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Capítulo 96.2: La fría soledad de Grecia

Después de esas tristes imágenes, quedó en total oscuridad…

Fría oscuridad, que se recuperó poco a poco hasta una sensación cálida… Una extraña sensación cálida.

Tras lo que le pareció poco tiempo, los ojos apagados de Atenea se abrieron lentamente hasta captar todo el nuevo sitio donde se encontraba: cortinas blancas, un techo uniforme, olor a objetos nuevos, y suavidad ligera sobre su cuerpo así como debajo de ella…

No había lugar a dudas: una de las camillas de la enfermería del Monte Olimpo; una gran sorpresa que supiera dónde estaba cuando nunca antes había visitado ese lugar.

La diosa de la guerra se incorporó un poco, dándose cuenta que su cuerpo estaba cubierto de vendajes, en especial en su brazo derecho; también sintió su cabeza apretada con vendas, y algo pesado en su pierna que dedujo que era yeso para su hueso roto…

Al levantar la vista, se percató de los visitantes que la acompañaban: Ares, Hermes, y el mismísimo Thor; la presencia de este último le asustó.

– … Eh… Señor Thor…

– Hola, Atenea… Parece que estás bien. Me alegro mucho.

– ¿Atenea? ¿¡Atenea!? – Ares y Hermes se habían quedado dormidos, pero las palabras de Thor les despertaron – ¡Hermana, Atenea…!

» ¿¡Ya despertaste!? ¿¡Te sientes bien!? – Ares se levantó de su sitio para atender a la diosa – ¿¡Te duele algo!? ¿¡Tienes ganas de vomitar!?

– … Con tu cara tan cerca… Si me dan ganas.

– Veo que no perdiste el sentido del humor. – rió Hermes por lo bajo – Así que al menos eso está completo.

– Si… Aunque siento que me atropelló un camión… ¿Anotaron las placas?

– No, no fue un camión… Fueron los gigantes, junto con Tifón y… Jörmungandr…

Con las palabras de Thor, la diosa recuperó sus memorias de lo último que había ocurrido.

– ¡Cierto, cierto! ¡L-La invasión de esas cosas…!

– No te preocupes, Atenea. Ya está todo bajo control… Desde hace como 3 días, que fue el tiempo que te dormiste.

– ¡Si, si! – asintió Ares con la cabeza – Esa serpiente y Tifón ya fueron eliminados. Tú y el señor Thor se encargaron de la serpiente, y al parecer eso afectó a Tifón lo suficiente para que le diéramos el tiro de gracia.

– Unimos todos fuerzas una vez más y logramos detener a Tifón… Esta vez para siempre. Los gigantes y demonios rápidamente se rindieron y fueron enviados al Tártaro.

– Todo está en orden, hermana…

– … Si… Supongo que todo está bien…

Los recuerdos de los momentos nada gratos que tuvo que pasar golpearon su mente como pequeñas bombas, incluyendo otra memoria que le hizo levantar de golpe su cabeza para mirar a su alrededor.

– ¡Mi arma…! ¡La lanza! ¿¡Dónde está!?

– ¿Eh? Hefesto se la llevó mientras nosotros te traíamos a la enfermería. Creo que quería estudiarla porque--

– ¡No! ¡Nada de eso! ¡No le puede hacer nada…!

Atenea se levantó de golpe de la camilla y quiso correr a la salida, pero sus débiles fuerzas y la pierna cubierta de yeso solo le permitieron golpearse de cara contra el suelo; rápidamente Ares y Thor le ayudaron a incorporarse de nuevo.

– ¡No le hagan nada…! ¡Esa es la--!

– No te preocupes, hermana. – Hermes sonrió por lo bajo – Supuse que era una arma especial después de tu actuación, así que le pedí a Hefesto que no le hiciera nada hasta que tú estuvieras presente.

– ¿Qué? – Ares abrió los ojos con sorpresa – ¿Le dijiste eso?

– ¿¡Y por qué no dijiste nada antes!?

– … Solo quería ver tu reacción.

La sonrisa maliciosa de Hermes provocó rabia de parte de Atenea, quien gruñó como perro aunque no pudo hacer nada debido a todo su cuerpo vendado.

– Me las pagarás un día.

– Estaré esperando ese día, hermanita.

Una vez que la diosa fue puesta de vuelta a la camilla, Hermes salió para dar aviso a los demás dioses olímpicos que Atenea ya estaba despierta; entonces Thor aprovechó para hablar con ella.

– Atenea, quería decirte… Que estoy agradecido por lo que hiciste ese día.

– ¿En serio?

– Gracias a tu fuerza logramos matar a Jörmungandr… Esa serpiente ya estuvo ocasionando problemas muy serios en Asgard desde hace tiempo, y necesitábamos acabar con ella…

» Gracias a ti, esa misión está completada, y Asgard está a salvo una vez más.

El dios nórdico agachó la cabeza a modo de reverencia de respeto y agradecimiento.

– Asgard está en deuda contigo.

– … ¡Lo sé, lo sé! – cubierta por un sonrojo de emoción al recibir esas palabras, Atenea bufó con una sonrisa – Soy increíble, asombrosa, y todo lo demás… Seguramente nos volveremos a encontrar, hijo de Odín.

– Eso espero… Aunque me gustaría que no fueran en estas circunstancias.

– … Ya veremos…

En cuanto terminaron su plática, los demás olímpicos aparecieron en la sala para recibir a la recién despierta Atenea: Dionisio se lanzó a la camilla para abrazar a su hermana menor.

– ¡Hermanita, hermanita! – el dios no pudo evitar soltar muchas lágrimas de felicidad – ¡Qué bien que estás bien! ¡Qué bien, qué bien!

– Me sorprende que hayas quedado tan mal… – comentó Apolo, barriendo disimuladamente a la diosa – Parece que después de todo, no eres la--

– ¡Ya cállate! – Artemisa no dudó en soltar un puñetazo al estómago de Apolo para cerrar su boca.

