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Capítulo 92: La Pucelle d'Orléans

La historia de la humanidad ha estado llena de héroes, desde los invisibles que se mueven en las sombras hasta los que aparecen en las portadas

Una de las heroínas del segundo ámbito fue Jeanne D'Arc, la jovencita de 19 años de edad que salvó el destino de su país. Pero… ¿A qué viene tanto revuelo? ¿Por qué su historia es tan conocida?

Todo por culpa de uno de los periodos también más conocidos en la historia: la Guerra de los Cien Años, un conflicto armado que tuvo lugar entre Francia e Inglaterra, 2 de las potencias mundiales que han controlado el Antiguo Mundo en muchas ocasiones.

Lo que se suponía era una disputa territorial terminó como una guerra constante entre estos reinos que, de hecho, duró 116 años, donde los involucrados mostraron sus peores facetas: control político, asesinato, traición, mentiras, trampas, engaños, maldiciones…

Un punto que llevó a la casi derrota de Francia la muerte del rey Carlos VI, que dejó al trono francés sin heredero y con 3 candidatos: Carlos VII, “el delfín” e hijo del rey; Felipe III “El Bueno” de la casa de Borgoña, y Enrique V, el rey de Inglaterra.

Sin rey que gobernar, con Inglaterra atacando y la casa de Borgoña provocando una guerra civil, Francia perdió las esperanzas y estuvo a punto de perecer… Hasta que la luz llamada Jeanne D’Arc apareció para hacer el cambio que marcaría la historia francesa.

Pero… Pero, pero, pero, pero…

Esta historia también tiene un punto de vista que casi nunca se ha explorado a detalle, que debería ser el más importante: el punto de vista de la mismísima Jeanne D’Arc. En primer lugar, lo que nos deberíamos preguntar es…

¿Ella escogió ser la heroína que es conocida? ¿Fue obligada a cumplir con un rol que nunca pidió…?

¿Cuál era el deseo de Jeanne D’Arc?

Domrémy, Francia
1425, 28 años antes del fin de la Guerra de los Cien Años

– ¡Vamos a jugar…!

Los niños del pueblo corrían de lado a lado, jugando con sus palos de madera fingiendo ser caballeros medievales a punto de tener un combate.

Por el camino transitaron un grupo secundario, conformado por 4 pequeños que cargaban bolsas de papel con verduras y legumbres: 3 niños, de los cuales 2 parecían ser de 15 y 16 años, un niño menor de unos 8 años… Y una niña. De aproximadamente 13 años de edad, con cabello morado que era muy distinto al de sus acompañantes, y la cara bañada de pecas…

Jeanne D’Arc, acompañada de sus “hermanos” mayores Jacquemin, Jean, y el menor Pierre. Rápidamente el grupo de niños que estaban jugando, al darse cuenta de su presencia, aprovecharon el momento…

Para actuar como niños mal educados.

– ¡Miren! ¡Se trata de la “loca” del pueblo!

– Agh, otra vez esos niños tontos… – los mayores los ignoraron mientras que Jeanne, yendo al centro, se quedó callada y con la cabeza baja.

– ¿Por qué tanta prisa? – el grupo principal rodeó a los 4 hermanos – ¿Acaso la “princesa” debe llegar bien con su mami?

– ¡Buena suerte encontrando a su mami!

– ¡Cállense! – Jacquemin dio la cara por la pequeña Jeanne – Ella es nuestra hermana, digan lo que digan.

– Todos saben que esa niña no es hija de mami ni de papi… ¡Es una adoptada!

– ¿Cómo sabemos siquiera que es francesa? Podría ser hija de esos tipos ingleses…

– ¡Ni siquiera ellos la quisieron! ¿¡Por qué nosotros deberíamos quererla!?

– Porque nosotros la cuidamos… – Jean se puso de pie junto a su hermano mayor – Si se meten con ella, se meten con nosotros.

– ¿Ah si? Solo son 2 contra nosotros… ¿Qué pretenden hacer?

Frères, ne vous battez pas*. – Jeanne ocultó su rostro, rojo y un poco lloroso, tras las manos – Está… Está bien…
[ *N/T: Hermanos, no peleen. ]

– Deberías entender, adoptada, que tu lugar no es en este pueblo… ¡No deberías estar aquí!

– ¡Mejor vete de este lugar!

– ¿Qué va a hacer la niña de mami?

– ¿Quieres que te vuelva a pegar…? – Pierre abrazó a su hermana – ¡Yo la vi el otro día golpear a uno de ustedes! ¡¿La molestan porque es más fuerte que ustedes!?

Los niños dejaron de reir y sonreír al recordar la ocasión en que probaron la fuerza sobrenatural de Jeanne, capaz de rivalizar con la de un adulto siendo tan solo de 13 años; pero rápidamente volvieron a encontrar algo para seguir molestando.

– ¡Ya sé…! ¡Hará esa cosa de “hablar con Dios”!

– ¡Cómo si esa niñata pudiera hablar con Dios!

– ¡Él no habla con monstruos tan feos como esta--!

– ¡Dije que la dejen en paz! – Jacquemin no dudo en golpear a uno de esos niños, aunque fuera algunos años menor que él.

– ¡Dejen de pelear, por favor…!

La tensión del momento provocó que Jeanne terminara por lanzar un grito bastante ruidoso para el tamaño de la niña; acto seguido sintió una punzada de dolor en el pecho, tras lo cual sus ojos perdieron su brillo… Y después cayó al suelo.

– ¡¿Hermana!? Jeannette*?!
[ *N/T: Diminutivo de su nombre que se podría traducir como “Juanita” ]

– ¡¿Qué le ha pasado…!? – los niños se asustaron en gran manera por lo que había pasado.

En cambio, desde el punto de vista de Jeanne, aquello era lo mismo que le había ocurrido hace casi 9 años atrás. El sueño que sentía en su cuerpo, la calma mental y ese silencio casi total que al mismo tiempo era como un coro de ángeles… La esencia angelical la tocaba de nuevo.

[ Jeanne D’Arc… Sigue viviendo la vida que has tenido hasta ahora… Prepárate porque pronto… Ocurrirá el llamado por el que estás aquí. Sé fuerte y valiente… ]

– ¡Agh…!

Una visión divina de tan solo 5 segundos; suficiente para que Jeanne, en cuanto volviera a la realidad, comenzara a toser un poco de sangre mientras su cuerpo recobraba sus sentidos con dolor. Un cuadro que fue completamente aterrador para los niños que hace poco la estaban molestando…

– Eres… eres…

– ¡Un demonio! ¡Esa niña es el demonio!

– ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…! – de inmediato todos ellos salieron corriendo con terror en sus miradas y palabras.

– … ¡Y más les vale no volver a molestarla! – Jacquemin solo levantó su puño para amenazar a los niños.

– Sœur aînée*? ¿Estás bien? – Pierre fue el único que siguió atendiendo a Jeanne.
[ *N/T: Hermana mayor. ]

En cambio, Jeanne asintió con la cabeza, pero no volvió a decir ni una sola palabra en todo el día.

Así siguió el grupo de hermanos en silencio con su camino, hasta llegar a su hogar que era muy fácil de distinguir entre los demás; los recibió en la entrada su madre Isabelle Romeé con una cálida sonrisa y un beso de bienvenida para cada uno de sus hijos.

– Qué bien que ya volvieron, pero… ¿No tardaron mucho?

– Unos niños volvieron a molestar a Jeannette… – recriminó Jacquemin con mala cara – Estuve a nada de romperles la cara.

– Bueno, a uno de ellos si le tocó su merecido. – rió Jean con toque malicioso.

– ¡No digan eso! – Isabelle les regañó a ambos – No está bien hacerles daño a otros, incluso si ellos les molestan… Jeannette, ¿Te encuentras bien?

Por fin Jeanne rompió el silencio; sus manos apretaron la bolsa de papel con tanta fuerza que estalló todo lo que estaba cargando, para después levantar su llorosa vista en contra de su familia.

– ¡¿Por qué estoy aquí!? ¡¿Por qué me aceptaron en esta casa!? Ce n'est pas juste!
[ *N/T: ¡No es justo! ]

¡Jeannette…!

La pequeña salió corriendo a la habitación de la familia, donde dormían todos los miembros, y se echó a llorar en el borde de la cama; casi de inmediato Isabelle la había perseguido para averiguar lo que le pasaba.

– ¡¿Jeannette!? ¡¿Qué ocurre…!? ¿Fue por lo que dijeron esos niños…?

– Mamá… Todos saben que yo no soy hija de esta familia, sin importar lo que haga o lo que diga… Nadie me quiere y… Y me tienen miedo porque… Soy diferente de ellos… ¡Todo por culpa del señor San Miguel que me… Me maldijo cuando me curó!

La verdad era que la nueva condición de Jeanne había sido una piedra de tropiezo para su vida: su fuerza sobrehumana no era aceptada por nadie, ni niño ni adulto, además que cada cierto tiempo le ocurrían desmayos como consecuencia de la esencia angelical.

En un pueblo gobernado por la desesperanza francesa de la guerra y los estereotipos del fanatismo religioso, Jeanne era un chivo expiatorio dónde descargar tantas emociones reprimidas.

Pero no para la familia D’Arc; Isabelle le sonrió con delicadeza y se agachó a su altura para mirarla cara a cara.

– ¿Maldición? Claro que no, mi hermosa angelito…

» Tu padre y yo rezamos mucho por ti cuando eras pequeña para que tuvieras sanidad. Dios respondió con este milagro de hacerte más fuerte, más lista, y siempre poder hablar con él… Estoy muy agradecida por eso, y por tenerte a mi lado.

» No importa que no tengas mi sangre… Para mi y mi corazón, tú eres mi hija… Mon bel ange*.
[ *N/T: Mi hermoso ángel. ]

– ¿Hacer… buen uso de… mis dones…?

– Dios decidió darte esta bendición por un motivo… Por desgracia yo no soy tan lista como tú. Pero yo sé que algún día, tú podrás descubrirlo… Tu corazón sabrá lo que debes hacer. El propósito que tienes en este mundo…

– Mi… propósito…

Jeanne se sintió un poco más confortada con aquella conversación, respondiendo al abrazo de su madre no biológica con la fuerza suficiente para comunicar también los efervecentes sentimientos que brotaron desde su corazón; aquel pequeño órgano que vivo transmitía sus deseos, mientras que apagado daba lugar a la voz que le daba instrucciones para su vida, un propósito…

El motivo por el que había sido salvada… ¿Jeanne D’Arc debería vivir con un propósito?

