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Un amor digno de observar

Dedicado a Buddha-dono

Mucha gente solo conoce a Afrodita por ser la diosa del erotismo y el sexo, con un cuerpo exuberante y una personalidad seductora. Pero esa gente olvida que ella también es la diosa del amor, la encargada de unir a las parejas y de mantener viva la llama de la pasión y el afecto. Ver las corazones unirse y amarse la llenaba de alegría, aunque algunos necesitaran un ligero empujón, cuando ambos eran indecisos.

Sin embargo, su corazón no había experimentado aquel dulce sentimiento con ninguno de los dioses. Ares lo intentó, pero ese palurdo no podría conquistar ni a una cabra, y tras él habían llegado muchos otros, humanos y dioses a lo largo de los años, que habían intentado entrar en su corazón, o al menos en su lecho, pero ninguno lo había logrado, al menos no en su corazón. No eran seres que pudieran hacerla interesarse por ellos, pero sí que se encargó de que todos encontraran el amor o la desgracia, dependiendo de su juicio.

Ninguno, excepto por uno en particular. El primer humano, creado de forma perfecta por los dioses antes de hacer evolucionar a los demás y él que se convertiría en el padre de todos los siguientes, Adán. Desde que lo vio por primera vez, sintió atracción por su figura hermosa y brillante, y con el paso de los años, sus acciones hicieron crecer su interés por él. Sin embargo, notó que había alguien que profesaba un amor por él muchísimo mayor que el suyo, y desde hace más que ella, y esa era Eva. El amor entre ambos era puro como las aguas de un manantial, y fuerte como las tormentas, un lazo que no se podía romper con nada. Un amor tan hermoso no era algo que Afrodita pudiera hacer sin romperse el corazón, aunque ese deseo permaneció oculto en lo más hondo de su corazón.

Sin embargo, aquel amor peligró cuando aquella sucedáneo de babosa que era el dios serpiente trató de forzar a Eva, y ante su negativa, intentó expulsarla del paraíso. Cuando recibió aquella noticia, su enojo hizo que hasta sus sirvientes sintieron pavor en su presencia, pues no soportaba la idea de que algo tan hermoso pudiera ser destruido por el mero deseo carnal de un dios de tercera. De haber estado presente le habría arrancado los miembros ella misma, pero por suerte Adán hizo el trabajo por ella. Cuando se marcharon juntos, fueron una de las parejas que más de cerca siguió y adoró como permanecieron juntos hasta el final, como una pareja de cuento de hadas.

Sin embargo, desde entonces, no había habido ninguna pareja que la pudiera atraer tanto como ellos, y sus sentimientos, aunque reprimidos, no habían disminuido. Desde entonces asumió que no encontraría nada que la hiciera sentir así de nuevo, y se limitó a observar al resto de los mortales en sus esfuerzos amorosos, aunque ya no encontraba la misma satisfacción al ver las parejas, sin encontrar esa pureza. Poco a poco, notó como el amor entre las personas desfallecía y se iba volviendo algo más mundano, sin sentimiento, sin emoción. Realmente había perdido el interés en aquellas criaturas, y también su estima dadas las acciones que hicieron con el planeta.

Debido a todo aquello, cuando se planteó la idea de erradicarlos por completo durante aquella reunión, no dudó en votar a favor. Ya no había nada que pudiera llamar su atención en aquella raza sin gusto ni sentimiento. Lo que no esperaba era que una valquiria con unas grandes agallas decidiera retar a los dioses y plantear algo tan increíble como un ragnarok. Al menos con eso encontraría algo de diversión antes de la inevitable victoria de los dioses. O así pensaba hasta la llegada de la segunda ronda, cuando aquellas sensaciones que creía olvidadas afloraron de nuevo.

Allí estaba, de pie en la arena, el primer humano, el primer ser que había hecho que sintiera algo, Adán, y apoyándolo desde las gradas, el ejemplo vivo del amor maternal y la pureza de espíritu, Eva. Junto a ella estaban dos muchachos algo revoltosos que animaban al humano,  los cuales Afrodita reconoció como Caín y Abel, sus hijos.

La segunda ronda del ragnarok fue una batalla encarnizada. A pesar de la ventaja inicial de Adán, Zeus fue un rival demasiado fuerte para ser vencido de tan fácilmente. El choque entre ambos hizo retumbar la arena, mientras el corazón de Afrodita se oprimía en preocupación por el humano que ahora estaba jugandose la vida para salvar las de sus hijos. Por un segundo, pareció que la convicción de Adán iba a caer contra la fuerza del padre del cosmos, pero la llama del amor por sus hijos impulsó su cuerpo y reforzó sus ojos hasta el punto de poder destrozar el cuerpo de Zeus con sus puños.

