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Capítulo 95.1: Mentiras expuestas

El casco divino de la diosa cayó de golpe contra el suelo, así como la gran mancha de sangre.

El ambiente entero quedó en silencio rotundo, a excepción de las gotas de lluvia así como de la respiración de Jeanne D'Arc; por su lado, Atenea estaba con los ojos muy abiertos mirando hacia el vacío…

Con una cortada que atravesaba su rostro; desde el inferior de su mejilla derecha hasta la frente por encima de su ojo izquierdo.

Las gotas de sangre cayeron lentamente por su rostro y el dolor se hizo presente tras la pequeña dosis de adrenalina que sufrió. Con ello su mente fue bombardeada con el recuerdo de esa sensación que se repetía…

¿Cuándo fue la última vez que sintió dolor…? Claro que lo recordaba… Muy bien…

Más bien… La última vez que… Sintió dolor… por haber actuado igual que su oponente…

Jeanne respiró agitada para recuperar el aliento; apretó de nuevo a Catalina en su forma de espada mandoble para sujetarla con fuerza.

– Tú no puedes entender… Todo lo que he tenido que vivir… Solo por estar “bendecida” con este poder… ¡Si pudiera, regresaría el tiempo, para nunca haber tenido que depender de estos dones… que solo han arruinado mi vida!

» ¡Puedo ganar siendo yo y solo yo…! – Jeanne se lanzó al ataque aprovechando que Atenea estaba con la guardia baja – ¡No necesito maldiciones ni la ayuda de nadie para ganar! ¡¡Solo me necesito a mi--!!

– ¿Eso crees?

Atenea levantó su mano y detuvo en seco la espada de Jeanne; no solo eso, sino que su puño se cerró de forma que atrapó la espada por completo, por más que Jeanne intentó zafarse del agarre.

– ¡Ugh…!

– ¿Serías algo o alguien si solo dependieras de ti misma, Jeanne D’Arc? Qué arrogante eres… No necesito conocerte para saber que eso es una… Mentira.

Atenea apretó el agarre de su escudo y lanzó un golpe directo a Jeanne; siendo que no tenía con que defenderse, la humana recibió el golpe directamente en su pecho, aumentando el dolor en su torso y caja torácica.

– ¡¡Agh…!!

– ¿Puedes ganar siendo solo tú misma, sin necesidad de todo lo que te ha llevado hasta aquí…? Estúpida humana.

Atenea hizo el mismo ataque, aunque Jeanne logró levantar su mano para detener el escudo por su borde; de todas formas, la fuerza de Atenea había aumentado de forma exponencial.

« ¡¿Qué!? ¡¿Siempre fue así de fuerte!? »

– ¿Una maldición? Qué idiota… ¿Sabes que eso que desprecias sería un regalo para otros? ¿Sabes que hay personas que darían todo por conocer una sola imagen del futuro…?

» Muchas personas, como yo, nos habríamos ahorrado ese mal momento en nuestras vidas…

La diosa de la guerra lanzó una patada al estómago de Jeanne, que la separó algunos metros de distancia con todo y armas; Atenea se aferró a su escudo y acomodó su cuerpo para una embestida frontal así como su nueva estrategia:

Syf abrió los ojos con sorpresa al reconocer el espíritu de combate de la diosa; como el de su esposo…

– ¿Me estás jodiendo?

La diosa de la guerra aumentó la fuerza de sus piernas para lanzarse en línea directa hacia Jeanne, además que la misma Égida comenzó a emanar brillo como si cargase energía física.

Skjermvegg
[ Muro de escudos ]

Jeanne no tuvo tiempo para escapar o evadir aunque ya había visto que Atenea haría eso; solo pudo recibir el golpe de lleno, sufriendo tanto en su torso como en su cara la fuerza de impacto y escupiendo sangre.

– ¿Cuántas veces pudiste haber hecho el bien con ese poder? Estoy muy segura de que lo hiciste infinidad de veces, doncella de Orleans…

Fylking
[ Orden en medio del caos ]

Atenea lanzó repetidos golpes con su escudo, dando de lleno en Jeanne quien trataba de defenderse con su espada mandoble sin éxito alguno; el dolor fue recorriendo su cuerpo y aumentando con cada golpe que la diosa daba.

Después de algunos segundos Jeanne se percató de su escudo Margarita en el suelo; con un movimiento de sus alas logró librarse del ataque de Atenea, para llegar al escudo y ocultarse detrás de este. Su cuerpo tembló, en respuesta al dolor que sentía así como sus emociones…

Atenea se había vuelto mucho más temeraria que segundos antes.

– ¿Cuántas veces disfrutaste de ayudar a otros, salvar vidas? La niña de la profecía que salvó Francia… Muy tonto.

» Con esa actitud de mierda, lo dudo mucho. Seguramente alguien igual a ti lo hizo, y tú solo te llevaste el crédito.

Villsvin snute
[ Destructor de defensas ]

Atenea lanzó su escudo en golpes cargados de fuerza física, con lo que logró bajar el escudo de Jeanne, dándose cobertura para usar la mano libre e intentar golpearla.

Pero la previsión de Jeanne le había advertido de eso; levantando su espada, aunque fue interceptada por la palma abierta de Atenea, logró detener aquel golpe iracundo.

Ne parle pas de moi comme ça*! ¡No me conoces, y nunca serías capaz de entenderme--!
[ *N/T: ¡No hables así de mi! ]

– ¿Ah no? ¿Y tú si me conoces… o en eso serás también arrogante?

Atenea deshizo la postura de Jeanne de defensa, tras lo cual apretó el escudo con ambas manos para embestir de nuevo.

Skjermvegg
[ Muro de escudos ]

El golpe dio en Jeanne aunque ya estaba preparada para recibir el impacto con su propio escudo de cruz levantado a la altura suficiente para defenderse; Atenea detrás de su propio escudo dirigió sus ojos azules y fríos a Jeanne.

– ¿Tú podrías ser capaz de entenderme…? Lo dudo mucho.

Hé!?

– Tú no estás dispuesta en lo mínimo a arriesgar tu vida por tus convicciones y deseos… En cambio…

» Si yo hubiera tenido la oportunidad de conocer el futuro, aunque fuera una maldición que me hiciera la vida imposible, lo habría arriesgado todo.