Después de ese incidente, Jeanne escuchó la voz de su madre y comenzó a realizar lo que su corazón le indicó: ayudar a quienes no tuvieran sus dones. En específico, se dedicó a vivir una vida de servicio en su pueblo natal Domrémy: tareas que requerían su fuerza como cargar objetos pesados y la mercadería que llegaba al pueblo, con su inteligencia ayudar a curar a los heridos y enfermos, en casa se dedicó a cuidar los grandes rebaños de ovejas que eran de su padre…

Con el pasar de los meses, la imagen de Jeanne cambió de forma radical: de ser la niña adoptada, o la demonio como le habían llamado aquellos niños, se convirtió en una mujer piadosa y devota con sus creencias…

Una verdadera doncella. Cumpliendo el propósito para su vida de ayudar a los demás…

« Esto es… ¿Esto lo que de verdad debo hacer? ¿Para esta vida he sido preparada…? »

En cuanto entró en la adolesencia, las dudas existenciales sobre su propia vida comenzaron a bombardear con más fuerza que cuando era más joven. Lo que quería decirle San Miguel en aquel entonces, haberla salvado de esa enfermedad de forma milagrosa, ¿Se reducía a su vida actual en el pueblo? ¿Eso era lo que debía hacer…?

Una pregunta que no obtuvo respuesta sino cuando Jeanne cumplió los 17 años de edad…

Un día, en las primeras horas de la mañana cuando el sol comenzaba a clarear, Jeanne se levantó de su sitio en la cama que compartía toda la familia; su deber como la cuidadora de las ovejas era asegurarse que todas tomasen agua antes que el sol golpease en los abrevaderos. Una vez que estuvo fuera de la cama, la jovencita salió haciendo el menor ruido posible para no despertar a sus padres y hermanos…

Aunque su hermano menor Pierre, ahora de 12 años, no fue tan discreto; sus pasos apresurados alertaron de inmediato a Jeanne.

– Hé? Pierre?

Sœur aînée, déjame… acompañarte… – el pequeño Pierre soltó un bostezo muy ruidoso que obligó a Jeanne a cubrirle la boca.

– Es muy temprano y todavía estás dormido. Mejor ve a descansar con mamá y papá.

– Pero yo… yo quiero… Quiero ayudar y estar… con mi hermana mayor…

– … Está bien. – muy raras ocasiones Jeanne podía negarse a los pedidos de su hermano menor – Pero te voy a cargar porque sino te quedarás dormido en el suelo.

Ce n'est pas… c'est vrai…* – casi de inmediato Pierre cayó al suelo, por lo que Jeanne lo cargó entre sus brazos y, con mayor cuidado que antes, salió de la casa, sacó a las ovejas de los establos, y comenzó a guiarlas por el pueblo para ir a los abrevaderos.
[ *N/T: Eso no… es cierto… ]

El ambiente tan tranquilo, silencioso y poco oscuro del pueblo eran de los placeres que Jeanne más disfrutaba en su vida diaria y rutinaria: la tranquilidad y paz a pesar de la Guerra de los Cien Años, la cual se desarrollaba prácticamente en el patio de su casa. La jovencita de 17 años disfrutaba esa vida tan normal que podía llevar a cabo, aun con sus dones…

De hecho… Solo pensar en los dones que tenía su cuerpo… Le hacía recordar que… Ella nunca sería normal.

– ¿Estás bien? Sœur aînée?

Jeanne salió de sus pensamientos en cuanto Pierre le habló; el pequeño muchacho, ahora más despierto que antes, tenía sus ojos clavados en su hermana mayor, con sentimiento curioso que combinaba fascinación.

– Si, si… Estoy bien.

– Me alegro… Yo también estoy muy bien… ¡Más cuando me cargas!

– ¿En serio? Siempre que quieras, puedes pedirme que te cargue.

– Merci beaucoup!*
[ *N/T: ¡Muchas gracias! ]

Pierre se aferró a su hermana, de manera que Jeanne se agitó un poco de forma sentimental; la manera en que cargaba a su hermano y cómo él respondía le hizo acordarse de una vez que había visto a una pareja de recién casados entrar a su casa antes de la “luna de miel” como le había enseñado su madre. Aquello le provocó un sonrojo en sus mejillas, además de que su corazón latió un poco más rápido.

« ¿Esto es lo mismo? ¡No, no, claro que no! ¡Solo somos hermanos! ¡Deja de pensar en esas cosas! »

– Me siento tan seguro en tus brazos, sœur aînée, ¡Me encantaría tener la fuerza que tú tienes!

– … ¿En serio? ¿Por qué lo dices?

– Siempre veo como te esfuerzas y pones todo tu empeño en usar tus dones para el bien de las demás personas… ¡Eso es lo que más me gusta de ti! ¡Por eso, yo quisiera ser algún día tan fuerte como tú para ayudarte!

– … Lo dices con mucha simpleza, pero… La verdad es que yo…

– ¿Qué cosa? ¿Es que no te gustan los poderes que Dios te dio? ¡Entonces, podrías hablarle para decirle que te dé otros poderes, los que más desees!

– … Désirer*?
[ *N/T: Deseo. ]

Jeanne se quedó en silencio por un momento, siendo que su mente empezó a procesar con mucha rapidez todo lo que su hermano le estaba diciendo además de lo que ella ya había escuchado y vivido en esos recientes años… El deseo de su madre y las palabras inocentes de su hermano menor…

« “Dios decidió darte esta bendición por un motivo… Por desgracia yo no soy tan lista como tú. Pero yo sé que algún día, tú podrás descubrirlo… Tu corazón sabrá lo que debes hacer. El propósito que tienes en este mundo…”

» “¿Es que no te gustan los poderes que Dios te dio? ¡Entonces, podrías hablarle para decirle que te dé otros poderes, los que más desees!”

» Propósito… Deseo… Yo nunca quise ni pedí nacer con este cuerpoy estos dones… Entonces… ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Debo vivir con ellos por un propósito, o por mi deseo? ¿Qué significa esto…? »

En el momento menos oportuno fue que ocurrió el nuevo incidente que cambiaría su vida: su corazón se detuvo momentáneamente y sintió las fuerzas de su cuerpo apagarse por completo. De nuevo, estaba ocurriendo esto…

« ¿Eh? ¿Ahora mismo…? ¿Después de 4 años, me vuelve a pasar…? »

Su cuerpo se desplomó por encima de su hermano menor, quien tras sorprenderse no dudó en identificar las señales de aquel desmayo.

– ¡Lo estás haciendo de nuevo hermana; hablas con Dios! ¡Pero no encima de mi…! – Pierre trató de quitar el cuerpo de su hermana de encima suyo con torpes intentos.

Mientras tanto, la cabeza de Jeanne visualizó una nueva visión angelical de parte de San Miguel.

Pero, esto fue distinto a las veces anteriores. Esta vez no fue solo su figura y sus palabras… Ahora fue mucho más…

Imágenes. Imágenes de cosas que nunca había visto, pero al mismo tiempo le eran familiares. Cosas que nunca había visto, pero… sentía que iba a ver pronto. Cosas que iba a ver… en el futuro.

– ¡Ahhhh…!

15 segundos después de su desmayo despertó; la primera ocasión que duraba más de 5 segundos.

Casi de inmediato comenzó a toser sangre, de forma que manchó parte de la ropa de su hermano menor; a su alrededor las ovejas que siguieron ahí comenzaron a olfatear a la pequeña jovencita, de forma que Jeanne se asustó un poco y volvió a la realidad.

– Sœur aînée!? ¿Estás bien…?

– Hermano… Lo siento, te ensucié.

– … No, está bien, pero… Hoy fue diferente… Duraste más que de costumbre…

– … Ahora lo entiendo…

– ¿Qué cosa?

– … Creo… No, estoy casi segura de que… Ahora sé cuál es el proósito por el cual… tengo estos dones…

– ¿En serio? ¿¡Cuál es, hermana!? – los ojos de Pierre brillaron con mucha emoción infantil.

Jeanne volvió a tragar saliva antes de responder.

– Debo… Debo ayudar… al ejército francés… a vencer a los ingleses… y a coronar a Carlos VII… como rey de Francia…

¡¿Qué!? ¡¿Te has vuelto loca!?

Esas fueron las palabras que recibió a continuación, de parte de sus padres, sus hermanos, los sacerdotes de la iglesia, los pueblerinos que escucharon el relato, los soldados franceses que cuidaban del pueblo…

Toda la gente concordó en el mismo mensaje: ¿Cómo era posible que el mensaje de Dios fuera que Jeanne, una simple campesina en un pueblo olvidado, fuera la esperanza para salvar Francia, vencer al ejército enemigo, y coronar al próximo rey? Allí mismo se pudo observar la distinción entre la gente que de verdad creyó en los cambios de Jeanne para bien, de aquella gente que se vio beneficiada y decidió seguir la corriente aunque seguían creyendo que Jeanne estaba loca, poseída por algún espíritu malvado, o que haber sido adoptada era la explicación de sus disparates…

Pero, para su buena suerte, su familia se encontraba en el primer grupo. Después de procesarlo varias veces, por fin Isabelle aceptó que el verdadero propósito de su hermoso angelito era estar fuera de casa y servir a un futuro distinto al que esperaba, aunque eso no quitaba que Isabelle se la pasaba llorando con frecuencia de tan solo pensar que su angelito ya tenía alas para volar fuera de casa.

Con ayuda de su padre Jacques y su influencia siendo un hombre de gran importancia en el pueblo, el mensaje de Jeanne se difundió con rapidez no solo en el pueblo sino en los alrededores junto con una profecía:

De la región de Lorena surgirá una doncella con armadura que salvará al país

Esto fue más que suficiente para cambiar la mentalidad de los pueblerinos, quienes cambiaron su confusión y dudas por nueva aceptación en Jeanne…

– Es la mujer virgen de la profecía… ¡Ella nos salvará!

El pueblo de Domrémy proclamó a Jeanne como la salvadora, lo que le quitó en gran manera la vida tranquila y pacífica que había tenido recientemente; ya no era tranquilo ni pacífico pasear las ovejas en las mañanas sin que nadie la reconociera y quisiera estar en su “presencia divina que curaba almas y sanaba enfermedades” (leyenda urbana que comenzó a hacerse famosa después de muchos rumores y chismes que se mal contaban).

