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Tu eres mi orgullo


El rugido de la multitud se oía desde el interior del pasillo. Tanto dioses como humanos animaban y se impacientaban por que empezara la última y más importante ronda del Ragnarok. Con un puntaje de 6 a 6, esta era la batalla que decidiría el destino y que marcaría si todos los esfuerzos habían valido para algo.

Sentada en una habitación frente al escritorio, la mayor de las valquirias se preparaba para su batalla. Había sido un camino duro, muy duro, mucho más de lo que se esperaba. Tantos esfuerzos, tantos sacrificios, tantas . . . perdidas. Brunhilde apretó las manos hasta hacerlas sangrar mientras las lágrimas caían por sus ojos, recordando a las personas que había perdido. Su hermano mayor Hercules, Randgriz, Regingleif, Prour. Pero hubo una que le dolió más que ninguna otra.

- Hermana Hilde.- Una voz juvenil sonó a su espalda.

Se giró hacia la puerta. Pudo ver a aquella pequeña figura, con sus cortos cabellos morados, su chaqueta, y aquellos ojos grandes que estaban llenos de inocencia.

- Siento molestarte, pero es la hora.- Sin embargo, la voz que salió de sus labios deshizo la ilusión.

- Entiendo. Gracias Holk.- Dijo mientras se levantaba. En un intento inútil para que su hermana pequeña no se preocupara, se secó las ojos y puso una expresión estoica.

- Por cierto. Jack me pidió que te dijera algo de parte de todos.- Brunhilde se giró de nuevo hacia Holk- ¡Partidle la boca a ese vejestorio tuerto!- Dijo la pequeña con decisión-

- No lo dudes.-

Brunhilde giró en un pasillo que llevaba a la arena. Su oponente ya estaba decidido, aquel que desde el principio miraba los combates con una mirada asesina desde lo alto de su palco. Aquel al que tenía la mala suerte de tener que llamar "El padre de todos". Odín, el líder del bando nórdico, el último obstáculo para la salvación de la humanidad. Brunhilde temblaba por el miedo innato que le tenía, por el peso de la responsabilidad.

¿Y si fallaba?

¿Y si todo esto no había servido para nada?

Si eso pasara ¿cómo la recibirían allá dónde fuera?

Se dejó caer contra la pared, intentando respirar de forma normal y sobrellevar la carga. Estaba aterrada. En ese momento, una mano se colocó en su hombro.

- Te ves un poco pálida, Hilde.- La voz de un hombre habló a su espalda.

- Leonidas.- El nombre salió de sus labios como un susurro.

Aquel hombre de pelo negro y marrón, con una barba bien cuidada y piel ligeramente morena, la miraba con unos ojos color oliva llenos de amabilidad. Se incorporó para poder mirarlo a los ojos y tratar de disimular su estado.

- Me he mareado un poco, es todo.- Dijo mientras se colocaba bien el vestido.

- Tan fría y reservada como siempre. En fin, es normal estar nervioso antes de una pelea.- Replicó el espartano mientras se colocaba el casco en la cabeza.- ¿Estas preparada?- Preguntó mientras le extendía su mano izquierda a la vez que tomaba una lanza divina hecha por Jack y Holk con la derecha.

- . . . Si.- Tras unos segundos de silencio y duda, Brunhilde tomó la mano del hombre.

Acto seguido, una luz empezó a brotar de su cuerpo. Sus pies se elevaron del suelo mientras su cuerpo tomaba forma circular y los colores blancos y azules de su vestido pasaban a los colores del bronce y el rojo del símbolo de Esparta. Al mismo tiempo, su mente se unió con la del guerrero que la acompañaba, haciéndola recordar todos los momentos compartidos.


~0~


- ¿Así que tu eres la valquiria que me acompañará?- La voz de Leonidas sonó como si la vista que tuviera frente a él le hiciera gracia.- Debo admitir que tienes más pinta de guerrera que tus hermanas.-

- Nuestro combate no será hasta dentro de varias rondas ¿Qué haces fuera de tu habitación?- Preguntó Brunhilde con un ligero tono molesto en su voz.