Atenea deshizo de nuevo la postura de defensa tanto suya como a la de Jeanne; aquello sirvió para mostrar el temblor muy ligero que estaban sufriendo las extremidades de su cuerpo, como si todo aquello le estuviera costando más esfuerzo del normal.

La diosa resopló por lo bajo con mala cara, para después golpear el suelo con su pie: justamente habían llegado a dónde había dejado su lanza divina, y con ese pisotón lo elevó por los aires para tomarlo.

– Supongo que me equivoqué contigo, Jeanne. Es una lástima…

La diosa de la guerra apretó su lanza divina, en la cual comenzó a correr la sangre de sus heridas tanto en el brazo como entre las placas de sus dedos; Jeanne sintió una presión crecer en el ambiente y se asustó bastante, a lo cual se dispuso en posición defensiva de inmediato.

« Siento una gran presión que no había tenido antes. Esto es malo…

» Más porque ya se me acabaron las imágenes que había visto… No, no importa. Estaré bien… Ya crecí más que cuando comencé… Mi análisis es más preciso. Solo debo… analizarla y… sabré lo que va a hacer… »

Por su parte Atenea se percató de un detalle adicional: la sangre de su brazo derecho estaba bañando la lanza por completo, de forma que ésta vibró por lo bajo.

« No me digas que…

» … Tienes razón. Todavía no he sacrificado todo para pelear… Ya di mi pasado, ahora también mi futuro. »

Atenea apretó su mano al tiempo que la Conciencia de Guerra se apagaba para que sus ojos adquirieran otro brillo: un azul turquesa muy brillante que resaltó por encima del color natural de sus ojos…

De entre sus dedos salieron chispas eléctricas que recorrieron su sangre en la lanza divina; tras ello Atenea exclamó en voz alta:

Synkaló*!
[ *N/T: ¡Ensámblate! (griego) ]

La diosa fue llena y rodeada de rayos divinos, desde los pies a la cabeza, y con ello su lanza divina se transformó: se convirtió en hilos metálicos que se comenzaron a entrelazar entre sí y cambiando la forma de su estructura, creando una presión en los Campos Elíseos que asustó bastante a Jeanne.

– ¡¿Hermana!? – Ares se levantó de su asiento de golpe – ¡¿De qué se trata eso!?

En medio de la confusión entre los olímpicos, la única con una respuesta clara fue Perséfone:

– ¡No puede ser posible!

– ¿Eh? – Syf volteó con la diosa – ¿A qué te refieres?

– ¡Es lo mismo que hizo Hades con su bidente durante la Gigantomaquia…!

» La sangre de él tiene una sustancia llamada Icór de Plutón, que transforma cualquier arma divina en una versión más poderosa al ser bañada por completo en esa sustancia. Albergando la fuerza vital del usuario, el arma alcanza un poder inimaginable.

– ¡Eso suena… increíble! – Dionisio abrió los ojos con emoción – ¡No sabía que Atenea podía hacer eso!

– ¡Ese es el problema! ¡Se supone que Atenea no puede hacer eso; el Icór de Plutón solo existe en la sangre de Hades!

– … ¡¿Qué!? – todos los olímpicos quedaron atónitos.

Lo mismo Erictonio y Pandora; sin embargo, ellos si recibieron una respuesta de parte de su padre Hefesto, quien conocía muy bien el armamento que usaba Atenea desde hace miles de años:

– Lo puede hacer porque su lanza ya tiene Icór de Plutón, suficiente para mantener una transformación temporal de algunos minutos.

» Pero, por medios naturales, ella es incapaz de producir esa sustancia para transformar la lanza, y tampoco puede acceder a la que ya tiene. Hice experimentos y pruebas con ella, hasta que logramos dar con la fórmula correcta:

» Primer paso: usar su afinidad eléctrica. Atenea heredó el poder de nuestro padre Zeus a controlar la electricidad, incluso el rayo divino, pero ella nunca entrenó para hacerlo como padre.

» Por tanto, hace un gran esfuerzo físico para que su cuerpo pueda manipular la energía eléctrica que tiene su cuerpo así como su alrededor, que al entrar en contacto con el Icór impregnado en la lanza la “revive”.

» Segundo paso: usar su propia sangre. Esto crea un vínculo con el Icór revivido, de manera que empieza a consumir la energía vital de Atenea y con ello logra la transformación de la lanza.

– ¡Eso es tan asombroso! – Pandora sonrió de oreja a oreja – ¡Mami es tan asombrosa y grandiosa!

– Así que, con esa lanza será invencible, ¿Verdad? ¡Nada logrará detenerla!

– Aunque tiene sus desventajas: la fuerza vital de Atenea no se drenará hasta matarla dado que el procedimiento es distinto, pero si la dejará fuera de combate…

» Si excede sus límites, podrian pasar milenios antes que pueda volver a tomar un arma.

– ¡¿Qué!?

– Es la última carta de Atenea: solo la probó una vez, así que esta sería la primera vez en toda su vida que lo usará en combate.

– Padre, no entiendo algo. – Erictonio fue el único que prestó suficiente atención – ¿Cómo es que la lanza de mamá tiene ese tal Icór? Cuando se supone que es imposible…

– … La verdad no lo sé. Ella nunca me lo contó…

La lanza terminó su transformación por completo, alarmando los sentidos de Jeanne como cuando vio por medio de las pantallas la Forma Diamante de Zeus. Solo podía percibir un aura divina inmensa, a punto de atacar en cualquier instante, con la intención de matar…

La diosa adquirió una postura ofensivo-defensiva: su nueva lanza apuntando a Jeanne D’Arc, mientras que la Égida estaba con la Gorgona de frente.

– Jeanne D'Arc, este es mi verdadero poder…

Gracias al análisis de Senjuu Musou Avenir, Jeanne pudo predecir que Atenea se lanzaría en un ataque frontal, aunque no estaba segura de cuándo o cómo lo ejecutaría; con miedo apretó sus armas y también adquirió una postura ofensivo-defensiva.

« No sé lo que vaya a pasar… Pero no importa. Puedo… Puedo ganar… Solo debo adaptarme cuando ella lance su ataque. Esta armadura… Resistirá muy bien. »

Atenea apretó sus dedos con que tomaba la lanza divina, para después dirigir su rostro hacia la misma:

Al instante en que Atenea actuó los labios de Jeanne se abrieron en una exclamación llena de pánico:

– Adapter!!

