Capítulo 46: Dolor de hermana
La valkiria de cabello morado hizo la pregunta con seriedad, con los ojos algo entrecerrados por su falta de anteojos. Sin embargo, los presentes no dieron una respuesta sino que tenían el mismo sentimiento.
Un nudo por tratar de decirle lo que había pasado.
Ese silencio le provocó molestia a la valkiria.
– ¡Díganme! ¿¡Qué estuvo--!?
Pero su cuerpo le falló; estando con tan pocas fuerzas por su ebriedad y no haber comido ni bebido nada hizo que sus piernas flaquearan. Pero el rey espartano ya estaba lo suficiente cerca para tomarla y evitar que tocara suelo.
– ¡Geir!
– Leónidas… – Geir se sorprendió y emocionó un poco por estar cerca de él – Estás aquí…
– Te dije que te ayudaría en todo, pero… ¿Por qué tenías que estar… en este estado?
– ¡Eso no importa ahora! – Dziva se mostró más preocupada que los demás – Debemos recuperar sus fuerzas lo más pronto posible. Debe estar en una camilla, ahora mismo.
Leónidas se molestó por estar cerca de una deidad que no conocía, pero una mirada afirmativa de Geir le convenció de al menos no atacarla; el espartano se llevó a la valkiria en sus brazos para llevarla a una camilla.
– ¡Estaba muy preocupado por ti! – exclamó bastante serio – En especial cuando desapareciste de aquí, ¿En dónde te metiste?
Geir se incomodó un poco.
– La verdad… no lo recuerdo… pero Dziva sí…
En la enfermería de Abatón, Geir caminaba de lado a lado con equilibrio nulo; a veces sus rodillas caían al suelo, que le provocaba una risa tonta antes de vomitar, ponerse otra vez de pie, y continuar su camino hacia…
– ¿A dónde voy…? – volteó a los lados en busca de direcciones – De hecho… ¿En dónde estoy?
En su caminar tropezó con un cuerpo: elevada estatura, cubierto de una armadura, de pie junto a una camilla mirando la entrada de Gimlé. Cuando sintió el golpe de la valkiria, el cuerpo volteó a mirarla.
La valkiria respondió igual para mirarlo, aunque su vista estaba borrosa por su ebriedad y la ausencia de sus lentes; por eso no pudo identificar a quien había golpeado.
– ¿Eh? ¿Cuerpo grande y macizo…? – pudo identificar que estaba con los brazos cruzados que le hizo darse otra idea – Con esos brazotes yo creo que eres hombre… así que eres…
La valkiria dibujó una sonrojada sonrisa en el rostro y sin dudar lo abrazó extendiendo sus brazos todo lo que podía y dejando resbalar sus pies en el suelo.
– ¡Mi espartano favorito ♡! ¡Te eche de menos, grandote peludo!
Pero estaba muy equivocada.
Tal cuerpo era Bishamonten.
– ¿¡Eh!? – En la camilla de enfrente estaba sentado Ebisu, exaltándose al verla – ¡Tu, maldita semidiosa…!
– ¡Shhhhhh! – Geir se puso un dedo en la boca para silenciar a Ebisu – ¡Estamos en el hospital! No puedes gritar.
Cómo de costumbre Ebisu se molestó bastante.
– ¿¡Cómo te atreves--!?
– ¡Shhhh!
– ¡Pequeña mocosa--!
– Te equivocas semidiosa – Bishamonten separó sus brazos y con la palma derecha tomó la cabeza de Geir para hacer distancia – Yo no soy tu humano espartano. Yo soy--
– ¡Shhh! ¡Arruinas el momento!
Geir se quitó la mano de Bishamonten para volver a abrazarlo; de repente cambió su sonrisa por expresión molesta con que le miró fijamente.
– ¡¿Dónde está!?
– ¿De qué hablas?
– ¡Mis pechugas! – se llevó ambas manos al pecho – ¡Prometiste traerme unas! ¡Me estás dejando en ridículo, tonto griego!
La valkiria levantó las manos y elevó los talones para aumentar su estatura, con tal de…
Tocar el pectoral de Bishamonten en gesto celoso.
– Tráeme mis pechugas, o tendré que robar las tuyas. De todas formas, veo que te sobran muchas.
– ¡Hey! – Ebisu no dudó en sacar su pistola – ¡No te atrevas a hablarle así a Bishamonten-sama--!
– ¡Kyaa--!
– ¡No dispare!
La semidiosa retrocedió por la pistola de Ebisu, terminando por trastabillar y caer de espaldas; las manos de Dziva fueron las que, sujetando sus hombros, evitaron que tocase suelo.
En cuanto le reconoció Ebisu dibujó otra expresión de molestia, al igual que Bishamonten.
– ¿¡Qué haces Dziva!? ¡No te incumbe meterte en estos asuntos!
– ¿No ven que está herida? – Dziva apuntó a los vendajes que Geir traía en la cabeza por la fiebre y en el cuerpo por sus heridas del derrumbe – Está delirando por salir de la enfermería antes de tiempo. Dejen que la atienda adecuadamente antes que cometa otra tontería.