– Que bien… – Asteria se acercó a Atenea para tomar una de sus manos – Estás bien… Que bueno… Que bien que mi… Mi lectura de la taza estuvo mal… O si no…

– No la asustes tan pronto, que acaba de despertar. – Deméter tomó del hombro a la diosa del misterio, provocándole un pequeño susto.

– Que bueno que todavía sigues en una pieza. – sonrió Hestia de forma muy tranquila y también burlona.

– Atenea… – Perséfone no podía contener el llanto de alegría por ver a la diosa en buen estado, de forma que se aferró a su esposo.

Poseidón se quedó al margen de la reunión, solo mirando en silencio y con los brazos cruzados; a pesar de esa indiferencia, se podía notar que mostraba cierto tipo de entusiasmo por la vida de la hija favorita de su hermano.

Por último debido a su cuerpo ya bastante anciano, se presentó Zeus; todos los dioses le abrieron paso y el dios del rayo llegó hasta el costado de Atenea, para tomarle de la mano de forma cariñosa.

– Veo que estás bien… ¡Me alegro tanto! – el dios abrazó a su hija con un toque paterno poco característico en él – Estoy muy alegre de que todo haya salido bien… Y tú estés bien…

– … Gracias papi…

Pero, en medio de tantas palabras de aliento y de ánimos, la diosa no podía borrar aquello de su mente:

Las imágenes tan gráficas que tuvo en primer plano, el calor que todavía rondaba en su mejilla, las palabras que penetraban en lo profundo de su corazón…

Tal vez, si le hubiera hecho caso a su padre y sus familiares de tomarse el asunto de Tifón con más seriedad…

Tal vez, si hubiera escuchado a Poseidón y hubiera eliminado toda raíz de debilidad en su vida…

Tal vez, si hubiera escuchado a Pallas para entrenar desde un principio, o tal vez si hubiera escuchado sus palabras de no ser tan dura consigo misma…

Tal vez si no fuera tan débil para perder una de sus piernas cuando podría haberla usado para escapar con Pallas…

Tal vez, tal vez… Tal vez… Tal vez, si tan solo fuera más fuerte, podría haber sabido todo lo que sus malas decisiones terminarían ocasionando…

Tal vez… Tal vez un vistazo al futuro le habría devuelto a sus amigas…

Tal vez… ¿Qué importa seguir pensando en ese tal vez? Un maldito tal vez que nunca sucederá…

Todo por su culpa…

Ares fue el primero en notar aquellos sentimientos de parte de Atenea en su expresión facial, por lo cual se acercó a la diosa.

– Atenea, hermana… ¿Te encuentras bien? ¿De verdad está todo bien?

Atenea respiró profundo, para después levantar la cabeza hacia todos los olímpicos…

– ¿De qué hablas, hermano mayor idiota? ¡Claro que estoy bien!

Y dar su respuesta definitiva.

Su rostro cambió de ese tono apagado, ojeras y la piel pálida, a una sonrisa radiante detrás de sus ojos que de forma automática activaron la Conciencia de Guerra.

– ¡Estoy en perfectas condiciones! Aunque bueno… Oír tu voz debería ser motivo para visitar neurocirugía… ¡Fuera de eso, estoy súper dúper!

– ¡Jo jo! Veo que tú humor sigue tan intacto y en buen estado…

– De tal padre tal hija… – suspiró Deméter de mala gana.

– Por supuesto que si… ¡Lo que no está intacto es la sensibilidad de ese grandote de ahí que no me ha traído mi almuerzo! ¡Estoy recién despierta, debo comer algo pronto!

– Eso es muy cierto… – Zeus volteó a Ares con una sonrisa – Trae comida a Atenea.

– ¿¡En serio!? ¡P-Pero padre…!

– En serio. – asintieron Zeus y Atenea al mismo tiempo.

Los olímpicos y demás presentes soltaron una carcajada de alegría al tiempo que Ares con un suspiro fastidioso daba la media vuelta para buscar la cafetería, y mientras Thor se despedía de los dioses para retirarse de vuelta a Asgard.

La mitología cuenta que la diosa Atenea mantenía una actitud seria, responsable, fuerte y determinada, para llevar a cabo su vida y sus misiones como la diosa de la guerra; la realidad de acuerdo a los olímpicos cuenta que Atenea adquirió una actitud arrogante y orgullosa, que fue creciendo mientras más evolucionada en el manejo de sus armas, su poder divino y au fuerza heredada…

Pero, en esta ocasión, ambas versiones son una completa mentira.

Aquel día en la enfermería fue la última vez que Atenea mostró abiertamente signos y emociones de debilidad… Pero no porque ya no existieran.

Sino porque, detrás de la máscara de la más fuerte, estaban ocultas sus terribles debilidades: no ser lo suficientemente fuerte para salvar a quienes más le importaron…

Una pintura falsa para cubrir la soledad que consumió a la diosa más fuerte del Olimpo…

Hasta aquel día.

Un día cualquiera en que descendió al mundo de los humanos en búsqueda de aguas termales para tomar un relajante baño de burbujas; un día en que se le apareció un idiota inocente que había consumido sangre divina para convertirse en un soldado…

El día en que conoció a Aquiles. Ese día… Todo cambió.

– ¡Tengo una idea! ¡Te entrenaré para que te vuelvas el mejor soldado que haya existido en la historia!

– … ¿¡Cómo dice!?

Una nueva meta, un nuevo objetivo, una nueva etapa para su eterna existencia: ser una maestra.

Del mismo modo que aprendió de tantos maestros para llegar al punto en que estaba actualmente, ahora ella se volvería el pilar de enseñanza perfecta, para lograr lo que no pudo: usar sus dones para salvar a la gente que le importaba.