Lo siguiente que ocurrió se puede definir con una sola frase: Atenea lanzó una estocada frontal al mismo tiempo que Jeanne adaptó por novena vez la armadura divina.

Pero, lo que exactamente ocurrió, fue lo siguiente:

La técnica de Atenea, impulsada por la afinidad eléctrica de su portadora, avanzó en línea recta hasta Jeanne en un instante que se extendió por milisegundos y microsegundos, como si fuera una copia de la técnica mortal de su padre Zeus para realizar un golpe más allá de los límites del tiempo y espacio.

Así, Atenea llegó hasta Jeanne al mismo microsegundo que su armadura de arrabio se empezaba a adaptar, reforzando la carátula del escudo de cruz con las placas de las alas para recibir el impacto.

Pero eso fue en vano: la punta de la nueva lanza atravesó el arrabio como si fuera un cuchillo cortando una hoja de papel, y finalmente el arma alcanzó a la humana.

Todo en un instante de 0.000001 segundos.

Una vez que el tiempo volvió a la realidad, Jeanne salió disparada con gran fuerza dado el impacto tremendo de aquel disparo: su cuerpo voló por los aires, junto con los pedazos destrozados del arrabio, y terminó por atravesar un templo construido en los Campos Elíseos, que estaba a unos 150 metros de distancia de donde estaban ellas. Todos los espectadores quedaron estupefactos ante aquel cambio casi instantáneo de la situación…

– ¡¿Pero qué rayos acaba de suceder!?

Atenea respiró por lo bajo, dejando salir una gran cantidad de aire contenido, al tiempo que sus ojos brillantes se dirigían al templo…

« No creas que eres la única que peleó siendo solo “yo misma”. A diferencia de ti… Yo perdí todo cuando lo intenté »

Empecemos la junta.

Una reunión en el palacio del Monte Olimpo, dentro de la sala principal con la mesa circular donde habían asientos ocupados por los miembros del consejo: los 12 dioses olímpicos.

– Espera un segundo… – Zeus volteó con Hermes – ¿Dónde está Afrodita?

– De nuevo se excusó por ausentarse. Creo que está en su sesión de manicure.

– ¡¿Quién quiere la presencia de esa zorra con melones de agua!? – exclamó Artemisa con los brazos cruzados – ¡Empecemos de una vez!

– … Está bien. Comencemos.

Zeus a la cabeza de la mesa, y los demás miembros del consejo sentados a partir de su izquierda en orden de su puesto olímpico: Poseidón, Hestia, Deméter, Perséfone junto con Hades, Ares, Artemisa, Apolo, Asteria; la silla de Hermes estaba vacía siendo que estaba junto a Zeus, así como la de Afrodita.

– ¿Qué tema vamos a tratar hoy? Sobre… sobre… ¿Cómo se llamaba?

– ¡Tifón! – exclamó Deméter golpeando en la mesa – ¡Ese monstruo y su séquito de gigantes!

– ¡Oh si, Tifón! ¿Todavía están sueltos?

– Afirmativo, señor Zeus. A pesar de todos nuestros esfuerzos tras la derrota de Gaia y la rebelión que detuvo el señor Poseidón, Tifón se ha escabullido de nuestras manos; más ahora que no contamos con la ayuda del Oráculo de Delfos.

– Es una pena… – Apolo suspiró con inocencia fingida mientras jugaba con los mechones de su cabello.

– Según los informes que hemos recibido de las patrullas fronterizas, Tifón ha conseguido una alianza con un remanente de gigantes. Es cuestión de tiempo para que lance otro ataque al Olimpo, como el que sufrimos después de la Gigantomaquia.

– ¿En serio esa cosa puede hacer alianzas? – preguntó Ares con los ojos muy abiertos en sorpresa.

– Qué desagradable… – Artemisa se llevó una mano a la boca – De tan solo pensar en esa maldita bestia me provoca vómitos.

– ¿Cómo lo vamos a detener? – inquirió Asteria ajustándose los lentes con temblor – Ya lo vencimos una vez, pero sigue con vida… Parece como si el mismísimo fantasma de Gaia nos estuviera persiguiendo… ¡Nos quiere a todos muertos!

– Hermanita, tranquilízate. – Hestia se levantó para masajear los hombros de la diosa.

– Aunque coincido con ella… – comentó Hades – Me sorprende que después de todo lo que le hemos hecho siga vivo, y más fuerte que antes para someter gigantes a su bando.

– ¿Tienen algo en mente? – preguntó Perséfone con un poco de temblor en sus palabras.

– Tal vez nuestra mejor opción nos pueda ayudar a tomar una decisión… – habló Hermes con una sonrisa tranquila y apuntando los ojos al último sitio en la mesa:

La duodécima silla, situada junto al asiento de Zeus, ocupada por aquella niña, vestida con una túnica morada de 2 piezas además de una especie de bufanda que colgaba por encima de sus hombros, con los brazos cruzados en el estómago, los pies sobre la mesa, y el cabello abultado en la cara para cubrirse de la luz: Atenea, la diosa de la guerra.

O, al menos así se suponía.

– ¡Atenea! – Deméter y Artemisa gritaron al mismo tiempo, de forma que la diosa juvenil se despertó de golpe.

– ¡Ah…! – se acomodó en la silla y volteó a todos con sorpresa – ¡No sabía que estaban aquí! Espera, ¿Qué día es hoy?

– Hermana… – Hermes se dirigió a ella con mucha calma, acudiendo a la pantalla flotante dónde estaban los informes – Debemos eliminar a Tifón, dado que es una amenaza que atenta contra la seguridad del Olimpo mientras siga suelto. Así que queremos saber tu opinión--

– Qué rico. – Atenea ignoró a Hermes, al tener ahora en sus manos una bolsa de papas fritas; la primera en la existencia – Esto está muy bueno. Le pediré a Hefesto onii-chan que haga más para mi negocio.

– Atenea, hija mía… – Zeus le sonrió al tiempo que dejaba caer una mano en su hombro – ¿Podrías poner atención, por favor? Estamos en un asunto importante.