Poco después del fin de la tercera ronda del Ragnarók, Brunhilde se encontró en aquella situación. Era increíble. El mayor general espartano, famoso por su fiereza y su sentido del deber, tumbado a al bartola en uno de los patios del edificio. Se lo había encontrado durmiendo la mona, y cuando trató de despertarlo había actuado como un niño pequeño con un infantil "cinco minutos más". Podía esperarse ese comportamiento de Adán o incluso de Kojiro ¿Pero de él? No era el tipo de guerrero espartano del que había oído hablar. Tras haberlo conseguido despertado y haberle explicado quien era, ahora se encontraba envuelta en la tarea de devolverlo a la habitación para que estuviera listo.

- Simplemente quería tomar un poco el aire. Está bien descansar de vez en cuando de tanto trabajo. Aunque por lo que veo, nadie te había dado ese consejo antes.- Dijo con una voz burlona.

- Pero no es bueno hacer el vago.- Brunhilde se empezaba a enfadar cada vez más.

- Bueno, bueno. Si vamos a ser compañeros como dices, será mejor conocernos mejor. Soy Leonidas, Rey de Esparta.- Dijo mientras se ponía de pie para darle la mano.

- Brunhilde, la mayor de las valquirias.- Respondió ella estrechándole la mano.

- Y en varios sentidos, por lo que puedo ver.- Dijo mientras sus ojos recorrían la figura de la valquiria desde la coronilla hasta la punta de los pies, admirando su belleza.

Su vista, sin embargo, se tornaron borrosos por el dolor cuando una mano agarró y retorció sus . . . joyas varoniles. Se arqueó hacia delante mientras un chillido agudo y medio ahogado salía de su garganta.

- No te hagas una idea errónea. No soy un caramelito que te vayas a comer.- Brunhilde sonó con extremo enfado mientras daba un brusco giro a su mano torturadora.

- No era eso lo que pretendía dar a entender.- Dijo el espartano con voz de pito.

Brunhilde finalmente soltó su agarre, dejando un poco de espacio a Leonidas para que se recuperara. Tardó unos segundos, respirando profundo, para luego soltar una risa de diversión sincera.

- Eres hermosa y con carácter, me agradas. Sinceramente me hubiera sentido decepcionado si me hubieran dado una florecilla frágil como acompañante. Nadie quiere una flor en el campo de batalla ¿Verdad?-

Brunhilde soltó un bufido de hastío y se giró para marcharse. Para su sorpresa, Leonidas se colocó a su lado y empezó a caminar a su paso. Se pasó un buen rato haciendo preguntas sobre aquel lugar, sobre como eran los otros humanos del equipo, cuales eran sus habilidades. Todo ello acompañado con algunos comentarios seductores que solo consiguieron que recibiera patadas en la espinilla.

Este escenario se repitió varias veces a lo largo de las rondas. Aunque al principio la paciencia de Brunhilde había sido puesta a prueba hasta el límite, pero también empezaba a acostumbrarse a su presencia. Veía con gracia como él y Geir se llevaban bien, en ocasiones la llevaba sobre los hombros o decían bromas que los hacían reír a carcajadas. Era bueno verla tan alegre, para ella estaba siendo bastante duro.

- ¿Y sabes que me dijo Quin cuando le dije que había alguien que podía hacerlo?- Leonidas preguntó.

- ¿Qué?- Geir preguntó casi sin poder aguantar la risa.

- Chino lo veo, no lo creo- Respondió el espartano, haciendo que Geir estallara en risas.

Brunhilde los miraba apoyada en el marco de la puerta. Eran un par de tontorrones, pero al menos eran felices.

- En fin, creo que tengo que irme, Okita debe estar a punto de entrar en combate. No te preocupes Hilde, no te fallaré.- Dijo mientras sonreía con confianza.

Brunhilde simplemente le acarició la cabeza y le deseó suerte. Ambos la miraron correr por el pasillo en dirección a la arena.

- ¿Contra quien se enfrentarán?- Leonidas sonó preocupado.

- Loki, el dios del engaño. Pero Okita es un combatiente experto, no se dejará confundir tan fácilmente.- Brunhilde habló con seriedad.

- Estas preocupada por ella ¿Verdad?-

- Lo hará bien.-

- ¿Lo crees o lo esperas?- Leonidas habló con un tono que dejaba ver que no se dejaba engañar por las palabras de la valquiria.

- Eso da igual.- Fue toda su respuesta antes de marcharse, seguida por la mirada preocupada de Leonidas.

No esperaba lo que ella creyera, solo importaba que ella volviera.