Una conclusión extravagante y poco convencional, pero mientras más pensaba su mente encontraba más sentido en esa idea.

Gracias a eso, también tuvo momentos donde su máscara se cayó y pudo expresar sus sentimientos verdaderos ante gente verdadera para ella…

Como en esa ocasión.

Durante la noche, a mitad del bosque, Aquiles y Atenea descansaban de un día arduo de tareas, sentados sobre un tronco derribado por un rayo, calentándose por la fogata que habían encendido…

En ese ambiente nocturno, a Aquiles se le ocurrió hacer una pregunta.

– Señorita Atenea… ¿De verdad es la más fuerte?

– ¿Qué dices? – sonrió Atenea con curiosidad – ¿No te lo había dicho ya, lindo Aquiles…? ¡Yo soy la mejor! ¡La número #1 del Olimpo!

– Si, me… Me imaginaba que dirías eso, así que deje que reformule mi pregunta…

» Siendo la más fuerte, ¿No se siente a veces como yo?

– ¿Virgen y desamparado? Estoy segura que he tenido más coito que tú.

– No, no me refiero a eso… – negó Aquiles con las mejillas rojas de vergüenza.

– Entonces, ¿A qué te refieres?

– … Verá…

» Estamos a pocos días de volver al campamento para ir hacia Troya y estallar la guerra. El comandante siempre nos dijo que debemos ser un equipo: ellos, mis amigos, y yo… Somos una unidad para pelear y ganar.

» Pero la verdad, yo… No me siento parte de ese equipo.

» Del ejército, de las estrategias… De mis amigos, de Patroclo… No me siento parte de ellos. Es como si… Fuera un extraño. Supongo que es porque soy distinto a ellos en todo sentido.

» Eso me hizo pensar en usted… Siempre dice que es una diosa diferente: fuerte, inteligente, valiente… Eso me hizo pensar si usted…

» Si usted a veces se siente sola por ser diferente a los demás dioses.

La diosa quedó en silencio por unos segundos, sopesando las palabras de su joven y primer alumno; tras pensarlo un poco más, aprovechó el momento para mostrar su lado pícaro.

– ¿Única, yo? Te has vuelto todo un galán, mi lindo Aquiles.

– ¿¡Eh!?

– "Fuerte, inteligente y valiente"… Así que piensas en mi tanto para notar todo eso. Si hubieras continuado con los halagos, te habría dejado besar mis pies.

– ¡No me refería a eso! ¡Claro que no, claro que no!

– ¡Qué linda carita tienes!

Atenea se rió ante el sonrojo extremo en las mejillas de su estudiante, quien solo pudo cubrirse el rostro.

– Creo que… hablé de más…

– No me malinterpretes. Una diosa tan única como yo merece halagos… Así que te daré una recompensa.

– ¿Recompensa?

– Si… Algo único que saldrá de mis lindos labios… ¿Podrías adivinar qué es?

La mente de Aquiles concibió varias ideas mientras sus ojos se posaban en los pequeños y delicados labios de la diosa; la imaginación echó a andar, la cual apenas Aquiles pudo contener.

– … N-No me lo puedo imaginar…

– … Bien, ese regalo es… Un pequeño relato que no se lo he contado a nadie más…

» No siempre estuve sola. Antes… Hace mucho tiempo atrás, tuve… Personas muy importantes para mí. Eran mis… mis mejores amigas…

» Ellas eran mejores que yo: más fuertes, más valientes, más listas. Y yo… en mi intento por ser como ellas… Las perdí.

Aquiles quedó en silencio, viendo cómo el rostro de Atenea había cambiado por completo: de un rostro pícaro y sonriente a un rostro apagado y poco emotivo. Dudando un poco, una de sus manos fue hacia la mano de la diosa.

– Atenea… ¿Te gustaría hablar de eso?

– … No mucho. No me gusta pensar en el pasado, ya que me hace recordar… las cosas malas que pasaron… Prefiero estar en el presente.

Atenea se volteó a Aquiles y le sonrió ampliamente, de una forma muy sincera y con un leve sonrojo en sus mejillas.

En este presente estás tú, y… no eres una cosa mala que quiera olvidar.

Aquiles se sonrojó bastante y separó su mano de la diosa; su expresión le hizo sonreír a ella.

– Eso me recuerda… En el presente, también siento hambre… Y antojos… ¿Acaso dejarás a una linda dama como yo, esperando por unos lindos malvaviscos cocidos al fuego?

– ¡Ah, si, si…! – Aquiles tomó de los alimentos que Atenea había traído del Olimpo, muy distintos a lo que alguna vez hubiera probado, y puso los bombones blancos en una rama para empezar a cocinarlos.

– Qué rico. – sonrió Atenea moviendo su cuerpo de lado a lado – Una buena alimentación es ideal para ser más fuerte.

– Pero… Tal vez comer mucho de esas cosas, que a usted le encantan, no sea tan bueno.

– Qué el dentista se preocupe por eso.

– ¿El qué?

– No lo entenderías… Tu generación no está lista. Pero seguro a tus hijos les tocará.

– ¿Hijos? Pero… ni siquiera tengo pretendientes…

– Ese será el siguiente paso de nuestro entrenamiento. Mañana intentarás conquistar mi corazón; si logras que te dé un beso, te dejaré ir a Troya.

– ¿¡Qué dice!? ¡No puedo hacer eso! ¡Usted es la hija del poderoso Zeus…! ¡Si hago eso, recibiré un castigo divino!

– ¡Qué importa la muerte! Vas a recibir los labios de la mejor dios del Olimpo, la número #1… ¡Deberías estás agradecido de sufrir la muerte como pago! Además…

La diosa de la guerra se acurrucó en el brazo de Aquiles, esperando por los bombones, lo cual sobresaltó a Aquiles.

– Nadie tiene el derecho de decirme a quién debo besar. Eso es… mi decisión.