Todos los días se volvieron una nueva rutina pesada que a Jeanne ya no le gustaba llevar; una noche se metió en el establo de las ovejas con mala cara tras haber tenido que estar entre tantas personas que la proclamaban como la salvadora, siendo que a ella no le gustaba estar con gente…

Es más bien del tipo introvertida; se agachó al suelo y se cubrió la cabeza con ambas manos.

– Es mucha gente… Me siento tan mareada… – solamente por decencia, y por estar en medio de las ovejas, le avergonzó vomitar en el suelo; tras tragar saliva soltó un suspiro pesado – Esto no está saliendo como lo planeé…

De repente su corazón empezó a latir con más fuerza, siendo que casi de inmediato supo de qué se trataba; antes de volver a caer de golpe contra el suelo, la jovencita se acercó a un montón de paja donde caer sin hacerse daño. En pocos segundos, su corazón se detuvo, ella cayó desmayada…

Y tuvo su nueva visión, una más lúcida, dónde sintió más control sobre su propio cuerpo para interactuar con la figura divina angelical que ahora se encontraba frente a ella…

– T-Tú…

– Hola, Jeannette. Yo soy--

– San Miguel… Usted es San Miguel… De verdad es usted, de nuevo…

– … Oh, si. San Miguel… Soy ese…

Era la primera vez que Jeanne tenía ese tipo de interacción con San Miguel; casi de inmediato se sonrojó al sentirse un poco confundida por no saber qué hacer en esa situación.

– … Usted es mi… mi ángel de la guarda…

– Si… Podríamos decir que si…

– ¿Dónde estamos?

– Es el espacio de tu mente donde… La esencia que dejé en tu cuerpo se manifiesta para que podamos hablar. Siempre ha sido así, solo que… Ahora me gustaría tener más contacto contigo.

– Entonces… Las otras ocasiones…

– Yo entré a tu mente, aunque tuve que manipular tu corazón y mente. Todavía eras muy joven para hacerlo por tu cuenta, pero ahora que has crecido, podemos hablar directamente y por más tiempo sin que sientas mucho dolor.

– … ¿Por qué? – los ojos de Jeanne se apretaron un poco, al imaginar todo lo que sentiría su cuerpo una vez terminase la conversación – Siempre debo sentir dolor cuando tengo… Estas visiones… ¿Por qué? ¿Por qué no puede… ser algo… menos doloroso?

– … Lo siento por eso, pero… Es la única manera en que puedes acceder a la esencia que vive dentro de ti.

» Es una energía divina muy poderosa que un mortal no puede soportar por sus fuerzas, sino solo un alma… Así que, debes estar al borde de la muerte para que tu cuerpo la asimile mejor sin que sufras mucho daño colateral. Aún así, siempre queda un remanente, que por desgracia no puedo quitarte…

» Esa esencia se llama Shakti.

– Shakti…

– He estado obligándote a tener esas cortas visiones porque, como te dije, tu cuerpo todavía no estaba listo, pero debías estar enterada de la situación en que estás.

» Ahora que has crecido… si aprendes a controlar tu cuerpo, podrás controlar la esencia… Así lograrás el propósito que debes llevar a cabo: pelear contra los ingleses y coronar a Carlos VII como el próximo rey de Francia.

Jeanne frunció el rostro de nuevo.

– Así que por eso quiere hablar conmigo, pero… ¿De verdad debo hacerlo yo?

– … Es lo que el futuro me ha mostrado. Ya está escrito, y ahora debes llevarlo a cabo… Este es el momento en que debes hacerlo.

– Pero yo… Yo… ¿Debo yo vivir para esto…?

San Miguel se quedó en silencio mientras que Jeanne aprovechó el momento para desahogar sus sentimientos reprimidos, aquellos que prefería ocultar de su propia familia.

– Yo no quiero vivir con esto… ¿Controlar mi cuerpo y controlar esa esencia? Siempre he crecido con problemas, siendo que… Ni siquiera sé de dónde soy realmente… La gente me odiaba, luego me amaban, se burlaron de mi, y ahora me adoran… Esto es demasiado para mi.

» Yo solo quiero… Quiero estar mi mi mamá, mi papá y mis hermanos… Quiero tener una vida normal como todos. Yo no pedí esto, ni quería esto…

– … Aunque no lo hayas pedido, para esto naciste…

San Miguel se acercó a Jeanne de manera que pudo sentir con mayor fuerza su presencia divina, casi como si pudiera sentir la fuerza de sus manos en su pequeño cuerpo; a decir verdad, esa agradable sensación era muy parecida a la de un abrazo.

– El destino ha sido escrito para que lleves a cabo esta encomienda. Solo tú puedes hacerlo… Y solo tú debes hacerlo. Con tu esfuerzo, muchas vidas se salvarán, incluso la de tu propia familia.

» Entiendo que sea difícil para ti… Pero por eso te salvé, y por eso tienes los dones que ahora usas… Para este día. Para que lleves a cabo el propósito de tu vida.

Jeanne respiró un poco más calmada, gracias a la presencia de San Miguel, y acercó su cabeza a la figura de aquel ángel a manera de consuelo para sí misma.

– San Miguel… Yo no sé cómo hacer esto. Podría… ¿Podría ayudarme, por favor?

– … Está bien. Puedo ayudarte para que tengas lo necesario, y… Una vez que termines tu misión, podrás volver con tu familia…

– Êtes-vous sérieux?
[ *N/T: ¿Lo dice en serio? ]

– Lo prometo… Hacer todo lo que pueda para que no te pase nada malo.

» Por ahora debemos terminar nuestra conversación. Recuerda, Jeannette, nunca usar la esencia por más de 5 minutos seguidos, o de lo contrario… Morirás…

– … Pero entonces, ¿Cómo se supone que… Haré lo que debo hacer?

– Jeannette, tú eres tanto cuerpo como alma… Lo que no puedas lograr con tus dones, lo lograrás con tu esfuerzo…

La figura de San Miguel así como aquel espacio mental desaparecieron en un santiamén, para volver a Jeanne a la realidad en el establo de las ovejas.

Aquella visión había durado unos 98 segundos, más que suficientes para darle un terrible dolor de estómago, abundante tos sangrienta, y un dolor de pecho que tardó casi una hora en desaparecer.

– … Así que… Estoy condenada a… A vivir con esto… – casi de inmediato Jeanne recordó las palabras de su madre, tras lo cual negó a su anterior afirmación – Este es el propósito que se me dio… Debo cumplirlo.

Al día siguiente, la rutina volvió a su estado caótico de conseguir un pase para que Jeanne pudiera ir hasta Chinon, donde se encontraba el delfín Carlos, el sucesor legítimo tras la muerte de Carlos VI. Solo que ahora, gracias a la visión que había tenido Jeanne, tuvo más fuerzas para convencerse a sí misma que era lo que debía hacer.

Discusiones, pleitos, malentendidos, ofensas y vergüenzas… Por mucho de eso tuvieron que pasar los soldados franceses hasta que por fin accedieron a llevarse a Jeanne hasta la presencia del rey; durante el día de despedida, Jeanne se cortó el cabello por órdenes de su madre, empacó una pequeña maleta con algunas prendas suyas y ropa de sus hermanos, despdió a su familia con muchos besos y abrazos, y se montó al carruaje custodiado por varios soldados que partió directamente hacia Chinon…

Durante el viaje, tuvo muchas visiones y aprendió a acceder a ellas por cuenta propia para conversar con San Miguel, informarse más de su misión, saber algunos datos adicionales en caso de que en Chinon nadie le creyera, así como fortalecer su cuerpo para seguir usando su esencia angelical:

Una tras otra tras otra ocasión, el dolor se volvía menos intenso y la tos se controlaba mejor, siempre que no pasase de los 100 segundos. Pero fuera de ese rango, los síntomas eran muy fuertes; en una ocasión donde había decidido durar 4 minutos, el dolor era insoportable y perdió la vista por algunas horas, dándose cuenta en carne propia de las palabras de advertencia de San Miguel…

En la última semana de febrero del año 1429, Jeanne llegó a las puertas de Chinon y entró en la sala real de la Fortaleza de Coudray, en la cual ya estaba reunida por motivo de la reunión especial con Jeanne D’Arc…

Pero de esto no estaba enterado Jeanne, siendo que se llevó una enorme sorpresa cuando, al entrar en la sala, se encontró un bullicio de mucha gente reunida, todos ellos nobles, con la intención de verla…

– La virgen de la profecía.

– Si, es ella…

– Pero solo es una niña…

– Y está vestida con mugrosos harapos…

La primera impresión que tuvo con la nobleza no fue exactamente la mejor; casi de inmediato el rostro de Jeanne estalló en rojo vivo de vergüenza.

– ¿Ah…? ¿Así que tú eres la famosa… “Jeanne D’Arc”?

Cuando Jeanne subió la cabeza para mirar al trono, se llevó una gran sorpresa al encontrarse con la figura que se suponía era Carlos VII:

Un hombre de mucha complexión, tal vez un poco gordo, con bigote y barba descuidadas, cabello largo y enredado en sí mismo, y una cara de asesino muy visible. Sin mostrar intento de discresión, la jovencita abrió mucho los ojos así como la boca.

« Es… Es muy distinto a las… Es más alto, más adulto, más rudo… más musculoso, fornido y… Non, non! ¡No puedo pensar en esas cosas impuras! ¡Además que… su cara da mucho miedo! ¡Piensa en eso, piensa en eso…! »

– ¿A qué rayos viene esa expresión en tu cara, jovencita? – masculló Carlos con palabras muy arrogantes y una sonrisa para nada inocente – ¿Es porque nunca has visto a un rey? ¡Claro que no! Una niña campesina como dices ser nunca habría visto la belleza y grandeza de un rey… ¿O me equivoco?

De inmediato los nobles, príncipes y caballeros en la reunión rieron con descaro, suficiente para volver a avergonzar a Jeanne quien agachó su mirada sonrojada.

– ¿Y bien? ¿Esa es la reacción de la dichosa salvadora de Francia? ¡¿Para esto nos haces perder el tiempo!?