Ebisu iba a quejarse pero Bishamonten le detuvo con la mano.
– Suficiente, Ebisu – se volvió a Dziva – Por esta ocasión te lo dejaré pasar.
– ¡G-Gracias, Bishamonten--!
– No es un favor. Es una advertencia.
Tales palabras de Bishamonten la alertaron bastante, aunque parecía ya estar esperándolo.
– Sabemos de tus motivaciones desde hace tiempo; incluso sospecho que tu presencia aquí no es casualidad. Dejaré pasarlo por ahora, pero si tengo más sospechas que no actúas correctamente… Castigo Divino.
– … Si, Bishamonten-sama.
Dziva asintió con la cabeza, para apresuradamente jalar a Geir quien apenas le seguía el ritmo. La valkiria volteó a la deidad africana, pero su vista borrosa no le permitía distinguir sus rasgos faciales sino una única cosa que estaba pensando y discutiendo momentos atrás.
– Esas… son grandes pechugas…
Leónidas escuchó de labios de la Diosa toda la historia; al terminar, la valkiria pelimorada no pudo más que cubrirse de rojo candente por la vergüenza que sintió.
– Supongo que… me porté como idiota todo este tiempo… ¿Verdad?
– Eh… – la indecisión de Leónidas lo dijo todo, que provocó otro sonrojo vergonzoso en la valkiria.
– ¡Perdón, perdón! – exclamó la pequeña con voz débil por sus sentimientos y lo que quedaba de ebria – ¡Hice cosas muy tontas…! ¡Me disculparé con todos por eso!
Leónidas asintió con la cabeza, sintiéndose por dentro algo calmado:
Con todo eso podría desviar la atención de Geir de lo sucedido en la cuarta pelea, y tendría más tiempo para explicarle todo de manera pacífica y tranquila…
– ¡Abran paso!
… O eso se suponía.
De inmediato, poco antes que la valkiria fuera depositada en la camilla, las puertas de Gimlé se abrieron de golpe dejando entrar a un grupo abundante de personajes:
Un grupo de enfermeras que trataban de calmar a un enorme caballo de pelaje claro con manchas de sangre en el cuerpo; ya tenía bastantes vendajes, pero con su inquietud y eufóricos movimientos era imposible terminar de curarle.
Sasaki se percató de ello; siendo de los presentes el único afin con esos animales, se acercó a las enfermeras.
– ¡Hey, hey! – comenzó agitando los brazos en alto para llamar su atención, mientras las enfermeras trataban de sujetarlo – ¡Eso va a empeorar las cosas! ¡Dejénmela a mi!
Viendo que lo tenían difícil las enfermeras optaron por dejarlo actuar; Sasaki uso sus manos para llamar la atención del caballo y calmarlo.
Tras unos segundos haciendo eso pudo conseguir que al menos dejara de patear los cascos y moverse como loco; al terminar, Sasaki con confianza acarició al caballo a manera de consuelo.
– Lo lamento mucho, por lo de hace un momento, Papaya…
Así las enfermeras pudieron ponerle unas vendas más a la yegua y llevarla a la zona de emergencia veterinaria para terminar de atenderla. Momentos después entro el siguiente grupo de personajes a Gimlé.
Todos eran deidades célticas que hacían lo mismo: cargar a Cernnunos quien estaba en terrible manera herido de pies a cabeza, con vendajes en su brazo izquierdo, gasas que trataban de tapar los agujeros, una mayor envolviendo el cuerno roto y la oreja perforada.
– ¡Resista maestro! – exclamó angustiado Taranis jalándole como podía – ¡Ya estamos en Gimlé, solo falta un poco más…!
– ¡Solo nos falta llegar al quirófano! – Teutates acompañó a su hermano – ¡Aunque perdamos nuestras fuerzas cargando su cuerpo, no desistiremos hasta llegar a un lugar donde esté a salvo!
A pesar de la situación, Cernnunos habló con su extraño humor.
– Pero ni siquiera me están cargando ustedes. Morrigan esta haciéndolo todo.
– ¡Así es ♡!
Junto al apoyo de los celtas, Morrigan usaba su magia para cargar la mayor parte del pesado cuerpo de Cernnunos, más ahora que estaba mojado. La deidad céltica solo lo hacía en agradecimiento.
– ¡Gracias por vengar a mi Loki, Cernnunos! Te recompensaré con lo que quieras… ¡Incluso si quieres tomar y llenar de placer mi cuerpo te lo permitiré! Solo si te pongo la cara de mi Loki.
– No creo que quiera eso. Mucho menos si tu se lo ofreces – comentó Lugh en burla, cargando del lado derecho de Cernnunos – Haber ganado este combate es suficiente para él.
– Como digas… ¡Él se lo pierde!
En medio de su andar Cernnunos se fijó en la presencia de Geir; con un gesto de la mano hizo que Morrigan se detuviera, provocando que también todos lo hicieran a pesar de la confusión que surgió.