– ¡Argh…! – Atenea comió otra papa y volvió la vista a la pantalla flotante – Que pesados son. Es más que obvio que deben ir en grupo, rodearlo, y meterle palos en el--

– Ese plan no funcionará. – habló Ares – Eso intentamos la última vez y se supone que había muerto. Pero sigue rondando por ahí; necesitamos otra estrategia.

– Déjame hablar, hermano mayor idiota. Si van todos, y lo golpean al mismo tiempo, será--

Atenea, ¿Hablas con la voz de la razón, o con tu vaga opinión?

El siguiente en hablar fue Poseidón, quien provocó el rotundo silencio de los integrantes así como la atención de Atenea. Según la mitología, Atenea y Poseidón eran enemigos casi de nacimiento, con roces que provocaron guerras entre ambos.

Pero, esta historia es una mentira, oculta tras una verdad muy distinta:

Poseidón siempre fue el pilar de divinidad al que debían aspirar todos los dioses, incluso ella, y por ello Zeus lo designó como maestro y educador principal de Atenea.

Así que, esa pregunta más que ser una búsqueda de razón, era una prueba del Zeus Enalios para probar la divinidad de Atenea, quien se lo tomaba poco en serio. Una actitud que enfurecía bastante a Poseidón.

– Pues… – Atenea cambió su actitud por nervios explosivos – H-Hablo desde un punto de vista lógico… No es nada del--

– No eres consciente de lo que dices. – le interrumpió Poseidón, con voz muy severa y sin dirigirle la mirada – Ese monstruo causó caos en el Olimpo cuando tú apenas estabas en pañales… Ni siquiera con la fuerza de los ahora presentes fuimos capaces de detener sus masacres. Justo cuando pensábamos que ya lo habíamos derrotado, nos topamos con la sorpresa de que sigue vivo, así que… Tómate esto más en serio.

» Eso me recuerda… Naciste con un don especial, que debería funcionar correctamente. Úsalo, aquí y ahora, y eso sí nos ayudará a tomar una decisión en vez de tus palabras tan vagas y sin sentido.

– Poseidón, no seas tan duro con ella--

– Es lo que necesitamos en estos momentos, Zeus. No la consientas cuando no se lo ha ganado; se supone que debe ser una diosa de nuestro nivel, pero no ha hecho más de ridiculizarse. Esta es su oportunidad para mostrar que estoy equivocado.

Atenea se había quedado callada y escuchando las fuertes palabras del soberano de los mares, capaces de romper su rostro tan tranquilo de hace pocos segundos atrás.

Ante la presión de todos los integrantes que la miraban, y el peso de Poseidón en sus palabras y presencia, Atenea tuvo que ceder con derrota y poca vergüenza:

– ¡Ay, qué cosas! ¡Tengo que marcar mi territorio por los 15 litros de gaseosa del desayuno! ¡Si me disculpan…!

La diosa guerrera salió corriendo de la sala de reuniones, aunque tomando la salida que era opuesta a dónde se encontraban los baños, provocando el enfado de todos los presentes.

– Otra vez tu hija se escapó… – objetó Deméter con las venas marcando su cabeza – ¿No piensas hacer nada?

– … Seguro está cansada. Démosle un par de días para que se recupere.

– ¡¿Cansada de qué!? ¡¡De no hacer nada!! – Artemisa y Deméter gritaron con furor al mismo tiempo, provocando que Asteria y Perséfone acudan para tranquilizarlas.

Los demás miembros suspiraron por lo bajo e hicieron comentarios entre ellos; el único que no hizo nada de eso fue Ares, quien de cierta forma entendía mejor los sentimientos de Atenea…

La diosa de la guerra cruzó corriendo varios prados verdes, hasta llegar al mundo de los humanos en un santiamén.

En aquella época, antes del veredicto del Concilio del Valhalla en el 2000 AC, la relación entre humanos y dioses era muy íntima, casi como la carne y la uña. Era muy común escuchar sobre apariciones e intervenciones divinas, para la guerra o para la prosperidad de las civilizaciones…

Así como también los castigos que impartían los dioses.

Como por ejemplo… La historia de la Edad Antigua, de aquella mujer… Capaz de petrificar y matar con la mirada: Medusa.

– Veamos, veamos… ¡Aquí está la cueva!

Atenea llegó a una cueva abandonada aunque no solitaria: en su entrada y alrededor habían estatuas de hombres y mujeres, que a juzgar por sus petrificadas vestimentas fueron guerreros que intentaron vencer a la criatura que habitaba en su interior.

Muy bien, hora de la diversión… Un día más a mi racha de 3 milenios.

Con mucho cuidado se sumergió en la caverna, con nada más que sus manos y un palo que encontró en el suelo.

A los pocos segundos apareció la criatura, siseando entre las estatuas y arrastrando su gran cuerpo; casi de inmediato Atenea se ocultó detrás de una columna.

– ¿Huh…? – la mujer monstruosa levantó su nariz para oler el aire – ¿Atenea…?

– Ugh, me descubrió muy rápido. Seguro por culpa de mi shampoo de menta… ¡Allá voy!

Atenea salió de su escondite dando un salto por encima de Medusa; la criatura monstruosa dirigió la cola de su cuerpo en un intento por sujetarla, pero se llevó la sorpresa de que la diosa se escapó de su agarre.

La mujer divina cayó al suelo y se lanzó al ataque de forma frontal, pero la velocidad de Medusa le sorprendió: a pesar de su gigantesco cuerpo, el monstruo se movió a su costado de forma que dejó pasarla de largo.

« ¡¿Qué!? ¡¿Siempre fue así de rápida o…!? ¡Mierda, me atrapó! »

Sin poder evitarlo Medusa encerró a Atenea en sus brazos; su fuerza era más que suficiente para evitar que su oponente pudiera escapar. La cabeza serpentea de Medusa se dirigió a Atenea sin freno, con todas sus serpientes lanzando sus cabezas…

Para llenarla con múltiples besos.

– ¡Mi señora Atenea…! ¡Es usted, es usted! ¡Que bien que ha venido el día de hoy!

– S-Si… Ya lo sé… Por favor, no aprietes tanto… O se me saldrá el relleno…

– ¡Ay…! ¡Perdóneme, por favor…! – Medusa soltó a Atenea, la dejó en el suelo, e hizo una reverencia hasta tocar el piso con sus serpientes de la cabeza – ¡Perdone mi ofensa, mi señora Atenea! ¡Deje que le dé mi cabeza como disculpa!