Tal sea haya sido su sentimiento de soledad por tanto tiempo, o tal vez sus sentimientos femeninos estaban despiertos… De cualquier forma, estar junto al soldado más fuerte de Grecia le encantaba a Atenea en todo sentido. Su pequeño corazón se movía de la misma forma que lo hacía cuando estaba con sus amigas…

Era un sitio en dónde podía estar débil y descuidada, sabiendo que al mismo tiempo estaría segura con él. Un sitio dónde poder recordar el pasado…

También… En esa otra ocasión.

Después de un mensaje de emergencia que recibió de China, Atenea hizo un largo viaje hasta el mundo de los humanos para atender el llamado de su amiga secretaria: Chang'E. Se le encomendó la misión de crear una guerrera que pudiera enfrentar a los dioses, en menos de 3 años…

Una misión que tuvo sus altibajos, y sus momentos difíciles.

– Llegas tarde al entrenamiento.

– Lo siento, señora Atenea. Estuve--

– Ya sé que me vas a mentir, así que te lo diré con claridad… ¡Te dije que nada de penes!

– N-No sé de qué habla, señora Atenea… Yo no he tenido relaciones con Houyi ni con nadie…

– Entonces dime… ¿Por qué diablos caminas como Bambi?

– ¿Bambi? ¿Quién es ese?

– ¡Patrañas! ¡Otras 50 vueltas a la montaña!

A pesar de sus muchas excusas, Chang'E tuvo que acatar las ordenes de Atenea: ese día el entrenamiento fue mucho más intenso que en otras ocasiones, siendo que Atenea estaba muy enfadada con la diosa lunar por haber roto esa regla.

Ni siquiera había pasado la mitad del día que la diosa lunar estaba exhausta en extremo; cayó de golpe contra le suelo para descansar un poco.

– Ya no puedo más… Debo descansar.

– Ni siquiera hemos terminado el calentamiento, así que mueve tu carnoso culo de inmediato.

– ¡Mierda! ¿¡Todo esto solo por haber estado con mi…!? – Chang'E lo pensó un poco más – Espera, ¿Qué somos?

– No me importa si es tu novio, tu esposo, o tu almuerzo. Habíamos dicho que habrían reglas, y tienes que acatar esas reglas--

– ¡Ya lo sé! ¡Ya me lo has dicho tantas veces que he perdido la cuenta! Pero no debería ser motivo para… Tomar un descanso de vez en cuando. Quiero estar con él y disfrutar de--

– Solo nos queda un año para prepararte: has mejorado bastante, ya no eres esa holgazana secretaria que conocí. Pero todavía no estás lista; no puedes bajar la guardia.

– … Eso no es motivo para que no pueda estar con él.

– ¡He dicho que no y punto!

– ¡Solo dices que no, que no, y que no! Pero para ti es facil decirlo… ¡Eres la favorita del viejo de Zeus! ¡Tienes a toda tu familia a tu disposición! Solo tienes que irte de vuelta al Olimpo y tendrás todo lo que quieres a tu alcance… ¡No tienes el derecho de--!

– ¡¿Eso crees que mi!? ¿¡Quieres saber la verdad!?

» ¡La última vez que bajé la guardia por estar con esa actitud de mierda, perdí a las que más amaba! ¡Mierda…!

La diosa griega se dejó llevar por sus sentimientos y golpeó una roca, la cual explotó ante su fuerza física y la afinidad de rayos divinos que salió de golpe, asustando bastante a Chang'E.

Ambas quedaron en silencio por algunos momentos, hasta que Atenea tras respirar fondo decidió terminar sus palabras.

– Yo también tuve… a mi Houyi. A diferencia de ti… A pesar de haber entrenado mucho… La perdí.

» Si no hubiera bajado la guardia, otra historia sería.

Chang'E se cubrió el rostro con las manos, sintiéndose un poco mal por su actitud; entonces levantó su mano a Atenea.

– Yo, disculpa… Yo no sabía--

– El entrenamiento de hoy se cancela. Vete a hacer lo que quieras… Yo haré lo mismo.

Pateando una roca, Atenea se dio media vuelta para desaparecer en el bosque que rodeaba el lugar; Chang'E sabía que era mejor solo hacerle caso, por lo que volvió a casa para estar un rato con Houyi…

No el mismo caso para Atenea, quien se quedó todo el día restante encerrada en su habitación sin comer ni hablar; al día siguiente se le pasó y volvieron a la normalidad…

Hasta el día de la conferencia del Valhalla: metida en su habitación usó un dron de Hefesto para llevar una cámara hasta China y poder ver el trabajo de su alumna.

– Así que… Eliminaste a los angeles del Emperador de Jade… y a 9 de sus 10 hijos…

» Amiga mía… ¡Estás loca de remate! ¡Cómo me encanta!

La diosa griega se retorció de la risa en su cama, pateando todos los peluches y cobijas a su alrededor.

– Lo logró… ¡Esa desgraciada hija de perra lo logró!

» Todo gracias a mi, todo gracias a mi… ¡Que lista que soy! ¡Parece que después de todo, sigo siendo la mejor! ¡Oh si, oh si!

La diosa siguió riendo hasta que su estómago comenzó a doler por lo que tuvo que dejar esas expresiones…

Poco a poco la sonrisa se apagó, terminando con un largo y profundo suspiro, que la dejó inmóvil en su cama, mirando hacia el techo, y con una mano en su tableta donde vio la transmisión.

– … Si… Todavía soy la mejor… Eso es bueno.

Haber entrenado a Chang'E fue una buena experiencia, que en especial por el hecho de que se trataba de estar con una mujer… Le recordó un poco a sus momentos de alegría con las mujeres divinas con quiénes compartía habitación.

Esa misma cama que compartió con… con ella. Recordar eso le trajo un sentimiento de nostalgia que bajó sus ánimos y la hizo quedarse dormida.