– ¿¡Maestro!?
– ¡Maestro…! – Esus, cargándolo también del lado derecho, se le acercó – ¿¡Qué está haciendo!? ¡Debemos ir a--!
– Solo necesito un minuto.
Cernnunos se liberó de la masa céltica al tiempo que Leónidas se alejó un poco por la actitud del Dios, ñero fue Geir quien le detuvo y, con movimientos lentos, bajó de sus brazos.
– No te preocupes. Creo que… quiere hablar conmigo…
– Pero…
Leónidas quiso decirle que no, pero… No pudo.
De hecho nadie se sentía capaz de hacer o decirle algo sobre eso.
Las valkirias, en especial Sigrune siendo la duodécima, quería levantarse a golpear a Cernnunos; Simo no podía creer que estaba compartiendo espacio con quién acababa de matar a su compañera. Todos sentían cosas bastante similares al respecto; tristeza y enojo…
Pero, tanto por la presencia de Geir como en memoria de Mist, no hicieron nada.
Cernnunos llegó a Geir para mirarla fijamente; la valkiria se sintió temerosa por su apariencia grotesca además de bañado en sangre y heridas, sin mencionar su casco-cráneo roto que daba una apariencia aún más aterradora.
Habiendo permanecido así unos momentos, el celta levantó ambas manos que acercó a la valkiria, lo cual alertó a Leónidas. Pero no era lo que pensaba, sino que Cernnunos tomó una de las manos de Geir y le depositó un objeto valioso:
El revolver de Zapata que usó para finalizar la pelea.
La valkiria quedo en verdad helada y confusa al reconocer el arma, más con las palabras que le dedicó Cernnunos:
– Te felicito valkiria… Por encontrar a un humano tan valiente e íntegro. Por lo mismo me disculpo.
El celta se dio la vuelta para volver a ser sujeto por el grupo para llevarlo de nuevo a las salas de quirófanos.
– ¡No tendremos tiempo para llegar…! – anunció una enfermera viendo las camillas que cercanas – Tal vez tengamos que actuar aquí y--
– ¡No!
El repentino grito de Cernnunos llamó la atención en especial de las enfermeras.
– Busquemos una habitación más lejana.
– ¡C-Cernnunos-sama…! ¡Si hacemos eso, usted estará en más peligro--!
– Ya he estado en peligro antes. Además… – volteó un poco al lugar donde se encontraban los humanos y valkirias – No quiero ser una molestia.
De mala gana las enfermeras accedieron a la petición de Cernnunos y guiaron al grupo para avanzar en la enfermería. Ante la nueva situación, Dziva decidió despedirse para ir con Cernnunos rápidamente.
Dio un vistazo al mastodonte y, siendo una amiga cercana suya, atinó a reír.
– Me toca ayudarte de nuevo… ¡Unas pastillas y quedarás como nuevo!
– Según recuerdo… a los chamanes no les gustan las medicinas…
– ¡Yo soy la chaman del futuro! Dejando eso de lado… sé que te gusta mi compañía y mis cuidados tan meticulosos, aunque a veces te enojas… ¡Te irá mejor conmigo como tu doctora!
– Nunca lo he negado.
– ¡Maravilloso!
Dziva se acomodó bajo la deidad céltica tomándolo del brazo izquierdo y apoyando peso en su hombro para también cargarlo; la deidad le sonrió por lo bajo con sinceridad, ante lo cual Cernnunos asintió con confianza. Así el grupo celta de fueron y desaparecieron del escenario, siendo que Morrigan fue la única molesta por la aparición de Dziva.
Los demás en Gimlé solo atinaron a mostrar sus rostros molestos por la presencia de Cernnunos, aunque…
Todos estaban callados, viendo a la valkiria que sostenía la pistola del mexicano en sus manos; la única diferencia de sus reacciones sorpresivas era que Geir no entendía absolutamente nada.
– Por… ¿Por qué tengo el revólver de Emiliano Zapata? ¿Por qué tiene sangre?
– ¡Seguro es una tontería!
Por primera vez la intervención de Nostradamus no era una broma de mal gusto típica de él, sino un intento de solución a la situación, o al menos tapar los hechos.
– Ya sabes cómo son todos en esos lugares lúgubres. Espíritus raros de árboles, bosques y lagunas… ¡Son unos raros que hacen locuras sinsentido! ¡Seguro una de sus extrañas costumbres es dar pistolas ensangrentadas y hablar tonterías! Ya sabes, querida… ¡Uno no puede confiar en esa clase de gente!
Sin embargo Geir no prestó atención.
Sus ojos temblaban atención igual que su mano que sujetaba el arma.
– No lo entiendo. Esto no debería…
Su mente trataba de asimilar lo que podría ser la verdad.
Leónidas se le acercó para tomar su mano en búsqueda de calmarla.
– Tiene razón. Seguro es una cosa extraña que hacen los celtas, así que no deberías--
– ¿¡Por qué tengo esto en mis manos!?
Geir no pudo soportarlo más.