~0~


-¡EL GANADOR DE LA DÉCIMO SEGUNDA RONDA DEL RAGNAROK, COLOCANDO EL MARCADOR EN UN EMPATE 6 A 6, ES EL DIOS LOKI!- Aquellas palabras, gritadas a pleno pulmón por Heimdall, aún resonaban en su cabeza.

La imagen de aquella derrota, cruel, despiadada, sádica e injusta, la atormentaba. Aquel bastardo que se hacía llamar dios sabía a lo que iba. Enredó sus cadenas en la hoja de la espada, tirando de ella y haciendo que se escurriera de las manos de Okita mientras otras cadenas aparecían de distintos lados, inmovilizando al pequeño samurái. Por un momento, pensó que simplemente lo despedazaría, pero cuando vio como primero sonreía diabólicamente, alzaba la espada y la estrellaba contra el suelo, haciéndola añicos, sintió como el tiempo se detenía. La imagen de su hermana pequeña apareciendo, recubierta de grietas, con una expresión de miedo, tristeza y ruego en su rostro mientras sus ojos vidriosos se clavaban en los suyos.

Okita fue destrozado justo después, dando la completa victoria a los dioses, acompañada de la risa sádica de Loki. Sentada en la penumbra de su habitación, Brunhilde se abrazaba mientras contenía a duras penas los sollozos y las lágrimas. Debía mantenerse fuerte, entera, no podía dejar que la vieran tan frágil. Si ella se derrumbaba ¿Cómo iban el resto a pensar que todo podía salir bien? Ahora solo faltaba la última batalla, la que ella tendría que librar.

- Imaginé que estarías aquí.- Una voz sonó desde la puerta.

Brunhilde rápidamente se secó las lágrimas y respiró hondo, tratando de retomar la compostura.

- ¿Qué quieres, Leonidas?-

- Ver si estabas bien, pero parece que no es así.-

- Estoy perfectamente. Solo tengo que pensar en el próximo combate.-

- El nuestro. Mira, se por lo que estás pasando. Perder tantas personas importantes de golpe y en tan poco tiempo, se que es duro. Pero no tienes que guardártelo para tí, o solo te hará más daño, y no creo que ella quisiera que estuvieras así.-

- Te he dicho que estoy bien. No hables como si me conocieras, o como si la conocieras a ella.- La voz de Brunhilde sonó dura y enfadada.

- Puede que no la haya conocido tan bien como tu, pero si que he podido conoceros a las dos los suficiente como para saber que solo estas intentando hacerte la dura, y puedo decirte que cuanto más lo intentes, más te vas a romper. Puedes mentirme a mí, a tus hermanas y a todo el mundo, pero no te mientas a ti misma.-

Brunhilde se levantó de golpe con un rugido, tratando de golpear a Leonidas con un puñetazo. Su mano fue sin embargo detenida por la del espartano. Permanecieron así unos segundos, de pie en aquella habitación en silencio.

- No fue culpa tuya.- Dijo Leonidas.

La mascara de rigidez y seriedad de Brunhilde empezó a caerse a pedazos a la vez que las lágrimas corrían por sus mejillas. Leonidas la rodeó con sus brazos, pegándola a su cuerpo a la vez que acariciaba su cabeza. Podía sentir como las lágrimas mojaban su armadura y su hombro.

- Era solo una niña. Ni siquiera debería haber participado. Su futuro, su vida. Todo eso se lo he quitado- Brunhilde sollozó.

- Vamos a hacer que su muerte no sea en vano. Tu y yo.- Leonidas apretó más el abrazo.

Ambos se quedaron allí, tratando de no caer en la desesperación.


~0~


- ¡Y AQUÍ SE PRESENTA EL REPRESENTANTE DE LA HUMANIDAD!¡EL HÉROE QUE AGUANTÓ EN LAS TERMÓPILAS ANTE TODA ADVERSIDAD!¡LA VIVA IMAGEN DE LA FUERZA GUERRERA DE GRECIA Y SEÑOR DE ESPARTA, LEONIDAS!- Heimdal anunció cuando este cruzó las puertas de la arena, ataviado con su armadura y una resplandeciente capa rojo escarlata, atada a su cuello con un broche dorado.

La multitud rugió con emoción cuando se acercó hasta el centro de la arena. Los humanos gritaban ánimos y súplicas por su victoria, mientras los dioses soltaban burlas y amenazas, diciendo que se rindiera, que no sabía contra quien se estaba enfrentando.