Jeanne tragó saliva con un poco de valentía, aunque se sentía a punto de desmayar entre tanta gente poco amistosa.

– Bueno… La verdad es que usted--

– Dime “Su Santísima Majestad” si es que quieres dirigirte a mi.

– … Je ne peux pas faire ça…
[ *N/T: No puedo hacer eso ]

– ¿¡Qué rayos dices!? ¡¿Por qué no!?

De nuevo Jeanne tragó saliva, ahora si juntando suficiente valor para decir el verdadero motivo por el cual había reaccionado del modo en que lo hizo.

– Es que… Usted… No es el señor Carlos…

Todos en la sala quedaron en silencio con los ojos muy abiertos ante tal declaración de parte de Jeanne; Carlos frunció el rostro con mucha rabia efervescente, tanto que apretó sus puños hasta que sus nudillos se marcaron por completo.

– ¡¿Qué acabas de decir, mocosa campesina!?

– Hé…!? ¡Pero es que yo--!

– ¡Más te vale arrodillarte ahora mismo a pedir disculpas…! ¡No importa, de cualquier forma estarás de rodillas ante mi! ¡Pero tú decides: implorando mi perdón o cuando mi verdugo te arranque la cabeza!

– Héeeeeeee!?

Los ojos de Jeanne se cristalizaron a punto de llorar; ahora si estaba en serios problemas gracias a lo que había dicho, aunque ella sabía muy bien que era verdad…

« Estoy segura que no se trata de él… San Miguel me había dicho que es un muchacho de algunos años mayor que yo, pero él… Es un señor… ¿Podría ser su papá? Non, non! ¡Claro que no, se supone que su papá está muerto…!

» Parece que me va a matar… ¿¡Cómo los convezco de que dije la verdad!? No puedo contactarme con San Miguel ya que ellos solo me verían como… como la gente del pueblo, y será mucho peor si creen que estoy poseída por espíritus, en frente de tanta gente… Así que…

» ¿En dónde está el verdadero Carlos…? »

Sus ojos se movieron a los lados de forma desesperada solo para encontrarse a los nobles con miradas de desprecio, superioridad, arrogancia, malicia, desaprobación…

Excepto una mirada en específico: una capucha sucia que discretamente resaltaba en la multitud, al parecer una apariencia juvenil comparada con todos los demás nobles, y ojos suaves que miraban con curiosidad, sin sentimiento maligno ni oscuro…

La imagen que Jeanne había visto hace tiempo le golpeó en la cabeza, y se dio cuenta…

– ¡Usted…! – el joven encapuchado se adentró en la multitud – Arrêtez, s'il vous plaît*!
[ *N/T: ¡Deténgase por favor! ]

Jeanne sin importarle la situación se adentró en la multitud, los cuales como río caudal se abrieron a su paso al verla actuar tan frenética; rápidamente Jeanne llegó hasta el joven, tomándole de uno de sus brazos con suficiente fuerza para detenerlo.

– Usted es…

– I do not speak your language! Get off me*!
[ *N/T: ¡No hablo tu lenguaje! ¡Quítate de encima! ]

– … Hé?

– ¡Suéltalo, mocosa campesina, si no quieres que te corte en pedazos!

– ¡Señor Carlos… usted es el señor Carlos…!

Toda la audiencia quedó asombrada por la manera en que todos suspiraron al mismo tiempo para después quedar en un silencio absoluto que devoró absolutamente el ambiente; a excepción de la respiración asustada de Jeanne así como de las inhalaciones agitadas del joven que trató de librarse del agarre de Jeanne. Justamente, al darse cuenta que estaba apretando con más fuerza de la que debía, Jeanne se sonrojó de nueva vergüenza.

– Excusez-moi!! – aligeró el agarre de su mano y se arrodilló frente al joven, pero aún tomando su brazo – Lo siento, señor Carlos, no fue mi intención ser tan…

– … Te pediré que me llames “Majestad” si quieres dirigirte a mi.

El joven se quitó la capucha para revelar el verdadero rostro del delfín Carlos VII:

Apariencia bien cuidada acorde a la realeza, cabello largo de color castaño claro que le llegaba a los hombros en forma de corte de hongo, y ojos con pestañas abundantes así como pupilas muy deslumbrantes. Una imagen que cautivó completamente a Jeanne.

« Es… ¡Es él! ¡Justo como lo vi en mi visión…! Además que…

» Es más lindo de lo que imaginaba, no como el otro… Non, non, non!! ¡Deja de pensar en esas impurezas! »

– Tú, mocosa… – el hombre que ocupaba el trono quedó boquiabierto al ver la situación – T-Tú… Cómo… ¡¿Cómo rayos sabías que no era yo!? ¡¿Ya habías visto a su Majestad antes!?

– Pero… es imposible…

– ¿Que una campesina haya visto al rey? No puede ser.

– Seguro que hizo trampa…

– Ha de ser una bruja…

Los murmuros de parte de los nobles reunidos volvieron a bajar significativamente los ánimos de Jeanne; por suerte agachó la cabeza en respeto a Carlos VII con lo cual disimuló sus emociones.

– Yo… San Miguel me contó… Sobre usted. Lo vi… a usted en… en visiones…

– Ya veo… De todas formas, es imposible que una campesina haya visto mi cara antes… ¿De dónde se suponía que eres?

… Yo vengo de… Domrémy…

– Oh, ya veo… Nunca había escuchado de ese pueblo, pero ya no importa. Pasaste la primera prueba, que era saber que ese gorila de allá no era yo, así que al menos algo de verdad tiene ese rumor que ha estado quitando el silencio de mi palacio…

Hé? – Jeanne se sonrojó un poco – Ce n'est rien de spécial.
[ *N/T: No es nada nada especial. ]

– No te estaba halagando.

Carlos se soltó del agarre de Jeanne y volvió a su asiento, siendo que el otro hombre se quitó rápidamente y cambió su actitud por sumo respeto al príncipe, mientras que Jeanne se levantó para encarar la nueva reunión que tendría lugar.

« Se cumplió lo que vi en esa ocasión. Así que… Es como dijo San Miguel: su esencia también me ayuda… a ver el futuro… Merci Saint Michel. »

– Todos ya vieron lo que puede hacer la “campesina”, ¿No? Ahora… Todos, fuera de mi presencia, excepto con quienes ya había quedado…

De inmediato los nobles asintieron y uno a uno comenzaron a retirarse de la sala, así como los soldados que estaban de guardia; las puertas se cerraron quedando únicamente Jeanne, Carlos, el hombre que había tomado su trono por el momento, un par de sacerdotes de gran importancia, y algunos soldados de seguridad. Era momento de tener la verdadera reunión…

– Muy bien, pasemos a lo importante. Tú eres esa Jeanne D’Arc, la que fue tocada por Dios, e insistió en tener esta junta que incluso los borgoñeses y los ingleses te echaron el ojo encima, ¿No?

» Aquí está toda la gente que de verdad importa, así que empieza a hablar, ¿Qué es lo que quieres?

La muchacha francesa tragó saliva, dio un paso al frente para quedar más cerca del rey, y dio su declaración lo más directa que pudiera.

Yo… San Miguel habló conmigo y… Me dijo que yo… Yo debo liderar el ejército de Francia… Liberar Orleans del asedio en que ha caído… Y ayudarlo a usted a que sea coronado en Reims…

La asamblea quedó en silencio por un momento, hasta que los soldados y sacerdotes soltaron a reír en carcajadas.

– ¿¡Esto es una mala broma!?

– ¿¡Una niña liderando el ejército!?

– ¿¡Liberar Orleans!? ¡Que mala broma!

– ¿Ah si…? – Carlos levantó su mano para pedir silencio y tomar la palabra – En primer lugar, ¿Cómo sabes que Orleans está en medio de un asedio?

– Eh… San Miguel me lo dijo…

– ¿Y ese San Miguel está aquí con nosotros?

– … No lo sé…

– Ni siquiera puedes repondes una pregunta tan simple. Vayamos con otra pregunta… ¿Eres capaz de manejar un arma? ¿Alguna vez has peleado en tu vida?

– … Yo solía… cuidar a las ovejas de mi familia… y usaba un cayado*…

– … Un palo de madera… Así que, déjame ver si estoy entiendiendo…

» Me estás diciendo que oyes cosas en tu cabeza que solo tú oyes, lo más ofensivo que has hecho ha sido pegarle a una oveja… ¿Eso es todo lo que tienes para intentar justificar un pedido tan loco como liderar todo un ejército, liberar una ciudad, y coronarme rey? Debo preguntar…

» ¿De verdad piensas que con esas palabras lograrás convencer a alguien aquí presente?

Jeanne se sintió de nuevo muy pequeña frente a los soldados y sacerdotes que volvieron a sus risas, mientras que Carlos se llevó una mano a la cara en tono de decepción; de nuevo la jovencita se sintió a punto de llorar…

Las voces, tanto de su madre y de San Miguel, así como de todas las personas del pueblo, aún si solo fueron halagos pasajeros o superficiales… Todo eso tocó a su corazón de nuevo, con suficiente fuerza para hacerle reprimir sus ganas de llorar, apretar los dientes, y bajar una rodilla al suelo para hacer una reverencia frente a Carlos y a los reunidos.

– Su Majestad, entiendo que… No ofrezco mucho más de lo que esperaba, y de hecho… Yo no soy nadie especial que debería haber tenido la atención que tiene el día de hoy… Pero yo… Yo…

» San Miguel y Dios me dieron los dones que tengo el día de hoy, y mi voluntad es completamente para usted… Mi familia me enseñó que debo actuar en favor de lo correcto, ayudar a los débiles, proteger a mi gente, haciendo todo lo que pueda y dando todo lo que soy…

» Así que… Aún si no es mucho, todo lo que puedo ofrecer es mi voluntad, mi cuerpo y mis dones para luchar a favor de usted, hasta que… Logre mi propósito de salvar a mi gente, a mi pueblo, a mi familia y ayudarlo a usted.

Carlos VII se rascó la barbilla lampiña con rostro indeciso mientras observaba al Jeanne en reverencia en el suelo; al mismo tiempo, un clérigo se acercó con cautela para susurrarle al príncipe.

– Majestad, creo que podemos sacar provecho de esta situación.

– ¿A qué te refieres?