Así también… En esa otra ocasión.

Algunos momentos después de su coronación oficial como semidiós e hijo adoptado de Zeus, Hércules y Atenea pasearon por los pasillos para llegar a la nueva habitación del semidiós.

En su camino, el muchacho no pudo contener por mucho su sonrisa y emoción.

– Maestra Atenea… Lo logré.

– Si, así es… Gracias por recordarme que debo pagarle a Hades haber apostado que no podrías con su firulais.

– Yo… lo logré…

– Si, ya lo dijiste… Si quieres otro abrazo como el que te di después que te tiñeran el cabello, tendrás que ser más insistente.

– ¡Lo logré! ¡Maestra… yo lo logré!

Hércules sonrió ampliamente y movió sus puños con emoción, provocando a Atenea imitar el gesto.

– ¡Lo hice! ¡Pude convertirme en un dios!

– ¡Si, si, ya dijiste eso! ¡Ya cállate!

– ¡Lo hice! – Hércules tomó a Atenea de la cintura para levantarla en el aire por inercia.

– ¡H-Hey…! – Atenea se sonrojó bastante – ¡Ya te dije que no eres mi tipo! ¡No altered mis gustos ahora que eres legal!

– ¡Lo logré, maestra Atenea! ¡Por fin descendí a divinidad!

– ¡Y dale con eso…! ¡Lo único que vas a descender es mi divina figura atrapa hombres, o te partiré la cara!

– ¡Oh si! ¡Lo siento! – Hércules bajó a Atenea, pero no dejó de abrazarla – ¡Muchas gracias, maestra Atenea! ¡Gracias por todo su apoyo; usted es la mejor!

– Lo sé, lo sé… Soy la mejor. Debería empezar a cobrar por lo que hago… ¿Los jueves, no tan caro?

» ¡Lo que me recuerda! – Atenea sacó de su vestido un muñeco de juguete, igual a Hércules – ¡Mira, mira! ¡Una copia mini de ti!

» Hefesto onii-chan los hizo para celebrar tu triunfo… ¡Hay que ponerlos en circulación! ¡Pronto serás la marca favorita del Olimpo! Imagina las posibilidades… Bebidas, sandalias, juguetes chillones, autógrafos, show de media noche… ¡Será fantástico!

Hércules miró el muñeco con una sonrisa que combinaba risa y sincero cariño.

– Me alegra que haya una diosa tan buena como usted en el Olimpo que bme haya ayudado en esta travesía…

» Gracias a usted, podré cambiar el mundo de los dioses, para proteger a la humanidad… ¡Para aplicar la verdadera justicia--!

– ¡Espera un segundo! – Atenea se separó de Hércules de golpe – Frena tu carro. Una cosa es ser dios en el Olimpo, lo cual ya de por sí es difícil…

» ¡Otra muy distinta es meterte a la burocracia y alterar el orden divino! ¡Ni siquiera yo lo he hecho!

– Pero… Usted también apoya a los humanos.

– Pues… Osea, si hay humanos guapos y mujeres bonitas que me gustan… Pero apoyar, apoyar… Eso es debatible.

– ¿Por qué dice eso?

– La verdad es que los humanos… Están bien tontos. He visto que les encanta hacer de todo sin pensar en las consecuencias, y cumplir sus propios caprichos a merced de otros, y muchas otras cosas feas… Así que, pensar en estar a favor de todo eso… Me da un poco de asco.

– … Así que… ¿Usted ve a los humanos como todos los dioses?

– Tampoco dije eso… Digamos que no quiero que se mueran, pero no me afecta si se mueren… Aunque… podría ser un poco más de lo primero…

Atenea desvió la mirada hacia una ventana, en las cuales las nubes viajaban con el viento matutino; de alguna forma eso le trajo memorias.

– … No odio a los humanos, pero no… No quiero que se mueran. Después de todo, de ahí vinieron "ellas".

– ¿"Ellas"? ¿A quienes se refiere?

– ¿Nunca te conté esa historia? Qué sorpresa… – Atenea suspiró por lo bajo – Hablo de… mis mejores amigas.

» Hace mucho tiempo tuve amigas que eran… muy cercanas a mi. Gracias a ellas… Conocí muchos aspectos de los humanos, que… Todavía están impregnados en mi.

» La fuerza para soportar actos crueles con tal de tener un día más para ver la luz… El talento natural para lograr milagros en segundos… La valentía para decir las cosas con franqueza y transparencia…

» Son cualidades que aprecio de los humanos; a veces me da rabia ser una diosa perfecta que no puede hacer todo lo que un humano hace…

» Y a veces… recuerdo todo lo que tuve que hacer para estar aquí… Y me siento como una humana fuera de lugar.

Atenea se volteó a Hércules y le sonrió con toque coqueto.

– No puedo decidirme por ellos. Son tan tontos y tan lindos que estoy en conflicto.

– … Es cierto… Los humanos son… Somos extraños.

» Pero… Todavía tienen cosas buenas por las cuales hay que pelear. Por eso quiero alcanzar la verdadera justicia con los humanos…

» Por eso… Espero que usted, que al parecer entiende eso, pueda ayudarme con esto.

– … Quien sabe… ¡Si pagas mis servicios con los mejores dulces humanos, consideraré hacerte caso!

– ¡De acuerdo!

A partir de ese momento, Hércules y Atenea se dedicaron a ayudar a la humanidad a espaldas de Zeus, creando a los héroes de antaño: Perseo, Ulises, Jasón, Belerofonte, Teseo, etc… Héroes que le recordaron bastante a sus amigas y personas que había dejado en el camino…

También como… Como en esa otra ocasión.