Pero el sabía muy bien contra quien se enfrentaba. Los dos lo sabían. Desde el otro extremo de la arena, una racha de fuerte viento cargado de sed de sangre salió disparado contra su rostro. Leonidas no se inmutó, mientras clavaba sus ojos verdes repletos de furia y decisión en la figura que salía por aquella puerta.

Montado en un enorme caballo negro de ocho patas, envuelto en una armadura dorada, con un casco alado que cubría su ojo izquierdo y su lanza en la mano derecha, el imponente dios salía al paso.

- ¡Y COMO SU OPONENTE, EL PADRE DE TODOS!¡EL SEÑOR DE ASGARD Y ASESINO DE YMIR!¡REPRESENTANDO A LOS DIOSES, ODIN!- Heimdall anunció con todas sus fuerzas.- A-ah, s-señor Odin, debe desmontar para la pelea.-

- No hará falta. Si quiere pelear montado, lo aceptaré.- Leonidas declaró con voz firme mientras le mantenía una mirada de desprecio mutuo con Odin.- ¿Estas lista?- Dijo mentalmente.

- Si.- Brunhilde respondió. Leonidas podía sentir como la ira de aquella valquiria se unía en armonía con la suya.

Viendo esto, Heimdall se apartó al mismo tiempo que daba comienzo el combate. El último combate.

Con un golpe de las espuelas, Odin se lanzó a la carga, lanza en ristre, contra el general espartano, que lo esperaba con una pose defensiva. Este se agachó, haciendo que el golpe de la lanza apenas raspara el escudo. Cuando el caballo se alzó para aplastarlo con las patas delanteras, Leonidas se colocó debajo del rampante animal y, levantándolo sobre su escudo, lo lanzó con todas sus fuerzas sobre su cabeza. El pobre animal cayó mal y varias de sus patas se rompieron. Sin embargo, Odin había conseguido saltar de la silla de montar y aterrizar a salvo, viendo ahora a su caballo en el suelo, gimiendo y sin poder levantarse, que lo miraba con una mirada suplicante.

- Patético. Ya no sirves para nada.- Fueron las graves palabras que salieron de sus labios.

Con un movimiento fulminante, Odin alzó la lanza y la enterró a través del ojo del caballo. El animal soltó un relincho agudo de dolor mientras pataleaba, hasta que dejó de moverse. Odin extrajo la lanza ensangrentada y tomó el escudo del lado de la silla para luego encararse con el espartano, que lo miraba con una mezcla de desprecio y conmoción por lo que acababa de hacer.

Leonidas cargó entonces contra él, escudo en alto, y el choque de ambos hizo estremecer a la audiencia. Se inició un combate a corta distancia donde las puntas de las lanzas pasaban silbando por los lados de los combatientes o estrellándose contra los escudos. Leonidas trató de golpear la rodilla del dios con un barrido de su lanza, pero Odin saltó hacia atrás, tomando una amplia distancia. El dios cuervo tomó la lanza en posición de lanzamiento, haciendo que el arma brillara con una luz dorada. Odin lanzó la lanza con todas sus fuerzas, convirtiéndola en un mero borrón para el ojo inexperto. Recorrió con velocidad la distancia entre ambos, directa para clavarse en el rostro del espartano. Aquella lanza, que tenía la fama de siempre herir al enemigo una vez lanzada, golpeó el objetivo con un destello.

Odin se irguió, creyéndose vencedor, solo para observar a su lanza en el suelo frente al humano. Leonidas, con el rostro cubierto por el escudo brillante, lo bajó para revelar una sonrisa retadora que hizo al dios fruncir el ceño. La defensa impenetrable de Brunhilde.

- Va a necesitar más que eso para atravesar este escudo.- La voz de Brunhilde sonaba en su cabeza. No podía notarlo, pero sabía que había puesto su sonrisa tétrica.

- ¿Esa lanza no se supone que nunca fallaba?-

- Ten cuidado. La razón por la que nunca falla se debe a su capacidad de controlar su trayectoria. Seguramente hará uso de ello ahora que ha visto que no puede atravesarlo.-

Odin no dijo nada. A un movimiento de su mano, la lanza volvió a él. Leonidas no esperó a que volviera a arrojarla y corrió contra él para atravesarlo. Sin embargo, sin que Odin moviera un solo músculo, la lanza salió rápidamente en su dirección. Colocó el escudo en posición defensiva, pero la lanza dio un giro rápido y se colocó a su espalda. Paró la embestida girándose a tiempo.