– Yo no soy… ninguna idiota… ¡No soy la niña tonta que pueden engañar siempre! ¡Yo estuve con él cuando recibió esta arma: Brökk y Eitri se la hicieron y regalaron frente a mis ojos!
» ¡Díganme la verdad! ¡¿Por qué tengo el arma de Zapata bañada en sangre en mis manos!?
Nadie le respondió, que le volvió a molestar.
– ¿Nadie… me lo dirá…? De acuerdo… ¡No los necesito para saberlo! – a paso apresurado se dirigió a la salida de Gimlé – ¡Puedo averiguarlo yo sola!
– ¡Geir! ¡No puedes andar en ese estado!
Leónidas la atrapó entre sus brazos para no dejarla ir; a pesar de sus esfuerzos por escapar sus pocas fuerzas no se lo permitieron.
– ¡No puedes salir!
– ¡S-Suéltame! ¡Suéltame!
– ¡No lo haré!
– ¡Tú tampoco quieres decirme nada! ¡No… no me estorbes!
Eso ofendió y lastimó a Leónidas por dentro, pero no le se detuvo de sujetarla con sus brazos.
– ¡Si así lo crees, seguiré estorbándote!
– ¡Suéltame, suéltame! ¡Si ustedes quieren guardarse sus secretos, Zapata mismo me dirá lo que pasó--!
– ¡N-No! ¡No puedes hablar con él!
El grito de una tercera llamó la atención de todos, en especial de Geir y el espartano; se trataba de Hlökk aún sujeta al brazo de su Einherjer.
– Ma'am…?
Jack pudo ver los colores que estaba emitiendo Hlökk, que le provocó actuar al suponer lo que iba a hacer.
– No creo que sea un buen momento para--
Hlökk se desprendió de Jack, mostrando que estaba punto de decirlo, pero… Los temblores en sus piernas, en los labios, ambos ojos a punto de reventar en llanto y los colores que más eran visibles para Jack…
De verdad no quería hacerlo.
– No puedes… No puedes hablar con él…
– ¿A qué te… refieres Hlökk …?
Hlökk respiró profundo antes de abrir la boca y, dejando también salir las lágrimas que se contenía, dijo la verdad:
– ¡Emiliano… está muerto!
La pelimorada quedó en blanco.
– … ¿Qué?
– No… No puedes hablar con él… Porque fue a pelear contra Cernnunos para la cuarta ronda… Sin embargo, ya no volvió ni volverá…
Geir quedó desconcertada y helada; apenas su mente fue capaz de relacionar la pistola con las palabras que le acababa de dar Cernnunos.
– Así que… salió a pelear con esta arma… Por eso Cernnunos me la dió…
– Eso… eso no es todo…
La valkiria de coletas siguió hablando; los demás se mostraron apresurados en detenerla sabiendo lo que diría.
– ¡No necesita decir eso! – Jack fue de primero acercándose, pero Hlökk dio varios pasos para alejarse de él y acercarse a Geir.
– ¡De todas formas se va a enterar! ¡No podemos ocultar lo que hicimos!
– … ¿Eh?
Geir se sintió a punto de perder las fuerzas que le quedaban; ya saber que Zapata, un humano a quién le tomó bastante cariño desde que lo invocó la noche anterior, ahora estaba muerto era una muy horrible noticia.
Apenas tenía suficientes fuerzas para recibir las siguientes palabras.
– ¿Otra cosa más…?
– Ella… – Hlökk trató de aguantar las lágrimas y tragarse el nudo en la garganta pero no pudo – Ella fue con él… Pero tampoco volvió…
La pelimorada no entendió al principio, hasta que prestó atención a la palabra "ella". Eso le hizo percatarse de la cantidad de hermanas en la habitación, y una sombra apareció en su mirada.
– ¿De qué hablas? ¿Estás… estás hablando de… de Volund…?
– Si.
Pero Leónidas fue el único que, aunque no quisiera, tenía suficiente voz para terminar la oración.
– Zapata pidió pelear con Volund y… se aceptó. Fue tu hermana Mist quien se ofreció.
Eso rompió por completo a Geir.
Sus ojos verdes voltearon a Simo Häyhä, dándose cuenta que él y su perro estaban más decaídos que el resto. Sin poder evitarlo las lágrimas empezaron a salir de sus ojos, al mismo que su mente comenzaba a pasar por las conocidas etapas del duelo.
NEGACIÓN.
– Eso… No puede ser verdad. Es mentira.
– Geir, es la verdad.
Leónidas se le acercó, pero Geir volteó a los lados para buscarla.
– Mist… ella es muy traviesa. Siempre ha sido de esa manera… Seguro me está haciendo una mala broma.
La valkiria comenzó a buscar en todas las camillas cercanas, pero… no encontraba nada que no fueran camas vacías.
– Hermana Mist… Sé que estás ahí. Deja de jugar, ¿Quieres? No es divertido una broma así…
» Por favor sal de dónde estés. Ya te dije que no es divertido; si quieres sacarme una risa, lo vas a lograr junto con mi llanto que tanto te disgusta. Pero ya sal de allí…
» Hermana Mist… Hermana Mist… Hermana Mist… Hermana Mist… ¿¡Dónde estás!?