Uno de los dioses favoritos de Atenea se volvió Susano'o no Mikoto: un dios de los 3 nobles, perfecto en su nacimiento, y poderoso en todo sentido. Aquel con quién había entrenado un poco en su viaje de 5000 años.…

Pero, después de la conferencia del Valhalla que marcó la división entre dioses y humanos, Atenea se enteró del destierro de Susano'o por querer entrenar con humanos; eso la motivó a visitarlo para entender por qué había tomado esa decisión…

Encontrándose con el dios de las tormentas, con una apariencia muy distinta a la de los nobles… Pero feliz.

– Te lo digo, Atenea… ¡Los espadachines son lo mejor que existe en el mundo!

– No creo… Dame un arco y una flecha y me cargaré a todos los que quieras.

– ¡Patrañas!

– ¡Si quieres, ahora mismo nos partimos la cara!

Susano'o rió muy alegre, lo mismo que Atenea quien se metió un puñado de palomitas de maíz a la boca, mientras ambos seguuan discutiendo y hablando.

– Es divertido estar contigo, Atenea… Pensé que no volverías a visitarme después de haber tomado esta decisión.

– ¿Crees que soy como uno de esos nobles que les asusta estar con humanos? ¡Ni que me fueran a morder!

» Además… Aquí entre tú y yo: no eres el único que ha estado con humanos tanto tiempo.

– ¿De verdad?

– ¡Ja, si supieras! He estado con humanos desde hace más de 5000 años… ¡Son tan lindos y adorables! ¡Me encanta usarlos como juguetes!

– ¡Pero qué cosas dices!

– No me malinterpretes… He sido una maestra para los humanos, después que un virgencito se metió en mi camino. Tengo una lista muy grande de récords batidos por cada humano que entreno…

– No sabía eso… Por mi parte, yo no puedo decir que soy un maestro: solo soy un alumno de esos humanos tan… Maravillosos.

– Justamente a eso vine… ¿Es cierto que tú, el dios de la espada, está aprendiendo de los humanos sobre la espada?

– No, no. Te equivocas… ¡Es el arte de la espada!

– Arte… arte… ¿Cómo el tejido o la lanza?

– ¡Exactamente! ¡¿Te gustaría aprender conmigo!?

Atenea bufó por lo bajo.

– ¿Aprender, yo? ¡La maestra ya sabe todo lo que debe saber!

– Siempre se aprende algo nuevo, Atenea… Es lo que he visto de los humanos. Siempre se mejoran, siempre se perfeccionan… Siempre siguen subiendo, como si nunca tuvieran fondo que tocar. Es…

» Es maravilloso ver cómo los humanos pueden seguir siendo mejores cada día. Es una pasión que abraza mi corazón y mi alma… Ser como ellos.

Atenea quedó en silencio tras escuchar esas palabras de parte del dios de las tormentas; se terminó todas las palomitas de golpe y se levantó del suelo.

– Si tanto insistes… No estaría mal aprender un poco más.

– ¡¿De verdad!? – Susano'o se levantó de golpe y apretó las manos de Atenea – ¡No te arrepentirás!

– ¡Espero que no! ¡Lo que me recuerda…! – del fondo del bote vacío de palomitas, Atenea sacó un pequeño objeto: un muñeco de Susano'o – ¡Mira, mira!

– ¡Ay, pero que lindo! – Susano'o no dudó en tomar el muñeco para abrazarlo.

Gracias a eso, Atenea comenzó a entrenar y mejorar de acuerdo a los parámetros humanos; ya lo había hecho con los dioses, era momento de saber si los humanos eran capaces de satisfacer su deseo de ser la mejor…

Y para su sorpresa, así fue: la humanidad enseñó a la maestra, mientras que la maestra siguió entrenando y educando a la humanidad desde las sombras…

Siempre en movimiento, siempre haciendo cosas, siempre usando sus dones y habilidades para ayudar y hacer todo lo posible en favor de los dioses y humanos…

Siempre sola…

Más después de lo que ocurrió en aquella conferencia del Valhalla, cuando la valkiria Brunhilde desafió a los dioses al Ragnarok.

Zeus, Hermes y Ares regresaron al Olimpo, sacaron a Atenea que había sido encerrada en su habitación para que no saliera, y tras muchas insistentes preguntas y dudas, la diosa accedió a las grabaciones del torneo del Ragnarok.

Las muertes de Poseidón y Apolo realmente no le afectaron mucho; no odiaba a ambos para celebrar sus muertes, y tampoco los amaba lo suficiente para lamentarse. Simplemente… se fueron.

Lo que realmente le afectó fueron… las derrotas de esos amantes de la humanidad.

Hércules y Susano'o no Mikoto; de todas las peleas que sucedieron en el Ragnarok, y de todas las predicciones que había pensado… Ellos 2 fueron los únicos que deseaba con todo el corazón que ganaran sus combates.

Y verlos caer… rompió más su quebrado corazón.

Tras aquello, Atenea se aisló por algunos meses en su habitación, para estar sola con sus emociones y sufriendo en silencio…

Y soledad.

Sin embargo, al salir de su habitación, comenzó una nueva rutina de entrenamiento que se basó en los 13 combates que sucedieron en el Ragnarok. De cada victoria, de cada derrota, de cada muerte… ella aprendió un poco más.

Un poco más, un poco más, un poco más… Como si estuviera haciendo un homenaje a los héroes y dioses caídos, durante aquellos 1000 años…

Una rutina que le serviría cuando se enteró del segundo Ragnarok; contra la voluntad de Zeus, ella fue la primera voluntaria en participar, tras lo cual viajó a los Campos Elíseos para asentarse y tomar una siesta, pensando que el torneo se llevaría a cabo en algunos meses…

Para su sorpresa, al día siguiente de la reunión se llevó a cabo el torneo. Ese torneo que… le arrebató todavía más pedazos de su corazón.

Cómo fue el caso… de la muerte de Aquiles…

– Mi lindo Aquiles perdió su combate… ¡Qué mal!

La diosa estiró las piernas para bajar de su asiento y bostezar aburrida.