- Es menos pesada que antes.- Pensó para si mismo.

El arma no se detuvo y rápidamente volvió a girar para colocarse en otra posición, repitiendo la acción cada vez que era repelida. Si continuaba así, llegaría el momento en que le diera. Justo entonces, y en contra de lo que Odin predecía, Leonidas lanzó su propia lanza contra su él. El dios colocó su propio escudo para defenderse, que fue atravesado sin llegar a herirlo, pero fue suficiente para que Leonidas se colocara a su espalda, moviéndose por su punto ciego, y agarrara su cintura en una llave que cambió rápidamente a un suplex.

La cabeza de Odin golpeó el duro suelo de piedra, aunque gracias al casco su cráneo no sufrió daños. Su mente confundida y borrosa apenas le permitió colocarse en pie con dificultad, mientras de su boca escupía unas gotas de sangre.

- Pancratio. No es tan refinado como esa magia tuya, pero sirve también.- Leonidas se rió mientras lo observaba y arrancaba la lanza del suelo.

Odin gruñó enojado y llamó a su lanza con un movimiento de la mano, intentando que esta atravesara la nuca del humano. Sin embargo, este ladeó la cabeza, dejándola pasar.

- No creas que ese truco te funcionará dos veces. Sé que tienes que estar mirando a lo que quieres golpear.-

Con la lanza de nuevo en la mano, Odin abandonó el escudo, ahora inservible, y se lanzó contra el humano a gran velocidad para intentar ensartarlo.  Leonidas lo desvió con el escudo y lanzó una estocada con la lanza al ojo sano del dios, la cual fue esquivada con soltura para cambiar a un golpe giratorio con la punta de su lanza. Leonidas reaccionó y paró el ataque para luego lanzar una patada contra el abdomen del señor de Asgard. Este se tambaleó y reculó. Se notaba que no estaba acostumbrado al combate cercano y prolongado, por lo que Leonidas atacó con una serie de golpes y patadas de pugilato, para luego agarrar la cabeza del dios y volver a arrojarlo por los aires.

Esta vez, Odin volvió a caer bien y a tomar distancia. Leonidas se preparó para aguantar el golpe a la vez que Odin volvía a prepararse para lanzar. El arma divina salió volando, nuevamente a terrible velocidad, contra el espartano.

- Aquí viene.- Dijo Brunhilde.

El escudo brilló marcando la activación de la habilidad. De repente, sonido de metal rompiéndose hizo que a ambos se les helara la sangre en las venas. Leonidas miró con ojos como platos hacia abajo. La lanza de Odin había atravesado su escudo, su armadura y ahora salía por la parte trasera de su costado izquierdo. En un movimiento rápido, la lanza fue extraída, lo que hizo a Leonidas caer de rodillas.

- ¿Pero cómo. . .?- La pregunta surgió en su mente.

- Qué estúpido ¿En serio pensaste que podrías enfrentar todo mi poder con eso?- La voz de Odin sonaba oscura y amenazante.

 Leonidas trató de ponerse en pie apoyándose en su lanza. Sin embargo, aquel borrón dorado volvió a silbar en su dirección. Leonidas alzó el escudo de forma instintiva, haciendo que la lanza se desviara, pero dejando a su vez un gran arañazo en su superficie y haciéndole caer de culo nuevamente.

- ¡¿Estas bien?!- La pregunta se originó en su mente.

- Ugh, si. Ten cuidado.- Brunhilde intentaba ahogar el dolor como podía.

La lanza dorada silbó una tercera vez. Luego una cuarta, una quinta, una sexta. Una tormenta de ataques se desató contra el rey espartano, quien de pie, aguantaba los infinitos golpes y cortes por todo el cuerpo mientras protegía su cabeza con su escudo. Sus piernas se llenaron de cortes y empezaron a temblar. Su armadura fue rayada y su capa se hizo girones. El suelo a sus pies se empezó a llenar de salpicaduras rojizas. Su escudo se convirtió en un circulo mellado y medio roto, que apenas tenía el simbolismo reconocible. Y sin embargo, se mantuvo en pie, con los dientes apretados por el dolor, la respiración pesada por el cansancio y la vista nublosa por la perdida de sangre.