– La única disculpa que quiero… ¡Es que dejes de decirme “usted”! ¡Me haces más vieja!

– ¡Ahhhh…! ¡Lo siento mucho, mi señora Atenea!

– ¡Y también deja de llamarme “señora”! ¡Soy una hermosa niña de preescolar!

El famoso mito de Medusa: la hermosa mujer profetisa de Atenea, violada por Poseidón, y por no haber cuidado su castidad la diosa la castigó convirtiéndola en un monstruo petrificador de hombres, para después mandar a Perseo a matarla…

¡Esa historia es una mentira!

La verdad es que Medusa había provocado la furia de Afrodita, dado que alguna vez fue la mujer más hermosa en la Tierra; por culpa de la diosa del amor, Medusa fue convertida en ese monstruo y arrojada en su cueva. Atenea se compadeció de ella y se convirtió en su primera amiga, mientras que para Medusa el sentimiento se volvió devoción, por lo cual se volvió en la sacerdotisa monstruosa más fiel de Atenea.

Una vez que terminó de disculparse, Medusa se levantó de nuevo, con una mano en los ojos para cubrir su mirada asesina.

– Me alegra mucho que me haya visitado.

– Ya sabes que vengo todos los martes al mediodía.

– ¿Martes?

– ¡Oh si! El nuevo invento de Hefesto onii-chan, el calendario. No importa por ahora, pero lo que si importa es… – Atenea se lanzó al cuerpo de Medusa para tocar todo lo que pudiera – ¡Mira qué cuerpo tan escultural y perfecto tienes! ¡Abdomen, bíceps, y esta cola tan maciza y gorda! ¡Me encanta verte tan físico-culturista!

– … Gracias… – Medusa se sonrojó bastante – He trabajado mucho… Puede seguir tocando si… Es que quiere…

– ¡Claro que quiero!

Atenea intentó enterrar su cara en el abdomen de Medusa, aunque era muy duro; eso le hizo pensar un poco en sí misma, que en ese momento no tenía un cuerpo tan fuerte ni entrenado. Comparada con Medusa, ella era más débil y no tan veloz…

– ¡Oh, por cierto! Me acabo de acordar a lo que vine, ¡Dame tu mano!

– ¿Huh? – Medusa extendió su mano libre, en la cual Atenea depositó un objeto pequeño, conformado por delgados palos metálicos y con un par de cosas redondas – ¿Qué es esto?

– El nuevo invento de Hefesto onii-chan: ¡Lentes de sol! ¡Sunglasses, anteojos, como quieras llamarlos!

– ¿Qué? ¿Y esto qué es…?

– Son cosas que te pones en los ojos. En tu caso, le pedí a mi onii-chan que hiciera unos lentes para tu condición: siempre que los uses podrás abrir tus ojos sin crear piezas de arte moderno.

– Eh… ¿Está segura de esto, señora Atenea?

– Claro que si. Solo uno en un millón de inventos de Hefesto onii-chan fallan… Y ese es el invento millón… ¡Nada puede malir sal!

– … Si usted lo dice… – Medusa se giró, abrió sus ojos para ver mejor el objeto, y con cuidado los depositó en sus ojos además que las serpientes le ayudaron a ajustarlos – Ya me los puse, ¿Ahora qué hago?

– ¿No es obvio? Gírate y pruébalos en mi.

– … ¡¿Qué!? ¡No, no, no, no, no…! ¡No puedo hacer eso! ¡Si lo hago y sale mal, usted será piedra para siempre--!

– ¡Cállate y date la vuelta!

La diosa se montó en la espalda de Medusa y la hizo caer de espaldas, de manera que inevitablemente sus ojos zafiros detrás de los lentes terminaron por ver a Atenea; Medusa al darse cuenta de ello se cubrió el rostro rápidamente.

– ¡No, no! ¡Lo siento, lo siento, lo siento--!

– ¿De qué hablas? ¡Funcionó!

– ¿Eh…? – Medusa volvió a abrir los ojos, dándose cuenta que podía ver a la diosa mediante los lentes – ¡¿Ehhhh!?

– ¿Y qué te parece? – Atenea comenzó a posar en distintas formas mientras recibía la mirada de Medusa – ¿Qué me dices? ¿Soy tan sexy como te imaginabas? ¿Dudas de tu heterosexualidad? ¡Enciéndeme con tus mejores halagos, nena!

Medusa ahora era la petrificada: por primera vez en más de 3000 años, la mujer podía ver a una persona sin petrificarla, algo que ya había olvidado. Por primera vez, Medusa podía ver no a través de dibujos o tablillas escritas por los humanos, o por medio de los carteles que Atenea había colgado en su cueva: por primera vez, podía ver con claridad, y la primera persona que podía contemplar era su diosa favorita.

– Señora… Atenea… – Medusa comenzó a llorar de felicidad.

– Lo sé, soy tan divina que te dejaría ciega de no ser por los lentes… Ahora que sabemos que funcionan, está estrictamente prohibido que te los quites, o te los pegaré con cinta adhesiva.

– Muchas… muchas… ¡Muchas gracias! – Medusa volvió a lanzarse a Atenea para rodearla con un abrazo muy fuerte.

– ¡Agh! Si, si… Recibo tus gracias con alegría… Pero no aprietes tanto…

– ¡Ay! – Medusa soltó a la diosa y volvió a agacharse en respeto – ¡Lo siento, lo siento, lo siento!

– Muy bien, siguiente objetivo… ¡Vamos a la cueva de la arañita! – una vez que Medusa se incorporó, Atenea saltó a sus brazos – ¡Andando, yo te indicaré el camino!

– … ¡Si, mi señora Atenea!

Medusa cargando a Atenea como princesa salieron de la cueva con paso apresurado para el siguiente punto de encuentro: otra cueva que se hallaba a poco más de una hora. Atenea saltó de los brazos de Medusa, se acercó a la entrada de la cueva que era tan tétrica como la de Medusa:

Toda la zona estaba cubierta de telarañas, así como de grandes bultos de hilos envueltos en sí mismos, de entre los cuales se podían asomar algunos huesos y pedazos de carne que pertenecían a criaturas mitológicas; Atenea llegó a la entrada y con su palo tocó los hilos que estaban tejidos en la abertura de la cueva.