– Esto es malo para mi reputación, pero ya no se puede hacer nada… ¡Iré a perder tiempo en los pasillos!

– ¡Atenea!

Justo cuando iba a abandonar la habitación Ares le detuvo, con un rostro preocupado por su reacción tan fría.

– ¿Qué pasa?

– ¿No… No vas a llorar por Aquiles?

– … No tengo ganas. – la diosa levantó los hombros – Además, el ya sabía lo que estaba haciendo allí abajo. Por lo menos…

» Siguió peleando hasta el final, lo que no me hace quedar tan mal.

– ¡P-Pero--!

Antes que Ares pudiera terminar sus palabras, Atenea salió de la habitación con el mismo silbido de sus tíos Poseidón y Hades, dejando a los demás con un mal sabor de boca.

Pero… ¿De verdad Atenea no lloró por la muerte de Aquiles?

Esto es una mentira.

El silbido le sirvió para llenar el eco del pasillo donde la diosa, fijándose que no hubiera nadie cerca, pudiera… pudiera decir lo que decía.

Las lágrimas corrieron de sus ojos sin control, hasta el punto en que tuvo que cubrirse la cara con ambas manos.

– Solo tenías que ganar… Dijiste que había sido la mejor para entrenarte… ¿Por qué no ganaste?

» Después de lo que me dijiste… ¿Por qué te atreviste a dejarme sola?

La diosa no pudo resistirlo más; cayó de rodillas al suelo y lloró con gran amargura por la vida de aquel humano que había logrado tocar su corazón por primera vez desde la muerte de Pallas; el único humano que pudo llamarse digno de recibir los labios de la diosa de la guerra.

Algo también así pasó con… La muerte de Chang'E…

Cuando la diosa de la guerra tiró a su hermano Ares en el gimnasio, justo después que terminó la ronda fantasma.

– ¿Piensas que soy una traidora? ¿Quieres que responda a eso?

Atenea sujetó la lanza apuntando la cara de su hermano Ares, con un muy ligero temblor en sus dedos que Ares fue capaz de notar.

– Atenea, hermana… Yo no… No quería--

– Sí querías hacer esa pregunta. No te hagas más idiota de lo que ya eres.

– No, no es eso… No quería… hacerte sentir enojada por… Por eso…

– No estoy… enojada…

La diosa soltó un suspiro tras esas palabras, que la hizo rendirse: dejó caer su arma divina al suelo y sus piernas chocaron también, haciéndola caer por completo.

– ¡Hermana! ¿¡Estás bien!?

– … Sobre Chang'E… ¿Crees que… haya sufrido demasiado…?

Una pregunta inocente de parte de la diosa, que Ares no pudo responder con palabras positivas.

– Me gustaría pensar que no… Pero las grabaciones no muestran eso.

– … Me lo imaginaba…

Atenea se llevó una mano a la cara para cubrir su rostro.

– Estúpida, tonta… Todas las neuronas se le fueron a los muslos, así como a mi lindo Aquiles todas las neuronas terminaron en sus chichis… Par de idiotas, haciéndome quedar mal frente a todos…

» En especial, frente a mi… ¿Por qué no pensaron en mi?

La diosa sollozó un poco, aunque ya no fue capaz de contenerse más.

– ¿No pudieron pensar… qué también me hacen daño…?

– Hermana…

El dios de la guerra se levantó del suelo para abrazar a su hermana pequeña, con todas las fuerzas posibles, dándole un momento a Atenea para sacar todos sus dolidos sentimientos y corazón roto…
 
¿En cuántos pedazos? A estas alturas era difícil llevar el conteo.

– Idiota tras idiota… Uno menos, otro menos… ¿Por qué todos los que quiero cuidar… tienen que morirse siempre?

» ¡De todos los idiotas en este maldito universo…! ¿¡Por qué tienen que ser mis idiotas!? ¿¡Por qué no me puedo quedar con uno!?

– Hermana… Lo siento mucho… Pero, no te culpes de eso.

– … ¡No digas tonterías, hermano mayor idiota! ¡Claro que es mi culpa…!

» ¡Se supone que soy la más fuerte, pero todos esos idiotas…! ¡Solo se mueren todos esos idiotas haciéndome daño! ¡Claro que es mi culpa! ¡Es mi culpa, mi culpa…!

» ¡Es mi culpa por ser tan débil!

– No es tu culpa… Hiciste lo mejor que pudiste… Pero al final no puedes hacer que todos vivan como desearas…

– Entonces, ¿¡Cuál es el sentido que sea fuerte!? ¡No tienen ningún sentido…! ¡Toda mi vida desperdiciada para nada!

Ares ya no dijo nada más, sino que dejó en silencio que su pequeña hermana desahogara todos sus sentimientos, en ese pequeño espacio de soledad entre ambos…

Después de un rato, ambos dioses de la guerra quedaron sentados, hombro con hombro y recargados en la pared.

Ambos en silencio, hasta que la diosa de la guerra limpió sus mocos con una toalla de entrenamiento y habló en voz alta.

– Sobre lo que me preguntaste…

– ¿Hmmm?

– Cuál de los bandos apoyo… Te voy a ser sincera, hermano mayor idiota…

» El Ragnarok me da lo mismo. Si ganan dioses o humanos… Nada de eso me importa.

– ¿¡Qué!? ¿¡Entonces… Por qué haces lo que haces!?

– ¿No te lo he dicho? Yo siempre apuesto al mejor postor… Y ambos lados han sido muy tentadores…

» Los dioses… Comparto con ellos mi sangre, tienen mi casa y comida favoritas, y la verdad… Me encanta ser una diosa.

» La humanidad… Ellos tienen lo que más llegué a amar alguna vez… Fuerza, talento, valentía… La determinación de arriesgar sus insignificantes vidas por una convicción y un sentimiento… Un sacrificio muy honorable.