- Af, af, af. . . ¿eso es todo lo que tienes?- Dijo Leonidas mientras sonreía desafiante.

Odin lo miró con su mirada seria, ahora con una ligera confusión.

- Tengo que hacerte una pregunta ¿Por qué no te deshaces de ese pedazo de metal inútil?-

Leonidas miró confundido a Odin.

- Ya has visto que ni siquiera con su habilidad de defensa puede ayudarte, además de que tiene pinta de pesar mucho. Si lo soltaras y continuaras solo con la lanza divina que tienes, podrías tener al menos una posibilidad. Es inútil que te aferres a él.- Odin sonaba como si su voz no contuviera emoción alguna.

Leonidas no dijo nada. No entendía que estaba diciendo, pero una voz resonó en su cabeza.

- Tiene razón. Será mejor si lo haces así.- Brunhilde habló en su mente con tono derrotado.- Si me sueltas te podrás mover más rápido, y tu cuerpo no se cansará tan deprisa. Ahora mi habilidad es inútil.-

Brunhilde dijo esto desde el conocimiento. Sabía que lo que decía tenía razón. Esta era la batalla final, debían ganarla costara lo que costara.

-¡¿QUÉ SABRÁS TU LO QUE ES O NO INÚTIL, CUANDO DESECHAS TODO A LA MÍNIMA OPORTUNIDAD?¡- Un rugido salió de la garganta del espartano, haciendo que todos se estremecieran, incluyendo a la valquiria y al dios.

Leonidas volvió a erguirse orgulloso. Se quitó el casco medio destrozado y lo arrojó al suelo. Sus ojos brillaban con furia y un aura rojiza parecía emanar de su cuerpo.

- Me dices que abandone este escudo, que ya es inútil, que no tiene sentido.-

Respiró hondo para luego volver a rugir.

- ¡EL ESCUDO DE UN ESPARTANO ES SU ORGULLO!¡ES EL ÚNICO COMPAÑERO QUE JAMÁS LO ABANDONARÁ, QUE SIEMPRE ESTARÁ ALLÍ PARA SACRIFICARSE POR ÉL, INCLUSO SI ESO SIGNIFICA SU PROPIA DESTRUCCIÓN!¡POR ELLO, TE ENFRENTARÉ CON ESTE ESCUDO, HASTA EL FINAL DEL COMBATE!¡VOLVERÉ CON ESTE ESCUDO EN ALTO, VICTORIOSO, O VOLVERÉ SOBRE ÉL MUERTO, PERO JAMÁS LO ABANDONARÉ!- La voz de Leonidas resonó por toda la arena, emocionando a los humanos y aterrando a los dioses.

Sin embargo, Odin respondió con una malvada sonrisa. Un aura oscura surgió de él.

-¡Bien!¡Entonces cae junto a él!- Arrojó de nuevo la lanza contra el humano.

Leonidas lanzó un grito de batalla a la vez que cargaba. La lanza pasó silbando a su lado, y Odin pudo notar que sus reflejos y velocidad habían aumentado. Intentó llamar de nuevo a su lanza, pero un golpe en el estomago lo dejó sin aliento. El escudo maltrecho se había estrellado contra su coraza, aboyando y quebrando la pieza. Un rápido movimiento ascendente causó una terrible herida en el pecho del dios. El borde mellado se había convertido en una mortífera cuchilla. Odin llamó desesperadamente a su lanza, haciendo que esta volara contra el guerrero. Este se ladeó de nuevo, por lo que fue su lanza lo que alcanzó, partiendola en dos. Recogió los extremos rotos y clavó ambos en los muslos del dios. Este gritó de dolor, para luego callar al contacto de los puños y rodillas del espartano contra su cuerpo y su rostro. su nariz fue rota, sus costillas fueron quebradas, y parecía que el altivo dios se convertiría en poco tiempo en no más que un saque de carne ensangrentado, relleno de polvo de huesos.