– Hablo de la profecía. Si realmente esta jovencita es el cumplimiento de--

– No quiero escuchar esas tonterías supersticiosas. Ni siquiera podemos probar que esta campesina haya sido hablada por Dios; seguro escuchó de mi y de Orleans por la boca de los soldados. O tal vez… podría ser una bruja.

– Lo entiendo Majestad, pero… Deje que le explique mi idea, por favor.

– … Adelante…

– Como le decía…

» Podemos hacer gala de este evento, anunciar que esta jovencita es el cumplimiento de la profecía. Y con esto tal vez podamos asustar a los ingleses y a los borgoñeses. Si convencemos a todo el mundo de esto, llegará a oídos del papa en la Iglesia Católica; recuerde que los ingleses también rinden cuentas al papa…

» Si convencemos al pueblo hasta llegar a oídos del papa y ellos lo aprueban, nos ayudarán a ganar la guerra y que usted sea proclamado rey de una vez por todas… Pero para eso, ella no solo tendría que estar aquí con usted… Sino que tendría que darle autoridad para liderar el asedio de Orleans.

Rápidamente el soldado que había sustituido a Carlos, en cuando oyó la conversación secreta, interfirió para dar su opinión.

– No puede estar hablando en serio.

– Piénselo Majestad. Si hacemos lo que dice, podríamos tener una victoria que nos catapulte.

– Majestad, no le haga caso a este fanático. Acudir a esta mocosa sería lo mismo que aceptar que no tenemos opción… ¡Es una campesina! ¡No duraría ni un solo día en el asedio!

– … Aunque, la verdad ya no tenemos opciones… – admitió Carlos – ¿No habías dicho que el asedio iba a caer porque los soldados habían dejado de luchar? ¿Que la ciudad estaba desmoralizada y que pronto podrían rendirse sin dar más batalla?

El hombre robusto se quedó en silencio, sin ser capaz de negar lo que él mismo le había dicho unos días antes de aquella reunión; Carlos volvió entonces su mirada al clérigo.

– Así que… Propones que la aceptemos como el nuevo escudo de la guerra… Convertir esa disputa política por la corona en una disputa religiosa… Que ellos sientan que están peleando contra Dios…

– Eso podría ayudar a que el ejército vuelva a pelear, además que… Si lo que dice es verdad, puede ayudarnos a no solo ganar en Orleans… Podría ser nuestra mejor opción.

– ¿Nuestra mejor opción? ¡Es la única carta que tenemos! ¡Ni siquiera es un as, solo es una mocosa!

– Si logramos ganar en Orleans y proclamamos su victoria, la guerra se volteará a nuestro favor…

– ¡Deja de repetir la misma tontería! ¡No pienso que todos mis hombres sean liderados por una mocosa que solo sabe hablar disparates!

– … No tiene que ser así…

Carlos terminó algunos detalles con voz todavía más baja, de modo que Jeanne no pudo escuchar; de hecho, desde que escuchó que estaban susurrando entre ellos, decidió no poner atención a ninguna de sus palabras, más que nada porque su madre le había enseñado a no poner atención en asuntos ajenos. Una vez que terminarón sus murmuros, Carlos se aclaró la garganta para hablar a Jeanne.

– De pie jovencita. – el príncipe se acomodó en su asiento – Ya he tomado mi decisión…

» No confio en que hables la verdad, sin embargo tampoco tengo pruebas todavía para refutar lo contrario. Pero puedo hacer estas pruebas: los teólogos de toda Francia te examinarán para saber si es verdad esas cosas que dices de Dios y San Miguel, o solo eres una charlatana…

» También serás entrenada para ser un soldado; si quieres liderar un ejército, debes aprender a pelear, y de eso no quiero ninguna excusa de tu parte. Una vez que hayas pasado por todo eso, veremos tu progreso y decidiré si te enviamos a Orleans…

» Por el momento, acompaña al general y a este clérigo para que te indiquen la habitación en dónde dormirás y pasarás la noche; recupera tus fuerzas, y a partir de mañana empezará tu entrenamiento.

Jeanne había quedado en blanco para prestar más atención a Carlos; una vez que terminó su discurso, la jovencita sonrió de oreja a oreja, sus ojos brillaron con su carisma adolescente de 17 años, y sus mejillas se colorearon bastante.

– Merci beaucoup, monsieur Carlos*!
[ *N/T: Muchas gracias, señor Carlos ]

– ¡Hey! ¡Solo puedes llamarle "Majestad"!

– Si, si… Ya vete…

Carlos mostró mala cara, aunque en realidad desvió la mirada al sentirla roja por ver la expresión de Jeanne; el hombre de mal humor, por su parte, mantuvo su cara y su actitud en todo momento.

La reunión terminó, los demás sacerdotes salieron mientras que Carlos se quedaba; por su parte, el clérigo y el hombre malhumorado comenzaron a deambular a los pasillos, guiando a Jeanne, para llevarla a la habitación que tenía preparada.

Merci… – por su parte, Jeanne estaba muy sonriente y agradecida – Merci beaucoup, monsieur. Muchas gracias por--

– Ni creas que caeré en tus mentiras, mocosa. ¿Crees que dejaré que lideres a mis hombres? ¡Solo una campesina soñaría con eso!

– ¿Eh? Pero el señor-- No, Su Majestad dijo que--

– No sabe de lo que habla. Estamos tan desesperados que cree que una niña puede salvarnos, pero yo no creo eso…

El hombre miró a Jeanne con un toque de superioridad y desprecio total, volviendo su aura como la de un demonio que contrastaba demasiado con el aura angelical que transmitía Jeanne; como si fueran tintes de luz y oscuridad en el mismo pasillo.

– No te reconozco, y nunca lo haré.

La jovencita solo pudo tragar saliva por lo bajo, y asentir con la cabeza hacia abajo; esto para ocultar que sintió bastante miedo por un momento. del hombre.

O-Oui… Entonces haré lo mejor que pueda para… Para que cambie de opinión…

– ¿Por qué crees que haría eso? ¿De verdad te crees esa tontería?

– … No creo que sea una tontería. Es… Lo que San Miguel me dijo--

– ¡Me importa un bledo lo que te haya dicho Dios, el diablo, o a quién sea que tengas en esa estúpida cabeza! ¡Hablo ahora mismo de ti mismo, mocosa! ¡¿De verdad crees todo lo que dices, o solo estás jugando a ver quién cede primero!?

Jeanne cerró los ojos para evitar llorar; levantó su cabeza y la dirigió al hombre, con unos pocos nervios aunque con convicción.

– No sé… No sé porque tuve que ser yo quién… Fue escogida por Dios. Supongo que… Si usted pudiera hacer las cosas que yo hago, usted sería de mayor ayuda que yo… Aún así…

» Yo quiero cumplir el propósito por el que nací con mis dones, que es ayudar a Francia, a Su Majestad y… Espero que a usted también. Haré todo lo que pueda… Y espero que eso sea suficiente…

Las palabras suaves y dulces de Jeanne tomaron por sorpresa al hombre, quien desvió la mirada al sentir calidez roja en sus mejillas a pesar de su actitud tan malhumorada.

– Tú… Tus palabras no me harán nada.

– Lo que usted diga… Monsieur--

– No me llamo así. Si te dirijes a mi, será con mi nombre y mi título: Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais.

– … ¿Cómo?

– … Gilles, barón de Rais, así me llamarás, mocosa champiñon…

Champignon? – Jeanne se miró el cabello un poco asustada – ¿Es por mi cabello? ¿¡Está mal!? ¿¡Me quedó mal el corte!?

– No me importa… Será mejor que sigas con ese corte, si no quieres que algún hombre sepa que eres mujer y… Pase “eso”.

– … ¿Qué es “eso”?

– … No importa. Esta es tu habitación… Si no tienes nada qué hacer, que dudo mucho, espero que permanezcas en tu habitación y no me molestes.

– … Muchas gracias…

Jeanne entró a su habitación, la cual ya tenía sus pertenencias acomodadas; la puerta se cerró, y la jovencita se encontró por primera vez en una habitación amueblada como su propia casa, pero para ella sola. Una nueva sensación entraba en su corazón y mente.

– … Esto es… Es… ¡Qué lindo!

Jeanne no se resisitó más para lanzarse a la cama, siendo que podría dormir sola por primera vez en su vida; no es como que no extrañará la presencia de sus padres y hermanos protegiéndola del frío, pero podría atender a sus deseos egoístas de tener espacio para moverse cuanto quisiera.

La cosa iba pintando muy bien para la jovencita francesa. Esa noche tendría una cama caliente para dormir, a la espera de su siguiente conversación con San Miguel así como del día en que todo comenzaría…

Los días comenzaron a transcurrir con velocidad tan retardada que para los ojos de Jeanne parecía que había entrado a un pequeño infierno:

Todos los días, desde antes que saliera el sol hasta que la luna estuviera en su máximo esplendor, entrenando con los muchos soldados franceses de manera que, casi literalmente, parecía un champiñón entre las filas de hombres.

Gracias a la bendición de su cuerpo que había recibido tras ser curada por San Miguel podía superar las pruebas físicas con más facilidad que todos los soldados, aunque eso significaba que Gilles podría aumentar la vara de Jeanne más y más; todo mientras también tenía sus exámenes, pruebas y estudios de parte de la Iglesia…

Día y día, noche a noche; llegar a su habitación muy exhausta, a veces sin comer debido al cansancio que sentía, y sumando sus conversaciones regulares que sostenía con San Miguel siempre que él respondiera…

Esto porque había ocasiones en que Jeanne se quedaba en su estado de esencia angelical por un par de minutos, sin recibir respuesta de él, lo que le dejaba un poco desalentada y yendo a dormir esperando que al día siguiente pudiera hablar con él…

Esfuerzo tras esfuerzo, exprimir sus talentos y dones, mejorar y cerrar la boca de los hombres incrédulos que una vez se rieron de ella… Su rutina que sostuvo con firmeza, por más que su mentalidad adolescente quisiera renunciar…

« Debo hacerlo, debo seguir, debo… Debo terminar lo que empezó en mi… Este es el propósito de… De mi vida. »

Los días y semanas pasaron, hasta que llegó el momento de evaluar a Jeanne; más que nada porque era urgente enviar refuerzos a Orleans que estaba sufriendo muchas bajas. Tal vez por eso Carlos decidió no hacer más pruebas en Jeanne sino que le dio su armadura, un estandarte que usaría para levantar la moral, y la mandó de inmediato a los carruajes de soldados que partieron hacia la ciudad…

Así, el 29 de abril de 1429, Jeanne llegó a la ciudad de Orleans.