– A mi también me gustaría eso.
Quien habló fue Simo; en sus manos sostenía un pequeño objeto que veía con mucho aprecio:
Una bufanda, hecha por Mist que le había dado de regalo hace un tiempo atrás con un toque de broma. El finlandés recordó la escena en que había recibido tal objeto y suspiró por lo bajo.
– Siempre fue la graciosa. Lo último que hablamos fue algo serio para mi y ella aun siguió con su toque burlón para calmar las cosas… Ojalá recibiera otra de esas bonitas bromas…
Geir ya sabía que Simo Häyhä, la muerte blanca, nunca fue una persona que le gustase hacer bromas. Que él dijera esas cosas era… más que suficiente para confirmar que era verdad.
Una horrible verdad.
– Hermana… ¿Mi hermana está…?
Las lágrimas comenzaron a correr sin control, además que sintió un vacío en su estómago y mente que le recorrió todo el cuerpo de manera que se llevó ambas manos al vientre; ¿Aún estaba presente el efecto del alcohol o… por primera vez sus emociones… acaso estaban…?
Viendo el estado de su valkiria, Leónidas volvió a acercarse con cautela.
– ¿Geir…?
– Ella… ella estaba bien… estaba con nosotros… yo hablé con ella… y…
Su mente reaccionó, tal vez por instinto o por la cantidad que emociones en su corazón, de manera que algunos recuerdos de su ebriedad reciente salieron a la luz: más concreto, el recuerdo de Mist buscándola, estando con ella a la cantina, y sacarla de ahí como la hermana mayor que era.
– H-Hermana… por qué… por qué tú…
¿Por primera vez sus emociones estallaban? Si.
En ese momento apareció la segunda etapa del duelo:
IRA.
– ¿Por qué…? ¿Por qué pasó esto? ¿Por qué…? – la valkiria volteó a todos los presentes con ojos contraídos por su enojo – ¿Por qué lo permitieron…?
Hlökk fue quien hablo, queriendo desahogar sus propios sentimientos.
– No… no queríamos aceptarlo… pero fue un capricho de Zapata a cumplir--
– ¿Quién… quién dijo que lo tenían que cumplir…?
Leónidas y Jack percibieron queriendo Geir estaba entrando en mucho malestar.
– Geir, cálmate por favor. – Leónidas puso las manos en los hombros de la valkiria – No estás en condición para--
– ¡No me toques!
Con una rabieta Geir se quitó ambas manos de encima, para voltear a todos con una extraña postura ofensiva.
– ¿¡Por qué carajos permitieron que ocurriera!?
La mayor culpable sentimental era Hlökk, al recordar que por su negativa Mist se ofreció. Ese era su momento para remediarlo.
– Hermana… Lo siento mucho--
– ¡No quiero oír eso! ¡Un maldito "lo siento" no reparará lo que le hicieron a Mist!
Geir primero gritó a Hlökk directamente, para después voltear a todos.
– ¿¡Qué rayos les pasa por la cabeza!? ¿¡Por qué carajos aceptaron una petición tan tonta como esa!?
– ¡Geir! ¡Cálmate!
– ¡Maldita sea… todos son unos…! – Geir apretó las mejillas con furor además que su rostro ya estaba bastante rojo – ¡Son un… un montón de malditos idiotas! ¿¡Qué se tiene que hacer aquí para que me escuchen!? ¡Miren lo que hicieron: acaban de matar a mi hermana!
– ¡Eso no es cierto! – Leónidas fue el único que se le impuso – ¡Ella estuvo de acuerdo con ir! Pudo haberse negado y de todas formas habríamos perdido a Zapata en esta pelea, pero decidió ir con la esperanza que podríamos ganar; ¡Pero tú no sabías nada de esto porque--!
El griego se detuvo al darse cuenta lo que iba a decir, pero Geir terminó su frase.
– ¿¡"Porque estabas ebria"!? ¿¡Eso ibas a decir!? ¡Solo para que lo sepas, no fue un momento de diversión y lujo que quise darme porque sí…!
– ¿¡Entonces por qué lo hiciste!?
– ¡Para desahogarme…! ¡De todo esto; de este maldito Ragnarok que ya me ha quitado a 3 amigos y… a… a mi hermana…! ¡Cuando se supone que todo iba a salir bien! ¡Todo lo tenía bajo control!
– ¡No puede ser así, Geir! ¡Es muy noble tu intención, pero no puedes controlar todo! ¡No todo te puede salir--!
– ¡Ella si lo hizo! ¡Mi hermana mayor Brunhilde si lo hizo! ¿¡Por qué yo no puedo!? ¡Mierda…!
Antes de esperar respuesta, Geir golpeó al espartano para alejarlo y de inmediato salir corriendo del lugar, aunque aún no estuviera del todo recuperada física ni mentalmente.
Leónidas fue tras ella, dejando en el ambiente un mal sabor.