Con un grito de furia, negándose a ser reducido a un simple anciano, Odin golpeó con su cabeza la frente del espartano. Sin embargo, solo consiguió que su cabeza se echara hacia atrás, sujetando con las manos los hombros del dios, para luego devolverle el cabezazo. Acto seguido, agarró el cuello su cuello y le hizo una llave que lo tiró al suelo de espaldas. Odin trató de reponerse, pero una rodilla se clavó en su pecho, rompiendo su esternón. Alzó los ojos para ver a Leonidas, rojo de furia alzando el escudo con su brazo derecho. Uno, dos, tres. Los golpes de escudo se sucedieron en la cara del dios, acompañados de un rugido que se pudo oir tanto dentro como fuera de la cabeza del general. La ira de ambos, Leonidas y Brunhilde, se desató contra el oponente que ahora agonizaba en el suelo. El último golpe, con todo el peso de su cuerpo, de su furia, cayó causando una polvareda.

Varios segundos después, el silencio volvió a reinar. Nadie dijo nada, puesto que nadie estaba seguro de lo que había pasado al final. No fue hasta que una figura se alzó entre el polvo que el murmullo pasó a ser gritos de alegría.

- ¡Y EL GANADOR, NO SOLO DE LA DECIMO TERCERA BATALLA, SINO DEL RAGNAROK AL COMPLETO, CON UN PUNTAJE DE 7 A 6, ES PARA . . .



. . . LEONIDAS Y EL BANDO HUMANO!- La voz de Heimdall anunció entre el jolgorio de la humanidad.

Con el escudo medio destrozado bien alto, con el cuerpo lleno de heridas y sangre, pero con una sonrisa en el rostro, Leonidas se encontraba en pie sobre el cadaver machacado de Odin. Los humanos reían y lloraban de alegría, los dioses se lamentaban y miraban aterrados, pero Leonidas no prestó oidos a ninguno de ellos. Giró hacia la puerta de salida y caminó por el pasillo. El cuerpo entero le dolía a rabiar y la cabeza le daba vueltas. Tras caminar unos minutos, notó un mareo extraño y se desplomó, siendo envuelto por la oscuridad.


~0~


Sus ojos volvieron a abrirse y vio unas luces calidas. Sintió una comodidad extraña y miró a su alrededor. Estaba en una cama de la enfermería de Nostradamus. Trató de erguirse, pero el dolor se lo impidió.

- No te trates de levantar aún. Las heridas aún hacen mella.- Una voz cerca de la puerta lo hizo mirar.

Entrando por la puerta, Brunhilde apareció con una expresión más relajada de lo normal.

- ¿Hemos ganado?- Preguntó Leonidas.

- Si. La humanidad podrá vivir otros mil años al menos. Algo es algo.- Respondió la valquiria mientras se sentaba en una silla al lado de la cama.

- ¿Estas bien?- Leonidas fijó su mirada en los numerosos vendajes que tenía por el cuerpo, especialmente el de su abdomen.

- Estoy bien. Nostradamus dijo que se recuperará rapido, aunque tiene gracia que tu seas el que pregunta, ¿Acaso no te has visto?- Dijo dejando escapar una risita.

- Riete todo lo que quiera, pero hemos ganado.-  Leonidas rio hasta que sintió como alguien tomaba su mano.

Giró la cabeza confundido, viendo a Brunhilde sonriendo de forma agradable y agradecida. Tenía un aire tierno, muy distinto al distante que generalmente tenía.

- Lo que dijiste en el combate, gracias. Realmente, por un momento pensé en que era  mejor que me dejaras. Pero gracias por estar ahí, en todo momento. Me alegra que sigas a mi lado.-

- Ya lo dije, eres mi escudo. Tu no me abandonarías, por lo que yo tampoco.- Le devolvió una sonrisa amable.

Se quedaron durante unos sendos así. Finalmente Brunhilde se levantó para irse.

- Voy a volver con mis hermanas, de paso te dejo descansar.- Dijo mientras se dirigía a la puerta.

- Hey Hilde.- Brunhilde se giró hacia él.- Si decides hacer otro Ragnarok, ya sabes donde encontrarme.-

Brunhilde simplemente sonrió y se marchó por la puerta. Era un tontorrón, pero le gustaba.


~~{0}~~

¡¡HE VUELTO!! Lamento la espera, pero los exámenes no perdonan.

Espero que os haya gustado este One shot original. Dentro de poco me pondré con los que tenía atrasados y con el fanfic principal, pero quería hacer este primero. Se me ocurrió la idea durante los exámenes más duros y quería escribirla antes de que se me olvidara.

Gracias por apoyarme y no abandonarme.

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