– ¡Oye, amiguis! ¡Sal de tu hibernación, que ya llegó por quien lloraban!

A los pocos segundos se apareció la dueña de la cueva: un cuerpo humano muy joven, cabello rojizo con toque naranja, vestido y guantes tejidos con telarañas naranjas, y un abdomen arácnido con los mismos colores brillantes.

Tras sus 3 pares de ojos oscuros se revela a la otra figura humana que había sido condenada por los dioses: Arachne. Una mujer que también sufrió a manos de Atenea…

– Mi bonita y preciosa Arachne… ¿Cómo has estado?

La criatura abrió muy bien los ojos para verificar de quienes se trataban los intrusos, tras lo cual levantó sus garras para lanzarse directamente a la diosa…

Y darle un abrazo, con una sonrisa y usando sus 8 patas arácnidas para rodearla.

– ¡Lo tomaré como un bien!

Bueno, tal afirmación anterior ocurre solo en el mito original: la joven talentosa que desafió a los dioses en un concurso de tejido, y al ganarle a Atenea fue castigada por su insolencia y arrogancia.

¡Esa historia también es una mentira!

En su caso, Arachne era una joven muy talentosa en las artes, que fue sacrificada durante una época de sequía para "apaciguar la ira de los dioses"; Atenea acudió a su tío Hades para revivirla, aunque el precio fue convertirla en un monstruo arácnido. Pero a Arachne le funcionó mucho mejor, pues con tantas extremidades se volvió todavía más hábil en sus artes.

– ¿¡Cómo te ha ido!? ¡¿Qué tal van tus piernas sexys!?

Otro precio que Arachne tuvo que pagar fue la pérdida del habla, pero logró inventar un lenguaje a base de señas con que podía comunicarse.

[ Todo ha estado muy bien. Muchas gracias, señora Atenea. ]

– Ya les he dicho que puedo ser "tú"… ¡¿Por qué se empeñan en que sea más vieja que ustedes!?

[ Lo siento, señora Atenea. ]

– Pues ya qué… ¡Oh, si, mira quién viene conmigo!

Atenea reveló a Medusa detrás de ella; Arachne y Medusa ya se conocían bien, aunque la mujer araña estaba sorprendida de verla a esas horas del día fuera de su cueva.

– ¿¡No te has dado cuenta!? – Atenea apuntó al rostro de Medusa – ¡Mira, mira! ¡Ya está a la moda y libre de peligro!

[ Es un lindo accesorio Medusa. ]

– Muchas gracias…

– Eso me recuerda, ¡También tengo un regalo para ti!

Atenea de entre su ropa sacó un pequeño objeto, así como lo había hecho con Medusa: una caja de madera, que al accionarla con un botón se convirtió en un violín y su arco*. Arachne se emocionó bastante.

– ¡Toma, toma! Un nuevo instrumento para tu colección. Se lo robé a Hermes onii-chan, así que no le digas…

» Supongo que tendrás algunos problemas para entonar la melodía en un instrumento nuevo para ti, pero con unas clases estarás como--

En tan solo 5 segundos Arachne entendió el funcionamiento del violín y comenzó a tocar una melodía armoniosa y muy bella, que dejó anonadadas a Atenea y Medusa.

– ¡Pero qué lindo! – una vez terminó la melodía, Medusa abrazó a Arachne – ¡Sin lugar a dudas, todo lo que tocas se vuelve arte!

[ Muchas gracias. Por cierto, señora Atenea, tengo algo para usted. ]

Arachne entró a la cueva para recoger de entre sus pertenencias una caja de madera, que entregó a Atenea y abrió en su presencia: muchas telas finas.

[ Estuve tejiendo ropa para usted, y por error hice una prenda que es tan resistente como el metal. Podrá usarlo como armadura y estar a la moda, como a usted le gusta. ]

– ¡Qué lindo detalle! – le felicitó Medusa con un toque de nostalgia – Ojalá yo también pudiera hacer algo así por usted, mi señora Atenea…

Atenea había quedado en silencio, tanto por la actuación de Arachne con el violín como por las telas tan hermosas que tenía en sus manos. Comparada con Arachne, ella era poco disciplinada y poco hábil en su rol…

– Muy lindo y todo… ¡Pero no venía a esto, aunque agradezco el gesto! – Atenea se guardó la caja bajo el brazo – Muchas cosas buenas pasan el día de hoy…

» ¡Hay que celebrar con una "lady's night"! ¡La casa invita!

– ¿La casa…? ¿¡Acaso se refiere…!?

[ ¿Al Monte Olimpo? ]

– ¡Claro que sí! ¡Iremos al Monte Olimpo a hacer una fiesta, y ustedes tienen todos los boletos!

Tanto Arachne como Medusa se negaron con movimientos frenéticos de la cabeza.

– ¡No, no, no, no! ¡No podemos aceptar eso!

[ Usted es una diosa y nosotras no. Que vayamos al Monte Olimpo sería una ofensa muy grande. ]

– ¿Quién lo decidió? ¡Me importa un comino lo que diga mi papi, mis tíos, mis primos, mis hermanos, mis sobrinos, y todos los que viven en ese lugar!

» Yo quiero tener una lady's night con ustedes, en mi casa… ¡Y nadie me lo va a impedir! ¡Así que vayamos allá!

– … Por cierto… ¿Ya le informó a “ella”?

– Desde luego. Le envié un mochuelo para que recibiera mi mensaje, porque me da mucha flojera ir hasta allá… ¡No perdamos más el tiempo! ¡Vamos, vamos!

A pesar de que ambas creían que era mala idea, Medusa y Arachne prefirieron no llevarle la contraria a Atenea. En el camino de regreso al Cielo, fue la mujer araña quien en su lomo cargó a Atenea, aunque Medusa se sintió bastante celosa de ello.

Una vez tocaron el Cielo, ambas mujeres quedaron en absoluto sorprendidas del paisaje tan distinto que se alzaba ante sus ojos: un auténtico paraíso, con el sol brillando en un campo verde, con montañas y templos que parecían linternas decorativas.

– ¡Qué hermoso es aquí!

[ Me recuerda al jardín del Edén del que usted nos platicó, señora Atenea. ]

– ¡Meh! Ese sitio es un basurero comparado con esto.

