terminaba de caer, dejando solo ver a Asimantos con sus brazos en el tridente, con sus tentáculos estirados en el suelo como si estuviera de rodillas, con sus brazos temblando en el arma. No escuchaba nada, sus oídos parecían taponados, hasta que pudo empezar a escuchar gritos de los dioses por su victoria, incluidos los chillidos felices de su madre.
Heimdal aterrizó en la arena, completamente empapado y escurriendo su capa con un gesto disconforme, volcando su Gjallarhorn para que se saliera toda el agua que había dentro, caminando con sus zapatos empapados y haciendo un sonido húmedo.
- ¡Con esto termina el tercer combate! - comentó para todos - ¡Y el ganador es... Asimantos!
El chico ni siquiera reaccionó al escuchar su nombre como ganador, levantando su cabeza lentamente, como si no se lo creyera, volviendo su mirada al cielo. Su padre... ¿le habrá visto ganar?
Dejó salir una minúscula sonrisa girándose sobre su espalda, viendo a su familia abrazarse y dar saltos, aplaudiendo a su chico, y viendo como se sumaban más y más dioses, contentos por haber ganado otra ronda y por el buen combate que vieron. Sí... Asimantos tenía a sus espaldas a más personas de las que creía.
- Mi hijo... - Anfítrite se había puesto a llorar entre los brazos de su padre - Mi hijo... superó a su padre con creces... ¡MI HIJO ES ASIMANTOS, HIJO DE POSEIDÓN, HIJO DE ANFÍTRITE, Y ACABA DE GANAR LA TERCERA RONDA DEL SEGUNDO RAGNAROK!
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Y así termina el capítulo, espero que os haya gustado esta batalla ^^
Zobi os ama :3
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