El pequeño escuadrón de Gilles se presentó con el comandante Juan de Dunois, quien estaba salvaguardando la ciudad y defendiéndola del asedio que la tenía casi aislada; Jeanne fue introducida en la ciudad, quienes ya conocían de su fama como “la virgen de la profecía” por lo que rápidamente los ciudadanos la recibieron con gozo, abrazos y lágrimas de felicidad…

Aunque, el ejército no tenía el mismo entusiasmo: el plan de Carlos consisitó en usar a Jeanne únicamente como figura moral para mejorar los ánimos de los soldados y con eso pelear, pero nunca estuvo en verdadera consideración su petición de liderar el ejército; si liberaban la ciudad, se haría propaganda de que la responsable había sido Jeanne y con eso se buscaría mejorar la situación.

Pero el plan también consistía en la lógica que influyó Gilles de Rais: es imposible que una campesina sea la líder de ejército. Así que Jeanne quedó excluida de todos los consejos de guerra entre Gilles y Juan, nunca se le informaba de los movimientos del ejército, y mucho menos se le permitió salir de la ciudad…

Fue llevada solo para ser el amuleto de la suerte, además de saludar personalmente a los ciudadanos, acudir diariamente a ellos para animarlos, inspirarlos y entregarles alimentos y suministros; durante los días consiguientes Jeanne se percató de ello.

– Así son las cosas… – solo le quedaba estar sentada en la piedra lodosa que había adoptado como asiento personal, donde podía jugar a lanzar las pequeñas piedras a su alrededor, esperando alguna orden de parte de los comandantes del campamento que estaba a un par de metros de su posición – Solo debo… esperar…

Esperar a que Gilles de Rais y Juan de Dunois cambiaran de parecer para involucrarla como lo había pedido, aunque así como escuchaba el malestar y desánimos de los soldados… Parecía que preferían la derrota antes que aceptarla.

– … Así… son las cosas… ¿Huh?

Un sonido inusual le llamó su atención; un relincho salvaje. De inmediato levantó la vista y se encontró con un caballo blanco que corrió directo hacia ella, pero antes del momento de impacto el animal relinchó y quedó con la vista hacia el suelo.

– Quel beau cheval*… ¿De dónde saliste…?
[ *N/T: Que bonito caballo. ]

Jeanne se levantó para acariciar la cabellera del animal, viendo que además de tranquilo era bastante dócil, así como un detalle más…

A su mente vino la memoria de su primera visión del futuro, y en una de esas imágenes… Aparecía justamente el mismo caballo que estaba acariciando, siendo que ella lo estaba montando. Sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta de esa información.

– Así que… Yo…

Sin dudarlo, Jeanne dejó al caballo para entrar casi corriendo al campamento de los comandantes, justo cuando estaban en medio de su reunión de guerra:

– ¿Crees que los hombres de Armagnac tendrán éxito en la bastilla de Saint-Loup?

– Espero que si… De lo contrario, perderemos esa fortaleza. Más me preocupa que hayan salido desde temprano y no hayan vuelto todavía…

– La batalla es intensa, así que no debemos temer. Es normal…

– ¿Qué? ¿El ejército ya salió…?

La pregunta repentina de Jeanne con su aparición repentina asustó a ambos hombres, para después hacer que ambos se encendieran en rojo de frustración.

– ¿La mocosa otra vez está aquí? – Juan de Dunois se mostró bastante molesto – ¡¿No tienes otra cosa qué hacer!?

– ¡Mocosa…! – Gilles abandonó su puesto en la reunión para atender a la chica – ¡¿Cuántas veces debo decirte que tu sitio es allá afuera, ayudando a las mujeres y los niños!?

– ¡Los hombres ya salieron a pelear…! ¡¿Por qué no me lo informaron!? ¡Yo también debo--!

Gilles abofeteó a Jeanne de la mejilla, siendo que al tomarla desprevenida ella no opuso resistencia y terminó cayendo al suelo.

– ¡Ya te dije que te quedes fuera de esto, tonta mocosa! ¡Lárgate con las demás mujeres, al sitio donde perteneces…!

La jovencita francesa se llevó una mano a la cara, que empezaba a hincharse en rojo por el golpe del hombre; su rostro se frunció en enojo, y siendo que era la primera vez que sentía, sus ojos llorosos se voltearon a Gilles con claro desprecio por el hombre.

– J-Je te déteste*!
[ *N/T: ¡Te odio! ]

Rápidamente la jovencita salió del campamento, llorando casi sin control debido al golpe así como a la frustración que sentía desde el fondo de su corazón y espíritu; un par de soldados se acercaron corriendo a ella en cuanto la vieron en ese estado.

– ¡Oiga! ¡Señorita D’Arc…! ¿Se encuentra bien?

– ¿Por qué está llorando?

– ¡Ustedes…! ¡¿Saben dónde se encuentra la bastilla de Sainy-Loup!?

– ¡Eh…! – ambos soldados se asustaron del aura que desprendió Jeanne, muy distinta a la que solía tener de una jovencita santa – ¡S-Si…! ¡Se encuentra a un par de kilómetros al este, en aquella dirección…!

– Pero, señorita D’Arc… Ese lugar está siendo ocupado por los ingleses. Los soldados--

– Ya fueron a pelear a ese lugar desde la mañana. Ya lo sé…

De inmediato Jeanne se montó en el caballo, quien se había quedado de pie en dónde Jeanne le había dejado, se ajustó en su espalda siendo que no tenía una silla para montar, y apretó los arneses para sujetar al animal con fuerza.

– ¡Préstenme su espada y un estandarte, por favor!

– ¡A la orden! – el más joven de los soldados le dio su espada y fue corriendo a buscar un estandarte.

– ¡Pero, señorita D’Arc…! ¡¿Qué pretende hacer!?

– Lo que vine aquí desde el principio. Pelear por Francia…

– ¡Pero, no hay muchos hombres disponibles aquí! ¡Todos fueron a la bastilla, y solo quedan unos pocos para cuidar de la ciudad! ¿Con quién pretende ir?

– … J'irai seul*…
[ *N/T: Iré yo sola. ]

– ¿¡Qué!?

El primer hombre regresó con el estandarte, el cual tenía en la tela grabado el escudo de los Armagnac, la casa política que apoyaba a Carlos VII como sucesor de Francia, y por el otro costado las imágenes de Jesús y María. Mejor estandarte no habría para ella, quien tras desenfudar su espada y amarrar el arnés a su mano para sujetarse, sujetó el estandarte con la otra mano.

– ¡Listo, señorita D’Arc!

– Muchas gracias a ambos… Y perdón por gritarles.

Jeanne movió los pies, con lo cual provocó que el caballo lanzara un relincho lo suficientemente sonoro para que los comadantes salieran de la tienda de campaña para ver lo qué estaba pasando.

– ¡Mocosa! ¿¡Qué mierda haces…!?

A pesar de los gritos de Gilles y Juan, así como las súplicas de ambos soldados para que no fuera sola, Jeanne se puso en marcha a toda velocidad para ir hacia la bastilla a pelear. En un santiamén atravesó las puertas de la ciudad, llamando la atención tanto de ciudadanos así como de los soldados que custiodaban el asedio, y salió disparada como una bala para llegar hasta la zona…

Al llegar al sitio, solo pudo ver cómo el ejército francés se retiraba tras un asaldo fallido, mientras que la ofensiva inglesa se preparaba para tomar la delantera; Jeanne frunció los ojos y decidió que era buen momento para llevar a cabo el truco que había aprendido…

« Realmente no quería estar aquí. Pero… Es necesario. San Miguel me lo dijo… Este es mi propósito. Y para eso… tengo mis dones. »

Su nariz abrió sus fosas un poco más de lo normal, así como ella empezó a ralentizar la velocidad con que aspiraba aire.

Un poco más, un poco más lento, al tiempo que escuchaba por medio de sus tímpanos internos como los latidos de su corazón desaparecían además que los gritos de sorpresa de los franceses se hacían más sordos, el ambiente se volvía más callado…

Hasta que su corazón se detuvo por completo. De nueva cuenta abrió sus ojos, con un nuevo brillo en ellos: cruces de luz blanca en lugar de pupilas…

« Esto… Esto es… »

A diferencia de las otras ocasiones donde hablaba con San Miguel en su cabeza, ahora estaba viendo el mundo real por medio de esos “lentes” de divinidad; así mismo, la esencia angelical llegó hasta su caballo, quien sintió un aumento de poder y habilidades ni bien fue lleno.

Detrás de su rostro por completo inexpresivo, Jeanne sonrió por dentro; después de todo lo que había pasado y vivido ahora estaba en el sitio dónde se suponía siempre debió estar. A diferencia de lo que esperaba…

Ya no sentía repulsión ni disgusto. Se sentía… Feliz. Muy, muy feliz…

« Estoy aquí… Y puedo verlo todo… Por fin… »

Jeanne levantó su espada al mismo tiempo que erguía el estandarte por encima de su cabeza, creando una figura angelical que quedó grabada en las retinas de los soldados franceses rendidos así como de los ingleses que se asustaron…

Y ahora fue el turno de Jeanne para atacar: estando en medio de su éxtasis gracias a la esencia angelical, Jeanne se lanzó directamente contra los ingleses quienes estaban asustados y perturbados que una niña estaba a punto de hacerles frente; tal vez fue por eso que no respondieron cuando la espada de Jeanne comenzó a matar ingleses a diestra y siniestra…

Jeanne rompió las defensas de los ingleses con algunos golpes tanto de su espada como de su estandarte, quienes a pesar del uso de sus armas no pudieron hacerle ni un rasguño; del mismo modo su caballo arrasó con quien se pusiera en su camino, sin posibilidad alguna de ser detenido de su frenesí. Todos los ingleses se asustaron de aquella presencia angelical, aunuqe para ellos era estar viendo a un demonio hacerlos pedazos en segundos.

Su camino terminó en cuanto entró a la fortaleza; blandiendo su espada con fuerza y valentía, la joven rompió los portones de madera que encerraban el sitio con solo un par de golpes, para encontrarse a un grupo de ingleses que estaban más preparados tras oir el bullicio de las afueras. De inmediato Jeanne se lanzó sobre el ejército de hombres, preparada para continuar la matanza que había montado…

Hasta que un objeto volador le golpeó en su hombro: una flecha.