[ Increíble. ]

– ¡Muchas gracias por traernos aquí, señora Atenea!

– No perdamos más el tiempo, ¡Vamos a casa para empezar nuestra--!

– ¡Hermana, ¿Qué haces?!

Ares llegó de improviso interrumpiendo la reunión entre las 3 amigas; Medusa y Arachne se ocultaron detrás de Atenea, quien encaró a su hermano mayor sin dudar.

– ¿Ahora qué quieres, little brother?

– No me pongas apodos raros, ¿Para esto saliste de la reunión de emergencia que tuvimos?

– ¿Algún problema? ¡Pero mira quiénes son! ¡Mis amigas favoritas, y tal vez pueda emparejarte con una de ellas! ¡Dime, cuál te gusta más!

– Ese no es el punto. Por cierto, hola señoritas Medusa y Arachne.

– … S-Señor Ares… Un gusto…

Ares era de los pocos dioses que sabía de aquella relación personal que Atenea mantenía con esas criaturas divinas, que se suponía debió haber eliminado hace mucho tiempo atrás. Tal vez su cariño como hermano mayor, o los sobornos y chantajes de Atenea, le hicieron guardar silencio todo este tiempo.

– Atenea… No me importa lo que hagas con ellas. Es tu vida… Lo que si me importa es que no te cumplas tus deberes. Cómo por ejemplo, la reunión que acabas de abandonar.

– ¿Eso es cierto, señora Atenea?

– ¡No lo oigan! – Atenea se lanzó para cubrir las orejas de Medusa y Arachne – ¡No sé qué dice, pero miente!

– Atenea, esto es serio. Si los demás se enteran de que saliste de la reunión para esto, se enojarán más de lo que ya están.

– ¿¡Y cuál es tu solución, sabelotodo!?

– ¿A quién le llamas así?

Una nueva voz masculina asustó al cuarteto de figuras divinas: Ares saltó del susto y por instinto se cubrió detrás de Atenea, cuando su mente se enteró de la procedencia de aquella voz, mientras que la diosa quedó pálida del susto:

De nuevo Poseidón, el Zeus Enalios.

– Señor… Poseidón… Mi tío… H-Hola--

– Así que para esto escapaste de la reunión… Por estas criaturas.

Tanto Medusa y Arachne como Ares temblaron detrás de Atenea, quien había perdido su valor de hace 5 segundos atrás. El dios de los mares levantó sus ojos a Atenea, impregnando en ellos un gran sentimiento de repudio divino.

– Estos monstruos no están permitidos en la tierra de los dioses. Deben ser… eliminados. – el dios levantó una de sus manos con intención asesina.

– ¡Ahhhhh…! – Ares se aferró al vestido de Atenea – ¡Haz lo que te dice, o moriremos todos!

– S-S-Señora Atenea… – Medusa y Arachne también apretaron su agarre en Atenea.

Pero la diosa de la guerra no pudo responder en negación ni en aceptación, sino solo un shock imposible de romper…

– ¡Alto ahí, rubio oxigenado!

Una veloz y feroz figura surcó los cielos, cayendo entre Atenea y Poseidón para impartir orden de una vez: un cuerpo grande y buen formado, con músculos firmes, una vestimenta formal de vivos colores azules, ojos del mismo tono, cabello corto y ambos puños listos para atacar al dios de los mares:

– ¡Parece que llegué justo a tiempo! ¡Gracias por el mochuelo de invitación, hermanita!

Pallas, la hija de Tritón; aunque esa historia también es mentira, dando que en realidad ella es la última hija que tuvo Océano, uno de los Titanes que enfrentaron los dioses en la Titanomaquia…

De hecho, Poseidón era el responsable de derrotar a Océano durante ese torneo, por lo que Pallas y Poseidón tenían… muy mala historia juntos.

– Tú…

– Solo para que sepas, ¡Ella nos invitó a venir aquí! ¡Tenemos el derecho de estar aquí, los días y las veces que queramos! ¡Así que fuera de aquí…!

Poseidón apretó su mirada con desprecio, sin dudar en apretar más su tridente mientras que Pallas tenía su mano en su arma divina lista para atacar.

Pero Atenea, detrás de Pallas, solo podía pensar en una cosa: la valentía y determinación de su mejor amiga, la única a quien trataba y llamaba como su propia hermana, para encarar al dios de los mares. Comparada con Pallas, ella era muy cobarde y temerosa…

– ¿Pero qué tenemos aquí? Cuánta energía…

La presencia de Zeus cambió la situación de inmediato; Pallas se sorprendió bastante y se arrodilló frente al dios, lo mismo que Medusa y Arachne. Poseidón relajó su postura y Ares fue corriendo al lado del dios anciano.

– ¡Padre, debes detener esta locura! ¡Están a punto de pelear!

– ¿Ah si? ¿Por qué sería eso?

– Tu hija hace lo que quiere, como siempre. – se quejó Poseidón de inmediato – Ha traído monstruos al suelo del Monte Olimpo; ese fue el motivo por el que decidió faltar a la reunión. Cada día denigra más el concepto de divinidad que debería obedecer.

– … Ya veo… Hija mía, ¿Es cierto?

– ¿¡Ehhh!? – Atenea asintió mientras se llevaba una mano a su oreja – S-Si… Es cierto, papi… ¿Pueden mis amigas… quedarse aquí?

– Hmmmm…

Zeus se llevó la mano a la barba por unos segundos para pensar bien en su respuesta, aunque el rostro de Atenea como si estuviera siendo regañada fue suficiente para hacerlo tomar una decisión:

– Está bien. Ares, hijo mío, lleva a las amigas de Atenea a su habitación.

– ¿¡Padre!?

– Por tu parte, Poseidón, no es necesario que sigas aquí. Debo hablar con mi hija a solas, y después hablaré contigo…

– … Está bien. – aunque visiblemente muy enojado, Poseidón se fue sin decir nada más.

– Ah no. – Pallas se levantó del suelo y abrazó a Atenea de su cadera para juntarse a ella – Lo siento, señor Zeus, pero ella no se queda sola. Yo estoy con ella en todo momento.

– Me gusta tu espíritu, jovencita… Pero, esto es un tema que no te incumbe. Preferiría que hicieras caso a mi petición…

Zeus dirigió sus ojos oscuros a Pallas, de forma que ella ni siquiera levantando la cabeza o apretando a Atenea a su costado pudo reunir más valentía; fue la misma diosa quien detuvo las emociones de su mejor amiga.