Al ver el cuerpo de Zeus caer sin vida a los pies de Adán, hizo que Afrodita casi soltara un suspiro de alivio. Sin embargo, se contuvo para no levantar sospechas. No era como si sus sirvientes fueran a ir contando aquello por ahí, pero nunca se sabe que ojos están mirando. Aún así, su corazón sintió alivio al verlo sobrevivir. Observó como la familia del vencedor lo animaba en su camino de vuelta y como este les devolvía el saludo con una sonrisa amable y cansada. Realmente era una visión muy hermosa.

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Tiempo había pasado, y las cosas no habían ido demasiado bien para los dioses. Tras la victoria de Adán, habían sufrido otras dos derrotas, entre las que se encontraban uno de los dioses más temidos, Poseidon, y el más querido de todos, Hércules. Incluso con aquellas derrotas, Afrodita se sentía tranquila sabiendo que tal vez, solo tal vez, hubiera esperanza para aquellas criaturas. Ver de nuevo aquel sentimiento tan puro y como los humanos lo compartían, todos deseando la victoria de su padre desde el fondo de su corazón. Era realmente .

Sus pensamientos se desvanecieron cuando una figura se dibujó a su lado en el corredor de la arena. Una figura flaca y escurridiza como una sombra, que revoloteaba juguetona y sombría. El dios de las mentiras y los engaños, Loki.

- Vaya, vaya, Afrodita. Es raro verte andando sola sin la ayuda de esos bobos de roca.- Dijo el dios mientras giraba en círculos como una mosca.

- Una dama también necesita sus momentos a solas, y me gustaría que este durara así algo más de tiempo. ¿Qué es lo que desea?- Preguntó la diosa, sonriendo para ocultar la molestia por su presencia.

- Nada especial. Simplemente noté que tenías un cierto interés en el padre de la humanidad.-

- Es lindo, pero nada más. No porque sea un humano significa que no sea atractivo.- Dijo poniendo su dedo indice en sus labios de manera juguetona.

- Bueno, supongo que para gustos, colores. Aunque tal vez si que tengas una oportunidad ahora, gracias al pequeño regalo que le hemos hecho.- La sonrisa de Loki no deparaba nada bueno.

- ¿Un regalo?¿Qué quieres decir con una oportunidad?- Afrodita preguntó sin entender nada.

Loki simplemente sonrió y se colocó boca arriba, dejando a la diosa aún más confundida. El dios entonces señaló a una ventana que estaba detrás de Afrodita. La diosa se giró y encontró al vencedor de la segunda ronda sentado en un banco de los jardines, deprimido y sombrío, mientras en sus manos había un mechón de pelo rubio, largo y brillante. Supo que algo no iba bien cuando no sintió aquel sentimiento, aquel amor puro y genuino que siempre emanaba del corazón de aquel hombre, y ese mechón de pelo . . .

- El padre de todos creyó que era una buena recompensa tras haber ganado tres rondas. Ahora puede dar amor a todo el que quiera sin una esposa pesada encima de él. Es un sueño hecho realidad.- Dijo Loki con una risita desquiciada.

Pero no obtuvo respuesta. Se giró hacia la diosa solo para ver como se alejaba hacia las escaleras que bajaban. No entendía que quería.

- ¿Se puede saber que te pa-

- Querido Loki. Quisiera que me hicieras un favor.- Afrodita se giró con una sonrisa y voz alegre, pero para Loki era obvio que tenía ganas de rajarle el cuello.- ¿Podrías cerrar ese repugnante orificio que llamas boca? De no hacerlo, me veré obligada a arrancarte los pulmones.-

Loki se quedó sorprendido y asustado mientras la diosa se iba. En el corazón de Afrodita se agolpaban el odio el desprecio. Habían destruido aquel amor tan hermoso solo por sus frágiles egos, como si fueran niños pequeños que tienen una pataleta. Algo que solo aparecía una vez cada miles de años, o a veces ni eso, se había esfumado como si nada.

Bajó las escaleras y vio al chico todavía con la mirada baja. Quería apoyarlo, no seducirlo como a otros tantos. Sin importar lo que sintiera por él, no iba a ser tan rastrera como los otros dioses y lanzarse sobre él en ese estado, como si fuera una bestia carroñera alimentándose de un cadáver.

No sabía si podría hacer que volviera a ser como era, pero lo ayudaría, en recuerdo de aquel hermoso sentimiento que él compartió con su esposa, y que la diosa tuvo la suerte de ver.


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Y aquí está el siguiente One shot. Lamento haber tardado tanto pero no encontraba la manera de empezarlo. Lo siento, se me olvidó el titulo. Espero que os guste.

Dedicado a Buddha-dono

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