Hlökk se acercó a Jack de nuevo para abrazarlo y soltar todavía más sus sentimientos.
– Fue mi culpa. No debí haberme negado.
– Ma'am, no diga eso. Es egoísta de mi parte, pero… me alegra que usted no se haya ofrecido.
Nostradamus se había quedado callado desde que Geir comenzó a gritar; algo de polvo en su nariz le provocó un ligero estornudo que cambió su actitud.
– No podemos hacer nada más… ¡Me retiro! Tengo una reunión pendiente con mi buen amigo el sofá, ¡Nos vemos!
– ¡Oye, idiota…! – Skuld fue de inmediato tras él.
De nuevo todos en Gimlé quedaron callados con mal ambiente.
Afuera, Geir en su caminar para retirarse se encontró con los enanos Brökk y Eitri, quienes se le acercaron mostrándose bastante preocupados.
– ¡Geir-sama!
– Necesitamos hablar con usted.
Sin embargo, la valkiria los ignoró por completo.
Lo único que supieron los enanos fue que estaba muy molesta por la expresión en su rostro, de manera que pasó casi por encima de ellos golpeándolos y dejándolos caer en el suelo.
– ¡Ah…!
– ¿¡Geir-sama!? ¿¡Qué pasa!?
la valkiria siguió su camino hasta desaparecer por los pasillos del coliseo; Brökk se levantó y ayudó a su hermano Eitri a erguirse.
– ¿Qué le pasa a Geir-sama?
– … ¡Es cierto! – Eitri respondió, con obviedad – ¡Está enojada por lo que acaba de pasar con la cuarta ronda!
– … ¡Tienes razón! Estuvimos tan ocupados con el encargo de Thor-sama que no le pusimos atención a la pelea…
Ellos cayeron en la cuenta de lo que significaba, puesto que también se habían visto involucrados en la decisión de las valkirias. Bajaron sus cabezas un poco en señal de respeto, poco antes que Leónidas llegase corriendo.
– ¡Leónidas-sama!
– ¡Chicos…! ¿Han visto a Geir? Debo hablar con ella de inmediato.
– Se fue en esa dirección. Estaba corriendo y nos tiró al suelo--
– ¡Gracias!
Sin esperar más Leónidas fue en la dirección que le indicaron, teniendo cuidado de no golpearlos.
Y ambos enanos quedaron solos de nuevo.
– ¿¡Ahora qué haremos!? – Eitri fue el primero en hablar – ¡Debemos decirle a Geir-sama del encargo de Thor-sama!
Tuvieron un mal presentimiento, al tiempo que recordaban todo lo que había pasado hace largo rato en la forja con Thor-sama:
– Disculpe… ¿Que dijo?
Los 2 enanos vieron estupefactos a Thor, quien inhaló profundo antes de volver a hablar.
– Lo que escucharon. Quiero tener una pelea con un Einherjer.
– ¡Eso sí lo escuchamos y entendimos, Thor-sama! ¡L-Lo que pasa es que…!
– ¡No entendemos porque nos pide esto! No alcanzamos a… comprender por qué nos pide esto… ¡Porque nos pide armar a un humano para que pueda luchar con usted!
Thor se levantó de su lugar para dar un pequeña vuelta en la forja de los enanos.
– Cómo saben hace 1000 años fue la única ocasión que tuve una pelea digna de ser peleada, contra el más fuerte de China Lu Bu Housen. Después de eso, no he encontrado ninguna otra satisfacción para mí, además de mi relación con Syf.
» Por eso me gustaría tener una pelea como en aquella ocasión; no espero que algún humano sea igual de fuerte que Lu Bu, por eso les encomiendo la tarea de crear un armamento divino que pueda enfrentarme y a mi Mjölnir.
Brökk y Eitri se miraron confundidos y preocupados. Si tuvieran telepatía, el lentamente que cruzó por sus cabezas hubiera sido exactamente el mismo al mismo tiempo.
« Creo… Creo que a Thor-sama le vendría bien salir de paseo de vez en cuando. »
De repente comenzaron a escucharse pasos ligeros como de pies descalzos; con mayo habilidad auditiva, Thor los percibió primero y pudo identificar de quién eran.
– ¡No! ¡Esto es malo!
– ¿Eh? ¿Qué pasa Thor-sama?
De repente el Berserker levantó un poco la falda de su vestimenta.
– Entren aquí ambos.
– … ¿¡Qué?! ¡N-No podríamos hacer--!
– ¡Háganlo! – sin esperar respuesta, Thor los tomó a ambos y envío debajo de su ropa, para después acomodarlas lo más natural posible.
Pocos instantes después por la entrada de la forja entró una persona inesperada e indeseada, que en cuanto vio a Thor soltó una sonrisa de sorpresa.
– ¡Oh! ¡Eres tú, Thor-chan!
Thor se giró e inclinó la cabeza al hombre en la entrada.
– Hola… Zeus-sama.
– ¿Qué haces aquí, Thor-chan? – el viejito entró con ligeros saltos – Estás muy lejos de las gradas… ¿No lo crees?