– Pallas, está bien. – Atenea le tranquilizó con una sonrisa – ¡Solo es una conversación tranquila con mi viejo! No me pasará nada malo.

– … Si tú lo dices…

Pallas soltó a Atenea, ayudó a Medusa y Arachne a levantarse del suelo, y el trío de amigas siguió a Ares; de esa forma quedaron solos Atenea y Zeus. El dios griego se cruzó las manos en la espalda.

– Así que… Ellas son tus amigas.

– … Si…

– Aunque me son algo familiares… ¿No son los monstruos y la titánide que debían ser eliminados hace más de 1000 años?

– ¡Pero papi, yo no--!

– Una orden es una orden, y siempre debe ser acatada. Esa es la esencia de los dioses: cumplir el rol con que nacemos.

– … Pero a ellas… Yo las quiero mucho… Son mis mejores amigas.

– Lo cual no debió suceder. Pero… Ahora que hay sentimientos de por medio, será más difícil que cumplas con tu deber. Así que, por esta ocasión, podrán seguir vivas.

– … Gracias… Gracias papi…

Zeus suspiró por lo bajo, viendo el rostro de Atenea como el de la pequeña bebé que una vez cargó en brazos.

– Esto no debe volver a ocurrir; mucho menos por el hecho de que nuestra divinidad se queda reflejada por este tipo de acciones…

» Y mucho menos en ti, hija mía.

El dios griego anciano extendió una mano para tocar a Atenea de forma paternal.

– Naciste, creciste y estás aquí para ser la mejor diosa que haya en el Olimpo, incluso mejor que yo. No debes dejar que esas cosas pequeñas te desvíen de tu camino…

» Esto es lo que quiero para ti. Y estoy seguro… Que tu madre también lo habría querido para ti.

» Eres la viva imagen de ella, en especial de sus muchas virtudes: su inteligencia su sentido del humor, su fuerza mental… Esas virtudes deben estar por encima de los pequeños defectos que tienes, como tu irresponsabilidad y falta de disciplina. Pero estoy seguro que con el tiempo cambiarás, y serás cada vez la mejor versión de ti misma.

» Tienes muchos dones, y tienes un gran camino por recorrer. No lo desperdicies.

– … Gracias pa… Eso haré…

– … Está bien, ya terminó el "monólogo" de tu viejo. Ya puedes irte… Con respecto a tus amigas, ¿Qué planes tienes con ellas?

– … ¿Recuerdas lo que te había pedido? Pues…

– ¡Jojo! Ya entendí~ – Zeus rió de forma pícara – Está bien. Te concederé lo que me pediste, y también me encargaré que ninguno de los Olímpicos les ponga la mano encima.

– ¿¡De verdad!? ¡Gracias, papi--!

– Pero, con la condición de que ya no faltarás a tus deberes, responsabilidades, a las reuniones, y no dejarás que ellas se metan en tu camino… Y tendrás que mejorar con Poseidón, en todo sentido.

» Ya me ha contado que tu mínimo esfuerzo es muy lamentable. Haz el mejor esfuerzo, en todo momento, hasta que seas--

– ¡La mejor versión de mi y del Olimpo, si, si! ¡Lo entiendo! – Atenea asaltó a Zeus para llenarlo de besos y abrazos – ¡Muchas gracias papi!

– ¡Todo sea por mi princesa!

Atenea siguió abrazando a su padre hasta algunos segundos después, tras los cuales salió corriendo a toda velocidad para entrar en el palacio del Monte Olimpo y reunirse de nuevo con sus amigas.

Curioso que Zeus tenga ese amor tan permisivo con su hija Atenea, ¿A qué se debe este gran favoritismo, que escala por encima de los demás dioses olímpicos?

Esto se debe a una verdad: Zeus la ama con tanta fuerza no solo por ser su última hija, motivo que debería ser más que suficiente, sino que había otra razón adicional detrás de ello, que tenía que ver con su figura materna…

En la mitología se cuenta que Metis, la Titánide de la inteligencia, ayudó a los dioses a derrotar a Cronos y fue la primera esposa de Zeus; tras enterarse de una profecía en su contra, Zeus devoró a Metis, pero ella ya estaba embarazada de Atenea. Por eso, la pequeña diosa creció y nació de la cabeza de su padre, y al ver sus dones de inteligencia y fuerza que lo igualaban, Zeus le tomó cariño como su hija favorita…

Pero esto… También es una mentira.

La verdad se remonta al evento de la Gigantomaquia, cuando Gaia envió a los gigantes a destruir a Zeus y los olímpicos tras la derrota de Cronos. En ese tiempo, un evento trajo la miseria de Zeus, aunque al mismo tiempo es la dicha más grande que tiene el día de hoy:

Atenea, la última hija que tuvieron Zeus y Hera. La hija que se crió en el regazo moribundo de la diosa y la razón para cumplir las palabras de la profetisa:

Zeus fue el responsable de la muerte de Hera, y aunque tuvo el poder para evitarlo, tanto él como ella decidieron ver nacer y crecer al último fruto de su divina unión…

Fecha de publicación: 24/10/24
Autor: ASFD
Editor: Darklord331

Nota de autor: Muy buenas mis queridos Ragnabros.

Primer cuarto de mi novela favorita: la vida de AteneaGOD (joder he esperado mucho por esto, me meo UwU).

Atenea ha superado a Jeanne en todo sentido con un poder que sobrepasa el entendimiento de los dioses, lo que le da tiempo de reflexionar su camino que la ha traído hasta aquí… Un camino lleno de amistades, ¿Será que estás amigas estarán entre las gradas? ¿Será que Atenea por algún evento ha cambiado tanto? ¿Será por eso que Atenea está tan enojada con Jeanne? ¿Cuál es su waifu #1: Atenea, Pallas, Medusa o Arachne? ¿Podrá ser perdonada Atenea por ser hija de HeraGOD?

Todo esto y más en la segunda parte de este cap que saldrá en un rato más.

Sin más que decir, ¡Los leo en el siguiente capítulo!

***

Nuevos términos

* ArcoPieza larga y delgada de madera encordada con pelos que se frota contra las cuerdas del violín para producir sonido.

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