» Siendo que conozco muy bien ambos mundos, y siendo que he estado en ambos lados desde que nací… No puedo tomar un bando.

» Ayudo a los dioses porque es lo que papi espera de mi, y porque es divertido hacer un plan y ver cómo sale… Apoyo a los humanos porque, todos los que han peleado, han encendido mi corazón.

» Ha sido una sorpresa muy grata de observar en vivo. Esos idiotas bajo mi tutela… Me siento orgullosa de haberlos traído hasta aquí.

Atenea soltó una lágrima de orgullo, que de inmediato limpió para después volver a su postura bromista.

– No importa quién gane… ¡Lo que importa es aparecer en la primera plana en los noticieros! ¡Estoy asegurando mi lugar!

– Hermana… Si tuvieras la posibilidad de estar con la humanidad en vez de los dioses… ¿La tomarías?

– … La verdad no lo sé… Ya te lo dije: ambos lados son tan magníficos que no puedo escoger uno solo…

» En momentos como este… Me pregunto… Qué dirían ellas…

"Ellas" que Ares sabía de quién hablaba: Medusa, Arachne… y Pallas. En especial, Pallas.

– Todo lo que soy, todo lo que he hecho, y en dónde estoy el día de hoy… Se los debo a ellas.

» La Égida que le pedí las modificaciones a Hefesto onii-chan… La tela que decora mi armadura… Mi lanza favorita que era suya… Están conmigo todo el tiempo, porque les debo eso: que vean que…

» Sin importar dónde esté, contra quien vaya, y a quién apoye… Ellas están conmigo, y siempre verán… Que soy la mejor. Por ellas.

Atenea se levantó del suelo, estiró un poco su cuerpo y bostezó abiertamente.

– Muy bien, ya me decidí.

– ¿De qué cosa, Atenea?

– Voy a ser la siguiente… Después de que resuelvan todo este pleito, voy a ser la siguiente en pelear.

– … ¿¡Hablas en serio!? ¿¡No dijiste que querías esperar hasta las últimas rondas!?

– Si, ya sé lo que dije… Pero da igual. Voy a ser la siguiente…

» Hablar de todo esto y llorar por esos idiotas me abrió el apetito… De tener una buena batalla contra uno de esos magníficos humanos.

» Entrar al campo de batalla y darlo todo… Pelear con todo lo que tengo, aún si eso puede consumir mi propia vida…

» Llegar a mis límites, escupir sangre y un pulmón, sentir dolor hasta no poder continuar más, perder un brazo o una pierna… De hecho, no me importaría quedar lisiada de por vida, si eso significa que puedo tener una lucha donde dar todo lo que soy…

» En memoria de todos mis idiotas y mis amigas favoritas.

» Pero… En definitiva… M rival debe ser un humano que haga lo mismo que yo… ¡Ay, si! – Atenea se emocionó bastante de ello – ¡Quiero un humano lindo que pelee con todo aunque se vaya a morir!

» Nada de idiotas que se contengan a voluntad, ¡No, no, no! ¡Eso me enojaría muchísimo! ¡Échale más ganas, maldito idiota!

– … Si llegaras a ganar… Pero… Ya no pudieras volver a pelear en toda tu vida… ¿Entiendes lo que significa eso, hermana?

– Claro que lo entiendo: eso es una vida normal… Algo que no he tenido desde… Desde ellas.

» Pero ahora que lo dices, ¿Qué debería hacer después de pelear? Tal vez estropear la estrategia que había hecho con los dioses, tal vez… ¿Tal vez espiar a las valkirias para ver cómo escogen a sus peleadores? ¿Darles una manita…?

» ¡O tal vez quitarle el puesto a papi para cambiar las reglas de la Constitución del Valhalla! ¡¿A quién rayos le importa!?

– Eso suena a traición, hermana.

– Es emparejar el tablero… ¡Los humanos han tenido suerte en empatar mi estrategia! ¡Tengo que mover la balanza de nuevo!

» Pero, en fin. No me importa lo que pase después de esto… Solo sé que… Entrar a pelear ahora y salir con la victoria…

» Es lo mejor que puedo hacer en memoria de ellos. Es lo que… La número #1 como yo debería hacer.

– Ya veo… – Ares suspiró por lo bajo – Eso es bueno. Me alegro por ver qué todavía sigues tan feliz…. A pesar de todo esto.

– Es lo mínimo que la mejor diosa del Olimpo debe hacer. No lo entenderías, hermano mayor idiota.

– Pero, a pesar de lo que dices y piensas… De todos esos sueños que tienes en mente…

» Los humanos son muy fuertes y han matado dioses en estos 2 Ragnarok…

– Si, tienes razón. Esos lindos humanos podrían darme problemas, y espero que lo hagan…

Fecha de publicación: 30/10/24
Autor: ASFD
Editor: Darklord331

Nota de autor: Muy buenas, mis queridos Ragnabros.

Último cuarto de mi novela favorita: la vida de AteneaGOD (ya terminó la besto novela, hora de irse a mimir).

Con esto, por fin termino el pequeño arco de la vida de Atenea, la personaje que más tiempo ha estado en el horno para salir bien cocinada UwU.

Ahora qué conocemos toda la historia de AteneaGOD, ¿Su fandom aumentará? ¿Sus acciones están justificadas? ¿Es justo pedir que Atenea le quite la virginidad a Juanita como recompensa? ¿Podrá Juanita hacer que Atenea olvide a la zorra de Pallas y le dé atención a la santita?

Muchas dudas y pocas respuestas, ¡Para tener chance de escribir y publicar más capítulos! Así que, ¡Todo esto y más en el siguiente cap!

Sin más que decir, ¡Los leo en el siguiente capítulo!

Recordatorio: La publicación de capítulos es cada 21 días. En caso de caps desfasados, el conteo comienza a partir del jueves de publicación.

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