– Si no es impertinencia, también me gustaría hacerle la misma pregunta.
Zeus se cruzó de manos y no respondió, sino que quedó mirando al pelirrojo; eso le indicó que no iba a responder primero la pregunta.
– Mis guantes tuvieron un pequeño problema hace tiempo. Aproveché la ocasión para venir a repararlos.
– ¡Muy bien! Aunque… recuerdo que la última vez que "tuviste problemas" con esos guantes fue… hace 1000 años.
– Desde entonces he estado aburrido; solo fue una pequeñez que los agrietó un poco.
– Vaya… vaya…
– Y, ¿Usted por qué está aquí?
Los enanos, bajo de la ropa del nórdico y aferrado cada uno a una pierna de Thor, pusieron atención a las siguientes palabras del griego.
– ¿Por qué estoy aquí? – Zeus se llevó una mano a la barba, que estaba hecha trenza gracias a su hija – La respuesta debería ser obvia, ¿No lo crees?
Thor le miró fijamente, cruzando los brazos a lo cual Zeus siguió hablando.
– El marcador está en nuestra contra. Me parece que todo es gracias a lo que han hecho estos enanos amigos tuyos, Brökk y Eitri, por la humanidad. Me gustaría tener… una charla con ellos.
Thor soltó un suspiro de desaprobación.
– Lamento decepcionarle. No se encuentran aquí.
– Pero… ¿No dices que estás aquí por tus--?
– Llegué hace poco. Acababa de confirmar que no están cuando usted apareció.
– Oh. Es una pena…
– Y… solo por curiosidad… ¿Qué hubiera hablado con Brökk y Eitri?
– Cosas, cosas~ – Zeus suspiró con un toque misterio – Mas que nada… Me gustaría que dejasen de… Ya sabes, hacer esto. Esta cosa de ayudar a los humanos a luchar este Ragnarok.
Thor solo le miró fijamente con expresión seria.
– Como ya dije, el marcador está en nuestra contra. Hace 1000 años, la única ocasión que tuvimos desventaja fue cuando Buda se rindió contra su rival 2 rondas antes del final. Esta vez… Una de nuestras mejores peleadoras nos traicionó, apenas estando en la tercera ronda; no quiero pensar que ocurrirá después.
» Debo aceptar que los humanos lo han hecho de nuevo: 3 de ellos han mostrado una amplia diferencia respecto a hace un milenio. Siguen siendo abismos muy profundos sin resolver, aunque… creo que eso no es todo.
» Si no me equivoco, quienes le están ayudando a la valkiria son los enanos Brökk y Eitri, herreros divinos que han proveído armas a los Dioses y ahora a los humanos para enfrentarnos. Creo tener idea de cómo Geir-chan tuvo contacto con ellos, pero eso no me preocupa ahora…
» Lo que quiero es que esos enanos dejen de trabajar para los humanos. Que la semidiosa se encargue de proveerles armas a sus peleadores si es que puede; y siendo son mejores que hace 1000 años, no creo que haya problema si no consigue buenos juguetes… Si son tan buenos, podrán seguir peleando este segundo Ragnarok.
» Supongo que estás de acuerdo conmigo Thor-chan… ¿No es así?
Thor sintió a los pequeños enanos apretar sus piernas con miedo; respiró profundo y soltó su veredicto sin mostrar miedo ni duda.
– No estoy de acuerdo.
– ¿Hm? ¿Cómo dices?
– Es cierto. Los humanos están demostrando ser mejores peleadores que hace un milenio. Y es cierto que han tenido ayuda de los enanos… Pero, creo que sería exagerar la situación.
» Aunque sean más fuertes, hayan tenido más entrenamiento, y tengan la experiencia del primer Ragnarok, siguen siendo humanos. Débiles, agotables, mortales comparados con nosotros. Siguen siendo inferiores; la ayuda de los enanos es más que justa. Que superen nuestras expectativas significa que los estamos subestimando de nuevo, como hace 1000 años lo hizo mi padre.
» No considero una demanda justa quitarles a su fabricantes de armas divinas. Nosotros contamos con la ayuda de los Primigenios, que también serán de ayuda para nosotros.
– Pero… Te recuerdo, Thor-chan, que la única Primigenia que enviamos terminó por traicionarnos.
– Lo sé. También estuve en su declaración, pero… Su actitud me recuerda mucho a Poseidón-sama; tal vez podríamos convencerla de cambiar de opinión.
– Esa preocupación me tiene sin cuidado. Lo que más me importa son los enanos.
– De hecho, ahora que lo pienso diría que su trabajo… no ha sido tan eficiente como usted podría imaginar.
De inmediato Zeus prestó atención, al igual que Brökk y Eitri.
– Se supone que sus trabajos son para ayudar a los humanos a pelear en este Ragnarok, pero… Ninguno ha conseguido una victoria.
– ¿A qué te refieres Thor-chan?