Tal vez por ser la primera vez que usaba el estado angelical en batalla fue que no pudo reaccionar a tiempo para esquivarla, sino que loe atravesó la armadura y la carne del hombro.

De inmediato Jeanne cayó de espaldas contra el suelo, soltando a su caballo que siguió corriendo con frenesí y el estandarte; ese mismo golpe hizo que perdiera el estado angelical y volviera a su forma nrmal.

« ¡Ah…! » su cabeza empezó a dolerle, así como el pecho, y no pudo reprimir las ganas de vomitar sangre.

Irguió el tronco de su cuerpo con dificultad, y solo pudo ver cómo los ingleses con sonrisas por ver que solo era una niña se acercaron con sus espadas listas y sin mostrar piedad; Jeanne se llevó una mano a la flecha por inercia, mientras la otra apretaba la espada, y su boca tosía sangre en gran manera…

« Entonces… ¿Aquí terminará todo? ¿Tan rápido? » las palabras de San Miguel vinieron a su cabeza, lo cual le entristeció un poco « Parece que San Miguel estuvo equivocado cuando me prometió… Non, non. No es su culpa… Es mi culpa… »

La mujer francesa se levantó como pudo, con una mano apretando en su herida, la segunda levantando la espada, y la boca cerrada con fuerza a pesar de la sangre que le escurría en pequeños hilos.

« Es mi culpa… Si me quedo sentada a ver cómo me matan. San Miguel lo dijo… Lo que no puedo lograr con mis dones, será con mi esfuerzo…

» Estoy… Estoy lista. Vengan… por mi… »

Muchas mentiras para una mujer que se proclamaba santa ante los demás, por el simple hecho de que realmente no se sentía lista. Dentro de si, su corazón activo de nuevo ahora palpitaba con mucho miedo por saber que estaba prácticamente viendo su propio final.

Tal vez por eso, aunque su cuerpo en contra de su voluntad estaba preparado, sus ojos se cerraron justo en el momento en que estaba por lanzarse a atacar…

– ¡Por Francia!

Antes que pudiera hacer algo, escuchó el sonido del metal chocar, gritos de hombres atacados, sangre volando en el aire, y pasos apresurados a su alrededor. Abrió de nuevo los ojos, y la escena que ahora presenciaba…

Era una muy diferente. Hombre luchando contra otros hombres, pero… No eran solo ingleses. Eran franceses contra ingleses.

Era el mismo ejército francés que hace no más de 3 minutos atrás había dejado a sus espaldas; ahora, los mismo hombres que había visto retirándose y desanimados, estaban atacando con furor y frenesí a los hombres ingleses que estaban en la fortaleza.

– ¿Qué…?

– ¡¿Te vas a quedar ahí, mocosa!?

De sus espaldas aparecieron algunos caballos, entre los cuales estaban montados Gilles de Rais y Juan de Dunois con armaduras y espadas, listos para la batalla.

– ¿¡No se suponía que querías pelear!? ¡Haz algo o muévete!

Jeanne abrió bastante los ojos, recuperando de inmediato el brillo que había perdido hace instantes atrás; mientras que su presencia había devuelto el ímpetu en los soldados franceses, ahora la presencia de ellos para ayudarla a su vez devolvió la sonrisa en Jeanne, quien sin dudar tomó la flecha que estaba en su hombro, la arrancó de golpe, y tomando un poco de ropa inglesa de los hombres muertos que estaban en el suelo, se hizo un vendaje lo mejos que pudo.

– ¡Por Francia!

La batalla en la bastilla de Saint-Loup arreció en gran manera, cambiando de golpe la situación en la que había estado: lo que iba a ser una derrota más para los franceses, se volvió una victoria aplastante para cuando se puso el sol del 4 de mayo de 1429.

Durante los siguientes días, las batallas y peleas que se libraron en la zona siguieron la misma rutina, solo que ahora Jeanne fue puesta como segunda al mando de los soldados al ver su desempeño en la bastilla de Saint-Loup; nadie replicó, nadie se quejó, y nadie abrió la boca. Jeanne siguió haciendo uso de su esencia angelical, tanto para hablar con San Migual como para que le fuera revelado los secretos del futuro que debía conocer.

Así, el asedio de Orleans que había durado por más de 7 meses terminó en tan solo 3 días, con la derrota absoluta y retirada de Inglaterra. Fue gracias a este hecho que, la “mocosa campesina” dejó de ser el apodo de Jeanne y fue cambiado por…

– La Pucelle d'Orléans*!!
[ *N/T: La doncella de Orleans. ]

Durante la noche del 8 de mayo de 1429, un día después de la retirada inglesa, el delfín Carlos junto con los nobles de Armagnac visitaron Orleans para celebrar la primera gran victoria de Francia:

Una fiesta llena de hombres riendo, sonriendo, bailando, comiendo, con música de todo tipo e incluyendo a los ciudadanos que estaban felices de los actos de Jeanne, quien estaba sentada en medio del escuadrón de soldados, como si fuera una niña pequeña perdida.

– Oye… – momento interrumpido por Gilles de Rais, quien la tomó del hombro.

– Héeee!?

– Su Majestad desea verla en privado.

– Eh… Oui.

Jeanne se disculpó con los hombres con quienes estaba halnado y procedió a retirarse, siendo guiada por Gilles quien a diferencia de los útlimos días estaba calmado y en silencio abosluto, sin dirigirle la palabra a Jeanne; ella sintió que ahora estaba molesto con ella, pero prefería no decir nada para evitar la furia del hombre.

Llegaron por fin a la tienda de campaña especial que se había instalado para la realeza: casi era como entrar a un pequeño palacio donde estaban todas las comodidades que un rey necesitaría para su hospedaje en Orleans.

En el centro de la tienda de campaña, había una mesa servida con un abundante banquete en el cual ya estaban sentados las figuras principales: el delfín Carlos VII y su madre la reina regente Isabel de Baviera-Ingolstadt…

Y un tercer asiento, vacío, el cual Carlos golpeó de forma cariñosa.

– ¡Jeannette, querida! Ven, toma asiento.

– Hé? Héeeeee…!?

Jeanne aceptó casi sin chistar, aunque era muy evidente que estaba nerviosa por ahora estar sentada junto al rey; casi de inmediato el delfín Carlos levantó una de sus manos y tomó con cuidado la de Jeanne, lo que provocó que aumentasen el rojo que pintaba su cara así como el calor que sentía que subía y bajaba.

– ¿Todo bien, mi querida Jeannette? ¿No gustas probar comida?

– Je… Je…

– Me encanta cuando hablas con tu acento natal. Es tan… lindo de tu parte…

– Je…! J-Je…!

– Hijo… ¿No deberías comportarte en la mesa? – Isabel a su lado le propinó un zape a la cabeza de Carlos, lo que controló su carácter tan frívolo – Además, no deberías molestarla cuando se está recuperando de sus heridas.

– Oh… Esto… – Jeanne, debajo de su armadura que ahora portaba, tenía los vendajes de las heridas que había recibido: ambas de flechas, la del primer día de asalto y otra de un día después, que había dado junto a su cuello y fue más letal que la primera – Solo fueron descuidos de mi parte. De todos modos… muchas gracias por preocuparse.

Isabel volvió a cubrir su rostro con el abanico que tenía para después degustar de sus propios alimentos.

– Por cierto… Est-ce que je peux être avec toi*?
[ *N/T: ¿Está bien que esté con ustedes? ]

– Claro que si, Jeannette. – le respondió Carlos con una sonrisa tranquila – Después de todo, eres la estrella en esta noche.

– La star? Je*?
[ *N/T: ¿La estrella? ¿Yo? ]

– Por supuesto. Después de tu hermosa actuación aquí, te mereces la mejor atención que tengamos. Todo lo bueno para la mujer virgen de la profecía que nos promete un nuevo mañana… la Pucelle d'Orléans, Jeannette.

Jeanne se volvió a sonrojar, tanto que parecía una pequeña cereza a punto de explotar.

Merci…

– Non, merci à vous, Jeannette.

Los sentimientos adolescentes de Jeanne le parecieron muy atractivo el modo de hablar de Carlos con su toque francés, que la mantuvo roja y con aquella sensación de calor que le recorrió hasta las orejas, la nariz y la lengua; su lógica interna, por el contrario, prefería sentirse exhausta por activar la esencia angelical que tener pensamientos impuros por el futuro rey de Francia.

La cena avanzó con algo de silencio cómodo de parte de los convidados, salvo por algunos comentarios de parte de Carlos.

– Antes que empiece la siguiente tormenta, Jeannette… ¿Tienes algún plan a futuro en mente?

– ¿Mmm…? – Jeanne dejó el bocado de pan que estaba por comer para responder a Carlos – Bien sûr. Nuestro siguiente objetivo debe ser coronarlo en Reims.

– Y sigues con eso… Entiendo que es un punto muy importante, pero… ¿Estás consciente del peligro que conlleva?

– … Si, lo entiendo…

– Tal vez no lo suficiente. – negó Isabel mientras tomaba un trago de su copa de vino – Reims está controlada por los borgoñeses, y no solo eso sino que todo el territorio a su alrededor es borgoñés e inglés. Entrar ahí es un suicidio militar; no hay manera que el ejército que tenemos logre llegar hasta Reims sin morir en el intento…

» Orleans fue solo… un pequeño guisante. Entrar a Reims… es enfrentar al toro por los cuernos para intentar hacerlo chuletas. No es una decisión sentata, jovencita.

– … Lo sé, y lo entiendo… Pero no importa.

Con acto atrevido Jeanne se acercó a Carlos y le tomó ambas manos con firmeza, además de dirigirle sus ojos enormes, abiertos y brillantes llenos de esperanza.

– Este es el propósito por el que estoy aquí. Y voy a cumplirlo… Aunque me cueste la vida.

Carlos se sorprendió de nuevo de la bella imagen que reflejaba Jeanne, por lo que se sonrojó un poco y desvió su mirada, rompeindo su actitud frívola.

– S-Si. Estoy de acuerdo, aunque… Preferiría que no mueras en el intento. Quisiera… que estés conmigo en Reims para cumplir tu palabra, Jeannette.