– El primero de la humanidad, Aquiles semidiós de Grecia; por lo que ví su combate, uso más su condición divina por la ambrosía que la armadura divina que le hicieron los enanos. La tercera de la humanidad, Cleopatra; ella estaba usando, si se me permite la expresión, la mejor armadura que hayan hecho para enfrentar a una Primigenia. Ambos tienen en común haber perdido sus peleas.
» En cambio, la emperatriz que enfrentó a Sobek; ella es la única que ha ganado hasta el momento, pero no haciendo uso de los artefactos de los enanos sino mediante el Volund y… ese extraño collar de piedras divinas, me parece.
» Si lo analizamos desde ese punto de vista, el trabajo que han hecho Brökk y Eitri no ha sido tan prometedor cómo usted cree. No considero apropiado acusarlos de un hecho que todavía no han logrado: matar a un Dios.
Zeus le miró serio y silencioso, está vez más atento a sus palabras.
– ¿En serio crees eso? ¿O lo dices… para cuidar a tus… amigos?
– Brökk y Eitri no son mis amigos. Somos colegas cercanos.
– Entonces concluyes que sus trabajos son… Lo suficiente mediocres para no preocuparme, ¿O si?
– Tampoco dije eso; al contrario, debemos tener cuidado con lo que hacen. Pero hablo que no hay motivo para acusarlos o tratar de obligarlos a dejar su labor, hasta que ocurra lo contrario…
El griego se quedó en silencio por largo rato, hasta que se decidió soltar una sonrisa junto con su típica risa traviesa.
– ¡Supongo que tienes razón, Thor-chan! En ese caso… Ya no tengo nada más qué hacer aquí. De hecho estoy más interesado en saber si la elección de mi hija para la siguiente pelea ha terminado.
– Confía mucho en su hija Atenea.
– No se puede evitar. Es la cúspide estratégica en el combate; hasta hoy nunca ha fallado. Pero sobre todo…
El semblante de Zeus curiosamente cambió por uno que, tal vez, nadie nunca se hubiera imaginado en él.
Un rostro paterno.
– Es igual que "ella". Supongo que lo sabes Thor-chan… No podría esperar menos de mi hija.
Dicho esto el griego soltó un suspiro de alivio y dio la media vuelta.
– Me alegra que mi vista aquí me haya permitido aclarar y concluir muchas cosas, y ya sé dónde está esta forja por si las dudas. Es tiempo de retirarme~
Thor asintió, aunque por dentro supo que ahora las cosas iban a estar bastante tensas con Zeus. Por fortuna, el griego se retiró rápidamente de modo que el Berserker se quedó por completo solo en la forja.
Habiendo pasado un par de minutos, Thor movió un poco las piernas.
– Ya pueden salir.
Ambos soltaron las piernas de Thor-sama y salieron de su ropa, posicionándose erguidos detrás del Berserker.
– T-Thor-sama…
Antes que nada, a ambos no se les ocurrió más que hablar en nombre de su orgullo herido.
– Lo que usted dijo sobre nosotros y nuestros trabajos…
– Eso dolió Thor-sama. No creemos que sea verdad…
– … Les diré lo mismo que le acabo de decir a Zeus-sama. Sus trabajos son impecables y excelentes; no han dejado de sorprenderme con cada uno de ellos. Pero… en este Ragnarok no están teniendo la efectividad que esperaba.
Brökk y Eitri quisieron decir algo pero no creyeron que sería buena idea. Thor camino ambos lo la mesa donde había dejado sus guantes, para ponerlos en sus manos y dirigirse a la salida.
– Más que queja deberían estar agradecidos: que sus creaciones no hayan matado a ningún Dios todavía los mantendrá lejos de la vista de Zeus-sama…
– D-De acuerdo.
– Por otra parte… espero que el encargo que les dejé no sea como los que han tocado estos Campos Elíseos – se giró un poco para ver a los enanos – No me decepcionen.
El Berserker regresó la vista al frente y caminó hasta salir por completo de la forja. Una vez los enanos dejaron de escuchar los pasos metálicos del nórdico, ambos fueron a sus asientos para suspirar pesadamente.
– ¡Demonios! Estamos…
– ¡Estamos en grandes problemas! No sólo por lo qué dirá Geir-sama. Suponiendo que accede a esto… ¡No tenemos nada! ¡Nada podría rivalizar a Thor-sama!
– Lo mejor que pudimos hacer fue la armadura de Cleopatra, "Alas de Isis", pero… – Eitri se tomó del cabello – ¡Ella se murió y se fue al más allá con nuestra armadura! ¡Sin mencionar que ni siquiera pudimos hacer los planos para replicarla!
Brökk tenía la mano en su barbilla pensando, llegando a una sola conclusión.
– Tendremos que adaptarnos. Tal vez… hacer algo que se adapte a Thor-sama.
Fecha de publicación: 09/10/22
ASFD
Nota de autor: Un capítulo que probablemente a muchos no les guste, pero con muchas otras cosidas incluidas UwU. Puede que en un rato salga el capítulo doble de esta publicación, así que…
¡Los leo en el siguiente capítulo!
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