– Bien sûr! ¡Su Majestad, haré todo lo posible para tomar su mano en Reims!

– ¿Qué estás diciendo, jovencita?

Con la advertencia de Isabel se dio cuenta de lo que había hablado; soltó a Carlos, y rápidamente comenzó a descender su cabeza en repetidas reverencias de súplica de perdón.

– Désolé, désolé, désolé, désolé…! Pardonnez-moi, Votre Majesté*!
[ *N/T: Perdóneme, Su Majestad. ]

– No te preocupes, Jeannette… Si este es tu deseo, entonces lo llevaremos a cabo: iremos a Reims para que me coronen.

Jeanne quedó en silencio un momento por las palabras que dijo; pocos momentos después Gilles de Rais, que había estado en silencio, se acercó a la mesa, en específico al asiento de Jeanne D’Arc.

– Lo siento, Su Majestad, pero… Me gustaría decir algo.

– ¿Qué sucede, Gilles? Adelante, habla…

– Sobre usted… señorita Jeanne D’Arc. – junto con ello, Gilles de Rais dejó caer una rodilla al suelo para hacer una reverencia de respeto a Jeanne – Lamento mucho lo que hice en el pasado. Como perdón, ofrezco mi espada y mi escudo para protegerla en el campo de batalla, desde hoy hasta el día de mi muerte.

– ¿¡Hé…!? – Jeanne se asustó al ver el nuevo cambio de actitud del hombre – S'il vous plaît, ne faites pas ça! Ce n'est pas nécessaire*!
[ *N/T: ¡Por favor, no haga eso! ¡No es necesario! ]

Jeanne abandonó la mesa para agacharse a la altura del hombre, de manera que no mostrase signo de superioridad ante él.

– Agradezco sus palabras, monsieur Gilles, y… No me pida perdón por el pasado, al contrario yo debería disculparme por las cosas que le dije… ¡Así que, como compensación, yo haré todo lo posible para seguir sus órdenes en batalla!

– Eso… – Gilles desvió su mirada – No será necesario. A partir de ahora, le cederé mi puesto como comandante del ejército. Ahora… quedo a sus órdenes.

– … Hé!?!?

– Parece que tienes mucho fanáticos, jovencita. – suspiró Isabel con un toque de envidia femenina.

– Y también veo que las cosas cambiarán para bien…

Carlos levantó su copa de vino para hacer un brindis.

– ¡Por la doncella de Orleans! ¡Y por la victoria en nombre de Francia!

Isabel, Carlos, Jeanne y Gilles con una copa que la jovencita francesa le había servido, estrecharon sus copas para cerrar su brindis…

La predicción que pensó Isabel sobre la toma de Reims fue totalmente equivocada.

Después de esta batalla en Orleans, siguió la campaña en los puentes del río Loira, el cual llevaba a Reims: la combinación de los conocimientos de guerra que Jeanne aprendía con mucha velocidad, junto con las visiones y conversaciones secretas que tenía con San Miguel permitió que las batallas por esa zona fueran victoria segura para los franceses, y los muchos nobles aliados que aparecieron para ayudar a la doncella de Orleans.

Y así el camino prácticamente se abrió ante Jeanne D’Arc: las ciudades borgoñas se rendían antes de pelear contra la mujer de la profecía, mientras que los ingleses se retiraban ante la sola mención del demonio que tenía Carlos VII controlando a su ejército.

Fueron pocas las batallas que tuvieron que ser llevadas, en las cuales Jeanne aprovechaba al máximo el uso de sus dones: el uso y su refinamiento mejoraban, con lo que sus visiones así como sus habilidades mejoraban progresivamente, lo mismo que los síntomas remanentes que quedaban para darle más y más dolor.

Pero, ella siguió adelante, todo para… cumplir con el propósito de su vida.

El ejército liderado por Jeanne y el delfín Carlos llegó a Reims a mediados de julio, poco más de 2 meses después de la victoria de Orleans, quienes abrieron sus puertas y recibieron con gozo al ejército francés. Las preparaciones fueron rápidasy durante toda la noche, para que en la mañana del día siguiente fuera aquel día especial…

– ¡Que viva Carlos VII, rey de Francia! ¡Viva la doncella de Orleans…!

Todo el público celebró con grandes voces de alegría y gozo, lo mismo que Jeanne quien estaba ocupando su sitio de honor a espaldas de Carlos con su corona; se dio el atrevimiento de abrazar a Carlos, aún frente a los clérigos y su familia, para después darse cuenta que su propia familia había viajado desde Domrémy para la celebración.

– ¡Mamá! ¡Papa! ¡Hermanos…!

Jacquemin, Jean y Pierre se abalanzaron sobre su hermana para abrazarla de forma tosca, aunque Jeanne respondió de la misma manera dado que ya estaba muy acostumbrada al trato rudo.

– ¡No sean groseros! – Jacques, su padre, puso orden para casi inmediatamente después abrazar a su hija – ¡Te extrañé mucho! ¡Espero que ya vuelvas a casa!

– ¡Gracias papá, yo también los extrañe! Pronto todo terminará…

Por último, Isabelle se echó a llorar a los hombros de su pequeña, tanto de alegría como de nostalgia.

– Mon bel ange… ¡Mi niña! ¡Mira cuánto has crecido!

– No ha sido mucho mamá… Me alegra que hayan podido venir. Los extrañaba demasiado.

– Nosotros también… La casa está muy sola sin ti. Las ovejas ya saben balar tu nombre.

– ¡No digas eso! Ya pronto terminaré el propósito que he venido a cumplir… ¡Les agradezco por todo su apoyo!

– Si, mi querida Jeannette… – Isabelle contempló la figura de su hija, detrás de la armadura y el estandarte que servía como toga, para dedicarle unas palabras más – Me encanta la manera en qué te ves, no solo con tu armadura…

» ¡Eres ahora una mujer diferente! ¡Una mujer que ha cumplido los deseos de su corazón!

– … ¿Eh?

La celebración continuó durante todo el día, con la fiesta en Reims y en sus alrededores, gozándose de un día de calma después de la gran tormenta que habían estado pasando durante tantos meses y años… Por fin algo de paz para Francias, mientras que, tal cual lo dictan los libros de historia, este momento fue tomado como el clímax de la epopeya de Juana, el punto más álgido en su vida.

– Cumplido mis deseos…

Durante esa noche, Jeanne no podía concebir el sueño correctamente; las palabras de su madre todavía le golpeaban en la cabeza, con fuerza que antes nunca había experimentado.

Daba vueltas y vueltas en la cama, del mismo modo que daba vueltas en su cabeza esas palabras, las cuales…

Quería negar.

« O… ¿Si podría tener sentido? ¿Hice todo esto porque… es lo que quería hacer? Non, non! ¡No es cierto! »

Al cabo de un rato se irguió en su cama; pasó las manos por sus ojos varias veces, se levantó para ir al baño y lavarse la cara a modo de estar un poco más fresca, y volvió a recostarse en su cama. Sin embargo, no podía dejar de pensar en esas palabras…

El motivo por el que había sido salvada… ¿Jeanne D’Arc debería vivir por el deseo de su alma?

– … No, no puede ser así… Por que yo no quería nada de esto.

La joven se llevó una mano cerrada a su pecho, como si de forma indirecta le estuviera pidiendo disculpas por todas las ocasiones en que lo había forzado a apagarse en aquellos 2 meses con tal de usar sus dones para ganar las batallas…

– Yo… Hice esto porque es mi deber… Hice todo esto porque… Es lo que tengo que hacer. Es el destino que estaba escrito para mi…

» Solo por eso… Sigo torturándome de esta manera.

Sin contenerse, Jeanne volvió a bañar sus ojos en lágrimas.

– Yo solo quiero tener una vida normal… Pero… Tuve que tener estos dones… Para vivir después de esa enfermedad, y ahora… Tengo la responsabilidad… De usar estos dones… Por el bien de Francia, que me necesita…

» Todo esto es porque tengo que hacerlo, pero no quiero hacerlo… Solo quiero volver a casa y ser una vez más aquella niña que descansaba en los brazos de mamá…

» Pero… Esto es todolo que puedo hacer. Seguir usando mis dones y mi voluntad para seguir aquí… Hasta que la guerra se haya acabado. Solo así… Podré volver a casa… Eso fue lo que dijo San Miguel…

Siendo que ya estaba recuperada de la mayoría de sus heridas, Jeanne podría intentar tener una conversación con San Miguel para calmar sus propias emociones; se acomodó en la cama, tapando su cuerpo lo mejor posible para no sentir frío y poniendo un paño a su costado para cuando empezara a escupir sangre. Se relajó, cerró sus ojos, y comenzó a ralentizar su respiración así como los latidos de su corazón…

« Si, es todo lo que debo hacer. La presencia de San Miguel es tan hermosa… Solo debo hablar con él, me escuchará y me dará consuelo… Y así podré seguir con… con mi propósito… »

La vida de Jeanne D’Arc, pero… ¿Ese era su estilo de vida porque ella lo había escogido? ¿O fue la decisión que escogió porque ese es y será su estilo de vida…?

Fecha de publicación: 12/09/24
Autor: ASFD
Editor: Darklord331

Nota de autor: Hola, muy buenas mis queridos Ragnabros

Nuevo capítulo, y con el primer pasado de Juanita (sip, habrá más historia más adelante, la parte más UwUn't, pero A1. Primero un poco de felicidad antes de quitárselas; practicando las enseñanzas de mi maestro Gege-sensei como honor al final de JJK) (PD: Vas a caer Gege).

Un poco de historia de Jeanne para entender mejor sus sentimientos así como sus poderes, ¿Qué otro evento habrá repercutido en la vida de Juanita? ¿Esto le será de ayuda para enfrentar a Atenea? ¿Podrá su esfuerzo y dedicación superar sus dones y su propósito? ¿Quién será el alucin que se hace llamar San Miguel? ¿Nuevo husbando pal harem masivo de Juanita?

Muchas incógnitas, pocas respuestas; mucho menos ahora que solo habrá este capítulo (por distribución y contenido, algunas veces será doble y otras solitario).

Así que, sin más que decir, ¡Los leo en el siguiente capítulo!

Recordatorio: La publicación de capítulos es cada 21 días.

***

Nuevos términos

* Cayado Palo o bastón curvo por la parte superior, especialmente el de los pastores para prender y retener las reses.

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